Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

1903-2023: 120° aniversario del bolchevismo: el partido que cambió y cambiará la historia

Por: Francesco Ricci

«El partido es el estrato consciente y avanzado de la clase, su vanguardia. La fuerza de esta vanguardia es diez, cien veces mayor que el número de sus miembros. ¿Es posible? ¿Podrá la fuerza de una centena superar la fuerza de mil? Puede y la supera cuando esa centena se organiza. La organización multiplica por diez las fuerzas».

V. I. Lenin, «Cómo Vera Zasulich mata el liquidacionismo» (1913).

Han pasado 120 años desde el más importante de los congresos. Con toda probabilidad seremos de los pocos en celebrar ese evento que cambió la historia no solo del comunismo sino también de la humanidad.

En aquel lejano 1903 nació el bolchevismo, es decir, el desarrollo del marxismo en siglo XX que, catorce años después, permitió a la clase obrera tomar el poder en Rusia y «conmover al mundo», parafraseando el título de la célebre obra del estadounidense revolucionario John Reed, partícipe de los hechos.

Un congreso entre las pulgas

El 30 de julio de 1903 comenzó en Bruselas el Segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Este es el primer congreso real, dado que el fundacional, en marzo de 1898, había terminado con la detención de la mayoría de los dirigentes.

El congreso tiene lugar en un antiguo almacén de harina, poblado de pulgas que atormentan a los delegados. Luego, el 7 de agosto, los delegados se trasladaron a Londres para escapar de la policía (y de las pulgas).

Hay inicialmente 43 delegados que tienen un total de 51 votos deliberativos mientras que otros 14 tienen voto consultivo. Los 51 delegados se reparten de la siguiente manera: 33 delegados de los simpatizantes del periódico Iskra (o sea «la Chispa», que comienza a salir en diciembre de 1900), 5 del Bund (la organización hebraica), 3 de economicistas,[1](1) 10 finalmente son los delegados que no forman parte de ninguna tendencia interna.

Entre los delegados de la Iskra encontramos a los dos protagonistas del choque que cobrará vida poco después: Lenin y Martov; y también otros nombres que ya eran famosos, como Plejánov, padre del marxismo ruso; el que llegará a ser famoso, como Trotsky, que solo tenía 24 años.

La primera discusión es sobre el programa y sobre este tema el choque que surge es esencialmente entre la mayoría encabezada por la Iskra y la minoría encabezada por los “economicistas”. Al final, el programa se vota casi por unanimidad.

El verdadero choque, inesperado, se desarrolla a partir de la discusión del Estatuto del partido.

El debate se centra en el artículo primero del Estatuto, que regula la afiliación al partido. Lenin y Martov presentan dos formulaciones aparentemente similares, en las que, sin embargo, algunas palabras diferentes cambian el significado.

Para Martov, ser miembro del partido implica compartir el programa, participar en el apoyo del autofinanciamiento de la organización y brindar algún tipo de actividad. Condiciones que hoy, dicho de pasada, ya se considerarían muy restrictivas en cualquier partido reformista (e incluso semirreformista o centrista).

Para Lenin esto no es suficiente: se necesita una cotidiana militancia disciplinada.

Sobre estas propuestas, presentadas por los dos «jóvenes» dirigentes de la Iskra (los «viejos» eran los tres veteranos provenientes de una ruptura de izquierda del populismo: el mencionado Plejánov, Vera Zasulich y Akselrod), el debate se prolonga.

Para Martov, la propuesta de Lenin es demasiado restrictiva: reduciría el partido, en su opinión, a un grupo conspirativo del tipo «blanquista», dejaría afuera a muchos simpatizantes, trabajadores que hacen huelga y luchan.

Lenin responde que con la formulación de Martov se abrirían las puertas del partido a los que no se dedican a la militancia real, a los que están dispuestos a sacrificar sólo unas pocas tardes libres por la revolución. Los simpatizantes, dice Lenin, deberían organizarse en torno al partido: pero mantenerse estrictamente separados de los militantes.

