Estado y Revolución y la batalla de Lenin contra el oportunismo, por la conquista del poder
«Solo quien extiende el reconocimiento de la lucha entre las clases hasta reconocer la dictadura del proletariado es un marxista.»
Lenin, El Estado y la Revolución
Por: Matteo Bavassano, PdAC, Italia
Tal como muchas importantes y heroicas figuras del movimiento obrero, Lenin ha dedicado toda la vida a la causa revolucionaria Así, si el nombre de Trotsky siempre será atado a la teoría de la revolución permanente y a la lucha contra el estalinismo, el nombre de Lenin será recordado principalmente por su lucha contra el oportunismo y el centrismo por la construcción del partido revolucionario.
Dos han sido las etapas más importantes de la evolución del pensamiento y el combate de Lenin en esta batalla.
La primera ha sido, indudablemente, el Congreso del POSDR de 1903, cuando se produjo la primera escisión entre bolcheviques y mencheviques, ocurrida sobre un párrafo de El Estado…, aquel relativo a quién considerar miembro del partido, con dos propuestas contrapuestas de Lenin y Martov: muchos en el partido no tuvieron claro el motivo de la división, que solo los acontecimientos siguientes, es decir, el desarrollo de las diferenciaciones de clase en la Rusia zarista, sobre todo después de la Revolución de 1905, habrían hecho manifiesta, acabando por dejar a bolcheviques y mencheviques en los dos lados opuestos de la barricada en 1917.
Sobre esta fundamental controversia, que está en la base de la concepción leninista de partido de tipo bolchevique (concepción no original, como se piensa a menudo erróneamente, sino retomada de las prácticas organizativas de Marx y Engels), no vamos a detenernos, puesto que ha sido analizada muchas veces en nuestra prensa.[1]
La segunda etapa ha sido el 4 de agosto de 1914, cuando el grupo parlamentario del Partido Socialdemócrata alemán al Reichstag votó por unanimidad los créditos de guerra al gobierno alemán[2], signando así, de hecho, la muerte de la Segunda Internacional.
Desde ese momento, Lenin empezará un ataque frontal contra los social-patriotas y los centristas que no rompieron con ellos [los socialdemócratas], sea a través de folletos y ensayos (entre otros citamos El socialismo y la guerra y El imperialismo, fase superior del capitalismo), sea por la organización de un sector revolucionario sobre las posiciones de los bolcheviques dentro del movimiento internacionalista de Zimmerwald.
Punto culminante de esta batalla, a nivel teórico, es indudablemente la redacción de El Estado y la Revolución, aunque el choque irá adelante después de la victoria de los bolcheviques, llegando a su máxima expresión polémica en El renegado Kautsky y la revolución proletaria, respuesta a un folleto de Kautsky, titulado “La dictadura del proletariado”, que condenaba la Revolución de Octubre. Fue este el fin de un difícil camino en el que Lenin saldó cuentas con el «renegado» que por largo tiempo había considerado su maestro.
La ruptura de Lenin con Kautsky
Contrariamente a la vulgata estalinista, tendiente a representar al jefe de los bolcheviques como un revolucionario mítico que nunca cometió errores pero solo para atribuirle a Stalin las mismas cualidades inventadas, Lenin no es el primer marxista-revolucionario en reconocer el centrismo de Kautsky: Rosa Luxemburgo y el «Linksradicale» (es decir la izquierda del SPD) se percataron, ya desde la época de la lucha contra el revisionismo de Bernstein, de que la «defensa de la ortodoxia marxista» de Kautsky contenía en realidad muchas concesiones al oportunismo.
Lenin no compartió este juicio sobre Kautsky, como no compartió muchas posiciones de la izquierda del SPD, de la que Luxemburgo fue el exponente más importante, pero por cierto no la única: otros, como Pannekoek y Gorter, tuvieron posiciones políticas confusas, a veces espontaneístas y a veces sectarias, y quizás también fue esto lo que disuadió a Lenin de tomar en consideración las críticas a Kautsky. Sin embargo, el revolucionario ruso debió reconocer su equívoco: en una carta del 27 de octubre de 1914 a Šljapnikov (que entonces era el principal dirigente bolchevique en Petrogrado), Lenin escribió: «Tuvo razón Rosa Luxemburgo: entendió desde hace tiempo que Kautsky era un teórico servil, sometido a la mayoría del partido, en resumen, sometido al oportunismo».
