La pandemia de coronavirus continúa creciendo en el mundo. Junto con ella también se acelera la “carrera por la vacuna”, a la que se han agregado ahora dos nuevos competidores: las anunciadas por los gobiernos de Rusia y de China.
Por Alejandro Iturbe
Las cifras de la pandemia aumentan día tras día: a inicios de esta semana, la OMS (Organización Mundial de la Salud) informaba de un acumulado de 23.000.000 de contagiados. Una cifra que según un estudio del Departamento de Epidemiología de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, debería multiplicarse entre 7 y 10 veces para tener la magnitud real de afectados[1]. Lo cierto es que la cifra oficial crece a un promedio de un millón de casos diarios.
En ese marco, hasta ahora, se registraron cerca de 800.000 muertes. Pero esta cifra crece a una velocidad de casi 6.000 muertes diarias, lo que daría una proyección anualizada de más de 2.000.000 de víctimas fatales.
Sobre este tema, todos los estudios muestran que la clase trabajadora y la población pobre están más expuestas al contagio, y que la tasa de mortalidad de la enfermedad es muy superior a la de los sectores medios y la burguesía. Esto es válido incluso (o especialmente) en Estados Unidos. Por ejemplo, en Chicago (una ciudad rica), la mitad de los contagiados y 72% de los fallecidos eran negros, aunque estos representan 30% de la población[2].
Una realidad que se repite (muchas veces corregida y aumentada) a medida que descendemos en el nivel de riqueza de los países y su desigual distribución, y de las condiciones de vida de la población. Una realidad que se expresa con claridad en el hecho de que Latinoamérica sea hoy una de las regiones más afectadas del planeta.
La explicación de esta dinámica que marca un perfil de clase de la pandemia es muy profunda. En lo que se refiere al contagio, los trabajadores y sectores pobres tienen peores condiciones de vivienda y de ingresos para cumplir con las medidas de prevención. Al mismo tiempo, se ven obligados a ir a trabajar todos los días (ya sea en empleos asalariados o informales) y viajar en el transporte público. Para gran parte de ellos, la cuarentena es una gran ficción.
Si enfocamos el tema de la mortalidad, una enfermera de un hospital público me decía que mientras los sectores medios tienden a realizar consultas y testes ante los primeros síntomas, los trabajadores y sectores pobres demoran más, precisamente por la necesidad de ganar el sustento cotidiano y el costo de perder días de trabajo. Entonces, cuando van a atenderse, la enfermedad está más avanzada y, en algunos casos, de modo irreversible.
La responsabilidad del capitalismo
En diversos artículos anteriores sobre este tema, publicados en esta página, hemos dicho con claridad que la responsabilidad de la pandemia y la velocidad de su crecimiento son del capitalismo imperialista. En uno de ellos, señalamos: “Las burguesías y sus gobiernos pretendieron enfrentar la pandemia con sistemas de salud deteriorados y sin realizar la inversión que la gravedad requería. Junto con esto, pusieron a la clase obrera en la primera línea de riesgo al dejar que muchas empresas “imprescindibles” trabajaran sin garantizar las condiciones básicas de salubridad y los elementos de protección necesarios e hicieron la vista gorda ante muchas empresas ‘no imprescindibles’ que obligaban a muchos de sus obreros a tener que trabajar”[3].
Incluso los gobiernos que aparecían aplicando políticas más ofensivas contra la pandemia siempre priorizaron la ganancia de las empresas por sobre la salud de la población. Ahora, preocupados con esas ganancias burguesas y su caída ante las medidas de restricción, los gobiernos han comenzado a levantar esas medidas sin haber derrotado la pandemia. Esta es la razón de fondo de la aceleración de la pandemia: la avidez de ganancia de la burguesía, aunque esta sea a costa de la vida de millares de trabajadores. Lo hacen con la hipócrita definición de “nueva normalidad”.
En esa política de retomar los “niveles normales” de explotación de los trabajadores y de recuperar sus ganancias, decir que hay una vacuna próxima para ser aplicada es una herramienta para intentar engañar a los trabajadores sobre que ellos serán los grandes beneficiados con esta reapertura de la “vida normal”. O, por lo menos, que no existen los profundos riesgos de crecimiento y aceleración de la pandemia que la realidad nos está mostrando.
