Las pequeñas sepulturas: la lucha silenciosa de los niños de Gaza

Por Sarah Khalid – Pakistán
Era solo un niño, de no más de cuatro o cinco años, con polvo en sus mejillas y miedo en sus ojos grandes e inocentes.
Cuando las balas llovieron como una tormenta del cielo, él hizo lo que cualquier niño haría: corrió. No hacia un lugar seguro, porque no lo hay en Gaza, sino lejos del ruido, lejos del fuego, lejos de los soldados invisibles que confundieron su pequeña estructura con una amenaza.
Sus pequeñas piernas se movían con todas sus fuerzas, llenas de desesperación, llenas de vida, aferrándose a la esperanza de que tal vez, sólo tal vez, podría escapar de la guerra.
Pero él no lo sabía… ¿cómo podía saberlo? que ningún niño, por valiente o rápido que sea, puede escapar de una bala.
Esta lo atrapó a mitad de camino, robándole el aliento de sus pulmones, la luz de sus ojos, y así, el mundo perdió otro latido que nunca intentó proteger.
Una infancia en el fuego cruzado
La infancia debe estar llena de cuentos para dormir, comidas calientes y suaves canciones de cuna. Pero en Gaza, las canciones de cuna son ahogadas por los ataques aéreos y los sueños se hacen añicos antes siquiera de que puedan tomar forma. Bajo el humo y los edificios destruidos viven las víctimas menores de una guerra que nunca eligieron. Cada día que pasa, pierden algo más que sus hogares; pierden su inocencia, su risa y, en muchos casos trágicos, sus vidas. No se trata sólo de una crisis política, sino de un paso en la Naqba que conduce a un sufrimiento humanitario que se despliega en las pequeñas y temblorosas manos de niños olvidados por el mundo.
La Franja de Gaza, una zona densamente poblada, es el hogar de un número significativo de niños, muchos de los cuales no han conocido otra cosa que la guerra y el conflicto. La escalada de violencia de los últimos años ha dejado a miles de niños traumatizados, heridos o muertos. Según UNICEF, más de 17.000 niños han muerto en la última ola de violencia y muchos más han resultado heridos o desplazados. Se atacaron hospitales y escuelas, lo que agravó aún más el sufrimiento de los jóvenes de la región.
Los niños de Gaza no sólo son víctimas de la violencia sionista directa, sino también sufren las consecuencias psicológicas de vivir en un estado constante de miedo. Con acceso limitado a los servicios de salud mental, el impacto a largo plazo del trauma en la juventud de Gaza probablemente será sentido por generaciones.
Hambre que va más allá del estómago
En las ruinas llenas de baches de Gaza, donde la risa ha sido reemplazada desde hace mucho tiempo por el silencio y las cenizas, los niños deambulan entre los escombros, con hambre, sin hogar y con el corazón roto. Sus ojos cargan historias que ningún niño debería tener que contar y sus estómagos duelen con un vacío que el pan solo no puede llenar.
Aquí no hay loncheras. No hay ningún dulce aroma de comidas caseras esperando después de la escuela. En Gaza, muchos niños se despiertan con el amargo sabor de la nada en la lengua. Algunos no han tenido una comida completa en días, sólo sobras pasadas entre manos temblorosas o un trozo de pan duro ablandado con agua. Sus cuerpos se encogen, los huesos son visibles debajo de la fina piel, mientras sus espíritus pasan hambre junto con ellos.
Pero no se trata sólo de hambre de comida. Es el hambre de sentirse seguros. El hambre de jugar, de crecer, de aprender, de vivir sin preguntarse si hoy es el día en que todo terminará. Es un hambre que corroe el alma.
La miserable realidad del genocidio
¿Cómo explicarle la guerra a un niño de cinco años? ¿Cómo decirle a un niño por qué su escuela ya no funciona más, por qué sus amigos se han ido o por qué su madre llora todas las noches mientras finge ser fuerte?
Los niños de Gaza aprendieron muy pronto a sobrevivir sin juguetes, sin comida, sin luz. Aprendieron a correr cuando el cielo ruge. A esconderse cuando el silencio se hace demasiado pesado. Algunos han dejado de llorar, no porque no sufran, sino porque están cansados de no ser oídos.
Estos niños no piden mucho. Apenas el derecho de vivir. De soñar. De despertar sin miedo. De poder vivir en su tierra palestina, sin ser expulsados de ella por el ejército israelí.
Y mientras el mundo discute fronteras y ceses del fuego, los niños de Gaza mueren silenciosamente en las sombras, no siempre por las balas, sino por el peso insoportable del olvido.
La complicidad de la OTAN
El conflicto de Gaza, emblemático de décadas de despojo colonial y agresión imperial, no se desarrolla en el vacío, sino con la aprobación silenciosa y, en muchos casos, la complicidad activa de las estructuras imperialistas globales. La OTAN, aunque no esté directamente envuelta militarmente en Gaza, desempeña un papel estratégico e ideológico que refuerza las acciones del Estado israelí y sostiene la agenda imperialista más amplia en Medio Oriente.
