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Comenzó la guerra civil en Siria

febrero 4, 2012

Es un hecho. La lucha de clases en Siria, como parte del impresionante proceso revolucionario que estremece el norte de África y Medio Oriente, ha llegado a su máxima expresión: la guerra civil. Llegamos a un momento decisivo, histórico. Como escribiera Trotsky en 1924:

“(…) la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases, cuando ésta, rompiendo los marcos de la legalidad, viene a ubicarse en el plano de un enfrentamiento público y en cierta medida físico, de las fuerzas enfrentadas. Concebida de este modo, la guerra civil abarca las insurrecciones espontáneas, determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurrección para la toma del poder y el período de liquidación de los intentos de levantamientos contrarrevolucionarios. Todo esto entra en el marco de la noción de la guerra civil, todo esto es más amplio que la insurrección, y al mismo tiempo, infinitamente más estrecho que la noción de la lucha de clases que transcurre a través de toda la historia de la Humanidad (…) la guerra civil no es más que la prolongación violenta de la lucha de clases…” (1)

El levantamiento popular contra la dictadura de Bachar El Assad -que detenta el poder de forma totalitaria hace 12 años, en el marco de un régimen que lleva más de cuatro décadas- se inició en marzo de 2011 en una población remota llamada Deraa, frontera con Jordania. Desde entonces, se ha extendido a todo el país.

Durante todos estos meses fueron reprimidas, de manera brutal y despiadada, todas las movilizaciones populares que reivindican la salida del dictador y que exigen libertades democráticas. Hasta el mes de diciembre del año pasado, organismos de la ONU, al igual que otras entidades de derechos humanos,  habían contabilizado unas 5.500 víctimas mortales. Los comités locales denuncian más de 7.100 muertos, de los cuales, sólo en la ciudad de Homs, se han registrado 2.500 fallecidos desde que comenzaron los conflictos (El País, 1/2/12). Por otro lado, hasta el propio gobierno de Assad ha admitido hace poco que, reprimiendo las protestas, también han muerto no menos de 2.000 soldados y policías. Asistimos a un verdadero baño de sangre.

Se fortalece el Ejército de la Siria Libre

La fuerza creciente de las movilizaciones populares y el claro impulso que  las victorias en otros países de la región -como la del pueblo libio contra Gadafi- daban al proceso de conjunto, acabaron por generar una profunda crisis y millares de deserciones en el ejército regular sirio. Surge así, a finales del 2011, el denominado Ejército de la Siria Libre (ESL), conformado por soldados desertores y civiles armados.

En sus primeras incursiones, esta fuerza rebelde atacaba algunos puestos militares y policiales, haciendo llamados abiertos a la lucha armada y a la defección de más oficiales y soldados que se mantenían leales a Assad. Llegaron a atacar el propio centro de inteligencia del ejército sirio, en Harasta, además de varios locales del partido Baath, incluido el de Damasco. Su fuerza fue creciendo, acompañando la radicalización de las protestas populares, al punto de constituirse en una fuerza combatiente de peso importante.

Uno de los jefes militares del ejército rebelde, el coronel Riad Al-Asaad, declaró recientemente que el dictador no controla “más del 50% del territorio” sirio. No obstante, aclaró que no necesariamente son las fuerzas rebeldes quienes controlan todas esas regiones.

En contra de un ejército regular que todavía mantiene superioridad material, el ESL se vale de tácticas militares relacionadas a la guerra de guerrillas. En efecto, el citado oficial confirmó que el ESL cuenta con más de 40.000 combatientes y que “las operaciones realizadas por el ESL son caracterizadas por ataques rápidos contra las posiciones pro-Asad, seguidas de retiradas tácticas hacia zonas más seguras”. El coronel disidente sentenció enseguida que “el pueblo resistirá, el ESL resistirá, manteniendo la revolución. El régimen debe caer en breve” (France Presse).

El ejército regular sirio, que está hecho a la medida de la minoría alauí a la que pertenece la familia El Assad (se estima que el 80% de los altos oficiales pertenecen a este sector del chiismo), empieza a dar señales de fatiga tras meses de despliegue ininterrumpido. Conforme más tanques y artillería pesada usa el régimen en zonas urbanas, más se exacerban las protestas y el uso de armas por parte del pueblo.

