Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

No debemos olvidar la pandemia del Covid-19

El mes pasado, la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró “el fin de la emergencia sanitaria global por el covid-19”, después de más de tres años de haberla iniciado[1]. Esta pandemia ocasionó 600 millones de contagios y una cifra oficial de 7 millones de muertos (cálculos más realistas estiman más de 20 millones, una cifra superior a las víctimas de la I Guerra Mundial). En el marco del capitalismo imperialista, la pandemia tomó un “perfil de clase” y golpeó mucho más duramente a la clase trabajadora y los sectores populares, también en sus fortísimas consecuencias económico-sociales. ¿Qué ocasionó esta pandemia? ¿Por qué alcanzó esa gravedad? ¿Cuál es la situación actual?   

Alejandro Iturbe

El capitalismo imperialista y las burguesías nacionales difunden en los medios la idea de que la pandemia “ya pasó” y quieren que los sufrimientos vividos queden en el olvido. Así como pretenden que se acepte el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y las masas, provocado o acentuado por la pandemia. Pero no debemos olvidarla: por el contrario.

En primer lugar, porque si bien las zoonosis (enfermedades de origen animal que se transmiten al ser humano) son un “hecho natural”, ha sido el capitalismo imperialista el que ha creado condiciones cada vez más propicias para que una zoonosis se transforme en una pandemia de la magnitud que alcanzó la del covid-19.

En numerosos artículos, hemos analizado que la destrucción de la naturaleza ha reducido el hábitat natural de numerosas especies, incluso muchas se extinguen. Por eso, virus que generaban enfermedades focalizadas en esas especies “buscan” otras donde poder hospedarse y así mantener su ciclo natural de supervivencia.

Al mismo tiempo, la producción capitalista ha concentrado una gran biomasa de animales de cría para consumo humano, en condiciones de gran hacinamiento, de modo tal que cualquier ingreso de un virus se expande rápidamente entre ellos. Esas concentraciones de animales están muy cerca y en contacto permanente con las grandes ciudades cercanas. Esas son las condiciones de la expansión de una zoonosis. No es casual que, antes del covid, en las últimas décadas hayamos visto los brotes de la “enfermedad de la vaca loca”, la gripe porcina y la gripe aviaria. Si le sumamos el intenso tráfico de mercaderías y personas dentro de cada país, y a través de las fronteras, las condiciones se hacen más propicias.

El negocio de la salud pública   

Este contexto favorable al surgimiento y la expansión del contagio de covid se vio agudizado porque el capitalismo lo enfrentó luego de décadas de atacar y deteriorar los sistemas de salud pública en todo el mundo.

La salud pública ha sido transformada en un inmenso y lucrativo negocio para grandes corporaciones privadas, dueñas de los modernos centros de atención, de la producción de medicamentos y vacunas, y de la fabricación de la aparatología necesaria para los casos más complejos. Al margen de este gran negocio, los centros gratuitos estatales carecen de los mínimos recursos para atender la salud de la población que no puede pagar una atención mejor.      

Como un ejemplo de este “negocio de la salud” al servicio de las ganancias de esas corporaciones privadas, encontramos que una vacuna contra el covid podría haberse desarrollado una década antes de las que finalmente fueron utilizadas en la reciente pandemia. A partir de 2002, estalló un brote de SARS (síndrome agudo respiratorio grave) provocado por un virus tipo covid, similar al de 2020, que afectó a poblaciones del sur de China y otros países de la región.

A pesar de las advertencias de los especialistas sobre el riesgo de pandemias virales, las corporaciones farmacéuticas privadas no comenzaron el desarrollo de una vacuna porque la ganancia estimada que obtendrían no lo justificaba. Una nueva y grave responsabilidad del capitalismo imperialista en la extensión y el impacto de la última pandemia.   

Un combate con las manos atadas

La acelerada dinámica de la pandemia fue aún peor en países cuyos gobiernos tuvieron una criminal política negacionista (“es solo una gripecita”) como el de Donald Trump en EE.UU. y Jair Bolsonaro en el Brasil. De esta forma, estos países encabezaron la triste lista mundial de mayor cantidad de contagios y de víctimas fatales.

Aquellos gobiernos que sí expresaron que el combate a la pandemia era su prioridad, lo hicieron con las manos atadas: con sistemas de salud pública deteriorados y con escaso financiamiento estatal. Recurrieron entonces a viejas medidas imprescindibles, pero que por sí mismas eran insuficientes para combatir y derrotar la pandemia, como el uso obligatorio de las mascarillas, el distanciamiento y el aislamiento social.

