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80 años sin Trotsky

Trotsky, el jefe del Ejército Rojo

Красная Площадь, Троцкий Лев Давидович 1918 год
agosto 20, 2020

Clausewitz afirmaba que la dirección de un ejército es siempre política, y que en los momentos de acción y de conflicto se sustituye “la pluma por la espada”. Deutscher afirmaba, que como Comandante del Ejército Rojo, para ganar la guerra civil, Trotsky usó “la espada y la pluma”.

Por: Américo Gomes

Usó la “espada” cuando recorrió personalmente toda la República Soviética para organizar el Ejército, su abastecimiento y suplementos, y darle moral y vigor, yendo directamente al campo de batalla y a los frentes de combate durante esos dos años y medio. Usó la “pluma” cuando estuvo al frente de los debates teóricos y políticos sobre la cuestión militar que fueron realizados en el Ejército, en el Soviet y en el Partido. Y que fueron fundamentales para construir ese Ejército y ganar la guerra.

León Davidovich Bronstein, Trotsky, fue nombrado presidente del Consejo Supremo de la Guerra el 4 de marzo de 1918, el día siguiente a la firma del acuerdo de Brest-Litovsk, y en abril pasó a ser Comisario del Pueblo para la Guerra. Su lema: “Trabajo obstinado y disciplina revolucionaria”[1].

La paz y la guerra civil

Trotsky de la delegación de las negociaciones en el acuerdo de Brest-Litovsk, hecho por el gobierno soviético el 3 de marzo de 1918. Una “paz vergonzosa”, llamada así por el propio Lenin, que fue quien la orientó, contra la posición de los dirigentes del partido bolchevique, que se autodenominaba “comunistas de izquierda”, organizados por Bujarin y Piatakov, que defendían la continuidad de la guerra bajo el nombre de “guerra revolucionaria”, y también contra la posición de Trotsky, que defendía una posición intermedia.

Esta fue realizada con los Imperios del Centro (Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano), bajo duras condiciones. Absolutamente necesaria para reconstruir la economía y, además, el pueblo quería paz, una gran promesa de la revolución.

Rusia tuvo que abrir mano de regiones importantes que también vivían procesos revolucionarios, como Finlandia, los Países Bálticos y Ucrania, que fueron ocupados por el ejército alemán. También tuvieron que ceder parte del Cáucaso.

Significó la entrega de un tercio de la población, 50% de la industria, 90% de la producción de combustibles, 55% del trigo y la mayor parte de los cereales, a las manos del imperio alemán[2].

Pero cuando la Revolución Alemana derrumbó el Imperio, y con ella, todos sus acuerdos, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, se tornaron Estados independientes; Bielorrusia y Ucrania se integraron a la Unión Soviética, y todos los demás territorios fueron recuperados.

Pocas semanas después de la firma de Brest-Litovsk, los países imperialistas de la Triple Entente, con sus aliados internos, atacaron la naciente nación soviética en varios frentes, iniciando una guerra civil que tenía como principal objetivo sofocar la revolución y derrocar el gobierno.

El 3 de abril, tropas japonesas desembarcaron en Vladivostok y ocuparon el Este de Siberia. Al día siguiente, los turcos tomaron Batumi, en Georgia, mar Negro, y entraron en el Cáucaso. Los rumanos tomaron la Besarabia. La temible Legión Checoslovaca, patrocinada por Francia, se insurrecciona y se alía al Ejército Blanco en el Oeste de la Siberia. Tropas francesas toman el Sur de Ucrania y la Crimea; y británicos toman Arcángel al Este del río Don, mientras sus unidades de Persia toman el centro petrolífero de Baku. El Ejército Blanco es comandado por los antiguos generales zaristas: Nicolai Yudenich, Lavr Kornilov, Alexander Kolchak y Anton Denikin.

Hacia finales de 1918 la República Soviética Federal Socialista Rusa era prácticamente del tamaño de la Moscovia medieval antes de las conquistas de Iván, el Terrible. En las palabras de Lenin, “una isla en un océano enfurecido, lleno de bandidos imperialistas”[3].

