Vie Jul 26, 2024
26 julio, 2024

Xi Jinping en el centro de las negociaciones de la guerra 

Las negociaciones secretas celebradas en la reunión de Xi Jinping con Putin en Moscú, colocaron el «plan de paz» chino en el centro de las atenciones de la guerra de agresión nacional rusa contra Ucrania en un momento de fortalecimiento de la política exterior china, por el patrocinio del acuerdo que reanuda las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán. Ahora, Xi está en el centro de las negociaciones de la guerra rusa, pero no tiene otro objetivo que preservar el régimen de Putin y sus intereses en Asia, al igual que EE. UU. y la UE. A ambos les importa poco la soberanía ucraniana.

Por: Ricardo Ayala

En Pekín tiene lugar un verdadero desfile de primeros ministros y jefes de Estado, que continúan las negociaciones, evidentemente secretas, tras el encuentro de Xi con Putin. Después de la robusta delegación de empresarios alemanes que acompañó a Olaf Scholz, el primer ministro del del Estado español, Pedro Sánchez, realizó su pequeña visita. Ahora será el turno de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acompañada del verdugo de las pensiones de los franceses, Emmanuel Macron, a quienes sucederá el presidente brasileño Lula.

Más allá de los acuerdos comerciales e inversiones anunciados, las reuniones mantuvieron el patrón de la diplomacia secreta que rodeó a la reunión Xi-Putin en el Kremlin. Pero el plato principal fue cómo poner fin a la guerra, preservando los intereses estratégicos de las potencias involucradas en el conflicto, al mismo tiempo que todos se ponen de acuerdo para impedir una victoria de la resistencia ucraniana. El decreto de Zelensky que desarma a la población ucraniana es una de las expresiones.

La prensa burguesa, los gobiernos y los sindicatos amarillos con sus campañas por la “paz” plantearon la discusión sobre el fin del conflicto en los siguientes términos: ¿quién defiende la soberanía ucraniana? Por nuestra parte, insistimos en que ninguna de las potencias involucradas en el conflicto, los europeos o Biden y Xi, está interesada en la soberanía ucraniana, mucho menos ante la posibilidad de que esta sea conquistada por una victoria militar de las masas que heroicamente resisten, a pesar de Zelensky.

La prisa de los gobiernos europeos y de Biden   

Después de más de un año de guerra, ahora con la crisis del sistema bancario norteamericano y europeo, nunca ha sido tan acertado decir que “tiempo es dinero” y, por lo tanto, es el principal tema que debe preocupar a las potencias de ambos lados del Atlántico. Sumado a esto, los gobiernos europeos se ven acosados ​​por huelgas y la rebelión de las masas francesas contra la reforma previsional de Macron, y los monopolios petroleros continúan elevando artificialmente el precio de la energía, manteniendo la presión inflacionaria en Europa. En los Estados Unidos. la declaración de la nueva estrella republicana, De Santis, de que “EE.UU. no tiene ningún interés estratégico en Ucrania” echa leña al fuego en la disputa interna con el Partido Demócrata. 

Tras utilizar la invasión rusa de Ucrania para avanzar en sus objetivos, logrando importantes victorias parciales, Biden insta a una “pax americana” antes de que las contradicciones generadas por tales laureles produzcan el efecto contrario: entre estas victorias políticas parciales está la explosión del pacto energético germano-ruso cuyo petróleo/gas aceitaba la máquina de exportación alemana.

Pero no solo la incorporación de Finlandia a la OTAN es el recibo del fracaso estratégico de Putin al reactivar el papel de EE. UU. como gendarme europeo, sino que también demuestra la falsedad de su argumento para ocupar Ucrania. La nueva OTAN podrá actuar fuera del espacio europeo, algo que buscó Bush, el padre, en la primera ocupación de Irak en 1990, y también el hijo en 2003, sin resultado. En su nueva versión, la OTAN tiene como observadores a los países “aliados” del Pacífico, es decir, Biden utiliza la guerra en Europa para fortalecer su estrategia en el Pacífico. Y a diferencia de los europeos, el tiempo relativo de Biden es más elástico, su principal objetivo de contener a China necesita de una victoria en el frente ucraniano para fortalecer la relación con los aliados asiáticos.

