La dialéctica de la naturaleza y el trabajo de Friedrich Engels: un debate a partir de El papel del trabajo en la hominización del mono*
Primero el trabajo, enseguida después con él, el lenguaje (Friedrich Engels). Es por haber sido faber (artesano), que el hombre se tornó sapiens (inteligente) (Ki-Zerbo).
Por: Wagner Damasceno
Este año se cumplieron 200 años del nacimiento de aquel que fue, junto con Karl Marx, el mayor titán en la lucha por la liberación de la clase trabajadora: Friedrich Engels. Esta efeméride es motivo de alegría para trabajadores del mundo entero y ha reavivado el interés por su vida y su obra, con la publicación de biografías, nuevas ediciones de sus libros, y la producción de especiales como el realizado por la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI)[1].
En medio de eso, dirigimos nuestra atención al artículo Apuntes sobre la cuestión evolutiva y el origen del lenguaje en Engels[2], que tiene el mérito de profundizar sobre uno de los textos más originales del marxismo, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, de Engels.
En su artículo, el autor afirma que: 1) Engels era lamarckista[3]; 2) Engels presenta una noción de trabajo equivocada y diferente de aquella desarrollada por Karl Marx[4]; 3) el lenguaje presupone el trabajo[5]; 4) la conclusión de Engels es antidialéctica[6].
Para confrontar esas afirmaciones, haremos lo que consideramos más prudente: consultaremos directamente las obras de Charles Darwin, particularmente, El Origen de las Especies, publicado en 1859, y El origen del Hombre y la Selección Sexual, publicado en 1871. Y, evidentemente, mencionaremos el manuscrito de Engels en su más reciente edición en lengua portuguesa. ¡Vamos, entonces!
¿Qué dice la Teoría de la Evolución de Charles Darwin?
Darwin elaboró una consistente teoría que repelió definitivamente a “Dios” del centro de las Ciencias Naturales, demoliendo su último refugio en este campo: la idea de que el surgimiento de las especies se dio de forma completamente individual e incluso hasta pronta.
El Origen de las Especies comienza explicando la variación de los seres vivos en el estado doméstico, abordando especialmente la selección operada por el ser humano en plantas y animales según sus intenciones. Darwin da ejemplos de modificaciones emprendidas por el ser humano que, en pocos años, consiguieron producir grandes modificaciones en bovinos y ovejas.
No podríamos suponer que todas esas variedades y razas ya se habían formado de una sola vez tan perfectas y útiles como hoy las tenemos. En muchos casos, efectivamente, sabemos que su historia no fue así tan simple. La explicación reside en la capacidad humana de selección acumulativa: la naturaleza provee las variaciones sucesivas; el hombre sabe cómo llevarlas para determinadas direcciones útiles para él. En ese sentido, se puede hasta decir que el hombre creó razas útiles para sí mismo (DARWIN, 2012, p. 58).
En oposición a esa selección realizada por el ser humano, Darwin llama la selección operada en una larga duración por la naturaleza, selección natural:
A esos principios [la lucha por la supervivencia y la preservación de las modificaciones útiles para los individuos de una determinada especie y subsecuente transmisión hereditaria] a través de la cual toda variación, por menor que sea, debe preservarse, desde que presente utilidad para el individuo, [los] denominé Principio de Selección Natural, a fin de acentuar su relación con la capacidad humana de selección (2012, p. 80).
Pero, a pesar de ignorar lo que el propio Darwin escribiera e ignorar que Engels menciona a Darwin dos veces, el artículo es categórico: hay una evidente lectura lamarckista hecha por Engels.
Y comienza por atribuir a Lamarck la noción de uso y desuso, ignorando que esta noción también fue utilizada por Darwin. El resultado es que, para él, la noción de Engels es equivocada pues concibe un movimiento de afuera hacia adentro: “el ambiente presiona a los individuos a adaptarse” (PONTES, 2020).
Pero, ¿en qué consiste realmente la Teoría de la Evolución de Darwin? En las palabras del propio Darwin, consiste en el conjunto de estas leyes:
La del Crecimiento, que camina al lado de la de Reproducción; la de Herencia, casi siempre englobada en la precedente; la de la Variabilidad, consecuencia de la acción directa e indirecta de las condiciones externas de vida y del uso y desuso; la de la Multiplicación de los Individuos, tan acelerada que acaba por arrastrar la de la Lucha por la Existencia, y consecuentemente la de la Selección Natural, atrás de la cual siguen la de la Divergencia de los Caracteres y la de la Extinción de las Formas menos aptas (2012, p. 381, destacados nuestros).
Por lo tanto, las condiciones externas y el uso y el desuso son factores importantes dentro de la llamada Teoría de la Evolución darwiniana. Así, ya desde el inicio, hay dos equívocos: 1) una visión unilateral sobre la evolución (de adentro del organismo del individuo hacia fuera); 2) un método individualista que piensa la evolución de las especies centrada en el individuo, como aquellos que trataban el trabajo como una actividad desempeñada por un Robinson Crusoe.
