106 años de la Revolución Rusa
En medio del brutal ataque genocida de Israel contra Gaza y el pueblo palestino, el 7 de noviembre (25 de octubre del viejo calendario ruso), se cumplen 106 años de esa histórica revolución que cambió el mundo.
Por Alicia Sagra
En Rusia, existía el régimen despótico de los zares. Régimen que no sólo explotaba y oprimía a los obreros y a los campesinos pobres, sino que coartaba los derechos democráticos, oprimía a una serie de naciones sometidas al imperio zarista y también lanzaba permanentes ataques (pogromos) contra las aldeas judías. Ataques similares a los que el ejército y los colonos israelíes vienen realizando desde hace más de 75 años sobre los territorios palestinos, y que hoy ha llegado a su máxima expresión.
El 8 de marzo (23 de febrero del viejo calendario) de 1917, estalló una revolución, conocida como la “revolución de febrero”, detonada por una gran movilización de obreras, en Petrogrado, que abandonaron las fábricas y salieron a manifestarse contra la guerra y el hambre[1]. Durante los próximos 5 días, el movimiento crece, va incorporando a gran cantidad de obreros y de soldados en las principales ciudades, las barriadas obreras se vuelcan a las calles y los obreros más avanzados, muchos de ellos formados por los bolcheviques, se dirigen a los cuarteles. Trotsky, en su Historia de la Revolución Rusa, habla de que fueron 5 días y 5 noches con las calles ocupadas, bajo el grito de Paz, Pan y Tierra, hasta que se consigue el primer gran triunfo: cae el gobierno del Zar.
Surge el gobierno provisional
En la Duma (especie de parlamento) se elige un gobierno provisional. Integrado centralmente por dirigentes burgueses liberales que querían la instauración de una República, y Kerensky, dirigente de SR (Socialismo Revolucionario) un partido con peso en el campesinado.
Por su parte, obreros, campesinos y soldados, se organizan en el Soviet (Consejos), organización que se había originado en la revolución de 1905 y que resurge con el estallido revolucionario de 1917. En el Soviet, los dos partidos con mayor peso eran los Mencheviques[2] (con gran influencia en la clase obrera) y los socialistas revolucionarios (SR, con peso en el campesinado). Los Bolcheviques[3], con influencia en el movimiento obrero, eran en ese momento una fuerza minoritaria en el soviet.
Gobierno de alianza de clases y doble poder
En los dos meses siguientes, vuelven a crecer las movilizaciones obreras y de soldados, porque el gobierno provisional no cumple con las banderas de la revolución: no se resuelve el problema de la tierra, continúa el hambre, pero centralmente no se concreta la consigna más sentida: la paz y obreros y campesinos siguen muriendo en la guerra interimperialista.
Para intentar desviar esas movilizaciones que crecen día a día, la burguesía recurre a una política que sigue utilizando hasta hoy: la alianza de clases e integran al gobierno a representantes de los principales partidos del Soviet, Mencheviques y SR al gobierno.
Así surgió un gobierno muy parecido al de Allende en Chile (1970-1973), que también tiene semejanzas con los llamados “gobiernos progresistas” de Latinoamérica[4], que como era de esperar despertó grandes expectativas en los sectores obreros y populares.
Pero el gobierno sigue sin responder a los reclamos y, con el aumento de las luchas, se fue fortaleciendo el Soviet, que pasó a convertirse en un organismo de doble poder.
Como dijimos, ese nuevo gobierno provisional, que, con el crecimiento de las movilizaciones obreras y populares, pasó a ser encabezado por Kerensky, fue muy parecido al de Chile con Allende, el Kerensky chileno.
Pero a diferencia de Chile, en Rusia existió un partido obrero, revolucionario, internacionalista, el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, que no entró al gobierno. Ese partido hizo lo opuesto de lo que hizo la mayor parte de la izquierda chilena[5] .Desde la llegada de Lenin a Rusia, en abril de 1917, ese partido repetía incansablemente: Ninguna confianza en el gobierno provisional. La única forma de conseguir Paz, Pan y Tierra, es con la toma del poder por el Soviet y la construcción de su propio gobierno.
Así fueron ganando la mayoría en los soviets y el 7 de noviembre (25 de octubre) dirigieron la revolución de octubre, que cambió al mundo. Por primera vez los obreros tomaron y conservaron el poder, provocando cambios nunca vistos, económicos, democráticos y políticos: a nivel de la vida de los trabajadores, de las naciones oprimidas, de las mujeres, de los LGBT. Y dieron un gran paso organizativo revolucionario con la construcción de la Tercera Internacional, como herramienta central en la lucha por la revolución socialista mundial.
