Por la reconstrucción de la IV Internacional
A lo largo de 2018, nuestra página ha publicado varios artículos dedicados a los 80 años de la fundación de la IV Internacional que abordaron el contexto y los objetivos de su fundación; las causas de la crisis de 1953 y sus consecuencias en la dispersión de las fuerzas trotskistas, y los debates que la LIT-CI mantiene con las otras organizaciones que se reclaman trotskistas. En este material queremos hacer un repaso de esos artículos y sus conclusiones.
Por: Alejandro Iturbe
La fundación de la IV Internacional fue el resultado de largos años de actividad y lucha de León Trotsky y de las fuerzas que, ya en 1938, se denominaban “trotskistas”. Comienzan desde finales de 1923 a través de la Oposición de Izquierda, con su batalla dentro de la URSS, el partido bolchevique y la III Internacional, contra la burocratización estalinista y sus consecuencias teóricas y políticas. Continúa luego de la expulsión de Trotsky del partido bolchevique, de la III Internacional y de la propia URSS, entre 1927 y 1929, cuando estas fuerzas pasan a denominarse Oposición de Izquierda Internacional dentro de la Tercera. Se refuerza a partir de 1933, luego de la criminal política del estalinismo que, en Alemania, contribuyó al triunfo del nazismo y Trotsky concluye que la Tercera había muerto como organización revolucionaria.
Desde allí, son cinco años de reagrupamiento de fuerzas, de búsqueda de acuerdos con otras organizaciones, y de intensa elaboración teórico-política, como el libro La Revolución Traicionada y el “Programa de Transición” escrito como el documento central para ser votado en la Conferencia de Fundación.
Una tarea imprescindible en un contexto muy difícil
La IV Internacional nace en un contexto muy desfavorable de la lucha de clases: el triunfo y la consolidación del estalinismo en la URSS y el avance del nazi-fascismo en Europa. Nace perseguida por el imperialismo y, esencialmente, por el estalinismo: miles de trotskistas morían en los campos de concentración en Siberia; algunos de los colaboradores más cercanos de Trotsky eran asesinados en el exterior: su hijo León Sedov y su secretario Rudolf Klement, en el propio proceso de preparación de la conferencia de fundación.
Este contexto determinó que la IV naciera organizativamente débil. Eran menos de seis mil militantes, distribuidos de la siguiente forma: Estados Unidos, 2.500; Bélgica, 800; Francia, 600; Polonia, 350; Alemania, 200 (de los cuales 120 estaban presos); Inglaterra, 170; Checoslovaquia, entre 150 y 200; Grecia, 100; Brasil, 50; Chile, 100, Cuba, 100; África del Sur, 100; Canadá, 75; Holanda, 50; Australia, 50; España, entre 10 y 30; México, 150; más un número no definido de “adherentes clandestinos” en la URSS.
Se trataba, sin embargo, de una tarea imprescindible: había que defender en el terreno teórico y programático la herencia del marxismo y la experiencia de la Revolución Rusa, que había sido deformada hasta su casi destrucción por el estalinismo. Al mismo tiempo, se trataba de luchar contra un nuevo fenómeno contrarrevolucionario en el interior del movimiento obrero: la burocracia estalinista y las terribles consecuencias de su acción para los trabajadores y las masas. La IV tiene, desde su fundación, el mismo objetivo estratégico de la III: dirigir a la clase obrera en el proceso de la Revolución Socialista Mundial. En ese camino, agregaba una nueva tarea: la revolución política para derrocar el régimen estalinista en la URSS y recuperar ese Estado obrero como palanca de la revolución mundial. Era una tarea defensiva (mantener un hilo de continuidad) y, a la vez, preparatoria de un embrión de dirección para los procesos revolucionarios que inevitablemente vendrían en el futuro [1].
No es casual que Trotsky, que había sido uno de los grandes dirigentes de la Revolución Rusa y había comandado millones de combatientes en el Ejército Rojo, considerase que reagrupar esos pocos miles de militantes “es el trabajo más importante de mi vida; más que el de 1917, el de la guerra civil, o cualquier otro”. Y que su papel en ese “trabajo” era “indispensable”, porque en 1917 estaba Lenin orientando la revolución y ahora solo él podía llevarlo adelante [2].
El pablismo
En agosto de 1940, Ramón Mercader, un agente de estalinismo, asesinó a Trotsky en su casa de Coyoacán (México). Con este crimen, el estalinismo buscaba cortar el “hilo conductor” con la herencia marxista y la experiencia de Octubre que Trotsky representaba. Al mismo tiempo, dejaba a la joven IV sin su principal dirigente, el de nivel teórico-político y experiencia revolucionaria cualitativos. La Segunda Guerra, además, disminuyó sus fuerzas militantes, con muchas de sus secciones europeas en la más dura clandestinidad, en los países ocupados por los nazis, y con el SWP (ya debilitado por la ruptura de un ala pequeñoburguesa, en 1940) perseguido por su oposición a la guerra.
