La nueva ley antiLGBTI+ en Rusia: cuando la opresión capitalista se encuentra con la “tradición” estalinista
El lunes 5 de diciembre, el dictador ruso Vladimir Putin promulgó la llamada “Ley contra la propaganda LGBTI+”, aprobada a finales de noviembre y por unanimidad por la Duma (Cámara Baja del Parlamento). El decreto amplía la legislación anterior (de 2013) que ya penalizaba la publicación y difusión de libros, películas, anuncios publicitarios y otros materiales públicos, incluso online, para niños, con informaciones sobre orientaciones sexuales e identidades de género consideradas “no convencionales”. Ahora, la restricción también es válida para adultos. En otras palabras, para toda la población.
Por Wilson Honorio da Silva
En la práctica, la ley prohíbe cualquier manifestación pública que aborde algo diferente de la heterosexualidad y el cisgenerismo (identificación con el género atriubuido al nacer). Y lo que se puede esperar es un aumento generalizado de la represión. “Cualquier propaganda de relaciones sexuales no tradicionales tendrá consecuencias”, escribió Vyacheslav Volodyn, presidente de la Duma, en su perfil de Telegram el 23 de noviembre, cuando se aprobó la ley.
Entre los castigos previstos, hay multas de hasta 400.000 rublos (alrededor de 7.000 dólares para personas físicas) a 5 millones de rublos (U$S 54.000 para empresas, que también pueden ver suspendidas sus actividades durante 90 días). Los extranjeros que violen la ley pueden ser detenidos por 15 días y expulsados del país.
Calificar todo esto de absurdo es quedarse corto. Es literalmente un crimen. Un crimen en un país donde, oficialmente, la “homosexualidad” fue despenalizada en 1993, pero la represión a las LGBTI+ no ha hecho más que intensificarse, principalmente después de que Putin asumiera el poder en 2000.
Un crimen cuyas raíces hay que buscar tanto en la intensificación de los discursos y prácticas machistas, racistas, LGBTIfóbicas y xenófobas que han acompañado la crisis del capitalismo y de la propia Rusia (particularmente en el contexto de la guerra contra Ucrania), como en las nefastas tradiciones de la burocracia estalinista, nunca abandonada en el país, incluso después de que esta misma camada burocrática restaurara el capitalismo.
Por eso, además de discutir la legislación, en este artículo rescataremos lo que los marxistas revolucionarios, es decir, los bolcheviques, defendían en relación al tema.
La opresión al servicio de la explotación, el control social y también la guerra
Cada vez que hablamos de Rusia, debemos empezar por afirmar que no estamos ante un país comunista. Es necesario reafirmar que, hace mucho tiempo, se restauró el capitalismo en ese país que, en las últimas décadas, ha sido administrado de manera dictatorial, tanto por sectores de la vieja burocracia estalinista que traicionó y destruyó los ideales de la Revolución de 1917, como por nuevas capas capitalistas que surgieron de este proceso.
Para saber más, lea artículos como “De la República de los soviets a la contrarrevolución estalinista” , sobre el proceso histórico que llevó al estalinismo al poder, y “Rusia bajo Putin” , que analiza cómo la restauración capitalista, consolidada en la década de 1980, se profundizó aún más con la llegada al poder de Putin, quien instaló un régimen ultrarreaccionario, bonapartista (centralizador del poder) y extremadamente opresivo.
Rescatar esta historia y reafirmar el carácter capitalista de Rusia son necesidades impuestas, no solo porque el gobierno utiliza una supuesta defensa ante las “amenazas imperialistas” como cortina de humo para “justificar” sus crímenes, sino porque este discurso cuenta con la complicidad de organizaciones estalinistas y sectores de la izquierda reformista de todo el mundo, que, por ejemplo, se han puesto del lado de Putin en la guerra genocida contra Ucrania.
