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Polémica con el PTS-FT | Dos políticas frente a la revolución chilena y los procesos latinoamericanos

mayo 27, 2022

El PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas, principal organización de la corriente internacional FT – Fracción Trotskista de la IV Internacional) de Argentina ha publicado un artículo en el que responde críticas que realizamos sobre la actuación de los parlamentarios del FIT-U (Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad) que esa organización integra[1]. Como en nuestros artículos reivindicamos la actuación de la convencional constituyente María Rivera (representante del MIT, sección chilena de la LIT-CI), la respuesta se centra en atacarla y, en ese marco, atacar la política de la LIT-CI en Chile y en Argentina. Por la gravedad de los conceptos políticos que ese artículo expresa, es necesario continuar la polémica.

Alejandro Iturbe, Camila Ruz (MIT Chile), Iván Rabochi (PSTU – A)

Queremos evitar que se desarrolle solo como un “fuego cruzado” de citación de hechos. También rechazamos el método de deformar los hechos y falsificarlos. Por el contrario, nos parece que debemos debatir sobre la consideración general de las políticas desarrolladas por el MIT, por un lado, y el PTR (organización chilena de la FT), por el otro, y un balance de esas políticas.

¿Qué es una revolución?

Acá surge ya un primer debate: ¿en Chile hay un proceso revolucionario iniciado en octubre de 2019? Para nosotros sí. Para esa definición, tomamos el criterio utilizado por León Trotsky en el Prólogo de su libro Historia de la Revolución Rusa:

El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado […] está por encima de la Nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio […]. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención crean un punto de partida para un nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda el proceso histórico. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos (destacados nuestros)[2].

Sobre la base de estas consideraciones de Trotsky, es evidente que en octubre de 2019 se inició en Chile un proceso revolucionario. Podemos y debemos analizar sus debilidades objetivas y subjetivas (como la ausencia de organismos de doble poder, la extrema debilidad de una alternativa de dirección revolucionaria o las ilusiones en la democracia burguesa de las masas) porque la burguesía y sus agentes en el movimiento las utilizan para tender trampas que intentan desviar y frenar ese proceso revolucionario. Pero solamente a partir de esta comprensión general es que una organización revolucionaria puede orientarse, tanto en el curso profundo de los acontecimientos como en cada uno de los momentos específicos, para evitar que sea desviado, y avance. Lo que incluye, como una cuestión esencial, el combate a esas trampas. Es lo que intentan hacer el MIT y la LIT-CI.

Por el contrario, para la FT lo que ocurrió en Chile hace más de dos años y medio es apenas “la rebelión popular de octubre del 2019”. Es a partir de esta consideración conceptual (a nuestro modo de ver equivocada y diferente de la que hemos visto en el texto de Trotsky) que la FT evalúa todos los hechos y su propia política táctica y estratégica frente a ellos.

Esta profunda diferencia entre la LIT-CI y la FT no es nueva ni aparece recién con Chile: lleva más de una década y se expresó con mucha claridad en la caracterización, la política y las conclusiones sobre los procesos revolucionarios en el mundo árabe, iniciados con el que llevó al derrocamiento del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali y su régimen, en enero de 2011, y luego se extendió a otros países de la región[3].

Antes de octubre de 2019

El proceso que estalló en octubre de 2019, en Chile, no salió de la nada: significó un salto sobre expresiones de lucha que se habían manifestado en años anteriores (como las rebeliones estudiantiles o las protestas contra la estafa de la jubilación privada), que fue detonado por un hecho aparentemente menor (el aumento del precio del transporte público). Había una gran bronca acumulada contra la herencia de la dictadura de Augusto Pinochet y el régimen político constitucional pactado cuando el dictador salió del poder. La expresión de ello fue la consigna: “No son 30 pesos, son 30 años”.

Tal como dice Trotsky, no se puede prever el día y la hora en que va a estallar el inicio de la revolución. Sin embargo, sí pueden analizarse las contradicciones y los procesos que van en esa dirección e intentar impulsarlos. Fue lo que hizo el MIT, en la medida de sus posibilidades. Antes de octubre de 2019, el centro de su actividad era el desarrollo de campañas de agitación y propaganda alrededor de consignas que buscaban responder a los reclamos y necesidades de los trabajadores y las masas y de la necesidad de una revolución en el país (lo que los trotskistas llamamos un programa de transición). Alrededor de esa actividad intentaba impulsar un reagrupamiento de los activistas obreros, populares y juveniles[4].