En ese marco, en 1948 se realizó el II Congreso, que reagrupó las fuerzas trotskistas. El SWP de Estados Unidos era el partido trotskista más fuerte y el que contaba con los cuadros más experimentados (varios de ellos educados por el propio Trotsky), pero padecía de una desviación que lo llevaría a no asumir como su tarea central ser el eje de construcción de la Internacional. Sus dirigentes veían a la IV como una federación de partidos y no como una dirección internacional centralizada. De esta forma, la centralización fue asumida por el griego Michel Raptis (Pablo) y el belga Ernst Mandel, acompañados por un grupo de dirigentes muy jóvenes y de poca experiencia, como el argentino Nahuel Moreno y el francés Pierre Lambert.
Esta dirección débil e inexperta se vio sometida a duras presiones y pruebas sin la presencia de Trotsky. Por un lado, la guerra produjo, de acuerdo con los pronósticos previos de Trotsky, un gran ascenso revolucionario en Europa y otras regiones del mundo, y el surgimiento de nuevos Estados obreros que se sumaban a la URSS. Pero, por el otro, contra esos pronósticos, la IV no ganó peso de masas e incidencia en esos procesos y continuó siendo un pequeño núcleo. Por el contrario, fue el estalinismo, que había dirigido la derrota del nazi-fascismo y construido nuevos Estados obreros, el que se convirtió en la dirección indiscutida del movimiento obrero y de masas mundial.
En este contexto, la nueva dirección de la IV (Pablo y Mandel) no pasó la prueba y (a partir del III Congreso, en 1951) adoptó un curso cada vez más oportunista, basada en caracterizaciones impresionistas y totalmente equivocadas (la “inevitabilidad de la Tercera Guerra Mundial” entre el imperialismo y la URSS, proceso en el que la burocracia estalinista jugaría un papel “objetivamente revolucionario”), adoptó la línea de que los trotskistas debían hacer un “entrismo de largo plazo” dentro de los partidos comunistas estalinizados [3]. Entre las consecuencias políticas de esta línea llegaron al colmo de rehusarse a defender la retirada del Ejército Rojo cuando explotaron las revoluciones políticas en Berlín Oriental (1953) y en Hungría (1956). Esta caracterización y esta política de capitulación se harían extensivas a los movimientos nacionalistas burgueses y a otras corrientes de origen no estalinista, como el castrismo. El SWP, Moreno y Lambert se opusieron a estas caracterizaciones y políticas.
La tragedia de Bolivia en 1952
“La consecuencia más trágica de esa política fue la traición a la revolución boliviana. En 1952, en Bolivia se da una típica revolución obrera. Los trabajadores organizan milicias, derrotan militarmente a la policía y al ejército, y surge la COB (Central Obrera Boliviana) como organismo de poder dual. Las minas son nacionalizadas y estalla la revolución campesina, que invade los latifundios y ocupa las tierras. Hasta 1954, la principal fuerza armada de Bolivia eran las milicias obreras dirigidas por la COB.
Desde la década de 1940 la organización trotskista boliviana (POR) venía ganando enorme influencia en el movimiento obrero. Tenía en sus filas a importantes dirigentes mineros, fabriles y campesinos. Su principal dirigente, Guillermo Lora, fue el redactor de las Tesis de Pulacayo, una adaptación del Programa de Transición a la realidad boliviana, votadas por la Federación de Mineros. […] En la revolución del ’52, el POR codirigió las milicias y fue cofundador de la COB. Tenía peso de masas en Bolivia.
Lamentablemente, el POR, siguiendo la orientación del Secretariado Internacional [SI] de la IV, encabezado por Pablo, no levantó la política de que la COB tomase el poder. Al contrario, dio su apoyo crítico al gobierno burgués del MNR (movimiento nacionalista burgués). Sin la orientación revolucionaria, el movimiento de masas fue siendo desarmado y desmovilizado, y la revolución fue desmontada en pocos años.” [4]. Nahuel Moreno y su organización en Argentina combatieron duramente esta línea del SI proponiendo que se impulsase la línea de “Todo el poder a la COB”.
La crisis de 1953
Además de estos gravísimos errores políticos, la dirección internacional dirigida por Pablo utilizó un método nefasto: intervino la sección francesa, destituyó a la mayoría de su dirección (que no coincidía con su política), e intentó formar una fracción secreta en el SWP norteamericano. La mayoría de los trotskistas franceses (dirigidos por Pierre Lambert), ingleses (dirigidos por Gerry Healy), el SWP de los EEUU, y parte de los trotskistas sudamericanos, encabezados por Nahuel Moreno, rompieron con el Secretariado Internacional (SI) dirigido por Pablo y crearon en 1953 el Comité Internacional (CI).
