Presentación: Lenin y la opresión de la mujer
Por Laura Requena
En el centenario de la muerte de Lenin, reivindicamos su figura dando a conocer sus elaboraciones sobre las opresiones en general y la de las mujeres, rescatándolas de la deformación del estalinismo y de la de los plumíferos al servicio de la burguesía. También queremos explicar cuáles fueron las medidas que el partido bolchevique con Lenin a la cabeza tomó antes, durante y después de la toma del poder, para liberar a las mujeres de su opresión.
Para ello hemos elaborado un dossier que contiene en primer lugar una serie de escritos, notas y discursos públicos de Lenin sobre el tema, compilados en la obra Lenin y la emancipación de la mujer, con prólogo de Nadejda Krúpskaia. También hemos añadido el capítulo 3 del libro El marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras: de la internacional de mujeres socialistas a la revolución rusa escrito por Cintia Frencia y Daniel Gaido, que explica cuales fueron algunos de los más importantes decretos del gobierno soviético en relación a las mujeres tras la revolución rusa. Igualmente, el libro escrito por Clara Zetkin Conversaciones con Leninque es una muestra muy elocuente de la enorme importancia que Lenin otorgaba a la lucha por la emancipación de la mujer trabajadora y cuál era su estrategia para ganarlas a la causa revolucionaria.
Por último y por su interés, reproducimos en este dossier las Tesis para la propaganda entre las mujeres, aprobadas en 1921 en el tercer Congreso de la III Internacional y que significaron un salto en el arsenal teórico y político del movimiento marxista en relación con este tema.
La vigencia del leninismo en la lucha contra las opresiones
Para entender la enorme influencia teórica y política de Lenin en la lucha por los derechos democráticos, es importante explicar que Lenin dio en su vida una batalla teórica despiadada para que la teoría socialista fuese más allá del economicismo y del sindicalismo. Esta lucha teórica se puede ver ya desde sus primeras obras como el famoso Qué hacer. La relación entre las cuestiones democráticas y las cuestiones socialistas siempre fue una obsesión de Lenin, desde la revolución de 1905.
La elaboración teórica de Lenin sobre las opresiones se asienta en Marx, pero con el advenimiento del imperialismo va más allá, y se constituye en una orientación general que emana del programa de la revolución socialista, que se apoya en el análisis de la sociedad burguesa y parte de las necesidades históricas del proletariado.
La cuestión de la autodeterminación nacional y el derecho a separación está ya en el programa del POSDR desde 1903. En el congreso de 1903, al que luego nos referiremos, hubo una polémica con los polacos sobre esa cuestión en la comisión de programa, y estos fueron derrotados. Este tema volvió a ser tratado con mucho peso por Lenin en 1913, con varios artículos actualizando el programa.
En sus escritos sobre el derecho de autodeterminación de las nacionalidades oprimidas y sobre otras reivindicaciones democráticas a las que él solía referirse como “las cuestiones de la democracia”, Lenin nunca contrapuso la lucha por los derechos democráticos a la lucha por el socialismo. Defendió justo lo contrario:
Es absurdo limitar la revolución socialista y la lucha revolucionaria contra el capitalismo, a una sola de las cuestiones de la democracia […] Debemos combinar la lucha revolucionaria contra el capitalismo con un programa revolucionario y un tema revolucionario en relación con todas las reivindicaciones democráticas: república, milicia, elección de funcionarios por el pueblo, igualdad de derechos para las mujeres, autodeterminación de las naciones. etc». («El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación». 1915).
Para él, mientras exista capitalismo, todas esas reivindicaciones solo pueden ser realizadas de manera excepcional, incompleta y desvirtuada. Sus principales textos sobre las cuestiones democráticas y la cuestión nacional son de 1915, 1916 y 1917. Él combatió a los oportunistas Otto Bauer y Karl Kautsky, pero también polemizó con Radek o Rosa Luxemburgo que, a partir de la cuestión polaca, defendían una visión sectaria sobre las nacionalidades oprimidas. Trotsky, en ese momento, tuvo también una posición centrista y ecléctica en el debate, que superó cuando se hizo bolchevique.
En varios textos Lenin nos advierte de que bajo el capitalismo son habituales, no como casos aislados, sino como fenómeno típico, unas condiciones en que es imposible para las clases oprimidas “ejercer” sus derechos democráticos. Veamos lo que dice sobre el divorcio: “En la mayoría de los casos, el derecho al divorcio es irrealizable bajo el capitalismo, ya que el sexo oprimido está agobiado económicamente, y la mujer, cualquiera que sea la democracia, sigue siendo bajo el capitalismo la “esclava del hogar», recluida en la alcoba, en el cuarto de los niños, en la cocina. (..)
Y sigue diciendo: “pero ningún socialdemócrata honesto consideraría no ya socialistas, sino ni siquiera demócratas, a quienes nieguen este derecho. Y en esto reside la esencia de la cuestión. Toda “democracia” consiste en proclamar y ejercer “derechos” que tienen muy pocas probabilidades de ser ejercidos y son muy condicionales bajo el capitalismo, Pero el socialismo es imposible sin proclamar estos derechos, sin luchar por la concesión de estos derechos inmediatamente, al instante, y sin educar a las masas en el espíritu de esta lucha”
¿Por qué esto? Porque como tantas veces dijo Lenin, “Cuanto más democrático sea el régimen político, tanto más claro será para los obreros, que la raíz del mal está en el capitalismo, y no en la falta de derechos. Cuanto más completa sea la igualdad nacional (no es completa sin la libertad de separación), tanto más claro será para los obreros de una nación oprimida, que el quid de la cuestión radica en el capitalismo, y no en la falta de derechos. Y así sucesivamente”. (Sobre la caricatura del marxismo y el «economismo imperialista»).