Dicho esto, veamos lo que realmente dice el pasaje de Engels tomado como una “evidencia” de su lamarckismo:
El dominio sobre la naturaleza que comenzó con el perfeccionamiento de la mano, con el trabajo, amplió el campo visual del ser humano a cada nuevo progreso. En los objetos de la naturaleza él descubría continuamente nuevas propiedades hasta allí desconocidas. En contrapartida, el perfeccionamiento del trabajo necesariamente contribuyó para estrechar los lazos entre los miembros de la sociedad en la medida en que multiplicó los casos de apoyo mutuo, de cooperación, y proporcionó una clara conciencia de la utilidad de esa cooperación para cada individuo. En suma, los humanos en formación llegaron al punto de tener algo que decir unos a los otros. La necesidad creó un órgano para eso: la laringe poco evolucionada del mono fue cambiando de forma de manera lenta, pero segura, pasando de la modulación para una modulación cada vez más desarrollada, y los órganos de la boca aprendieron poco a poco a articular una letra tras otra (ENGELS, 2020, p. 341, destacado nuestro).
Ora, pero veamos lo que dice el propio Darwin sobre los insectos de la Isla de la Madeira:
Ya los insectos de la Isla de la Madeira que no son terrestres y que, como los coleópteros y lepidópteros que se nutren de flores, son obligados a usar sus alas para subsistir, sufrieron, conforme sospecha Wollaston, no una reducción en las alas, sino sí un mayor desarrollo de las mismas. Ese hecho es enteramente compatible con la acción de la selección natural. Cuando un insecto nuevo llegó por primera vez a la isla, la tendencia de la selección natural a aumentar o reducir sus alas dependería de los resultados de la batalla de ese animal contra los vientos. Si muchos individuos enfrentasen con éxito esa batalla, el resultado sería uno; si la tentativa fuese suspendida y los individuos pasasen a volar raramente, o nunca, el resultado sería otro (2012, p. 133, destacado nuestro).
O cuando habla de la reducción o ampliación de algún órgano:
[…] creo que la selección natural siempre tendrá éxito en el largo proceso de ahorrarse un desgaste a través de la reducción y pérdida de cualquier parte del organismo, tan pronto esta se torne superflua, sin que eso de modo alguno ocasione el desarrollo correspondiente de otra parte cualquiera. Y, de modo inverso, que la selección natural pueda perfectamente tener éxito en desarrollar grandemente cualquier órgano, sin que eso ocasione la necesidad de una compensación, esto es, de reducir otra parte adyacente de organismo (DARWIN, 2012, p. 142, destacado nuestro).
O, incluso, cuando habla de pequeños roedores:
Del mismo modo que en [Isla de la] Madeira las alas de ciertos insectos aumentaban de tamaño, mientras que las de otros insectos fueron reducidas por la selección natural, auxiliada por el uso y desuso, en el caso de la rata de las cavernas la selección natural parece haber aceptado el desafío de la falta de luz, aumentando el tamaño de los ojos, mientras que, en el caso de los demás habitantes de las grutas oscuras, el propio desuso sería el responsable por las variaciones en ellos verificadas (2012, p. 135, destacados nuestros).
Preguntamos: ¿acaso Charles Darwin estaba siendo lamarckista?
Darwin fue más lejos que todos los demás naturalistas de su tiempo porque, entre otras cosas, se apoyó en los estudios de la naciente Geología, sobre todo en las investigaciones de Charles Lyell.
Al dar una nueva escala temporal a la vida y a la propia Tierra (en el orden de millones y miles de millones de años), la Geología permitió que Darwin pensase la selección natural operando en las especies en una larga duración temporal: “Fugaces son los deseos y esfuerzos del hombre y corto es su tiempo… ¡y cómo! De ahí la pequeñez de su obra de selección, comparada con la que puede ser acumulada por la naturaleza durante períodos geológicos enteros” (DARWIN, 2012, p. 96).
Engels también estaba atento a esto: “Ciertamente pasaron centenas de miles de años –que en la historia de la Tierra no representan más que un segundo de la vida humana– antes de que el bando de monos que vivía trepado en los árboles diese origen a una sociedad de humanos” (2020, p. 343).
Por eso, cuando se ignora esa larga escala temporal en la cual Darwin y Engels insertan los ejemplos de modificaciones en las especies, se tiene la impresión de que ellos operan con concepciones lamarckistas de evolución, donde individuos simplemente cambian (casi de la noche a la mañana, por razones unilaterales).
Cuando Engels dice que la necesidad creó el órgano “cambiando de forma de manera lenta, pero segura, pasando de la modulación a una modulación cada vez más desarrollada”, argumentaba tal como Darwin: la Selección Natural fue preservando, acumulando y transmitiendo de forma hereditaria[7] las características que culminaron en el desarrollo de la laringe presionadas por una actividad: el trabajo.
Volveremos sobre este tema en el final del artículo cuando trataremos de la relación entre trabajo y lenguaje.
Parte de los equívocos en el artículo de Pontes son consecuencia de la amalgama de dos cosas muy distintas: las modificaciones aleatorias de los individuos (modificaciones genéticas) con la idea de aleatoriedad de la Selección Natural, inexistente en El Origen de las Especies. En las palabras del propio Pontes:
Hoy sabemos y es demostrable que más importante que la especialización que un órgano pueda tener en la vida de un individuo, son los pequeños cambios provocados por la completa aleatoriedad genética provocada por la reproducción.
Combinadas con las condiciones ambientales, esas aleatoriedades crean individuos más adaptados –lo que no significa más perfeccionados, como decía Lamarck o como entiende el sentido común–. En otras condiciones, esos mismos individuos podrían ser extremadamente perjudicados. Así, la tesis de Lamarck sobre la presión externa que crea necesidades puede ser entendida como unilateral. Concomitante con las condiciones ambientales, tenemos que considerar la aleatoriedad genética de los individuos que, juntas, crean lo que llamamos presión evolutiva que, por su parte, no es más que la mayor reproducción de los individuos más adaptados en el conjunto de la especie a un determinado contexto.
