Presentamos la dedicatoria, el prefacio y el prólogo del libro Los Estados Obreros del Glacis: discusión sobre el Este europeo, de Jan Talpe.
Dedicatoria
Quisiera dedicar ese texto a alguien que sigue creyendo que para nada la misa está dicha con respecto a un cambio profundo de la sociedad: Daniel Ruiz está convencido, no solo de la necesidad sino también de la posibilidad de avanzar hacia el socialismo, y hoy está preso por ser consecuente con eso. Daniel, por experiencia propia sé lo que es estar preso; es una amarga derrota en nuestra lucha. Pero también sé lo que es sentir esa solidaridad, esa lucha incansable de los compañeros para «sacar a uno de eso», y tengo confianza que llegará pronto la victoria, tu liberación.
Si llegas a poder leer ese libro en tu prisión, podrás conocer a Anna Walentynowicz, esa incansable luchadora polaca que también ha conocido la prisión por enfrentarse con coraje a las traiciones de Wałęsa, y que dijo: «Si nos mantenemos quietos y no bajamos a la calle, dejamos el campo libre a las autoridades para enchalecar nuestra libertad. […] Actualmente, debemos partir de la base y construir nuestra red. […] .No esperen instrucciones y llamadas! Cada uno debe ser capaz de pensar y de tomar decisiones. Debemos aprender a tomar decisiones corajudas».
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Prólogo
El siglo XX fue, como ningún otro, el siglo de las guerras y las revoluciones. En ese marco, las masas protagonizaron luchas heroicas que dieron origen a un importante número de Estados obreros, que fueron identificados por la mayoría de las corrientes de izquierda con el “socialismo real”. De esta forma, el fin de la explotación y la opresión en todo el planeta parecía estar al alcance de la mano. Pero esta idea no pasaba de un espejismo. La cruda realidad fue que después de tantas luchas y de tantos triunfos, el siglo XX no terminó con la victoria del socialismo sino con la restauración del capitalismo en todos los ex Estados obreros.
Cuando se constató la restauración, no solo los ideólogos del capitalismo sino la mayoría de los que se decían “marxistas” llegaron a la conclusión de que el capitalismo, con su “democracia como valor universal”, había demostrado su superioridad frente al socialismo. Así, para ellos, aunque casi nunca lo asumieron de esta forma, la restauración del capitalismo había sido la tumba del marxismo.
Pero hubo otros sectores que frente a la derrota que significó la restauración del capitalismo siguieron el consejo del filósofo Spinoza: “No llores ni rías, comprende” y, así, trataron de entender el porqué de la restauración, cuáles eran sus razones y sus consecuencias y, de esta forma, en contra de lo que las apariencias indicaban, llegaron a la conclusión de que el marxismo, el verdadero marxismo, el de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, frente a los procesos del Este europeo, aunque fuese por la negativa, había pasado la prueba de los hechos.
Llegaron a esta conclusión porque –fundamentalmente a partir de la experiencia de la Revolución Rusa– pudo comprobarse que la clase obrera al frente de su Estado logró, en el terreno económico y de la cultura, lo que la burguesía nunca había logrado en un país atrasado.
Y también llegaron a esta conclusión porque observaron que el capitalismo después de la restauración seguía tan incapaz como antes de impedir el curso de la humanidad rumbo a la barbarie.
Porque vieron que la lucha de clases, después de la restauración, lejos de acabar, como pretendían algunos ideólogos, provocaba violentos y masivos enfrentamientos, con movilizaciones de masas como pocas veces se había visto en la historia de la humanidad.
Porque vieron que nuevas revoluciones surgían en países de casi todos los continentes, aunque no hayan terminado con el capitalismo por la falta de direcciones revolucionarias.
Y porque, finalmente, vieron que la restauración del capitalismo, lejos de mostrar la incapacidad del proletariado, para llevar adelante su proyecto de liberación, demostró la incapacidad de los sectores no proletarios, la pequeña burguesía y la burocracia para ocupar el lugar del proletariado.
Pero no bastaba llegar a esas conclusiones. Se hacía necesario preparar a las nuevas generaciones de revolucionarios para enfrentar los nuevos desafíos, que no son otros que crear las condiciones subjetivas (pues las objetivas están maduras desde hace mucho tiempo) para retomar el camino rumbo al socialismo, que la Revolución Rusa inició hace más de 100 años.
Trotsky decía que los bolcheviques nunca podrían haber triunfado en octubre de 1917 si no hubiesen estudiado profundamente la experiencia de la Comuna de París.
Hoy los marxistas están frente a un desafío similar, aunque mucho más complejo. Es imposible pensar en la victoria de una revolución, que inicie la transición rumbo a una sociedad superior al capitalismo, una sociedad socialista, sin estudiar profundamente lo ocurrido durante el siglo XX, cuando en un tercio del planeta la burguesía fue expropiada.
