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China

El XX Congreso del Partido Comunista de China no trae sorpresas y mantiene a Xi Jinping en el poder

octubre 23, 2022

Se espera que el XX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) reelija a Xi Jinping para otro mandato como secretario general, pero ahora bajo el nombre de chairman, un honor concedido solo a Mao Zedong, como estaba previsto desde el último congreso realizado hace 5 años.

Por Marcos Margarido

El XX Congreso, de una semana de duración, fue abierto el 16 de octubre por Xi Jinping con un discurso de dos horas, donde hizo un balance del último mandato y enfatizó los temas principales para el próximo período de cinco años. Xi se dirigió a una audiencia de 2.296 delegados que representaban a los más de 96 millones de miembros del partido, una proporción de un delegado por cerca de 42.000 miembros.

Además de confirmar su mantenimiento como chairman (o jefe) del partido, el congreso debe mantener, por unanimidad, todas las directrices establecidas en el discurso inaugural pronunciado por Jinping, en las áreas de economía, relaciones exteriores, política interna, etc.

Esto no es ninguna sorpresa, ya que los delegados pasan por un “proceso electoral riguroso y meticuloso” (según la agencia estatal de noticias Xinhua) de cinco etapas, desde las primeras indicaciones en 38 unidades electorales que representan a las provincias, empresas estatales, el sector financiero central centrales y las autoridades centrales, hasta la confirmación de los participantes al congreso por parte del Departamento de Organización. No son los afiliados quienes eligen a los precandidatos, sino los Comités de cada unidad electoral, basados, según el jefe del departamento de organización del PCC, Chen Xi, en la lealtad, competencia e integridad de los candidatos y, sobre todo, en su compromiso con la doctrina del partido, incluida la lealtad a Xi. En otras palabras, es imposible tener un voto en contra de las directrices en el Congreso.

La reelección de Xi Jinping

En su discurso, Xi no tocó el tema de su reelección, ni lo necesitaba, pues ya estaba predeterminada. Cuando los paneles de discusión se reunieron el segundo día del congreso, los miembros del Politburó (Comité Político o Ejecutivo) del partido introdujeron la discusión de los «dos establecimientos».

Ding Xuexiang, quien es visto como un fuerte candidato para el Comité Permanente del Politburó, elogió los logros de Xi durante la última década y prometió apoyo a los «dos establecimientos». Y el general Xu Qiliang, vicepresidente de la Comisión Militar Central, dijo a los representantes del Ejército de Liberación del Pueblo que deben inquebrantablemente «obedecer las órdenes de Xi» en todas sus acciones. Miembros principales del partido hicieron declaraciones similares.

Los “dos establecimientos” fueron incluidos en una resolución adoptada por el Comité Central en noviembre del año pasado. Ella se refiere al establecimiento del estatus de Xi como el «líder central incuestionable del partido» y al establecimiento de su doctrina política como los «principios orientadores para una nueva era» del partido. Estas enmiendas al Estatuto del Partido colocan el “Pensamiento de Xi Jinping” en el mismo nivel que el “Pensamiento de Mao Zedong”. ¿Veremos también un “librito rojo” de Xi? Seguramente.

Por tanto, Xi ya puede ser considerado chairman del PCCh, en sustitución al cargo de secretario general, que dejará de existir, aunque la “elección” solo debería tener lugar el último día del Congreso. Veamos, entonces, cuáles son las principales políticas delineadas en el discurso inaugural.

La política económica

El discurso adoptó un tono triunfalista, que destacó la superación de los obstáculos provocados por una “severa y compleja situación internacional” durante 5 años “extremadamente inusuales y extraordinarios” en la búsqueda del “gran rejuvenecimiento de la nación china”. El partido aprovechó “grandes cambios no vistos en un siglo” paraconstruir una “sociedad moderadamente próspera” y la eliminación de la pobreza extrema. El “gran rejuvenecimiento” es un tema que seguramente formará parte de su “librito rojo”.