Una guerra que, por increíble que parezca, también se utilizó como argumento para aprobar la censura y persecución generalizadas de las LGBTI+. “La operación militar especial tiene lugar no solo en el campo de batalla, sino también en la mente y el alma de las personas” , dijo Alexander Khinshtein, uno de los autores de la ley, al afirmar que la guerra en Ucrania había dado a la propuesta antiLGBTQ+. una “nueva relevancia”.
Según el parlamentario, aprobar la nueva legislación se ha convertido también en una necesidad para contener al movimiento LGBTI+, que, para él, forma parte de la “guerra híbrida” de Occidente para “desestabilizar” a Rusia, siendo así fundamental para “proteger nuestros valores, nuestra sociedad y a nuestros hijos”. Un argumento que, pese a ser bizarro, también estuvo presente en el discurso del presidente de la Duma, Vyacheslav Volodin, quien, tras la aprobación de la ley, dijo que el decreto ayudaría a “proteger” el futuro de Rusia de “la oscuridad difundida por los Estados Unidos y por los Estados europeos”.
Una campaña que tiene como uno de sus más feroces voceros al todopoderoso patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa y uno de los principales aliados de Putin, quien, según un reportaje publicado el 28/03/2022 por el portal AlJazeera, utilizó un sermón para defender la invasión de Ucrania, tomando como ejemplo la Marcha LGBTI+ celebrada en 2021 en la región del Donbass, una de las principales zonas mineras e industriales de Ucrania. “Entramos en una lucha que no tiene un significado físico, sino metafísico”, dijo el líder religioso, afirmando que las marchas son ejemplos de cómo las potencias extranjeras intentan infiltrarse en Ucrania.
Declaraciones como estas son ejemplos de lo que han denunciado las rusas LGBTI+ que ya han sido víctimas del auge de la LGTBIfobia. Es el caso, por ejemplo, de Lyosha Gorshkov, doctora en Ciencias Políticas que impartía estudios de género y de la comunidad LGBT en la Universidad Estatal de Perm (ciudad del Noreste de Rusia), hasta que se vio obligada a exiliarse en Estados Unidos, en 2014.
En declaraciones publicadas en el portal “QUA” , una asociación formada para apoyar a los ucranianos LGBTI+ exiliados en Estados Unidos, el profesor fue categórico al relacionar la opresión con el mantenimiento del régimen instaurado por Putin.
“La persecución de LGBTIQ+ en Rusia es el resultado de una larga campaña para imponer ‘valores tradicionales’ a las personas (…). Vladimir Putin estaba perdiendo su popularidad. Necesitaba desesperadamente recuperar el apoyo de la gente promoviendo los ‘valores tradicionales’ (…). El Estado apuntó al público más sensible, que son los padres (…). Aunque la legislación habla de proteger a los niños, no tiene nada que ver con los niños. El Estado descubrió un nuevo instrumento para suprimir a quienes criticaban públicamente el régimen, la oposición”, escribió el profesor.
Algo que también destaca un artículo publicado por la agencia Reuters, el 05/12/2022, ante la ampliación de la ley: “Esto ocurre cuando el Kremlin ejerce una mayor presión sobre grupos minoritarios y opositores a Putin dentro del país, anulando a los grupos de medios de comunicación independientes y sofocando aún más la libertad de expresión, incluso cuando Moscú intensifica una campaña de una década para promover lo que dice son valores ‘tradicionales’”.
Misma opinión la de Noel Shaida, responsable de comunicación del grupo de defensa de derechos LGBTI+ Esfera, que, al ser aprobada por la Duma, además de destacar también que “las leyes aprobadas hoy encajan perfectamente en el contexto de guerra”, enfatizó que la legislación visa reprimir a cualesquiera sean “desagradables para las autoridades”, tomando a la comunidad como una especie de chivo expiatorio, como denuncia un reportaje publicado por el Correio Braziliense, el 25/11/2022.