El PTR también desarrollaba agitación y propaganda sobre la necesidad de una revolución. Pero lo hacía alrededor del eje de actividad para obtener su legalización e impulsar la formación de un frente electoral de izquierda (sobre el modelo del FIT-U argentino), en la perspectiva de las elecciones presidenciales y legislativas que estaban convocadas para noviembre de 2021.

Nuevamente, para evitar falsas polémicas, expresamos claramente que ni la LIT-CI ni sus secciones padecen de cretinismo antielectoral y antiparlamentario. Consideramos totalmente correcto que una organización revolucionaria busque su legalización para intervenir en las elecciones burguesas y, si fuera el caso, tener parlamentarios. Lo que decimos es que, tal como decía Lenin, esa actividad solo debe ser “un punto de apoyo secundario” para el impulso y la participación en la lucha de clases y nunca el eje central de la actividad de una organización revolucionaria.

Durante los meses más agudos del proceso

Dejemos de lado, por un momento, el debate sobre si lo que estalló en octubre de 2019 fue el inicio de un proceso revolucionario o solo una rebelión. Lo cierto es que se mantuvo con fuerza e intensidad durante cuatro meses, hasta que sufrió el impacto de la pandemia de coronavirus.

En esos cuatro meses, el MIT jugó todas sus fuerzas para intervenir, impulsar e intentar ayudar a orientarlo políticamente y organizarlo. Durante las concentraciones, su columna se ubicaba siempre en el centro de la Plaza Dignidad, en Santiago, y María Rivera, su principal figura pública, lanzaba sus propuestas con un megáfono. Incluso una foto de la plaza, donde se destaca la bandera del MIT, fue difundida en el mundo, por diversos medios.

Al mismo tiempo, intentaba organizar, impulsar y coordinar las incipientes Asambleas Populares que surgían en los barrios de Santiago y otras ciudades del país (embriones de organismos del proceso), centralizar la Primera Línea (los jóvenes que ponían el cuerpo al enfrentamiento con la represión) y ligarla a la Asambleas. Finalmente, impulsar el ingreso organizado de la clase obrera en el proceso a través de los militantes que el MIT tenía en las empresas mineras, metalúrgicas, portuarias, etc. Luego veremos separadamente la actividad de María Rivera como defensora de los presos políticos que esa lucha iba cobrándose.

El PTR también intervino en este proceso, especialmente en la región de Antofagasta (norte del país). Aunque mantuvo el eje de obtener su legalización electoral y la tarea principal de sus militantes en Santiago era obtener afiliaciones para ello. La orientación con centro en los procesos electorales continuó. En agosto de 2021, el PTR realizó su IV Congreso en el que “se reafirmó la política de impulsar un Frente de la izquierda anticapitalista, así como fortalecer la apuesta de diversas candidaturas de trabajadores y trabajadoras, con un programa socialista y revolucionario, hacia las elecciones que se realizarán en noviembre”[5].

Leyendo el artículo en su conjunto, el razonamiento es el siguiente: hubo una gran rebelión pero ya pasaron sus efectos; por eso, “nosotros seguimos en la misma”: nuestro eje son las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2021. Como dijimos, tenemos un debate sobre la caracterización del significado de octubre de 2019 (¿fue el inicio de un proceso revolucionario o solo una fuerte rebelión?). Pero incluso si la caracterización del PTR/FT fuera correcta (solo una fuerte rebelión) su política frente a las elecciones para la Convención Constitucional sería igualmente equivocada. Un tema que retomaremos más adelante.

La Convención Constitucional

Vayamos ahora a un tema muy importante en este debate: la convocatoria a la Convención Constitucional [Asamblea Constituyente] luego de la victoria del “Apruebo” (que se convocara a la Convención Constitucional) en el plebiscito realizado en octubre de 2020, que comenzó a sesionar el año siguiente y continúa en la actualidad. ¿Esta convocatoria fue “un triunfo parcial” (o deformado), como sostienen el MIT y la LIT-CI, o es solo “una trampa” de la burguesía, como afirman el PTR y la FT?

Para responder a esta pregunta debemos partir de que una mayoría del pueblo chileno odiaba al gobierno de Sebastián Piñera y lo veía como una expresión del régimen político constitucional y económico heredado de la transición pactada para salir de la dictadura. Un régimen que ninguno de los gobiernos posteriores, fueran estos de la derecha o de la Concertación, había tocado. Por eso, esa mayoría del pueblo chileno aspiraba derribar a Piñera y cambiar la Constitución. Un sentimiento que estalló en octubre de 2019 y que se expresó en el “son 30 años”.