Siguieron años de dispersión, pues, a pesar de que las fuerzas que se quedaron con Pablo y Mandel eran minoritarias, la mayoría no se organizó nunca en forma centralizada como la “verdadera IV” para revertir la dispersión, especialmente por responsabilidad del SWP. Nuevamente le cupo a Nahuel Moreno combatir esta desviación “federalista” del SWP.
A pesar de un intento de reagrupamiento parcial, en 1963 (alrededor de la caracterización de Cuba como un nuevo Estado obrero), la crisis no fue superada y la dispersión de las fuerzas que se reclaman trotskistas ha tendido a acentuarse. Por eso, hoy la IV Internacional no existe como organización unificada aunque sus propuestas programáticas hayan pasado la prueba de la historia.
La estrategia de la LIT es reconstruir la IV
La corriente morenista se integró en 1964 al SU (Secretariado Unificado) que se había conformado un año antes [5]. Demoró en hacerlo porque consideraba que esa reunificación debía hacerse sobre la base de un balance muy crítico del pablismo, que no se realizó. Durante su permanencia en el SU, siempre combatió las sucesivas desviaciones y capitulaciones que impulsaba la mayoría de la dirección, ahora encabezada solo por Ernst Mandel (el “mandelismo”) [6], como el guerrillerismo, el vanguardismo y la adaptación a la democracia burguesa [7].
En 1979, la corriente morenista estaba organizada como Fracción Bolchevique (FB) dentro del SU. Cuando se desarrollaba el debate político sobre el carácter del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FLSN) nicaragüense y su gobierno (y la política a tener hacia él), el FSLN detiene y expulsa a los integrantes de la Brigada Simón Bolívar (BSB), que había sido impulsada por la FB, y los entrega a la policía panameña, que los tortura. EL SU mandó una delegación a Nicaragua, apoyó la decisión del gobierno, y no defendió a los integrantes de la BSB (entre ellos, militantes y dirigentes de su organización internacional). A esto se suma, la resolución del SU de prohibir la construcción de partidos trotskistas en Cuba y Nicaragua. La FB rompió con el SU. Luego de un fracasado intento de fusión internacional con la corriente de Pierre Lambert, en 1982 se fundó la LIT-CI con las fuerzas de la FB y sectores latinoamericanos provenientes del lambertismo [8].
Desde su propia fundación y sus estatutos, la LIT-CI (a pesar de ser en esos años la corriente trotskista más fuerte y dinámica) nunca se autoproclamó “la IV”, sino que siempre puso su propia construcción al servicio de la tarea estratégica de reconstrucción de la IV Internacional:
“La Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional) – LIT (CI), tiene como propósito fundamental superar la crisis de dirección del movimiento obrero mundial y construir la Cuarta Internacional con influencia de masas. Solo así, resolviendo la crisis de dirección del proletariado, la permanente movilización de los trabajadores y explotados del mundo contra el imperialismo y la burguesía podrá culminar con la victoria de la revolución socialista internacional y con la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado” [9]. Para la LIT-CI, esa es la “madre de todas las tareas”, la tarea prioritaria que les planteamos a los revolucionarios del mundo. No se la proponemos solo a los que se reivindican trotskistas sino también a las nuevas generaciones de luchadores.
¿Cómo hacer esta reconstrucción?
Desde su fundación, la LIT-CI ha intentado diversas aproximaciones con otras organizaciones internacionales y nacionales para explorar la posibilidad de unificación. Algunas dieron resultado, pero varias otras fracasaron. ¿Cuáles son los criterios con qué abordamos estas aproximaciones en el pasado y lo seguiremos haciendo en el futuro?
“Siempre hemos defendido que los procesos de unificación deben ser sólidos, preparados y discutidos con profundidad y, si es necesario, lentos. En este sentido, proponemos criterios claros. El primero es que la reconstrucción de la IV debe estar basada alrededor de un programa”, lo que implica una comprensión común de la realidad mundial y una estrategia común frente a ella [10].
Es necesario también coincidir en las posiciones sobre los principales hechos de la lucha de clases, especialmente en los procesos revolucionarios, para poder desarrollar una acción militante común sobre ellos. En caso contrario, aquella coincidencia programática solo queda en palabras.
Un tercer criterio imprescindible es que las relaciones entre las organizaciones deben ser honestas y sin maniobras desleales, para delimitar diferencias e incluso hasta para llegar a la conclusión de que no es posible una unificación inmediata pero que tal vez pueda darse en el futuro. Esto último deja afuera de ese proceso a las pequeñas organizaciones sectarias o a las “sectas trotskistas “ más grandes (nacionales o internacionales) para las que “vale todo” en función de parasitar a las otras corrientes y ganarles algunos militantes.