Inicia así la lucha frontal al centrismo de Kautsky, primero atacando sobre la «muerte» de la Segunda Internacional y la necesidad de romper con los social-patriotas declarados (cosa a la que el centro kautskiano se negaba) para fundar una nueva Internacional; luego, desenmascarando las concepciones centristas sobre el imperialismo, que han impuesto el hundimiento de los partidos de la Segunda Internacional a las propias burguesías nacionales; y, por fin, atacando la oposición de los centristas a la toma del poder de parte de los trabajadores, es decir, a la dictadura del proletariado.
La teoría marxista del Estado y la revolución proletaria
Este es el último tema que Lenin enfrenta, aunque leyendo El Estado y la Revolución se tiene la impresión de que Lenin considera este como el tema central, la cuestión inicial sobre la cual, por lo menos en el terreno teórico, Kautsky abandona a Marx, cediendo en los hechos al revisionismo e iniciando el recorrido de acercamiento del centro hacia los oportunistas.
Lenin no solo tuvo que sumergirse en un estudio profundo de las obras de Marx y Engels sino que, para llegar a la posición que sustentará en El Estado y la Revolución, los hechos de la Revolución Rusa entre febrero y julio serán fundamentales para renegar de toda la impostación kautskiana; después de todo también Lenin se formó con las obras del «Papa Rojo».
El inicio del estudio de los escritos de Marx y Engels sobre el Estado, por parte de Lenin, data de finales de 1915, cuando Bujarin escribe un artículo titulado «Por una teoría del Estado imperialista», que será rechazado por el órgano teórico bolchevique por divergencias políticas sobre la cuestión del Estado; Lenin empieza entonces a preparar un artículo que debió ser al mismo tiempo contra Kautsky y contra Bujarin, pero su posición se acerca progresivamente a la de Bujarin, para llegar a coincidir [con él], según pensaba el propio Lenin en el momento en que escribió El Estado y la Revolución.[3]
El revolucionario ruso empieza en 1916 a escribir un cuaderno de notas (titulado “El marxismo y el Estado. Más precisamente: las tareas de la revolución proletaria respecto del Estado”)[4] que contiene todas las citas más importantes de Marx y Engels sobre el Estado, así como los pasos de Kautsky y Panneoek: eso era tanto más necesario por cuanto ni Marx ni Engels escribieron nunca una obra teórica acabada sobre el Estado, sino que solo escribieron alrededor de cuestiones contingentes. Esto facilitó enormemente las falsificaciones de los revisionistas, aunque las ideas de los dos revolucionarios alemanes formaran juntas una visión clara y coherente.
Lenin comienza su texto subrayando algunas características del Estado, utilizando principalmente fragmentos de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels: el Estado es, por lo tanto, el producto y la manifestación de la incompatibilidad de las contradicciones de clase (mientras que los oportunistas lo consideran como órgano de la conciliación entre las clases) que, a través de destacamentos especiales de hombres armados y prisiones, tienen la fuerza necesaria para convertirse en un poder público especial situado por encima de la sociedad, un instrumento de explotación de la clase oprimida que opera a través de los impuestos y la deuda pública para mantener la burocracia estatal necesaria a su existencia.
Al final del primer capítulo llega ya al meollo de la cuestión (que será reiterado más y más veces), es decir, la teoría de la extinción gradual del Estado a través del parlamentarismo y las reformas, que los oportunistas deducen falsificando a Engels: Lenin aclara que Engels, cuando en el Anti-Düring habla de la extinción del Estado, está hablando de la extinción del Estado proletario, el cual es creado luego de la revolución, después que los trabajadores hubieren destruido el Estado burgués. Es esta la conclusión a la que Marx y Engels llegan después de las experiencias revolucionarias de 1848, conclusión que es reforzada por la experiencia de la Comuna de París de 1871.
