search

Crece la tensión entre Irán y el imperialismo

enero 2, 2012
Cabeza abajo. Así estaba el retrato de la reina Elisabeth en las manos de un militante iraní pendiendo en el muro de la embajada británica en Teherán, que recorrió el mundo y se convirtió en un símbolo del camino hacia el cual las tendencias mundiales vienen apuntando. Sobre todo, un símbolo de las relaciones cada vez más tensas entre el imperialismo inglés y americano, y el régimen de Ahmadinejad, en Irán.

A finales de noviembre, en una justa reacción contra las sanciones económicas, impuestas por el imperialismo inglés a Irán, un grupo de iraníes invadió la embajada británica en Teherán, llevando a Gran Bretaña a retirar a su personal diplomático del país y a expulsar a los representantes de Irán que estaban en suelo inglés.  El rechazo del gobierno iraní de abandonar el programa nuclear viene haciendo que las presiones imperialistas sean, cada vez, más intensas. Por ahora, ellas se restringen a sanciones diplomáticas y económicas, pero ya amenazan pasar al campo militar. Ocurre que el gobierno israelí, uno de los mayores aliados del imperialismo en la región y, también, uno de los mayores interesados en impedir que Irán fabrique cualquier tipo de bomba nuclear, ya comenzó a levantar la hipótesis de atacar militarmente al país, en caso que no abandone su derecho a desarrollar un programa nuclear. Si Israel, el único país que tiene bombas nucleares en la región, resuelva atacar a Irán, eso podría significar una guerra de consecuencias imprevisibles en el Medio Oriente.
 
Las presiones imperialistas

Pero, hasta ahora, el gobierno iraní no estuvo dispuesto a inclinarse ante las presiones israelíes, a pesar de toda la muestra de confianza y servilismo que viene dando al imperialismo en otros terrenos. Estados Unidos no está satisfecho y exige que Irán abandone su programa nuclear, como forma de sacar de sus manos toda posible condición, por más remota que sea, de amenazar a Israel o, incluso, de defenderse frente a una posible agresión israelí. Israel quiere continuar disponiendo del poder de presión sobre los países árabes y musulmanes que le da el monopolio regional del armamento nuclear.

La política de Irán es mantenerse firme en su programa nuclear, justamente para fortalecerse con el llamado poder de disuasión, para evitar una posible agresión por parte de Israel, o sea, es una política defensiva. Irán no tendría hoy, aunque hubiese construido la bomba nuclear, la menor condición de atacar a Israel, pero eso no es garantía de tranquilidad para el imperialismo, cuya política es mantener sólo a Israel con poderío nuclear capaz de asegurar el control de la región, ayudado por un chantaje nuclear sobre los pueblos de Medio Oriente.

La situación llegó a un límite de tensión en las últimas semanas, cuando un avión norteamericano no tripulado cayó en territorio iraní y el gobierno de Irán acusó a los EE.UU. de espionaje. Los EE.UU. lo negaron, pero el hecho es que el aparato, normalmente usado justamente para espiar, fue encontrado dentro de Irán.
 
La discusión en el Saban Forum

Irán es un país clave para la política imperialista en la región, por eso, desde la revolución del 79, el imperialismo viene tratando de liquidar cualquier veleidad de independencia por parte del régimen iraní, para mantenerlo totalmente bajo su control. Sin embargo, la política de “guerra al terror”, llevada por George W. Bush en Medio Oriente, sumada al empantanamiento en que los Estados Unidos se encuentran en Irak y Afganistán, convierten a esa estrategia del imperialismo mucho más difícil. Impedido de hacer una presión más dura o, incluso, una nueva intervención militar, el gobierno de Obama tuvo que encarar la negociación con los gobiernos locales.

Encontró, en el gobierno iraní, un buen interlocutor pero, como siempre, Estados Unidos quiere un vasallo sumiso, no un socio que tenga fuerza de negociación. Que su gendarme sionista tenga superioridad incontestable en el campo militar y en las "armas de destrucción masiva". Por eso, el rechazo iraní en abandonar su programa nuclear representa una amenaza concreta a esos planes imperialistas en la región. Hastaahora el imperialismo no consiguió siquiera probar que Irán esté violando alguna de las normas internacionales en ese tema, incluyendo el Tratado de No Proliferación vigente. Tampoco consiguió probar que Irán tenga capacidad real de producir una bomba nuclear. Sin embargo, los EE.UU. no pueden arriesgarse a que eso ocurra y, al mismo tiempo, usan la presión diplomática contra Irán como forma de calmar a los israelíes y mantener a Irán bajo control y vigilancia permanente.

