Cuando Lenin se volvió… trotskysta
Por: Francesco Ricci
¿Revolución burguesa o revolución socialista? Desde los primeros años del siglo XX, y en particular después de la revolución rusa de 1905, sofocada en sangre, el carácter de la futura revolución en el país de los zares era debatido en el movimiento obrero, incluso a nivel europeo.(1) Se confrontaban tres teorías.
Tres teorías confrontadas
Una primera teoría era la de quienes se consideraban «marxistas ortodoxos», encabezados por el padre del marxismo ruso, el menchevique Georgij Plejánov. Ellos, reduciendo a Marx a un determinista mecánico, sostenían que Marx había establecido que el socialismo, sobre la base de presuntas «leyes de la historia», sólo podía surgir en países con un capitalismo maduro; en Rusia, un país atrasado, la tarea de los comunistas era, por lo tanto, favorecer una revolución burguesa, dirigida por la burguesía, y esperar algunas décadas o siglos hasta que el pleno desarrollo abriera el camino a la revolución socialista.(2)
Una segunda teoría era la de los bolcheviques, liderados por Lenin, que desde 1903 constituían formalmente una fracción del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en realidad (así como la fracción menchevique) un propio y verdadero partido, con sus propios organismos dirigentes y su propia prensa. Lenin no cuestionaba el carácter burgués de la futura revolución pero, considerando a la burguesía subordinada al imperialismo y por lo tanto incapaz de dirigir su propia revolución, asignaba este papel a una alianza entre el proletariado y los campesinos que habría agotado las tareas democráticas (reforma agraria, libertades democráticas, jornada de 8 horas, etc.) antes de que surgiera la posibilidad, en una segunda etapa cuyo calendario estaría dictado por el desarrollo de la revolución socialista en la Europa capitalista madura, de avanzar hacia el establecimiento de la dictadura del proletariado y la expropiación de la burguesía.(3) Las diferencias con la teoría menchevique eran profundas, se referían a la dirección y el momento de la revolución: pero incluso en este caso el proceso era subdividido en etapas, aunque no separadas por siglos. Para Lenin, el resultado de la primera etapa era una «dictadura democrática de obreros y campesinos», es decir, una República burguesa de tipo especial.
Finalmente, había una tercera posición, sostenida sólo por León Trotsky, quien en 1905 había desempeñado un papel de primer plano al convertirse en presidente de ese organismo de lucha (y potencialmente de poder) nacido en la primera revolución: el Soviet de San Petersburgo. Externo a las dos fracciones del partido mencionadas anteriormente, Trotsky rompía con el esquema evolucionista sostenido, aunque en diferentes formas, por mencheviques y bolcheviques.
Al igual que Lenin, Trotsky no tenía ninguna confianza en la burguesía liberal; pero, a diferencia de Lenin, no creía posible separar en dos etapas las tareas democráticas y las socialistas. Por esta razón sostenía que la revolución debería dar lugar a una dictadura del proletariado hegemónico en la alianza con los campesinos pobres, que abordaría la resolución de las tareas democráticas y socialistas indisolublemente entrelazadas. Como para Lenin, también para Trotsky el desarrollo de la transición al socialismo en Rusia se produciría en el marco de la revolución internacional.
Para Trotsky, la «madurez» de Rusia para la revolución socialista dependía del grado de desarrollo socioeconómico (la concentración del proletariado industrial; el grado de organización, etc.) de Rusia, no tomada aisladamente sino como parte de una totalidad que incluía a países «avanzados» y «atrasados» que, desarrollándose de forma desigual pero combinada, permitiera a los atrasados de no recorrer el mismo camino ya recorrido por los avanzados.(4)
Un tren llega a la estación Finlandia
El debate que hemos resumido no se daba entre académicos sino entre militantes, y cada posición debía encontrar su propia confirmación o negación en la práctica, en la historia que, como decía Marx, es la historia de la lucha de clase. Será la revolución de 1917 la que cerrará la discusión, dándole la razón a Trotsky.
Para garantizar el cumplimiento de los objetivos democráticos (pan, paz, tierra) fue necesario instaurar previamente la dictadura del proletariado (apoyado por los campesinos pobres): y por lo tanto fue necesario derrocar el gobierno burgués que constituía un obstáculo en el camino al pleno poder de los soviets.
El 3 de abril de 1917 (16 de abril en nuestro calendario) llega a la estación Finlandia el llamado «tren blindado». En ese tren están Lenin, Zinoviev, Inessa Armand, Radek, y otros dirigentes provenientes del exilio en el extranjero.