Assad tiene un enorme problema en la propia composición de sus fuerzas armadas. Si bien son numerosas, la aplastante mayoría de los 300.000 efectivos son reclutas suníes, a los, por dudar de su fidelidad, no se les suele asignar misiones de represión. Precisamente, de estas fuerzas proviene el mayor número de deserciones. Por eso, a la hora de reprimir, quienes actúan son,  por lo general, la Guardia Republicana, que cuenta con unos 10.000 efectivos, así como la Cuarta División Mecanizada, que en sus filas cuenta con otros 20.000 efectivos. Ambas fuerzas están formadas exclusivamente por alauíes y son dirigidas por un personaje nefasto: Maher el Assad, hermano menor del presidente.

Desde el punto de vista militar, Assad está complicado. El levantamiento popular lo está superando. Se da el caso, por ejemplo, en que para desplegar unos 2.000 soldados y medio centenar de tanques en los suburbios de Damasco como Sakba, Hamouriya y Kfar Batna, el dictador se ha visto obligado a reducir efectivos en otros lugares. Es por eso que, a pesar de su superioridad en número y en armamento, el ejército del régimen hasta ahora no ha logrado aplastar el levantamiento popular armado: mientras una ciudad es arrasada para ahogar el levantamiento en sangre, los soldados de Maher el Assad deben abandonarla para asaltar otra y otra. Entonces los rebeldes resurgen…y así sucesivamente.

De esta forma se lucha encarnizadamente en Homs, Hama, Deraa y hasta en la cuna de la familia Asad, la costera ciudad de Latakia.

La última semana fue de particular agudización en el combate. Damasco, que hasta ahora había permanecido indemne al combate abierto entre sectores armados, fue protagonista de feroces enfrentamientos en sus alrededores. Es así que el centro de la guerra civil está a sólo tres  kilómetros de la capital y el régimen se estremece ante la mirada atenta del mundo entero. Sólo el 31 de enero fueron denunciadas más de 100 muertes por el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos con sede en Londres. El martes 31 se sucedieron otras 22 muertes violentas registradas en choques armados entre las shabiha -tropas leales al régimen- y rebeldes armados.

La situación es dramática para el pueblo: asesinatos, secuestros, violaciones, torturas y todo tipo de pisoteo a los derechos humanos por parte del Clan Assad constituyen el día a día en Siria.

El régimen más reprime conforme más se desespera. Frente al embate del levantamiento armado, Assad se mira al espejo y, no sin sentir una gota fría recorrer su frente, ve la imagen de Muammar Gadafi. Entonces se aferra al poder, se recusa a negociar, endurece la represión y declara al mundo que seguirá usando el “puño de hierro” y que “se mantendrá firme para enfrentar a sus enemigos” en medio de lo que, según denuncia, sería una “conspiración extranjera”.

Al momento de escribir estas líneas, tropas leales al dictador bombardean Homs y atacan con todo su poder de fuego a los rebeldes posicionados en la periferia de Damasco. Los combates llegan hasta la ciudad de Zabadani, cerca de la frontera con Líbano.

Lo cierto es que su régimen pende de un hilo delgado, tanto en lo político como en lo militar. Acosado por las movilizaciones populares y las acciones armadas del ESL, debe enfrentar otra dura realidad: el imperialismo, al cual tan fiel le ha sido, toma cada vez más distancia.

El buque de la dictadura siria se hunde y las ratas comienzan a abandonarlo. Para el imperialismo estadounidense y europeo, Assad se ha vuelto inútil a los efectos de garantizar la estabilidad de su país y de la tan convulsiva región; esto lo convierte en un elemento prescindible para el imperialismo, tal como aconteció con Gadafi.

La política del imperialismo

Desde hace unos meses que el imperialismo (estadounidense y europeo) y las burguesías árabes, que en un principio lo apoyaron con todo, comenzaron a tomar distancia de Assad. Primero le hicieron advertencias, presionándolo en el sentido de buscar una salida negociada. Assad se aferraba al poder. Después le aplicaron sanciones económicas. Nuevamente sin resultado. Subiendo el tono, la Liga Árabe, que es un dócil instrumento de la política de las potencias imperialistas y que durante meses intentó negociar de todas las formas con Assad, resolvió suspenderlo como país miembro.