En los frentes de batalla

En el inicio del conflicto, en mayo de 1918, el Ejército Rojo huía espantado de Kazan, frente a los ataques de la Legión Checoslovaca aliada al Ejército Blanco, que ya había tomado Samara y Saratov. Trotsky fue para este frente, castigó a los comunistas carreristas y cobardes, así como a los funcionarios burocráticos ineficientes. Los comisarios locales le pidieron que se retirase para un lugar más seguro, pero él se quedó. Actuó con los comandantes más capaces: Frunze, Vatzetis, Tukhachevski, Raskolnikov, Mezhlauk, Larissa Reissner e Iván Smirnov. Hombres y mujeres formaron después lo que sería el comando del ejército.

Se dirigió a los soldados que estaban en pánico, vertiendo sobre ellos “torrentes de optimismo y disposición revolucionaria”, con su discurso: “Los soldados del Ejército Rojo no son cobardes ni canallas. Quieren luchar por la libertad de la clase obrera. Si retroceden y luchan mal, los comandantes y comisarios son culpados. (…) si cualquier destacamento retrocede sin orden, el primero a ser fusilado será el comisario, después el comandante. Cobardes, canallas y traidores no escaparán de la bala”[4]. Montó un Tribunal Militar Revolucionario y estableció el estado de sitio en toda la región. Sometió a la corte marcial a comandantes y comisarios que retiraron a sus hombres de la línea del frente.

Trotsky defendía también ser benevolente con el enemigo que reconociese sus crímenes y estuviese dispuesto a deponer las armas y servir honestamente al Estado Obrero: “¡Muerte a los traidores! ¡Pero misericordia con el enemigo que se convirtió y pide clemencia!”.

Después de las victorias en el Volga, Trotsky se desplaza hacia Ucrania para remontar el Ejército, que estaba en pésimas condiciones, siendo derrotado por Denikin. Realiza este trabajo, ahora con ayuda de Tukhachevski y Antonov-Ovseenko, y derrota nuevamente a los “blancos”. De este conflicto, Trotsky concluyó que para obtener la victoria en la “guerra moderna” era fundamental combinar la habilidad de los combatientes, y sus entrenamientos bien desarrollados, con una capacidad sofisticada de la producción industrial militar[5].

Cuando desde Finlandia las tropas de la contrarrevolución, comandadas por Yudenich, atacaron Petrogrado en octubre de 1919, algunos miembros del comité central bolchevique estaban dispuestos a desistir de la ciudad y huir para el interior del país. Trotsky estuvo en contra de aceptar la pérdida de la ciudad y organizó su defensa. La estrategia era la “defensa urbana”, anunciando que “se defendería en su propio terreno” y, previendo que el enemigo se perdería en un laberinto de calles fortificadas, allí “encontraría su tumba”. Los batallones regulares del Ejército Rojo combatieron “hombro a hombro” con los destacamentos de mujeres y de la Guardia Roja. Las fábricas producían armamento bajo una lluvia de balas, enviándolas inmediatamente al combate. Todos involucrados en los que fue clasificado como una “locura heroica”[6].

Los blancos fueron derrotados en quince días. Por este combate, Trotsky fue aclamado como el “Padre de la Victoria” y recibió la “Orden de la Bandera Roja”.

El Ejército Rojo de obreros y soldados

Con la toma del poder por los bolcheviques, el ejército zarista fue hecho harapos. El proletariado contaba para la defensa de su Estado con los Guardias Rojos y parte de las tropas y divisiones del antiguo ejército.

La Guardia Roja había sido construida como política del partido bolchevique para el armamento de proletariado y la materialización de toma del poder. Compuesta a partir de los obreros que se armaban y entrenaban en las fábricas y en los barrios de la periferia y con los soldados que rompían con las tropas regulares. La tentativa de golpe de Kornilov fue aprovechada por los revolucionarios para expandirla, como fuerza de resistencia a los golpistas, legalizarla frente al Soviet y al Gobierno Provisorio, y armarla y entrenarla. En Petrogrado eran 4.000 combatientes, comandados por Antonov-Ovseenko, y en Moscú 3.000, por Gregory Frunze[7], coordinados por Aleksandr Gavrilovici Schliapnikov[8].

