El Día de la Victoria y el falso «Antifascismo» del régimen de Putin

Por Demian Vinnichenko
La victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial se ha convertido desde hace tiempo en el mito central de la ideología estatal del imperialismo ruso.
El Kremlin ha convertido la guerra en una cruzada sagrada, utilizándola cínicamente para justificar una nueva agresión criminal —la cual, por supuesto, es lo opuesto a la lucha antifascista—.
Tras el ataque nazi de 1941, la guerra de los pueblos de la URSS se convirtió en la justa lucha de un estado obrero —aunque degenerado por la burocracia de Stalin— contra el agresor fascista. En particular, la resistencia de los ucranianos, que se unieron masivamente al ejército, organizaron un movimiento partisano y defendieron Kiev, Odesa y Járkov y se convirtió en un factor importante en la posterior derrota del nazismo. Otros pueblos también hicieron una contribución colosal: bielarusos, armenios, georgianos, hebreos, tártaros, uzbekos, kazajos, chechenos y muchos otros…
Sin embargo, Putin guarda silencio al respecto, intentando usurpar la victoria de las otras naciones oprimidas hasta hoy.
Además, oculta que la expansión nazi comenzó con el «Pacto Stalin-Hitler» sobre la división de Polonia en 1939. Y así intentaron iniciar la repartición de Europa entre los dos dictadores.
El régimen policial de Putin es el nuevo pilar contrarrevolucionario del imperialismo mundial, razón por la cual Trump intenta -con todas sus fuerzas y hasta ahora sin resultados- llegar a un acuerdo con él.
Detrás de la retórica «antinazi» de Putin se esconden tendencias ultrarreaccionarias: el culto al autócrata, el capitalismo oligárquico, la ideología chovinista granrusa y el oscurantismo medieval de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
El dictador ruso promueve activamente la misma ideología chauvinista que Lenin criticó duramente. Por eso Putin odia a Lenin profundamente, acusándolo de «poner una bomba bajo Rusia» y de «crear Ucrania».
Al anunciar el inicio de la «Operación Militar Especial» (SVO), Putin afirmó que su objetivo era la «desnazificación» de Ucrania. Los medios rusos repiten el mantra sobre los «nazis» en Kiev, presentando a Ucrania como un «estado fascista», pero esta torpe retórica no resiste la más mínima crítica. El régimen ucraniano es una democracia burguesa , donde la extrema derecha fue derrotada en las elecciones de 2019, y en las cuales Volodímir Zelenski, de origen judío, rusófono, fue electo presidente.
Además, con su «desnazificación», Putin no hizo más que fortalecer la posición de la extrema derecha ucraniana, que en medio de la guerra, recibió nueva «legitimidad», como el principal fantasma de la propaganda de Putin, y finalmente emergió de su posición marginal.
El desfile anual del Día de la Victoria en Rusia recuerda cada vez más a un show grotesco que ha perdido toda conexión con la trágica experiencia de la guerra de liberación contra el nazismo. De ritual de duelo, se ha convertido en una exhibición de armas imperiales . Este desfile no apela a la memoria, sino a la obediencia, a la disposición a morir por los objetivos imperialistas, al son de marchas, fanfarrias y celebraciones de propaganda televisiva. No se trata de la historia, sino de su falsificación en aras de una guerra de conquista .
La verdadera lucha antifascista se libra hoy en Ucrania, no en puestos de un desfile, sino en las trincheras, las ciudades destruidas, las brigadas de voluntarios y reuniones sindicales de trabajadores. Es la clase obrera la que constituye la base de la resistencia. Recordemos que el antifascismo, desde sus inicios, surgió como respuesta a los intentos del capital de reprimir las aspiraciones emancipadoras de los trabajadores.
Incluso en la propia Alemania, la resistencia antinazi -aunque brutalmente reprimida- incluía a trabajadores, círculos clandestinos de intelectuales y oficiales antifascistas que arriesgaron sus vidas para sabotear la maquinaria bélica del Tercer Reich.
No podemos ignorar a los movimientos partisanos similares en la Rusia actual y en los territorios ocupados de Ucrania , donde se sabotean vías férreas, se incendian oficinas de registro y alistamiento militar y se distribuyen panfletos y pintan los muros contra la guerra y la invasión, a pesar de las torturas y las largas condenas.
Ante estos acontecimientos, la solidaridad internacional de los trabajadores con Ucrania se fortalece. Trabajadores de diferentes países expresan su apoyo a Ucrania: los estibadores europeos y estadounidenses se negaron a descargar barcos rusos con equipo militar, los sindicatos están organizando ayuda humanitaria y se escuchan declaraciones de condena incondicional a la agresión de Putin en conferencias y foros. El ejemplo de los trabajadores portuarios es particularmente ilustrativo: «Trabajadores de todo el mundo se oponen firmemente a la invasión rusa, incluyendo miles de estibadores que muestran solidaridad con el pueblo ucraniano y desprecio por la agresión de Putin».
Hoy es evidente que los verdaderos herederos de la lucha antifascista NO son los cínicos gobernantes del Kremlin —que se camuflan tras la bandera de la victoria mientras cometen agresiones—, ni la administración Trump de Estados Unidos, sino gente común que resiste la violencia y las dictaduras.
¡Sus acciones son una continuación directa de la labor de quienes hace 80 años desafiaron la plaga nazi!
Además de oponerse a la agresión de Putin, las fuerzas progresistas también deben oponerse al crecimiento del neofascismo y el populismo de derecha en Europa —que, por cierto, simpatiza mucho con el régimen de Putin—. También es necesario combatir el intenso rearmamento de los países de la OTAN —que no buscan lo que hipócritamente declaran: «ayudar a Ucrania»— sino incentivar el chauvinismo en sus propias filas.
No se puede derrotar una forma de opresión imperialista consintiendo otra. Por eso, un verdadero antifascista, y especialmente un socialista, se opondrá hoy simultáneamente a la agresión de Putin a Ucrania , a sus dictadores protegidos en Siria y otros paises y al genocidio y la ocupación sionista de Palestina , que encabeza Natanyahu.
¡Libertad a los pueblos! ¡Muerte a los imperios!