Ninguna presión resulta suficiente. Assad no acepta abrir ninguna válvula de escape para descomprimir un poco una situación que comenzó a calentarse demasiado. En este tren de cosas, nuevamente la Liga Árabe, que recientemente ha retirado su misión de observadores de Siria debido al recrudecimiento de la guerra civil, siguiendo la línea de sus mandamases imperialistas, pasó de una posición un tanto vacilante a exigir directamente la abdicación de Assad como requisito sine qua non a cualquier salida a la crisis.

Su propuesta “pacificadora” arranca de la renuncia de Assad (transfiriendo el poder al vicepresidente) y plantea la conformación de un “gobierno de unidad” en el marco de un “poder compartido” en Siria. En esto marcos, la Liga Árabe fue ante el Consejo de Seguridad de la ONU y exigió una resolución de condena al régimen.

De hecho, hasta el actual secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha pedido públicamente a Assad que “deje de matar a su gente” y lo ha catalogado como una “amenaza global”.

Otro antiguo aliado que ahora da la espalda a Assad es el emir de Catar, el jeque Hamad bin Jalifa al Zani. Éste se ha declarado, el pasado 16 de enero, partidario incluso de que tropas árabes pongan fin al “derramamiento de sangre” en Siria. En esta misma línea, durante la reciente reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el primer ministro de Catar, Hamad Bin Jassim Al Thani, abrió la sesión defendiendo un mayor rigor a Assad, a quien calificó de “máquina de matar” (Agencia Brasil, 1/2/12).  Liga Árabe y Catar: dos duros golpes a nivel de los países de la región.

Sin embargo, el mayor problema para el régimen sirio actual, en el terreno de la política internacional, radica en la posición de Francia, Gran Bretaña y los EUA. Todos estos países “se sumaron” a las exigencias de la Liga Árabe (en verdad son los verdaderos mentores de esa propuesta de resolución) ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en el sentido de urgir la salida de Assad y el inicio de una “transición política” hacia un sistema “democrático y plural”.

En este sentido, el ministro galo de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, condenó en el Consejo de Seguridad lo que tildó de “silencio escandaloso” por parte de la ONU, en relación a la violencia en Siria.  El primer ministro británico, David Cameron, instó en fecha 31 de enero al Consejo de Seguridad a “no proteger” al presidente sirio: “Los asesinatos deben parar y el presidente Assad debe marcharse”, indicó el premier británico.

Por su parte, el imperialismo norteamericano está presionando al régimen de Assad para que este renuncie, mientras todavía la situación le permita renunciar. Susan Rice, la embajadora de los EUA en la ONU, presentó un informe donde asegura que el número de muertes no sólo no disminuyó, sino que "era más alto que antes", con 40 personas más fallecidas al día, un total de 400 víctimas desde que inició su misión.

El director nacional de inteligencia norteamericano, James Clapper, declaró que la caída del régimen de Assad es “sólo cuestión de tiempo”. Prosiguió diciendo: “Yo no veo como él podrá mantener su control sobre el país”. Esta posición de Clapper, fue compartida por el director de la CIA, el ex general David Petraeus (France Presse, 31/1/12).

En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, realizada el 1 de febrero, el gobierno de los EUA mandó a la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, para participar de las deliberaciones. Clinton acusó a Assad de haber instalado un “reino del terror” (Agencia Brasil).

¿Por qué estos personeros del imperialismo norteamericano, europeo y de las burguesías árabes ahora emiten declaraciones contra Assad?

Los motivos están lejos de un supuesto y repentino sentido humanitario para con el pueblo sirio, que está siendo masacrado, o de una real defensa de las libertades democráticas en ese país. Esas potencias son las mismas que siempre sostuvieron a la dinastía de los Assad, la cual a su vez siempre les fue fiel en la entrega del petróleo, en su aplicación del recetario neoliberal del FMI y en garantizar la seguridad de las fronteras de Israel. Lo que está por detrás de esta retórica “humanitaria” es la necesidad vital que tiene el imperialismo de derrotar el proceso revolucionario en Siria y en toda la región; un proceso que se agudiza con la permanencia de Assad en el poder. El dictador sirio pasó a ser una pieza que pasó a ser insostenible. El Assad, actualmente, es un elemento de desestabilización. Es eso lo que le saca el sueño al imperialismo. Hasta lo expresan en el proyecto de resolución árabe-europeo sobre Siria en la ONU, donde sostienen que “la estabilidad en Siria es clave para la paz y la estabilidad en la región” (El País, 31/1/12).  El imperialismo, además de hipócrita, es pragmático. Sabe distinguir muy bien lo táctico de lo estratégico y, en este sentido, mantener o no a un lacayo, para ellos, es asunto meramente táctico.