Por eso polemiza con quienes no ven la importancia de las cuestiones democráticas bajo el capitalismo, con la excusa que estas son irrealizables y por lo tanto pasan a ser una tarea solo del socialismo. Él va a explicar que todas las cuestiones de la democracia poseen una dimensión política y otra económico-social. Que el capitalismo no realizará jamás la igualdad económico-social y que incluso la igualdad jurídica que predica es formal, por cuanto ni siquiera puede garantizar esos derechos políticos de forma completa y definitiva para todos. Pero que no es secundario luchar por ellos, sino al contrario, ya que, si bien sólo pueden ser conquistados parcialmente antes, durante o después de la toma del poder, la lucha por conquistarlos da más nitidez a la lucha socialista porque el proletariado y la pequeña burguesía ven con claridad que la desigualdad no es solo una cuestión de derechos.
Lenin nunca contrapuso ni subordinó la lucha contra a las opresiones a la lucha por reivindicaciones económicas en este sistema capitalista, sino que consideraba todas ellas igual de importantes y parte del programa de la revolución socialista. Sus elaboraciones a partir de las enseñanzas de Marx y Engels, que fue capaz de sintetizar, así como la experiencia histórica del movimiento de mujeres socialistas de la II y III Internacional, nos muestran el camino para seguir luchando hoy por los derechos de las mujeres y de todos los sectores oprimidos, desde una perspectiva revolucionaria.
También nos ayudan a entender que el combate a las opresiones, como el de las mujeres, además de ser imprescindible para unir a la clase, puede servir de motor en la lucha por derribar este sistema, a condición de que sea dirigida con independencia de clase y esté al servicio de la revolución socialista. La clase obrera debe ser la vanguardia de todas las luchas democráticas y contra la opresión, sin dejarlas en manos de los gobiernos y la burguesía, que nos venden la ilusión de que es posible acabar de forma definitiva con las opresiones bajo el capitalismo. Para Lenin esta lucha debía ser tomada por la clase trabajadora antes, durante y después de la revolución socialista.
Las posiciones de Lenin que fueron aplicadas por los bolcheviques en la Revolución Rusa, adoptadas por la III Internacional Comunista y defendidas posteriormente por Trotsky, no sólo se demostraron acertadas en distintos momentos de la historia, sino que conservan hoy una vigencia extraordinaria
Los orígenes del socialismo y la cuestión de la mujer
El movimiento socialista, apoyado en el profundo bagaje teórico del marxismo revolucionario, fue el primer movimiento político que comprendió la importancia de combatir la opresión de las mujeres y que debatió este tema seriamente entre sus seguidores. En el siglo XIX, los dos principales textos de la época eran la obra de Friedrich Engels: El origen del estado, la familia y la propiedad privada (1874) y el libro de August Bebel; La mujer y el socialismo de (1879), que causó un gran impacto. El estudio de August Bebel aportaba pruebas estadísticas de la discriminación de género a todos los niveles. El libro fue concebido para forzar a los partidos socialdemócratas a incorporar en sus programas las necesidades y las reivindicaciones de las mujeres.
Por supuesto esto llevaría mucho tiempo y fue una dura pelea de Zetkin, Luxemburgo y otras mujeres socialistas, en las que consiguieron algunas victorias, pero también sufrieron varios retrocesos. Una pelea que tuvieron que dar también contra sus propios compañeros de partido, socialistas de carne y hueso, que pese a abrazar teóricamente el marxismo estaban imbuidos de prejuicios machistas de su época y se resistían a renunciar a sus privilegios. También en los días de hoy, vemos como ser parte de un partido revolucionario no es ninguna «vacuna» contra el machismo. Esto es así porque por suerte, nuestros partidos no viven «enlatados al vacío» sino que son parte de la clase obrera, una parte de la cual como expresión del atraso en su conciencia, reproduce el machismo, el racismo, la lgtbifobia y todos los prejuicios y estereotipos que promueven la clase dominante y las instituciones a su servicio.
Lenin había leído a Marx y los textos citados, que veían la situación de la mujer desde la óptica del marxismo y en sus discursos muy a menudo repetía aquello que dijera en su día Fourier, el gran socialista utópico: “la naturaleza progresista o regresiva de una sociedad, puede juzgarse por un único criterio; la forma en que esta trata a las mujeres”.
En las ideas de Lenin sobre la mujer no sólo habían influido el marxismo. En su adolescencia fue clave también la literatura radical rusa, que Lenin devoraba influido por su hermano, y en concreto había una novela muy famosa de Chernyshevski, uno de los fundadores del populismo, que era un ataque feroz contra la familia tradicional y contra la utilización de las mujeres como esclavas.
Las mujeres rusas que formaban parte de la intelligentsia, es decir intelectuales contra la autocracia zarista, también leían esas novelas y eran políticamente mucho más avanzadas que sus contemporáneas europeas. El número de mujeres que se sumaron a los narodniki (populistas) y participaron en el movimiento de emigración al campo para trabajar con los campesinos, fue sorprendentemente elevado. Algunas de esas intelectuales de mayor talento se afiliaron a finales del siglo XIX a la organización “La Voluntad del Pueblo”.Mujeres como Vera Figner, Anna Korba, Olga Liubatovich, Sophia Perovskaya, Gesia Gelfman, Anna Yakimova, Tatiana Lebedeva y muchas otras, estuvieron a la cabeza de la organización populista. Sofía Perovskaya, descendiente de la alta nobleza, fue responsable del asesinato del zar Alejandro II en 1881. Junto con sus camaradas, fue ahorcada en una plaza pública rodeada de 12.000 soldados.
