La elección de Trump y la crisis del orden mundial
Por Eduardo Almeida
La elección de Trump actualiza la necesidad de comprender la situación política mundial, cada vez más compleja, polarizada e inestable. La presidencia del país imperialista más poderoso del mundo estará en manos de uno de los mayores exponentes de la ultraderecha, que podría generar enfrentamientos mucho más graves que los que se dieron durante su primer mandato, precisamente porque la realidad hoy es de una crisis mucho mayor.
Trump es la expresión de un sector de la burguesía imperialista norteamericana ligada al petróleo, a un sector más especulativo del capital financiero y a una parte importante de las grandes tecnológicas. Su proyecto no es simplemente una continuación de los planes imperialistas anteriores, sino la expansión cualitativa de sus beneficios en este momento de declive de la economía mundial y de expansión de la rivalidad interimperialista. Esto podría conducir a algunos cambios significativos.
¿Por qué ganó Trump?
Fue elegido sobre la base de una combinación de dos procesos distintos. Uno, ya bien conocido, fue la capitalización del descontento con la administración Biden por la situación económica, en particular la inflación post-pandémica de alrededor del 20% para las familias. Esto llevó a una importante erosión del Partido Demócrata entre su base de trabajadores en general, así como latinos y afroamericanos. Trump creció incluso en estos sectores.
Pero también hubo otro elemento muy importante. Hubo una campaña político-ideológica de ultraderecha, centrada en los inmigrantes, pero dirigida contra todos los oprimidos. Esta campaña, que ganó a una parte de las masas para una determinada cosmovisión, se desarrolló en la línea de la ultraderecha actual, con una gran cantidad de fake news en las redes sociales. Y apuntaba a un renacimiento nacionalista de Estados Unidos a través de la extrema derecha, contra los inmigrantes. Este elemento es importante porque no es sólo cíclico, sino que refleja una base para una perspectiva más estratégica para la extrema derecha.
Los planes de Trump
El resultado de la campaña fue que Trump tiene ahora un mayor peso superestructural que en su primer mandato. Tiene mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Como ya se había asegurado una mayoría en el Tribunal Supremo de EE.UU., se trata de un peso mucho mayor que el de la mayoría de los gobiernos anteriores.
Esto le da una base para aplicar sus durísimos planes, que incluyen la deportación masiva de inmigrantes, una reforma del Estado dirigida por Elon Musk encaminada a la desregulación radical, una expansión de la producción de petróleo mediante el fracking y un giro nacionalista imperialista en la economía con la dura imposición de aranceles.
Para apoyar estos cambios, Trump aboga por medidas autoritarias y cada vez más represivas. Como en otros procesos, la ultraderecha está presionando a la democracia burguesa con una tendencia cada vez más bonapartista.
Una demostración de la crisis de la democracia burguesa en EEUU
Trump es tanto una consecuencia como un agente de la crisis de la democracia burguesa en EEUU. Por un lado, es una expresión de la crisis de la democracia burguesa al capitalizar la erosión del viejo Partido Republicano (que él cambió) y del Partido Demócrata, así como de las demás instituciones del régimen.
Por otro lado, es un agente activo de esta crisis. Ya ha promovido un intento fallido de golpe de Estado (el asalto al Capitolio) y puede que ahora adopte una nueva postura autoritaria.
Es probable que Trump aumente la polarización social y política que ya existe en Estados Unidos. No traerá estabilización, sino todo lo contrario. Es importante recordar que durante su primer mandato se produjo uno de los mayores levantamientos de masas en Estados Unidos desde 1968, tras el asesinato de George Floyd. No estamos diciendo que esto vaya a repetirse. No lo sabemos. Sólo señalamos una tendencia a la inestabilidad.
Una expresión de la decadencia del capitalismo
La elección de Trump es también una expresión de la decadencia del capitalismo. Es un producto, como todo el fortalecimiento de la extrema derecha, de esta fase de la curva descendente del capital desde la recesión de 2007-09. Esta decadencia se expresa en la crisis de Alemania y de la Unión Europea, en el retroceso de continentes enteros en la división mundial del trabajo, pero también en el país imperialista hegemónico, EEUU.
En esta fase de la curva descendente después de 2007-09, las disputas interimperialistas se han ampliado, especialmente el conflicto entre el decadente imperialismo estadounidense y el emergente imperialismo chino.
El imperialismo estadounidense sigue siendo hegemónico en términos económicos, financieros, tecnológicos y militares. Pero es innegable que el imperialismo chino está creciendo y expandiéndose, ocupando espacios importantes, como en la industria del automóvil (sobre todo con los coches eléctricos) o en el sector productor de bienes de producción (maquinaria y equipos) y a través de la Nueva Ruta de la Seda.
La política nacionalista imperialista de Trump, resumida en MAGA (Make America Great Again), incluye una expansión cualitativa de la guerra arancelaria contra China. No se limitará al conflicto con China, sino que también afectará a la Unión Europea, así como a las exportaciones de los países semicoloniales. Esto tiende a generar reacciones de represalia en cadena que acabarán afectando a las exportaciones estadounidenses.
Este tipo de política puede conducir a ganancias parciales inmediatas, pero implica tratar de invertir la tendencia hacia la globalización imperialista. No hay forma de desmantelar la internacionalización de la producción con las cadenas de valor establecidas por las multinacionales en todo el mundo, porque esto afectaría directamente a los costes de producción de las propias multinacionales. Al contrario, esto sólo podría acelerar el declive del imperialismo estadounidense. Por ejemplo, esto no favorece la disputa por el espacio económico asiático, uno de los más importantes en la actual disputa imperialista.