Ante estas medidas parciales e insuficientes, y sin ningún plan serio de funcionamiento económico de la sociedad, los trabajadores y sectores populares se vieron divididos. Un sector, el de los trabajadores precarizados, los vendedores callejeros y muchos pequeños cuentapropistas se vieron ante una situación casi insoportable de supervivencia.

Otro sector fue encuadrado en “actividades imprescindibles” (gran parte de la producción industrial, la salud y el transporte, etc.) y, así, obligado a ir en transportes atestados a sus lugares de trabajo donde las empresas ni siquiera garantizaban las condiciones mínimas de salubridad (como alcohol en gel y distanciamiento). Tanto el transporte como los lugares de trabajo se transformaron en focos de contagio que extendieron y agravaron la pandemia. En varios países, como Italia, Brasil y Argentina, hubo luchas y reclamos contra estas condiciones laborales.

Al mismo tiempo, los gobiernos aprovechaban estas medidas para establecer controles policiales y represivos contra los trabajadores y la población, mientras la burguesía y sectores de la pequeña burguesía seguían con sus “fiestas” y reuniones (ahora “clandestinas” pero toleradas). Al mismo tiempo, los gobiernos, junto con las empresas, aprovechaban la situación y la debilidad de la clase trabajadora para rebajar los salarios y atacar las condiciones laborales, con las burocracias sindicales como cómplices de estos ataques.

La caída de la economía mundial y la “nueva normalidad”

Las medidas que restringían la circulación de personas (en otros casos, como en EE.UU., el autocuidado de la población) acentuaron la tendencia recesiva que ya traía la economía mundial desde 2019, y provocaron una impresionante caída de 10% en el PIB mundial (la más grande desde la crisis de 1929), en el tercer trimestre de 2020[2].

Preocupados por la caída de sus ganancias, el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales comenzaron una política criminal a la que llamaron “nueva normalidad”: una reapertura gradual pero acelerada de todas las actividades económicas en la que los trabajadores y las masas debían aceptar vivir en medio de la pandemia[3].

Lanzaron la “nueva normalidad” sin haber derrotado la pandemia. Por el contrario, lo hicieron en un momento en que se iniciaba una nueva oleada más fuerte que la primera y que esta política criminal potenció al extremo. Nuevamente, el capitalismo mostraba que sus ganancias eran más importante que la vida, la salud y el sufrimiento de los trabajadores y las masas.

A lo largo de toda la pandemia, el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales realizaron durísimos ataques al nivel de vida de las masas (rebajas salariales, deterioro de las condiciones laborales, aumento del desempleo, etc.). La expresión más aguda de este deterioro ha sido un fuerte aumento de la pobreza en todo el mundo y también de la “pobreza extrema” (miseria) y de la “inseguridad alimentaria” (hambre): según un estudio del Banco Mundial realizado en octubre de 2020, ese año terminaría con un saldo de 150 millones de personas en el mundo que descenderían a esa categoría y se sumarían a las que ya estaban en ella[4]. Estas cifras empeoraron hasta el final de la pandemia.

La situación de la clase trabajadora y las masas era insoportable, sometidas, por un lado, al sufrimiento de la pandemia en sí mismo y a la incapacidad del capitalismo de derrotarla y, por el otro, a los durísimos ataques económico-sociales. En este marco, la LIT-CI elaboró y propuso un Programa de Emergencia con las medidas que serían necesarias para terminar con ambos flagelos. Un programa que, además de medidas concretas (como la reconstrucción de los sistemas de salud pública gratuita), proponía un combate global al capitalismo imperialista[5]. Reivindicamos ese Programa de Emergencia como una respuesta revolucionaria y de clase a la situación que se vivía en el mundo.

La “carrera por las vacunas”

En la medida en que la criminal política de la “nueva normalidad” agravaba la situación con una nueva y más fuerte oleada de la pandemia, comenzó a desarrollarse la “carrera por las vacunas” entre unas pocas grandes corporaciones farmacéuticas internacionales (dueñas del negocio de las vacunas a nivel mundial) por “llegar primero” a producir una vacuna efectiva contra el covid-19[6].

Para comprender el porqué de esta carrera, es necesario considerar varios factores. En primer lugar, como hemos señalado, la transformación de la salud pública en un negocio para grandes empresas privadas (incluida la fabricación de vacunas). En segundo lugar, como también hemos visto, por casi dos décadas consideraron que no era lucrativo iniciar el desarrollo de una vacuna contra un virus covid y ahora debían acelerar y compactar al máximo los tiempos para hacerlo. En tercer lugar, quienes llegaran “primeros” a producir una vacuna efectiva obtendrían inmensas ganancias por el gigantesco mercado en que la venderían. Finalmente, ante el agravamiento de la pandemia, el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales necesitaban mostrar a los trabajadores y a las masas que “ahora sí” preparaban un combate serio contra la pandemia, para evitar que estos se rebelasen contra la “nueva normalidad”. Pero lo hicieron al modo capitalista: sin un plan cooperativo internacional, sino respetando la propiedad privada y sus ganancias.

