1000 días de Guerra: ¿Putin juega a la “ruleta rusa” con ojivas nucleares?
Por Tarás Shevchuk
Asistimos a un momento de resonantes cambios y diversos sucesos políticos encadenados. Empezando por EEUU, con el triunfo de Donald Trump y las tensiones que produce la composición de su futuro gabinete. El salto que representa el ingreso al combate de miles de tropas norcoreanas en la agresión rusa contra Ucrania. Ante esta evidencia, Ucrania obtuvo por parte de Biden el demorado “permiso limitado”, para poder golpear objetivos en territorio ruso con armamento fabricado en Occidente. Fue inmediata la respuesta de Putin lanzando sobre la ciudad de Dnipró –un importante centro industrial en el Sud este de Ucrania– el nuevo misil hipersónico “Oreshnik”, apto para cargas nucleares. Este ataque fue acompañado con una explícita amenaza de escalar el conflicto “si se traspasan las líneas rojas”, golpeando a los países proveedores de armamento para Ucrania.
Y además, dejó un explícito y elogioso mensaje a Trump como nuevo presidente electo, instándolo a “no permitir que la administración saliente de la Casa Blanca siga minando el camino de la negociación”. No es casual que varios republicanos trumpistas repitan esa narrativa contra la decisión de Biden. Ante estos hechos se reunió con carácter de emergencia el Consejo de la OTAN y allí se habló de “inminencia de guerra global”. Estos hechos han vuelto a atraer la atención sobre la guerra de Ucrania, por parte de amplios sectores de la población, más allá de los sectores politizados. Es lógico que escuchar sobre la “inminencia de una guerra nuclear” produzca un impacto, aunque por ahora sea en sentido retórico. Intentaremos aquí analizar la raíz de la amenaza de Putin de apelar a la “ruleta rusa” con ojivas nucleares. Pero al margen de las alarmas y los duelos retóricos de unos y otros, en esencia no ha cambiado cualitativamente la política del gobierno de EEUU: restringir la provisión a Ucrania de armamentos ofensivos. Veamos qué es lo que está en la base de esas declaraciones tan estruendosas como los misiles lanzados y las bombas que amenazan lanzar.
Empecemos por señalar que amenazar con el “garrote nuclear” es justamente lo que Putin necesita –y el imperialismo occidental aprovecha– para hacer presión sobre Ucrania para sentar a su gobierno a negociar una “paz” con anexiones y obligarlos a aceptar la partición de Ucrania. A eso se han dedicado todas las potencias EEUU, UE, OTAN y por supuesto China y hasta el mismísimo Papa de Roma, durante la mayor parte de esta guerra de liberación nacional ucraniana, protagonizada por una mayoría de su clase trabajadora, a pesar de la dirección político-militar del país, subordinada a los dictados del imperialismo.
¿Por qué? Porque la “guerra relámpago” planeada por el régimen de Putin para tomar Kiev en pocos días y conquistar Ucrania barriendo al gobierno de Zelenski y formando un gobierno títere afín al Kremlin, purgando a todos los posibles líderes que pudieran impulsar una resistencia activa, se ha convertido en una guerra que se prolonga 1000 días y precipita las disputas entre las potencias imperialistas, en el marco de la crisis del actual orden mundial.
Y EEUU, la potencia hegemónica decadente, tiene muy presentes el bochornoso fiasco en Irak y la reciente derrota sufrida a manos de la resistencia talibán en Afganistán. Y por eso todas las potencias usan el discurso hipócrita de “evitar la escalada” y acusan al otro de estar escalando. Pero todas están en una febril carrera armamentista previendo un inevitable futuro enfrentamiento armado global.
Una agresión que empezó hace 10 años
En realidad la agresión rusa comenzó con la anexión de Crimea y la incursión de paramilitares rusos en el Donbáss y la autoproclamación de Republicas separatistas, como respuesta a la rebelión popular del Maidán que depuso al presidente Yanukovich. En aquel momento tanto EEUU como la UE sólo manifestaron su “preocupación” y miraron para otro lado. ¡Incluso el presidente de Alemania Steinmayer visitó la Crimea anexionada!