Con Trump, es probable que haya una expansión de la política reformista de defensa del «Sur Global» (la alianza de China con los BRICS) contra el imperialismo estadounidense.
No es el papel del socialismo revolucionario apoyar a un imperialismo contra otro en estas disputas económicas interimperialistas, sino pelear contra todos ellos.
Apoyamos la lucha de cualquier país semicolonial contra un ataque imperialista. Luchamos contra los ataques del imperialismo estadounidense contra los países semicoloniales (por ejemplo en América Latina). Defendemos a los países semicoloniales africanos y asiáticos contra las brutales imposiciones chinas con la deuda externa y la Nueva Ruta de la Seda y apoyamos a Ucrania contra la invasion imperialista de Rusia. Pero lo hacemos, con una política de independencia de clase, sin dar el menor apoyo político a ninguno de sus gobiernos burgueses.
El impacto de la victoria de Trump en las guerras en curso
Las dos guerras más importantes en curso hoy en el mundo (Palestina y Ucrania) , que no existían durante el primer mandato de Trump, ya han provocado la erosión del imperialismo estadounidense en todo el mundo.
El creciente aislamiento del sionismo de las masas del mundo por el genocidio israelí también trae consigo un mayor descrédito político para el imperialismo estadounidense que lo apoya. La invasión rusa de Ucrania también ha supuesto un desgaste político y económico para el imperialismo estadounidense, incapaz de imponer una solución al conflicto.
Todo este proceso empeorará probablemente bajo Trump. Es probable que el genocidio sionista reciba aún más apoyo del gobierno estadounidense, así como el ataque al Líbano. Trump impulsó el acuerdo de Abrahan en su primer mandato en 2020, al que llamó el «Acuerdo del Siglo». Su objetivo era restablecer las relaciones diplomáticas y políticas entre Israel y los países árabes, en particular Arabia Saudí. Sin embargo, este acuerdo se detuvo en la inclusión de los Emiratos Árabes Unidos. La política genocida de Netanyahu en Gaza paralizó su continuación. Y el apoyo de Trump a Netanyahu seguirá planteando grandes problemas para su aplicación. Hay que ver que va a pasar.
Es posible que haya cambios importantes en Ucrania. La reducción del apoyo económico de EEUU a Zelensky, que ya era pequeño, puede tener consecuencias mayores, llevando a la imposición de un «acuerdo de paz», con una división del territorio ucraniano y una victoria rusa.
No vemos como la intervención de Trump en eses procesos apunte a restaurar la hegemonía estadounidense. Al contrario, podría extender su decadencia también en este ámbito.
Trump y el negacionismo climático
El negacionismo climático de Trump añadirá elementos de crisis al desastre medioambiental que ya existe.
Se espera que el año 2024 sea el más caluroso de la historia. Esto viene acompañado de catástrofes como las inundaciones en Valencia (España) y Río Grande Sul (Brasil), los incendios en América Latina y mucho más. Justo en este momento, tener un presidente negacionista en el gobierno del primer país del mundo no hace más que aumentar la parálisis de los gobiernos burgueses de todo el mundo ante el desastre climático.
No es que Trump vaya a paralizar las políticas imperialistas de protección del medio ambiente. Estas políticas son realmente cosméticas. No cambian la esencia del consumo de combustibles fósiles y el calentamiento global.
Ahora es posible que, una vez más, el debate vuelva a ser «Trump contra los Acuerdos de París», como si la alternativa real fueran estos «acuerdos» que no cambian nada.
Necesitamos reforzar las luchas que ya han comenzado en defensa del medio ambiente. La concienciación masiva sobre el tema ha crecido a raíz de los desastres climáticos, desmintiendo el negacionismo de la ultraderecha.
Pero es necesario partir de las luchas concretas en defensa del medio ambiente para apuntar a una alternativa socialista revolucionaria, opuesta a las alternativas reformistas que apuntan a salidas desde dentro del capitalismo.
La victoria de Trump refuerza a la ultraderecha mundial
Es innegable que la victoria de Trump fortalece a la ultraderecha mundial. Ya existe una articulación internacional de la ultraderecha con Orbán, Milei, Bolsonaro, Vox, Le Pen y otros, que ahora se verá reforzada para los próximos procesos electorales.
La red global de ultraderecha, coordinada por Steve Bannon, trabaja mucho en las redes sociales, mucho más desarrolladas que las redes liberales o reformistas. Estas redes refuerzan la postura ideológica de la ultraderecha con su cosmovisión supremacista, antiinmigrante, misógina, racista y LGTBfóbica. Producen y difunden noticias falsas, construyendo una alternativa «informativa» paralela a los grandes medios de comunicación y apoyada también por grandes empresas.
Las repercusiones de una futura administración Trump están por ver. Pero es probable que el nuevo gobierno de ultraderecha en EEUU también aumente la inestabilidad en todo el mundo. Puede generar una tendencia hacia una mayor polarización social y política en todo el mundo.
La alternativa a esta ultraderecha reforzada no puede ser legitimar al Partido Demócrata en EEUU, o al peronismo en Argentina frente a Milei , al PT en Brasil frente a Bolsonaro o a las alternativas de conciliación de clases en otros países. No se puede explicar Trump sin el desastre del Partido Demócrata, Bolsonaro sin los trece años de gobiernos anteriores del PT o Milei sin la experiencia del peronismo.
Construir alternativas basadas en la movilización de masas y la independencia de clase es, de hecho, la mejor respuesta al gobierno de Trump.