Finalmente, como un aspecto muy importante: “Defendemos la moral obrera y revolucionaria” que “para nosotros, constituyen un punto del programa. La profunda degeneración de las organizaciones trotskistas, producto de la larga crisis, de las presiones del estalinismo en el pasado, y del ‘aluvión oportunista’ en las dos últimas décadas, ha producido también una degeneración metodológica y moral” [11]. En las últimas décadas, asistimos a un aumento alarmante de peleas por el aparato; robo de sedes partidarias y sindicales; mandatos parlamentarios y dinero; acusaciones sin pruebas y calumnias e, incluso, agresiones físicas entre organizaciones que se reivindican revolucionarias. Nos posicionamos categóricamente contra estos métodos que caracterizan una profunda degradación moral. A partir de estos criterios, analicemos algunas de las corrientes que se reivindican de la IV Internacional.
El SU
Tal como hemos señalado, la Revolución Cubana y el reconocimiento de Cuba como un nuevo Estado obrero, impulsaron en 1963 el reagrupamiento de parte importante de las fuerzas trotskistas en el mundo, en el Secretariado Unificado. Alejado Michel Pablo de sus filas, la figura que encabezó el SU fue Ernst Mandel.
Mandel no tenía los métodos autoritarios de Pablo pero mantuvo un elemento central del pablismo: sus análisis y caracterizaciones totalmente impresionistas y la elaboración de orientaciones que se adaptaban a la “moda” imperante, en cada momento, en la vanguardia de izquierda y, a partir de allí capitulaban a diversas direcciones burocráticas y pequeñoburguesas.
En la década de 1960, eso llevó al mandelismo a capitular a la dirección castrista cubana y a las organizaciones guerrilleras, a impulsar una línea guerrillerista y meter a las secciones latinoamericanas en aventuras que tuvieron un altísimo costo en vidas y militantes (como el PRT-ERP de Argentina y el POR-C de Bolivia). [12]. En los años ’70 giró hacia una posición “vanguardista” en general: la tarea no era agitar las consignas surgidas de las necesidades profundas de los trabajadores y las masas sino las campañas que impactasen en la “nueva vanguardia de masas” [13]. Ambas líneas fueron combatida por el morenismo y el SWP.
En la segunda mitad de la década de 1970, este seguidismo tomó otro rumbo: el “democratismo” como expresión del impacto que tenía en la izquierda europea el llamado “eurocomunismo”. Ante esa presión, Mandel asumió posiciones democratistas.
En su texto “Democracia socialista y dictadura del proletariado” (1979), más tarde aprobado por el congreso del SU, presentaba un modelo de dictadura del proletariado que era una capitulación al eurocomunismo y a la socialdemocracia. Contra este material, Nahuel Moreno escribió el libro Dictadura Revolucionaria del Proletariado. En él, además de analizar y defender la esencia de este régimen político, hace un pronóstico: si Mandel y el mandelismo profundizaban este camino, abandonarían el campo de los revolucionarios y se pasarían al del reformismo. Lamentablemente, este pronóstico se cumpliría años más tarde.
De modo casi simultáneo, el mandelismo volvió a expresar su política de capitulación a las direcciones pequeñoburguesas y burocráticas que encabezaban un proceso revolucionario, al apoyar al gobierno burgués nicaragüense del FSLN nicaragüense.
Un salto de calidad
El pronóstico de Moreno se cumplió cabalmente a partir del XIV Congreso del SU (1995). Quien dio el marco teórico-político fue Daniel Bensaïd, que había pasado a ser su principal dirigente. En su informe, Bensaïd analizó que la restauración del capitalismo en la URSS y los otros ex Estados obreros representaba una “gran transformación mundial”, un verdadero “cambio de época”. Para el SU había finalizado la época definida por Lenin como de “guerras, crisis y revoluciones”, abierta con la Primera Guerra Mundial y el Octubre ruso (la época imperialista y revolucionaria) [15]. Bensaïd consideraba que entrábamos en una época mucho más defensiva, con una “crisis en el proyecto socialista”, que requería “construir un nuevo programa”.
Al considerar que había un “eclipse de la razón estratégica”, el SU eliminó el eje del Programa de Transición escrito por Trotsky: la dictadura del proletariado. En ese marco, entre otras consignas para impulsar la movilización, se proponían algunas como radicalizar la democracia [burguesa]; democratizar la ONU; crear nuevas instituciones financieras internacionales “democráticas”; etc. El SU había dejado de ser una organización revisionista del trotskismo para pasar a ser directamente una organización reformista cuyo accionar se integraba como la “pata izquierda” del sistema capitalista y de las instituciones de la democracia burguesa.
A partir de allí, la no participación en gobiernos burgueses dejaba de ser un problema de principios para pasar a ser un problema “táctico”. Así lo expresó el propio Bensaïd en su debate con la organización DS (Democracia Socialista, entonces sección del SU) sobre si esta debía ingresar o no al gobierno burgués de Lula, en 2003 [16]. Posteriormente, en 2014/2015, la dirección del SU impulsaría el apoyo de sus militantes griegos al gobierno burgués de Syriza.