Según Xi, el partido tiene, ahora, una nueva tarea central: lograr el “objetivo de transformar a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos y promover el rejuvenecimiento de la nación china en todos los frentes a través del camino chino para la modernización en el segundo centenario”. Tras las celebraciones del centenario de fundación del PCCh en 2019, Xi se refiere al centenario de la fundación de la República Popular China –que será en 2049–, pero Xi anticipó la realización de tales objetivos para 2035, dejando abierta la posibilidad de que él todavía esté en el comando dentro de 13 años.

Es decir, el pasaje de una “sociedad moderadamente próspera” a plenamente próspera se daría en 2035 con la modernización de la economía, pasando de un “crecimiento de alta velocidad a un crecimiento de alta calidad”, según Jiang Deyi, presidente del grupo de fabricantes de automóviles chinos BAIC y delegado al Congreso.

La insistencia en un “desarrollo de alta calidad” va de la mano con la aceptación tácita de que China está entrando en un período de crecimiento económico más lento[1] y el intento de transformar una economía basada en la exportación para otra de mayor consumo interno y de productos de mayor valor agregado, a través de “reformas estructurales del lado de la oferta”. Sin embargo, tales esfuerzos de reforma se han mencionado repetidamente desde que Xi asumió el poder en 2012, sin grandes éxitos en este cambio del modelo económico chino.

Otro tema recurrente es el eslogan de “prosperidad común”, que hipotéticamente señala un nuevo foco en la reducción de la desigualdad económica. Sin embargo, este tema tampoco es nuevo, y las orientaciones generales para la reducción de la desigualdad mencionadas por Xi se han intentado una y otra vez sin éxito. Según Xi: «Garantizaremos más remuneración por más trabajo y alentaremos a las personas a alcanzar la prosperidad a través del trabajo duro”.  Es decir, crecimiento económico a expensas de un aumento de la explotación de la clase trabajadora.

Pero, basta con echar un vistazo a la prensa china independiente para ver que la “prosperidad común” es un mito. Según el sitio web de la China Labour Bulletin, una ONG de derechos laborales con sede en Hong Kong, casi todas las 350 huelgas registradas en los últimos seis meses se deben a obligaciones laborales impagas, como salarios atrasados ​​e indemnizaciones, en su mayoría por parte de empresas constructoras. En el sector de tecnología, que también vive una reducción de la actividad económica, los trabajadores subcontratados [tercerizados], que representan aproximadamente la mitad de la fuerza de trabajo del sector, dejaron de recibir pago por horas extras (pero no de hacerlas), que son vitales para su sustento, que fueron sustituidas por indemnizaciones que, como vimos arriba, nunca se pagan. El desempleo entre la juventud de 18 a 24 años ha aumentado durante cuatro meses consecutivos, alcanzando 20% en julio de este año. Despidos en los sectores de producción de acero y cemento, por la reducción de la actividad en la construcción, y enfermeras mal pagas –un fenómeno mundial– mientras dan sus vidas para enfrentar el COVID.

No podría ser de otra manera. Después de todo, el objetivo de “transformar a China en un gran país socialista moderno” es un mito alardeado por Xi y los partidos estalinistas y castro-chavistas de todo el mundo. “La prosperidad es común” solo para la elite del partido, cada vez más próspera, y la burguesía china, que no se cansa de elogiar a los grandes estadistas del PCCh, incluso adaptándose al lenguaje “socialista” de los dirigentes.

