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Opinión

Una nota sobre cuatro estrategias de la izquierda política

febrero 16, 2023

Las empresas de comunicación, con toda su venalidad y simplismo, han caracterizado la actual situación latinoamericana como la “segunda ola” de la izquierda (la primera iría de 2002-2013). Una serie de gobiernos de “izquierda” han ganado las elecciones en el subcontinente, las cinco principales economías están en “manos de la izquierda” (Brasil, México, Argentina, Chile y Colombia) los cuales conviven problemáticamente con las dictaduras (Cuba, Nicaragua y Venezuela) y con los casos híbridos (Bolivia, Honduras).

Por Roberto Herrera

La mayoría de estos gobiernos surgen del fracaso del capitalismo latinoamericano y de los gobiernos de derecha para enfrentar la descomposición del capitalismo (pandemia de COVID, guerra en Ucrania) son “votos de protesta” para que se vaya el que esté gobernando. A diferencia de la ola anterior, no nacen de movilizaciones populares que tumban gobiernos (Argentina 2001, Bolivia 2005), ni abren procesos constituyentes (Venezuela, Ecuador); las medias son menos radicales política y socialmente y los compromisos con la burguesía más intensos (Lula gobierno junto con Alckim, su antiguo rival), los perfiles de sus dirigentes están más cerca de los tecnócratas inteligentes (Arce) que de los dirigentes políticos y populares (Evo Morales).

La existencia de estos gobiernos, aunque busca estabilizar el capitalismo luego de la profundización de la crisis civilizatoria, no implica que la derecha no intente golpes de Estado, destituciones parlamentarias o use el aparato judicial y policial para enfrentar al gobierno; es decir, la situación está abierta entre la “gasolina” del movimiento popular por el malestar, la estabilización de los “gobiernos de izquierda” y la derecha autoritaria. Estos gobiernos tienen una relación problemática, a veces justificadora, a veces enfrentada, con las tres dictaduras (Cuba, Nicaragua y Venezuela) y la represión que desatan sobre sus propios pueblos.

En medio de este cuadro pareciera que la izquierda se agrupa alrededor de cuatro estrategias: 1) “El poblamiento del Estado”, venida de la ola anterior y de la vía institucional al socialismo chileno. Esta estrategia supone que la estructura profunda del estado burgués, que el estado burgués y dependiente latinoamericano es “neutro” y no tiene carácter de clase. Suponen que el Estado puede ser utilizado como tal por los revolucionarios y el pueblo.

En esta estrategia, si el Estado está poblado por funcionarios de derecha, el Estado es “de derecha”, si el Estado está lleno de revolucionarios, entonces el Estado es revolucionario. Esta estrategia supone que el Estado burgués y dependiente latinoamericano es “la institucionalidad democrática”, supone que la “separación de poderes” es real y que la derecha no tiene colonizada todas las instituciones (jueces, fiscales, burocracia alta y media), implica que “la prensa libre” no es la ideología de los grandes latifundios de la comunicación. Es una actitud que rápidamente puede ser asediada por los enemigos de clase y que obliga a siempre aliarse con “la derecha moderada” frente a la “derecha cavernaria”; en esta alianza, como en cualquier otra, el que impone el programa de acción es quien está más a la derecha.

2) La estrategia de “fortaleza sitiada”, es la estrategia de Díaz Canel, Ortega y Maduro (está por ver si Arce), una estrategia que, más que en Lenin (cómo dicen los ideólogos democráticos), está apoyada en San Ignacio de Loyola. La metáfora consiste en asegurar que, al interior de la fortaleza sitiada, los ataques que se reciben (indiferentemente si es de los sectores populares, de la oposición política o de los Estados Unidos) es todo un complot.

Esta perspectiva supone la militarización del espacio político: a través del control del ejército, la policía y los paramilitares se controla militarmente la situación, para luego concentrar todo el poder político y económico en el ejército y los leales del dictador. Su política es “entierro, encierro y destierro” para la oposición y su “socialismo de características chinas” es la ideología para encubrir al grupo capitalista-militar que dirige el país.

3) La estrategia de los pequeños “mundos-otros” Sectores que fueron inspirados por el zapatismo y que han sufrido/enfrentado a los “gobiernos progresistas” han sacado correctamente la conclusión del fiasco de la primera ola “progresista” pero han llegado a la conclusión que, frente al fracaso de la civilización capitalista, hay que apoyarse en los restos de otras civilizaciones, sobre todo las originarias. Apoyados en las movilizaciones zapatistas, mapuches, de la MINGA, sostienen que es posible un “mundo-otro” rechazando el actual capitalismo e instaurando un comunismo comunitario, inmediatamente y coexistente en pequeños lugares.

El capitalismo podría ser derrotado sin un levantamiento y sin tomar el poder central del Estado, sería una estrategia similar a una enfermedad que va “infectando” partes del cuerpo hasta que finalmente el cuerpo muere (en la metáfora el capitalismo sería el cuerpo). El problema de la estrategia comunitarista es que no indica qué hacer en los sectores donde no hay alta densidad originaría (que en América Latina abarcan a decenas de millones de sectores populares) y también supone que el capitalismo no intentará hostilizar y destruir estas experiencias comunitarias locales, que de alguna forma las respetará o que no se dará cuenta que está siendo “infectado” de poder comunitaria, en esta estrategia el poder es un error, no una condensación de las relaciones sociales.

4) La cuarta estrategia, que comparte el autor de esta nota, supone que el Estado no es neutro, es un instrumento de clase, que la dominación del capital es omnipresente y que no respeta “la separación de poderes”, domina en el mundo de lo privado y de lo público. Además, cree que las oligarquías latinoamericanas son particularmente violentas y sanguinarias con cualquier esfuerzo mínimo de democratización de la vida política y social.

Por lo tanto, la forma en que la izquierda política puede salir victoriosa es regresar a la estrategia leninista-trotskista que supone el camino a la victoria mediante una insurrección popular que destruya y paralice al poder del Estado Burgués y su corazón, el ejército y la policía. Esta estrategia indica que, luego del proceso de insurrección popular, crecerá un organismo de frente único de todos los explotados y oprimidos que sirvan como embriones de un nuevo Estado, de una democracia de los obreros y campesinos.

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