Se vota. 21 delegados con 28 mandatos (cada delegado puede tener más de un mandato) votan por la propuesta de Martov. Lenin reúne 20 delegados con 23 mandatos. En término de delegados, por lo tanto, Martov gana por uno. La mayoría de la redacción de la Iskra y toda el ala «derecha» del congreso (incluidos los economicistas) están del lado de Martov; Plejánov se alinea con Lenin. Trotsky, que también era considerado el pupilo de Lenin, apoya a Martov (un grave error, como él mismo diría en los años siguientes, y que, en todo caso, corrigió poco después, rompiendo con los mencheviques).

En el futuro inmediato, casi nadie tiene la percepción de la importancia de esta votación sobre una cuestión «organizativa».

Martov está en mayoría pero una parte de los que votaron con él abandonan el congreso y el partido en las siguientes sesiones del congreso. Los delegados del Bund se van, porque se rechaza su petición de una amplia autonomía, de hecho, la pretensión de una forma federativa. Salen algunos economicistas. Así es como Lenin se encuentra en mayoría a la hora de votar los nuevos organismos de dirección.

Aquí se invierten las relaciones numéricas y la propuesta de Lenin y Plejánov obtiene 24 votos, con 20 abstenciones. Para el consejo de redacción de la Iskra, Lenin propone un pequeño grupo de tres: él mismo, Plejánov y Martov. Pero Martov decide boicotear los organismos elegidos por el congreso y se niega a formar parte del consejo de redacción del periódico del partido. Plejánov, por su parte, pronto se volverá a reunir con los mencheviques.

Los términos bolcheviques y mencheviques, que en ruso significan mayoría y minoría respectivamente, nacieron en este momento, es decir, con la votación de los organismos de dirección. Desde entonces (más precisamente desde finales de 1904) «bolcheviques» designará a los seguidores de Lenin y «mencheviques» a los de Martov. En 1918 el partido victorioso de la Revolución de Octubre cambiará su nombre por el de Partido Comunista Revolucionario, añadiendo una B de bolchevique al final y entre paréntesis.

El acto de nacimiento del bolchevismo

En 1904, Lenin dio una descripción detallada del congreso en su Un paso adelante, dos pasos atrás. El paso adelante al que se refiere el título consiste en haber votado un programa, mientras los dos pasos atrás aluden al choque por el Estatuto.

La abrumadora mayoría de los comentaristas de la historia del bolchevismo interpretan el hecho de que Lenin no había previsto la escisión minimizando el sentido de esa ruptura.

Ahora bien, si es cierto que en 1903 Lenin no podía prever hasta que punto llegaría la degeneración de los mencheviques, es igualmente cierto que se embarcó en esa batalla campal porque veía en la definición de los militantes del partido un elemento fundamental: la independencia de clase del partido. El Estatuto propuesto por Martov era el rasguño que hubiera podido convertirse en gangrena (como sucedió).

No delimitar el partido desde un punto de vista de clase, tanto en términos programáticos como (no menos importante) organizativos, implicaba abandonar la frontera de clase.

Un partido que no hace distinción entre militantes y simples apoyadores o simpatizantes, como propone Martov, significa, explica Lenin, un partido que no hace distinción entre los sectores más avanzados de la clase y la clase en su conjunto. Pero no distinguir entre los diversos estratos que componen la clase, entre la clase en sí (todos los trabajadores) y la clase para sí (los trabajadores conscientes), no identificar la vanguardia, es decir, aquellos sectores que en un momento dado están en la vanguardia de las luchas o son políticamente activos, significa negar la exigencia de hacer avanzar a capas cada vez más grandes de trabajadores atrasados. Y perder la distinción entre la clase, la vanguardia de la clase y la vanguardia de la vanguardia, es decir, los militantes del partido, significa olvidar que la clase en su conjunto, y sus sectores mayoritarios en períodos normales, es rehén de la ideología dominante, es decir, de la ideología burguesa.