¿Qué pasó en esos Estados en donde se expropió a la burguesía? ¿Por qué el capitalismo fue restaurado?
Este libro de Jan Talpe, “Los Estados obreros del glacis”, responde a esta pregunta en lo que se refiere a los Estados obreros surgidos en el Este europeo al final de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el trabajo de Jan se convierte en un material imprescindible para el estudio y la reflexión sobre un tema decisivo para el futuro de la humanidad
El proceso de expropiación de la burguesía y la posterior restauración del capitalismo, no solo en el Este europeo sino en todos los otros Estados en donde ocurrió lo mismo, es imposible que sea entendido si no se parte de analizar dos hechos altamente contradictorios. El gran ascenso de masas que siguió a la Segunda Guerra Mundial, en donde el fascismo fue derrotado, y un hecho ocurrido con anterioridad: el triunfo de la contrarrevolución estalinista en la URSS, en la década de 1930.
Cuando el Ejército Rojo, dirigido por Stalin, al final de la Segunda Guerra Mundial ocupó la mayoría de los países del Este europeo y expropió a la burguesía, la joven e inexperta dirección de la IV Internacional fue tomada de sorpresa por este acontecimiento y esto hizo que se originara un largo debate en su interior
sobre qué eran esos Estados. Sin embargo, en 1939, es decir poco tiempo antes de ser asesinado por el estalinismo, Trotsky había analizado la posibilidad de que se diesen este tipo de procesos y había señalado cuál sería el carácter de esos Estados y cuál debería ser la política de los revolucionarios frente a ellos.
En 1939 hacía ya tiempo que Trotsky había llegado a la conclusión de que el estalinismo había expropiado políticamente al proletariado, y que toda su política, en nivel nacional contra el proletariado y en nivel mundial de alianza con el imperialismo, harían que en la URSS, si el proletariado no expulsaba a la burocracia del poder, el capitalismo sería restaurado.
Confirmando la caracterización de Trotsky, en 1939 Stalin hizo un pacto de no agresión y para repartirse áreas de influencia con Hitler, lo que incluía la invasión a Polonia por los ejércitos de Hitler para ocupar la parte occidental y por el Ejército Rojo para ocupar la parte oriental. A su vez, el acuerdo incluía la ocupación
de otros territorios por parte del Ejército Rojo.
Trotsky opinaba que el Ejército Rojo de Stalin, al invadir Polonia y los otros países, a pesar de tener un objetivo contrarrevolucionario, terminaría expropiando a la burguesía de esos países. Es decir, tomaría una serie de medidas progresivas, de carácter socialista, que darían origen a Estados obreros burocratizados, como era la URSS.
Sin embargo, para Trotsky, a pesar de que el estalinismo tomase ese tipo de medidas, las cuales deberían ser defendidas frente a una posible agresión de Hitler, la invasión del Ejército Rojo a esos países no podía contar con ningún tipo de apoyo de los revolucionarios.1 En esto, Trotsky era categórico. “Estábamos y estamos contra la apropiación de nuevos territorios por el Kremlin.”
El acuerdo de Stalin con Hitler no duró mucho tiempo, porque este último lo rompió, en forma unilateral, al invadir la URSS, pero una situación similar se planteó al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Stalin llevó adelante sus acuerdos con sus nuevos aliados imperialistas: Inglaterra y Estados Unidos, para dividirse áreas de influencia. Fue a partir de esos acuerdos que el Ejército Rojo ocupó la mayoría de los países del Este europeo y, tal como lo había previsto Trotsky, en todos esos Estados la burguesía fue expropiada, y así surgieron los Estados obreros burocratizados del Este europeo.
Solo que esos Estados nunca fueron socialistas ni Estados en transición al socialismo, por eso las burocracias gobernantes, al igual que en la URSS, terminaron restaurando el capitalismo. En esto también se cumplió el pronóstico de Trotsky, cuando para justificar su oposición a las ocupaciones decía: “No creemos que el
Kremlin tenga ninguna misión histórica.”2
Cuando se dieron las ocupaciones del estalinismo, Trotsky ya había sido asesinado y por lo tanto no pudo ver la confirmación de sus pronósticos, y en esta cuestión sobre la confirmación de los pronósticos de Trotsky es, justamente, donde este libro de Jan Talpe gana un enorme valor, pues lleva adelante un análisis detallado de cómo esto se dio en cada uno de los países del Este europeo.
