Por Laura Requena, Estado español
Introducción
Lenin nunca contrapuso ni subordinó la lucha contra a las opresiones a la lucha por reivindicaciones económicas en este sistema capitalista, sino que consideraba todas ellas igual de importantes y parte del programa de la revolución socialista. Sus elaboraciones a partir de las enseñanzas de Marx y Engels, que fue capaz de sintetizar, así como la experiencia histórica del movimiento de mujeres socialistas de la II y III Internacional, nos muestran el camino para seguir luchando hoy por los derechos de las mujeres y de todos los sectores oprimidos, desde una perspectiva revolucionaria.
También nos ayudan a entender que el combate a las opresiones, como el de las mujeres, además de ser imprescindible para unir a la clase, puede servir de motor en la lucha por derribar este sistema, a condición de que sea dirigida con independencia de clase y esté al servicio de la revolución socialista. La clase obrera debe ser la vanguardia de todas las luchas democráticas y contra la opresión, sin dejarlas en manos de los gobiernos y la burguesía, que nos venden la ilusión de que es posible acabar de forma definitiva con las opresiones bajo el capitalismo. Para Lenin esta lucha debía ser tomada por la clase trabajadora antes, durante y después de la revolución socialista.
Las posiciones de Lenin que fueron aplicadas por los bolcheviques en la Revolución Rusa, adoptadas por la III Internacional Comunista y defendidas posteriormente por Trotsky, no sólo se demostraron acertadas en distintos momentos de la historia, sino que conservan hoy una vigencia extraordinaria
Los orígenes del socialismo y la cuestión de la mujer
El movimiento socialista, apoyado en el profundo bagaje teórico del marxismo revolucionario, fue el primer movimiento político que comprendió la importancia de combatir la opresión de las mujeres y que debatió este tema seriamente entre sus seguidores. En el siglo XIX, los dos principales textos de la época eran la obra de Friedrich Engels: El origen del estado, la familia y la propiedad privada (1874) y el libro de August Bebel; La mujer y el socialismo de (1879), que causó un gran impacto. El estudio de August Bebel aportaba pruebas estadísticas de la discriminación de género a todos los niveles. El libro fue concebido para forzar a los partidos socialdemócratas a incorporar en sus programas las necesidades y las reivindicaciones de las mujeres.
Por supuesto esto llevaría mucho tiempo y fue una dura pelea de Zetkin, Luxemburgo y otras mujeres socialistas, en las que consiguieron algunas victorias, pero también sufrieron varios retrocesos. Una pelea que tuvieron que dar también contra sus propios compañeros de partido, socialistas de carne y hueso, que pese a abrazar teóricamente el marxismo estaban imbuidos de prejuicios machistas de su época y se resistían a renunciar a sus privilegios. También en los días de hoy, vemos como ser parte de un partido revolucionario no es ninguna «vacuna» contra el machismo. Esto es así porque por suerte, nuestros partidos no viven «enlatados al vacío» sino que son parte de la clase obrera, una parte de la cual como expresión del atraso en su conciencia, reproduce el machismo, el racismo, la lgtbifobia y todos los prejuicios y estereotipos que promueven la clase dominante y las instituciones a su servicio.
Lenin había leído a Marx y los textos citados, que veían la situación de la mujer desde la óptica del marxismo y en sus discursos muy a menudo repetía aquello que dijera en su día Fourier, el gran socialista utópico: “la naturaleza progresista o regresiva de una sociedad, puede juzgarse por un único criterio; la forma en que esta trata a las mujeres”.
Él perteneció a una nueva generación de revolucionarios que adhirió al marxismo, en un momento de ascenso de las huelgas obreras en las principales ciudades industriales. Al igual que otras mujeres contemporáneas de Lenin, que dedicaron toda su vida al partido y a la revolución y fueron fundamentales para despertar a la lucha de clases a las mujeres obreras que desde el inicio del capitalismo en rusia, ingresaban a las fábricas en condiciones aún peores que los hombres. Alexandra Kolontái, Larissa Reissner, Vera Slutskaya, Eugenia Bosch, Ludmila Stal, Koncordiya Samoilova y muchas otras como Nadejka Krupskaia o Inessa Armand, que a menudo son nombradas despectivamente por la historiografia burguesa como “la esposa y la amante de Lenin”, respectivamente. Pero ellas fueron mucho más que las compañeras femeninas de alguien. Eran revolucionarias y adelantadas a su época y jugaron un papel imprescindible que es preciso reivindicar y estudiar.