La proximidad entre métodos dictatoriales y estalinistas
No es mera coincidencia que los argumentos hagan eco tanto del discurso de odio del bolsonarismo y de otros sectores de la extrema derecha en todo el mundo, como de algunos registros presentes en investigaciones del régimen militar brasileño (1964-1985), como los presentados. en la Audiencia Pública “Dictadura y Homosexualidad en el Brasil”, realizada en 2014 por las Comisiones de la Verdad Nacional y de São Paulo.
“En los documentos oficiales del período, todos aquellos que no encajaban en el patrón heterosexual, y particularmente aquellos que militaban por sus derechos (o, en el lenguaje de los milicoss, ‘proselitizaban la conducta homosexual’), eran caracterizados como responsables de ‘atentados contra la moral y las buenas costumbres’ y los cimientos de la sociedad”, como consignamos en un reportaje sobre el evento (lea el artículo “A face homofóbico da ditadura”).
Sin embargo, aquí en Brasil, paradójicamente, la lógica delirante de los generales y sus compinches tenía el sentido opuesto al desarrollado por Putin y sus aliados. “La homosexualidad era un ‘arma’ que se estaba utilizando para, ‘a través de la degeneración moral y sexual’, promover el ‘compromiso de la juventud a favor de la construcción del comunismo marxista-leninista’”, defendían los militares, como también se discutió en la Audiencia.
A pesar de los significados opuestos, lo cierto es que, además de compartir el carácter dictatorial y reaccionario, agentes de las dictaduras brasileña y rusa también coinciden en otra cosa: utilizar la opresión LGBTIfóbica como parte de un proyecto más amplio de control social y político, siempre en al servicio, por supuesto, de la explotación económica y de la división de la clase y de los que se oponen al régimen. Algo que, en el caso ruso, tiene una larga historia, toda ella arraigada en la contrarrevolución estalinista.
Como veremos a continuación, uno de los tantos logros de la Revolución Bolchevique, en 1917, fue apartar al Estado de todo lo que tenga que ver con la libre expresión de la sexualidad, siempre que no implique violencia o daño. Un logro que fue completamente revertido por el estalinismo, en cuanto la burocracia se consolidó en el poder.
El Código Penal de la ex Unión Soviética de 1934, por ejemplo, comenzó a criminalizar la participación sexual consentida entre hombres adultos (no se mencionaba a las mujeres) y, peor aún, la homosexualidad comenzó a ser asociada con la “decadencia burguesa”, siendo calificada como una “perversión fascista”, contraria a la “decencia proletaria”. Lo que, evidentemente, convertía a las personas LGBTI en “enemigos del Estado”, susceptibles de exilio en Siberia, prisión o ejecución pura y simple bajo los llamados Juicios de Moscú.
Dando como resultado un número nunca conocido de presos y muertos (pero que se cuentan por miles), la legislación se fue reforzando durante las siguientes décadas, asociando siempre la libertad sexual a prácticas “contrarrevolucionarias”, como se evidencia en la edición de 1971 de la Gran Enciclopedia Soviética, donde se define que “la homosexualidad es una perversión sexual (…) una atracción antinatural entre personas del mismo sexo. Ocurre en personas de ambos sexos. Los estatutos penales de la URSS, de los países socialistas e incluso de algunos estados burgueses, castigan la homosexualidad”.
En consecuencia, estas concepciones opresivas y criminales repercutieron en todo el “bloque soviético”, como en la Cuba gobernada por Fidel Castro quien, en la década de 1960, defendió el “carácter patológico de las desviaciones homosexuales”, lo que derivó en la prohibición de pertenecer al Partido Comunista, la destitución de los cargos públicos, el encarcelamiento, la tortura, el envío a campos de trabajos forzados o el exilio de miles de LGBTI+. Un proceso similar al ocurrido en China durante la “Revolución Cultural”, en los años 1960, y en toda Europa del Este.
Para Putin, las vidas LGBTI+ no valen absolutamente nada
Como se mencionó, en 1993, debido a las protestas que recorrieron Europa del Este en el período posterior a la caída del Muro de Berlín en 1989, la burocracia estalinista, ya al frente del proceso de restauración capitalista, se vio obligada a despenalizar la homosexualidad. Sin embargo, como decimos aquí, era una ley “solo para inglés ver”.