El gobierno de Piñera (y los sectores burgueses que expresaba), por supuesto, no querían irse ni tampoco querían una nueva constitución. La fuerza del proceso iniciado en octubre de 2019 les impuso la realización del plebiscito de 2020. Frente a él, impulsaron el rechazo a la convocatoria de la Convención pero fueron ampliamente derrotados: incluso en plena pandemia, 78% de los participantes votó por la realización de la Asamblea Constituyente.

Con justicia, las masas chilenas sintieron que habían logrado un primer triunfo de la lucha iniciada en octubre de 2019. Un triunfo parcial (o deformado) porque podría discutirse y redactarse una nueva constitución pero seguía el gobierno de Piñera. Así lo caracterizaron el MIT y la LIT-CI. Por su parte, con total sectarismo hacia ese justo sentimiento de las masas, el PTR y la FT les decían que “habían caído en una trampa” de la burguesía.

Detengámonos un poco en este punto. Es cierto que otros sectores burgueses, ante la certeza de que no podrían impedir su convocatoria, comenzaron a trabajar por transformarla en una trampa para desviar el proceso revolucionario iniciado en octubre de 2019 hacia este mecanismo de la democracia burguesa, apoyándose en las ilusiones de las masas chilenas.

Por ejemplo, la Concertación llamó a votar por el “Apruebo”. Después de su convocatoria y la elección de los convencionales, estableció un acuerdo tácito con los sectores expresados por el gobierno de Piñera para evitar que fuese una “convención soberana”, es decir, que asumiese como la única institución de gobierno y pudiese redactar desde cero una nueva constitución. Como parte de eso, acordaron los reglamentos antidemocráticos de qué cosas podían cambiarse o no de la vieja constitución. Con una verborragia que intentaba ser diferenciada, el PC (Partido Comunista) acompañaba esa política.

Por eso, al mismo tiempo que caracterizábamos un “triunfo parcial” denunciábamos la “trampa”. En diciembre de 2020, el MIT afirmaba: “Hemos ganado una batalla, pero no la guerra. Los enemigos del pueblo (los grandes empresarios y sus partidos políticos) se están reorganizando. Con el Proceso Constituyente quieren ganar tiempo. Ahora están discutiendo la mejor forma de engañar al pueblo al paso que reprimen a los que siguen luchando”[6].

Una política de la burguesía que acabó siendo exitosa: la Convención acabó por ser esterilizada y, en ese sentido, transformada en un callejón sin salida para las reivindicaciones y aspiraciones de las masas. Ningún revolucionario podría esperar otro final de una institución de la democracia burguesa. Pero eso no elimina el hecho de que su convocatoria haya sido un triunfo parcial de la lucha y que el eje del debate político del país y de las masas giró alrededor de la convención. Era una obligación de los revolucionarios tomarla como un centro para intervenir en este proceso y así acompañar e impulsar la necesaria experiencia de las masas con ella, y disputar su conciencia.

La Lista del Pueblo

Una de las críticas más duras que hace el artículo del PTS es sobre la participación del MIT y de María Rivera en la Lista del Pueblo, en las elecciones para la Convención, en lugar de hacerlo a través del PTR, que había conseguido su legalidad e hizo llegar esa propuesta al MIT. Para el PTS/PTR, la Lista del Pueblo era “una lista reformista-populista” y no un “reagrupamiento de activistas con una política independiente a los 30 años del viejo régimen de transición, mucho menos algún fenómeno de vanguardia obrera”. La conclusión es que “el MIT conquistó su convencional de forma oportunista” y no a través de “una intervención política independiente”.

Como muchas veces ocurre en los debates con el PTS, se hace necesario aclarar el contexto y los hechos de la formación de la Lista del Pueblo y por qué esa fue la táctica electoral que impulsó el MIT. Las movilizaciones iniciadas en octubre de 2019 (cualquiera sea la definición que se dé al proceso) tuvieron un carácter de lucha popular: en general, la clase obrera no participó de forma organizada aunque sí lo hacían muchos trabajadores. Es una característica que se ha dado en numerosas luchas de este siglo, en varios países. Muchos jóvenes obreros “se cuidaban” en sus empresas para no perder el trabajo y, fuera de ellas, se organizaban para luchar en la Primera Línea. Por supuesto, para los revolucionarios es mejor una participación central de la clase obrera como tal e intentamos impulsarla. Sim embargo, tal como decía Trotsky: “A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda el proceso histórico”.

