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China

¿Adónde va China?

People hold white sheets of paper in protest of coronavirus disease (COVID-19) restrictions, after a vigil for the victims of a fire in Urumqi, as outbreaks of the coronavirus disease continue in Beijing, China, November 27, 2022. REUTERS/Thomas Peter
diciembre 15, 2022

El último mes se produjeron numerosas rebeliones populares que se extendieron por varias ciudades y regiones de China contra las durísimas medidas restrictivas para la población por la política “Covid 0” aplicadas por el gobierno chino. Por la importancia política y económica de China en el mundo, todo lo que ocurra en ese país tiene significación internacional. En este caso, se trata de la más importante rebelión popular en China desde las movilizaciones de la Plaza Tiananmen (1989). ¿Cuáles son las posibles perspectivas de la situación?

Por Alejandro Iturbe

Desde la restauración capitalista en el país, iniciada a finales de la década de 1970 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping[1], China tuvo un importante desarrollo económico. Desarrollo que se aceleró luego de la derrota del proceso de Tiananmen ya que afluyeron al país un volumen de inversiones extranjeras nunca antes visto en la historia.

Esas inversiones estaban dirigidas a la producción industrial y aprovechaban dos factores centrales. El primero era la “estabilidad política” que les garantizaba el régimen dictatorial del Partido Comunista chino (PCCh); el segundo era un gigantesco ejército industrial de reserva proveniente de la población expulsada del campo, forzada a migrar a las ciudades, discriminada por el uso del houkou (pasaporte interno obligatorio) y, en esas condiciones, obligada a aceptar empleos de bajísimos salarios y durísimas condiciones laborales de superexplotación (se estima que cerca de 200 millones de personas migraron del campo a las ciudades).

En ese proceso, China dejó de ser un país de base agraria, se transformó en una economía industrializada y se urbanizó aceleradamente, especialmente en las ciudades de la costa y del sur, en las que se concentran los núcleos industriales. Varias de ellas vivieron explosiones demográficas que las convirtieron en ciudades gigantescas.

El régimen político continuó siendo una dictadura del PCCh que, por su parte, se fue cerrando cada vez más en su cúpula, y finalmente en la figura de Xi Jinping[2]. En varios artículos hemos denominado esta combinación entre las bases económico-sociales del país y su régimen político como una “dictadura capitalista disfrazada de ‘rojo’” que intenta controlar todos los aspectos de la vida de su población, especialmente la de la clase obrera[3]. Esta caracterización nos opone a aquellos que definen que en China existe el “socialismo de nuestros días” o un “régimen social intermedio” (ni capitalista ni socialista)[4].

Una gigantesca clase obrera

Como resultado de este desarrollo económico, en el país hay actualmente más de 500 millones de trabajadores/as y más de la mitad de ellos/as son obreros industriales[5]. Esta cantidad de obreros industriales impacta. Más aún si consideramos que en el año 2008 el conjunto de los países de la OCDE (los países más desarrollados del mundo) sumaba 131 millones. Es decir, hablamos de la clase trabajadora y del proletariado industrial más grandes del planeta, lo que le da plena significación a la frase “China es la fábrica del mundo”.

Este proletariado trabaja en industrias con distintos tipos de propietarios: aquellas que pertenecen directamente a las multinacionales (como la GM y la Toyota), las que son propiedad de la burguesía de origen chino que huyó de China en 1949 y se radicó en otros países y territorios (como la Foxconn que es taiwanesa), las que pertenecen a burgueses chinos asociados al régimen (como la Huawei), muchas empresas chinas “proveedoras cautivas” de las grandes multinacionales (como las que fabrican para

Walmart) y, finalmente, el gran conglomerado de empresas del Estado (minería, petróleo, petroquímica, siderúrgica, construcción, ferrocarril y portuario-naval).

La burguesía y el régimen chinos buscan generar divisiones en este gigantesco proletariado. En primer lugar, a través del houkou, que perjudica a los trabajadores migrantes del interior, ya que deben aceptar niveles salariales más bajos, peores condiciones laborales, y son discriminados en cuestiones centrales como la salud y la vivienda. Al mismo tiempo, esto los transforma, muchas veces, en la vanguardia de los reclamos y las luchas en las empresas. En segundo lugar, entre los trabajadores de las empresas estatales (con mejores sueldos y mayores privilegios). En tercer lugar, por edad: muchas empresas privadas no contratan trabajadores/as de más de 30 años y los/as despiden al llegar a esa edad si no han accedido a cargos de supervisión.