Lenin discrepaba de esos métodos de terrorismo individual que habían llevado a su hermano mayor a intentar asesinar al nuevo zar hijo del anterior, cuando Lenin tenía 17 años y cuya ejecución tuvo sin duda, un peso muy importante en la determinación de Lenin de hacerse revolucionario. Él, a diferencia de su hermano, perteneció a esa nueva generación de revolucionarios que adhirió al marxismo, en un momento de ascenso de las huelgas obreras en las principales ciudades industriales. En la primera organización marxista, La Emancipación del Trabajo, estaba Vera Zasulich, que había atentado sin éxito contra el jefe de policía de San Petersburgo. Después, abandonó el populismo y fundó la organización marxista junto con Plejánov. Lenin trabajó con ella en la redacción de Iskra durante dos años.
Aquellas mujeres de la intelectualidad rusa que adhirieron al populismo fueron precursoras de una nueva generación de mujeres educadas en el marxismo que abrazaron el movimiento obrero e ingresaron en las filas del partido socialdemócrata. Mujeres contemporáneas de Lenin que fueron fundamentales para despertar a la lucha de clases a las mujeres obreras que, desde el inicio del capitalismo en rusia, ingresaban a las fábricas en condiciones aún peores que los hombres. Krupskaya igual que Lenin, encarnaba esa generación de dirigentes revolucionarias profesionales que dedicaron toda su vida al partido y a la revolución, como Inessa Armand, Alexandra Kolontái, Larissa Reissner, Vera Slutskaya, Eugenia Bosch, Ludmila Stal, Koncordiya Samoilova y muchas otras.
Es preciso decir que la extraordinaria figura de Lenin al que durante este año rendiremos homenaje desde la LIT, no puede opacar la vida y obra de estas y otras mujeres. Nadezja Krupskaia o Inessa Armand a menudo son nombradas despectivamente por la historiografía burguesa como “la esposa y la amante de Lenin”, respectivamente. Pero ellas fueron mucho más que las compañeras femeninas de alguien. Eran revolucionarias y adelantadas a su época y jugaron un papel imprescindible que es preciso reivindicar y estudiar.
En 1918 Lenin mandó hacer una escultura en homenaje a Perovskaya, que también dio nombre a varias calles, en Leningrado y otras ciudades. Lenin sabía que ella y otras mujeres como Vera Figner que pasó 20 años en la cárcel, habían sido las precursoras de la irrupción de las mujeres en la política radical rusa, como se vio en las Revoluciones de 1905 y 1917. Pero antes de llegar hasta ahí, es necesario dedicar algunas líneas a explicar qué fue el movimiento socialista internacional de mujeres y qué papel jugó.
El movimiento socialista internacional de mujeres
En el seno del movimiento socialista de la II internacional de la que Lenin participó, se desarrolló también una Internacional Socialista de Mujeres que aglutinaba toda una serie de tendencias. Su columna vertebral era el movimiento de mujeres proletarias del Partido Socialdemócrata de Alemania y por extensión, de la Segunda Internacional (1889- 1914), estructurado por Clara Zetkin en torno al principio de una «separación tajante» (reinliche Scheidung) entre las mujeres de las clases explotadoras y explotadas, revelando el carácter revolucionario, transicional, que adquieren las demandas democráticas en manos de los socialistas.
Tanto Clara Zetkin como Rosa Luxemburgo que han sido tildadas en algunas biografías como feministas, rechazaban sin embargo la creación de un “movimiento de mujeres único y unido en el que las trabajadoras se organizaran con las mujeres de la burguesía y pequeña burguesía”: “Las mujeres proletarias deben ser conscientes de que no pueden contar con las mujeres burguesas como compañeras de lucha consistentes y confiables, para conquistar su plena igualdad política. (Zetkin 1907)
Esta orientación de Clara Zetkin es muy importante, porque sentó las bases programáticas para el desarrollo de un movimiento de masas de las mujeres trabajadoras en Alemania, que no tiene precedentes y que llegó a tener 174.754 miembros en 1914. Junto con esto lograron 216.000 mujeres sindicalizadas antes del estallido de la primera guerra mundial. En cuanto a su periódico La igualdad: Diario para los intereses de las trabajadoras, se distribuía masivamente entre las trabajadoras, alcanzando la asombrosa cifra de 124.000 suscriptoras en 1914.
Como parte del movimiento socialista internacional, Lenin apoyó la medida aprobada en el Congreso Socialista Internacional de Stuttgart que se celebró del 18 al 24 de agosto de 1907 y defendida ardorosamente por Zetkin, de que los partidos socialdemócratas se pusieran a la cabeza de la lucha por el sufragio femenino rompiendo la resistencia de los socialdemócratas austríacos, los cuales comenzaron la lucha en pro de la concesión del derecho al sufragio a los hombres, pero relegaban “para más tarde” la lucha por el voto femenino.
El movimiento internacional de mujeres hizo varias conferencias. Una en Stuttgart en 1907, otra en Copenhague en 1910 donde se aprobó la proclamación del Día Internacional de la Mujer celebrado por primera vez en 1911 con imponentes manifestaciones en favor del sufragio universal femenino. Tenía claramente el carácter de un Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y como tal constituyó el disparador para las manifestaciones de trabajadoras en San Petersburgo en 1917 de las que después hablaremos.