Lenin pronuncia un primer discurso ante la delegación del soviet y los trabajadores que acudieron a darle la bienvenida. Repetirá muchas veces el mismo contenido en los días siguientes: la revolución en curso es socialista; por esto (como ya había anticipado en las semanas anteriores en telegramas y cartas a la dirección bolchevique) no se debía dar ningún apoyo al gobierno provisional (que se había instalado tras la caída del zar); y es necesario que los bolcheviques, en ínfima minoría, obtengan la mayoría en los soviets que, bajo la dirección de los mencheviques y los social-revolucionarios (SR), apoyan al gobierno provisional que, por la naturaleza de clase del Estado, es un gobierno burgués.(5 ) En este camino será necesario, una vez obtenida la mayoría en los soviets, constituir un verdadero gobierno obrero, es decir, una dictadura del proletariado, después de haber roto el Estado burgués por la vía revolucionaria.
Objetivamente eran las mismas posiciones elaboradas hacía diez años por Trotsky con la teoría de la «revolución permanente». Por esta razón, muchos consideraron que el nuevo programa era «trotskista».(6)
Ese abril cruel
«Abril es el mes más cruel», cantaba Thomas Eliot en un poema.(7) Ciertamente, aquel abril de 1917 fue cruel con la burguesía, pero no fue clemente ni siquiera con la dirección bolchevique.
Cuando Lenin presenta su propuesta de cambio programático, resumiéndola en lo que se recordará como las Tesis de Abril(8), inicialmente se encuentra aislado dentro de su propio partido.
La nueva línea es exactamente la contraria a la que aplica su partido que, bajo la dirección de los dirigentes presentes en Rusia hasta ese momento, Kamenev y Stalin, se apega a la vieja línea de la «dictadura democrática de obreros y campesinos» y, de hecho, la reinterpreta con una distorsión adicional hacia la derecha, ofreciendo «apoyo crítico» al gobierno burgués e incluso preparándose para unificarse con los mencheviques que participan en el gobierno burgués.
Para Lenin, por el contrario, la vieja consigna de «dictadura democrática» es considerada digna de terminar en el museo de la historia (del que, lamentablemente, será vuelta a traer una década más tarde por los estalinistas).
Sólo después de una intensa batalla, Lenin obtiene la mayoría en el partido.(9)
Estudiando a Hegel en Berna
El punto de inflexión programático de Lenin no comenzó en abril de 1917: se originó unos años antes. Cuando el 4 de agosto de 1914 la Segunda Internacional (de la que también formaban parte los bolcheviques) y su principal partido (el SPD alemán) colapsaron porque casi todas las direcciones nacionales apoyaron a sus respectivas burguesías en la matanza de la Primera Guerra Mundial. Lenin, como todos los demás, desconcertado por esta traición, siente la necesidad de rastrear las «justificaciones» teóricas que cubren los intereses materiales de una burocracia dirigente cada vez más subordinada a la burguesía y su Estado.
Por esta razón emprende un estudio, aparentemente abstracto, de pura filosofía. Él, que unos años antes había dedicado un solo libro a temas exquisitamente filosóficos, todavía profundamente deudor de las concepciones epistemológicas de Plejánov, Materialismo y empiriocriticismo(10), él que se consideraba «un diletante en filosofía», se sumerge en el estudio de las historias de la filosofía, de Aristóteles y de los griegos, y en particular de Hegel. Parece que ya había leído algunos libros de este último: pero no el más importante, es decir, Ciencia de la Lógica.(11)
De este estudio, realizado entre setiembre de 1914 y mayo de 1915, sólo quedan las notas y extractos que se publicaron como Cuadernos filosóficos.(12)
Armado de este conocimiento, redescubre, por así decirlo, al verdadero Marx, deformado por el oportunismo de la Segunda Internacional: el Marx que afirma que «el educador debe ser educado» (tercera de las Tesis sobre Feuerbach), que las circunstancias pueden ser cambiadas por la acción humana, desde la lucha de clase, desde la praxis revolucionaria. Encuentra al Marx que afirma que es el hombre quien hace la historia, incluso en circunstancias que él no ha determinado pero que, sin embargo, no están dictadas por inexistentes «leyes de la historia» (como sostenía Plejánov), sino que son heredadas de la lucha de clases precedente. No hay ningún fatalismo en este Marx.