En el marco de estas características del proceso de octubre de 2019, en la Plaza Dignidad y en otros lugares, aparecían activistas, algunos de los cuales ganaron popularidad e influencia. Fue el caso de la pintoresca Tía Pikachu, que luego decidió postularse como candidata a convencional, se integró en la Lista del Pueblo y resultó electa por su distrito. Pero también hubo muchos otros activistas de esa lucha, menos pintorescos, que también decidieron postularse y querían hacerlo como “independientes”.

Para el MIT y la LIT-CI, era el fenómeno más progresivo frente a la elección de convencionales porque, con sus virtudes y defectos, expresaba el proceso de luchas iniciado en octubre de 2019. La táctica de formar la Lista del Pueblo estuvo destinada a impulsar la expresión política electoral de ese fenómeno y, en ese marco, intentar ganar a esos activistas (y su base electoral) para un programa revolucionario.

La Lista del Pueblo no tenía ese programa y solo había coincidencias sobre algunos aspectos básicos: la reivindicación de la lucha iniciada en octubre de 2019, el repudio al régimen existente y al gobierno de Piñera, y la necesidad de una nueva constitución votada por una Convención soberana. Sobre muchas otras cuestiones de fondo no había acuerdo entre sus candidatos.

Al mismo tiempo, el sistema de elección de los convencionales (solo se los votaba en sus respectivos distritos) hacía que cada uno desarrollara su propia campaña y sus propuestas sobre estas cuestiones. Fue lo que hizo María Rivera en el Distrito 8 de Santiago: durante su campaña electoral presentó un “programa de transición” que, en el marco de propuestas de lucha que respondían a las reivindicaciones y necesidades de los trabajadores y el pueblo chileno, comenzaba por ¡Fuera Piñera y todos ellos! y terminaba con la consigna ¡Trabajadores/as al poder por la vía de la revolución![7].

Sobre la base de todas estas consideraciones, reivindicamos como totalmente correcto haber impulsado la táctica de formar la Lista del Pueblo para las elecciones para la Convención. Creemos que sus resultados electorales confirman lo acertado de esta táctica ya que, tal como reconoce el artículo del PTS, La Lista del Pueblo conquistó 27 convencionales con cerca de 1 millón de votos en la Convención” (entre los cuales estuvo María Rivera). Es decir, fue una herramienta electoral útil para agrupar y politizar una franja de la vanguardia surgida en octubre de 2019 y así disputar una franja del electorado no solo con la burguesía sino también con la izquierda aliada a la burguesía y/o burocrática (el PS integra la Concertación junto con la Democracia Cristiana, y el PC se alió con el Frente Amplio en la lista Chile Digno). 

Por su parte, el PTR obtuvo 87.000 votos en nivel nacional y no eligió ningún convencional. Nuevamente, para evitar falsas polémicas: es común que, en muchos casos, las organizaciones revolucionarias obtengamos pocos votos en las elecciones burguesas. Sin embargo, igual nos presentamos para difundir nuestro programa y construirnos. Pero en estas elecciones había un fenómeno muy progresivo que expresaba las luchas de 2019 y sus reivindicaciones (la Lista del Pueblo), lo que nos permitía ampliar muchísimo esa audiencia. Eso era lo que había que impulsar, politizar y disputar. Pero, atado al esquema que venía desde Argentina (formar un FIT-U), el PTR darle la espalda a este fenómeno y combatirlo. Fue un error táctico muy grave, más aún en la visión de la FT de la importancia de los resultados electorales en el reagrupamiento de la vanguardia. 

En este punto, antes de abordar otros en debate, nos parece importante hacer un balance de la dinámica de ambas organizaciones en todo este tiempo. Antes del estallido de octubre de 2019, el PTR tenía mayor cantidad de militantes que el MIT, aunque se enfocaban en diferentes sectores: el PTR concentraba su trabajo en los medios universitarios mientras el MIT intentaba construirse en las estructuras obreras, especialmente entre los trabajadores mineros, y en las barriadas populares. Luego de estos dos años y medio, el PTR sigue prácticamente igual, mientras que el MIT no solo tuvo un crecimiento importante sino que ganó mayor influencia y abrió un diálogo con un sector, pequeño pero real, de la vanguardia obrera, popular y juvenil que participó del proceso iniciado en octubre de 2019.