Cuando empezó la invasión en gran escala de Rusia el 24 de febrero de 2022, las tropas del Kremlin avanzaron hacia sus objetivos ucranianos desde Bielarús, desde la ciudad de Bélgorod en la frontera de Rusia hacia Járkov, desde la anexionada península de Crimea y desde los territorios ocupados desde el 2014 en el Donbáss. Las previsiones de los imperialistas sobre la agresión rusa eran tan siniestras, que Biden ofreció a Zelenski una rápida evacuación, temiendo que con el avance de los invasores sería imposible una operación de rescate. Pero el presidente se vio obligado a rechazar la amable oferta de la “Casa Blanca. ¿Por qué?
Porque en esos momentos decenas de miles de voluntarios y voluntarias ucranianas, inspirados por un verdadero patriotismo, tomaron en sus manos la resistencia y se agolparon frente a los arsenales, para reclamar armas –y ante la desidia burocrática, también arrebatarlas– para enfrentar a los agresores en los suburbios de Kiev. A pesar de un saldo luctuoso enorme entre la población, lograron desalojar a los invasores de todo el Norte de Ucrania. A partir de allí las Fuerzas Armadas de Ucrania crecieron desde 50 mil efectivos sin entrenamiento, motivación ni armamento, antes de la invasión a 450 mil actuales, mayoría de los cuales son provenientes de la clase obrera de las ciudades y el campo. Y una significativa parte se presentaron voluntarios en los primeros meses del 2022. Y a pesar de las muy numerosas bajas y agotamiento producido en los 1000 días de guerra, estas tropas están mucho más experimentadas que al inicio.
Las masas ucranianas demostraron –una vez más al mundo– que un pueblo armado que resiste puede frenar y expulsar a una potencia militar muy superior. Y justamente por eso es que los imperialistas comenzaron a temer más a esa resistencia popular auto organizada –aunque subordinada al estado mayor militar– que al propio invasor y ocupante. Porque esa resistencia tiene una latente dinámica objetivamente revolucionaria y su posible triunfo puede detonar, no sólo el derrumbe del régimen de Putin, sino un debilitamiento de su control represivo en toda la región de la ex URSS, donde las masas están sometidas a regímenes similares. Ese régimen todavía puede infligir mucho daño a Ucrania con misiles y drones, pero su ambición de ocupar todo el país ha fracasado.
La situación actual
Pese a los heroicos esfuerzos de Ucrania, y de los crímenes de guerra perpetrados por los rusos, desde hace meses los frentes del Este y el Sur se han estabilizado para beneficio del Kremlin. Pero al constatar las enormes dificultades de Kiev para recuperar todo su territorio, se evidencia la creciente desesperación que también acumula el Kremlin. Rusia es más dependiente que nunca de China, depende además del material militar –cientos de miles de drones Shajid de Irán y millones de municiones de artillería pesada y ahora miles de tropas de Corea del Norte–. Y sigue buscando contratar soldados mercenarios en diversos países.
El reciente avance sorpresivo de los rebeldes sirios contra el dictador Asad, que tomaron Alepo y la región de Idlib, obligan al régimen de Putin a destacar fuerzas, aviones y armamento, no sólo para defender al régimen sirio –del cual es su sostén fundamental– sino también sus propias dos bases militares en ese país. Otra región donde la influencia de Rusia sufre turbulencias e inestabilidad es el Cáucaso. Allí han rebrotado violentos enfrentamientos que protagonizan las masas de Georgia contra las fuerzas represivas, en rechazo del reciente fraude electoral que dio como ganador al partido Sueño Georgiano, ligado a los negocios con Moscú y la suspensión de conversaciones con la Unión Europea. Y también en Abjazia –autonomía que se separó de Georgia hace 30 años– donde la población se rebeló y destituyó al gobierno títere de Rusia.