Lenin, la construcción del partido y la situación de la mujer en Rusia.
La primera guerra mundial que se llevaba a los hombres por miles al frente, contribuyó sin duda a que el porcentaje de mujeres que trabajaban en las fábricas en Rusia se duplicase y se triplicase. Al compás de los terribles sufrimientos que padecían por la guerra y la crisis económica que había, las mujeres obreras fueron radicalizándose políticamente. Es importante señalar que, si bien las condiciones en que vivián las obreras eran terribles en la rusia zarista, igual o peor aún eran las de las campesinas. Sometidas al peso asfixiante de una ideología patriarcal y de la religión, eran consideradas poco menos que como bestias de carga para sus maridos
Durante los hechos revolucionarios de 1905, numerosas mujeres bolcheviques comenzaron un trabajo en el movimiento femenino ruso, dejando al descubierto la discriminación de clase respecto del feminismo burgués. Del mismo modo, desde hacía tiempo la prensa del partido bolchevique dedicaba un espacio a las problemáticas femeninas. En marzo de 1913 el esfuerzo del partido bolchevique por intensificar el trabajo entre las mujeres se concreta en la preparación de la primera celebración del Día de los Obreras.
Lenin en su actividad revolucionaria, no desaprovechaba ninguna ocasión para criticar la doble moral e hipocresía de la aristocracia y la burguesía, en relación con la situación de la mujer como también hicieron en su día Marx y Engels.
En 1914 el Partido con el apoyo decidido de Lenin, decide sacar una publicación especialmente dedicada a las obreras, llamada Rabotnitsa. Fue una revista trimestral que, en su primer año, tuvo una circulación de 12.000 ejemplares. Después se interrumpió por dificultades de la guerra, pero se reanudó en 1917 y logró sacar su primer número, a pesar de que en julio todos los miembros de la editorial fueron encarcelados.
Ese mismo año de 1914, el comité central del partido bolchevique instituye un comité especial con la tarea de promover los encuentros por el Día internacional de las mujeres trabajadoras: se organizan asambleas en las fábricas y en sedes públicas, donde se discuten los temas principales referidos a la opresión femenina; además, se eligen representantes con la tarea, dentro del nuevo comité, de profundizar las propuestas resultantes.
En 1917, el consenso alrededor de los bolcheviques está en crecimiento y también aumentan las solicitudes de adhesión de mujeres al partido. Es sabido que la chispa que desencadenó la sublevación de febrero en Rusia derrocando al zar, fue una huelga de mujeres de la industria textil, en su doble papel de obreras y en muchos casos, de esposas de los soldados del frente. Hicieron llamamientos a los obreros metalúrgicos para que se unieran a ellas y al final de la jornada había 50.000 trabajadores manifestándose por las calles de la capital. Se les unieron las amas de casa, que se presentaron también ante las puertas de la Duma para exigir pan. Entre las protagonistas de aquella jornada estuvieron Anastasia Deviátkina, obrera industrial que organizó un sindicato de esposas de soldados, Nina Aghadzanova, representante del distrito de Vyborg en el Soviet de Petrogrado o Zenia Ezeghorova, secretaria del Partido en Vyborg, una de las organizadoras de las acciones en las barricadas de los soldados, entre muchas otras.
Después de los episodios de febrero, estalla la huelga de las lavanderas, el estrato más retrasado de la clase trabajadora de entonces, que reivindica la nacionalización de las lavanderías bajo el control de las municipalidades locales, posición apoyada solo por los bolcheviques. Se hace cada vez más central la propaganda del periódico Rabotnitsa, cuyo comité editorial cuenta con mujeres que se han dedicado totalmente a la causa revolucionaria, organizando encuentros y asambleas contra la guerra: cada fábrica tiene su representante en el comité editorial de la revista, que participa de encuentros semanales para discutir las relaciones de las distintas zonas. Lenin escribe diversos artículos sobre la necesidad de plantear nuevas estrategias y modelos organizativos para acercar a las obreras al socialismo.
Lenin y los decretos en favor de la mujer en los primeros años de la revolución rusa
Damos aquí un salto hasta la revolución rusa de octubre, dirigida por el partido bolchevique con Lenin al frente. Y con ello abrimos un capítulo apasionante de la historia, porque por primera vez, un gobierno obrero podía intentar transformar las bases económicas y sociales en las que hundían sus raíces la discriminación milenaria de la mujer, al tener en sus manos el poder politico .Tenia la posibilidad de poner en práctica, el programa para la emancipación de las mujeres defendido por las mujeres socialistas de la II Internacional, que el partido bolchevique ruso tambien defendía. En ese momento tan sólo había dos mujeres en el Comité Central Bolchevique: Alexandra Kollontái y Elena Stásova. Varvara Yákovleva se incorporó un año después, fue ministra de Educación en 1922, y posteriormente ministra de Hacienda.
