Al parecer toda la izquierda apoya la causa palestina. Sin embargo, cuando intentamos definir qué significa apoyar la causa palestina, descubrimos que en gran parte de los casos se trata de un apoyo que, paradójicamente, acaba adoptando las mismas falsas «soluciones» propuestas por los amigos imperialistas de Israel.
Por Francesco Ricci
Si es justo organizar de manera unitaria manifestaciones e iniciativas de solidaridad con la resistencia, es igualmente necesaria la claridad de posiciones.
Tomemos como ejemplo una de las consignas más gritadas en las calles de todo el mundo en los últimos meses, empezando por los jóvenes de origen árabe, una consigna que preocupa a las clases dominantes (que en algunos países la consideran «ilegal»): Palestina «libre del río al mar». Ahora bien, entre el río (Jordán) y el mar (Mediterráneo) no sólo hay lo que se consideran «territorios ocupados», es decir, Gaza y Cisjordania, sino también la mayor parte del territorio robado a los palestinos que los sionistas –pero también gran parte de la izquierda– reconoce como «Estado de Israel», dotado de una presunta legitimidad para existir y «defenderse» (de la población a la que en realidad oprime).
Intentemos entonces ver cuáles son las posiciones predominantes en la izquierda y por qué son incompatibles con la justa reivindicación de una Palestina «libre del río al mar», porque entran en contradicción con las legítimas aspiraciones de los palestinos y de las masas que se manifiestan por Palestina gritando esta consigna.
La infame propuesta de los «dos Estados»
Si hay una propuesta que une a la gran mayoría de las direcciones de los partidos de izquierda es la de la «solución de dos Estados», es decir, la idea de hacer coexistir, por así decirlo, a Israel y Palestina, en la tierra de los palestinos.
Esta es aparentemente una propuesta racional. Algunos se preguntan, en unos casos ingenuamente y en otros con perfecta mala fe: ¿por qué no lograr una convivencia pacífica entre judíos y árabes después de tantos años de guerra? Es la idea propagada en muchas películas y novelas románticas pacifistas. El problema es que esta supuesta solución es humo y espejos. Y precisamente en este sentido es utilizada por la mayoría de las potencias imperialistas. Se trata de una hipótesis que es a la vez injusta e impracticable y fantasiosa.
Injusta porque presupone la aceptación del «robo originario» de tierras con el que el imperialismo (a través de su instrumento, la ONU) entregó una parte mayoritaria de Palestina a los sionistas en 1947 (que luego la ampliaron gradualmente). Quienes apoyan los «dos Estados» en realidad no consideran «territorio ocupado» aquel en el que surgió «Israel» ni las posteriores extensiones que adquirió mediante la limpieza étnica en los años siguientes, sino sólo los territorios ocupados con la guerra de 1967 y en particular Gaza y Cisjordania.
En otras palabras, el hipotético Estado palestino debería comprender menos de una quinta parte de la Palestina originaria, sin continuidad territorial (de hecho, Israel está en el medio).
Impracticable porque excluye implícitamente el derecho de retorno a su tierra para seis millones de refugiados palestinos.
Finalmente, es una hipótesis fantasiosa porque elimina un hecho: el proyecto sionista es el de un colonialismo de asentamiento, que apunta a la expulsión (o aniquilación) de los habitantes. Israel (como anunciaron hace ochenta años sus fundadores «de izquierda», laboristas) (1) nace con la intención de extender sus propias fronteras a través de toda la Palestina histórica (si no más allá). Para confirmarlo, bastaría ver que los sionistas no sólo están intentando expulsar a dos millones de palestinos de Gaza, sino que en Cisjordania, que debería ser la parte principal de un hipotético mini-estado palestino, se han ido multiplicando los asentamientos coloniales durante años.
La verdad es que la solución de «dos Estados» no existe en la realidad, es sólo un instrumento del imperialismo, una falsa promesa de un imposible futuro a cambio de la cual los palestinos deberían abandonar la lucha en el presente.
Durante años se ha presentado como un paso adelante, por pequeño que sea. Pero 30 años después de los acuerdos de Oslo, que debían ser la antecámara de esta «solución», es de verdad imposible creer honestamente en ella y, de hecho, la mayoría de los palestinos no lo cree.
