La mayor tragedia ambiental del país
Surubí, lambarí (mojarrita), róbalo, cascarudo y “piabinha”[1]. Por lo menos 200 especies de peces vivían en el río Doce (Dulce). Ahora, ellas están muriendo o agonizan bajo el mar de lama de residuos de minerales de las represas de la Samarco. Los campos y plantíos que existían en las márgenes del río también dejaron de existir con el torrente de lama. Aquellos que sobraron no pueden utilizar más el agua contaminada del río para irrigación. La lama llegó al mar y destruye manglares, áreas de pesca, contamina playas y puede viajar por centenas de kilómetros llevada por las corrientes marítimas.
Por: Jerônimo Castro – Mariana (Minas Gerais) y Jeferson Choma – Redacción de Opinión Socialista
El río Doce está muerto. Serán necesarias décadas para su recuperación. Pescadores, familias campesinas y pequeños agricultores perdieron su sustento. La captación de agua del río hecha por las centenas de ciudades edificadas en sus márgenes fue suspendida. La presencia de metales pesados, como plomo y aluminio, puede inviabilizar el uso de las aguas del río por años. Pero, hasta ahora, la minera no reveló qué tipo de materiales había en la represa.
Lucros
La extracción de mineral de hierro a cielo abierto, como es practicada en el Brasil y en buena parte del mundo, es extremadamente contaminante y predatoria. Pero no es verdad que solo se puede extraer mineral así. Las represas de residuos, como la que se rompió en la Samarco, podrían ser sustituidas por procesos de apilado de residuos a seco y no en la forma de represa. En este método, se separa el agua del mineral, lo que permite que los residuos sean apilados y controlados. Otro método es depositarlos en minas subterráneas, en excavaciones vacías de minerales. ¿Por qué no se hizo eso? Porque el almacenamiento de residuos a seco aumenta los costos, cosa que las empresas no quieren. En realidad, la industria extractiva en los países periféricos está montada en un trípode que es producir el máximo, con el mínimo de costos y con la menor mano de obra posible. Por eso tantos accidentes de trabajo y tragedias ambientales.
De la forma como la minería es practicada hoy en día, es inevitable la contaminación permanente de los ríos, acuíferos, aire y suelos. La empresa BHP [Broken Hill Propietary][2], por ejemplo, en 1999, admitió haber liberado, a lo largo de más de una década, millones de toneladas de residuos de la explotación de cobre en las cuencas hidrográficas de los ríos Ok Tedi y Fly, en Papúa Nueva Guinea, país de Oceanía. El impacto comprometió 120 comunidades campesinas y de pescadores artesanales de la región, afectando alrededor 50.000 personas.
El capitalismo destruye el medio ambiente
En el pasado, el capitalismo proporcionó un gran desarrollo de las fuerzas productivas (el conocimiento y el uso de la naturaleza, de la ciencia y de la técnica). No obstante, el capitalismo es totalmente incompatible con la preservación ambiental. Volcada a las ganancias inmediatas, la explotación capitalista se mueve por una lógica de corto plazo, lo que es incompatible con el tiempo de recuperación de la naturaleza. El resultado ha sido la contaminación del suelo, del aire y del agua, la devastación de los bosques tropicales y el agotamiento de los recursos necesarios a la sobrevivencia humana.
Bajo el capitalismo, las fuerzas productivas se transformaron en fuerzas destructivas. O sea, técnicas y nuevos descubrimientos científicos sirven para aumentar los lucros de los empresarios y profundizan aún más la crisis ambiental. Un ejemplo fue el desarrollo y el uso indiscriminado de los agrotóxicos y de las semillas transgénicas, que causan impacto en el medio ambiente y a la salud humana.
Para solucionar la crisis ambiental creada por el capitalismo, es necesario un cambio radical: la producción debe estar en manos de los trabajadores, y el desarrollo de la técnica y de la ciencia deben responder a las necesidades de la población. Eso implica, antes que nada, una verdadera revolución del sistema energético y de transportes y de los modos de consumo actuales, basados en la depredación del medio ambiente.
El fin de las explotación irracional de los recursos del planeta solo puede ser alcanzado por un mundo socialista, basado en la propiedad colectiva de los medios de producción, que garantice que la explotación de los recursos del planeta será en beneficio de toda la humanidad y no de un puñado de ricos.
Congreso de corruptos quiere un nuevo código de minería
Está en discusión una propuesta de un nuevo código de minería, defendido por una serie de diputados y por la presidente Dilma. Muchos de los políticos involucrados en la elaboración recibieron dinero de la industria extractiva de hierro, principalmente de la Vale[3]. La propuesta del nuevo código altera profundamente la actividad minera en el país, estableciendo remates de subsuelos que serían organizados por la Agencia Nacional de Minería. Ese modelo favorecerá el control de la actividad minera por parte de las grandes multinacionales mineras, tal como ocurre con los remates del petróleo hoy.
Aún, de acuerdo con el proyecto, no habrá límites para el tamaño de explotación de las áreas, y el plazo de extracción será de 40 años, renovable por 20 años más. Además, la propuesta representa un duro ataque al medio ambiente y a las poblaciones tradicionales, pues somete la demarcación de unidades de conservación ambientales, de territorios indígenas y remanentes de “quilombos” a la aprobación previa de la Agencia de Minería.
Nunca es un accidente: ¡El capitalismo mata! ¡Muerte al capitalismo!
J.C. (directo de Mariana, Minas Gerais)
La destrucción de la represa de la Mina de Germano, en Mariana (MG), podría ser apenas un grande y trágico accidente. Si fuese así, una vez resuelto el problema, podríamos volver tranquilamente a la vida normal.