Jan Talpe presenta datos desconocidos por el lector común, y, varios de ellos, sorprendentes (aunque ya nada puede sorprendernos sobre los crímenes del estalinismo), como cuando explica por qué el estalinismo, que en un primer momento trató de mantener Estados capitalistas, terminó expropiando a la burguesía y construyendo Estados obreros. Esta medida, que de hecho era progresiva, tenía un claro objetivo contrarrevolucionario: facilitar el pillaje de todos los países del Este (al cual la burguesía se oponía) en beneficio de la burocracia de Moscú.
Jan Talpe cita una frase de Nahuel Moreno en forma muy apropiada, para mostrar lo dicho anteriormente: “Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Rusia se ha transformado en un país que explota a otras naciones y a sus trabajadores (…) su política de rapiña en los países ocupados es comparable formalmente a la más execrable política imperialista.”3
Quien tenga la oportunidad y el privilegio de leer este trabajo de Jan Talpe podrá sacar varias conclusiones; entre ellas destaco tres.
La primera: es fácil entender por qué fue justamente en estos Estados en donde se dieron los grandes levantamientos y hasta revoluciones para derrocar a la burocracia, como ocurrió en Alemania Oriental en 1953, y más tarde en Hungría, Checoslovaquia y Polonia.
La segunda: todas estas revoluciones fueron aplastadas por las burocracias locales, con el auxilio de los tanques de Moscú. Por eso, también resulta fácil entender por qué en todos esos Estados el capitalismo pudo ser restaurado con tanta facilidad.
La Tercera: estalinismo, nunca más.
Martín Hernández
San Pablo, 23 de junio de 2019.
Notas:
- TROTSKY, León. La URSS en guerra (1939).
- Ibídem.
- MORENO, Nahuel. El marco histórico de la Revolución Húngara (1957), citado por Jan Talpe, p. 16.
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Prefacio
Por Jan Talpe
En 1918, Polonia había vuelto a existir, como Segunda República de Polonia, 123 años después de la tercera partición entre los imperios vecinos. Pero en agosto 1939, Stalin y Hitler decidieron una cuarta partición. El 1 de setiembre de 1939, Hitler ocupa su parte, al Oeste del río Bug. Un año antes, Francia y el Reino Unido habían prometido a Polonia defenderla en tal caso,1 pero no movieron un soldado. Solo cumplieron con el ritual de declarar la guerra al invasor, el 3 de setiembre. Y el 17, Stalin ocupa su parte, al Este del río Bug.
Así se inició la Segunda Guerra Mundial. En un bando se encontraban Alemania y la URSS, y en el otro el Reino Unido, Francia y Polonia. Para Trotsky, no era ninguna sorpresa que Stalin y Hitler estuvieran en el mismo bando. La razón era que “una revolución triunfante en Alemania elevaría enormemente la conciencia de clase en la URSS y haría imposible la permanencia de la tiranía de Moscú. El Kremlin prefiere el statu quo, con Hitler como aliado.”[a]
El 4 de abril de 1940, una enmienda del art. 23 de la Constitución de la URSS incorpora los siete departamentos de Polonia al Este del río Bug en el régimen del Estado obrero, como departamentos de Ucrania; un corolario lógico según Trotsky.[b] Y no se habló más del tema.
Hitler puede orientar entonces su esfuerzo bélico al Oeste y ocupa Francia. En junio de 1940, Italia entra en la Guerra conforme su “Pacto de Acero” con Alemania,2 y Francia cambia de bando, optando por el de Hitler y Stalin. Y el año siguiente, en junio de 1941, “Hitler, amigo y aliado de Stalin, en cuanto consigue una victoria en el Frente Occidental con la ayuda de Stalin, vuelve sus armas contra la URSS.”3 A Stalin no le queda otra que cambiar también de bando y entrar en el de Churchill, lo que este acepta sin rencor. Luego, Estados Unidos y China completan el bando para constituir el 1 de enero de 1942 el de “los Aliados”, enfrentado al “Eje” Roma-Berlín-Tokio.4
En enero de 1943, la heroica resistencia del pueblo ruso derrota a las tropas de Hitler en Stalingrado, lo que anuncia el fin de la guerra. A partir de entonces, la preocupación mayor del Kremlin y del imperialismo durante dos años será la de evitar una victoria revolucionaria de las masas, y en ese contexto se constituye, del mar Báltico al mar Negro, un cinturón de países formalmente independientes pero controlados como semicolonias por el Kremlin, y que forman una suerte de glacis de protección al oeste de la URSS.5
Un año antes de la guerra, Trotsky había hecho un pronóstico sobre la creación de nuevos Estados obreros en el marco de la existencia del Estado obrero ruso, aunque como variante altamente improbable. “Partidos pequeñoburgueses pueden llegar más lejos de lo que ellos quisieran en el camino de una ruptura con la burguesía.”[c] Esa variante improbable se dio a finales de 1949, cuando “triunfa la tercera revolución china: una guerra nacional plebeya que se transforma en revolución agraria”,[d] y Mao Zedong proclama, el 21 de setiembre, la República Popular de China.