La tercera y última de aquellas conferencias, se hizo de urgencia en Berna en abril de 1915, tras la barbarie imperialista desatada por la Primera Guerra Mundial. Lenin acompañó a la delegación bolchevique en Berna, que incluía a su mujer Krupskaya y a Lilina Zinoviev. En ella, el movimiento de mujeres socialistas trató de mantener viva la llama del internacionalismo proletario en medio de la traición de los partidos socialdemócratas que habían votado los créditos de guerra, pero frente a la posición de derrotismo revolucionario defendido por Zetkin o las bolcheviques rusas, las resoluciones adoptadas por mayoría reflejaron lo que Krupskaya llamó un «pacifismo santurrón”. A esta Conferencia de mujeres siguió la famosa Conferencia de Zimmerwald.
Lenin, la construcción del partido y la situación de la mujer en Rusia.
A finales de 1895, con 25 años, Lenin empezó desde la cárcel a estudiar para escribir un libro muy importante: El desarrollo del capitalismo en Rusia. En él describe cómo explotaban los ganaderos el trabajo de la campesina, cómo explotaban las mayoristas el trabajo de las artesanas encajeras y cómo bajo la influencia del trabajo en la fábrica, se ampliaban los horizontes de las obreras. Al igual que escribieran Marx y Engels, a juicio de Lenin, el desarrollo de la gran industria crearía las bases para la plena emancipación de la mujer en Rusia. En 1897 ya había 2,5 millones de obreras industriales en Rusia (el 25% de la mano de obra fabril)
También en la cárcel comenzó a redactar el proyecto de Programa del Partido obrero socialdemócrata ruso (POSDR). Lenin meditó acerca de la necesidad de incorporar al programa que aún no estaba escrito, las demandas femeninas. Como explica Krupskaia, él pensaba que había que incluir en el borrador de programa hecho por el grupo Emancipación del trabajo, el “establecimiento de la plena igualdad de derechos del hombre y de la mujer”, cosa que finalmente se hizo cuando se aprobó el programa del Partido en el II Congreso del POSDR en 1903,que fue un congreso muy importante porque la discusión sobre los estatutos daría lugar a la formación de dos tendencias, la de los bolcheviques, encabezada por Lenin, y la de los mencheviques, dirigida por Martov, que en verdad expresaban dos concepciones diferentes de partido.
La primera guerra mundial que se llevaba a los hombres por miles al frente, contribuyó sin duda a que el porcentaje de mujeres que trabajaban en las fábricas se duplicase y se triplicase. Al compás de los terribles sufrimientos que padecían por la guerra y la crisis económica que había, las mujeres obreras fueron radicalizándose políticamente. Es importante señalar que, si bien las condiciones en que vivián las obreras eran terribles en la rusia zarista, igual o peor aún eran las de las campesinas. Sometidas al peso asfixiante de una ideología patriarcal y de la religión, eran consideradas poco menos que como bestias de carga para sus maridos
Durante los hechos revolucionarios de 1905, numerosas mujeres bolcheviques comenzaron un trabajo en el movimiento femenino ruso, dejando al descubierto la discriminación de clase respecto del feminismo burgués. Del mismo modo, desde hacía tiempo la prensa del partido bolchevique dedicaba un espacio a las problemáticas femeninas. En marzo de 1913 el esfuerzo del partido bolchevique por intensificar el trabajo entre las mujeres se concreta en la preparación de la primera celebración del Día de los Obreras.
Lenin, en su actividad revolucionaria, no desaprovechaba nada para criticar la doble moral e hipocresía de la aristocracia y la burguesía, en relación con la situación de la mujer, como hicieron Marx y Engels. En un artículo aparecido en el periódico Rabóchaya Pravda (La Verdad del Obrero), núm. 1, del 13 de julio de 1913, Lenin critica que las principales medidas tomadas en un congreso internacional de la burguesía para acabar con la prostitución fueran dotarse de más religión y más policía.
En 1914 el Partido con el apoyo decidido de Lenin, se decide sacar una publicación especialmente dedicada a las obreras, llamada Rabotnitsa. Fue una revista trimestral que, en su primer año, tuvo una circulación de 12.000 ejemplares. Después se interrumpió por dificultades de la guerra, pero se reanudó en 1917 y logró sacar su primer número, a pesar de que en julio todos los miembros de la editorial fueron encarcelados.
Ese mismo año de 1914, el comité central del partido bolchevique instituye un comité especial con la tarea de promover los encuentros por el Día internacional de las mujeres trabajadoras: se organizan asambleas en las fábricas y en sedes públicas, donde se discuten los temas principales referidos a la opresión femenina; además, se eligen representantes con la tarea, dentro del nuevo comité, de profundizar las propuestas resultantes.
En 1917, el consenso alrededor de los bolcheviques está en crecimiento y también aumentan las solicitudes de adhesión de mujeres al partido. Es sabido que la chispa que desencadenó la sublevación de febrero en Rusia derrocando al zar, fue una huelga de mujeres de la industria textil, en su doble papel de obreras y en muchos casos, de esposas de los soldados del frente. Hicieron llamamientos a los obreros metalúrgicos para que se unieran a ellas y al final de la jornada había 50 000 trabajadores manifestándose por las calles de la capital. Se les unieron las amas de casa, que se presentaron también ante las puertas de la Duma para exigir pan. Entre las protagonistas de aquella jornada estuvieron Anastasia Deviátkina, obrera industrial que organizó un sindicato de esposas de soldados, Nina Aghadzanova, representante del distrito de Vyborg en el Soviet de Petrogrado o Zenia Ezeghorova, secretaria del Partido en Vyborg, una de las organizadoras de las acciones en las barricadas de los soldados, entre muchas otras.