Las ganancias de las corporaciones privadas están garantizadas a través del “derecho de patente” (royalty) contenido en su precio de venta y que también debería pagar todo aquel que la fabricase. Eso impedía que países como Argentina, Brasil, India y Sudáfrica (con capacidad de fabricar sus propias vacunas) produjesen vacunas de modo masivo sin pagar ese royalty a las corporaciones.

El caso de la India fue terrible: es el principal fabricante de vacunas del mundo (especialmente en plantas propiedad de Astra-Zeneca), pero no podía pagar el precio de las vacunas necesarias para su gran población, mientras la pandemia crecía sin límite. Su gobierno, el de Sudáfrica y el de otros países pidieron una “suspensión temporal” del derecho de patente de suministros medicinales, pero tanto las corporaciones como la OMC (Organización Mundial del Comercio) se negaron a otorgarla[7].

Ante esta negativa, los gobiernos burgueses de esos países fueron cobardes y no adoptaron la medida de quebrar unilateralmente ese derecho. En ese momento, la LIT-CI incorporó en su Programa de Emergencia la consigna: “Por la ruptura del derecho de patente de las compañías farmacológicas privadas”, y llamó a los trabajadores y las masas a movilizarse para exigir a sus gobiernos que lo hicieran.

Una vez que las vacunas estuvieron disponibles, se hizo evidente la profunda desigualdad que existe entre las naciones en el capitalismo imperialista. Un puñado de países ricos (como EE.UU. y las potencias europeas) compró 70% de las vacunas existentes, mientras la mayoría no tenía ninguna posibilidad de comprarlas (o solo podía hacerlo de modo escalonado, como Brasil, Argentina, e incluso España)[8].

Esta desigualdad en la vacunación en el mundo se volvió como un boomerang sobre los propios países imperialistas, porque en aquellos países de escasa o nula vacunación surgían nuevas cepas del virus, más contagiosas y más letales que la primera. Fue el caso de la Ómicron (detectada por primera vez en Sudáfrica), que luego ingresó en los países ricos (EE.UU. y de Europa) y provocó una fortísima oleada, a finales de 2021[9].

En este contexto, reivindicamos como totalmente correcta, como parte del combate a la pandemia y al capitalismo, desde un punto de vista revolucionario y de clase, la consigna por una vacunación masiva, gratuita y obligatoria en todo el mundo. Defendimos esta propuesta contra los diversos sectores que impulsaron el “movimiento antivacuna”. Una parte de estos sectores partía de posiciones muy reaccionarias (los “negacionistas”) y anticientíficas. Pero también adoptaron esa postura algunas organizaciones de izquierda (para nosotros, con una comprensión globalmente equivocada sobre la pandemia)[10].   

La pos pandemia

A partir de la declaración de la OMS hemos entrado “oficialmente” en la pos pandemia. Sin embargo, el impacto del covid-19 dejó profundas secuelas en diversos ámbitos de la vida de los trabajadores y las masas.

Comencemos con el impacto económico-social. Como hemos visto, a lo largo de toda la pandemia, el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales realizaron durísimos ataques al nivel de vida de las masas (rebajas salariales, deterioro de las condiciones laborales, aumento del desempleo, etc.).

Con la política de la “nueva normalidad”, desde el tercer trimestre de 2020, se inició lo denominamos una “recuperación anémica” de la economía mundial[11]. Recuperación que está llegando a su final, con fuertes tendencias recesivas y una crisis bancaria en curso (con epicentro en EE.UU. e impacto en Europa)[12].

Durante el curso de la recuperación, resultó evidente que el capitalismo no estaba dispuesto a devolver lo perdido por los trabajadores y las masas durante la pandemia, sino que buscaba consolidar el terreno ganado. Una situación que, ya en 2021, originó una oleada de huelgas, parcial pero importante, en EE.UU.[13] y, en 2022, luchas en diversas partes del mundo[14].

No solo no devolvieron lo robado sino que los ataques continuaron y continúan siendo respondidos por luchas obreras tan importantes como las que se desarrollan en Gran Bretaña y Francia, que son analizadas en la edición especial de la revista Correo Internacional que puede ser descargada de la página de la LIT-CI[15]. Otro ejemplo ha sido la gran movilización de la juventud trabajadora de Corea del Sur, que obligó al gobierno a retroceder en su proyecto de aumentar las horas de la semana laboral[16].