No es el determinismo ambiental sino la combinación de esos factores lo que está en el centro de lo que llamamos selección natural y de la evolución provocada por ella. Y ese componente aleatorio es justamente lo que no consta en la formulación de Engels (2020, destacados nuestros).
Para Darwin, la acción de la Selección Natural no es (des)guiada por el acaso. Atribuir las variaciones al mero acaso “se trata, indudablemente, de un modo de hablar enteramente incorrecto, en una demostración cabal de nuestra ignorancia en cuanto a las causas de cada variación en particular” (DARWIN, 2012, p. 130. Destacado nuestro).
Eso porque, para él, “la selección natural, no podemos olvidar, puede actuar sobre cualquier parte de un ser vivo, pero siempre y únicamente en su beneficio” (2012, p. 143, destacado nuestro). Para dejar esto más claro:
Cualquiera que pueda ser la causa de cada pequeña diferencia que distinga los descendentes de sus ascendentes –pues cada una debe tener una causa específica–, es la acumulación constante de esas diferencias, cuando benéficas al individuo, dentro de un proceso conducido por la selección natural, que produce las modificaciones estructurales más importantes (DARWIN, 2012, p. 156, destacado nuestro).
Darwin dice lo mismo cuando habla de los instintos: “no veo dificultad en creer que, bajo condiciones mutables de vida, la selección natural acumule modificaciones ligeras de instintos, en el rumbo de alguna dirección útil. En ciertos casos, probablemente hubo la participación del hábito o del uso-y-desuso” (2012, p. 208, destacado nuestro)[8].
Resumiendo: Engels actuó de acuerdo con la teoría expuesta por Darwin en El Origen de las Especies. Si la ciencia moderna negó o rectificó alguna parte de esta teoría, es otro debate[9].
La mano de Darwin
El artículo “Apuntes sobre la cuestión evolutiva y el origen del leguaje en Engels” es nuevamente categórico: 1) una determinada actividad puede cambiar individuos, pero no una especie; 2) el trabajo no operó cambios morfológicos en la especie humana; 3) el trabajo “se dio en un animal cuya naturaleza biológica, morfológica, ya existía como condición para eso”.
Esto es el trabajo ya encontró un ser pronto para manejar las herramientas y pensar qué hacer. Donde sentencia: “No es por desarrollar el trabajo que el mono puede asumir determinada constitución, sino por tener determinada constitución es que el mono puede desarrollar el trabajo” (PONTES, 2020).
Pero cuando Darwin defendió la tesis de que todos los individuos de una especie –incluso hasta las especies y grupos– no nacen prontos y descienden de ancestrales comunes, él da el ejemplo… de la mano:
Dada la existencia de la misma disposición ósea en la mano del hombre, en el ala del murciélago, en la aleta del delfín y en la pata del caballo, así como el mismo número de vértebras componiendo el pescuezo de la jirafa y del elefante, además de innumerables otros hechos de este tipo, la única explicación plausible e inmediata reside en la teoría de la descendencia con modificaciones lentas, ligeras y sucesivas (DARWIN, 2012, p. 374).
Para Darwin, el ser humano es el “animal más potente que jamás apareció sobre la Tierra” (1974, pp. 63-64). Y su “dominio” sobre todas las otras especies se debe “a sus facultades intelectuales, a sus costumbres sociales que lo guían en ayuda y defensa de los compañeros así como a su estructura física” (1978, p. 64). Pero Darwin es taxativo: “El hombre no podría haber alcanzado su actual posición de dominio en el mundo sin el uso de las manos que están tan maravillosamente adaptadas para actuar según su voluntad” (1974, p. 67, destacado nuestro).
Hay aquí un proceso dialéctico. Bajo la regencia de la Selección Natural, el género homo fue acumulando sucesivas modificaciones que se mostraban útiles en su lucha por la vida. La mano humana no nació pronta. Grosso modo: ella es producto de lo externo y de lo interno. Es decir, del uso continuo de este miembro (no el individuo, sino el continuum de los seres que poseían mejores estructuras morfológicas para manosear algo, conseguían perpetuarse y transmitir sus pequeñas modificaciones a sus descendientes), y de esas modificaciones que iban acumulándose a lo largo del tiempo.
Veamos lo que el propio Darwin dice al respecto:
En la medida en que los antepasados del hombre iban siempre más asumiendo la posición erecta, con las manos y los brazos siempre más modificados de manera de tornarse capaces de agarrar y aptos para otros fines, con los pies y las piernas transformados al mismo tiempo cual base firme y medio de locomoción, debían hacerse necesarios otros cambios infinitos de estructura. El hueso pélvico debe haberse alargado, la espina dorsal debe haberse curvado particularmente para adentro y la cabeza debe haberse fijado en una posición diferente: cambios estos todos ellos conseguidos por el hombre. […]
Podrían agregarse varias otras estructuras que aparecen conexas con la posición erecta del hombre. Es difícil decidir en qué medida estas modificaciones correlativas constituyen el resultado de la selección natural y hasta que punto son el resultado de los efectos hereditarios del aumento del uso de ciertas partes o de la acción de una parte sobre la otra. No queda duda alguna de que estos instrumentos de cambio muchas veces cooperan; así, cuando ciertos músculos y la parte de arriba del hueso a que están presos se alargan para el uso habitual, este factor revela que ciertas acciones se realizan habitualmente y deben ser útiles. El resultado de esto es que los individuos que las realizaban tenían mejor tendencia a sobrevivir en mayor número (1974, pp. 68-69, destacados nuestros).
