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POI - Rusia

El sistema de la deuda

septiembre 30, 2015

La deuda aparece cuando un sistema económico no consigue reproducirse, cuando su ciclo no se cierra sin ayuda de algunos factores externos. La deuda es una tentativa de resolver los problemas actuales por cuenta del futuro, y si esta solución no está presente por lo menos en el horizonte, significa aplazar el problema y agravarlo. Las deudas reflejan la debilidad de la economía. Ellas siempre enriquecen a un rico y pesan sobre un pobre, siendo una herramienta más fácil y eficaz de redistribución de los bienes de los pobres a los ricos. 

Por: I.Razin

Las actuales deudas estatales tienen su larga historia. Por ejemplo, ellas aparecían durante las guerras cuando los gobiernos efectuaban los préstamos cuya garantía sería la victoria futura. Ellas se tornaban especialmente pesadas para el lado que perdía la guerra, que, además de haber sido debilitado por la derrota, tenía que pagar una contribución que tenía como el objetivo cubrir los gastos militares del lado vencedor y, antes de todo, dejar al Estado perdedor por un largo tiempo en situación “neutralizada”.

Salir de esta situación fue posible a través de una apertura de nuevos factores que aumentarían mucho la productividad del trabajo en la economía. Por ejemplo, el desarrollo de la industria capitalista en Holanda e Inglaterra, que superaron así a Portugal y España hundidos en el feudalismo; o nuevas posibilidades de colonización de territorios, como en el caso del joven EEUU, que superó a Inglaterra; o una derrota de los trabajadores que permitió imponerles la nueva norma de explotación en interés de la clase dominante y de su Estado, como la Alemania de Hitler.

En la época imperialista, cuando un puñado de las potencias más desarrolladas ha obtenido, a través del mecanismo financiero, el control sobre el mundo, los países dependientes ya no tienen posibilidades de dar un salto en su desarrollo: con la división del trabajo en la escala mundial ya no hay posibilidades de crear en el nivel nacional un sistema económico que sea más productivo que el internacional; no existen más territorios “sin dueño” en los que poder apoyarse; el funcionamiento mismo de la economía de los países semicoloniales enriquece antes que todo a los capitales imperialistas y sus Estados, a través del control financiero. Los países semicoloniales viven en situación de saqueo permanente y por eso sus economías tienden a romperse más rápido. Sus burguesías y burocracias se ven obligadas a recurrir a los préstamos de los bancos occidentales para sostener el modelo económico que profetizan, y la obligación de pagar estas deudas siempre queda para el pueblo. El resultado fue la formación de la deuda externa de los países dependientes y semicoloniales, que explotó con la apertura de sus economías para los capitales imperialistas desde finales de los 60s.

La deuda externa se convirtió en el mecanismo ideal de la colonización económica y de la extracción de las riquezas de los países semicoloniales por los Estados imperialistas. Por ejemplo, en Brasil, casi la mitad del presupuesto nacional va para los pagos a los bancos occidentales. De Rusia, cada año se sacan decenas de miles de millones dólares. En Grecia, el mecanismo de la deuda externa llegó hasta la introducción de la dirección externa en el país. Por las deudas, los monopolios occidentales se apropian de los restos de las empresas nacionales, incluso de la propiedad estatal privatizada, lo que mina finanzas nacionales, provoca un vaciamiento aún mayor de los presupuestos, la huida de la plusvalía y la necesidad de nuevos préstamos.

Los pagos principales y los nuevos préstamos se efectúan para pagar solo los intereses. De esta manera, los países pagan la deuda muchas veces, pero deben cada vez más. Es un clásico bucle de la deuda que ahoga a pueblos enteros y devasta los continentes.

Los países imperialistas también tienen deudas. Pero estas tienen otro significado y no deben ser confundidos con las deudas de los países semicoloniales.

