El 23 de septiembre, el Estado de Israel llevó a cabo el mayor y más mortífero ataque contra el Líbano desde 2006. Hubo 1.300 bombardeos que mataron a 500 personas, la gran mayoría de ellas civiles, e hirieron a más de mil personas. Los hospitales están llenos y más de cien mil libaneses buscan refugio en Beirut y el norte del país.
Por Fabio Bosco
El ataque del día 23 culminó una semana de ataques criminales contra el Líbano.
El 17 de setiembre, el servicio secreto israelí (conocido como unidad de guerra cibernética 8200) hizo explotar dispositivos de mensajería “pagers” [“buscapersonas”] provocando 12 muertos y 2.300 heridos, muchos de los cuales sufrieron heridas graves en manos, ojos y cintura. Según The New York Times, los pagers fueron fabricados y comercializados por una empresa de fachada creada por el servicio secreto israelí y utilizados por Hezbollah.
Al día siguiente, el 18 de setiembre, explotaron cientos de “walkie-talkies” de radio utilizados por miembros de Hezbollah, provocando 25 muertos y 700 heridos, otro ataque atribuido a los sionistas.
El 20 de setiembre, el ejército israelí lanzó seis misiles contra dos edificios residenciales en el barrio de Dahiyeh, en el sur de Beirut, provocando 45 muertes, entre ellas las de 16 miembros de las brigadas Abbas y Fuerza Radwan del Hezbollah, entre ellos los comandantes Ibrahim Aqil y Ahmed Mahmud Wahbi.
El día 22, la fuerza aérea israelí llevó a cabo nuevos bombardeos contra 400 objetivos libaneses.
El Estado de Israel y los medios occidentales presentaron estos ataques como parte de la guerra contra Hezbollah. Pero el hecho es que, al igual que en Gaza, la gran mayoría de los muertos y heridos son civiles, y los ataques tienen lugar en suelo libanés, lo que constituye un ataque contra el Líbano y el pueblo libanés.
Esta falsa narrativa pretende no sólo confundir a la opinión pública mundial sino principalmente a la población libanesa, de las comunidades cristiana, suní y drusa, de que no se verán afectadas, invirtiendo en la baja popularidad del Hezbollah entre estas comunidades y evitando una resistencia nacional unificada que ya ha derrotado las agresiones israelíes en 1982 y 2006.
A través de estas cobardes agresiones, el Estado de Israel busca desarticular a Hezbollah y preparar una invasión terrestre, lo que es motivo de disputa entre el gobierno israelí y los líderes militares, pero cuenta con apoyo mayoritario entre la población judía israelí y por lo cual ha sido desplazada una división militar con 10.000 soldados hacia la frontera con el Líbano.
El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, pronunció un discurso televisado en el que afirmó que Israel había cruzado todas las líneas rojas, pero que su acción no había logrado debilitar a Hezbollah y advirtió además que una invasión terrestre le daría a Hezbollah una oportunidad histórica.
Sin embargo, además de hacer inviable el uso de “pagers” y “walkie-talkies” y asesinar a importantes comandantes, la agresión israelí pone en duda hasta qué punto el servicio secreto israelí logró obtener información entre las filas del Hezbollah.
En cualquier caso, el 23 de setiembre, mientras las fuerzas israelíes bombardeaban alrededor de 400 puntos en el sur del Líbano, Hezbollah lanzó alrededor de 100 cohetes y misiles contra la base aérea de Ramat David y otros objetivos dentro del territorio controlado por el enemigo, alcanzando una ciudad localizada a 20 kilómetros al norte de Haifa. .
Esta es una demostración de que, a pesar de los ataques, Hezbollah todavía es capaz de atacar al enemigo. La cuestión es la línea roja autoimpuesta por el grupo y por su aliado, el régimen iraní, de no utilizar misiles de largo alcance contra objetivos israelíes mucho más allá de la frontera.
¿Fin del gobierno de Netanyahu o fin del Estado de Israel?
La agresión contra el Líbano ocurre simultáneamente con los ataques genocidas diarios en Gaza y en Cisjordania.
Las potencias imperialistas se esconden detrás de la exigencia de negociaciones para un alto el fuego inmediato, pero continúan proporcionando armas, petróleo y apoyo diplomático al Estado de Israel para continuar con el genocidio palestino y las agresiones contra el Líbano. Es el caso de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, que suministran armas a Israel, y de China y Rusia, que presionan al régimen iraní para que no tome represalias contra los ataques israelíes, para no “regionalizar la guerra”, lo que facilita el trabajo de los criminales sionistas.
Varios analistas afirman que el principal obstáculo para el alto el fuego es Benjamin Netanyahu y su intento de reconstruir su base electoral perdida el 7 de octubre y evitar investigaciones sobre los fallos de seguridad de ese día, así como los tres procesos judiciales en su contra en la justicia israelí por corrupción, lo que podría conducir a su prisión.
Es cierto que Netanyahu es un obstáculo, pero no es el único. La cuestión es la naturaleza colonialista y racista del Estado de Israel y su población, que es beneficiaria del robo de las tierras, de los hogares y de la libertad del pueblo palestino.
Sin Netanyahu, este Estado racista proporcionará nuevos Netanyahus para continuar la limpieza étnica del pueblo palestino y el sistema de apartheid que comenzó hace 76 años. Por eso afirmamos que la única solución verdadera es el desmantelamiento del Estado de Israel y su sustitución por una Palestina, laica y democrática, del río al mar, donde vivirán en libertad el pueblo palestino y quienes acepten vivir en paz con los palestinos.
Solidaridad Internacional para detener los ataques al Líbano y el genocidio en Gaza y en Cisjordania
La juventud y la clase trabajadora internacional deben salir a las calles para presionar a todos los gobiernos para que rompan las relaciones diplomáticas y comerciales con el Estado de Israel.
Por otro lado, el régimen iraní, que lidera el llamado “Eje de la Resistencia”, no debe seguir la orientación “pacifista” del imperialismo ruso y chino, ni priorizar sus intereses de normalizar las relaciones con el imperialismo occidental mediante nuevas negociaciones de acuerdo nuclear. La prioridad debe ser construir una solidaridad efectiva con los pueblos palestino y libanés, a ejemplo de los hutíes yemeníes.
Traducción: Natalia Estrada.