No solo eso: ¿cómo construir un partido disciplinado y fuertemente centralizado si no se distingue a quién milita de quién simpatiza? Así, la concepción de Martov de un partido laxo significaba conducir el partido, inevitablemente, por el camino de la colaboración de clases.

La revolución de 1905, tras los desarrollos posteriores a nivel ruso e internacional (la degeneración de la Segunda Internacional y su colapso frente a la guerra de 1914) confirmaron que un elemento aparentemente estatutario revestía una importancia estratégica, definía la relación entre el partido y las clases

El abismo entre bolcheviques y mencheviques se amplió hasta 1917, cuando se encontraron en lados opuestos de la trinchera de clase. Los mencheviques dentro del gobierno de «izquierda» del capitalismo, es decir, de un gobierno burgués; los bolcheviques no solo afuera de ese gobierno sino en una oposición irreconciliable con eso para crear las condiciones para su derrocamiento revolucionario en Octubre.

También son muchos (incluso entre los que, por algún malentendido, se definen «leninistas») los que, siempre para minimizar el elemento del partido delimitado, señalan que tras la escisión de 1903 mencheviques y bolcheviques vivieron varios momentos de unidad, al menos hasta 1912 e incluso hasta 1917. Y es cierto que el Partido Comunista ruso (bolcheviques) se formó con este nombre sólo después de Octubre. Pero la apariencia no debe confundirse con la sustancia. Las dos fracciones, desde 1903, constituyeron en los hechos dos partidos distintos, con sus propios organismos dirigentes y una prensa distinta. Por eso es el propio Lenin quien afirma, contra ciertos presuntos «leninistas» de hoy, que «el bolchevismo como corriente de pensamiento político y como partido político existe desde 1903»[2].(2)

Es el concepto mismo del partido de vanguardia (que no es invención de Lenin sino que Lenin desarrolla a partir de la batalla de Marx) lo que divide las dos alas de la socialdemocracia rusa. Y, en definitiva, para dividir aún hoy a reformistas y revolucionarios, que ven la colaboración de clases en el Estado burgués con gobiernos que, permaneciendo en ese Estado, no pueden ser sino gobiernos burgueses (incluso cuando estén compuestos solo por partidos de izquierda, como fue en 1917); y los que en cambio no pretenden «conquistar el Estado» o gobernar sino romper, desintegrar el Estado burgués para construir un Estado obrero, es decir, pretenden sustituir la dictadura de la burguesía por la dictadura del proletariado.

El partido necesario para volver a vencer

Hemos resumido de forma extrema una historia que requeriría más espacio y un estudio en profundidad de algunos temas conexos: por ejemplo, habría que detenerse en dos obras muy importantes de Lenin que enmarcan el congreso: el ¿Qué hacer? (escrito en 1902, el año anterior a la escisión) y Un paso adelante, dos pasos atrás (escrito en 1904, precisamente como explicación del congreso). Por razones de espacio nos permitimos remitir al lector interesado en estos temas a uno de nuestros extensos ensayos publicados en la revista teórica Trotskismo oggi[3].(3)

Decíamos, al principio, de la importancia histórica del congreso de 1903, acta de nacimiento del bolchevismo. Pero el bolchevismo no solo cambió el curso de la historia del siglo XX.

Si hoy todavía podemos proyectar el comunismo, es decir, luchar para acabar con la sociedad dividida en clases, con su bagaje de destrucción incluso del planeta en el que vivimos, es porque en aquel congreso de 1903 se produjo la ruptura entre el bolchevismo y el menchevismo, es decir, de los revolucionarios con los reformistas.

El congreso de 1903 no es, pues, un recuerdo lejano del pasado: es algo que concierne al presente y el futuro. Ninguna revolución socialista será verdaderamente victoriosa si los trabajadores y los jóvenes no sabemos estudiar esa historia y extraer de ella las lecciones para hoy.

En particular, hay por lo menos seis grandes lecciones que se derivan de aquel congreso y de los desarrollos a los que condujo en 1917. Enumerémoslas telegráficamente.