Sin embargo, la política norteamericana de ejercer presión diplomática sobre Irán no viene agradando a Israel, que exige una posición más dura por parte del imperialismo. Para apretar el cerco aún más, es necesario probar, antes que nada, que el programa nuclear iraní no es para fines pacíficos, sino, bélicos; es lo que el imperialismo,  sobre todo Israel, están tratando de hacer. Y desafían al gobierno iraní a probar lo contrario. Al inicio del mes de diciembre, el Secretario de Defensa norteamericano, León Panetta, durante la reunión del Saban Forum, organismo formado por oficiales americanos e israelíes que discuten los intereses comunes de los dos países, habló sobre eso. El tema de este año, del Forum, fue "Desafíos Estratégicos en el Nuevo Medio Oriente". Robert Grenier, quien trabajó muchos años en la CIA, escribió, en un artículo publicado en la web de Al Jazeera, que el secretario de defensa norteamericano dijo, en ese Forum, que la determinación del gobierno de Obama de impedir que Irán adquiera armas nucleares es uno de los pilares de la política norteamericana en la región. Resaltó la importancia y eficacia de las sanciones diplomáticas y económicas contra Irán, pero cuidadosamente alertó que el recurso de la fuerza militar puede ser usado, aunque no como primera opción.

Eso podría tener serias consecuencias: una crisis regional, cuyo resultado final sería el cerco total a Irán, generaría un apoyo popular generalizado a su régimen clerical, tanto dentro como fuera del país; ataques contra las empresas y tropas militares norteamericanas en la región; y "severas consecuencias económicas" -dijo, como el aumento del precio del petróleo- que podría empeorar aún más las ya debilitadas economías de Estados Unidos y Europa. Finalmente, dijo que el inicio de las hostilidades podría producir "una escalada de violencia que podría comprometer a muchas vidas y, también, sumir a Medio Oriente en una confrontación que no nos interesa". (web de Al Jazeera, 11/12/2011).  

William A Galston, quien participa hace años de ese Forum, dice  que la amenaza del uso de la fuerza, aparentemente, no está destinada a causar efecto sobre los iraníes, sino sobre los israelíes. De acuerdo con Galston, entre muchos israelíes de diferentes corrientes políticas con los cuales él habló en la conferencia, ninguno cree que la administración Obama utilizaría la opción militar para evitar que Irán adquiera armas nucleares. Esa posición sería completamente inaceptable para los israelíes. Sin embargo, para ellos, una producción nuclear de Irán no podrá ser tolerada. Ese hecho es reconocido por el gobierno de Obama y, sobre todo, por el Departamento de Defensa norteamericano, con lo cual potenciales hostilidades con Irán, si se iniciaran, serían de su responsabilidad resolverlas. Ya el General Martin Dempsey, de las FFAA norteamericanas, dejó en claro que, mientras Estados Unidos vea a las sanciones económicas y las presiones diplomáticas como un camino prudente para convencer a Irán, no existe esa posibilidad. "Yo pienso que los israelíes no concuerdan con nuestro punto de vista, porque para ellos se trata de una amenaza existencial; por eso, pienso que es el momento de decir que nuestras expectativas son diferentes en este momento".

¿De dónde viene la verdadera amenaza nuclear?

Esa es la pregunta clave que debe hacerse: ¿quién amenaza a quién en Medio Oriente hoy? Estados Unidos tienen un arsenal nuclear en condiciones de destruir al mundo entero. En la región de Medio Oriente, sólo existe un país armado hasta los dientes con armas atómicas, y es Israel, ¡con más de 300 bombas nucleares! Los dos únicos países que no firmaron el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares fueron Israel y Paquistán. Irán es uno de los firmantes de ese Tratado y hasta ahora ninguno probó que esté violando cualquiera de sus cláusulas. Además, no se puede ignorar el hecho de que el programa nuclear israelí recibe incentivos millonarios y continuados por parte de los americanos, lo que echa por tierra cualquier discurso “pacifista” de Obama y de los militares americanos. Ante todo eso, la presión sobre Irán aparece como una enorme hipocresía. Todos esos datos bien concretos revelan que la capacidad de los iraníes de tener armas nucleares es mínima ante la verdadera amenaza nuclear que Israel significa, un país que no se amedrenta en bombardear Gaza, asesinar niños y tratar a los palestinos como parias.

