Un libro muy útil para entender a Lenin
Por Fabiana Stefanoni
Este no es solo un libro importante: es un libro fundamental. El empeoramiento de las condiciones del planeta y de la humanidad hace urgente retomar un proyecto de transformación revolucionaria. Este proyecto coincide con la construcción del partido revolucionario.
Asistimos, en estos años convulsos, a la explosión de guerras devastadoras, a la devastación del ecosistema por el calentamiento global, a la pauperización extrema de sectores cada vez más amplios de la población mundial y a la exacerbación de la discriminación de género, sexual, xenófoba y racial.
También hemos visto estallar grandes movimientos de masas en las dos últimas décadas, con situaciones revolucionarias en distintas regiones del mundo. Pero nada ha cambiado. Al contrario, en algunos casos las situaciones revolucionarias se han convertido en regímenes similares o incluso peores que los que habían derrocado: es lo que ocurrió, por ejemplo, tras la «Primavera Árabe».
Este libro explica cuál es la única salida creíble y realista a esta espiral de hambre, guerra, miseria y revoluciones traicionadas: la construcción de un partido de tipo bolchevique que, como en 1917, pueda transformar la energía revolucionaria de la clase obrera y las masas pobres en un sistema completamente distinto: el socialismo. Mientras la gran industria, las grandes empresas de distribución y los bancos estén controlados por el capital privado, no habrá forma de revertir, parafraseando a Trotsky, la «putrefacción» en curso. Sólo un partido que lleve al poder a la clase obrera podrá iniciar la construcción de una economía pública, colectiva, respetuosa con el medio ambiente, destinada por fin a satisfacer las necesidades sociales y no al beneficio de unos cuantos ricos multimillonarios.
Francesco Ricci, basándose en un estudio puntual y profundo de toda la literatura principal sobre el tema -véase la muy detallada bibliografía comentada-, reconstruye de manera sencilla pero extremadamente precisa todas las etapas de la construcción del Partido de Lenin, prestando atención tanto al programa como a los aspectos organizativos.
El primer ensayo, «La actualidad de un partido bolchevique», está escrito en forma de preguntas y respuestas. Ya en la primera respuesta se especifica el sentido del diálogo imaginario: conocer lo que ocurrió en el pasado para construir hoy lo que se necesita para ganar las próximas revoluciones. Es un texto dirigido, ante todo, por tanto, a las jóvenes generaciones, que podrán encontrar en el estudio de las revoluciones pasadas una herramienta válida para intervenir en las de hoy. Es lo que hicieron también Lenin y Trotsky, protagonistas de la victoria de octubre de 1917: estudiaron con minucioso cuidado toda la historia del movimiento obrero del pasado, incluidas las revoluciones aplastadas con sangre, como la Comuna de París.
El partido que se examina en este texto es el que precedió al ascenso del estalinismo: se analizan los orígenes de la socialdemocracia rusa, desde sus inicios populistas, para concluir con la última batalla de Lenin (y la primera de Trotski) contra el comienzo de la degeneración burocrática que allanó el camino para el ascenso de la burocracia soviética estalinista.
Debe quedar claro que no hay ninguna intención apologética en este escrito: como Trotsky nos recordó, es el estalinismo el que, después de distorsionarlo y traicionarlo, «celebró» el bolchevismo. La historia del Partido de Lenin ha sido contradictoria, marcada por momentos difíciles y también por profundas desviaciones.
Pero es la mejor historia que tenemos a nuestra disposición para inspirarnos en la reconstrucción de una organización política revolucionaria hoy: conocer las contradicciones inevitables de un proceso de desarrollo no disminuye su importancia histórica.
El lector encontrará aquí, por fin, una reconstrucción correcta de las diferencias entre bolcheviques y mencheviques, que despeja todas las trivializaciones y tonterías del tipo manual escolar (trivializaciones y tonterías a las que los reformistas y centristas no dejan de hacer caja de resonancia). El lector comprenderá por qué el partido, tal como Lenin lo concebía, estaba «a la vez separado e integrado en la clase», muy lejos tanto de la actitud de ciertas sectas que conciben el leninismo como una mera proclamación de verdades abstractas, como de las actitudes oportunistas de quienes, en la acción, se alinean con las direcciones burocráticas y reformistas del movimiento obrero. Vale la pena señalar -esto no se da en absoluto por sentado- que cada afirmación va acompañada de referencias precisas a los escritos de Lenin o a hechos históricos: para devolver a Lenin lo que es de Lenin es necesario primero demoler el edificio de falsificaciones erigido por la burguesía y el estalinismo.