Finalmente, para cerrar este tema, cuando un sector de convencionales electos por la Lista del Pueblo comenzó a armar un proyecto de transformar la lista en una organización política permanente que se integraría al “sistema”, el MIT rompió con ella. En ese momento, el MIT expresó en un artículo: “para nosotros lo más importante es el programa que defienden los partidos/organizaciones y qué intereses defienden dentro de la sociedad”[8]. Lo cierto es que María Rivera actuó en la Convención de modo completamente independiente, denunciando, por un lado, la “trampa institucional” y, por el otro, realizando acuerdos concretos con convencionales que se mantenían independientes, para impulsar luchas como la nacionalización/estatización de la minería (principal rama de la economía chilena) o la defensa de los derechos del pueblo mapuche.

La elección de María Rivera y su actuación en la Convención

Creemos necesario profundizar sobre este tema: el PTS/PTR dice que ella resultó electa de “forma oportunista” (algo que el MIT y la LIT-CI estaríamos intentando “ocultar”) y que casi no se la ha visto en luchas reales”. Con estas consideraciones, el PTS/PTR excede las críticas que surgen de las diferencias que tienen con la política que defiende María (e incluso con las tácticas que derivan de ella). Demuestran un profundo desprecio por la trayectoria de una militante que (más allá de las diferencias que tengan con ella, con su partido y con la corriente a la que pertenece) lleva décadas de lucha al servicio de la clase obrera. Es una actitud que nos indigna: usted pueden escribir lo que quieran en sus artículo periodísticos pero no podrían defenderlo un minuto en una asamblea de familiares de presos políticos chilenos, de quienes estuvieron en la Primera Línea o en las muchas estructuras obreras a las que nuestra camarada estuvo ligada.

María tiene 64 años. Comenzó a militar a los 12 en apoyo, como muchos jóvenes chilenos, por la candidatura de Salvador Allende. Dos años después, se hace activista en su escuela secundaria, como parte del FER (Frente de Estudiantes Revolucionarios, ligado al MIR-Movimiento de Izquierda Revolucionaria). En 1980, es detenida por la CNI (Central Nacional de Informaciones), el servicio de inteligencia de la dictadura de Pinochet y queda presa en el cuartel Borgoño, uno de los mayores centros de detención y tortura de la dictadura, del cual es sobreviviente. En 1983, junto con sus hijos, se exilia en Argentina, país en el que ingresa a las filas del MAS (Movimiento al Socialismo) donde milita, entre otros lugares, en barrios obreros de Lanús, durante siete años. En 1990, puede regresar a Chile y, desde entonces, es activa constructora de las organizaciones de la LIT-CI.

En 2004 es reconocida como “sobreviviente de prisión política y torturas” durante la dictadura. Después, ya como activista por los DDHH, decide utilizar su beca por la reparación para estudiar Derecho. En 2008, es fundadora de la Defensoría Popular, organización de abogados que atiende sin costo a víctimas de la represión policial y estatal. En 2010, se gradúa como abogada y se transforma en una de las principales figuras defensoras de presos políticos y víctimas de la represión, muy querida y respetada por numerosos activistas sindicales, juveniles y populares.

El proceso de lucha iniciado en octubre de 2019 la encontró “al pie del cañón”, como parte de la columna del MIT en la Plaza Dignidad, donde su figura se destacaba agitando con un megáfono. Al mismo tiempo, redobló su actividad como abogada al tomar la defensa de muchos miembros de la Primera Línea, detenidos y presos por la represión del gobierno de Piñera. Incluso en plena pandemia, arriesgó su salud al ir permanentemente a las cárceles (donde el coronavirus se expandía aceleradamente) para atender a quienes defendía. Muchos de ellos defendieron y apoyaron su candidatura a convencional frente a quienes la acusan de “oportunista”.

Se presentó como candidata a convencional por el Distrito 8 de Santiago que, con 1,5 millón de habitantes, es el más grande del país y donde se encuentran varias comunas obreras y populares. En ese distrito, su candidatura fue apoyada por más de 5.000 firmas y obtuvo más de 16.000 votos, una de las votaciones individuales más altas de ese distrito. María fue electa por su trayectoria de luchadora y, especialmente, por la actividad desplegada a partir de octubre de 2019. Su integración a la Lista del Pueblo se hizo por consideraciones políticas. No tuvo nada de “oportunista”: hubiera sido electa en cualquier lista que integrase.