No obstante, la realidad no es esa. Basta mirar para nuestra historia reciente. Basta mirar para el mundo a nuestro alrededor para percibir que es mucho más que eso.
Los llamados accidentes ambientales se repiten en escala cada vez mayor. ¿Quién no recuerda el 11 de marzo de 2011, cuando la usina de Fukushima, en el Japón, entró en colapso poniendo en riesgo la vida marina de buena parte de la costa japonesa y del océano Pacífico? Ese fue apenas el más espectacular accidente nuclear de una serie de ellos.
La explotación de petróleo va por el mismo camino. A lo largo de las últimas décadas, millones de barriles de petróleo escaparon por ríos y mares. La vida marina, en muchos casos, sufrió daños irreparables.
Las grandes mineras, en especial las de cielo abierto, consumen una cantidad enorme de agua y destruyen, de forma definitiva o por muchos años, kilómetros de tierras con contaminación y devastación ambiental.
Las grandes plantaciones de soja y maíz transgénico que tomaron cuenta de nuestra agricultura, cuyos efectos en la salud humana y en la propia capacidad de las plantas no fueron debidamente estudiados, pueden afectar y poner en riesgo la vida humana y la biodiversidad.
Podríamos decir que son apenas efectos secundarios de una actividad necesaria, pero no es así. En ninguno de los ramos citados y en muchos otros que podríamos citar, lo que prima y realmente importa no es la búsqueda de medios de vida y de sobrevivencia para la mayoría de la población. Tampoco es su bienestar. ¡No! Lo que está ocurriendo es una actitud predatoria e incontrolable que es parte de la propia naturaleza del capitalismo y de su incesante búsqueda de ganancia.
Es la lógica del capital
La producción de mercaderías no obedece a la lógica de saciar las necesidades humanas. Ella obedece a la lógica de aumentar al máximo las ganancias disminuyendo al mínimo los costos de producción. Es exactamente esa lógica aplicada a proyectos de explotación de la naturaleza que lleva a la destrucción de áreas cada vez mayores del planeta.
Esta no es una discusión meramente ambiental. Por lo menos no en el sentido tradicional. La destrucción en escala industrial de nuestro planeta afecta, sobre todo, a la población, en especial a sus sectores más pobres. Cada gran catástrofe ambiental tuvo como resultado pérdidas humanas directas, de aquellos que murieron en el mismo accidente, e indirectas, con las víctimas de contaminaciones, enfermedades y escasez que las grandes catástrofes generan.
Crímenes del capital. Para salvar nuestras vidas y a la humanidad es necesario que el capitalismo muera
Las grandes catástrofes a que estamos sometidos, ambientales o no, tienen un mismo origen.
La destrucción de Siria, el avance del Estado Islámico, la masacre de palestinos, el drama de los refugiados en Europa, el surgimiento de grupos fundamentalistas de extrema derecha, el hambre endémica en regiones enteras del planeta, pestes como el ébola, y la vuelta de enfermedades que ya se daban por desaparecidas, como la tuberculosis, son fruto del mismo proceso: la búsqueda desenfrenada por la ganancia.
En el mundo entero, el capitalismo se tornó una gran fuerza destructiva en que las islas de estabilidad, calma y tranquilidad son cada vez menores y más difíciles de encontrar.
Aquellos que luchan contra los efectos del capitalismo, que están contra la destrucción del medio ambiente, contra las masacres, contra los ataques a los pueblos oprimidos, contra la persecución a los inmigrantes legales o ilegales que luchan contra el hambre y la miseria, deben saber que no es posible vencer ninguna de estas grandes catástrofes si no vamos al corazón del problema.
No habrá un capitalismo más humano. Cuanto más viejo sea el capitalismo, más desarrollará sus características negativas, más destructivas y predatorias serán sus acciones.
En los últimos 50 años, se produjeron más daños al medio ambiente que durante toda la existencia de la humanidad. Hoy eso podría desencadenar efectos irreversibles, como el calentamiento global. En el último siglo ocurrieron más guerras, y más personas murieron en ellas que en toda nuestra historia anterior. En los últimos 40 años, nunca se produjeron tantos alimentos en tan grande escala, pero nunca hubo tantos hambrientos. Más de mil millones de personas, según la ONU.
Por todo eso, es necesario decir bien alto y bien fuerte: para salvar nuestras vidas y a la humanidad, ¡es preciso que el capitalismo muera!
Artículo publicado en Opinião Socialista n.° 509 (especial). Lea este y otros artículos relacionados en: pstu.org.br
[1] Pez ciego y carente de pigmentación, de agua dulce, que suele habitar en pozos abastecidos por manantiales subterráneos. Fue descubierto en 1962 en Jaiba, ciudad de Minas Gerais [N. de T.].
[2] BHP Billiton es la compañía minera más grande del mundo, de procedencia anglo-australiana. Realiza operaciones mineras en 25 países, que incluyen hierro, diamantes manganeso, carbón de coque y térmico, níquel, cobre, bauxita y petróleo. Emplea alrededor de 40.000 trabajadores en todo el mundo y su sede se encuentra en Melbourne, Australia [N. de T.].
[3] La Compañía Vale do Río Doce es una empresa multinacional minera del Brasil, una de las más grandes del mundo, que extrae principalmente mineral de hierro y níquel, y participa en logística, energía siderúrgica, petróleo y energía, y opera nueve plantas hidroeléctricas. Se sabe que en 2010 la empresa facturó un valor superior a los 50.000 millones de dólares [N. de T.].
Traducción: Natalia Estrada.