Esa revolución, ¿es sólo parte de un pasado glorioso o es una guía para el futuro?
Son muchos los que dicen que esa revolución estuvo muy bien en el pasado, pero que hoy ya no está más planteada. Que la prueba es que hoy no existe nada de lo que se conquistó en ese momento; que el capitalismo fue restaurado en todo el mundo; que la clase obrera ya no es el centro y ya no lucha como antes; que ahora las cosas son diferentes; que ahora hay que luchar por la paz, contra la violencia y así un largo etcétera. Y los que plantean eso, cada vez más se vuelcan a las elecciones, buscando una salida por la vía parlamentaria.
No compartimos nada de eso. La clase obrera sigue siendo el centro en la medida de que de ella depende la producción de todo. Y, nadie que mire Francia, Gran Bretaña, Alemania, Ucrania, China, Corea, EE. UU., los portuarios belgas que paralizan el envío de armas a Israel, puede decir que la clase obrera no tiene disposición a la lucha. Las impresionantes movilizaciones de las masas árabes en apoyo de Palestina hablan de esa misma disposición.
Lo que sí es cierto es que hoy se perdieron las conquistas de la gran revolución de octubre y que el capitalismo fue restaurado en todo el mundo. Lo que pasó es que en Rusia (y en la URSS) no sólo hubo una gran revolución. Años después triunfó la contrarrevolución estalinista, que impuso 70 años de conducción de una burocracia siniestra, con un régimen de represión similar al régimen nazi.
Por un lado, eso culminó en la restauración del capitalismo y por otro, esa burocracia, fue un gran obstáculo para la construcción de partidos revolucionarios en todo el mundo.
Una gran consecuencia de eso es que hoy no existe ese partido bolchevique que marcó la diferencia e hizo posible el triunfo de la revolución de octubre.
Pero la respuesta a eso no puede ser el abandonar la lucha por la revolución socialista. La conclusión a la que debemos llegar es que no existe tarea más importante y urgente que avanzar en la construcción de ese partido, de esa dirección revolucionaria internacional.
Eso es así, porque la necesidad de la revolución socialista es más urgente que nunca. Lo dicen a los gritos las masas palestinas y árabes que luchan contra el genocidio. Así como todos los que luchan en el mundo contra la explotación y la opresión. Esa misma necesidad es expresada con claridad por la destrucción del medio ambiente y las catástrofes ambientales. La alternativa de “socialismo o barbarie” está cada vez más presente.
Es cierto que el mundo anhela la paz. Pero nunca se logrará la paz en el Medio Oriente, mientras no se derrote y no se acabe con el Estado nazi fascista de Israel. Nunca se logrará la paz para Ucrania sino no se derrota la invasión rusa. Y más en general, nunca se logrará la paz en el mundo si no se derrota al imperialismo con el triunfo de la revolución socialista mundial.
Por eso, la revolución de octubre no es sólo una gloria del pasado, sigue siendo una guía para el futuro. Y hoy, la gran forma de aplicar sus lecciones es redoblando el esfuerzo en el apoyo a Palestina contra el genocidio de Israel y, en ese proceso, avanzar en la construcción de la dirección revolucionaria mundial, a partir del desarrollo y fortalecimiento de la LIT-CI y de sus partidos nacionales.
[1] Rusia estaba participando de la Primera Guerra Mundial. Y en el frente morían gran cantidad de soldados, no sólo por el accionar del enemigo, sino también por el frío y la mala alimentación. Al mismo tiempo que, por los gastos de guerra, la miseria y el hambre crecían en las ciudades.
[2] Una de las dos fracciones del Partido Socialdemócrata Ruso.
[3] La otra fracción del Partido Socialdemócrata Ruso, su principal dirigente era Lenin
[4] Lula y Dilma en Brasil, Correa en Ecuador, Petro en Colombia, Evo en Bolivia, etc. La semejanza está en que en estos gobiernos participan o son apoyados por organizaciones obreras. La otra semejanza está en que la mayor parte de la izquierda llama a confiar en esos gobiernos.
[5] Y de lo que hace la mayor parte de la izquierda ante los diferentes gobiernos de ese tipo.