Un nuevo tipo de partido
Junto con este cambio cualitativo y regresivo en el terreno teórico-político, el SU abandonó la tarea de construir partidos revolucionarios según el modelo leninista . Su principal organización, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa, se autodisolvió en 2009, para fundar ese mismo año el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Su propuesta general pasó a ser la construcción de “partidos amplios” en común entre “los revolucionarios y los reformistas honestos”, lo que implicaba, por supuesto, la aceptación del programa reformista.
En Portugal, son parte del Bloco de Esquerda que apoya al gobierno burgués de António Costa; en el Estado español integran Podemos, que se asoció con el gobierno burgués de Pedro Sánchez Pérez-Castejón; en Italia, integraron Rifundazione Comunista, que apoyó el gobierno burgués de Romano Prodi, y, en Grecia, como vimos, de Syriza. En Brasil, esto se expresó en la construcción del PSOL. En algunos casos, como en Grecia, esto les provocó crisis y debates con sectores de militantes (la OKDE-Spartacus) y se produjo también la desaparición de Rifundazione, en Italia. Pero nunca han hecho un balance serio de esta política desastrosa y, de hecho, la continúan aplicando, como en el Estado español, Portugal y Brasil. Esos partidos amplios pasaron de “anticapitalistas” a ser “antiausteridad”, en una dinámica programática cada vez rebajada y hacia la derecha.
El SU (hoy denominado Comité Internacional de la IV Internacional) ya no es una organización trotskista revolucionaria. Por lo tanto, no puede ser considerada como un posible participante de un proceso de reconstrucción de una IV Internacional revolucionaria, aunque insista en presentarse como “la continuidad” de la IV y en usurpar su nombre.
Por otro lado, actúa como un polo de reagrupamiento de otras organizaciones internacionales y nacionales (algunas de las cuales aún se reivindican trotskistas), que se aproximan así a sus posiciones y propuestas reformistas. Creemos que aquellos que, dentro del SU o de su “esfera de influencia”, creen honestamente que así se ayuda a “reconstruir la IV” están profundamente equivocados: una verdadera reconstrucción de la IV solo puede provenir de un durísimo combate contra las posiciones teóricas, programáticas y políticas del SU.
Los herederos de la tendencia “The Militant”
The Militant fue una tendencia interna del Partido Laborista (Labour Party – LP) inglés, fundada por el trotskista Edward “Ted” Grant (1913-2006), a partir de 1964 [17].
Luego de oscilar en sus posiciones, acabó fundando la Revolutionary Socialist League (RSL) que, en 1956, se tornó la sección de la IV Internacional pablista en Gran Bretaña. La RSL adhirió a la concepción y a la política del “entrismo sui generis” para aplicarla en el LP: en 1960 inicia primero un entrismo en la juventud del laborismo y luego la construcción de The Militant, como una política de largo plazo a la espera de la “radicalización” del LP y de capitalizar sus “rupturas de masas”.
Ted Grant no ingresó en el SU cuando se dio el reagrupamiento de 1963, y comenzó a desarrollar su propia organización internacional: el Comité por una Internacional de Trabajadores (CWI por su sigla en inglés). Una de sus características es, como vimos, transformar la táctica de entrismo en organizaciones de masas con direcciones burocráticas en una estrategia permanente, al estilo pablista [18]. En 1992, el CWI definió terminar el entrismo en el LP peroTed Grant se opuso a esto y quedó entonces fuera de esa organización. Con una minoría de militantes comenzó la construcción de la Tendencia Marxista Internacional (IMT por su sigla en inglés).
La concepción pablista de esta corriente llevó a Alan Woods, sucesor de Ted Grant como principal dirigente de la IMT, a seguir el mismo camino que Pablo había tenido con el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino. Woods abandonó la lucha por el poder de los trabajadores y se transformó en asesor del gobierno burgués de Hugo Chávez en Venezuela. De hecho, era el “trostkista oficial” del castro- chavismo: por ejemplo, es el único autor “trotskista” que puede vender sus escritos en la Feria del Libro de La Habana. [19]. Hoy ha tomado cierta distancia del gobierno de Nicolás Maduro, pero apoyó su represión y sigue reivindicando el “proceso bolivariano”, a pesar del desastre a que este condujo.
El sector que continuó como CWI, encabezado por el inglés Peter Taaffe, a pesar de haber salido del LP en Inglaterra y de construir el Partido Socialista (SP por su sigla en inglés), mantiene como una de sus políticas esenciales el entrismo de largo plazo en organizaciones reformistas y electoralistas con conducciones pequeñoburguesas y burocráticas, como el PSOL brasileño. Llegaron al límite de apoyar la candidatura de Bernie Sanders contra Hillary Clinton en las últimas primarias del imperialista Partido Demócrata estadounidense.