Hablando de falsificaciones, el segundo ensayo que se puede leer en esta colección se refiere al enigma del llamado «Testamento» de Lenin, que ha fascinado a generaciones de historiadores, no sólo comunistas. Refiriéndose a los análisis de algunos de estos historiadores, tras la apertura de los archivos de Moscú, Ricci, en polémica parcial con el historiador Luciano Canfora, desvela por fin el misterio, explicando lo que podemos decir y no decir sobre el «Testamento» y la falsificación que Stalin hizo de él, una de las primeras de una larga serie.
Para concluir, después de enriquecerse con la imperdible bibliografía comentada -a la que volveremos-, pueden leer, en el apéndice, dos artículos del propio Ricci sobre temas específicos: el programa y las Tesis de abril.
En el primero, el autor se detiene en las relaciones entre Lenin, Trotsky y Marx. Refutando la vulgata estalinista y reformista sobre el tema, Ricci demuestra, con abundantes pruebas, que el programa del bolchevismo que triunfó en 1917 era la síntesis de la concepción del partido de vanguardia de Lenin y de la teoría de la revolución permanente de Trotski. Al mismo tiempo, contrariamente a las pretensiones de quienes pretenden reducir a Marx a un inofensivo oropel para poner en la repisa de la chimenea, el partido de Lenin no fue más que una continuación de la rigurosa batalla de delimitación política y programática ya iniciada por el gran revolucionario de Tréveris en el siglo XIX.
El segundo ensayo del apéndice trata de las célebres Tesis de Abril y de la batalla de Lenin para «rearmar» políticamente al partido. La premisa de Octubre radica en la negativa categórica del Partido Bolchevique a apoyar en cualquier forma al gobierno provisional resultante de la Revolución de Febrero. Una postura que los bolcheviques, gracias a la batalla de Lenin en el Partido, llevaron a cabo contra todos, permaneciendo como una ínfima minoría dentro de los soviets y del movimiento obrero. Pero en los periodos revolucionarios, los meses cuentan como si fuesen años y los años como siglos enteros: poco después, las cosas cambiaron rápidamente y los bolcheviques consiguieron ganar a la mayoría del proletariado revolucionario. Merece la pena recordar esta historia a quienes nos acusan de no seguir el ritmo de la historia: la historia, afortunadamente, reserva grandes y repentinas sorpresas.
Aquí, pues, en este libro, se desmienten muchas leyendas: bien han hecho las ediciones Riazánov en publicar estos escritos en el centenario de la muerte de Lenin. Será un valioso recurso para construir un futuro digno, para nosotros o para las generaciones venideras.
Lo que marca la diferencia
El autor de este libro, como buen discípulo de Marx, revisó toda la literatura principal sobre el tema antes de escribir. Como se destaca en la bibliografía comentada y en las notas a los textos, las conclusiones a las que se llega en este libro son el resultado de un cuidadoso estudio. No es raro, por desgracia, en los círculos políticos, incluidos los de la izquierda clasista, encontrarse con personas e incluso supuestos «expertos» que citan a Lenin fuera de lugar, por ignorancia o mala fe.
Esto, después de todo, es lo que el estalinismo ha estado haciendo durante décadas: falsificar el pensamiento de Lenin para convertirlo en el defensor de lo que Lenin siempre había combatido enérgicamente. Baste mencionar aquí uno de los primeros desacuerdos profundos entre Lenin y Stalin, que surgió cuando el gran revolucionario aún vivía: la cuestión nacional. Se trata de un tema de gran actualidad, dado el estallido en los últimos años de conflictos armados que tienen en su centro precisamente la cuestión de las nacionalidades oprimidas, como las nacionalidades palestina y ucraniana. Como nos cuenta Ricci en el texto, Lenin se posicionó inmediatamente en contra de la posición «gran rusa» de Stalin, que estaba en contra del derecho a la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas del antiguo imperio zarista. Sin embargo, hoy Lenin es citado por muchos autodenominados leninistas para justificar posiciones de apoyo a la invasión rusa de Ucrania o, en el mejor de los casos, para llevar agua al molino de posiciones de ‘equidistancia’ entre Estado opresor y Estado oprimido que nada tienen que ver con su pensamiento.