Es en este período que Lenin se da cuenta que Plejánov, con quien ya había roto políticamente desde 1904 pero que había seguido siendo su punto de referencia filosófico, no entendía lo esencial del marxismo.
Los Cuadernos abundan en críticas a Plejánov: y precisamente sobre los puntos que hasta Materialismo y empiriocriticismo Lenin reivindicaba. Plejánov es acusado de haber criticado el idealismo «más desde el punto de vista materialista vulgar que desde el materialista dialéctico», es acusado de haber escrito «sobre filosofía (sobre dialéctica), tal vez unas mil páginas», pero sobre la Lógica de Hegel: «nihil», nada.
La conclusión es seca. «No se puede comprender plenamente El Capital de Marx (…) si no se ha estudiado y comprendido cuidadosamente toda la lógica de Hegel». Y la acusación no es sólo contra Plejánov: «¡¡En consecuencia, después de medio siglo, ningún marxista ha comprendido a Marx!!».(13) Es evidente que Lenin también se incluye a sí mismo y a sus obras anteriores: la crítica mordaz a Plejánov implica una clara autocrítica.
La ruptura con la interpretación plejanoviana de la concepción materialista de la historia es una ruptura con su propia conciencia filosófica previa. No es que antes de este estudio Lenin fuera un determinista tout-court [sin más]. No es esto lo que afirmamos: por el contrario, sostenemos que su concepción del partido de vanguardia, y de la relación partido-conciencia-masas (el socialismo concebido no como un «reflejo» espontáneo de la lucha sino como algo que el partido obrero lleva «desde afuera» del ordinario conflicto de clases), ya era profundamente dialéctica antes de 1914, en pleno acuerdo con el verdadero Marx. Sin embargo, afirmamos que esa concepción dialéctica que inspiraba la construcción del Partido Bolchevique, una concepción que rompía en el terreno político con el determinismo de los distintos Plejánov, aún no se había traducido en una conciencia de los errores teórico-filosóficos contenidos en la epistemología plejanoviana. Y es precisamente esta contradicción no resuelta entre los dos elementos lo que explica, en nuestra opinión, el programa contradictorio de la «dictadura democrática de los obreros y los campesinos».
Como es sabido, esta interpretación de la maduración y del importante cambio radical de Lenin desde el punto de vista filosófico ha sido sostenida durante años por diversos autores. Se trata en gran medida de estudiosos que tienen posiciones políticas alejadas de las nuestras: pero esto evidentemente no invalida su análisis ni nos obliga a aceptar sus conclusiones políticas.(14)
No tenemos espacio aquí para profundizar el tema. Nos limitamos a constatar que el estudio filosófico en Suiza precede al período más fecundo de la elaboración de Lenin. Un período al que pertenece el estudio sobre el imperialismo, el de la guerra, a partir de las anotaciones a los escritos del más hegeliano de los teóricos militares, von Clausewitz;(15) incluye las polémicas sobre la cuestión nacional contra la posición de algunos bolcheviques, como Bujarin, que se opone a la demanda de autodeterminación de los pueblos oprimidos a partir de un materialismo vulgar(16); conduce a los estudios sobre la concepción marx-engelsiana del Estado, tergiversada por Kautsky, otro intérprete mecanicista de Marx: estudios de los cuales florecerán las Tesis de Abril, el «rearme teórico» de los bolcheviques, la aceptación implícita del programa trotskiano de la revolución permanente que hará posible la revolución de Octubre. Sin duda, el hecho histórico más importante en la vida de Lenin pero también en la larga historia de la emancipación de las clases bajas. Al menos hasta que, armados con el legado teórico de Lenin, seamos capaces de llevar a la victoria la próxima revolución.
(1) Para conocer más sobre el debate, en el que participaron Riazanov, Kautsky, Parvus, Luxemburgo, etc., véase la antología Witnesses to Permanent Revolution [Testigos de la Revolución Permanente] (Brill, 2009), editada por D. Gaido y Richard B. Day.
(2) Es un lugar común infundado que, según Marx, la revolución necesariamente tenía que tener lugar primero en Europa occidental. En realidad, Marx y Engels afirmaron, por ejemplo, que la revolución rusa podría haber servido como «una señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se complementen recíprocamente (…)» (ver Manifiesto del Partido Comunista, 1848 , edizioni Lotta Comunista, 2009, pp. 105-107). En varios textos, Marx rechaza la atribución que se le hace de haber elaborado una «teoría histórico-filosófica» que impusiese el mismo camino a todos los países: ver la carta a la redacción de Otiecestvennye Zapiski (1877), en Marx-Engels, Lettere sul Capitale, Laterza, 1971, o la carta de 1881 a la dirigente rusa Vera Zasúlich (ibíd.), que, contradiciendo la supuesta ortodoxia menchevique, Zasúlich mantuvo oculta durante mucho tiempo.