Otra diferencia muy importante es que, frente a la lucha del pueblo palestino, la CWI llama a formar una alianza con el “proletariado israelí”, cuando este proletariado es en realidad base social del enclave sionista imperialista y su amplia mayoría está por la defensa a ultranza de este Estado genocida.
La FT-PTS
Tal como señalamos en uno de los artículos que le dedicamos dentro de esta serie sobre los 80 años de la IV Internacional, “Las diferencias con la Fracción Trotskista (FT) surgieron desde el propio origen del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), una ruptura del MAS argentino y de la LIT-CI, en 1988, que comenzó la construcción de la FT con secciones en Latinoamérica y algunos grupos en Europa” [20].
Las principales diferencias del PTS/FT se expresaban en una dura crítica a las elaboraciones de Nahuel Moreno que, sobre la base del estudio de los procesos revolucionarios de la Segunda Posguerra, elaboró aportes críticos a aspectos de la formulación de las Tesis de la Revolución Permanente, escritas por Trotsky en 1930. Especialmente, su revalorización de las “revoluciones democráticas” que derribaban regímenes dictatoriales o liberaban colonias del imperialismo.
Para el PTS/FT estas elaboraciones eran una concepción etapista o semietapista que abandonaba la teoría de la revolución permanente de Trotsky y llevaba a la construcción de organizaciones centristas.. Por eso, había que romper con el morenismo y retomar la construcción de un “verdadero trotskismo de Trotsky”. En el artículo ya citado, respondemos extensamente a este debate con la FT.
Ellos consideran que no había ninguna divergencia entre la realidad y la teoría. Todo había sido previsto en los escritos de Trosky y no había nada de qué preocuparse, sobre qué reflexionar, o qué corregir. El nacimiento del PTS está íntimamente asociado a este método que transforma el marxismo en un “dogma bíblico” y no una ciencia viva que debe verificar de modo permanente sus construcciones teóricas en la realidad y, a partir allí, mejorarlas y/o modificarlas total o parcialmente. Un método que los llevaría, años más tarde, a negar que el capitalismo ya se había restaurado en China y que todavía niega que la restauración se haya producido totalmente en Cuba.
Esta discusión teórico-política se hizo muy aguda alrededor del proceso revolucionario en el mundo árabe, iniciado a finales de 2010 con el derrocamiento del dictador tunecino Ben Ali, que luego se extendió a Egipto, Libia y Siria. La FT se negó a calificar esos procesos como “revoluciones” y a tener una política revolucionaria concreta frente a ellos y las guerras civiles que se abrieron en Libia y Siria, al proponer no actuar dentro del campo militar que luchaba contra las dictaduras de Kadafi y Assad.
Un giro de 180 grados
Hasta este punto del debate entre la LIT y la FT, esta organización nos criticaba desde la “izquierda” y la “ultraortodoxia trotskista”. Sin embargo, en los debates más recientes, la FT sigue criticándonos tan duramente como antes pero ahora vemos que se ha ubicado a nuestra “derecha” y utiliza argumentos antes impensables en ella. El punto de partida es que ha adoptado la “caracterización” (común a la mayoría de la izquierda internacional) de que en el mundo existe una “onda reaccionaria”. Dado que la correlación de fuerzas con el enemigo es muy desfavorable, se imponen esencialmente tácticas unitarias.
Muy ligado con esto, las secciones más importantes de la FT han girado su actividad hacia el eje electoral-parlamentario como centro de su actividad. Quien expresa con mucha claridad esto es el MRT brasileño, que pidió su ingreso al PSOL y presenta candidatos por este partido [21]. Consecuente con esta ubicación de “satélite” del PSOL, uno de los principales ejes de agitación del MRT y de la FT es la campaña por “Lula Libre” y “Lula candidato presidencial”.
La política del MRT expresa la de la FT en su conjunto y, en especial, la de su principal partido, el PTS de la Argentina. Los “síntomas” no son tan evidentes como en el MRT por el mayor peso de la organización argentina (incluso en estructuras obreras) y porque ha obtenido éxitos electorales a través del Frente de la Izquierda y los Trabajadores (FIT), que intenta mantener un “perfil trotskista”. Sin embargo, claramente ya están allí: sobre la base esos éxitos electorales, hace varios años que el PTS viene actuando como una organización electoralista y parlamentarista [22].
Las diferencias teórico-políticas que tenemos con la FT son profundas. Pero, incluso si ellas disminuyesen, esta organización tiene un método de relacionamiento desleal (como la realización de la táctica de “entrismo secreto” en otras organizaciones trotskistas). Aunque es más grande, la FT tiene el método de las sectas parasitarias. Eso hace hoy imposible cualquier acercamiento sobre bases serias y honestas. Más aún, determina que, en estas condiciones, la FT solo puede jugar un papel negativo y destructivo en un proceso de avance en la reconstrucción de la IV Internacional.