He aquí, pues, la necesidad de rescatar a Lenin, sus análisis y su acción política. Esto es lo que hace el autor en este libro, dándonos también útiles consejos de lectura para hacer navegar en la inmensa cantidad de escritos que tenemos a nuestra disposición. En la citada bibliografía comentada, el lector encontrará orientaciones para acercarse a los textos esenciales de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, la historia del Partido Bolchevique, la Revolución de Octubre, etc. Quienes no dispongan de demasiado tiempo encontrarán en este libro un compendio exhaustivo. Los que, por el contrario, quieran y puedan profundizar, dispondrán de una excelente guía para continuar su estudio.
Para concluir este prefacio, nos gustaría centrarnos en uno de los aspectos más descuidados, aunque más importantes, de la vida de Lenin, al que el autor dedica la debida atención: la evolución del pensamiento de Lenin. Lenin cambió a menudo de posición en el curso de su vida. Sólo a través de Trotsky comprende plenamente la teoría de la revolución permanente y supera la ambigua fórmula de la «dictadura democrática de obreros y campesinos». Sólo después de estudiar a fondo la lógica de Hegel, en 1914, llega a comprender profundamente la concepción materialista de la historia de Marx, liberándose completamente de todo residuo de materialismo crudo. Estos cambios en su pensamiento serán también la premisa práctica de la toma del poder, porque darán forma a las Tesis de Abril.
Lenin cambió a menudo de posición porque era consciente de que ningún hombre, ningún dirigente político puede estar por encima del partido, único instrumento que, en relación constante con la clase, puede llevar a cabo una acción capaz de liberar a la humanidad del capitalismo, es decir, de la barbarie.
Por eso Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo -entre las mentes más grandes de la historia de la humanidad- dedicaron su vida a construir el partido y, sobre todo, nunca se consideraron por encima de las decisiones del partido. Victor Serge, en una excelente biografía titulada Vida y muerte de Trotsky, detalla todas las veces que Trotsky, líder indiscutible del Ejército Rojo, se sometió a la voluntad del Partido, aunque él pensara que era preferible actuar de otra manera. A menudo, nos dice Serge, el resultado de las acciones aprobadas fue desastroso y hubo que admitir que la propuesta inicial de Trotsky era correcta. Pero ni por un minuto Trotsky cuestionó el hecho de que lo más importante -en la guerra civil, como en la cotidiana guerra de clases- era respetar la voluntad del Partido. Lenin hizo lo mismo durante toda su vida: era un hombre del Partido, porque respetaba las decisiones del Partido y se disciplinaba a ellas. Sabía que sin el Partido (hablamos de un partido revolucionario) no hay posibilidad de revolución victoriosa.
Sin embargo, el peso de su personalidad en los acontecimientos históricos fue especial. Trotsky lo resumió magistralmente en la Historia de la Revolución Rusa: «Lenin no era el demiurgo del proceso revolucionario, sólo formaba parte de la cadena de fuerzas históricas objetivas. De esta cadena, sin embargo, él era un eslabón fundamental. La dictadura del proletariado derivaba del complejo de la situación. Pero había que establecerla. No podía establecerse sin un partido. Y el Partido no podía cumplir su función si no la comprendía. Precisamente por esta razón Lenin era indispensable […] La llegada de Lenin sólo aceleró el proceso. Su influencia personal acortó la crisis. Pero ¿puede decirse con certeza que el Partido habría encontrado su camino incluso sin él? No nos atreveríamos a afirmarlo de ninguna manera… No hay que descartar en absoluto que el Partido desorientado y dividido hubiera podido perder la oportunidad revolucionaria favorable durante muchos años. La función de la personalidad se nos presenta aquí con dimensiones verdaderamente gigantescas. Sólo se trata de comprenderla exactamente, considerando al individuo como un eslabón de la cadena de la historia».
¿Dónde reside exactamente, según Trotsky, que dirigió con él la Revolución de Octubre, el principal mérito de Lenin en relación con el Partido? En haberlo «educado»: «Educando al Partido, se educó a sí mismo». Por eso es tan importante que quienes quieran transformar lo existente y no quieran resignarse a un mundo en ruinas lean libros como éste que estás a punto de leer: sólo militantes educados, que conozcan la teoría y la praxis de quienes dirigieron las revoluciones del pasado, podrán salvar el destino de la humanidad.
Autor: Francesco Ricci
Prefacio: Fabiana Stefanoni
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Nota:
1) L. Trotsky, Storia della Rivoluzione russa, vol. I, 1930, pp. 358-369, Mondadori, 1969.