La línea es clara: sacar a Assad para salvar lo esencial del régimen. Dar un paso atrás para luego dar dos pasos adelante.

El castro-chavismo continúa apoyando a dictadores asesinos

Lo concreto es que a El Assad le restan pocos aliados en la escena internacional. Los podemos contar con los dedos de la mano y son: Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Rusia, que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, anunció que vetaría cualquier resolución que exija la salida de Assad. El gobierno ruso mantiene  un interés especial en que El Asad se mantenga en el poder, pues el puerto sirio de Tartus es la única base naval de que dispone su flota en el Mediterráneo

Por su parte, Hugo Chávez emitió un comunicado a través de su Cancillería donde “expresa el más firme apoyo” al gobierno sirio “y reconoce el ingente esfuerzo realizado por el presidente Bashar Al-Assad para facilitar una solución política a la compleja coyuntura que atraviesa el país”.

De esta forma, la corriente castro chavista se mantiene en su posición de apoyar a dictadores sanguinarios y pro-imperialistas en contra de la lucha que emprenden las masas de esos países. Se colocan con esas dictaduras en contra de las masas, a las cuales acusan de cometer “actos terroristas”. Todo con la conocida cantaleta de un “asedio imperialista” a un supuesto líder antiimperialista que estaría siendo desestabilizado “por fuerzas desde el extranjero”, según expresa el comunicado oficial.

El apoyo a estos dictadores, además de repugnante, acaba fortaleciendo la posición del imperialismo, pues favorece su política de aparecer como los “defensores de la democracia y los derechos humanos”. Todo esto sin contar que la solidaridad castro-chavista con los tiranos en el mundo árabe debilita la solidaridad que la justa lucha del pueblo sirio, o demás pueblos, precisan con tanta urgencia.

El problema de los problemas

En Siria se está desarrollando un proceso bastante similar al que vimos en Libia. Por un lado, un pueblo que está harto de la opresión que el impone una dictadura pro-imperialista, además de hambreado, que sale a luchar masivamente y, en ese proceso, divide al ejército regular y toma las armas en contra del régimen. Por otro lado, vemos que esas acciones de las masas están siendo conducidas por una dirección burguesa, en este caso el denominado Consejo Nacional Sirio (CNS), surgido en los últimos meses. El CNS está compuesto por 190 miembros, de los cuales el 60% está dentro de Siria y el resto está básicamente en Turquía. Participan la Hermandad Musulmana, liberales, las diversas facciones curdas y, aparentemente, los Comités de Coordinación locales.

Este organismo, compuesto por exiliados sirios, se presenta como un gobierno alternativo a El Assad. Ya fue reconocido como gobierno oficial de Siria por el Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia y, lo más probable, es que se sumen Arabia Saudí y otros aliados en el mismo sentido. El CNS apoya las acciones armadas del ESL pero, al mismo tiempo, clama por una intervención imperialista exigiendo una “acción rápida” por parte de la comunidad internacional para proteger a los civiles “mediante todos los medios necesarios” (France Presse)

Por el contrario, otra plataforma opositora, el Cuerpo Nacional de Coordinación, rechaza toda opción de intervención extranjera. Según medios de prensa, aparentemente la mayoría de los activistas sirios que organizan las protestas populares están del lado del Cuerpo Nacional de Coordinación y no quieren saber nada de soldados extranjeros en su país. Sondeos indican que una gran mayoría de la población siria, en la que se incluye un buen porcentaje de opositores, es contraria a cualquier tipo de invasión militar propiciada por la ONU.

Sin embargo, un problema grave es que Cuerpo Nacional de Coordinación hace  exigencias al ESL para que este se limite a proteger las manifestaciones “pacíficas” sin lanzar ofensivas ni conquistar territorios. Esto es un grave error que llevaría a la lucha por la vía de un camino muerto. La realidad está demostrando a los millares de jóvenes y trabajadores que desde hace casi un año enfrentan en las calles a la sanguinaria dictadura de Assad, que no sólo es imprescindible organizar la auto defensa, sino que urge profundizar el armamento general de la población para incidir y acelerar el proceso de crisis en el ejército regular.