Una farsa que se vino abajo por completo con la llegada de Putin al poder, como quedó evidente incluso en el Mundial de 2018, cuando, como en Qatar, las manifestaciones pro-LGBTI+ fueron simplemente prohibidas. Lo que, por cierto, generó una creativa forma de protesta, elaborada por la ONG española LOLA MullenLowe, en una acción que se conoció como “Bandera Escondida”, que reunió a simpatizantes de España, Holanda, Brasil, México, Argentina y Colombia, que estaban siempre juntos, formando un arco iris.
Dejando a un lado las protestas, la situación solo ha empeorado. Y Putin incluso logró convertir la LGTBIfobia en fuente de ganancias. Según un informe de la agencia Reuters del 24/11/2022, por ejemplo, en octubre pasado, la plataforma TikTok fue multada con 3 millones de rublos por “promover videos de temática LGBT” .
Sin embargo, el efecto más concreto ha sido la elevación de la represión y la opresión a niveles aún peores de los que ya existen. “En los canales estatales se presenta a los homosexuales como pervertidos, agentes extranjeros infiltrados o enfermos que hay que curar (…). La homofobia está en todas partes, en la política, en las calles, en el trabajo, en la familia, entre los amigos (…). Es imposible asumirse públicamente y no enfrentar algún tipo de violencia y discriminación en Rusia”, dijo la activista Svetlana Zakharova, del consejo de la “Rusia LGBT Network” [Red Rusa LGBT], en una entrevista publicada en la revista Veja, el 14/08/2018.
Según una encuesta nacional realizada por “Rede” en 2021, 78% de los encuestados reportaron haber enfrentado violencia o discriminación en relación a su identidad de género y/u orientación sexual, siendo casi un tercio de las agresiones cometidas por grupos de vigilantes homófobicos y transfóbicos organizados y, evidentemente, alentados y encubiertos por el gobierno.
Además, la investigación también reveló que los sistemas policiales y judiciales se niegan a investigar este tipo de crímenes, a pesar de la despenalización vigente, cuando no ridiculizan y humillan a las personas que se aventuran a intentar registrar un hecho. Finalmente, las políticas antiLGBTI también han afectado a la población seropositiva, ya que el Estado bloquea la información sobre la prevención del VIH y, en general, se niega el tratamiento a los homosexuales en los pocos centros médicos dedicados a la epidemia.
En el artículo mencionado anteriormente, Noel Shaida, de Esfera, también relató casos en los que los homosexuales fueron detenidos por intercambiar afecto dentro de sus propias casas (siendo denunciados por vecinos que los vieron por la ventana) y destacó otro efecto perverso derivado de la situación: “Ahora, nos enfrentaremos a un estado de decadencia mental de las personas LGBTQIA, ya que es terrible vivir y sentirse extraño y superfluo en todas partes”.
En su informe, el profesor Lyosha también destacó que, hasta 2013, él mismo ya había “sufrido algunos ataques, amenazas y violencia física por parte de la extrema derecha, pero todo eso, antes, fueron solo episodios aislados, no presiones sistemáticas”, como comenzó a suceder después de que se aprobara la legislación, cuando “muchas universidades comenzaron a emplear agentes de los Servicios Federales de Seguridad para supervisar la ‘pureza ideológica’ en los campus”.
En el caso de Lyosha, el agente se llamaba “Yura” y uno de los interrogatorios a que fue sometido es ejemplar de los métodos dictatoriales y estalinistas. “Él comenzó con la ‘vieja letanía’ sobre los enemigos internos y externos del Estado. Me presionó, recalcando que yo tenía un puesto que exigía una colaboración para ‘proteger’ la universidad. Apeló a mi sentido de patriotismo (…). Y, de repente, ‘Yura’ me dijo: ‘Aleksei, si sabes que alguien es comunista, nacionalista, homosexual, ¿me lo dirías? ¿No me lo dirías? (…)”. Y, finalmente, incluso «insinuó gentilmente que debería cooperar para mantener mis ‘libertades‘», escribió Lyosha.