Lo concreto es que, en especial en las empresas privadas, se trata de un proletariado joven, en especial en las industrias de mayor tecnología. Un estudio sobre varias grandes plantas terminales automotrices daba una edad promedio de 24 años[6]. Al mismo tiempo, de ese informe surge que todos los trabajadores de esas plantas tienen, como mínimo, 12 años de estudios [escuela secundaria completa] y muchos tienen dos años adicionales de estudios técnicos. Tomada de conjunto, la clase obrera china tiene un nivel educativo creciente. Además, en las industrias de mayor valor agregado, los estudios secundarios son un requisito para ingresar.

Tal como señalamos en un artículo de 2015: “Es importante comprender que parte importante de la clase obrera industrial ha cambiado su carácter. Ya no se trata de la generación recién venida del campo sino de sus hijos, ya criados en las grandes ciudades, con mejores niveles educativos y mayores aspiraciones sociales”. Es una consideración esencial para comprender la situación actual y sus perspectivas.

El detonante fue el rechazo a la represión por el “Covid 0”

Esta serie de rebeliones estalla por el rechazo de la población a la política denominada “Covid 0” aplicada por el régimen chino desde el inicio de la pandemia y que se ha mantenido desde entonces. En la mayoría de los países imperialistas y en gran parte del mundo, las burguesías y sus gobiernos impulsaron, primero una gradual “normalización” de las actividades[7], y luego “decretaron” el fin de la pandemia y su “gripalización”[8]. Fue su manera de retomar una plena actividad económica y, con ella, recuperar los niveles “normales” de explotación de los trabajadores y de sus ganancias.

Por el contrario, la burguesía y el régimen chinos han mantenido, desde hace casi tres años, una política centrada básicamente en el aislamiento y el confinamiento de las empresas, ciudades y regiones donde se producen los brotes. Podría decirse que se trata de un “exceso burocrático” por una preocupación sobre la salud de la población. Sin embargo, no es así. A pesar de fabricarse en el país varias vacunas de uso internacional, nunca aplicó un criterio de “vacunación obligatoria” y los niveles de porcentaje de población vacunada son bajos con respecto a otros países. El régimen afirmaba que “había contenido” la pandemia[9].

A su vez, cuando en una gran fábrica se producía un contagio, los trabajadores eran “confinados” y obligados a seguir trabajando, incluso los contagiados. En otras palabras, la preocupación del régimen y la burguesía chinos no era la salud de los trabajadores y la población sino mantener los altísimos niveles de superexplotación. En ese contexto, las medidas de la política “Covid 0” se transformaban en una exacerbación de la represión sobre la población sometida el control dictatorial que ejerce el PCCh.

Las rebeliones expresan una bronca profunda

Si bien estas rebeliones se producen contra la política del “Covid 0” son una expresión de un sustrato previo y de varias “broncas acumuladas” por mucho tiempo entre los trabajadores y la población china.

En primer lugar, en la situación general de la clase trabajadora, sus bajos salarios, sus durísimas condiciones laborales, y la extrema dificultad de crear sindicatos independientes del régimen o de hacer huelgas para luchar por sus reclamos. Ya en 2014-2016 hubo una importante oleada de huelgas de fábricas o empresas[10] que tuvo, como contexto, una situación de crisis económica e inmobiliaria[11]. La situación de la clase obrera china ha empeorado con la pandemia y ahora tenemos también un contexto de crisis económica e inmobiliaria que es superior a la de 2014-2016[12].

Un ejemplo de ese importante componente es lo sucedido en la gigantesca planta de la empresa Foxconn, en la ciudad de Zhengzhou, ubicada en lo que es conocido como “Foxconn City”, una verdadera ciudad amurallada en la que sus trabajadores (más de 200.000) trabajan en condiciones de semiesclavitud. Miles huyeron del “confinamiento” y la empresa contrató reemplazantes prometiéndoles bonos y premios adicionales, que no cumplió. Nueva “fuga” de trabajadores y durísimos choques con los guardias de seguridad internos y la policía, en el exterior de la “City”[13].

