Mentiras y realidad sobre las “elecciones” de Putin
Por POI, Partido Obrero Internacionalista
A primera vista, la “aplastante victoria” de Putin en las elecciones, anunciada por la prensa controlada por el régimen, puede aparentar el apoyo y la unidad de los rusos en torno al presidente. Sin embargo, en realidad esto es una falsa ilusión, como todo lo que dice la propaganda en la Federación Rusa y los medios de comunicación mundiales y figuras públicas asociadas con el putinismo y satélites del estalinismo.
La realidad es que Rusia está en guerra, una guerra de agresión, ocupación y saqueo “no victoriosa”, pero prolongada y sangrienta. Y eso determina todo lo que sucede en nuestro país. Incluidas las llamadas “elecciones”, porque no había nada ni nadie a quien elegir.
En nuestro país, durante más de 24 años los servicios de seguridad del estado –el FSB, sucesor del KGB– han estado en el centro del poder. Han estrangulado cualquier indignación y protesta, llevando a cabo «operaciones especiales» contra cualquier movimiento de descontento. Y ahora, después del inicio de la “Operación militar Especial” (SVO, por sus siglas en ruso), estableciendo abiertamente una feroz dictadura, que castiga a cualquiera que se atreve a expresar dudas sobre la política del dictador. ¡Incluso, por ejemplo, llamar guerra a la SVO! En nuestro país, las elecciones fueron solo otra “operación especial” para engañar a sus ciudadanos y al mundo entero sobre “el sólido poder de Putin”.
“Elecciones” que no fueron elecciones
La campaña, la postulación de candidatos y las votaciones estuvieron completamente controladas y restringidas. La (CEC) Comisión Electoral Central, subordinada al Kremlin, seleccionó sólo cuatro candidatos, tres de los cuales eran una vergonzosa imitación de oposición. En condiciones de guerra y de profunda división en la sociedad rusa sobre la cuestión de la necesidad o legitimidad de la SVO, todos los intentos de nominar a un candidato que criticara la guerra fueron cortados de raíz.
En enero se le negó la nominación, a Ekaterina Duntsova, una joven activista de la región de Tver. Y a principios de este año, presentó su candidatura el famoso activista liberal Boris Nadezhdin, quien indirecta y muy tibiamente criticó la SVO y algunas leyes dictatoriales, casi como insinuaciones “lo está sucediendo es incorrecto”. Esto fue suficiente para que varios cientos de miles de rusos descontentos formaran enormes filas en todo el país para firmar, con sus propios datos del pasaporte, en apoyo a Nadezhdin. Fueron muchísimas más las personas que tuvieron miedo de dejar sus datos a las autoridades. A pesar del sometimiento a una dictadura en guerra no declarada, esto fue una clara manifestación de un profundo descontento entre un sector bastante grande de las masas y amenazó el espectáculo de las “elecciones” con “abrumador apoyo nacional”.
A Nadezhdin no se le permitió registrar su candidatura para estar en las boletas con el “argumento” de que cierto porcentaje de firmas estaban supuestamente falsificadas. Podría suponerse que sería ventajoso para el régimen que este candidato tímidamente “pacifista” obtuviera un porcentaje insignificante de votos para desacreditar y burlarse de quienes no están de acuerdo. Pero el régimen temió incluso una opción opositora tan pacífica y timorata como Nadezhdin. Como resultado, la Comisión Electoral Central presentó ante los 145 millones de rusos un patético trozo de papel que daba estrictas instrucciones de cómo votar.
Tres candidatos –todos actuales diputados de la Duma– que se presentaron “contra” Putin fueron condecorados con el registro. El populista de derecha Leonid Slutsky, del partido Liberal Democrático –fundado por el difunto y verborrágico ex coronel del KGB, Zhirinovsky–, el desconocido charlatán liberal Viacheslav Davankov del partido Gente Nueva y Nikolay Kharitonov, un rancio decrépito del Partido Comunista de la Federación Rusa. No tuvieron ningún debate entre los candidatos ni con Putin. Nadie tenía ninguna intención de debatir. Y tampoco podían ofrecer nada diferente a la propaganda de Putin. Después de todo, en el tema de la SVO, el principal parte aguas en el país, están todos de acuerdo. Son parte integral del mismo régimen. Además, hace tiempo que Putin los ha superado a todos ellos en su extremo chauvinismo y ambición imperial.