Después de los episodios de febrero, estalla la huelga de las lavanderas, el estrato más retrasado de la clase trabajadora de entonces, que reivindica la nacionalización de las lavanderías bajo el control de las municipalidades locales, posición apoyada solo por los bolcheviques. Se hace cada vez más central la propaganda del periódico Rabotnitsa, cuyo comité editorial cuenta con mujeres que se han dedicado totalmente a la causa revolucionaria, organizando encuentros y asambleas contra la guerra: cada fábrica tiene su representante en el comité editorial de la revista, que participa de encuentros semanales para discutir las relaciones de las distintas zonas. Lenin escribe diversos artículos sobre la necesidad de plantear nuevas estrategias y modelos organizativos para acercar a las obreras al socialismo.
Lenin y los decretos en favor de la mujer en los primeros años de la revolución rusa
Damos aquí un salto hasta la revolución rusa de octubre, dirigida por el partido bolchevique con Lenin al frente. Y con ello abrimos un capítulo apasionante de la historia, porque por primera vez, un gobierno obrero podía intentar transformar las bases económicas y sociales en las que hundían sus raíces la discriminación milenaria de la mujer, al tener en sus manos el poder politico. Tenia la posibilidad de poner en práctica, el programa para la emancipación de las mujeres defendido por las mujeres socialistas de la II Internacional, que el partido bolchevique ruso también defendía. En ese momento tan sólo había dos mujeres en el Comité Central Bolchevique: Alexandra Kollontái y Elena Stásova. Varvara Yákovleva se incorporó un año después, fue ministra de Educación en 1922, y posteriormente ministra de Hacienda.
Para entender el enorme avance que supuso la revolución rusa para la mujer soviética en todos los terrenos, es necesario saber primero cuál era su situación. La mujer proletaria se veía obligada trabajar en los talleres y fábricas 12 y 13 horas diarias en durísimas e insoportables condiciones, cobrando la mitad o dos terceras partes menos que sus compañeros masculinos.
Al no existir derechos laborales ante la maternidad, a veces daban a luz en el mismo taller, con lo que más de una tercera parte de los hijos de familias obreras morían antes de llegar a tener un año. Con 30-40 años, la mujer obrera era ya inválida. En cuanto a la campesina, que eran la inmensa mayoría, eran poco menos que esclavas de su marido, al que, según la doctrina bizantina, debían obediencia absoluta. En las zonas musulmanas, La tradición otorgaba a los maridos el derecho a matar a sus mujeres. El 88% de las mujeres rusas eran analfabetas. El código civil de la Rusia zarista obligaba a una mujer a tener el permiso de su marido para tener pasaporte o conseguir trabajo. Divorciarse era prácticamente imposible. La agresión a la esposa por parte del marido, no se aceptaba como motivo de separación.
Como explica Wendy Z.Goldman en su libro, La mujer, el Estado y la revolución, el partido bolchevique con Lenin a la cabeza, tenía una visión de la liberación de la mujer que se basaba en cuatro pilares. Primero, el «amor libre» o la «unión libre», entendiendo por ello que las relaciones deben estar libres de restricciones económicas, control paterno, interferencia de las autoridades religiosas o del Estado. Segundo, la emancipación de la mujer a través de la independencia económica. Tercero, la socialización del trabajo doméstico. Y cuarto, desaparición gradual e inevitable de la familia. Esta visión sólo se pudo aplicar parcialmente como veremos, por muchas razones políticas, sociales y económicas. Pero aún hoy nos deja muchas enseñanzas
Los ideólogos del capitalismo nos dicen que las mujeres ya nos hemos liberado. Pero si examinamos todos y cada uno de estos aspectos, vemos que son cada vez más difíciles de conseguir para la mujer, a medida que avanza la podredumbre de este sistema de opresión y explotación.
Goldman explica que los debates sobre el papel de la familia nuclear en las ciudades y en el campo, y sobre la función del matrimonio en aquellos días, eran más avanzados y más reales en Rusia que en cualquier otro lugar del mundo, durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX, y la Revolución Rusa no hizo sino acelerar esto, ya que estas discusiones dejaban de ser una abstracción porque era necesario tomar medidas concretas.
Tariq Ali en su libro los dilemas de Lenin, describe como Lenin aprovechaba cualquier ocasión para denunciar “la descomposición, la putrefacción y la inmundicia del matrimonio burgués, con sus dificultades para disolverlo, su libertinaje para el marido y la sumisión de la esposa, y su moral y sus relaciones sexuales asquerosamente falsas”. Pero como buen materialista, Lenin pensaba que la familia desaparecería dando paso a otras formas de relación más libres e igualitarias, sólo cuando el nuevo Estado Obrero pusiese las condiciones materiales para ello.
Para Lenin las tareas del hogar aplastan, estrangulan, y degradan a la mujer. Las soluciones que proponía eran las mismas que las de otros dirigentes revolucionarios de la época: cocinas, lavanderías, talleres de reparación, guarderías, jardines de infancia, etcétera, colectivos. Porque sabía que la igualdad jurídica o ante la ley, no era suficiente para acabar con la opresión a las mujeres, que para lograrlo había que lograr la igualdad en la vida real.
Sabía que no era fácil acabar de un plumazo con prejuicios sociales y religiosos milenarios, que esto llevaría tiempo como efectivamente ocurrió, pero que para ello era fundamental acabar con las bases materiales que sostenían la opresión a las mujeres. En esa tarea daba una importancia enorme a fomentar la incorporación de las mujeres a la inmensa labor de administrar el Estado soviético. No sólo de aquellas mujeres cultas o pertenecientes al Partido, sino de todas las mujeres, las campesinas, las obreras sin partido.