Si analizamos el impacto del covid-19 como tal, también este ha dejado duras secuelas. En primer lugar, en los que se contagiaron, en especial aquellos que sobrevivieron pero sufrieron las formas más agudas de la enfermedad y que, en muchos casos, quedaron con los pulmones severamente afectados[17].

En segundo lugar, debemos ver qué significa “gripalización”; es decir la transformación de la pandemia de covid-19 en una enfermedad endémica (permanente) con impacto similar al de la gripe común. Si bien no hay un cálculo global de cuántas personas en el mundo se contagian anualmente de gripe, estudios recientes estiman que 650.000 mueren por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe, y que esa cantidad viene aumentando en los últimos años[18].

Es decir, por responsabilidad del capitalismo imperialista, una nueva enfermedad endémica se ha sumado a las muchas amenazas y padecimientos de salud que sufren los trabajadores y las masas. Es una amenaza real: en China se prevé una oleada de covid-19 “gripalizado” que podría afectar a 65 millones de personas en las próximas semanas[19].   

Finalmente, los especialistas y la propia OMS no se cansan de advertir que, ante la destrucción de la naturaleza, la dinámica de la producción económica capitalista y los altísimos niveles de urbanización, son inevitables nuevas pandemias en el futuro[20].

Ante esta perspectiva, Salvador Macio (doctor en Medicina y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya) expresó que hace falta “un plan de defensa coordinado, coherente y claro de cara a la siguiente”, pero duda que se vaya a concretar “porque esto requiere una coordinación a nivel mundial, y hasta el momento no hemos demostrado que seamos capaces de hacerlo”[21].

La desconfianza de este especialista tiene fundamentos muy serios: por su voracidad de ganancias, el capitalismo está destruyendo la naturaleza y la salud pública, y aumenta el hacinamiento de gran parte de la población mundial. Prepara así las condiciones de una futura pandemia, que tarde o temprano se producirá, y que sufriremos nosotros, nuestros hijos o nuestros nietos. Frente a esa amenaza, actúa igual que como lo hizo hace casi 20 años: mira para otro lado. Al mismo tiempo, continúa atacando las condiciones de vida de los trabajadores y las masas.

Los trabajadores no podemos permanecer pasivos frente a esta durísima realidad y este sombrío futuro. Es preciso que luchemos fuertemente contra cada uno de estos ataques. En el marco de esas luchas, desde la LIT-CI (tal como hicimos durante la pandemia de covid-19) explicaremos pacientemente que para acabar definitivamente con esos flagelos es necesario llevar adelante una revolución que derrote al capitalismo imperialista que los genera para las inmensas ganancias de unos pocos, e instale en su lugar una sociedad sobre bases mucho más justas y solidarias para toda la Humanidad: una sociedad socialista internacional.


[1] La OMS declara el fin de la emergencia sanitaria global por la covid-19 – BBC News Mundo

[2] Ver ¿Hacia dónde va la economía mundial? – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[3] La verdadera cara de la “nueva normalidad” – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[4] https://news.un.org/pt/story/2020/10/1728962

[5] Aquí puedes ver el programa especial de la LIT-CI – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[6] Ver La carrera por la vacuna contra el Covid-19 [II] – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[7] Más de 60 países en desarrollo pidieron la suspensión por tres años de las patentes en las vacunas contra el coronavirus – Infobae

[8] Vacunación contra el Covid-19: entre el caos capitalista y los privilegios de clase – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[9] Europa en el epicentro de la pandemia – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[10] Antivacunas: entre las fantasías reaccionarias y la desconfianza en el capitalismo – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[11] Economía mundial: recuperación anémica y con muchos problemas – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[12] Las raíces profundas de la crisis bancaria internacional – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[13] Ver Gran oleada de huelgas en Estados Unidos – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[14] Huelgas y levantamientos despuntan en todo el mundo – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[15] Correo Internacional Europa – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[16] Corea del Sur: gran triunfo de la juventud trabajadora – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[17] Tres años después del Covid: así se ven los pulmones de quienes sufrieron infecciones graves (clarin.com)

[18] Cada año, hasta 650.000 personas mueren por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe estacional (who.int)

[19] China prevé una nueva ola de Covid con 65 millones de casos semanales | Salud (elmundo.es)

[20] La OMS alerta de futuras pandemias. ¿A qué nos enfrentamos? (huffingtonpost.es)

[21] Ídem.

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