Tal como informa otro artículo publicado en este mismo sitio, “Estas protestas obreras no fueron las únicas. La semana anterior, una multitud de trabajadores migrantes protestó contra la escasez de alimentos en el distrito industrial de Haizhu, en Cantón, donde 1.8 millones de obreros fueron confinados durante tres semanas debido a la política de ‘Covid 0’”[14].

A esta presencia de los trabajadores se incorpora la lucha de una de las nacionalidades oprimidas por el régimen de Beijing: los uigures. Son un pueblo de cerca de 10 millones de personas en China, de origen étnico, lingüístico y cultural propio, diferente de los chinos que habitan en la provincia de Xinjiang, en el extremo occidental del país. Llaman a su territorio Turkestán Oriental o Uiguristán y luchan por su independencia, que le es negada por el régimen chino. Fue en las ciudades de esta región donde se iniciaron las rebeliones que luego se extendieron a otras regiones del país. 

El enemigo es la dictadura

Lo que unifica todos los reclamos es la gran bronca subyacente contra el régimen dictatorial y represivo del PCCh. Es decir, la carencia absoluta de cualquier libertad democrática, en la que el partido decide todo (en realidad, ahora, Xi Jinping). Una dictadura que, como vimos, está al servicio de una feroz explotación capitalista al servicio de los burgueses imperialistas y chinos.

Una parte de la prensa imperialista quiere presentar lo que ocurre como el resultado de una acción individual: la de Peng Lifa, un hombre que a mediados de octubre pasado se subió a un puente en Beijing para colgar carteles con reclamos democráticos, poco antes de ser detenido por la policía. Lo llaman “el hombre que encendió la chispa en medio de la oscuridad” o “profeta”[15]. Varios de sus reclamos son ahora coreados en las rebeliones: “Queremos comida…”, “Queremos reformas…”, “Queremos libertad, no confinamientos”, “Queremos dignidad, no mentiras”, “Queremos votar”.

Esta prensa imperialista ama a los “héroes solitarios que luchan contra los molinos de viento”. Tal como vimos, el proceso de rebeliones se inició con la lucha masiva de los trabajadores de Foxconn y del pueblo uigur. En todo caso, la “chispa” que habría encendido Peng Lifa prendió en un “pasto seco” y proclive a incendiarse. Una oleada de rebeliones que, si se desarrolla, apunta directamente al régimen y a su derrocamiento. No casualmente, en los carteles más radicalizados de las movilizaciones se leía: “Abajo el traidor despótico Xi Jinping”[16].

En realidad, más allá de las loas del New York Times al “profeta Peng”, la prensa, la burguesía y los gobiernos imperialistas están muy preocupados con lo que ocurre en China. Ven con simpatía que estas movilizaciones desgasten y debiliten un poco el régimen dictatorial del PCCh. Sin embargo, les preocupa profundamente que este pierda el control de la situación y, mucho más aún, que la situación derive en un proceso revolucionario abierto que pueda derrocar ese régimen.

Por un lado, como analiza un artículo del diario argentino de derecha La Nación: todos son conscientes de que un derrumbe brutal de la economía del gigante asiático tendría consecuencias catastróficas en el equilibrio mundial”[17]. Por el otro, como un componente esencial de la preocupación: “La sociedad civil está en ebullición”. La conclusión es: “Si la gente se siente galvanizada, la movilización podría seguir creciendo y todo dependerá de la respuesta que decida dar el gobierno central: entre brutalidad y negociación”.

Las perspectivas

Mucho más preocupado está el propio régimen chino. Las características de estas rebeliones, mucho más extendidas, profundas y espontáneas que otras anteriores, las tornan, para la dictadura, mucho más peligrosas y difíciles de controlar. Por supuesto, va a continuar con su dura represión selectiva a los activistas que logre identificar, como Peng Lifa. Pero una respuesta represiva masiva puede agravar aún más el cuadro si no logra frenar el proceso.