“El Ejército Rojo solo podía nacer sobre una base social y psicológica nueva. La pasividad, el espíritu gregario y la sumisión a la naturaleza dieron lugar, en las nuevas generaciones, a la audacia y al culto de la técnica”[10].

La conferencia del Partido Bolchevique del 19 de diciembre de 1917 votó por la fundación del Ejército Rojo de los Obreros y Campesinos. A seguir, el Consejo de Comisarios Soviéticos aprobó esta resolución el 18 de enero de 1918, y el 22 de febrero el Pravda publicó una proclama con el título “La patria socialista está en peligro”, punto de partida para la campaña de reclutamiento[10].

Un ejército sin escalafones

“El Ejército Rojo fue construido desde arriba, según los principios de la dictadura de la clase obrera. El cuerpo de mando fue seleccionado y comprobado por los órganos del poder soviético y del Partido Comunista”[11].

El Ejército Rojo no tenía jerarquía de oficiales ni puestos como tenientes o mariscal; Lenin y Trotsky creían que el comando se consolidaría, sobre todo, por la confianza de los soldados en sus comandantes, y sería asegurada por el conocimiento, talento, carácter y experiencia. Para Trotsky, las “estrellas” no conferían a los jefes ni talento ni autoridad. “La designación de los comandantes por sus virtudes personales solo es posible si la crítica y la iniciativa se manifiestan libremente en un ejército puesto bajo el control de la opinión pública. Una rigurosa disciplina puede acomodarse muy bien con una amplia democracia, y encontrar apoyo en ella”[12].

Polémicas teóricas y políticas para la construcción del nuevo ejército

Como no podía dejar de ser polémico, y discusión no fue lo que faltó en la construcción de este Ejército revolucionario, en todos sus aspectos el poder soviético enfrentó la cuestión militar con grandes debates. “El problema de la organización del Ejército Rojo era un problema totalmente nuevo, jamás había sido planteado antes, ni siquiera en el plano teórico”[13].

Trotsky defendió un ejército centralizado, el reclutamiento obligatorio, la utilización de los oficiales zaristas y la formación del comisariado político. Para el restablecimiento de la disciplina militar reprimió severamente la deserción y la traición. Explicó que no se podía centralizar y dirigir las fuerzas armadas con comités electos por los soldados en medio de una guerra civil imperialista, y acabó con la guerra de guerrilla como estrategia militar, a pesar de continuar utilizándola como táctica.

“La capacidad guerrera de un ejército requiere sobre todo la existencia de un aparato directivo regular y centralizado”[14]. Diferente de cómo creía que debía darse en la Insurrección, donde la descentralización de las acciones era clave[15].

Contra sus posiciones se formó la “Oposición Militar”, que defendía el principio electoral del comando; contra la incorporación de especialistas zaristas; contra la introducción de la disciplina férrea y la centralización del ejército. Esta “Oposición” estaba formada por Bujarin, Piatakov y Bubnov, con aliados importantes como I. N. Smirnov. Bujarin publicó en el Pravda sus polémicas contra Trotsky, incluso durante la Guerra Civil.

Otro foco de divergencia con las posiciones y orientaciones de Trotsky era el comando del X Ejército, comandado por Voroshilov, que contaba con el apoyo explícito de Stalin, que se recusaban a seguir las orientaciones del comando central. Trotsky propuso la destitución de Stalin y envió a Voroshilov a un Tribunal Revolucionario. Sverdlov intermedió en la crisis que se dio en la dirección bolchevique, y Voroshilov fue transferido a Ucrania y Stalin al Consejo de Guerra de la República. Trotsky: “Considero que el tratamiento favorable que Stalin da a esta gente es un tumor peligroso, peor que cualquier traición de los especialistas militares…”[16].

La creación de un ejército centralizado fue una gran polémica; al final, la tradición revolucionaria, desde la Primera Internacional, era la defensa de la sustitución de los ejércitos permanentes por el armamento general del pueblo y la elección de sus comandantes. La “Oposición Militar” consideraba el ejército centralizado la configuración de un ejército de tipo imperialista y defendía la estrategia de la guerra de movimiento, con pequeñas unidades independientes atacando libremente las retaguardias del enemigo.