El caso de los países del glacis es distinto. “Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Rusia se ha transformado en un país que explota a otras naciones y a sus trabajadores. […] Su política de rapiña en los países ocupados es comparable formalmente a la más execrable política imperialista.”[e]
Y Stalin, fiel a su doctrina de socialismo en un solo país, no quiere de ninguna manera extender el socialismo a esos países en el marco de una revolución mundial. Los mantiene como semicolonias. “La presión del capitalismo en países [coloniales y semicoloniales] no cambia el carácter social básico de los mismos, puesto que el opresor y el oprimido representan solamente niveles de desarrollo diferentes en la misma sociedad burguesa.”[f ] Los países del glacis eran capitalistas. Cuando, el 25 de febrero de 1947, el Ejército Rojo dejó de ser “Rojo”,6 la URSS todavía era el único Estado obrero del planeta. Pero no había burguesía en el país colonizador. Y Stalin “no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes” de esos territorios.7 Cuando muere, el 5 de marzo de 1953, el Kremlin había procedido en todo ese glacis “a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatización de los medios de producción”. Es una situación nueva, no prevista por Trotsky. Esos países pasan a ser semicolonias sui g.neris,8 Estados obreros de un tipo distinto.
“Creemos que se impone una definición distinta, lo que significa una política y un programa distintos […]. Para nosotros, hay tres tipos de países obreros: URSS, obrero degenerado; Glacis, obrero deformado; Yugoslavia, China y Cuba, obrero en transición. Las diferencias son ‘cualitativas’, no de grado.”[g]
Hoy no hay más ningún Estado obrero. Nueve años antes de la guerra, Trotsky ya sabía que eso podía ocurrir y nos dijo lo que había que hacer en ese caso: construir la Internacional para “construir un segundo Estado soviético tras el derrumbe del primero”.9
Para eso, hace falta estudiar lo que pasó con esos países obreros del glacis.
Notas
1 El Diktat de Múnich (§ 1.2.2.)
2 Ese Pacto, concluido el 22 de mayo de 1939, reforzaba el “Eje” Berlín-Roma, proclamado en 1936.
3 Así lo había previsto Trotsky, en La URSS en guerra, 1939.
4 En la segunda guerra chino-japonesa, iniciada en 1937, China era apoyada por Estados Unidos mientras Japón había entrado en el “Eje” Berlín-Roma. Estados Unidos entró en la Guerra Mundial junto con su aliado asiático, cuando Japón atacó la base naval yanqui de Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941.
5 El término glacis se refiere a una planicie alrededor de un castillo medieval, al alcance de sus cañones y desprovista de protecciones naturales para un eventual agresor.
6 En esa fecha, una enmienda a la Constitución de la URSS cambia en los art. 132 y 138 las palabras “el Ejército Rojo de los trabajadores y campesinos” por “las Fuerzas Armadas de la URSS”. En ese texto seguiremos utilizando la denominación inicial.
7 Como decía Trotsky para el caso de territorios anexados. (L. Trotsky, La URSS en guerra, op. cit.).
8 Moreno calificaba “las revoluciones china, indochina, coreana, cubana [como] situaciones revolucionarias
‘sui géneris’, que no concordaban con el esquema clásico”. N. Moreno, Revolución y contrarrevolución en Portugal, 1975.
9 “Aun si se produce esa situación hipotética de un viraje de ciento ochenta grados [de la burocracia] hacia el capitalismo, el trabajo de la Oposición mantendría toda su vigencia, porque defiende la herencia del partido revolucionario. No se puede crear un partido con ayuda del Estado soviético. En cambio, con ayuda del partido revolucionario s. se puede construir un segundo Estado soviético tras el derrumbe del primero.” L. Trotsky, “Carta a los camaradas búlgaros”, 4.10.1930.
[a] TROTSKY, L. Stalin, el comisario de Hitler, 2.9.1939.
[b] TROTSKY, L. La URSS en guerra, 25.9.1939.
[c] TROTSKY, L. Programa de Transición, setiembre de 1938.
[d] MORENO, N. Las Revoluciones China e Indochina, 1967.
[e] MORENO, N. El marco histórico de la Revolución Húngara, 1957.
[f] TROTSKY, L. ¿Ni un Estado Obrero ni un Estado Burgués?, 25.11.1937.
[g] MORENO, N. “Una carta sobre China”, 3.5.1967, publicada en un anexo a Las Revoluciones China e Indochina.