Mientras tanto, las contradicciones embutidas pueden generar el efecto contrario: la reacción franco-alemana con el rearme europeo concretado en el aumento del presupuesto militar francés, lo que es aprovechado por Xi que, según la agencia de noticias Reuters, aplaudió el deseo francés y europeo de “autonomía estratégica” porque eso evita “someterse a la voluntad de los otros” (alusión implícita al aliado estadounidense)”.

Tras superar el momento más crítico de la crisis energética, el invierno, no exento de contradicciones, las huelgas que se multiplican por el aumento de la inflación, y la creciente dependencia de los oligopolios petroleros norteamericanos, Macron y Von der Leyen se dirigen a Pekín, para “traer a Rusia de vuelta a la razón y a todos a la mesa de negociaciones”, como dijo Macron en su discurso el jueves pasado.

La guerra de agresión rusa y la carrera por las alianzas

La guerra de Putin para mantenerse en el centro de Eurasia, y la política de Biden y de los europeos para aislarlo, fue absorbida no solamente por el incremento de las relaciones comerciales con China –cuyas exportaciones a Rusia saltan de cerca de U$S 45.000 millones en 2019 para casi U$S 80.000 millones en 2022– y la India, sino fundamentalmente porque los países semicoloniales no se tragaron el “altruismo” norteamericano, tampoco el de los imperios coloniales europeos, de que estarían luchando por la defensa de la “soberanía y de los derechos humanos”.

Esta es la conclusión del insospechado The Economist, en su edición del 25/03, al referirse a la invasión de Irak en 2003. El semanario explica que el problema no fue la ruptura de las normas internacionales, sino…

El problema fue cómo se hizo –la forma en que EE. UU. y el Reino Unido ignoraron la ley internacional– y la violencia que se apoderó de Irak después de que la administración Bush fracasara en llenar el vacío de poder creado por el cambio de régimen. Los últimos 20 años desde la invasión, sumados a la dictadura de Saddam, totalizan casi medio siglo de tortura para el pueblo iraquí, cientos de miles de personas han sido asesinadas…

En otras palabras, las leyes internacionales no tocan los intereses de las potencias. Si en la década de 1990 decían actuar para defender a Kuwait, en 2003, después de bombardear el mundo con la propaganda sobre las “armas de destrucción masiva” no encontradas, y destruir un país entero, los restos del régimen de Saddam y la descomposición social dieron origen nada menos que al Estado Islámico, no se puede decir menos que a la barbarie… la misma que Rusia está imponiendo a Ucrania. Y el semanario concluye definiendo el eje de la propaganda imperialista:

Para muchos, la invasión de Irak en 2003 expuso el doble padrón de Occidente en relación con el derecho internacional y los derechos humanos, un punto en el que los medios estatales de China están ocupados em insistir… El objetivo a largo plazo es refutar la acusación de que las reglas globales solo sirven a los intereses occidentales y exponer la pobre visión del mundo que China y Rusia están promoviendo.

Sucede que esta “pobre visión del mundo” puede significar un negocio para las clases dominantes de los países semicoloniales, donde la región asiática está en la mira china con la Iniciativa del Cinturóan y la Ruta (Belt and Road Inciative – BRI y, por su parte, Zelensky, más allá de los misiles de Putin), está lidiando con una dura embestida del FMI. Como dijimos anteriormente, la sumisión ucraniana, sea al capital financiero occidental o a las armas rusas, implicará más sufrimiento para su pueblo. La única fuerza motriz que puede y tiene interés en luchar por la soberanía de Ucrania son sus trabajadores, y por eso Zelensky busca desarmarlos.

China: navegando entre dos aguas

La intensidad de las negociaciones secretas de estos días no tiene como distanciarse de la relación de fuerzas en el terreno militar; frente a la retirada de las tropas rusas y la anunciada ofensiva de primavera de Putin, todos los caminos de las potencias europeas conducen a Pekín. Como afirma Reuters, “según fuentes diplomáticas, Macron pidió expresamente a Xi que China no suministre armas a Rusia. La respuesta del presidente chino de que la guerra de Ucrania no era «su guerra» quizás insinúe la respuesta.

Xi, trata de frenar la escalada de Putin, pero al mismo tiempo tiene que luchar para preservar el gobierno de Putin, una potencia nuclear y aliado para el control de Asia y en la resistencia a las embestidas estadounidenses. No por fidelidad canina, sino porque una posible caída del régimen ruso, y la incertidumbre de quién lo reemplazaría, cuestiona los objetivos chinos, al menos en Asia. La mayor dependencia económica rusa de China, principal comprador de petróleo y gas ruso, antes destinado a Alemania, inclina la balanza de la relación a favor de Xi. La fuerza política de esta dependencia se pondrá a prueba en estos días, bajo la fórmula de la salida política defendida por Xi. 