El nacional-trotskismo
A partir de la crisis de 1953, comenzó a surgir una profunda desviación en algunas organizaciones, que hemos denominado nacional-trotskismo: corrientes cuyos esfuerzos se concentran casi exclusivamente en el desarrollo de la organización nacional de origen y no en la construcción de una Internacional y su equipo de dirección. Este proceso se acentuó con aquellas organizaciones que no ingresaron al reagrupamiento de 1963, como el Workers Revolutionary Party (WRP) de Gran Bretaña, encabezado por Gerry Heally, y el PCI francés (luego OCI) de Pierre Lambert. Si bien ambos desarrollaron grupos en otros países, no eran verdaderas internacionales sino colaterales que giraban alrededor del “partido madre” y eran centralizadas férreamente por su dirección.
Estas organizaciones nacional-trotskistas presentan algunas características comunes: se construyen alrededor de un “dirigente infalible” y tienen un método de funcionamiento interno sumamente burocrático. Por eso, cualquier diferencia política con ese dirigente y su equipo acaba generalmente en expulsiones, con el argumento de la “defensa de la organización”. La combinación de este funcionamiento interno con la falta de control de una Internacional es explosiva.
El WRP se había transformado, en la primera mitad de la década de 1970, en la principal organización trotskista del mundo (más de 5.000 militantes), con peso en importantes estructuras obreras. En 1985, Healy recibió una gravísima acusación moral: asediar y obligar a varias militantes del partido a tener relaciones sexuales con él. La mayoría de la dirección salió en su defensa y el partido acabó estallando en numerosas y pequeñas fracciones [23].
En el caso de la OCI lambertista, primero se adaptó profundamente a los aparatos sindicales burocráticos franceses (especialmente la Fuerza Obrera) y luego capituló completamente al gobierno burgués de frente popular de François Mitterrand (desde 1981) [24]. La OCI había logrado un cierto desarrollo pero luego de sucesivas expulsiones y rupturas ha quedado muy reducido. En ese proceso, adoptó el nombre de PT, con un programa muy rebajado. Su corriente internacional casi ha desaparecido.
Actualmente, una organización claramente nacional-trotskista es el Partido Obrero (PO) de Argentina, organización de origen lambertista que nunca le dio importancia ni dedicó sus esfuerzos a la construcción de una Internacional. A los rasgos que ya hemos señalado (dirigente “infalible” y burocratismo interno), debemos agregarle su burocratismo en el propio movimiento de masas y sus organizaciones. Con respecto a su política cotidiana, el PO (aunque intenta mantener un perfil trotskista y militancia en las estructuras) también se ha transformado en una organización cuyo eje es la actividad electoral-parlamentaria.
Algunas conclusiones
Hasta la década de 1970, Nahuel Moreno caracterizaba que existía un “movimiento trotskista”. Definió que, más allá de sus diferencias, era “una corriente independiente de los aparatos burocráticos aunque no tuviera unidad organizativa”. Ese movimiento ya no existe como tal: como parte del “aluvión oportunista” que arrasó a la izquierda desde la década de 1990, sectores importantes de ese movimiento han “cruzado la línea” y abandonado el campo revolucionario, transformándose en correas de transmisión (y viviendo a expensas) de la democracia burguesa y parlamentaria, de los fondos del Estado, o de aparatos sindicales burocráticos.
Algunos lo han hecho de modo explícito, como el SU. Otros, de modo más vergonzante: siguen aún reivindicándose trotskistas pero avanzan (más lento o más rápido) en esa dirección. Además de las diferencias teóricas que tenemos con ellas, se nos plantean diferencias incompatibles en las políticas frente a los procesos concretos. Muchas de esas organizaciones le capitularon al chavismo venezolano, a Syriza en Grecia, al PT y a Lula en el Brasil (y lo siguen haciendo). Basta ver, por ejemplo que, en Brasil, la gran mayoría de las corrientes que se reivindican trotskistas están dentro del PSOL, hacen campaña por “Lula Libre”, y critican al PSTU por “sectario” cuando se opone a esta línea. Con varias de ellas, además, nos separa su método de relacionamiento desleal y la adopción de la moral del “vale-todo”.
Somos totalmente conscientes que la LIT-CI también sufrió las consecuencias del “aluvión oportunista” y, después de la muerte de Nahuel Moreno, pasó por una profunda crisis que casi llevó a su desaparición. Pero analizando autocríticamente sus errores y buscando corregirlos, va superando esa crisis, y sus secciones y militantes buscan intervenir y construirse activamente en los procesos reales de la lucha de clases. Con una política revolucionaria trotskista, sus secciones y militantes juegan un papel de primera línea en procesos de reorganización del movimiento obrero y de masas, como la CSP-Conlutas, en Brasil; CoBas en el Estado español; No Austerity en Italia, el Sitrasep en Costa Rica, entre otros. Además, como consideramos que el marxismo no es un dogma sino una ciencia viva que se enriquece con el estudio de los nuevos hechos de la realidad, estamos en un proceso de actualización del Programa de Transición.