Primero, porque la mayoría de las deudas de los países imperialistas se encuentra bajo el control de las estructuras imperialistas, lo que significa que el bucle de la deuda se cierra dentro de ellos mismos. Estas deudas empujan la concentración del capital, la quiebra de los pequeños productores, los despidos y los ajustes contra los trabajadores de estos países, pero se trata, más o menos, sobre la circulación y la redistribución de la riqueza dentro de los Estados imperialistas mismos. Pero cuando son los bancos y el Estado griegos que deben a los bancos imperialistas, eso significa la transferencia desde Grecia de su “riqueza nacional”, el saqueo del país a favor de los imperialismos alemán y francés y el yugo doble para su pueblo, lo que los gobiernos imperialistas utilizan para ablandar la crisis y sus consecuencias en sus países.

Segundo, las deudas de los países imperialistas están nominados mayoritariamente en la moneda controlada por ellos mismos. El mejor ejemplo son las deudas de los EEUU nominadas en dólares imprimidos por ellos mismos y para nada garantizados. Una situación parecida se da con los países imperialistas dominantes de la UE, que controlan el euro. Controlando el curso de su moneda, sobre la que se miden sus deudas, los países imperialistas más fuertes, en última instancia, deben tanto cuanto quieren en las circunstancias económicas y políticas dadas. Pero la cosa es totalmente otra, por ejemplo, si se trata de las deudas de Rusia, nominadas en dólares.

Tercero, la misma noción de la deuda es inseparable de la posibilidad de recuperarla por la fuerza, y en el caso de los países imperialistas llega a la tesis espartana “venga y tome”. ¿Quién y cómo podría “venir y tomar” las deudas de los EEUU con sus ejércitos y flotas? Una cuestión retórica. Por eso, la única garantía de estas deudas es la promesa. Los países imperialistas reconocen sus deudas solo por que el sistema de la deuda en general enriquece sus monopolios. Evocar a los EEUU como “el endeudado mayor en el mundo” significa no comprender la realidad y la esencia del sistema político y económico mundial, y que las reglas del “juego de la deuda” no son iguales para todos. En la realidad, los imperialismos más fuertes, por más que sea grande su deuda externa, en última instancia no deben nada y para nadie.

Cuarto, la dependencia financiera y tecnológica frente a los Estados imperialistas garantiza la “sabiduría” de la burguesía y de los gobiernos de los países semicoloniales, incluso en el terreno de las deudas. La situación nunca llega a la cuestión “venga y tome”. Así, cuando durante la primera ola de la crisis, el gobierno de China –cuya economía depende de las inversiones y tecnologías norte-americanas– deseó vender demasiada cantidad de los títulos de la tesorería norteamericana, el gobierno de los EEUU evocó como respuesta la antigua tesis budista sobre la relación muy estricta entre deseos y sufrimientos. Eso causó buen efecto sobre los descendientes de Confucio: ellos prefirieron apagar su deseo, y así se cerró la cuestión. De la misma manera vimos cómo Alemania y Francia pueden torcer las manos a Grecia, y cómo no puede ser al revés.

Siendo producto del imperialismo, el sistema de las deudas enriquece a los Estados imperialistas dominantes y arruina a los países dependientes y semicoloniales. El significado de la deuda de un país imperialista es opuesto al de un país dependiente precisamente por el hecho de la dominación de los Estados imperialistas, lo que torna a su favor cualesquiera relaciones de la deuda. Así, la deuda de Rusia a los bancos imperialistas significa que mañana el imperialismo va a apropiarse de recursos naturales rusos (y ya lo hace). Y la deuda de los EEUU a Rusia (en títulos de la tesorería norteamericana en que Putin metió los petrodólares en la época de los precios altos del crudo) significa que el imperialismo ya ayer se apropió de los recursos naturales de Rusia a cambio de unos papelitos. Guardando dinero del Estado en los títulos de la tesorería norteamericana, los gobiernos de Rusia, de China y de Brasil no solo no “endeudan a América” sino que meten a sus países en una dependencia aún mayor del sistema mundial de la deuda que enriquece a los Estados Unidos.