Trotsky explicaba: “Si los peligros que nos amenazan se limitasen al peligro de la contrarrevolución interna, no tendríamos necesidad, en general, de un ejército. Los obreros de las fábricas de Petrogrado y Moscú podrían crear en cualquier momento destacamentos de combate suficientes para aplastar, antes de su nacimiento, cualquier tentativa de sublevación armada con el objetivo de devolver el poder a la burguesía. Nuestros enemigos interiores son demasiado insignificantes y lastimosos para que sea necesario crear un aparato militar perfecto, sobre bases científicas, en la lucha contra ellos, y movilizar toda la fuerza armada del pueblo. Si ahora necesitamos de esta fuerza es, justamente, porque el régimen y el país soviético están gravemente amenazados desde el exterior (…) No hay otra manera de proteger y defender el régimen soviético que la resistencia directa y enérgica contra el capital extranjero, el cual emprende, contra nuestro país, exclusivamente porque este es gobernado por obreros y campesinos”[17].

“La URSS paga caro por su defensa porque es demasiado pobre para tener un ejército territorial que resultaría más barato”[18].

La necesidad de esta centralización se demostraba cuando se deparaba con un cerco de ocho mil kilómetros a la República Soviética, por todos los lados. Ni siquiera un ejército poderoso podría luchar en todos los frentes. Movilizar el Ejército Rojo, en la línea interna, yendo de un frente a otro, era la mejor estrategia. Para eso, las operaciones tenían que ser planeadas y los recursos controlados. El principal organizador de este operativo militar fue E. M. Sklianki, llamado por Trotsky “el Carnot de la Revolución Rusa”[19].

Pero, sin duda, la cuestión más polémica fue el trabajo con los oficiales militares especialistas y ex zaristas. Para Trotsky, a pesar de ser una cuestión práctica, no de principios, ella era esencial. El propio Lenin inicialmente tenía dudas sobre esta propuesta, pero después adhirió completamente a ella, afirmando que Trotsky construyó el comunismo “con los restos del edificio destruido del viejo orden burgués”[20].

A los que continuaron oponiéndose a esta política, Trotsky les respondía: “Tal como la industria precisa de ingenieros, como la agricultura precisa de agrónomos calificados, también los especialistas militares son indispensables para la defensa”[21].

Como realmente había riesgo de traiciones y deserciones, junto con cada uno de estos oficiales fue puesto un “Comisario Político”, que confirmaba a los obreros, campesinos y soldados las órdenes que deberían ser cumplidas y no maquinaciones contrarrevolucionarias. Trotsky también ordenó que los familiares de estos oficiales fuesen hechos rehenes, pues en caso de traición toda su familia sería castigada; algunos realmente traicionaron y fueron fusilados.

Las purgas estalinistas

El Ejército Rojo fue constituido sobre la base de la democracia obrera de la Dictadura del Proletariado, por eso, las polémicas militares prosiguieron después de la victoria en la guerra civil. Frunze y, después, Tukhachevski, los más importantes comandantes del Ejército Rojo, elaboraron la “doctrina militar proletaria”, defendiendo la “guerra ofensiva y de gran movilidad”, sobre la base de la teoría de que la “revolución viene de afuera”. Tukhachevski fue considerado el mayor estratega de su época en combate de tanques, el “mecanicista del Ejército Rojo”. Para Trotsky, él era capaz de evaluar “una situación militar desde todos los ángulos” (…) “aunque [era] un tanto aventurero”.

Trotsky se opuso a esta teoría: “La guerra se basa en muchas ciencias, pero no constituye una ciencia en sí, es un arte práctico, un oficio (…) un arte salvaje y sangriento” (…) “Solamente el traidor renuncia al ataque, (y) solamente un idiota reduce toda estrategia al ataque”[22]. Él había asimilado las ventajas tácticas de defensa combinadas con la necesidad de la osadía de acción ofensiva.