El negocio de las vacunas
Sin embargo, esta no es la única razón de esta “carrera por la vacuna” que estamos viendo. Como todo lo que hace el capitalismo (incluso en las condiciones más trágicas para la humanidad), su motor principal sigue siendo la búsqueda de la ganancia por parte de la burguesía.
Eso ha determinado una tendencia creciente a deteriorar los sistemas de salud pública financiados por el Estado y a transformarlos en un negocio para grandes conglomerados multinacionales. Eso es totalmente válido para el tema de las vacunas en general, y para las que se están experimentando contra el Covid-19 en particular.
En la actualidad, el negocio de las vacunas en su conjunto suma un mercado de más de 40.000 millones de dólares. Dos tercios de este mercado está dominado por cuatro empresas multinacionales: GSK (con sede en Londres), MSD (fundada en Alemania, hoy con sede en EEUU), Pfizer (EEUU) y Sanofi (francesa). Unas diez empresas de segunda línea se reparten la mayoría del tercio restante[4].
En este marco, quien logre llegar primero en esta “carrera” por la vacuna contra el Covid-19 tendrá las mejores posibilidades de ocupar un mercado suculento. La llamada “iniciativa Covax” (una coalición pro-vacuna ligada a la OMS) ha estimado una base mínima inicial necesaria de 2.000 millones de dosis (solo EEUU ya se ha asegurado 300 millones). Una cantidad de dosis que debería duplicarse en un año para alcanzar a 60% de la población mundial (porcentaje estimado para terminar de modo definitivo con la pandemia)[5].
La empresa anglo-sueca Astra-Zeneca ha dicho que podrá venderla a “un precio de costo” (sic) de 3 dólares. Mientras Moderna habla de unos 40 dólares la dosis. Esto significa que, solo considerando su lanzamiento inicial, existe un mercado potencial de entre 6.000 y 80.000 millones de dólares. Si establecemos una media, nos da más de 40.000 millones, tanto como todo el mercado actual de vacunas sumado.
La burguesía sigue siendo mezquina…
Sin embargo, incluso con su necesidad de presentar rápidamente una vacuna que justifique su “nueva normalidad”, el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales siguen siendo mezquinas a la hora de invertir en la salud de la población, así sea a través de negocios privados.
Según los especialistas, el costo de desarrollo de una vacuna realmente efectiva para su utilización frente a una pandemia como la del coronavirus demanda una inversión de cerca de 25.000 millones de dólares en sus tres fases de desarrollo[6]. El gobierno de EEUU está invirtiendo unos 6.000 y la Unión Europea 2.700.
Si sumáramos los posibles costos de las vacunas desarrolladas en China y en Rusia, y otras iniciativas menores, hablamos de una inversión total de alrededor de 10.000 millones de dólares. Es decir, apenas 40% de la inversión calculada por los especialistas. Al mismo tiempo, es apenas la centésima parte de cada uno de los planes de ayuda a las empresas y bancos que han anunciado el gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea.
… Y, además, irresponsable
La urgencia de la burguesía por presentar una vacuna, combinada con la mezquindad de sus inversiones, determina el carácter verdaderamente irresponsable que en esta “carrera”están teniendo los desarrollos y experimentaciones de las diferentes vacunas.
Los especialistas consideran que el desarrollo normal de una vacuna efectiva demanda unos diez años, entre sus diferentes fases: preclínica (investigación e invención), pruebas humanas en pequeña escala; pruebas expandidas; y pruebas en gran escala[7]. En este sentido, es necesario decir que una vacuna contra el coronavirus, desarrollada con todo rigor científico, ya podría existir porque hubo un brote del coronavirus del SARS en 2002.
Pero no fue hecha porque en ese momento afectó solo a una parte de la población de Asia y eso no daba ganancias suficientes para los grandes laboratorios. Sumado a esto, los diferentes desarrollos y experimentaciones actuales no se hacen de modo combinado y cooperativo sino a través de una feroz competencia de empresas (y de los gobiernos de los países imperialistas) por llegar primeros en la “carrera”.
Quizá, con la suma de esfuerzos y el intercambio de los resultados de las distintas investigaciones que se realizan en el mundo, ese tiempo de producción de una vacuna efectiva podría reducirse. Pero jamás a los ritmos y plazos que las burguesías y los gobiernos quieren imponerle.