Por ejemplo, Jia Kang, exjefe del Instituto de Investigación del Ministerio de Hacienda y hoy presidente de una consultora económica, afirmó que “debemos enfatizar la directriz del gobierno central sobre el ‘mecanismo de los semáforos’: el capital es neutro, no es más sangriento y sucio, como lo describió Marx en El Capital”. Las clases obreras china y africana, explotadas por los magnates chinos y extranjeros que lo digan…

Empresas estatales vs. empresas privadas

Este tema no fue detallado por Xi en su discurso, además de las habituales promesas de comprometerse sin titubeos con la apertura creciente del mercado. Pero, vale la pena detenerse en algunos números de la economía china, debido a declaraciones comúnmente aceptadas por la izquierda estalinista y reformista de que China con Xi está reforzando cada vez más el sector estatal en detrimento de la economía privada, lo que demostraría que el camino hacia el socialismo está trazado.

El “mecanismo de los semáforos”, elogiado por el consultor económico y adepto del “capital neutro”, significa luz verde para las empresas que siguen las reglas y luz roja para las que no lo hacen. En otras palabras, como decía Marx, eliminar a los capitalistas gananciosos que quieren aumentar sus ganancias por encima del nivel medio a través de la sobreexplotación de los trabajadores o recurriendo a métodos no aceptables por el mercado, para salvar el propio capitalismo. Explotar y enriquecerse pueden, pero respetemos las reglas para que todos nos enriquezcamos por igual, y que las diferencias entre nosotros surjan de las innovaciones tecnológicas para que nuestra nación pueda alcanzar la “prosperidad común”, es el mensaje del PCCh a los empresarios más audaces.

Esto no quiere decir que el sector privado en China esté en ruinas. Muy por el contrario, aunque la actual fase de recesión económica desaliente nuevas inversiones, lo que es el resultado común a todas las economías capitalistas en período de crisis económica. Veamos algunos datos de rendimiento del sector privado.

La economía privada es significativa, ya que aporta más de la mitad de los ingresos fiscales del país, representa 60% del PIB y domina el sector de alta tecnología. Más de 405 millones de personas trabajaban para empresas privadas o eran autónomas en 2019, lo que equivale a alrededor de 29% de la población china, según datos del gobierno.

El número de empresas privadas en China se ha más que triplicado en una década, alcanzando los 47 millones a finales de agosto de este año –con la creación de 11,8 millones de empresas desde el inicio de la pandemia de coronavirus–y representan el 93,3% de todas las empresas, según la Administración Estatal de Regulación de Mercados, atribuyendo el crecimiento durante la pandemia a los esfuerzos sin precedentes de Beijing para proteger los negocios privados.

La inversión privada representó 56,9% de la inversión total el año pasado, superando a 2020, y los ingresos combinados de las 500 mayores empresas privadas aumentaron 9,1% llegando a $5,3 billones el año pasado, según la semioficial Federación de Industria y Comercio de China.

Si bien las cifras anteriores ayudan a disipar el mito del fin del sector privado en la economía china, esto no significa que un aumento de la retracción económica y la posibilidad de una recesión en el país no lleven al gobierno chino a reforzar el sector estatal, por un lado para salvar las propias empresas privadas, por otro lado para evitar un crecimiento de las luchas obreras contra los ataques que vendrán. Pero este es un análisis que está fuera del objetivo de este artículo.

La crisis que involucra a Taiwán

Taiwán se ha convertido hoy en uno de los principales puntos de fricción entre el imperialismo estadounidense y China, cuya importancia se aprecia cuando Xi estableció que la incorporación de Taiwán es clave para el “gran rejuvenecimiento de la nación china”. El gobierno de Estados Unidos, por un lado, ejerciendo su papel autoasignado (que, en verdad, ningún pueblo acepta) de defensor de la libertad en el mundo, y el PCCh defendiendo que su política de “un país, dos sistemas” (que, desde la restauración capitalista en China, es una fábula) sea respetada.

Xi respondió a esto de manera deliberadamente dudosa. Por un lado, en alusión a la semicolonización estadounidense de Taiwán, dijo: “Seguiremos luchando por la reunificación pacífica con la mayor sinceridad y el mayor esfuerzo, pero nunca prometemos renunciar al uso de la fuerza, y nos reservamos la opción de tomar todas las medidas necesarias… ¡La completa reunificación de la nación debe realizarse absolutamente, y ella puede absolutamente ser realizada!”.