“Hasta ahora, la situación de la mujer ha sido tal, que se la ha calificado como propia de una esclava; la mujer ha estado agobiada por su economía doméstica, y de esta situación sólo la puede salvar el socialismo. Sólo cuando pasemos de las pequeñas haciendas a la economía colectiva y al laboreo en común de la tierra, sólo entonces existirá la plena libertad y emancipación de la mujer. Esta tarea es difícil, pero ahora, cuando se forman los comités de campesinos pobres, llega el momento en que se afianza la revolución socialista”. (..) “En Rusia no existe nada tan vil, infame y canallesco como la falta de derechos o la desigualdad jurídica de la mujer, supervivencia indignante de la servidumbre y de la Edad Media, que la burguesía egoísta… retoca en todos los países del globo sin excepción” (Lenin. Discurso en la IV Conferencia de obreras sin partido de la ciudad de Moscú, 23 de septiembre de 1919).
Lenin escribe: “Necesitamos que las trabajadoras consigan la igualdad con los trabajadores no sólo ante la ley, sino en la vida. Para esto es preciso que las trabajadoras intervengan cada vez más en la administración de las empresas públicas y en la administración del Estado. Administrando, las mujeres aprenderán con rapidez y se pondrán a la misma altura que los hombres”. (Lenin, Pravda, 1920)
Como dirigente del Partido bolchevique, Lenin redactó y supervisó muchos de los decretos y medidas en favor de la mujer que se aprobaron en aquellos años. En 1918 se aprobó un Código de familia nuevo que fue el más avanzado de todos los tiempos y que instituyó el matrimonio civil, simplificó al máximo el divorcio y después las uniones de hecho. Otorgó iguales derechos a los menores nacidos dentro o fuera del matrimonio. En concreto el acceso a las pensiones alimenticias en caso de separación o divorcio de los padres, algo que dicho sea de paso dio muchos quebraderos de cabeza al nuevo gobierno soviético. Despenalizo la homosexualidad que pasó a ser un asunto privado.
En 1920 se aprobó el aborto libre y gratuito en los hospitales del Estado. La prostitución, que en la Rusia zarista estaba generalizada y había sido regulada, se consideraba la expresión más extrema de la explotación y degradación de las mujeres. Pero no se criminalizó a quienes la ejercían, sino que se tomaron medidas para resolver las causas que obligaban a las mujeres a prostituirse. Se les atendía de forma gratuita en los hospitales y se intentó mejorar su nivel cultural y sus posibilidades de empleo.
Se estableció la jornada de ocho horas enseguida de llegar al poder, se prohibió el trabajo nocturno y en las minas para las mujeres y adolescentes. Subsidios y licencias de maternidad remuneradas de ocho semanas antes y después del parto. En septiembre de 1918, un texto reglamentó la igualdad salarial entre hombres y mujeres. El Código de Tierras aprobado en 1922, otorgaba por primera vez en la historia a las mujeres campesinas, la igualdad en el acceso a la tierra, el derecho a irse de la familia si querían y a la participar en las decisiones comunales, aunque esto era difícil de implementar en la práctica por el atraso cultural que existía.
Desde el primer año y a pesar de la situación económica que se vivía, el gobierno se esforzó en crear guarderías, lavanderías y restaurantes públicos y otros establecimientos, para liberar a la mujer de la carga de las tareas domésticas. Había un problema enorme que persistió hasta el estalinismo y que se agravó tras la guerra civil. Eran los llamados “besprizorniky”; menores que vagaban por la calle y se contaban por decenas de miles, bien por haber quedado huérfanos o porque su madre sola no podía hacerse cargo de ellos. El gobierno soviético hizo un esfuerzo enorme por alimentar, dar cobijo y educar a estos niños que además eran delincuentes en potencia, pero los recursos que tenían para solucionar este problema eran insuficientes.
Para que las mujeres pudiesen cumplir con nuevas y mayores responsabilidades, tanto en el medio rural como en las urbes, el estado hizo un esfuerzo enorme para acabar con el analfabetismo y miles de mujeres fueron integradas masivamente en cursos técnicos y superiores, en una auténtica “revolución cultural femenina”. En 1928 el número de mujeres en distintos cursos era de 83.137 y en 1933 subió ¡a más de medio millón!
En el ámbito rural tuvo enorme importancia la colectivización de la agricultura. La colectivización cortó con el aislamiento en que vivían las familias campesinas, cortó las raíces de la religión y de este modo lograba poco a poco emancipar a la mujer. El partido bolchevique trajo a estas zonas un primer mensaje de libertad: Se fundaron clínicas de atención a la infancia donde las mujeres nativas mostraban su cuerpo en presencia de otras personas. Aun así, fue una lucha muy dura, donde las mujeres en los koljoses tuvieron que vencer la desconfianza, las burlas y hasta la violencia y hostil oposición de las capas más atrasadas de los campesinos.
El zhenotdel
En noviembre de 1918, casi 1200 mujeres obreras y campesinas vestidas con trajes típicos de las regiones más lejanas de la Rusia soviética convergieron en la Sala de Uniones del Kremlin en Moscú para asistir al primer Congreso Pan-ruso de Obreras. Lenin, que fue recibido con enorme entusiasmo, se dirigió a las mujeres para describir las medidas que el gobierno soviético ya había tomado para mejorar la condición de la mujer y las alentó a desempeñar un papel político más activo:
“Hasta ahora, ninguna República ha podido emancipar a la mujer. El Poder soviético le ayuda. Nuestra causa es invencible, porque en todos los países se alza la invicta clase obrera. Este movimiento representa el ascenso de la invencible revolución socialista” (..) “La experiencia de todos los movimientos de liberación ha demostrado que el éxito de una revolución depende de la medida en la cual las mujeres tomen parte en ella” (Lenin 1918).