No se puede “jugar a los dados” con la ciencia y la salud de la humanidad. Pero la realidad muestra que en esta “carrera” por la vacuna las investigaciones están eliminando etapas o juntándolas. Incluso, algunas empresas (como Astra-Zeneca) ya han comenzado a fabricarla para su venta sin haber completado aún la última etapa de prueba.
Las vacunas, entonces, serán lanzadas al mercado para su uso masivo sin ninguna garantía de su real efectividad y, además, sin haber comprobado seriamente los posibles efectos secundarios de su aplicación. En otras palabras, la irresponsabilidad del capitalismo hará que la población mundial sea usada como “conejillo de Indias”.
Los anuncios de los gobiernos ruso y chino
En este marco, analicemos los anuncios de Vladimir Putin y del gobierno chino sobre que sus países ya van a producir vacunas contra el Covid-19.
Tanto Rusia como China han sido Estados obreros y en ambos se ha restaurado el capitalismo. En varios artículos publicados en esta página, nos hemos referido al tipo de países que son en la actualidad y a las características del régimen político que tienen esos Estados[8].
El régimen chino es, en gran medida, responsable por el inicio de esta pandemia. No lo es porque en el país se produjeron los primeros casos –en la ciudad de Wuhan– sino porque este régimen dictatorial escondió este brote durante casi dos meses y dejó así que se expandiera hacia varias regiones de China y a otros países[9]. Fue este hecho el que le permitió a Trump hablar de la “culpa de China” en la pandemia y generar cierta paranoia antichina en nivel mundial. Después de una rápida expansión interna, el régimen de Beijing lanzó una ofensiva que logró disminuir el número de contagios y de muertes, y ahora “normaliza” aceleradamente la actividad económica del país.
Rusia, por su parte, se ubica cuarta en nivel mundial por número de contagios registrados (es el noveno país del mundo en población), con un ritmo de crecimiento diario bastante acelerado (6.000 casos diarios).
Por eso, al igual que los otros gobiernos burgueses, el de Putin y el de Xi Jinping necesitan presentar lo más rápidamente posible una vacuna de uso masivo. Por diversos motivos, optaron por desarrollarlas de modo autónomo.
Las razones de Putin
En el caso de Putin, la necesidad es esencialmente política ya que el impacto de la pandemia es considerado como un “desafío” a su proyecto de eternizarse en el poder[10]. Por eso, anunció “con gran orgullo” que su gobierno había registrado y autorizado el uso interno de una vacuna producida en el país, llamada Sputnik V (a partir de octubre próximo), y la ofreció a otros países[11]. Este anuncio ha generado muchas dudas en los medios científicos internacionales y en la propia OMS por la falta de cumplimiento del registro de las pruebas que exigen los protocolos internacionales sobre nuevas vacunas[12].
Podría pensarse, como afirman diversos medios y organizaciones pro Putin en el mundo, que se trata de un ataque originado en defensa de los intereses de las grandes empresas internacionales de biomedicina y del control oligopólico que los países imperialistas mantienen en este campo.
Pero lo cierto es que los propios médicos rusos se han mostrado escépticos sobre esta vacuna. Un sondeo realizado entre más de 3.000 profesionales de la salud de ese país mostró que la mayoría de ellos no está dispuesto a ser vacunado y que “no se sentirían cómodos” si se ven obligados a aplicarla a sus pacientes[13].
En el caso del régimen chino, el anuncio fue hecho con menos alarde, y el proceso de investigación y desarrollo de la vacuna sí fue siguiendo los registros protocolares internacionales. Pero los plazos en que se desarrolló exacerban aún más el análisis crítico que hemos hecho para las vacunas “occidentales”. Opinamos que se “forzó la barra” con los plazos para justificar la normalización acelerada de la actividad económica, muy afectada por la crisis económica que se arrastraba desde años anteriores y que había dado un salto con las restricciones obligadas por la pandemia. Es decir, recuperar los niveles normales de superexplotación que caracterizan al capitalismo chino[14].