Charles Darwin seguramente fue uno de los mayores genios que habitó la Tierra. Fue un estudioso extremadamente disciplinado y profundamente materialista y dialéctico. No obstante, como veremos en el final de este texto, su gran debilidad fue justamente no haber llevado hasta las últimas consecuencias el papel del trabajo para esta especie tan singular: el homo sapiens sapiens.
El papel desempeñado por el trabajo para el surgimiento del lenguaje
Seguramente, la Antropología es uno de los grandes bastiones del posmodernismo y del idealismo entre las llamadas Ciencias Humanas y Sociales. Pero no siempre fue así. Para que la cultura pudiese tornarse la categoría central en la Antropología, fue preciso una dura embestida contra el trabajo.
En los siglos XVIII y XIX la Antropología ofrecía justificativas teóricas evolucionistas y de darwinismo social para la esclavitud y para la dominación de pueblos originarios, tan necesarias para la acumulación primitiva del capitalismo. Ya en los siglos XX y XXI, ella margina de sus dominios a la Antropología Física –responsable por los estudios acerca de la formación del género homo– con la justificativa de combatir el evolucionismo y el darwinismo social.
El propio concepto de cultura va siendo vaciado de toda materialidad, para tornarse algo casi etéreo[10].
Solamente apartando el trabajo del interés antropológico –de la formación de nuestra especie hasta los días de hoy– sería posible analizar a los seres humanos bajo el imperialismo con la superficialidad relativista que marca a buena parte de los estudios antropológicos contemporáneos. En la década de 1980 algo semejante ocurrió con la Sociología: junto con la ideología de la superación de la clase trabajadora y de las industrias, surgió el discurso de que el trabajo ya no poseía una centralidad sociológica explicativa. De esto, surgieron innumerables clasificaciones: “Sociedad Pos-Industrial”, “Sociedad de la Información”, “Sociedad del Conocimiento”, etc.
Y fue así porque el debate entre las concepciones idealistas y materialistas revisten en la fundamentación ontológica del lenguaje y del trabajo[11], respectivamente.
En la política, innumerables organizaciones se subieron a esas formulaciones idealistas que contribuyeron a la designación de otro sujeto social de la revolución que no son los trabajadores.
Recordamos eso porque opinamos que el texto “Apuntes sobre la cuestión evolutiva y el origen del lenguaje en Engels” se aproxima a este camino, culminando en conclusiones antidialécticas y antimaterialistas.
El texto enuncia que hay una correlación entre trabajo y lenguaje pero hace el siguiente encadenamiento argumentativo: 1) antes del trabajo vino el pensamiento y el lenguaje; 2) el cuerpo humano ya estaba formado físicamente antes que manejase herramientas.
Y para reforzar esas conclusiones, el texto se apoya… ¡en la biblia!
Eso mismo: usa una alegoría del idealismo por excelencia (la biblia) para intentar comprobar que la comunicación precede al trabajo: “No en vano, en el mito bíblico sobre el origen de las lenguas –la Torre de Babel– el Dios del Antiguo Testamento impide, justamente, la comunicación entre los hombres. Eso es suficiente para impedir la realización del audaz trabajo de alcanzar los cielos. No hay trabajo sin comunicación” (PONTES, 2020).
Nuestro camarada podría haber retrocedido un poco más y haberse apoyado en el “hecho” de que Adán –nacido morfológicamente pronto– ¡primero habló! Y por poseer tamaño dominio del lenguaje, Adán se tornó el padre de la Taxonomía: salió por el Edén clasificando y nominando a todos los seres vivos. Y solo después de ser expulsado del Edén es que conoció el trabajo.
Bueno, pero hagamos como Darwin y Engels y dejemos la biblia de lado. Veamos abajo lo que Engels dice en su manuscrito:
Primero el trabajo, enseguida y después con él el lenguaje –estos son los dos impulsos más esenciales, bajo cuya influencia el cerebro de un mono gradualmente pasó a ser el de un humano, que, a pesar de toda la semejanza, es mucho mayor y perfeccionado. El perfeccionamiento del cerebro, sin embargo, fue acompañado del perfeccionamiento de sus instrumentos más inmediatos, los órganos de los sentidos. Del mismo modo que el perfeccionamiento gradual del lenguaje necesariamente fue acompañado del refinamiento de todos los sentidos […] El efecto retroactivo del desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, de la conciencia cada vez más esclarecida, de la capacidad de abstracción y deducción sobre el trabajo y el lenguaje les confirió estímulos siempre renovados para el perfeccionamiento continuado, un perfeccionamiento que no se encerró así que el ser humano se separó definitivamente del mono, sino, desde entonces, a pesar de interrumpido por algún retroceso local y temporal, avanzó tremendamente en términos globales en los diferentes pueblos y en diferentes épocas, diferenciándose en cuanto al grado y a la tendencia; por un lado, impulsando con fuerza para adelante, por otro, conduciendo en direcciones más específicas por un elemento nuevo que se sumó a la actuación del ser humano completo, la sociedad (2020, p. 342, destacado nuestro).