El sistema mundial de la deuda, junto con la impresión de dólares norteamericanos y empalmándose con ella, no solo obtuvo un significado enorme, mostrando un nivel nunca visto de parasitismo y degeneración del capitalismo, sino que marca hoy los contornos del sistema económico mundial. Por eso, el reconocimiento de las deudas y su pago son una condición obligatoria del imperialismo. Y las burguesías de los países semicoloniales, cuyos negocios y Estados –responsables por el mantenimiento del mecanismo capitalista– no pueden funcionar sin estos préstamos, reconocen y pagan las deudas externas, de hecho impagables, desangrando a sus países, llevando a sus pueblos a la miseria y agravando cada año el problema. Este sistema es tan de hierro que, por ejemplo, “el líder nacional fuerte”, Putin, garantiza los pagos de la deuda rusa a los bancos occidentales y mantiene decenas de miles de millones de dólares en los títulos norteamericanos incluso en la situación en la que el imperialismo le cortó la fuente de préstamos.

Mientras exista el sistema de la deuda, ella va a empujar el empobrecimiento de la gente humilde a favor del capital financiero, y en los países semicoloniales lo hará a ritmo acelerado. El sistema de la deuda es resultado del saqueo y su continuación. La deuda no puede aparecer de otra manera que sobre la base del saqueo preliminar efectuado en una u otra forma. En los países semicoloniales se desarrolló sobre la base de las consecuencias del colonialismo, siendo su digno heredero. Y en los países imperialistas viene del saqueo sistemático de la tesorería del Estado por los clanes burgueses dominantes, que disponen de ella con sus intereses, incluso con las “recapitalizaciones” de los monopolios por cuenta del presupuesto estatal durante la crisis económica en curso. De la misma manera, los préstamos que la burguesía entrega a los trabajadores vienen de la parte no pagada de su trabajo y gracias a la falta provocada por este fraude.

No se puede hablar de minúscula justicia de todas estas deudas. Un reconocimiento de estas deudas, hecho de una u otra forma, significa el mismo grado del reconocimiento de justicia en el colonialismo, en el saqueo del presupuesto o en la apropiación por el patrón del trabajo de los empleados. Los llamados a la “reestructuración” de la deuda son idénticos a los llamados a la reestructuración y eternización del saqueo.

El sistema de la deuda lleva una persona humilde a la pobreza, al desmantelamiento de los servicios públicos, a la expulsión de su casa; al pequeño productor lo lleva la quiebra; a los pueblos de la mayoría de los países los lleva a la neo-colonización y al éxodo masivo de la población; y a los miles de sus migrantes que se vieron obligados a salir de sus tierras expoliadas los lleva al destino de vagabundos y a la muerte en el mar Mediterráneo. La deuda es la cuestión del bolsillo, de la soberanía, de la dignidad, de la vida. Todos estos grupos están interesados en la liquidación de todas las deudas. Y solo la gran burguesía de los países imperialistas como la de los países semicoloniales gana con este sistema y está interesada en su continuación. Por eso, la pregunta sobre si el problema de las deudas puede ser resuelto en uno u otro país mientras su economía y el poder político continúen en manos de la gran burguesía, puede ser vista como retórica. Así como la pregunta sobre si se puede convencer a esta burguesía educándola, mostrándole los resultados de la votación, moralizándola por la “falta de respeto a la democracia”, y otros argumentos bien intencionados. Grecia es el ejemplo más fresco y una respuesta casi didáctica a estas preguntas, así como es una demostración el hecho de que la movilización de los trabajadores y el pueblo, siendo una condición necesaria para lograr los cambios reales, es insuficiente para esto: tienen que tomar el poder, barriendo a las fuerzas políticas respetuosas de los intereses de la burguesía. Y para esto, la construcción de su propia herramienta política, del partido revolucionario con el programa de la toma del poder por los trabajadores y el derrocamiento de las instituciones, la propiedad y todo el orden burgueses, es indispensable y tendrá en última instancia, una importancia decisiva.

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