Los países que “miran desde afuera”
Otros países dependientes y semicoloniales se limitan a ser espectadores de esta “carrera” y a esperar los resultados. Es el caso del Brasil y de la Argentina que, en el pasado, tuvieron un cierto desarrollo de la investigación y la producción biomédica por parte del Estado, a través del Instituto Butantan y del Instituto Malbrán, respectivamente. Hoy, esas instituciones estatales han sido desfinanciadas o están casi destruidas, y se limitan a ser apenas subsidiarias menores de las grandes corporaciones médicas internacionales[15]. Las burguesía brasileña y la argentina renunciaron así a un desarrollo genuino de una biomedicina pública, y la salud de su población es profundamente dependiente del control y de las patentes de los grandes laboratorios de los países imperialistas.
Brasil, con el gobierno “negacionista” de Jair Bolsonaro, tiene hoy una de las peores situaciones de la pandemia en el mundo, por la cantidad de contagios, muertes y ritmos de crecimiento. Muy criticado nacional e internacionalmente por esta posición, en medio de una apertura casi completa de actividades, ahora se asocia como “conejillo de Indias” tanto a la vacuna de Astra-Zeneca como a la de China.
En la Argentina, el gobierno peronista de Aníbal Fernández y Cristina Kirchner había lanzado un plan de cuarentena “dura” y así logró una cierta contención de la primera oleada de la pandemia. Pero luego entró en la onda general de los gobiernos burgueses, de “normalizar” la actividad económica, y vive ahora una segunda oleada con un ritmo de contagios y muertes de los más altos del mundo. En el marco de una fortísima crisis económica, el gobierno argentino está desesperado por esta dinámica en la que se diluye gran parte de su prestigio inicial. Por eso, se asocia con quien sea para tener rápidamente una vacuna a su disposición: primero cerró un acuerdo con Pfizer para ser “campo de prueba” de su vacuna. Luego autorizó la fabricación en el país de la vacuna de Astra-Zeneca a través del laboratorio nacional mAbziencie (grupo Insud), propiedad del empresario Hugo Sigman, al que le aseguró la compra de once millones de dosis[16]. Y lo hace sin dejar de “coquetear” con la posibilidad de recibir vacunas de Rusia y de China.
Una muestra clara de que, frente a la pandemia, los gobiernos burgueses, sean estos de extrema derecha o se digan “progresistas”, son iguales en su esencia: la defensa de los intereses capitalistas y su desprecio por la salud de la población.
Una conclusión que se reitera
En el primer artículo dedicado a la carrera por la vacuna contra el Covid-19: “La pandemia no ha sido derrotada y los trabajadores deberán seguir sufriendo sus consecuencias junto con este durísimo panorama [el de los ataques a sus conquistas por parte de las empresas y los gobiernos, nda.]. Una vacuna efectiva contra el coronavirus sería, como señalamos, un gran triunfo contra la pandemia”.
Pero en manos de la burguesía, esto no solo se hace de manera mezquina e irresponsable sino que, además, “solo significará más explotación para los trabajadores al servicio de sus ganancias. Para acabar con esto, no solo hay que derrotar la pandemia sino también el conjunto del capitalismo imperialista”.
Para enfrentar estos graves problemas de los trabajadores y las masas (la pandemia y el aumento cada vez mayor de la explotación capitalista), la LIT-CI ha elaborado y publicado un “Programa de Emergencia contra la Pandemia y la Crisis Económica” con propuestas de lucha para avanzar en este camino[17].
Notas
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52219474
[3] https://litci.org/es/menu/especial/coronavirus/la-pandemia-sigue-creciendo/
[6] Ver nota [4].
[7] Ídem.
[8] Sobre Rusia, ver, entre otros: https://litci.org/es/menu/mundo/europa/rusia/rusia-otra-vez-bastion-de-la-reaccion/ y, sobre China, ver:
https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/china-es-una-dictadura-capitalista-disfrazada-de-rojo/
[11] https://www.youtube.com/watch?v=QZwDqR3Uz3Q
[12] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53745100
[14] https://litci.org/es/menu/mundo/asia/china/se-recuperara-la-economia-china/
[15] En este tema, ver el subtítulo “La pandemia de Covid-19” en: https://litci.org/es/menu/mundo/latinoamerica/mexico/desde-el-rio-bravo-hasta-tierra-del-fuego-avanza-la-colonizacion-de-latinoamerica/
[16] https://www.lanacion.com.ar/politica/la-vacuna-negocio-limites-difusos-privados-estado-nid2425863