Sin embargo, las principales viejas direcciones, que por décadas se negaron con razón a reconocer el Estado colonial y exigían una readquisición completa de Palestina, han aceptado esta capitulación. Es el caso de la dirección de Abu Mazen, de Al Fatah (2), que en Cisjordania, como Autoridad Nacional Palestina, desempeña un papel de policía colaboracionista y por lo tanto está completamente desacreditada entre los palestinos, que en los últimos años han dado vida a nuevas organizaciones combatientes.
Y la propia dirección de Hamás, que nació (durante la Primera Intifada de 1987) y había logrado consenso precisamente porque aparecía una dirección no dispuesta a comprometerse, se ha abierto progresivamente a esta falsa solución, ya desde 2005, al punto de aceptarla formalmente en su Declaración de Principios de 2017. Después del 7 de octubre, Hamás ha recuperado prestigio porque es parte importante de la resistencia, pero el proyecto de fondo de su dirección (tanto más la que vive en el extranjero) es una versión de los «dos Estados», aunque con un paquete más radical.
Por qué las direcciones reformistas apoyan los «dos Estados«
A pesar de lo explicado, esta es la posición, más allá de cualquier distinción, sostenida también por muchos en Italia: por la dirección de Rifondazione Comunista, por la lista de Santoro, por Potere al Popolo (Pap), por los distintos PC de Italia y también por todas las organizaciones de origen estalinista (en coherencia, por así decirlo, con el estalinismo que desde su fundación reconoció a Israel e incluso lo armó).
Rifondazione, además de «condenar todos los ataques contra civiles, ya sean de Hamás o de Israel» (y por lo tanto unirse al coro contra el 7 de octubre), reconoce un presunto derecho de Israel a existir, siempre que se encuentre dentro de las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días (1967). En este sentido, Paolo Ferrero (uno de los “jefes” de Rifondazione) invoca «el respeto a las resoluciones de la ONU, que constituye un acto debido al Estado de Israel, que ya existe, pero ha sido reconocido por las Naciones Unidas en un territorio definido» y sostiene que «cualquier forma deseable de división estatal más avanzada entre Israel y Palestina sólo puede definirse consensuada y pacíficamente» (3).
Michele Santoro, que con la ayuda indispensable de Rifondazione presentó a las elecciones europeas «Paz, tierra, dignidad», expresa la misma posición en el programa de la lista, donde se puede leer una petición para que «Europa confirme la condena de la masacre del 7 de octubre y el derecho de los israelíes a vivir en paz y seguridad», ciertamente en el contexto de una condena de los «excesos» de Israel, al que también reconoce el «derecho a vivir en paz» (léase: en las tierras de las que expulsan a los palestinos). La «novedad» aquí radica en la admisión de que la hipótesis de los «dos Estados», tal como se ha presentado hasta ahora, parece «difícilmente practicable», por lo que se menciona una variante de esta en forma de «Estado único» (binacional) con igualdad de derechos. Pero volveremos en breve sobre este nuevo señuelo (4).
Las posiciones de la dirección de Potere al Popolo (Pap), que en general tiende a presentarse como más radical que Rifondazione, parten también del «reconocimiento de Israel» y de la aceptación de las fronteras anteriores a 1967.
La Rete dei Comunisti [Red Comunista] (que anima Pap, dirige el sindicato Usb y varias estructuras estudiantiles), que, a diferencia de otras, se niega con razón a «condenar» el 7 de octubre, pide también que se respeten las resoluciones de la ONU: lo que significa reconocer, incluso sin hacerlo explícito, el supuesto «derecho a existir» del puesto de avanzada colonial.
Pero ¿por qué toda la izquierda reformista italiana e internacional (Syriza, Die Linke, etc.) defiende, de alguna forma, la existencia de Israel, rechazando implícitamente el significado de la consigna (que tal vez corean cuando están en las calles) de una Palestina «libre del río al mar»?
¿Por algún supuesto realismo? Como hemos visto, no hay ningún realismo en esto. ¿Entonces? La respuesta es simple: porque cuestionar la existencia de esa gran base militar del imperialismo que es Israel significa cuestionar el capitalismo. Y el horizonte de los reformistas no contempla revoluciones. Por esta razón no contempla la destrucción del Estado colonial y, por lo tanto, no puede apoyar verdaderamente una Palestina «libre del río al mar».