Ese sí es un peligro real para toda la humanidad, un país asentado sobre 300 bombas nucleares y construido en base al odio contra los palestinos y todos los pueblos árabes. En cuanto a los Estados Unidos, el mundo ya sabe de lo que son capaces. Ya dieron muestras concretas de que usan las bombas nucleares que poseen cuando se sienten amenazados o necesitan refrendar su dominación. Fue así en Hiroshima y Nagasaki, al final de la Segunda Guerra, cuando lanzaron las bombas sobre esas dos ciudades de Japón, incluso sabiendo que Japón ya estaba derrotado. Esos ataques nucleares que los norteamericanos inscribieron en su trayectoria son como tatuajes en la historia de la lucha de clases: imposibles de borrar.
 
La invasión de las embajadas

Las presiones de los Estados Unidos y de Israel contra Irán vienen produciendo un sentimiento antiimperialista creciente entre las masas iraníes. Recordando la ocupación de la embajada americana en el 79 y la crisis de los rehenes, ahora una nueva lucha antiimperialista explota, en esta ocasión, contra Inglaterra. A finales de noviembre, la embajada de Gran Bretaña, en Teherán, fue invadida por manifestantes que protestaban contra las sanciones de Londres a Irán por su programa nuclear. Quebraron a pedradas las ventanas y fueron quemadas las banderas británicas e israelíes.

El gobierno británico respondió, a lo que llamó “actos de vandalismo”, con el cierre de su repre­sen­tación diplomática en Irán y con la expulsión del personal diplomático iraní de Londres. Al día siguiente de la invasión, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá decidieron imponer más sanciones económicas a Irán. Sin embargo, Inglaterra avisó que va a continuar cumpliendo el acuerdo que tiene con Irán en relación a la importación de petróleo, no porque sea un país que acostumbre a cumplir sus compromisos, sino por una razón más pragmática: el país necesita del petróleo para que funcione su economía. Las sanciones también tuvieron como base un informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que, obedeciendo las órdenes de los jefes, dice haber encontrado evidencias de las sospechas de los occidentales de que Irán trata de producir armamento nuclear, a pesar de los desmentidos por parte del gobierno de Ahmadinejad.

El día 4 de noviembre de 1979, estudiantes iraníes invadieron la Embajada de los Estados Unidos en Teherán y tomaron 52 rehenes, exigiendo que el sha Reza Pahlevi, que estaba en EE.UU., fuese extraditado para ser juzgado en Irán. Pahlevi era un antiguo aliado de Estados Unidos que, en 1953, había apoyado el golpe que derrocó al premier nacionalista iraní Mohammad Mossadegh.

La crisis de los rehenes dominó los 14 meses restantes del gobierno de Jimmy Carter (1977-1981) y marcó el rompimiento diplomático entre Teherán y Washington. El 20 de enero de 1981, 20 minutos antes del discurso de posesión de Ronald Reagan, los rehenes fueron liberados. Habían estado 444 días detenidos.

La invasión de la embajada fue el ápice de la escalada del nacionalismo deflagrada nueve meses antes, cuando la Revolución Islámica derrocó al Sha y colocó al ayatolá Jomeini en el poder. El fracaso de dos misiones norteamericanas de rescate de los rehenes, en 1980, fue conmemorado por el pueblo iraní fortalecido por la derrota imperialista en su intento de rescate y aumentó el resentimiento contra Estados Unidos. El entonces gobernante de la república islámica, el ayatolá Jomeini, llamaba a EE.UU. de "gran Satán".

Crece el sentimiento antiimperialista entre las masas

En medio de la situación revolucionaria en todo Medio Oriente y el Magreb, las sanciones del imperialismo contra Irán sólo logran aumentar el sentimiento antiimperialista entre las masas iraníes, expresado ahora en la invasión de la embajada inglesa. Sin embargo, la política contradictoria de Ahmadinejad representa un obstáculo para que ese sentimiento se transforme en una gran lucha antiimperialista y lleve a Irán a sumarse al ascenso revolucionario que conmueve a diversos países de la región.

Al mismo tiempo en que desafía las órdenes de Estados Unidos e Israel, para que abandone el programa nuclear, Ahmadinejad viene mostrándose cada vez más servicial al imperialismo, abierto a todo tipo de negociación y dispuesto a apoyar a los gobiernos más proimperialistas en la región. En ese sentido, mostró hasta qué punto fue cómplice de la ocupación de Irak por los EE.UU. Ayudó a sustentar al gobierno títere de Al Maliki todos esos años. Aconsejó a los sectores chiitas más radicales, como Moktada Al Sadr, a someterse al ocupante. Así se comenzó a discutir la retirada de las tropas americanas del territorio iraquí. Irán  se ofreció para, a pesar de todo lo que el imperialismo hizo en Irak, dar sustento al gobierno apadrinado por Obama. Trata apenas de obtener una parte, aunque menor, del saqueo de las inmensas riquezas  del país por el imperialismo. Con eso, el régimen de Ahamadinejad pasó por encima de la montaña de destrozos en que Irak se transformó en tiempos de la invasión y, sobre todo, reveló un profundo desprecio por la memoria de los cientos de miles de iraquíes muertos en un verdadero baño de sangre que significó la invasión de Irak por los EE.UU.