No hay determinismo alguno en esa concepción de Engels. Lo que hay, sí, es la definición de un punto de partida: el trabajo. Después surge el lenguaje y a partir de ahí ambos pasan a caminar juntos. Veamos, ahora, cómo Darwin abordó el asunto:
Merece atención el hecho de que, tan pronto los antepasados del hombre se tornaron sociales (y esto debe haber ocurrido, probablemente, en un período muy remoto), el principio de imitación, la razón y la experiencia deben haber incrementado y modificado en mucho las capacidades intelectivas de manera tal que le vemos solamente los trazos en los animales inferiores […] Ora, si algún individuo de una tribu, más sagaz que los otros, inventó una nueva trampa o arma, o cualquier otro medio de ataque o de defensa, en el más obvio interés personal, sin necesidad de demasiada capacidad de razonamiento, podría llevar a otros miembros a imitarlo y de esto todos se aprovecharían. La práctica habitual de toda nueva técnica en una cierta medida puede igualmente incentivar el intelecto. Si una nueva invención es importante, la tribu se desarrollará en número, se extenderá y suplantará a las otras (1974, p. 156).
Hasta aquí, estuvimos simplemente apoyándonos en lo que Darwin escribió. Abriremos una excepción para recurrir a un estudio comandado por el biólogo Thomas Morgan, de la Universidad del Estado de Arizona[12], titulado Experimental evidence for the co-evolution of hominin tool-making teaching and language, en 2015. Hacemos esto porque en nuestra opinión las conclusiones de este estudio corroboran y arrojan luz a la tesis de Engels.
La hipótesis es la siguiente: la producción de herramientas de piedras por nuestros ancestrales en la Garganta de Olduvai, en la actual Tanzania, África, hace 2,5 millones de años atrás, los condujo a la evolución del aprendizaje y del lenguaje.
Para corroborar esta hipótesis, Morgan estructuró un experimento con 184 estudiantes adultos reclutados por la Universidad de Saint Andrews, que produjeron más de seis mil piedras de sílex –posteriormente pesadas, medidas y analizadas– ejecutando cinco mecanismos de transmisión diferentes: 1) ingeniería reversa; 2) imitación/emulación; 3) aprendizaje básico; 4) aprendizaje gestual; 5) aprendizaje verbal. Conforme la figura.
(a) Diagrama del proceso de moldeado de la piedra. La piedra-martillo alcanza el núcleo con el objetivo de producir una lasca. El borde y el ángulo de la plataforma son importantes para el éxito del golpe. (b – f) Las cinco condiciones de aprendizaje. (g) La estructura del experimento. Para cada condición, se realizaron seis cadenas (cuatro cortas y dos largas); uno de los dos experimentadores entrenados inició cada cadena (igualmente dentro de cada condición).
Según Morgan, había una relación co-evolutiva entre la fabricación de herramientas y la evolución cognitiva, sugiriendo que habría una selección “para formas más complejas de transmisión social que aumentaron la fidelidad de la transmisión de informaciones” (2015, p. 2).
Además, Morgan indica que, para sostener su hipótesis, “vestigios arqueológicos muestran que los cambios en la morfología de los homínidos, incluyendo el aumento del tamaño general del cerebro, siga al advenimiento de la fabricación de herramientas olduvaienses” (2015, p. 2, destacado nuestro).
Al analizar las cinco formas de transmisión, Morgan concluyó que el trabajo es más eficiente en el grupo en que hay un aprendizaje (y no apenas la imitación) y el lenguaje.
El descubrimiento central de este trabajo es que la transmisión social de la tecnología olduvaiense es potenciada por el aprendizaje y, en particular, por el lenguaje. Eso está de acuerdo con un relato co-evolucionario de cultura genética de la evolución humana y apoya la hipótesis de que la fabricación de herramientas de piedra de Olduvai generó selección que favorece el aprendizaje y el lenguaje cada vez más complejos (MORGAN et al., 2015, pp.3-4, destacado nuestro).
Morgan también afirma que “nuestros datos implican que la fabricación de herramientas olduvaienses habría creado un gradiente selectivo continuo, llevando del aprendizaje por observación al aprendizaje verbal mucho más complejo” (2015, p. 5, destacado nuestro).
En resumen, Morgan sostiene que hay una co-evolución –lo que es completamente diferente de la noción relativista de que no hay puntos de partida– entre la fabricación de herramientas y la comunicación: “[…] la dependencia de los homínidos en la tecnología de piedra habría generado una selección para una comunicación cada vez más compleja que permitía la diseminación más eficaz de herramientas de piedra” (2015, p. 6, destacado nuestro).
En otras palabras, el trabajo estimuló el desarrollo del lenguaje produciendo, por su parte, “selección” entre los individuos. Y, en la medida en que el trabajo va tornándose más productivo con el desarrollo del lenguaje, este mismo va tornándose más complejo también, ya que influye positivamente en el resultado del trabajo.
Para usar una frase del historiador de Burkina Faso, Joseph Ki-Zerbo, “es por haber sido faber (artesano), que el hombre se tornó sapiens (inteligente)”[13].
El trabajo para Marx y Engels
Tal vez lo más grave en el artículo “Apuntes sobre la cuestión evolutiva y el origen del lenguaje en Engels” sea la conclusión de que Engels tenía una concepción equivocada sobre el trabajo y, por lo tanto, diferente de la Marx.