Por otra parte tenemos a Hamás, que tenía su sede en Damasco, donde vivía al amparo de Assad. Jaled Meshal, máximo dirigente político de esta organización islamista palestina ha abandonado la sede de Damasco y no se sabe si huyó a Catar o a Egipto. Sin embargo, el grueso de la infraestructura de Hamás ya ha sido trasladado a El Cairo. Hamás, lejos de pretender liderar la lucha justa del pueblo sirio en contra de Assad, se mandó mudar en un claro y expresivo “gracias, no fumo”, que sólo favorece al dictador.

Desde la LIT, sostenemos que el problema de los problemas, tanto en Siria como en el resto de los países de la región que están siendo sacudidos por el proceso revolucionario, es la cuestión de la dirección revolucionaria. En este sentido, instamos al pueblo sirio y a los luchadores y luchadoras más conscientes de la resistencia a confiar sólo en sus propias fuerzas revolucionarias y a no alimentar ningún tipo expectativas ni en el imperialismo, ni en las corrientes políticas burguesas e islamistas árabes.

Es de vida o muerte que, al calor de la lucha contra el régimen de Assad, sea el pueblo, sea la clase trabajadora siria la que se auto organice y se auto determine a la hora de definir los destinos de su lucha. Dirigentes como los actuales, tanto del CNS como del ESL, si bien pueden estar momentáneamente en el mismo campo militar que el pueblo pobre, en contra de Assad, por su carácter de clase acabarán, más temprano que tarde, traicionando las reales aspiraciones populares, no sólo económicas, sino hasta las que existen en el terreno de las libertades democráticas.

La única salida, para una victoria estratégica, es construir una dirección revolucionaria e internacionalista que tome las riendas del proceso.

¡Todo el apoyo a la lucha del pueblo sirio por la caída del  régimen asesino de Assad!

Es preciso unificar las movilizaciones en todo el país e intensificar la lucha armada hasta la caída del régimen. Es el momento de profundizar la división de las fuerzas armadas del régimen y que las masas extiendan su organización en la forma de consejos populares con funcionamiento democrático que, a su vez, organicen a las milicias armadas, cuyas acciones deben estar sometidas al interés general de la lucha.

En el mismo sentido, desde la LIT rechazamos categóricamente -y llamamos a rechazar- cualquier tipo de intervención imperialista en Siria. Es el pueblo sirio, y sólo el pueblo sirio, el que debe decidir sus destinos. No se puede esperar nada bueno de las potencias imperialistas ni de sus títeres, que tienen como único objetivo el saqueo y la explotación de nuestros pueblos.

Hacemos, igualmente, un llamado a todo el movimiento social y a las organizaciones políticas que se reivindican de izquierda o defensoras de los derechos humanos a rodear de solidaridad activa la lucha del pueblo sirio.

Desde nuestras organizaciones debemos exigir la ruptura inmediata de todos los gobiernos con el asesino de Assad. Esto incluye, por supuesto, a los gobiernos encabezados por Chávez y los Castro, fieles defensores de ese régimen, y al gobierno de Dilma en Brasil que, aunque de forma más disimilada, también le ha expresado apoyo político.

La lucha es por la caída inmediata de Assad y por la instauración de un gobierno de las clases  explotadas sirias.

Sólo un gobierno obrero y popular podrá convocar y garantizar la realización de una Asamblea Constituyente libre, democrática y soberana para conquistar todas las libertades democráticas y liberar al país del imperialismo. Sólo un gobierno obrero y popular podrá encarar un verdadero combate contra el estado nazi-sionista de Israel, enclave político-militar del imperialismo en la región, comenzando por la recuperación del territorio sirio correspondiente a los Altos de Golán, robado por los sionistas desde 1967.

Este gobierno, asentado en las organizaciones y milicias populares, debe además procesar y castigar todos los crímenes de Assad y su camarilla dictatorial; confiscar sus fortunas y colocarlas bajo el control y al servicio del pueblo hambreado; anular todos los contratos petroleros y otros pactos realizados por Assad que atan el país al imperialismo; nacionalizar inmediatamente el petróleo y todas las riquezas del país bajo la administración del pueblo y al servicio de ejecutar un plan de emergencia que atienda las urgentes necesidades del pueblo trabajador sirio, avanzando hacia una la Federación de Repúblicas Socialistas Árabes.

(1)  Trotsky, León: Los problemas de la Guerra Civil, publicado en http://www.ips.org.ar/?p=3314

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