Como resultado de aquella Conferencia, se establecieron comisiones para la agitación y la propaganda entre las mujeres trabajadoras. Las comisiones se reorganizaron en agosto de 1919 como Zhenotdel (Departamento de la Mujer) del Secretariado del Comité Central, bajo la dirección de Inessa Armand que trabajó en él por solo un año, antes de morir de cólera el 24 de septiembre de 1920. Fue sucedida en el cargo por Alexandra Kollontai
El Zhenotdel editaba un periódico propio, Kommunitska y a pesar de todas las dificultades y obstáculos que tuvieron que superar sus dirigentes, cumplió un papel fundamental para iniciar a las mujeres en la política, dirigiéndolas hacia el trabajo del partido, de los sindicados, de los sóviets y promoviendo la sensibilización y la realización de las reivindicaciones específicas de las mujeres proletarias, para lo cual llevaron a cabo medidas organizativas y de propaganda especial.
En definitiva, podemos afirmar sin dudarlo, que ningún país capitalista del mundo, ni siquiera los más avanzados, dio a la mujer lo que la RR en sus primeros años, aunque el avance en la liberación de la mujer estuvo indisolublemente ligado desde el minuto uno al avance de la propia revolución. Cuando la revolución avanzaba, la situación de la mujer lo hacía con ella y cuando la revolución tenía que dar pasos atrás como ocurrió durante la NEP o retrocedió, la situación de la mujer también lo hizo.
La III Internacional y la Mujer
Terminamos la presentación de este dossier, volviendo a la arena internacional. Lenin, al igual que Trotsky, siempre vio el triunfo de la Revolución rusa principalmente como trampolín para nuevas revoluciones a lo largo y ancho de Europa. Es por esto es que en medio de la organización del nuevo estado obrero y de la guerra civil, dedicaron un esfuerzo heroico a organizar una nueva Internacional que marcara una ruptura definitiva con el federalismo y con el chovinismo y el reformismo de la Segunda Internacional, cuyas secciones habían capitulado ante sus respectivos gobiernos capitalistas, lo cual ya no tenía vuelta atrás.
La Tercera Internacional formuló claramente, desde su primer congreso en marzo de 1919, su actitud frente al problema de la participación de las mujeres. Con el apoyo de Lenin fue convocada la Primera Conferencia de Mujeres Comunistas y en 1920 fue fundada la Secretaría Internacional para la Propaganda entre las Mujeres, con representación permanente en el Comité Ejecutivo de la Internacional comunista. La III internacional consciente de que la liberación de las mujeres trabajadoras debía ser obra de ellas mismas, llamaba a las mujeres proletarias, a no confiar más que en sus propias fuerzas y en las de su clase, para la conquista de sus plenos derechos políticos.
En su libro Recuerdos de Lenin, Zetkin recoge cómo este le dice que sin las mujeres no hubiera sido posible la revolución rusa: “sin ellas no lo hubiésemos conseguido». Lenin se lamentaba de que el II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado del 19 de julio al 7 de agosto de 1920, no había podido examinar a fondo el problema femenino y que pese a los esfuerzos realizados: “aún no tenemos un movimiento femenino comunista internacional, y debemos conseguirlo a toda costa”.
Clara Zetkin explica que Lenin reaccionó airadamente cuando esta le informó de que muchos «buenos camaradas» eran hostiles a cualquier propuesta de que el partido creara órganos especiales para un «trabajo sistemático entre las mujeres» y que pensaban que Lenin se había rendido al oportunismo en esa cuestión. Lenin le dice: “soy consciente de que incluso en el partido bolchevique, la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización, es vista como algo secundario y que esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo”. (..) “Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo”.
Como explica en su libro Combatir el machismo para unir a la clase, Mariucha Fontana: “incluso en la Tercera Internacional, que a raíz de los esfuerzos de Lenin garantizó más espacio que la Segunda Internacional para organizar una comisión femenina y realizar conferencias de mujeres, Clara Zetkin encontró una incomprensión enorme. El apoyo de Lenin ayudaba, pero, con su muerte, Clara y las mujeres sufrieron varias derrotas en la dirección de la Tercera Internacional.
En aquella entrevista, Lenin le pide a Zetkin que escriba “unas tesis directrices sobre el trabajo comunista entre las mujeres». Fruto de aquella conversación, Clara Zetkin escribe sus famosas Tesis para la propaganda entre las mujeres, aprobadas en el III Congreso de la Internacional Comunista,celebrado del 22 de junio al 12 de julio de 1921. Tras escuchar el informe de Clara Zetkin sobre el movimiento femenino revolucionario, el Congreso adoptó varias resoluciones: 1) Sobre el reforzamiento de los vínculos internacionales de las comunistas y las tareas del Secretariado internacional de la Comintern sobre la labor entre las mujeres, y 2) Sobre las formas y los métodos del trabajo comunista entre las mujeres. Estas tesis significaron un salto en el arsenal teórico y político del movimiento marxista, en relación con este tema. Estas resoluciones trataban los aspectos políticos y organizativos para la Internacional.