Para entender el enorme avance que supuso la revolución rusa para la mujer soviética en todos los terrenos, es necesario saber primero cuál era su situación. La mujer proletaria se veía obligada trabajar en los talleres y fábricas 12 y 13 horas diarias en durísimas e insoportables condiciones, cobrando la mitad o dos terceras partes menos que sus compañeros masculinos,
Al no existir derechos laborales ante la maternidad, a veces daban a luz en el mismo taller, con lo que más de una tercera parte de los hijos de familias obreras morían antes de llegar a tener un año. Con 30-40 años, la mujer obrera era ya inválida. En cuanto a la campesina, que eran la inmensa mayoría, eran poco menos que esclavas de su marido, al que, según la doctrina bizantina, debían obediencia absoluta. En las zonas musulmanas, la tradición otorgaba a los maridos el derecho a matar a sus mujeres. El 88% de las mujeres rusas eran analfabetas. El código civil de la Rusia zarista obligaba a una mujer a tener el permiso de su marido para tener pasaporte o conseguir trabajo. Divorciarse era prácticamente imposible. La agresión a la esposa por parte del marido, no se aceptaba como motivo de separación.
Como explica Wendy Z.Goldman en su libro, La mujer, el Estado y la revolución, el partido bolchevique con Lenin a la cabeza, tenía una visión de la liberación de la mujer que se basaba en cuatro principios. Primero, el «amor libre» o la «unión libre», entendiendo por ello que las relaciones deben estar libres de restricciones económicas, control paterno, interferencia de las autoridades religiosas o del Estado. Segundo, la emancipación de la mujer a través de la independencia económica. Tercero, la socialización del trabajo doméstico. Y cuarto, desaparición gradual e inevitable de la familia. Esta visión sólo se pudo aplicar parcialmente por muchas razones políticas, sociales y económicas que no podemos explicar aquí. Pero aun así, nos deja muchas enseñanzas. Los ideólogos del capitalismo nos dicen que las mujeres ya nos hemos liberado. Pero si examinamos todos y cada uno de estos aspectos, vemos que son cada vez más difíciles de conseguir para la mujer, a medida que avanza la podredumbre de este sistema de opresión y explotación.
Como dirigente del Partido bolchevique, Lenin redactó y supervisó muchos de los decretos y medidas en favor de la mujer que se aprobaron en aquellos años. En 1918 se aprobó un Código de familia nuevo que fue el más avanzado de todos los tiempos y que instituyó el matrimonio civil, simplificó al máximo el divorcio y después las uniones de hecho. Otorgó iguales derechos a los menores nacidos dentro o fuera del matrimonio. En concreto el acceso a las pensiones alimenticias en caso de separación o divorcio de los padres, algo que dicho sea de paso dio muchos quebraderos de cabeza al nuevo gobierno soviético. Despenalizo la homosexualidad que pasó a ser un asunto privado.
En 1920 se aprobó el aborto libre y gratuito en los hospitales del Estado. La prostitución, que en la Rusia zarista estaba generalizada y había sido regulada, se consideraba la expresión más extrema de la explotación y degradación de las mujeres. Pero no se criminalizó a quienes la ejercían, sino que se tomaron medidas para resolver las causas que obligaban a las mujeres a prostituirse. Se les atendía de forma gratuita en los hospitales y se intentó mejorar su nivel cultural y sus posibilidades de empleo.
Desde el primer año y a pesar de la situación económica que se vivía, el gobierno se esforzó en crear guarderías, lavanderías y restaurantes públicos y otros establecimientos, para liberar a la mujer de la carga de las tareas domésticas. Había un problema enorme que persistió hasta el estalinismo y que se agravó tras la guerra civil. Eran los llamados “besprizorniky”; menores que vagaban por la calle y se contaban por decenas de miles, bien por haber quedado huérfanos o porque su madre sola no podía hacerse cargo de ellos. El gobierno soviético hizo un esfuerzo enorme por alimentar, dar cobijo y educar a estos niños que además eran delincuentes en potencia, pero los recursos que tenían para solucionar este problema eran insuficientes.