El régimen le teme a Navalny aún después de muerto
Un mes antes de las elecciones, el opositor más famoso de Putin, Alexey Navalny, fue asesinado. Era un opositor a quien muchos consideraban el líder de la protesta, aunque, de hecho, hay muchos activistas opositores en el país que son más coherentes y principistas que el asesinado Navalny. Su significado quedó formulado en el interrogante: “¿Si no Putin, entonces Navalny?”, expresada tanto por opositores como por partidarios del régimen.
Fue reconocido como líder de la oposición por figuras clave del imperialismo, desde Biden hasta la ex socia de Putin, Ángela Merkel. En unas elecciones limpias, sin duda hubiera sido el principal rival de Putin. Y en caso de una caída de la dictadura, sería la figura más conveniente para sectores de la burguesía rusa y del imperialismo estadounidense y de la UE. Y, además lo suficientemente popular entre las amplias masas como para preservar el aparato estatal y el dominio del capital en Rusia. Navalny pasó los últimos dos años en una prisión con estrictas restricciones, casi en aislamiento, su condena había sido aumentada. Y fue asesinado en vísperas de las elecciones.
La perversidad de este crimen es otra manifestación de la profunda debilidad del régimen, que teme su colapso y por tanto elimina a cualquier adversario, incluso a aquellos que estaban completamente bajo el control de su poder. El funeral de Navalny en Moscú se convirtió en una manifestación abierta. Durante dos semanas en muchas ciudades de todo el país, decenas de miles de personas –se calcula 100 mil– llevaron flores en homenaje al político asesinado ante los monumentos en memoria de las víctimas de la represión política. Se percibe en algunos sectores una pérdida del miedo. A pesar de la dictadura, la persecusión y la vigilancia, decenas de miles asistieron al funeral de Navalny y marcharon por las afueras de la capital detrás del ataúd desde la iglesia hasta el cementerio. A veces expresan en voz alta su protesta con lemas contra la guerra y la dictadura: “¡No a la guerra!”, “¡Los ucranianos son buena gente!”
¿»No hay guerra»?
Las elecciones se desarrollaron bajo el estruendo, no de fuegos artificiales, sino de bombardeos. Hace dos años, el poderoso líder dijo a los rusos que iba a iniciar una operación militar especial “por el bien y la seguridad del país”. Mintió como de costumbre: hoy transcurre una guerra en la propia Rusia. Una semana antes de las elecciones, los ataques masivos de drones ucranianos contra grandes refinerías de petróleo provocaron una disminución del 10% en la producción de productos petrolíferos. ¡En sólo una semana! Se atacaron empresas ubicadas a cientos o más de mil de kilómetros de la línea del frente: regiones de Riazán, Leningrado, Nizhny Novgorod y Samara junto al Volga, Oriol y la región de Krasnodar. Los ataques continúan. Se produce un bombardeo sobre Bélgorod, ciudad de 300 mil habitantes, capital de la región del mismo nombre en la frontera con Ucrania –a 80 kilómetros de Jarkov–.
La ofensiva ucraniana ahí es tan dura que se han cerrado instituciones educativas, culturales y centros comerciales. Hay muertos, heridos y destrucción. Durante días las sirenas suenan a todo volumen. Y en medio de este aullido, se insta a los ciudadanos a votar por la “estabilidad”, la “seguridad” y la “prosperidad”. Además, en las regiones de Belgorod y Kursk, territorios rusos próximos a la frontera con Ucrania, comenzaron enfrentamientos militares –las aldeas de Tëtkino y Spodaryushino, así como la ciudad de Grayvoron–. Son verdaderas batallas con equipo pesado, que libran las fuerzas de la llamada «Legión de Rusia Libre» y el «Cuerpo de Voluntarios Rusos». Según declaran estos combatientes, ellos están liberando a su país de las fuerzas del régimen de Putin. El día anterior a los ataques, emitieron varias veces advertencias abiertas pidiendo a los civiles que abandonaran sus viviendas. Y todo esto está sucediendo en plenas elecciones. Enfrentamientos militares en la frontera, bombardeos de ciudades y pueblos, incendios de plantas y depósitos petroleros. Este es un indicador real de la fragilidad del régimen del Kremlin, encarnado por genocidas con ambiciones imperiales.