Es importante resaltar que nosotros no consideramos a Marx y Engels una sola persona. Cada uno poseía –para usar un término de moda hoy– una “agenda de investigación”, y sus propias idiosincrasias. Pero tampoco estamos entre aquellos que los ven de forma completamente separada. Eso porque sus “agendas de investigación” convergían en una sola estrategia de lucha política y teórica y, porque, al tornarse amigos en 1844, trabajaron en estrecha colaboración por toda sus vidas, desarrollando, por ejemplo, acuerdos de división de trabajo como revelara el propio Engels en el prefacio de 1887 de los textos reunidos y publicados bajo el título Sobre la cuestión de la vivienda: “como consecuencia de la división del trabajo acordada entre mí y Marx, me cupo defender nuestras concepciones en la prensa y principalmente, por lo tanto, en la lucha contra opiniones adversarias, para que Marx dispusiese de tiempo para elaborar su gran obra principal” (2015, p. 28).
Por eso, concordamos con Daniel Sugasti cuando dice que “más allá de relegada, la obra de Engels fue sistemáticamente atacada[14] por diversos intelectuales desde el siglo XX –György Lukács, Jean Paul Sartre, Louis Althusser, entre otros– que, en nombre de un pretendido marxismo purificado, se empeñaron en separar su pensamiento del de Marx, destacando supuestas diferencias teóricas, programáticas y metodológicas entre ambos”[15].
Para nosotros, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre de Engels engrandece el marxismo al ofrecer una especie de arqueología del trabajo que va al encuentro de lo que Marx escribiera en los Manuscritos Económico-Filosóficos y en El Capital.
El trabajo comienza con la confección de herramientas. ¿Y cuáles son las más antiguas herramientas que encontramos? ¿[Cuáles son] las más antiguas a juzgar por las piezas más antiguas que se encuentran del legado de gente prehistórica y por el modo de vida de los más antiguos pueblos históricos, así como por el modo de vida de los más primitivos salvajes contemporáneos? Son herramientas de caza y pesca, siendo las primeras al mismo tiempo armas (ENGELS, 2020, pp. 343-344).
Luego enseguida, Engels nos ofrece uno de las más bellos y dialécticos pasajes del marxismo cuando habla del dominio del ser humano sobre la naturaleza:
[…] no nos quedemos demasiado lisonjeados con nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por toda victoria de ese tipo […] Y, así, a cada paso nos recuerda que no dominamos de modo alguno la naturaleza como un conquistador domina un pueblo extranjero, o sea, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino somos parte y estamos dentro de ella con carne y sangre y cerebro y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, distinguiéndonos de todas las otras criaturas, somos capaces de conocer sus leyes y aplicarlas correctamente[16] (2020, p. 348, destacado nuestro).
Veamos, ahora, lo que dice Marx en los Manuscritos económicos-filosóficos, el año en que su vida se entrelazó con la de Engels:
La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre, a saber, la naturaleza como ella misma no es cuerpo humano. El hombre vive de la naturaleza significa: la naturaleza es su cuerpo, con el cual él tiene que quedarse en un proceso continuo para no morir. Que la vida física y mental del hombre está interconectada con la naturaleza no tiene otro sentido sino que la naturaleza está interconectada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza (2004, p. 84).
Por fin, Engels defiende una revolución completa del modo de producción capitalista para que consigamos la regulación de las fuerzas productivas, donde los seres humanos volverán no solo a sentirse en unidad con la naturaleza, sino también a tener conciencia de eso, y tanto más inviable se tornará aquella representación absurda y antinatural de un antagonismo entre espíritu y materia, hombre y naturaleza, alma y cuerpo, que surgió luego de la decadencia de la Antigüedad clásica en Europa y alcanzó en el cristianismo su mayor perfeccionamiento (2020, p. 348).
No hay absolutamente nada en esta elaboración que diverja de lo que Marx escribió sobre el trabajo.
Los límites de Darwin
En El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre Engels hace una pequeña pero contundente crítica a los científicos naturales: “cada cosa actúa sobre la otra y viceversa, y la mayoría de las veces es el olvido de ese movimiento y de esa interacción universales que impide a nuestros investigadores de la naturaleza tener una visión clara sobre las cosas más simples” (2020, p. 346). Una crítica que bien podemos aplicar a Darwin.
Al final, él cometió grandes equívocos en El Origen del Hombre.
Él era un materialista y un dialéctico, pero al ignorar el papel fundamental del trabajo para el ser humano en la interacción con la naturaleza –combinado con su origen de clase, y con el gran prestigio que su teoría obtuvo– hizo que él no resistiese la tentación de extender a las sociedades humanas de su tiempo la ley de la Selección Natural. El resultado de eso fueron innumerables formulaciones prejuiciosas y racistas.
Había méritos, también. Él reconoció, por ejemplo, que negros, indígenas y blancos formaban una sola especie. No obstante, osciló entre clasificarlos como razas distintas y como subespecies.
Con muchas reservas, reconoció que la civilización del antiguo Egipto estaba compuesta en su mayoría por negros y que –en las palabras actuales– la alta concentración de melanina en la piel fue una modificación operada por la Selección Natural.
Por eso creo que los negros y otras razas oscuras pueden haber adquirido su color de individuos más oscuros que se sustraían a la influencia mortal del sistema de su región natal durante una serie de generaciones […] (DARWIN, 1974, p. 230).