Al mismo tiempo que los negocios chinos con Europa, principal destino de las exportaciones –un flujo comercial que alcanza casi los 700.000 millones de euros–, y las consecuencias económicas de la guerra en el continente obligan a Xi a moverse con cautela con los gobiernos europeos, ya que tampoco les interesa una recesión en Europa, montada en un trípode de crisis bancaria y huelgas… y guerra.  

El mantenimiento del régimen de Putin es vital para la expansión china, que de eje económico asiático se está convirtiendo en el eje político de Eurasia. Tras el acuerdo Teherán-Riyadh, que abre la puerta para la vuelta de Irán al mercado mundial del petróleo, rompiendo las sanciones estadounidenses, “el gabinete saudí, en una sesión presidida por el rey Salman bin Abdulaziz, aprueba la entrada del país en condición de observador en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), alianza militar liderada por China, además de Rusia, India, Pakistán, Irán y otros cuatro Estados de Asia Central. En otras palabras: el control del petróleo.

Pero la fórmula de Xi basada en una solución “política” pasa por reconocer que la soberanía rusa también ha sido violada por la expansión de la OTAN en el espacio históricamente conquistado por el zarismo. Concluye que la solución política pasa por “el respeto a las preocupaciones de seguridad de todos los países en la solución de la crisis”. Es decir: el reconocimiento explícito de que cabe a Putin la forma y el control de los Estados del antiguo imperio de los zares.

Pero a esta altura de la guerra, con las tropas rusas retirándose, ningún gobierno europeo puede apoyar explícitamente el reparto de Ucrania, y mucho menos con Xi como pacificador. Pero los Estados europeos están dispuestos a usar las relaciones comerciales como arma principal para que Xi utilice la dependencia rusa y fuerce un «acuerdo». En cualquier caso, Von der Leyen, la presidente de la Comisión Europea, viaja a China con un mandato alemán, demarcándose de la política de Biden:

“Creo que no es factible, ni siquiera en interés de Europa, desvincularse de China. Nuestras relaciones no son negro y blanco, y tampoco lo es nuestra respuesta… por lo que debemos concentrarnos en reducir el riesgo, no en desvincularnos”.

Las negociaciones secretas celebradas en Moscú y Pekín plantean a Xi la difícil tarea de encontrar un punto en la frontera para un posible acuerdo, que preserve la ubicación de Putin en Eurasia, ante el avance, por un lado, de las potencias occidentales, y de China del lado opuesto. Quizás, solamente después del resultado de la relación de fuerzas militares sobre el terreno, con el final del invierno se definan las condiciones para una posible negociación. Porque lo que está en juego es en realidad la división de Asia. Para seguir avanzando, es imprescindible para Xi contar con Rusia para mantener el equilibrio político regional, mientras que la debilidad del capital financiero ruso, que impide cualquier papel solitario ruso, obliga a China a mantener su área de influencia regional, aunque sea por la fuerza de las armas.

La amenaza de uso de armas nucleares, a partir del territorio de Bielorrusia, en respuesta al ingreso de Finlandia en la OTAN, apenas unos días después de la visita de Xi, escala un peldaño más en el enfrentamiento. Pero, la cuestión actual permanece en el papel de la resistencia ucraniana, que se colocó en el centro de la división asiática, al condicionar, sea los límites o sea incluso la continuidad del régimen de Putin. Asistimos a un frenético intento de acuerdo antes del comienzo de la primavera, que desplazará el centro de las atenciones al terreno militar, dictando los términos, la dinámica y la relación de fuerzas entre los Estados.

En poco tiempo sabremos a qué nivel se comprometió Xi con la ofensiva de la primavera rusa, es decir, los acuerdos secretos que tienen continuidad con la visita de Macron-Von der Leyen. Pero antes de cualquier cosa, reafirmamos que ambos bandos necesitan derrotar y debilitar la resistencia para garantizar sus intereses, porque las guerras no eliminan la lucha entre las clases, por el contrario, las recrudecen. En este momento, rodear a la resistencia con todo el apoyo sigue siendo la principal tarea del proletariado mundial, en particular del europeo. 

Traducción: Natalia Estrada.

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