Libertades que, en realidad, ya habían sido confiscadas, pues “Yura” y otros agentes lo vigilaban en todos lados y su apartamento y teléfono comenzaron a ser monitoreados, lo que hizo que el profesor se viera obligado a quitar de la red la página del “Centro de Estudios de Género”, que mantenía como parte de sus investigaciones, limitando su actuación al grupo “Rainbow World” [Mundo Arcoiris], que pasó a la clandestinidad.
“Todas mis actividades pasaron a ser consideradas como acciones de ‘agente extranjero’. A los ojos [del régimen] yo estaba promoviendo la ‘tolerastia’”, recuerda el profesor, refiriéndose a un término creado recientemente a partir de la combinación de las palabras “tolerancia” y “pederastia”, que el régimen creó para designar cualquier forma de diversidad sexual, confundiéndolas con “pedofilia”.
Ante todo esto y temiendo por su vida, Gorshkov, como miles de otros LGBTI+, se exilió en 2014, previendo ya que la situación solo empeoraría. Algo que, lamentablemente, ha quedado demostrado, como atestigua Kseniya Mikhailova, en el ya citado artículo de Veja.
Activista del grupo “Vykhod” (algo así como “Asumiéndose”), Mikhaialova declaró que la ley de 2013 ya había desencadenado una ola de ataques a la comunidad LGBT, pero que, ahora, esto podría convertirse en un verdadero “tsunami”, ya que la enmienda en vigencia “dice que el Estado no está en contra de la violencia contra las personas LGBT”.
Según ella, es probable que solo sobrevivan bares y clubes dirigidos a adultos LGBTI. Y, aun así, prácticamente en la clandestinidad, ya que no podrán realizar ningún tipo de anuncio o propaganda. Un pronóstico similar al que hizo la politóloga Ekaterina Schulmann, al enfatizar que la ley visa prohibir todo aquello que permita que las relaciones o “inclinaciones” LGBTI+ sean consideradas “socialmente aceptables” o “iguales a las llamadas relaciones familiares tradicionales o relaciones sexuales”.
“Las personas –autores, editores o simplemente gente común– pensará dos veces antes de siquiera mencionar algo relacionado con los LGBT” , dijo el estudioso a Reuters, el 24/11/2022, recordando, aún, que la nueva ley amplía enormemente el poder del Roskomnadzor (el temido Servicio Federal de Supervisión de Comunicaciones, Tecnología de la Información y Medios de Comunicación de Masas), que hace mucho ejerce “poderes de policía política” y, ahora, tiene la autoridad y la responsabilidad de controlar todo tipo de información en busca de propaganda LGBT.
Rescatar la Revolución para liberar a Rusia del capitalismo y, también, barrer los escombros estalinistas
Aquí, no cabe discutir el sentido amplio de las traiciones estalinistas y sus efectos socioeconómicos, políticos y culturales, no solo en los países dominados por la burocracia, sino también en lo que se refiere a la revolución mundial.
Sin embargo, es necesario recordar, en primer lugar, que todo lo que sucede en Rusia también sucede en otros países que estuvieron en la órbita del estalinismo y restauraron el capitalismo por las burocracias que los gobernaban con puño de acero.
En Polonia, por ejemplo, el presidente Andrzej Duda tiene la intención de evitar que las personas LGBTI+ se casen o adopten hijos, además de prohibir las “cuestiones de género” en las escuelas. En Hungría, el presidente Viktor Orbán es conocido por sus feroces ataques contra inmigrantes y LGBTI+.
En Cuba, la fuerte represión que siguió a las protestas del 11 de julio de 2021 también puso en evidencia la profunda LGTBIfobia del régimen castrista. Y en la República Checa, el gobierno de Milos Zeman, que ya ha declarado que “transgéneros son personas asquerosas”, prohíbe los tratamientos de redesignación de sexo o cualquier mención a temas LGBTI en Educación. En China, la situación es igual de mala.