Para aclararle eso a la administración Biden, Xi reiteró su oposición a cualquier participación extranjera e insistió en que “la resolución de la cuestión de Taiwán es un asunto de los chinos, un asunto que debe ser resuelto por los chinos”.

Por otro lado, ahora en alusión al pueblo taiwanés, dijo: “Sobre esta base, realizaremos amplias y profundas consultas sobre las relaciones entre los dos lados del Estrecho y la reunificación nacional con personas de todos los partidos políticos, sectores y estratos sociales en Taiwán, y trabajaremos con ellas para promover el desarrollo pacífico de las relaciones entre los dos lados del Estrecho y avanzar en el proceso de reunificación pacífica de China”.

Ni guerra ni paz. Sin embargo, al no establecer un calendario concreto para una eventual ocupación de la isla, como hizo en Hong Kong, Xi dejó en abierto la cuestión, pero sitúa el tema como central en su política exterior.

Es claro que ni Estados Unidos está preocupado con la libertad de los taiwaneses ni el gobierno chino con el desarrollo pacífico de las relaciones con la isla. Lo que está en juego es la actual guerra de hegemonía tecnológica en el sector 5G, que comenzó con Trump y se reforzó aún más con Biden.

China depende de las importaciones para el abastecimiento de chips de alta tecnología. Gasta más con importaciones de semiconductores que con petróleo. Entre las quince principales empresas de semiconductores por ventas no hay una sola empresa china.

La industria de chips de alta tecnología es formada por una cadena de suministro global, con el sector del proyecto en Estados Unidos; fabricación en Taiwán y Corea del Sur; ensamble, empaque y pruebas en China; y equipamiento en los Países Bajos. China ansía dominar la fabricación en Taiwán y, por lo tanto, dejar de depender de las importaciones de fábricas controladas por Estados Unidos.

Corrupción

Este es un tema que parece secundario, pero la lucha contra la corrupción es parte del “mecanismo de los semáforos”, por un lado, y un arma para controlar sectores disidentes dentro del PCCh. Cualquier dirigente que se aventura a oponerse a la línea oficial puede recibir un sello de corrupto y sufrir años en prisión y campos de reeducación.

Xi reiteró que la lucha contra la corrupción debe continuar, sin «ningún minuto de descanso», y elogió «una victoria aplastante» contra la corrupción en los últimos diez años. Y dejó claro que el partido continuaría persiguiendo a miembros corruptos de las familias [de dirigentes partidarios] y auxiliares de altos funcionarios.

En su informe al congreso, enfatizó que se necesitaba una “nueva gran lucha” y que la reconstrucción interna del partido había sido ineficaz. Citó que “los padrones mal orientados de pensamiento, como el culto al dinero, el hedonismo, el egocentrismo y el nihilismo histórico eran comunes”.

Esta afirmación es, cuanto menos, inusitada, dado que Xi Jinping se encuentra entre los que pueden llamarse adoradores del dinero, ya que tiene una fortuna de origen desconocido estimada en US$ 1.500 millones, siendo parte de la exclusiva familia de 400 multimillonarios del país.

Otros temas

No tocaremos otros temas, suficientemente cubiertos por los medios burgueses, como el mantenimiento de la política de no tolerancia a la pandemia de COVID, con el cierre de fronteras, testes en masa, vigilancia digital invasiva, cuarentenas y bloqueos. O sobre la Iniciativa de la Ruta de la Seda, que tuvo un peso significativamente reducido en el discurso de Xi, tanto en términos económicos como de política exterior, respecto de otros tiempos.

[1] China tiene una meta de crecimiento del PIB de 5,5% este año, pero el FMI prevé que el PIB crecerá solo 3,2% este año, después de un crecimiento de 8,1 % en 2021 y de 2,2 % en 2020.

Traducción: Natalia Estrada.

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