Afganistán: el macabro negocio de la guerra
Afganistán: el macabro negocio de la guerra
En varios artículos publicados en este sitio hemos analizado el significado político de la derrota imperialista en la guerra de Afganistán. Ahora queremos referirnos a otro aspecto: las grandes ganancias que esa guerra representó para ciertas empresas.
Por: Alejandro Iturbe
Porque el capitalismo transforma todo en negocio, incluso las peores tragedias como las guerras. Una premisa que mantiene toda su validez en el marco de la dura derrota que las fuerzas imperialistas sufrieron en ese país. La BBC, el principal medio de uno de los países derrotados, expresa en un artículo: “Lo que para muchos puede haber sido una guerra perdida, para otros fue una oportunidad de obtener grandes ganancias”[1].
Veamos la cantidad total de dinero que el presupuesto de EEUU manejó en este conflicto (a lo que habría que sumar lo que gastaron las otras potencias imperialistas).“El conflicto en Afganistán le costó al Tesoro estadounidense unos US$2,3 billones, de acuerdo con cálculos del proyecto Cost of War de la Universidad de Brown (Rhode Island)”[2].
La tercerización de la guerra
En este marco, las guerras de Afganistán e Irak mostraron un hecho nuevo frente a otras guerras que el imperialismo llevó adelante en el pasado: la tercerización de toda una serie de operaciones y servicios que antes desarrollaban dependencias y personal militar oficial. “Una parte sustancial de esos fondos sirvió para pagar los servicios de empresas privadas que apoyaron las operaciones estadounidenses en Afganistán. […] En general, hubo el doble de contratistas que de soldados estadounidenses […] eso significaba que los contratistas cargaban el combustible en los aviones, conducían los camiones, cocinaban, limpiaban, pilotaban helicópteros, y transportaban todo tipo de equipos y materiales. También construían bases militares, aeropuertos, pistas de aterrizaje, etc.…»[3].
Más de un centenar de empresas (estadounidenses y de otros países) recibieron por parte del Pentágono contratos para ejecutar todo tipo de servicios en Afganistán y entre ellas hubo algunas que llegaron a facturar miles de millones de dólares. En el “top five” figuran: DynCorp International: US$ 14.400, Fluor Corporation: 13.500; Kellogg Brown Root (KBR): 3.600; Raytheon Technologies: 2.500 y Aegis LLC: 1.200. La fuente de estos datos es una investigación realizada por Heidi Peltier, directora del proyecto «20 años de guerra» de la Universidad de Boston. Peltier aclara que “las cifras reales podrían ser un poco más altas si tuviéramos toda la información disponible desde 2001″.
Es importante destacar que varias de esas empresas no se limitaron a prestar servicios de logística, transporte y construcción, sino que tomaron tareas propias de fuerzas militares y/o de inteligencia. Por ejemplo, la DynCorp, entre otras tareas, estuvo encargada de equipar y entrenar a la Policía Nacional de ese país y a sus fuerzas antinarcóticos, además de proveer un equipo de guardaespaldas para la protección de Hamid Karzai, cuando este era presidente del país. La Fluor llegó a operar 76 bases de operaciones avanzadas.
Este tema de la tercerización de acciones y operaciones militares ha llegado a tal punto que hoy existen empresas muy fuertes especializadas en ellas. Hemos visto el caso de la DynCorp, pero quizás la más famosa sea la Blackwater, fundada en 1997, definida como “una empresa militar privada estadounidense de mercenarios que ofrece servicios de seguridad” en todo el mundo[4]. Casi la totalidad de su facturación proviene de contratos con el Departamento de Estado y la CIA. Tuvo una fuerte presencia en la guerra de Irak, en la que sus hombres tenían inmunidad diplomática y “carta libre” para realizar detenciones y torturas.
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El complejo militar-industrial
Hemos dicho que el capitalismo transforma la tragedia de la guerra en “oportunidad de negocios” para diversas empresas. Esta oportunidad no es solo para aquellas que realizaron tareas directas en Afganistán y en Irak sino también para las que integran el llamado complejo militar-industrial[5]. Linda Bilmes, una de las expertas consultadas por la BBC señala que, además de las empresas ya citadas, “las grandes contratistas de defensa de Estados Unidos como Boeing, Raytheon, Lockheed Martin, General Dynamics y Northrop Grumman fueron grandes beneficiarias de la guerra en Afganistán. Hicieron una tonelada de dinero con la guerra».
Resulta difícil calcular cuánto facturaron realmente por Afganistán ya que sus contratos no se contabilizaban directamente vinculados a la guerra. «Todas ellas consiguieron contratos para fabricar cosas en Estados Unidos que fueron usadas en Afganistán, pero que no son reportadas como parte de los gastos en ese país», señaló Heidi Peltier. Sin embargo, lo que sí muestra el informe es que «Entre los años fiscales 2001-2020 tan solo estas cinco empresas compartieron unos US$2,1 billones en contratos del Pentágono (calculados en dólares de 2021)”.
Algo que se expresó en ganancias muy grandes para estas empresas. Un artículo del portal de periodismo de investigación The Intercept muestra que: «Si usted hubiera invertido 10.000 dólares en las cinco principales empresas militares de Estados Unidos en setiembre de 2001, y hubiera reinvertido todos los beneficios desde entonces, la misma cartera de acciones hoy valdría diez veces más”[6].
Como dato complementario pero importante, no es casual que todas estas empresas tengan en sus consejos de administración a ex militares o militares retirados que, cuando estaban en actividad ocupaban altísimos cargos en las FFAA. Una fusión de intereses y de negocios que le da un sentido muy profundo al concepto “complejo militar-industrial”.
Al mismo tiempo, como es habitual en el capitalismo, tal volumen de negocios en contratos del Estado implica negociados y uso ineficiente de los fondos por parte de las empresas contratadas. Así lo muestran los informes de John Spoko, nombrado por Barack Obama “inspector general para la reconstrucción afgana”, en 2012. Informes permanentes que fueron sistemáticamente ignorados[7].
Entre otros hechos, Spoko denunció en 2017 que se habían desperdiciado 28 millones de dólares para la confección de uniformes camuflados para el ejército afgano. El problema era que el camuflaje elegido fue el utilizado para regiones con bosques y vegetación, absolutamente inútiles para el territorio mayormente desértico y pedregoso de Afganistán. Un hecho que sería casi cómico si no fuera por el trágico contexto en el que se dio.
Notas:
[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58440346
[2] Ídem.
[3] Ibídem.
[4] https://elpais.com/internacional/2014/07/02/actualidad/1404329138_563572.html
[5] Sobre este tema, recomendamos leer el subtítulo respectivo del artículo “EEUU: La dinámica de la economía y los sectores de la burguesía” en https://litci.org/es/65149-2/
[6] Citado en https://es.ara.cat/internacional/guerra-afganistan-negocio-billonario_1_4098709.html
[7] Ídem.