(3) El carácter burgués de la revolución en Rusia era para Lenin –en este período– un axioma. Véase: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática” (1905), en Obras Completas, Editori Riuniti, 1965, vol. 9, p. 9 y ss.
(4) Se trata de la «teoría del desarrollo desigual y combinado». Expuesta por Trotsky en Historia de la Revolución Rusa (1932), edizioni Alegre, 2017, p. 61 y ss.
(5) Desde Suiza, Lenin envió un telegrama a la dirección del partido el 6 de marzo de 1917: «Nuestra táctica: desconfianza total, ningún apoyo al nuevo gobierno: sospechar de Kerensky en particular; armamento del proletariado, sólo garantiza (…) ningún acercamiento con otros partidos». Posteriormente escribió, con el mismo contenido, una serie de cartas («Cartas desde lejos», en op. cit., vol. 23, p. 297 y ss.) de las cuales sólo una fue publicada en Pravda, cortada.
(6) El propio León Trotsky lo afirma irónicamente, op.cit., vol. I, p. 416.
(7) T.S. Eliot, The Waste Land [La tierra baldía], (1923), trad. it. La terra desolata. Quattro quartetti (Feltrinelli, 2014).
(8) V.I. Lenin, “Tesis de Abril”, en Obras Completas, vol. 24, p. 10 y ss.
(9) En la primera votación, en el Comité de Petrogrado, el 12 de abril, las Tesis fueron rechazadas por 13 votos en contra y 2 a favor. En la VII Conferencia panrusa del Partido (Petrogrado, 24-29 de abril), las Tesis de Lenin obtienen la mayoría. Sin embargo, incluso en este caso, una resolución específica sobre el tema del carácter socialista de la revolución sólo obtiene 71 votos de 118. Para un análisis detallado de la Conferencia de Abril, véase: Marcel Liebman, La révolution russe (Marabout Université, 1967); o incluso Jean Jacques Marie, Lénine (Balland, 2004).
(10) V.I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo (1908, publicado en 1909) en Obras Completas, vol. 14. Se trata de una polémica con las posiciones epistemológicas sostenidas por un sector de los bolcheviques liderado por Anatoly Lunacharsky, Vladimir Bazarov y Alexander Bogdanov, autor de la obra en tres volúmenes Empiriomonismo (1904-1906). Nos comprometemos a volver sobre este debate en un próximo artículo específico.
(11) Según N. Krúpskaia, dirigente bolchevique y compañera de Lenin, en su Mi vida con Lenin (Red Star Press, 2019), ya en su primer exilio en Siberia el joven Lenin había iniciado el estudio de Hegel y en particular de la Fenomenología del Espíritu. No obstante, no quedan más rastros de estas primeras lecturas.
(12) V.I. Lenin, Cuadernos filosóficos, en Obras Completas, vol. 38. Bajo este título editorial se incluyen tanto los ocho cuadernos de apuntes, de 1914-1915 (tres de los cuales dedicados a la Ciencia de la Lógica de Hegel) como escritos filosóficos anteriores.
(13) V.I. Lenin, ibíd., pp. 166-167.
(14) Nos referimos en particular a los estudios de Michael Löwy, incluidos los publicados en Dialectique et révolution (Anthropos, 1973); al libro de Löwy The Politics of Combined and Uneven Development: The Theory of Permanent Revolution (Haymarket, 2010); o Kevin Anderson, Lenin, Hegel and Western Marxism (University of Illinois Press, 1995).
(15) El cuaderno de Lenin con extractos y anotaciones de la obra principal de von Clausewitz (Sobre la guerra) no está incluido en las Obras Completas. La edición más reciente en italiano está en Lenin, L’arte dell’insurrezione, Gwynplaine, 2010.
(16) La polémica de Lenin (de 1915-1916) contra el llamado «economismo imperialista» o «grupo de Baugy» (por el nombre de la ciudad suiza donde se reunieron), Bujarin, Radek, Pyatakov, etc. está contenida en el volumen 23 de las Obras Completas.
Traducción: Natalia Estrada.