Prácticas totalmente contrarias a lo que caracterizó a la Revolución Rusa, en el período en que Lenin, Trotsky y los bolcheviques gobernaban a partir de la democracia obrera representada por los “soviets” (los consejos que reunían a obreros, campesinos, soldados, etc.) . Además de avances significativos en los derechos de las mujeres y en la lucha contra el racismo, la República Soviética no solo fue ejemplar en relación con la lucha contra la LGTBIfobia, sino que superó los derechos existentes en todo el mundo capitalista de entonces.
“En 1917, todas las leyes contra la homosexualidad fueron derogadas por el nuevo gobierno revolucionario, junto con el resto del código penal zarista. El sexo consentido fue declarado un asunto privado y los gays homosexuales no solo eran libres de vivir como quisieran sin la intervención del Estado, sino que los tribunales soviéticos también aprobaron el casamiento entre personas del mismo sexo y, de forma extraordinaria, incluso se reportaron operaciones de cambio de sexo en la década de 1920”, escribió la militante trotskista norteamericana y del movimiento LGBTI, Sherry Wolf, en Sexualidad y Socialismo (p. 89).
Los ejemplos abundan. Grigori Chicherin, que ya había servido junto a Trotsky en el Ejército Rojo, se convirtió, entre 1918 y 1930, en Comisario de Asuntos Públicos, mientras mantenía una relación con el más importante poeta gay ruso, Mikhail Alekseevich. También en el Ejército Rojo, los hombres trans ocupaban puestos de autoridad y podían asumir sus nombres masculinos y, en 1920, el psiquiatra Lev Rozenstein invitó a lesbianas que habían luchado en defensa de la Revolución a dar sus testimonios, como parte de un proyecto que pretendía deshacer los estigmas que vinculaban la no heterosexualidad a trastornos mentales.
Además, la antigua URSS envió representantes a todos los congresos internacionales de la “Liga para la Reforma Sexual” entre 1921 y 1930, que tuvo entre sus principales organizadores a Magnus Hirschfeld, fundador del Comité Científico Humanitario (la primera organización LGBTI+, creada en 1897).
Estas posturas estaban completamente sintonizadas con una “cartilla” elaborada en 1923 por el médico Grigori Batkis, director del Instituto Moscovita de Higiene Social. “La actual legislación sexual de la Unión Soviética es obra de la Revolución de Octubre. Esta Revolución es importante no solo como fenómeno político que garantiza el gobierno político de la clase obrera, sino también porque las revoluciones que emanan de esta clase llegan a todos los sectores de la vida (…), afirmaba el texto.
Por lo tanto, la legislación soviética “declara la no injerencia absoluta del Estado y de la Sociedad en los asuntos sexuales, siempre que no lesionen a nadie ni perjudiquen los intereses de nadie (…). En cuanto a la homosexualidad, la sodomía y otras diversas formas de gratificación sexual, que en la legislación europea son calificadas como ofensas a la moral pública, la legislación soviética las considera exactamente igual que cualquier otra forma de la llamada relación ‘natural’. Cualquier forma de relación sexual es un asunto privado. Solo cuando se emplea la fuerza o la coacción y, en general, cuando se hieren o lesionan los derechos de otras personas, existe motivo de persecución criminal”. (comillas en el original), concluía.
Putin y demás gobiernos instalados hoy en países que fueron dominados por el estalinismo no solo traicionaron esta perspectiva, sino que los sumergieron, en mayor o menor grado, con mayor o menor nivel de democracia (siempre de los ricos), en las formas más feroces del capitalismo neoliberal. En cuanto a nosotros, del PSTU, no solo queremos rescatar la tradición bolchevique, sino que también estamos seguros de que la única forma de hacerlo es en el enfrentamiento abierto contra el sistema capitalista y aquellos que distorsionaron y traicionaron el marxismo revolucionario.
Artículo publicado en www.pstu.org.br, 12/12/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.