Hemos dicho que las consideraciones del artículo del PTS exceden el debate de diferencias políticas. Nos da la impresión de que expresa diferentes criterios de clase para evaluar los hechos; en este caso, la elección como parlamentarios de luchadores obreros y de izquierda. Por ejemplo, tal como cita el propio artículo del PTS, más allá de las diferencias que tengamos con este partido, el PSTU de Argentina y la LIT-CI expresamos que «la elección, por primera vez, de un trabajador y diputado de origen indígena como Alejandro Vilca es digna de conmemoración». De la misma forma, conmemoramos la buena votación del FIT-U y la elección de otros diputados. Pero parece que, para el PTS, como María no fue electa por la lista del PTR dejó de ser una gran luchadora y pasó ser una “oportunista”, “gritona y charlatana”.

No obstante, parece que la burguesía, la derecha y los órganos represivos de Chile no opinan lo mismo. Desde octubre de 2019, ha recibido numerosas amenazas de muerte[9] y la comandancia de Carabineros presentó contra ella una denuncia por el supuesto delito de “sedición”. El medio digital El Líbero publicó un artículo apoyando esta acusación: María Rivera es “La abogada que impulsó el quiebre en Carabineros para derrocar al gobierno y que ahora quiere ser constituyente”. No es cualquier medio: es editado por una sociedad cuyos cinco socios fundadores son Hernán Büchi B., Gabriel Ruiz Tagle, Eduardo Sepúlveda M., José Antonio Guzmán A. y Carlos Kubick O., economistas y empresarios integrantes de la “crema” de la burguesía formada con Pinochet y que se mantuvo en estos 30 años (Piñera es parte de esa “crema”)[10].

El ejemplo del Brasil

El debate que estamos realizando no se limita a Chile y a la Argentina: es un debate general de concepciones que incluye, por un lado, los criterios para caracterizar los procesos de lucha y, por el otro, cuál debe ser el centro de la actividad de una organización revolucionaria para construirse, ayudar al reagrupamiento y al desarrollo de la conciencia de los activistas y luchadores, y avanzar en la superación de la crisis de dirección revolucionaria.

Para la LIT-CI y sus secciones, la actividad central debe ser la agitación y la propaganda revolucionarias ligadas a las luchas y a los procesos profundos de la clase obrera y las masas. En ese marco, la actividad electoral y parlamentaria es, como decía Lenin, un punto de apoyo secundario al servicio de ese centro. Para la FT y sus secciones, para desarrollar la agitación y la propaganda, el centro ha pasado a ser la actividad electoral y parlamentaria, sacar muchos votos, y elegir diputados. En función de ello, ha transformado en su propuesta principal la formación de frentes electorales de izquierda (o partidos-frente) que, si se concretan, acaban teniendo un perfil “anticapitalista”: es decir, de unidad de los revolucionarios con los reformistas “honestos” (a veces, no tanto).

Esta concepción y política se expresó con claridad y sin ambigüedades en el Brasil. En este país, la FT había logrado construir una organización inicial (la LER, Liga  Estrategia Revolucionaria) que, desde los medios universitarios, buscaba expandirse a la clase obrera. En el contexto de importantes luchas contra el gobierno de Dilma Rousseff, del PT (que el PSTU brasileño impulsaba con fuerza de modo directo y a través de su influencia en la CSP-Conlutas), la LER cambió su nombre por el de MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores).

La actividad inicial central del MRT fue el desarrollo de una campaña para ingresar al PSOL (Partido Socialismo y Libertad), un partido-frente electoral del que participan varias organizaciones que se reclaman trotskistas pero que es dirigido por sectores ultrarreformistas y proburocráticos ligados al PT de Lula. Hasta aquí, podría tratarse apenas de una táctica para entrar al PSOL, crecer un poco, y salir fortalecidos.

Sin embargo, ese no era el razonamiento del MRT/FT. En el “Manifesto do Movimento Revolucionário de Trabalhadores, em campanha pelo #MRTnoPSOL”, se afirma:

“El PSOL es un partido que, por encima de todo, en las últimas elecciones, con la candidatura de Luciana Genro y diversos diputados, apareció como una alternativa a la izquierda del PT para un importante auditorio de masas. Luciana tuvo 1,6 millones de votos como una importante expresión del combate a los sectores más conservadores de la política brasileña”. Por eso, la propuesta del MRT es “luchar con nuestras ideas revolucionarias dentro del PSOL para construir una fuerte alternativa de los trabajadores”. Por el contrario, “el PSTU, a pesar de levantar puntos correctos de programa, viene renunciando a presentarse como verdadera alternativa, cada vez más restricto a un sindicalismo que agita en la propaganda la ‘huelga general’, pero no da una respuesta a la crisis del PT ni a la lucha de clases” (traducción nuestra).