Situación militar y político-social de Ucrania
Como consecuencia de la política imperialista, que se puede resumir en: colonizar, endeudar, mezquinar ayuda crítica y chantajear para obligar a negociar la paz con anexiones, Ucrania está a la defensiva en el terreno militar y económico. Y también está la defensiva en el terreno diplomático. En este marco Zelensky presentó su “Plan para la victoria”. Su contenido está basado en la muy poco probable invitación a formar parte de la OTAN.
Sin embargo, esta situación defensiva general presenta aspectos contradictorios, fundamentalmente por la potencialidad aún presente entre las masas. Aunque, debemos señalarlo, no es inagotable y vemos una dinámica menguante. Pero ese potencial también tiene reflejos dentro de las fuerzas armadas. En concreto, debido a las urgentes necesidades vitales de la guerra –a pesar de la política opuesta del gobierno neoliberal– han obligado a los servicios de las FFAA de Ucrania a desempolvar parte remanente de su importante Complejo Militar Industrial (CMI).
Se ha desarrollado en estos dos años la producción propia de drones aéreos (también navales) y misiles en menor cantidad, que están golpeando e incendiando importantes refinerías, radares y arsenales o depósitos de misiles y municiones, localizadas muchos centenares de km al interior de Rusia y que han afectado seriamente el abastecimiento de la potencia de fuego de los invasores. También se intensifican los ataques, que golpean a Crimea con misiles ucranianos.
Hoy se plantea un interrogante clave sobre la prolongación de la guerra: ¿Trump cortará los préstamos a Ucrania más drásticamente y detonará su capitulación? Por parte del régimen ucraniano vemos la aceleración de los preparativos ante esta probabilidad. Pero debido a una correlación de fuerzas con las masas que surgió en el Maidán del 2014 y aún persiste, a pesar del desvío reaccionario “democrático y los efectos indirectos de la agresión contrarrevolucionaria de Putin, es que Zelenski se cuida mucho de aparecer abiertamente desalentando la resistencia. Pero anuncia una búsqueda de “pronta terminación de la guerra” y “una paz justa”.
Una política revolucionaria de clase para la guerra de liberación nacional
A pesar de la difícil situación defensiva, es posible revertirla y derrotar la invasión de Putin y expulsar a los ocupantes rusos de todo el territorio de Ucrania. Para eso son necesarias para Ucrania armas modernas, artillería de largo alcance y varias decenas de aviones cazas de combate F-16.
Denunciamos toda “iniciativa de paz” que implique las anexiones. La única paz justa es respetando la integridad territorial de Ucrania. Repudiamos a la OTAN, EEUU y UE: por su hipócrita chantaje y saqueo imperialista, mientras entregan la soberanía e integridad de Ucrania, negociando con Putin las anexiones. Parte fundamental del rechazo del saqueo es:
¡Anular la deuda externa de Ucrania con el FMI y todos los usureros imperialistas!
¡Confiscar todos los activos y empresas rusas y de los oligarcas ucranianos que siguen sirviendo al régimen agresor!
¡Centralizar la economía en manos del Estado, bajo el control de los trabajadores al servicio de la defensa nacional!
¡Toda la economía y los recursos de la nación al servicio de la victoria en la guerra y no de las ganancias de los oligarcas y las corporaciones transnacionales!
¡Llamamos a la clase obrera europea y mundial, en especial a los pueblos sometidos por la dictadura de Putin, a la solidaridad activa con la resistencia armada del pueblo trabajador ucraniano!
¡Denunciamos a los defensores encubiertos de Putin, que con argumentos “pacifistas” buscan aislar la resistencia ucraniana por su liberación nacional!
La clase obrera ucraniana está en la primera línea del frente, ofrendando su vida por la soberanía e integridad del país. Y en la retaguardia, haciendo sacrificios para sostener la economía. ¿Pero a quién pertenecen los frutos de esa economía y el país todo? ¿A quién sirve el poder del estado ucraniano? ¡Los obreros seguiremos combatiendo por una Ucrania Independiente! ¡Esa independencia será posible sólo con un Gobierno de los trabajadores y No de los oligarcas, asociados con las potencias, que negocian con Putin la partición de Ucrania!
Por esas razones todos nuestros esfuerzos están concentrados en construir una organización política independiente de la clase obrera.