Una variante engañosa: el Estado binacional
Ante la pérdida de toda credibilidad del eslogan de «dos Estados», una propuesta aparentemente diferente está ganando espacio: la del Estado binacional.
Es esa “solución” nacida hace años en EE.UU. y bautizada como la «One State Solution» [Solución Un Estado]: no “dos Estados” sino uno solo, binacional (articulado de diversas maneras, como federación de dos entidades autónomas, como un único Estado con dos parlamentos y el reparto de algunas funciones de gobierno, etc.).
Entre los partidarios de buena fe de esta idea se encuentra el historiador Ilan Pappé, autor de libros fundamentales sobre Palestina. O el historiador italiano Enzo Traverso. Uno de los primeros en apoyarla hace años fue el intelectual palestino Edward Said (5). Hoy, otros lo retoman, a menudo de mala fe, para enmascarar su posición real (el reconocimiento de Israel), que es impopular en las calles entre quienes apoyan a Palestina.
¿Pero qué problema hay con el Estado binacional? En primer lugar, considera irreversible el robo de tierras sancionado por la ONU en 1947. En segundo lugar, ignora las razones de fondo de la existencia del Estado colonial, su naturaleza expansionista, los intereses del imperialismo, y otras bagatelas… como la división de clases en todo el mundo, imagina que todo se resolverá con un «pacto democrático», una constituyente que ponga en el mismo nivel a oprimidos y opresores. En definitiva, se trata de una hipótesis fantasiosa que recuerda al «Estado popular libre», del que Marx ya se burlaba hace 150 años, basado en análogas fantasías sobre una imposible «igualdad entre las clases» (en lugar de su abolición) (6).
La imposible «alianza de los dos proletariados»
A partir de una incomprensión de la conexión en un programa transitorio entre los objetivos democráticos (entre ellos la cuestión nacional) y socialistas, algunas organizaciones que se reclaman trotskistas (sospechamos que por equivocación) y la mayoría de las de origen más o menos bordiguista sostienen que el camino sería el de una «alianza» entre el proletariado palestino y el israelí.
Es un punto que necesitaría más espacio y volveremos sobre él. Limitémonos aquí a ver por qué este enfoque aparentemente «clasista» y radical es equivoado en términos marxistas, además de impracticable.
Obviamente, también hay proletarios en la entidad sionista, pero de un tipo particular, como particular es el Estado de Israel, que es un enclave, un Estado artificial. Estos proletarios sui generis comparten, al menos en parte, un privilegio con su propia burguesía. Todo en lo que se basan sus vidas (casas, campos para cultivar, escuelas, etc.) les ha sido arrebatado a los palestinos. Por esta razón consideran a su propia burguesía como un aliado en la defensa común de un interés común, es decir, la tierra robada a los palestinos y en (y de) la cual viven y que no tienen intención de devolver.
Esto explica por qué si hay numerosos judíos y asociaciones judías en el mundo que luchan contra el sionismo, no se encuentran (salvo raras excepciones) entre los israelíes.
Las manifestaciones de los últimos años en Israel o las huelgas de las últimas semanas no son contra la ocupación sionista de Palestina ni contra la masacre en Gaza. Están en contra de determinadas políticas del gobierno y, ahora, en contra de una línea considerada ineficaz para liberar a los rehenes israelíes.
La propia diferencia entre «derecha» e «izquierda» en el alineamiento político israelí no se refiere en modo alguno a la ocupación colonial. Algunos sectores creen más bien que la guerra permanente no ayuda al crecimiento económico del Estado (colonial) de Israel, por lo que están abiertos a la política de «dos Estados», es decir, conceder a los palestinos un Estado sustituto, una reserva, siempre y cuando renuncien a la mayor parte de sus tierras.
En este sentido, son irreales y erróneas las posiciones de organizaciones como Sinistra Classe Rivoluzione (sección de la TMI), que sostiene que «(…) sólo la creación de un frente único entre el pueblo palestino y la clase obrera y los sectores progresistas (sic) de la sociedad israelí creará la posibilidad de dividir el Estado israelí según líneas de clases, allanando el camino para una solución duradera y democrática de la cuestión palestina» (7).