Sin embargo, con la visión turbada por el racismo, Darwin –cuya capacidad de síntesis y de deducción excedió la de todos los naturalistas de su tiempo– no fue capaz de deducir que el género homo y la especie homo sapiens sapiens fueron “el presente del África para el mundo”[17] y que eran negros y negras. Postergando, así, por casi un siglo esta conclusión científica que solo su teoría era capaz de hacer.
La adaptación al medio fue uno de los más poderosos factores de formación del hombre, desde sus orígenes. Las características morfosomáticas de las poblaciones africanas hasta el presente fueron elaboradas en este período crucial de la Prehistoria. Así, el carácter glabro [lampiño] de la piel, su color moreno, cobrizo o negro, la abundancia de glándulas sudoríparas, las narinas y los labios prominentes de gran número de africanos, los cabellos crespos, encaracolados o rizados, todo eso proviene de las condiciones tropicales. La melanina y los cabellos rizados, por ejemplo, protegen del calor. Además de eso, la postura erecta, que fue una etapa tan decisiva del proceso de hominización y que impidió o acarreó una nueva acomodación de los huesos de la cintura pélvica, está ligada, en la opinión de algunos prehistoriadores, a la adaptación al medio geográfico de las sabanas de hierbas altas de las planicies del Este africano: era preciso mantenerse siempre erecto para mirar por arriba, a fin de observar a su presa o huir de los animales hostiles (Ki-Zerbo, 2010, pp. 834-835).
Darwin se apoyó en innumerables prejuicios de Thomas Malthus[18] y de Francis Galton contra negros, indígenas, asiáticos e irlandeses.
La misma observación es válida con igual o mayor fuerza en lo que respecta a los numerosos puntos de semejanza mental entre las más diversas razas humanas. Los aborígenes americanos, los negros y los europeos son tan diferentes entre sí intelectualmente como pueden ser tres razas cualesquiera (DARWIN, 1974, p. 213).
Y llegó a las rayas de la eugenia cuando lamentó que, en las sociedades humanas, los “más débiles” puedan sobrevivir y prosperar:
Debemos, por lo tanto, soportar el efecto, indudablemente malo, del hecho de que los débiles sobreviven y propagan el propio género, pero por lo menos se debería detener su acción constante, impidiendo a los miembros más débiles e inferiores casarse libremente como los saludables (1974, p. 162).
En suma, al no llevar hasta las últimas consecuencias la importancia del trabajo para los seres humanos, fue incapaz de entender a fondo que el desarrollo de las fuerzas productivas “frenaba” enormemente la fuerza de la Selección Natural sobre los seres humanos, y fue incapaz de entender que todos los diferentes pueblos –con sus diferentes características físicas y culturales– constituían una sola especie plenamente evolucionada, el homo sapiens sapiens.
Cabe a nosotros, trabajadores, la tarea de demoler de forma revolucionaria el capitalismo y poner fin a la alienación del trabajo y todas las formas de opresión que deshumanizan a nuestra clase. Pavimentando, así, el camino para una sociedad comunista, inicio de la historia realmente humana.
Referencias
CONNAH, Graham. África Desconhecida: Uma introdução à sua Arqueologia. São Paulo: USP, 2013.
DARWIN, Charles. A origem do homem a seleção sexual. São Paulo: Hemus, 1974.
DARWIN, Charles. Origem das espécies. Belo Horizonte: Itatiaia, 2012.
EAGLETON, Terry. A ideia de cultura. São Paulo: UNESP, 2011.
ENGELS, Friedrich. Dialética da Natureza. São Paulo: Boitempo, 2020.
ENGELS, Friedrich. Sobre a questão da moradia. São Paulo: Boitempo, 2015.
LENIN, V. I. O Estado e a Revolução: lo que enseña el marxismo sobre el Estado y el papel del proletariado en la revolución. São Paulo: Expressão Popular, 2010.
KI-ZERBO, Joseph. Conclusão: Da natureza bruta à humanidade liberada. In: KI-ZERBO, Joseph (Org). História Geral da África I: Metodologia e Pré-História da África. Brasília: 2ª ed. UNESCO, 2010.
MARX, Karl. Manuscritos econômico-filosóficos. São Paulo: Boitempo, 2004.
MOREIRA, Roberto. Terra, poder e território. São Paulo: Expressão Popular, 2007.
MORGAN, T. J. H. et al. Experimental evidence for the co-evolution of hominin tool-making teaching and language. Nature Communications. 6:6029 doi: 10.1038/ncomms7029 (2015). Disponible en: <https://www.nature.com/articles/ncomms7029>. Consultado: 12 dic. 2020.
PONTES, Romerito. Apontamentos sobre a questão evolutiva e a origem da linguagem em Engels. Teoria & Revolução. Disponible en: <https://teoriaerevolucao.pstu.org.br/apontamentos-sobre-a-questao-evolutiva-e-a-origem-da-linguagem-em-engels/>. Visto: 11 dic. 2020. Versión en español, disponible en: www.litci.org, “Apuntes sobre la cuestión evolutiva y el origen del lenguaje en Engels”.
Notas
[1] Ver: https://litci.org/pt/assista-o-video-200-anos-de-engels-parte-1/. Visto: 12 dic. 2020.