Con el dominio del Estado soviético por la burocracia estalinista, el ejército revolucionario se acabó. Stalin, así como hizo con el partido, decapitó el comando del Ejército de algunos de sus más competentes comandantes, sacrificando los intereses de la defensa soviética en el altar de la autodefensa de la burocracia dominante. Más de 30.000 oficiales fueron destituidos, presos, enviados a gulaks y fusilados. Lo que costó a los soviéticos más de 13 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial.

Frunze, que en enero de 1925 sustituyó a Trotsky en el Comisariado del Pueblo para la Guerra, murió en octubre, con 40 años, de manera sospechosa, durante una cirugía.

Tukhachevski, que sería el sustituto natural de Frunze, fue denunciado por Radek, mentirosamente, como espía alemán, llevado a juicio en las purgas de 1937, y fusilado. Budyonny y Voroshilov[23] escaparon de las “purgas” y se unieron a Stalin. Fracasaron de manera grandiosa en la Segunda Guerra: el primero en Ucrania, entregó Kiev y tuvo más de 65.000 soldados presos, el segundo fue derrotado en el Cáucaso.

El estalinismo restableció los escalafones, incluso el de mariscal en 1935. “El restablecimiento de la casta de oficiales, dieciocho años después de su supresión revolucionaria, certifica con igual fuerza el abismo que se abrió entre los dirigentes y los dirigidos, y que el ejército perdió las cualidades esenciales que le permitían llamarse Ejército Rojo”[24].

Innegablemente, Trotsky fue el constructor del Ejército Rojo que garantizó el gobierno Soviético. Sus enseñanzas en el arte de la Insurrección y la Guerra son inestimables y válidas para ser estudiados por todos aquellos que aún ven la necesidad de la toma del poder por la clase obrera y la instauración de un Estado que sea dirigido por los trabajadores a través de sus Consejos.

[1] SERGE, Victor. El Año I de la Revolución Rusa. La Revolución Rusa, Editora Boitempo, p. 265.

[2] Ídem, p. 252.

[3] CARR. E. H. Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevique, vol. 3, p. 95.

[4] DEUTSCHER, Isaac. Trotsky, El Profeta Armado. Civilização Brasiliense, p. 447.

[5] NELSON, Harold Walter. León Trotsky y el arte de la insurrección, 1905-1917.

[6] DEUTSCHER, Isaac. Trotsky, El Profeta Armado. Civilização Brasiliense, p. 473.

[7] Ídem, p. 432.

[8] NELSON, Harold Walter, op.cit.

[9] TROTSKY, León. La revolución traicionada. El Ejército Rojo y su doctrina. Ed. Sundermann, p. 191.

[10] CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevique, vol. 3, p. 76

[11] TROTSKY, León. Cómo se armó la revolución. El camino del Ejército Rojo. https://www.marxists.org/espanol/trotsky/em/rev-arm/volumen1-1918.pdf

[12] TROTSKY, León. La revolución traicionada. El Ejército Rojo y su doctrina. Ed. Sundermann, p. 149.

[13] Informe del CC al VIII Congreso del Partido Bolchevique, marzo de 1919.

[14] TROTSKY, León. Comunismo y Terrorismo.

[15] TROTSKY, León. Los problemas de la guerra civil.

[16] TROTSKY, León. Mi Vida, Ed. Pluma, p. 346.

[17] TROTSKY, León. Cómo se armó la revolución. El Ejército Rojo, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/em/rev-arm/volumen1-1918.pdf

[18] TROTSKY, León. La revolución traicionada. Ed. Sundermann, p. 201.

[19] Jacobino, uno de los organizadores de la defensa de Francia contra la alianza de Estados europeos.

[20] DEUTSCHER, Isaac. Trotsky, El Profeta Armado, p. 457.

[21] Ídem, p. 434.

[22] Ídem, p. 515.

[23] Totalmente sumiso a Stalin a pesar de su valentía personal, con “falta total de talento militar y administrativo y una visión completamente estrecha y provinciana”.

[24] TROTSKY, León. La revolución traicionada. El Ejército Rojo y su doctrina. Ed. Sundermann, p. 149.

Traducción: Natalia Estrada.

 

 

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