Dos años de guerra a gran escala
El país vive por segundo año en condiciones de reclutamiento militar. Desde octubre de 2022, además de decenas de miles de reclusos convictos contratados como mercenarios por la “Wagner y otras Empresas Privadas Militares, trescientos mil habitantes de Rusia han sido arrancados de la vida pacífica y enviados compulsivamente a la guerra en Ucrania. El reclutamiento tuvo características brutales: redadas, visitas policiales, vigilancia mediante cámaras. Esto afectó especialmente a las provincias. Por ejemplo, en Yakutia y Buriatia en Siberia. Allí, en las condiciones del Extremo Norte, los hombres sanos fueron sacados de las aldeas y las familias se quedaron sin su sostén. Hubo casos en que, antes de la llegada de los comisarios militares, todos los hombres simplemente se fugraon y se internaron en la enorme Taigá. En Daguestán en el Cáucaso Norte, las protestas contra la movilización continuaron durante varios días. En esos mítines los indignados residentes locales gritaron directamente a los funcionarios en la cara que se trataba de una guerra que nadie necesitaba.
Dos meses antes de las elecciones, se produjeron protestas masivas en Bashkortostán, donde fue juzgado Faíl Alsynov, un activista bashkir, luchador por los derechos nacionales y defensor del medio ambiente. Unas 15 mil personas en un pequeño pueblo de los Urales salieron a apoyar a Faíl y cuando fue condenado comenzaron los disturbios y enfrentamientos con la policía. Esta protesta bajo la dictadura provocó decenas de detenciones e incluso la muerte de dos activistas. Esto muestra la tensión dentro del país provocada por la violación de los derechos de las naciones oprimidas en un país multinacional.
La opresión nacional se ha intensificado especialmente bajo el putinismo. Algunos ejemplos flagrantes son: Chechenia, destruida por dos guerras y la instauración de un régimen colaboracionista lacayo del Kremlin, encabezado por el clan criminal de Kadírov. En todo el Cáucaso un régimen especial de fuerzas de seguridad. La vigencia de una ley, aprobada hace varios años, sobre la NO obligatoriedad enseñar los idiomas nacionales en cada república “autónoma” de Rusia. Un salto en la opresión a los tártaros de Crimea, después de la ocupación y anexión de la penísula en el 2014. La SVO reforzó aún más la opresión nacional por parte del Kremlin en todo el inmenso territorio y se expresa en medidas de limpieza étnica con el reclutamiento para el frente extremadamente desigual.
El rey está desnudo
Como vimos, el fracaso de la guerra relámpago de Putin en 2022 ha debilitado el régimen político de Rusia. Los fracasos en el frente, los avances apenas perceptibles hacia el territorio de Ucrania con bajas colosales no fortalecen al poder, sino que lo debilitan. Ver y comprender el debilitamiento del régimen político en la Federación Rusa es una tarea importante para los activistas y las personas solidarias de todo el mundo y, en primer lugar, para la clase obrera y todos los trabajadores de base. A pesar de la demencial propaganda sobre una guerra “victoriosa” de los medios de comunicación rusos y de figuras públicas asociadas con el putin-estalinismo en el mundo entero. A pesar de las felicitaciones por la “contundente” victoria de Putin en las elecciones, asistimos una guerra de desgaste que se prolongó y se convirtió en la mayor derrota política para Putin durante todo su reinado.
El régimen teme su caída. Su apoyo entre la gente es más débil que nunca. Su apoyo entre el aparato burocrático “monolítico” es ilusorio –como lo demostró la rebelión de Prigozhin y la Wagner el año pasado, cuando el aparato se congeló y paralizó en espera de un desenlace–. El imperialismo de EE.UU. y la UE temen esa caída no menos que el propio Putin. Después de todo, durante dos décadas este asesino originario del KGB, fue socio fiel de la CIA desde el FSB, manteniendo el orden represivo en Rusia y los países vecinos de la antigua URSS para poder comerciar recursos y regatear esferas de poder en el marco del orden mundial en crisis. Hoy, el imperialismo occidental no sabe qué hacer con el gendarme de Eurasia, pero continúa preservándolo de una derrota en la guerra. Mientras, sigue engañando a los ucranianos con promesas de proporcionarles suficientes armas o futuras “garantías de seguridad”.