La perspectiva de los revolucionarios
La posición históricamente sostenida por la Cuarta Internacional (sola contra todas las demás corrientes del movimiento obrero que capitulan de diversas formas a Israel) siempre ha sido diferente y es la que el PdAC y la Lit-Cuarta Internacional reivindican hasta hoy.
Se trata de una posición diametralmente opuesta a la expresada por Alan Woods (líder del reagrupamiento al que pertenece la citada Scr). Según Woods, «El Estado de Israel existe y no se puede retroceder el reloj. Israel es una nación y no podemos apelar a su abolición» (8).
La Cuarta Internacional, por el contrario, siempre ha luchado precisamente por la «abolición» de este Estado artificial, lo que significa la expulsión de los colonos y la readquisición por parte de los palestinos de toda la Palestina histórica. Esta es la condición previa para que una minoría judía no sionista pueda vivir en Palestina, del mismo modo que una minoría judía convivía pacíficamente con los árabes antes de la edificación del Estado colonial.
Por eso luchamos por una Palestina única, sin ningún tipo de discriminación étnica o religiosa. Este es el verdadero significado de la consigna «del río al mar» retomada hoy por los nuevos combatientes palestinos y gritada en las calles del mundo.
Para que este objetivo no quede en una simple consigna es necesario, pensamos, una unión del proletariado palestino con el proletariado árabe de Medio Oriente, de una nueva «Primavera Árabe» que logre derrocar los Estados reaccionarios cómplices del sionismo y subordinados al imperialismo, en la perspectiva de la construcción de Estados Federados Socialistas del Medio Oriente.
Se trata de entrelazar la demanda democrática nacional con la perspectiva socialista, en lo que los marxistas llamamos revolución permanente. Un objetivo que requiere el apoyo a la causa palestina del proletariado de los países imperialistas.
Requiere, sobre todo, una dirección internacional que unifique los procesos de lucha que se libran en los diferentes frentes nacionales y, por lo tanto, la construcción en cada país de un partido revolucionario que actúe como parte de esta Internacional.
Notas
(1) Fue el laborista Ben Gurion quien organizó la primera limpieza étnica y fue el laborista Rabin quien ordenó durante la Primera Intifada (1987) romper las manos de los adolescentes palestinos para que dejaran de tirar piedras con las hondas con las que enfrentaron (a falta de mejores armas) los vehículos blindados.
(2) La «propuesta» de «dos Estados» ya fue adoptada a mediados de los años 1980 por el componente mayoritario de la OLP, Al Fatah (en aquel momento dirigido por Arafat). La Primera Intifada (1987) también surgió en oposición a la tendencia moderada de la dirección de la OLP. Sin embargo, la dirección del Al Fatah continuó por la vía de la capitulación, formalizando el reconocimiento de Israel con los acuerdos de Oslo 1 y Oslo 2 (1993 y 1995). Fue la renuncia al programa originario de la OLP, un programa no socialista que, sin embargo, preveía la liberación de toda la Palestina histórica, «del río al mar», lo que dejó espacio para Hamás.
(3) En: Levantar la cabeza. Argumentos para la refundación comunista, junio de 2024.
(4) Ver el programa electoral de la lista Santoro-Rifondazione, en:
(5) Edward Said (1935-2003) fue un importante intelectual palestino que se mudó a Estados Unidos en los años cincuenta. Miembro del Consejo Nacional de la OLP, cercano a Arafat y a Al Fatah, al menos hasta los acuerdos de Oslo, que definió como una traición. Después de haber albergado algunas ilusiones sobre los «dos Estados», basándose en sus concepciones reformistas comenzó a apoyar la «solución» del Estado binacional.
(6) MARX, K. Crítica al programa de Gotha (1875).
(7) Ver «¡Basta de hipocresía! ¡Defender Gaza!” Declaración de la TMI (11/10/23), en:
(8) Véase Alan Woods y Ted Grant, El marxismo y la cuestión nacional, aquí en traducción italiana.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 18/9/2024.-
Traducción: Natalia Estrada.