[2] Ver: https://teoriaerevolucao.pstu.org.br/apontamentos-sobre-a-questao-evolutiva-e-a-origem-da-linguagem-em-engels/, de Romerito Pontes. Consultado: 13 dic. 2020.
[3] “Tal vez el punto más crítico en el texto de Engels sea su evidente lectura lamarckista sobre las transformaciones biológicas que operaron en la transformación del mono en hombre” (PONTES, 2020).
[4] “… ¿de qué trabajo habla Engels? ¿Del trabajo intuitivo o del trabajo humano? Lo más apropiado sería considerar el trabajo instintivo, que puede preceder al lenguaje articulado, aunque él mismo no entre en el mérito de la definición” (PONTES, 2020).
[5] “El trabajo presupone el lenguaje y no hay trabajo sin lenguaje” (PONTES, 2020).
[6] “Criticamos por la naturaleza antidialéctica de su conclusión” (PONTES, 2020).
[7] El artículo arriba citado menciona repetidas veces la importancia de descubrimiento del ADN para la Teoría de la Evolución pero no menciona la importancia de los descubrimientos del monje Johann Gregor Mendel acerca de la transmisión hereditaria de características entre los individuos para la elevación de la teoría darwiniana al panteón de las ciencias. En 1857, Mendel realizó experimentos cultivando arvejas [guisantes o chícharos] y al cruzarlas, observó la transmisión hereditaria de ciertas características para las nuevas generaciones de arvejas. Sus estudios [publicados en 1865] solo fueron “redescubiertos” en el inicio del siglo XX, y con justicia Mendel es considerado el padre de la genética. Esa era la explicación para la hereditariedad [herencia] de las modificaciones que faltaba a Darwin.
[8] En la quinta edición de El Origen de las Especies, Darwin pasa a considerar la posibilidad de que algunas características estructurales en los seres vivos pueden no tener utilidad, pero reitera que “sobre la base de los conocimientos recogidos en los últimos pocos años estoy convencido de que se podrá demostrar después la utilidad de muchísimas estructuras que ahora nos parecen inútiles y que entrarán consecuentemente en el ámbito de la selección natural” (DARWIN, 1974, p. 78).
[9] Darwin, por ejemplo, aceptaba la hipótesis de la herencia de caracteres, también aceptada por Lamarck, pero con una diferencia: secundada por la Selección Natural.
[10] “la palabra inglesa coulter, que es un conato de cultura, significa “hierro de arado” Nuestra palabra para la más noble de las actividades humanas, así, es derivada del trabajo y la agricultura, colecta y cultivo” (EAGLETON, 2011, p. 9).
[11] En la academia brasileña, el sociólogo Ricardo Antunes tuvo el mérito de combatir las posiciones del filósofo Jürgen Habermas que ponía como centro la esfera comunicacional, colocando el lenguaje y la cultura en el núcleo de lo que llamaba “mundo de la vida”.
[12] Morgan condujo este estudio en su posdoctorado en la Universidad de California, en sociedad con la Universidad Saint Andrews y la Universidad de Liverpool.
[13] “Es por haber sido faber (artesano) que el hombre se tornó sapiens(inteligente). Con las manos libres de la necesidad de apoyar el cuerpo, el hombres estaban aptos para aliviar los músculos y los huesos del maxilar y del cráneo de numerosos trabajos. De ahí la liberación y el crecimiento de la caja craneana, donde los centros sensitivo-motores del córtex se desarrollan. Además, la mano confronta al hombre con el mundo natural. Es una antena que capta un número infinito de mensajes, los cuales organizan el cerebro y lo hacen llegar al juicio, particularmente a través del concepto de medios apropiados para alcanzar un dado fin (principio de identidad y causalidad) (Ki-Zerbo, 2010, pp. 835-836).
[14] En El Estado y la Revolución, Lenin rebatía a aquellos que intentaban oponer la noción de Estado en Marx y Engels: “No obstante, sería un profundo error creer en una divergencia de opiniones entre Marx y Engels. Un estudio más atento muestra que las ideas de Marx y Engels respecto del Estado y de su decadencia son absolutamente idénticas, y que la expresión de Marx se aplica justamente a un Estado en vías de extinción” (2010, p. 104).
[15] Ver: https://litci.org/pt/bicentenarioengels/. Consultado: 11 dic. 2020.
[16] Como hemos visto, hay también una riquísima contribución de Engels a la llamada cuestión ambiental, que puede ser extraída de este manuscrito.
[17] “Así, los más antiguos representantes de nuestra especie pueden ser vistos como el presente del África para el mundo” (CONNAH, 2013, p. 40).
[18] Galton y Malthus son mencionados en El Origen de las Especies, pero ni de lejos tienen tamaño destaque cuanto esta obra. Las elaboraciones acerca de la población de Malthus lo inspiraron. Pero, si eran razonables para pensarse en el crecimiento sostenible de una determinada especie –es decir, la capacidad de sostenibilidad “asociada a la máxima población de una especie que puede mantenerse indefinidamente en un territorio sin provocar una degradación en la base de recursos que pueda hacer disminuir esa misma población en el futuro (MOREIRA, 2007, p. 202)– no tenían el menor sentido cuando aplicadas a las sociedades humanas.
*El papel del trabajo en la hominización del mono es el nombre en las ediciones en portugués y brasileñas del libro El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Artículo publicado originalmente en Teoría y Revolución: https://teoriaerevolucao.pstu.org.br, 15/12/2020.-
Traducción: Natalia Estrada.