En relación con el aspecto político destacaba la necesidad de la revolución socialista para conseguir la liberación de la mujer, y de que los partidos comunistas conquistaran el apoyo de las masas de mujeres si querían conducir la revolución socialista a la victoria. Ninguno de los dos objetivos puede conseguirse sin el otro. La resolución explica que las cuestiones femeninas no eran exclusivas de las mujeres, las reivindicaciones específicas debían ser levantadas y tomadas dentro del programa, pero en lucha común con todo el proletariado, como parte de la causa general de la revolución socialista. Destacaba, en este aspecto, la importancia de condenar el feminismo burgués, que llamaba a las trabajadoras a creer que reformando el sistema capitalista su emancipación podía ser alcanzada.
En el aspecto organizativo explica que no debía haber organización separada de mujeres dentro del partido, a la vez que debían tener organismos especiales para trabajar entre las mujeres. Hizo obligatorio que toda sección organizase una comisión de mujeres, que funcionase en todos los niveles del partido, desde su dirección hasta los organismos de base. Instruía a que los partidos garantizaran que una camarada tuviese la tarea permanente de dirigir ese trabajo a nivel nacional y creó una Secretaría Internacional de la mujer para supervisar el trabajo y convocar, cada seis meses, conferencias regulares de las representantes de las secciones para discutir y coordinar la actividad.
Muerte de Lenin y contrarrevolución
No es casual que uno de los últimos combates de Lenin haya sido contra el tratamiento dado por Stalin a las nacionalidades oprimidas, en aquel momento a Georgia. Aprovechando la muerte de Lenin y de la gran mayoría de dirigentes bolcheviques en el frente de batalla, Stalin comienza a tener también una política de retroceso en los derechos femeninos que se habían conquistado, de la que la disolución del Zenotdel en 1930, fue una expresión. La homosexualidad, las uniones libres y el denominado adulterio, se declararon de nuevo ofensas criminales en 1934, castigados con un mínimo de ocho años de prisión, al tiempo que se pusieron muchos obstáculos al divorcio. Dos años después, el nuevo Código Familiar ilegalizo el aborto.
La ideología oficial del Estado enfatizaba ahora la «familia socialista fuerte». Durante las purgas estalinistas, muchos de los primeros juristas revolucionarios fueron arrestados y ejecutados. «Esa política contrarrevolucionaria no se correspondía con las necesidades de las mujeres rusas, ignoraba completamente las condiciones sociales y agravaba enormemente la pesada carga de trabajo y de la maternidad soportada por las mujeres” (C. Toledo, Género y Clase).
El caos de la industrialización estalinista y las colectivizaciones forzosas de tierras junto a los bajos salarios, deterioraron mucho las condiciones de vida y vivienda de la mujer trabajadora. Esto unido al movimiento estajanovista que surgió en el año 35 y sobre todo, al abandono de las ideas bolcheviques sobre el camino para la liberación de la mujer, tuvo consecuencias desastrosas para las mujeres.
En su libro la revolución traicionada Trotsky explica: ”Mientras la obrera y la empleada están sometidas a una opresión social y a una esclavitud familiar que se presentan como la misma realización del socialismo, la esposa del alto burócrata, liberada de las preocupaciones de lo cotidiano gracias a una red de tiendas especializadas y una oferta barata de mano de obra femenina para el servicio doméstico, puede dedicarse al ocio, siempre y cuando la represión policial no venga a enturbiar su bienestar provisional”.
El estalinismo necesitó mantener y fortalecer la incorporación de las mujeres a la vida laboral, en su empeño de igualar y superar el desarrollo industrial y económico de las potencias imperialistas. Las mujeres de la URSS lograron una mayor independencia económica y una participación más igualitaria en la vida social, si las comparamos con las mujeres del resto de Europa, donde no se consiguió derecho al voto hasta los años 20 y 30 y la legislación nazi y fascista supuso un retroceso enorme. Pero las soviéticas pagaron un alto precio por ello.
Se impuso una reaccionaria política familiar, que retornó a la glorificación de la familia y la maternidad, cuyo fin era mantener los privilegios de una casta burocrática en el poder. Una política que devolvió la carga y la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidados sobre los hombros de las mujeres, impuso la maternidad y la heterosexualidad obligatoria y la vuelta a una moral sexual burguesa. Y lo peor es que, como señala Goldman, “todo esto se hizo en nombre del socialismo”.
Trotsky desde el exilio, defendió y aplicó las orientaciones generales de Lenin en la cuestión de las nacionalidades oprimidas –el caso de Ucrania en 1939–, de las mujeres en la lucha por la revolución política en el interior de la URSS estalinista, y en relación con los negros en los Estados Unidos. La teoría y el programa trotskistas que son continuidad del bolchevismo, siguieron incorporando con peso la lucha contra todas las opresiones. El estalinismo, sin embargo, supuso también una contrarrevolución en relación con esta cuestión, desde el punto de vista teórico, programático, político y práctico. Cristalizó una visión metodológica, que rompe con el materialismo histórico y adopta un materialismo vulgar.
Años de estalinismo abrieron espacio a los movimientos burgueses, pequeños burgueses, reformistas femeninos, negros, LGBTI, como corrientes que explican el mundo por la división de género, de raza u de orientación sexual, y no por la existencia de clases sociales. La aparición del feminismo radical con su estrategia separatista en los años 60, quería desmarcarse tanto de las posiciones reformistas liberales como del estalinismo, del llamado “socialismo realmente existente” (que injustamente asociaron con el marxismo y el socialismo en general). Esto fue también una consecuencia de la secundarización de las opresiones por parte de los partidos comunistas, que reproducían además relaciones de opresión dentro de sus organizaciones.