Por eso, su primera respuesta ha sido “aflojar” algunas medidas de la política del “Covid 0”, en un intento de descomprimir un poco las tensiones[18]. Este hecho representa un paso atrás del régimen y, al mismo tiempo, un primer triunfo (así sea muy parcial) del movimiento de masas. ¿Logrará el régimen descomprimir y tranquilizar un poco las cosas? ¿O, por el contrario, las masas no se darán por satisfechas y, sintiéndose fortalecidas, irán por más? La realidad nos dirá cuál de estas perspectivas puede darse.

Sin embargo, cualquiera sea la alternativa que se dé, las subyacentes condiciones objetivas que generaron esta oleada de rebeliones permanecen intactas. El régimen dictatorial chino parece muy fuerte y “eterno”. Pero está montado sobre un volcán en actividad y lo que estamos viendo son apenas las primeras manifestaciones de una posible gran erupción.

Consideramos vigente lo que dijimos en 2015, “El gran problema para el régimen y la burguesía de China es que no existen en el país mecanismos de mediación que les permitan hoy amortiguar o desviar estos posibles choques, o canalizar esas aspiraciones. […] Y la burguesía (y la nueva pequeña burguesía en la que puede apoyarse) son débiles en tamaño frente a la inmensa clase trabajadora y el campesinado pobre. Es decir, sería un enfrentamiento que puede producirse ‘en bruto’”[19].

Hasta ahora, el régimen dictatorial no ha dado ninguna muestra de intentar hacer una “apertura controlada”, ni siquiera parcial y, si lo intenta en el futuro frente a una “erupción general” puede ser que sea demasiado tarde y se vea desbordado por el propio proceso de ascenso revolucionario.

En estas condiciones, frente a una dinámica de este tipo,tiene, por supuesto, la alternativa de intentar el aplastamiento represivo masivo como hizo con el movimiento de Tiananmen en 1989, y cuenta para ello con poderosas fuerzas represivas. Pero, la realidad social del país es hoy muy diferente a la de la época Tiananmen: ahora deberá enfrentar a una clase obrera joven y de dimensiones colosales. Es imposible prever los altos y bajos que ese proceso tendrá, y sus ritmos, pero ese choque es, en gran medida, inevitable.   

Frente a esta perspectiva y las rebeliones actuales, la LIT-CI propone un programa de intervención para China centrado en ¡Abajo la dictadura de Xi Jinping!, que articule los reclamos democráticos y los del movimiento obrero en la dinámica de la revolución permanente, en el marco de la estrategia de la toma del poder y la construcción de un nuevo Estado obrero en el país.


[1] Ver La restauración capitalista en China – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[2] Ver El XX Congreso del Partido Comunista de China no trae sorpresas y mantiene a Xi Jinping en el poder – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[3] China es una dictadura capitalista disfrazada de “rojo” – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[4] China: ¿Un régimen capitalista, el «socialismo de nuestros días» o un régimen social «intermedio»? – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[5] Ver Un estudio sobre la clase obrera china – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[6] CHEN, Vincent; CHAN, Anita; Regular and Agency Workers: Attitudes and Resistance in Chinese Auto Joint Ventures; Revista China Quarterly 224 (marzo, 2018).

[7] No hay una nueva normalidad ¡Basta de naturalizar la muerte! – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[8] Ómicron: ¿oleada final o pandemia eterna? – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[9] ¿Por qué China no va a vacunar contra el Covid-19 a toda su población? (eluniversal.com.mx)

[10] Ver el análisis del artículo de la nota 5.

[11] Certezas e interrogantes que plantea la crisis económica en China – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[12] Probable colapso de la Evergrande deja al descubierto el capitalismo chino – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[13] Ver https://litci.org/es/protestas-obreras-y-populares-desafian-la-dictadura-en-china/ y el vídeo https://www.facebook.com/watch/?v=1205603599992578

[14] https://litci.org/es/china-vive-dias-turbulentos-de-desafio-al-gobierno/

[15] China’s Protest Prophet – The New York Times (nytimes.com)

[16] Ídem

[17] Occidente, entre el entusiasmo y el temor por el impacto de las protestas en China – LA NACION

[18] China abandona algunas medidas clave de su política “cero-COVID” (eldiarioar.com)

[19] Ver artículo de nota 11.

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