Primero, ninguna lucha obrera y de la juventud, por radical que sea, evolucionará por sí sola hacia la construcción de una nueva sociedad en ausencia de un programa basado en independencia de la clase de la burguesía y sus gobiernos. Todos los días vemos ejemplos de esto: luchas importantes, en varias partes del mundo, que, a pesar de los esfuerzos realizados, no conducen a una victoria general ni a resultados duraderos.

Segundo, este programa revolucionario, a diferencia de la lucha de clases (que es inevitable en una sociedad dividida en clases), no surge espontáneamente de la lucha: es necesario llevar el socialismo al cotidiano choque entre las clases, oponiéndose a la ideología burguesa que domina incluso las cabezas de los que no son burgueses.

Tercero, se necesita un partido para lograr este objetivo. No un partido cualquiera sino similar (en sus elementos principales) al que los bolcheviques comenzaron a construir en el congreso de 1903. Un partido cuyo fin sea la conquista del poder mediante el derrocamiento del capitalismo, la ruptura revolucionaria del Estado burgués, su sustitución por una dictadura del proletariado, primer paso en la marcha hacia una sociedad que, habiendo abolido la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, y así aboliendo la división en clases, libere finalmente a toda la humanidad de la explotación, las guerras y la miseria.

Cuarto, este partido –diferente de todos los demás– no puede nacer de la unión de revolucionarios y reformistas (“unidad de la izquierda”), ni de la unión de todos los que por alguna razón se dicen comunistas (“unidad de los comunistas”): debe, por el contrario, basarse en la demarcación del reformismo y su batalla por destruir la influencia del reformismo entre los trabajadores. Esta es la condición previa para unir a los trabajadores bajo un programa de clase. Sin la escisión de 1903 entre bolcheviques y mencheviques no habríamos tenido la Revolución de Octubre. Sin un partido bolchevique, todas las revoluciones del último siglo son fracasos, como están condenadas al fracaso las revoluciones futuras.

Quinto, no se trata de proclamar este objetivo sino de construirlo día a día participando en las luchas inmediatas de los trabajadores y los jóvenes, conquistando los mejores elementos de estas luchas para la construcción de un partido delimitado programática y organizativamente. Un partido separado (es decir, distinto de la «masa») e integrado en las luchas de las masas. Esta es la condición, sostiene Lenin, para elevar estratos cada vez más amplios de la clase a nivel de la vanguardia.

Sexto, este partido que es necesario sólo puede ser minoritario en las fases ordinarias (donde serán mayoría los partidos reformistas que siguen la corriente). Pero esto no significa que debamos esperar una inexistente «hora X» para construirlo: por el contrario, podrá desarrollarse a un ritmo muy rápido en una fase de ascenso de la lucha sólo a condición de que por años se haya trabajado para fortalecer sus bases programáticas y organizativas.

Estas son las lecciones que nos quedan del congreso de 1903 y de la historia del bolchevismo. Enseñanzas que, para ser aprovechadas, requieren de militantes dispuestos a dedicar la mejor parte de sus energías y de sus vidas a este objetivo: la construcción de un partido revolucionario internacional.

Traducción del original en italiano: Natalia Estrada.


[1] Los «economicistas» que participan en el congreso (una de las variantes de esta corriente) teorizan una lucha por etapas: primero, agitación puramente económica (la única que, según ellos, los trabajadores pueden entender) y sólo en una segunda etapa, distinta, la lucha política, de la que también excluyeron la lucha por el poder, reduciéndola así a avanzar demandas al gobierno burgués. En su teoría, el socialismo desaparece como horizonte abstracto y, con él, la razón de ser de un partido revolucionario.

[2] LENIN, V. I. El ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (1920) en Obras completas, tomado de Editori Riuniti, 1967, vol. 31, p. 15.

[3] RICCI, Francesco. «La actualidad de un partido de tipo bolchevique», en Trotskismo oggi, n.° 2 (2012). Contiene también una extensa bibliografía sobre la historia del bolchevismo.

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