El régimen, aún más brutalizado por esta guerra fallida, puede provocar aún muchas muertes, destrucción y represión. Pero es cada vez más vulnerable. La resistencia armada, principalmente de los trabajadores y trabajadoras de Ucrania, a pesar de la penuria de municiones y falta de aviones y armas ofensivas, hasta ahora está logrando frenar con éxito a las fuerzas armadas invasoras del Kremlin. Pero ellos mismos soportan sacrificios y pérdidas colosales. Los trabajadores de todo el mundo, los activistas y todos los amplios sectores sociales sensibles dan ejemplos de solidaridad con el pueblo ucraniano en esta difícil lucha. También va creciendo entre los trabajadores y todos los oprimidos el rechazo al putinismo, que penetra con sus tentáculos venenosos por todo el mundo, reclutando agentes en las elites burguesas, en los partidos estalinistas y en los medios de comunicación.
Por la derrota de la Federación Rusa
El pueblo de Rusia está dividido. Es difícil decir cuántos opositores a Putin, a la guerra y a la dictadura hay. La mayoría de la gente guarda silencio. Fue amordazada con leyes dictatoriales contra las críticas a la SVO o a las autoridades, en especial a las fuerzas armadas con sanguinaria represión y cárcel para miles de activistas. Y la propaganda rabiosa y chauvinista manipula persistentemente la conciencia de millones de rusos. Pero la vida y la realidad de la guerra son mucho más fuertes y duras que la propaganda más sofisticada. Los ataúdes de los rusos muertos en el frente llegan cada vez a más familias. La posibilidad de una nueva ola de reclutamiento –que fue frenada hasta después de las elecciones–, que podría destruir en cualquier momento los planes de vida de cientos de miles de hombres de la FR, preocupa constantemente. La mayoría del pueblo siente la inutilidad de la guerra. Ansiedad, estrés, preocupación, pobreza progresiva y sangre…. Ésta es la realidad de la Rusia de Putin, “una potencia en desarrollo estable y respetada por todos”, según el lema oficial.
Los rusos no necesitamos en absoluto esta masacre. No trae más que pérdidas para el país. Esto ya se ha hecho evidente. El régimen se está devorando a sí mismo con una mesiánica guerra imperial. Las elecciones han sido durante mucho tiempo una farsa. La Constitución fue mutilada sólo para que Putin pudiera permanecer en el poder. Las fuerzas armadas están degradadas por la afluencia de delincuentes que salen de las cárceles a partir de los contratos y las graves pérdidas militares en la invasión. Los gobernadores no pueden hacer frente a las tareas básicas de limpiar las calles, asegurar electricidad y calefacción o gestionar la infraestructura de viviendas y servicios comunales.
La Iglesia Ortodoxa Rusa se está convirtiendo rápidamente en una secta al servicio de la guerra. Los oligarcas y élites rusas, que surgieron de la nomenklatura soviética crearon un Estado llamado Federación Rusa en 1991, y hoy el régimen de Putin está destruyendo metódicamente las instituciones de su propio Estado. ¿Vale la pena lamentarse? Por supuesto que no. Durante los 30 años de existencia de este Estado, la situación de las masas explotadas y oprimidas sólo se ha degradado. Fueron 30 años de guerras, pobreza, opresión al servicio de la acumulación de las inmensas fortunas de distintas camadas de oligarcas y la nueva nomeklatura del FSB. Especialmente la opresión nacional, la opresión de los pueblos no rusos. Con el chovinismo granruso, el putinismo engaña y envenena al propio pueblo y los obreros rusos, quienes en realidad, debido a las expediciones imperiales de las élites, sólo reciben muerte, pobreza y degeneración.
Rusia necesita cambios fundamentales. Es hora de que el pueblo trabajador ruso se libere definitivamente de las ideas de la Gran Potencia para dejar de ser carne de dictadores imperiales. El pueblo ruso necesita poner fin a la opresión de otros pueblos lo antes posible. Las élites burguesas rusas no son capaces de crear un Estado sin opresión y guerras. Pero los trabajadores y las masas trabajadoras no tienen nada por los que enfrentarse entre ellos, unos contra otros.
Por lo tanto, los trabajadores de Rusia, la clase obrera multinacional de nuestro país, al tomar el poder en sus propias manos, pueden garantizar a todas las naciones y pueblos el derecho a la autodeterminación para crear una unión de estados obreros, unidos por la solidaridad y verdadera libertad, en aras del progreso y la justicia social. Las masas oprimidas, con la clase trabajadora a la cabeza, pondrán fin a la explotación y la opresión. ¡Para empezar ese camino el régimen de Putin debe ser derrotado!
¡No a la guerra! ¡Por la derrota de la Federación Rusa!
¡Combatir a todos los agentes del putinismo!
¡Solidaridad con la resistencia ucraniana!