En otro material, el MRT caracteriza que, por la diferencia en los votos obtenidos por ambos partidos en las elecciones, “lo que debemos tener claro es que la tendencia es la emergencia política del PSOL frente a la crisis del PT y que el PSTU se consolida como una secta grande sindicalista que desaparece del terreno político”, a pesar de reconocer que “en la CSP-Conlutas están los sindicatos antigobernistas del país”[11].

Pasemos en limpio el razonamiento del MRT/FT: lo importante para tener peso político y “ser alternativa” en la vanguardia y el activismo obrero y popular es obtener muchos votos y diputados. Por el contrario, si se tiene peso de dirección en la central en la que se agrupan los sindicatos que luchaban contra el gobierno del PT (es decir, peso estructural y organizativo en la clase trabajadora) pero se sacan pocos votos, un partido se convierte en una “secta sindicalista grande” sin futuro político.

El MRT no consiguió su ingreso al PSOL pero permaneció “satelitando” varios años alrededor de este partido. La realidad le dio un duro golpe a esta concepción y a esta política: el PSOL fue girando cada vez más a la derecha y aproximándose al PT de Lula, a punto tal que en las próximas elecciones presidenciales ni siquiera presentará candidato propio sino que apoyará la fórmula de Lula y Geraldo Alckmin (un hombre proveniente de la derecha tradicional que, cuando fue gobernador del Estado de San Pablo, reprimió con dureza las luchas).

Como seguir acompañando al PSOL ya era “infumable”, el MRT dio un giro y ahora participa del Polo Socialista y Revolucionario, la propuesta electoral que encabeza el PSTU brasileño. Parece, entonces, que el partido de la LIT-CI dejó de ser una “secta sindicalista grande” sin futuro político.

Finalmente, Argentina

A diferencia de Chile y Brasil, donde la política de la FT fue derrotada por la realidad, en Argentina le está dando buenos resultados: la influencia electoral del FIT-U crece, elige varios parlamentarios y, en ese marco, el PTS (la organización más fuerte del FIT-U) seguramente amplía su audiencia y su militancia.

La conclusión del PTS es: “Todo eso fue conseguido mediante la agitación de un programa anticapitalista y socialista… que muestra a la izquierda que es posible lograr influencia en sectores amplios de la vanguardia (en perspectiva de masas) sin rebajar el programa anticapitalista…” en la perspectiva de “la construcción de un frente único obrero para derrotar los ajustes y el acuerdo del FMI y abrir un camino en la movilización independiente de la clase trabajadora y el pueblo” […] “Esa es la estrategia que marca la actuación del PTS en el FIT y sus tribunas parlamentarias: desarrollar la movilización y preparar el frente único para la lucha contra el acuerdo del FMI, sosteniendo una política independiente a los bloques capitalistas de la derecha y el peronismo”.

En los artículos citados al inicio se desarrolla la crítica a que el programa “anticapitalista” que agitan el PTS y el FIT-U es, en realidad, un programa rebajado que no levanta claramente la necesidad de una revolución contra el régimen democrático burgués. Aquí queremos enfocarnos en la relación entre los procesos de lucha y la acción electoral y parlamentaria de los revolucionarios.

Para nosotros, como dijimos, lo central son los procesos de lucha, y la acción electoral- parlamentaria debe estar a su servicio. Para el PTS, como mínimo en su actividad concreta, es al revés. En ese marco, se da el debate sobre cómo se avanza en la construcción de un “frente único para la lucha contra el acuerdo del FMI”.

Un hecho reciente nos permite ver con claridad las diferencias entre nuestras políticas. El Congreso argentino votaba la aprobación del acuerdo que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner había firmado con el FMI. No era una cuestión menor sino esencial: el acuerdo reafirmaba y profundizaba la dependencia semicolonial del país con el imperialismo y el carácter del Congreso como una institución al servicio de ello.

Fuera del Congreso se desarrolló una importante movilización popular que intentó impedir esa aprobación (incluso hubo ataques con piedras a ventanas de oficinas de parlamentarios), que acabó siendo duramente reprimida. Para cualquier luchador, ya no socialista sino antiimperialista, con sangre en las venas, era absolutamente claro que ese era el centro de actividad de los revolucionarios y que la acción de los parlamentarios revolucionarios debía estar al servicio de esto. Al mismo tiempo, esa movilización era una palanca concreta para avanzar en la construcción de un “frente único para la lucha contra el acuerdo del FMI”.