La OTAN representa una alianza militar enraizada en los intereses de las elites capitalistas de Estados Unidos y de Europa Occidental, y no funciona como un organismo neutral de mantenimiento de la paz; por el contrario, aboga por un orden global moldeado por los intereses del capital transnacional. En este sentido, la complicidad de la OTAN no es pasiva, es una posición calculada y alineada con los intereses geopolíticos y económicos de sus principales Estados miembros.
Los miembros de la OTAN, especialmente Estados Unidos, son los principales proveedores de armas y cobertura diplomática a Israel. El silencio de la alianza sobre el genocidio, el bloqueo de Gaza y el sufrimiento en masa de los palestinos legitima efectivamente la violencia colonial de los colonos y socava el derecho palestino a la autodeterminación.
La verdadera paz en Gaza no puede ser negociada por instituciones que repetidamente han priorizado las ganancias por sobre las personas y la dominación en detrimento de la democracia real. La paz debe venir de los movimientos de solidaridad internacional, de la resistencia de las bases y del rechazo al imperialismo como base de la política exterior.
La necesidad de una respuesta más contundente
Uno de los aspectos más llamativos de la reacción al conflicto en Gaza es la complicidad de los gobiernos árabes. Algunos condenan pasivamente las acciones de Israel, pero no hacen nada concreto contra él, debido a sus relaciones con las potencias occidentales.
El silencio continuo de la OTAN y la respuesta pasiva de los países musulmanes han dejado a los niños de Gaza en una situación peligrosa. La comunidad internacional debe reconocer que la situación en Gaza no es sólo un conflicto político, sino un genocidio y una catástrofe humanitaria que exige una respuesta unificada y compasiva.
Este profundo silencio sobre la devastación de Gaza envía un mensaje al mundo de que las vidas del pueblo y de los niños palestinos son menos importantes que los intereses de la burguesía mundial y de los gobiernos de la región. Entre tanto, los trabajadores y los pueblos de la región tienen el potencial de ejercer una influencia significativa sobre la situación a través de una nueva Primavera Árabe, que podría abrir camino para el fin del genocidio y un futuro mejor para los niños de Gaza.
Un llamado para las almas de los menores
Es preciso indignarse ante el cuerpo desmembrado de un niño palestino, con un corazón que se detuvo demasiado pronto. Ningún sistema burgués de poder o dominación puede justificar el cuerpo despedazado de un niño. Ninguna ambición de Estado burgués vale más que la vida de un inocente, cuyo latido ha sido silenciado por la violencia de la opresión. Mientras el mundo deja atrás los titulares y vuelve a la comodidad, los niños de Gaza permanecen con los ojos muy abiertos, esperando ayuda, esperanza, alguien que se importe.
Las tumbas de menores ahora superan en número a las canciones de cuna. Si queremos considerarnos humanos no debemos mirar hacia otro lado. Debemos amplificar sus voces, exigir protección, enviar ayuda y, sobre todo, nunca permitir que su dolor quede reducido a estadísticas, porque detrás de cada edificio destruido hay un niño palestino que un día soñó con ser médico, pintor, profesor o incluso atleta profesional. Y detrás de cada sueño perdido está un mundo que les falló.
Construyendo la solidaridad internacional
La solidaridad internacional con Palestina es una expresión poderosa de la resistencia global contra el imperialismo y la opresión. Cuando los países y los movimientos se unen bajo la bandera de la justicia, desafían las estructuras sistémicas que perpetúan la colonización, la explotación y la negación de los derechos humanos básicos. Apoyar a Palestina no significa sólo abogar por el fin de la ocupación, sino también oponerse a las fuerzas más amplias del imperialismo que moldean la dinámica del poder global. La lucha por la liberación de Palestina es una lucha por todos los pueblos oprimidos, afirmando que la verdadera libertad y la autodeterminación no pueden existir bajo el peso de la dominación imperialista. Al amplificar las voces palestinas y alinearnos con los movimientos antiimperialistas de todo el mundo, estamos reafirmando la lucha compartida por la dignidad, la soberanía y la justicia más allá de las fronteras.
La lucha por una Palestina libre está intrínsecamente ligada a la lucha más amplia contra el imperialismo y la injusticia global. La solidaridad internacional con Gaza y el pueblo palestino es más que un llamado a la paz: es una demanda por el desmantelamiento de los sistemas imperialistas que alimentan la opresión, el desplazamiento y la violencia. En todo el mundo, desde América Latina hasta África, desde Asia hasta Europa, están surgiendo movimientos en apoyo a Palestina, reconociendo que la lucha por la soberanía palestina es parte de la lucha colectiva por la dignidad humana y por la autodeterminación. El camino hacia la liberación es largo, pero la solidaridad de quienes se oponen al imperialismo, a la injusticia y a la ocupación ofrece esperanza y fortaleza al pueblo palestino. Mientras continuamos alzando nuestras voces, afirmamos que la verdadera paz sólo puede llegar cuando se rompan las cadenas del imperialismo y se reconozcan y respeten los derechos de todos los pueblos oprimidos.
Traducción: Natalia Estrada.