Objetivamente, por su funcionamiento centralista-democrático, por su programa y por el mantenimiento de la estrategia de la dictadura del proletariado, por su política concreta frente a los procesos y por su defensa de la moral revolucionaria, la LIT-CI es hoy, con todas sus debilidades, la única organización revolucionaria trotskista internacional que merece el nombre de tal. Es una constatación, en gran medida dolorosa, de la realidad de las “fuerzas trotskistas”.
En el marco que hemos analizado, proponer un posible reagrupamiento estratégico de modo inmediato con otras fuerzas que se reivindican trotskistas sería equivocado y, a la vez, irresponsable. Quizá en el futuro, la lucha de clases permita ese acercamiento con algunas de las organizaciones que hemos analizado, o con otras. Cuando esa posibilidad se dé en la realidad, actuaremos como ya lo hemos hecho en el pasado: con seriedad, honestidad y lealtad, para intentar concretarla. Lo haremos con los criterios que ya señalamos en este mismo artículo. Por eso, consideramos que una verdadera reconstrucción de la IV Internacional pasa actualmente por la construcción de LIT-CI.
Notas:
[1] Sobre el tema de la fundación de la IV Internacional como continuidad de la III Internacional, ver el artículo de Alicia Sagra, en: https://litci.org/es/menu/especial/80-anos-de-la-cuarta/reconstruir-la-iv-continuidad-la-iii-internacional/
[2] Citado por Eduardo Almeida, en: https://litci.org/es/menu/teoria/historia/defensa-la-cuarta-internacional/
[3] Sobre este proceso, ver https://litci.org/es/menu/especial/80-anos-de-la-cuarta/la-lucha-la-reconstruccion-la-iv-internacional-papel-del-parte-i/
[4] Ídem.
[5] Ver https://litci.org/es/menu/teoria/historia/defensa-la-cuarta-internacional/
[6] Pablo se opuso a la reunificación de 1963, pasó a actuar como asesor del gobierno burgués del FLN argelino, y comenzó a construir una pequeña organización internacional. Fue formalmente expulsado del SU en 1964.
[7] Sobre algunos de esos debates, recomendamos leer los libros de Nahuel El partido y la revolución, de 1973 (conocido como “Morenazo”) y Dictadura revolucionaria del proletariado, de 1980, ambos reeditados por Editora Lorca, 2010.
[8] Ver https://litci.org/es/menu/teoria/historia/nahuel-moreno-nuestra-experiencia-con-el-lambertismo/
[9] http://phl.bibliotecaleontrotsky.org/arquivo/estatutosLIT.pdf
[10] Sobre estos criterios y las bases de este programa, ver: https://litci.org/es/menu/teoria/el-proyecto-estrategico-de-la-lit-ci-es-reconstruir-la-iv-internacional/
[11] Ídem.
[12] El PRT-ERP fue reconocido como sección oficial argentina del SU en 1969, en detrimento de la organización morenista (PRT-La Verdad). Rompió con el SU y el trotskismo en 1973.
[13] En debate con estas posiciones y con un balance de la experiencia guerrillera, Nahuel Moreno escribió y presentó al X Congreso el documento ya citado, conocido como “Morenazo” y luego reeditado como El partido y la revolución.
[14] Declaración de la Fracción Bolchevique (1979).
[15] Para un análisis más profundo de este tema, ver: https://litci.org/es/menu/especial/80-anos-de-la-cuarta/la-lucha-la-reconstruccion-la-iv-internacional-papel-del-parte-ii/
Para consultar directamente los textos de Daniel Bensaïd, ver: http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?rubrique4 y http://danielbensaid.org/Uma-nova-epoca-historica?lang=fr
[16] Sobre este tema, ver: http://danielbensaid.org/Carta-a-Democracia-Socialista?lang=fr
[17] Sobre la trayectoria de Ted Grant, The Militant y su corriente, ver: https://litci.org/es/menu/especial/80-anos-de-la-cuarta/tendencia-marxista-internacional-tmi-del-entrismo-permanente-al-abandono-la-dictadura-del-proletariado/
[18] Ídem.
[19] Ver el artículo “Alan Woods: el ‘trotskista oficial’” en Correo Internacional No 14 (diciembre de 2015).
[21] Sobre esta parte del debate con la FT/PTS, ver: https://litci.org/es/menu/especial/80-anos-de-la-cuarta/fraccion-trotskista-pts-del-sectarismo-propagandistico-al-oportunismo-electoralista-parte-ii/
[22] Ídem.
[23] Una de ellas, encabezada por Bill Hunter, ingresó a la LIT-CI y formó la Internacional Social League (ISL).
[24] Ver el artículo sobre el lambertismo citado en la nota 8.