Para que las mujeres pudiesen cumplir con nuevas y mayores responsabilidades, tanto en el medio rural como en las urbes, el estado hizo un esfuerzo enorme para acabar con el analfabetismo y miles de mujeres fueron integradas masivamente en cursos técnicos y superiores, en una auténtica “revolución cultural femenina”. En 1928 el número de mujeres en distintos cursos era de 83.137 y en 1933 subió ¡a más de medio millón!
En el ámbito rural tuvo enorme importancia la colectivización de la agricultura. La colectivización cortó con el aislamiento en que vivían las familias campesinas, cortó las raíces de la religión y de este modo lograba poco a poco emancipar a la mujer. El partido bolchevique trajo a estas zonas un primer mensaje de libertad: Se fundaron clínicas de atención a la infancia donde las mujeres nativas mostraban su cuerpo en presencia de otras personas. Aun así, fue una lucha muy dura, donde las mujeres en los koljoses tuvieron que vencer la desconfianza, las burlas y hasta la violencia y hostil oposición de las capas más atrasadas de los campesinos.
El zhenotdel
En noviembre de 1918, casi 1200 mujeres obreras y campesinas vestidas con trajes típicos de las regiones más lejanas de la Rusia soviética convergieron en la Sala de Uniones del Kremlin en Moscú para asistir al primer Congreso Pan-ruso de Obreras.
Como resultado de aquella Conferencia en la que Lenin participó dando un discurso que fue acogido con mucho entusiasmo por las asistentes, se establecieron comisiones para la agitación y la propaganda entre las mujeres trabajadoras. Las comisiones se reorganizaron en agosto de 1919 como Zhenotdel (Departamento de la Mujer) del Secretariado del Comité Central, bajo la dirección de Inessa Armand que trabajó en él por solo un año, antes de morir de cólera el 24 de septiembre de 1920. Fue sucedida en el cargo por Alexandra Kollontai
El Zhenotdel editaba un periódico propio, Kommunitska y a pesar de todas las dificultades y obstáculos que tuvieron que superar sus dirigentes, cumplió un papel fundamental para iniciar a las mujeres en la política, dirigiéndolas hacia el trabajo del partido, de los sindicados, de los sóviets y promoviendo la sensibilización y la realización de las reivindicaciones específicas de las mujeres proletarias, para lo cual llevaron a cabo medidas organizativas y de propaganda especial.
Para entender las dificultades que tuvieron que enfrentar, hay que tener en cuenta que cuando acabó la guerra civil, tanto la población como la economía soviética estaban devastadas. Entre 1918 y 1919, un millón de personas murió como consecuencia del tifus. A finales de 1920 las enfermedades, el hambre y el frío mataron a cerca de 7 millones y medio de rus@s y la guerra se había cobrado 4 millones de víctimas. A esta espantosa destrucción de las fuerzas productivas, se sumaba el atraso industrial, la baja población urbana y la preponderancia del campo. Esto hizo que los bolcheviques decidiesen impulsar una Nueva Política Económica (NEP) entre 1921 y 1928 que tuvo consecuencias sobre la mujer soviética
A la vuelta de la fuerza laboral masculina que en parte reemplazó a las mujeres en las fábricas tras finalizar la guerra civil, se sumó el cierre de muchos de los talleres y fábricas donde las mujeres fueron las primeras en ser despedidas. Durante la NEP, el Estado tuvo que achicar el gasto social para guarderías, orfanatos y otras instituciones de apoyo a las madres trabajadoras, lo cual dificultaba sus posibilidades de conseguir empleo o recibir la formación técnica que necesitaban o participar de la vida política. Según W.Goldman, entre 1921 y 1927, el número oficial de mujeres desempleadas se multiplicó por seis, pasando de 60.975 a 369.800. Las mujeres cobraban además salarios más bajos, porque tenían los empleos menos cualificados, ya que uno de los efectos de la NEP fue desplazar a las mujeres de la industria pesada a trabajos tradicionalmente femeninos como la costura o la producción de alimentos.
Para tratar de paliar esta situación, El XIII Congreso del Partido en Mayo de 1924, decidió que la conservación de la mano de obra femenina en las empresas tenía una importancia política. Se prohibió despedir a madres solteras y se impuso en todos los organismos económicos el reforzar el trabajo de las mujeres y ayudarlas a adquirir una cualificación. En Noviembre de ese mismo año, con acuerdo del Zhenotdel se revocó la prohibición del trabajo nocturno para las mujeres en un intento de que los administradores tuvieran menos excusas para despedir a las mujeres.