Esa política del gobierno iraní, de buscar una convivencia pacífica con el imperialismo y, al mismo tiempo, reprimir al movimiento de masas, acaba por debilitar la lucha antiimperialista, porque ayuda a los países imperialistas a llevar hasta el fin su proyecto de control y dominación de los países árabes, sin encontrar al frente la resistencia de las masas.

Por eso, a pesar de defender el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear para defenderse de un posible ataque militar por parte de Estados Unidos e Israel, llamamos a las masas a no confiar en Ahamadinejad como dirección de esa lucha contra el imperialismo. La situación en Irán debe ser entendida como parte de un proceso que viene desde 1979, cuando la clase trabajadora iraní protagonizó una de las más impresionantes revoluciones del siglo XX. Ella derrocó al gobierno de Reza Pahlevi pero, carente de un partido revolucionario que llevase a las masas a tomar el poder e implantar un gobierno de los trabajadores, asistió a la subida de la burguesía encabezada por un clero islámico reaccionario. Esa burguesía, a caballo de la revolución y con un discurso populista y supuestamente antiimperialista, nacionalizó el petróleo y el comercio exterior pero, al mismo tiempo, desató una violenta represión contra las masas para consagrarse en el gobierno y reconstruir el poder burgués, estabilizar al capitalismo y colocar una pala de cal en la situación revolucionaria.

Con esa gran revolución en su memoria histórica, que le confirió una calidad superior, el movimiento obrero iraní está acostumbrado a luchar bajo una fuerte represión. A lo largo de su historia reciente, eso le dio una gran experiencia en materia de organización, lo que fue decisivo en la revolución que derrotó al Sha. Los comités obreros (shoras) fueron la base fundamental de la revolución, así como de sus sindicatos, que eran tan fuertes y combativos que, durante los primeros años en el poder, los ayatolás los sustituyeron por las llamadas Casas de Trabajo, entidades totalmente controladas por el régimen.

Desde finales de los años 90, los trabajadores vienen retomando sus luchas y construyendo instrumentos independientes de organización. Entre ellos, los chóferes de ómnibus de Teherán y los metalúrgicos de la fábrica de automóviles Khodro, que siempre fueron sectores muy combativos. Se ha retomado, también, su tradición de hacer grandes actos del primero de mayo, con un carácter de lu­cha y protesta. En el 2009 se realizaron varias huelgas por el pago de salarios atrasados en las industrias textiles y, también, entre los maestros, un sector donde el 80% son mujeres, con salarios de hambre, que hicieron masivas manifestacio­nes contra el régimen, incluso con toda la represión y el preconcepto que existe contra las mujeres.

La trayectoria del movimiento obrero iraní es rica en experiencias no solamente restringidas a las luchas económicas y sindicales sino, incluyendo también, las luchas políticas, tanto democráticas, contra la dictadura, como antiimperialistas. Incluso con sus sindicatos totalmente controlados, los trabajadores lucharon contra los fraudes que dieron la victoria a Ahmadinejad en el 2009. Después de haber concluido el proceso electoral y haberse comprobado los hechos de fraude, una gigantesca ola de protestas se apoderó del país, con más de tres millones de manifestantes ocupando, por varios días, las calles de Teherán y otras importantes ciudades.

Así, el gobierno de Ahmadinejad ya subió en medio de una enorme oposición y ahora trata de utilizar los roces con el imperialismo para intentar aumentar su prestigio junto a la población y mantenerse en el poder. Pero, los trabajadores iraníes no deben confiar, ni un minuto, en esa dirección, que no es consecuente ni siquiera en las medidas contra los agresores imperialistas. Es necesario proseguir la lucha contra el gobierno y, al mismo tiempo, exigir que el imperialismo y sus empresas se retiren inmediatamente de Irán. Sólo la clase trabajadora, con sus organizaciones, podrá defender, de hecho, la independencia del país, decidir sobre el programa nuclear iraní, sin ninguna injerencia de los países imperialistas, de los ayatolás y de la burguesía de Irán.

Traducción: Laura Sánchez

Lea también