El PTS, por supuesto, llamó a esa movilización y su columna estuvo presente en ella. Pero su política profunda era que sirviera como un elemento de presión para la acción de sus parlamentarios, lo que caracterizan como “las duras luchas políticas en que intervienen nuestros diputados en el Parlamento, en las que han tenido decenas de cruces y duros debates con representantes de los bloques capitalistas, ya sea la derecha o el peronismo, como la denuncia al acuerdo con el FMI…”.

Pero, por el carácter de institución semicolonial del Parlamento argentino, esa batalla estaba perdida de antemano y ningún “duro debate” cambiaría esa realidad. Si algo podía impedir la votación favorable al acuerdo con el FMI era la movilización y la lucha que se desarrollaba fuera del Congreso, y los diputados del FIT-U debían poner su acción al servicio de esa lucha y no seguir, como si nada, con su duro debate parlamentario.

Los diputados del FIT-U no hicieron nada de eso. Por eso, tiene razón el artículo del PSTU argentino que critica su actuación de ese día y expresa que debían al menos hacer algo como lo que hizo Zamora en 1991 cuando repudió la presencia de Bush en el Congreso” (y por eso fue expulsado a empujones del recinto) o “haber hecho un escándalo cuando empezó la represión y presentar una moción de que se levante la sesión”[12]. Los diputados del FIT-U no hicieron nada de eso. Incluso, como señala este último artículo “hasta una quema de cubiertas (que no deja de ser un acto simbólico) generó rechazo de las fuerzas del FIT-U”.

Entonces, camaradas del PTS, estamos discutiendo una cuestión muy profunda: dos concepciones sobre cuál es el camino para avanzar hacia una estrategia de revolución socialista y, en ese camino, cómo avanzamos en la construcción de una alternativa de dirección revolucionaria. ¿Es el camino de impulsar e intervenir en las luchas, y la actividad electoral y parlamentaria debe ser puesta como un punto de apoyo secundario a esta tarea, como sostiene la LIT-CI? ¿O el centro de la actividad actual debe ser la acción electoral y parlamentaria, y allí reagrupar a la vanguardia como algo previo a un verdadero impulso de las luchas como sostiene en los hechos el PTS/FT?

Como vimos, esta orientación fracasó en Chile y en Brasil. Sin embargo, es en la Argentina, donde el FIT-U gana peso electoral y parlamentario, donde se vuelve mucho más peligrosa, porque acaba siendo un factor que frena el desarrollo de las luchas reales, como en este enfrentamiento contra la aprobación del acuerdo con el FMI y, por lo mismo, frena el avance en la construcción de una verdadera alternativa de dirección revolucionaria.

Notas:

[1] El artículo del PTS puede verse en: https://www.laizquierdadiario.com/La-LIT-y-la-perdida-de-la-brujula-estrategica-Para-que-intervenir-en-elecciones-y-el-parlamento; los artículos de la LIT-CI en: Argentina | La adaptación de los diputados del FIT-U al parlamento burgués – LIT-CI (litci.org) y Argentina | ¿Cómo había que enfrentar el acuerdo con el FMI? – LIT-CI (litci.org)

[2] Tomado de la versión Leon Trotsky (1932): Historia de la Revolución Rusa, Tomo I. (marxists.org)

[3] Sobre este debate, recomendamos leer el artículo de Alejandro Iturbe “En defensa de la revolución permanente” publicado en la revista Marxismo Vivo Nueva Época No 3 (Ediciones Marxismo Vivo, San Pablo, Brasil, 2013).

[4] Ver, entre otros artículos de la página del MIT y de la LIT-CI: https://www.vozdelostrabajadores.cl/que-pasaria-no-acabamos-con-el-capitalismo

[5] https://www.laizquierdadiario.cl/spip.php?page=voice&id_article=204723

[6] https://litci.org/es/que-podemos-esperar-del-proceso-constituyente/

[7] María Rivera, una candidata independiente y revolucionaria a la Constituyente – LIT-CI (litci.org)

[8] https://litci.org/es/chile-la-crisis-en-la-lista-del-pueblo-y-la-salida-del-mit/

[9] https://litci.org/es/declaracion-del-mit-sobre-la-persecucion-a-nuestra-camarada-maria-rivera/

[10] https://litci.org/es/64805-2/

[11] Para conocer este debate de conjunto, recomendamos leer: Brasil: la capitulación del MRT al frente popular – LIT-CI (litci.org)

[12] Argentina | ¿Cómo había que enfrentar el acuerdo con el FMI? – LIT-CI (litci.org)

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