He aquí, por lo tanto, que Lenin recurre brevemente, citando las obras más importantes de los dos revolucionarios, a estas experiencias revolucionarias para resumir las enseñanzas que la vanguardia revolucionaria del proletariado tiene que extraer de estas.[5]
La revolución de febrero de 1848 en Francia da vida a la primera experiencia de colaboración de clase de la historia: el movimiento obrero participa en el gobierno con dos ministros, que serán utilizados por la burguesía para frenar el movimiento obrero y luego reprimirlo tan pronto la burguesía logra consolidar su poder. De estos hechos nacerá el Segundo Imperio de Napoleón III; en el balance político que Marx hará de ello en la obra El 18 brumario de Luis Bonaparte aparece por primera vez la idea de que el proletariado no tiene que mejorar la máquina estatal burguesa sino destruirla.
La perspectiva de una sociedad diferente
Esta conclusión política fundamental será profundizada después de la experiencia de la Comuna de París: por primera vez en la historia el proletariado parisino toma el poder e instaura el embrión de un Estado proletario, de una dictadura del proletariado. Después de esta experiencia, Marx y Engels realizan la única adición al Manifiesto del Partido Comunista de 1848: incorporan la idea de que el proletariado no puede tomar posesión de la máquina estatal ya pronta y utilizarla para sus propios fines, sino que debe romperla. Hace falta suprimir el ejército permanente y reemplazarlo por el pueblo armado; hace falta terminar con el parlamentarismo y con la burocracia: todos los consejeros y los funcionarios tienen que ser responsables frente a las masas y tienen que poder ser inmediatamente revocables, y su sueldo tiene que ser igual al sueldo medio de un obrero, para no crear un aparato de Estado que se eleve por encima de la sociedad.
Estas eran las características de un Estado que comenzaba a no ser más un Estado en el sentido propio del término. Dice Marx en la “Crítica al programa de Gotha”: «Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista hay el período de transformación revolucionaria de la una en la otra. A ello corresponde también un período político de transición, en el cual el Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado«. Es sobre esta base ideal que los bolcheviques edificaron el poder soviético en los primeros años después de Octubre: un gobierno de la mayoría políticamente activa del proletariado organizado en consejos, que expropió a los viejos explotadores y sentó las bases para la construcción de una sociedad diferente, basada en la igualdad, sabiendo que eso solo sería posible con la victoria de la revolución en nivel mundial.
Con el fin de la resistencia de las viejas clases poseedoras acabaría la necesidad de la represión; con el desarrollo de la economía en un plan centralizado, el derecho, fuente de desigualdad, habría dejado de existir; con la rotación de los cargos electivos y funcionariales se acabaría la burocracia como casta privilegiada en la sociedad: vale decir, se habría extinguido el Estado proletario, y con él todo tipo de Estado, para llegar a una nueva forma de organización de la humanidad, ya no de tipo político sino administrativo. La derrota de la revolución en escala mundial ha parado este radical proceso, pero este es el único camino para crear una sociedad libre de la explotación. Un camino delineado en muchas obras de Marx y Engels, que Lenin resume magistralmente en su El Estado y la Revolución, el punto más alto alcanzado por su genio de revolucionario.
Notas
[1] Véase en particular al artículo de Francesco Ricci, «La actualidad de un partido de tipo bolchevique», en Trotskismo Oggi n. 2.
[2] En esta primera votación, Karl Liebknecht no participó en el voto para no votar contra su partido: además de los partidarios de Ebert, también votaron a favor Haase (que tiempo después saldría del SPD para fundar el USPD) y otros 14 diputados que, incluso siendo contrarios, votaron a favor por disciplina partidaria. Liebknecht votará por primera vez contra los créditos de guerra el 2 de diciembre, cuando ya había entrado en el “Grupo Internacional” de Rosa Luxemburgo.
[3] El hecho es reconstruido ampliamente en el artículo de Pašukanis, «Los diez años de El Estado y la Revolución de Lenin», inédito hoy en italiano y de próxima publicación (con una traducción nuestra) en octubre, en la revista Trotskismo Oggi n. 11, a la que remitimos al lector que quiera profundizar sobre el tema.
[4] Es conocido también con el nombre de “Sobre el Marxismo y el Estado”.
[5] Los escritos de Lenin preveían analizar también, sucesivamente, las revoluciones rusas de 1905 y de febrero de 1917, pero esto quedaría inconcluso.
Artículo publicado originalmente en Progetto Comunista n.° 67, setiembre de 2017.
Traducción: Natalia Estrada.