Por su parte el Zhenotdel organizó un gran congreso de mujeres trabajadoras y campesinas en Moscú, donde pudieron analizar y discutir las condiciones de la mujer en el campo y la ciudad y las causas del desempleo femenino. A pesar de todos los decretos y legislaciones a favor de estas, la discriminación de las mujeres persistía, no tanto ya por los efectos de la NEP sino porque las medidas legales no eran suficientes para acabar por sí solas con siglos de discriminación y estereotipos machistas. El desempleo femenino durante la NEP supuso asimismo un aumento de la prostitución. El nuevo código familiar que fue ampliamente discutido y finalmente aprobado en 1926, aprobó nuevas disposiciones para paliar los efectos negativos de la NEP entre mujeres y niños.
A pesar de todo esto, podemos afirmar sin ninguna duda, que ningún país capitalista del mundo, ni siquiera los más avanzados, dio a la mujer lo que la RR en sus primeros años, aunque el avance en la liberación de la mujer estuvo indisolublemente ligado desde el minuto uno al avance de la propia revolución. Cuando la revolución avanzaba, la situación de la mujer lo hacía con ella y cuando la revolución tenía que dar pasos atrás como ocurrió durante la NEP o retrocedió, la situación de la mujer también lo hizo
La III Internacional y la Mujer
En su libro Recuerdos de Lenin, Zetkin recoge cómo este le dice que sin las mujeres no hubiera sido posible la revolución rusa: “sin ellas no lo hubiésemos conseguido». Lenin se lamentaba de que el II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado del 19 de julio al 7 de agosto de 1920, no había podido examinar a fondo el problema femenino y que pese a los esfuerzos realizados: “aún no tenemos un movimiento femenino comunista internacional, y debemos conseguirlo a toda costa”.
Clara Zetkin explica que Lenin reaccionó airadamente cuando esta le informó de que muchos «buenos camaradas» eran hostiles a cualquier propuesta de que el partido creara órganos especiales para un «trabajo sistemático entre las mujeres» y que pensaban que Lenin se había rendido al oportunismo en esa cuestión: “Lamentablemente de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir; Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo”.
Lenin le pide que escriba “unas tesis directrices sobre el trabajo comunista entre las mujeres” y Clara Zetkin escribe sus famosas Tesis para la propaganda entre las mujeres, aprobadas en el III Congreso de la Internacional Comunista,celebrado del 22 de junio al 12 de julio de 1921. Estas tesis cuyas resoluciones trataban los aspectos políticos y organizativos para la Internacional significaron un salto en el arsenal teórico y político del movimiento marxista, en relación con este tema.
Muerte de Lenin y contrarrevolución
No es casual que uno de los últimos combates de Lenin haya sido contra el tratamiento dado por Stalin a las nacionalidades oprimidas, en aquel momento a Georgia. Aprovechando la muerte de Lenin y de la gran mayoría de dirigentes bolcheviques en el frente de batalla, Stalin comienza a tener una política de retroceso en los derechos femeninos que se habían conquistado, de la que la disolución del Zenotdel en 1930, fue una expresión. La homosexualidad, las uniones libres y el denominado adulterio, se declararon de nuevo ofensas criminales en 1934, castigados con un mínimo de ocho años de prisión, al tiempo que se pusieron muchos obstáculos al divorcio. Dos años después, el nuevo Código Familiar ilegalizo el aborto.
El estalinismo necesitó mantener y fortalecer la incorporación de las mujeres a la vida laboral, en su empeño de igualar y superar el desarrollo industrial y económico de las potencias imperialistas. Las mujeres de la URSS lograron una mayor independencia económica y una participación más igualitaria en la vida social, si las comparamos con las mujeres del resto de Europa, donde no se consiguió derecho al voto hasta los años 20 y 30 y la legislación nazi y fascista supuso un retroceso enorme. Pero las soviéticas pagaron un alto precio por ello.
Se impuso una reaccionaria política familiar, que retornó a la glorificación de la familia y la maternidad, cuyo fin era mantener los privilegios de una casta burocrática en el poder. Una política que devolvió la carga y la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidados sobre los hombros de las mujeres, impuso la maternidad y la heterosexualidad obligatoria y la vuelta a una moral sexual burguesa. Y lo peor es que, como señala Goldman, “todo esto se hizo en nombre del socialismo”.