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Georgia

El «Sueño Georgiano» enfrenta el despertar de su pueblo

diciembre 5, 2024

Por Carlos Sapir
El gobierno burgués del país Georgia se enfrenta a una crisis de la legitimidad. Atrapado en medio del creciente conflicto entre potencias imperialistas, las elecciones parlamentarias han terminado con políticos y funcionarios electorales pro-UE denunciando el proceso como una farsa. Han estallado protestas masivas, las organizaciones estudiantiles se han declarado en huelga, e incluso algunas universidades e instituciones de la sociedad civil han retirado su apoyo al nuevo gobierno. Aunque la integración en la UE significará casi con toda seguridad una mayor subyugación de la vida económica y política de Georgia a los caprichos de la burguesía de la UE, las perspectivas de los trabajadores georgianos bajo el gobierno de Sueño Georgiano son poco mejores, y es justo que se rebelen contra un régimen capitalista que ha impuesto la austeridad y que ha tratado a los grupos ecologistas comunitarios como terroristas.
¿Qué ocurrió en las elecciones?
Los resultados electorales oficiales publicados por la Comisión Electoral Central (CEC) a finales de octubre dieron al partido gobernante Sueño Georgiano el 54,8% de los votos, y el resto se divide entre varias coaliciones de partidos pro-UE que forman una oposición. Estos resultados significan una pequeña diminución de la cuota de gobierno de SG, pero aún así una mayoría gobernante en el Parlamento. Los políticos de la oposición, incluida la presidenta en funciones, Salome Zourabichvili, han afirmado que estos resultados están amañados, citando informes de observadores electorales europeos que atestiguan pruebas de trampa e intimidación. Los tribunales de Tiflis desestimaron por “infundadas” las demandas que impugnaban los resultados, y la CEC procedió a certificar oficialmente los resultados el 19 de noviembre. A la mitad de la ceremonia confirmación oficial, un miembro de un partido de la oposición que formaba parte de la CEC denunció los resultados y le tiro tinta negra al presidente de la comisión.


A lo largo de este proceso, han surgido grandes manifestaciones convocadas tanto por los partidos de la oposición como por organizaciones de base. Decenas de miles de manifestantes salieron a la calle, estallaron huelgas en las universidades y se enfrentaron a una violenta represión policial. Esta situación combustible estalló tras una serie de acontecimientos el 28 de noviembre. Ese mismo día, el primer ministro Irakli Kobakhidze convocó a su nuevo gobierno, la UE aprobó una resolución para exigir una investigación sobre las elecciones georgianas, y Kobakhidze anunció unilateralmente que la adhesión de Georgia a la UE se detendría hasta 2028, con prohibiciones similares de financiación de la UE para el gobierno, acusando a la UE de chantaje contra Georgia. Aunque la oposición georgiana lleva mucho tiempo acusando al Sueño Georgiano de oponerse a la adhesión a la UE, es la primera vez que SD adopta una postura tan abiertamente contraria a la UE, tras haber apoyado oficialmente la integración en la UE durante más de una década.

En respuesta a estos anuncios, una nueva oleada de protestas, huelgas y dimisiones sacudió Georgia. Las huelgas se extendieron a las escuelas primarias, varias universidades cerraron completamente y cientos de empleados y funcionarios del gobierno han dimitido. Mientras tanto, la respuesta policial se ha vuelto más violenta, con 224 detenidos mientras manifestantes desarmados lanzaban fuegos artificiales y esquivaban los gases lacrimógenos y la policía.
¿Qué le paso al “Sueño Georgiano”?
Hubo un tiempo (2012, para ser exactos) en que el Sueño Georgiano era el partido que reclamaba las protestas callejeras y la democracia. En aquel momento, Sueño Georgiano estaba afiliado al «Partido de los Socialistas Europeos», pro-UE y de centro-izquierda, junto con el SDP alemán y el Partido Laborista británico, y denunciaba la corrupción y el servilismo del Primer Ministro Mikheil Saakashvili, afiliado al UNM que ahora lidera la oposición. Con vagos promesas hacia la reforma, el partido alentaba la integración en la UE y la OTAN, la distensión pacífica con Rusia y una economía de mercado privatizada.
Como señalamos en junio de este año, el giro político de Sueño Georgiano se ha producido en parte en respuesta a la renovada competencia imperialista tras la pandemia del COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania, que ha llevado a las potencias imperialistas -y en particular a China y la UE- a tratar de asegurarse nuevas rutas comerciales este-oeste a través del Cáucaso. En estas circunstancias, SG ha dejado de buscar la integración europea y ha buscado más apoyo chino y ruso. A lo largo de este proceso, el partido ha permanecido firmemente bajo el control de su fundador, Bidzina Ivanishvili, un multimillonario que posee directamente una parte sustancial de la economía de Georgia. El cambio de bando también ha ido acompañado de un giro reaccionario en las cuestiones de opresión: tras los éxitos electorales de figuras de extrema derecha en el Parlamento Europeo y sus Estados miembros, SG enganchó su carro a los caballos del conservadurismo social y la LGBTIfobia; los aspirantes a demócratas y reformistas ya no son bienvenidos en SG.
El único elemento coherente del planteamiento político de SG es su defensa de los intereses capitalistas, especialmente los que se alinean con Ivanishvili. Tanto si gira hacia la UE, hacia Rusia o simplemente intenta consolidar su propio control sobre la sociedad, lo hará vendiendo a los trabajadores georgianos y convirtiendo a los oprimidos en chivos expiatorios.
Al mismo tiempo, en Abjasia
Mientras los disturbios se extendían por Georgia a lo largo de noviembre, también se produjeron protestas antigubernamentales en Abjasia, contra las políticas pro-rusas aprobadas por el presidente de la región separatista, Aslan Bzhania. Bzhania se vio obligado a dimitir por las protestas de la oposición, que tomó puentes, edificios gubernamentales y tumbo las puertas del palacio presidencial con un camión. Aunque los manifestantes no pidieron que Abjasia cortara los lazos con Rusia (que tiene bases militares en territorio abjasio y es su principal vínculo económico con el mundo exterior) ni que se reintegrara en Georgia, denunciaron la adopción de acuerdos que allanarían el camino para que los ricos rusos compraran propiedades en el territorio.
El dominio ruso sobre Abjasia (y Osetia del Sur), así como el descontento popular al respecto, son especialmente significativos en un contexto en el que el gobierno del Sueño Georgiano parece estar intentando alcanzar alguna forma de acercamiento y reintegración con los gobiernos de las regiones separatistas dentro el marco de la bendición de Rusia. Se espera que representantes de Abjasia participen en la elección formal del presidente de Georgia en diciembre, como parte de un colegio electoral que, por lo demás, está formado en gran parte por los miembros del parlamento y otros representantes de territorios. Los gobiernos burgueses de Georgia y sus regiones separatistas intentarán regatear su sometimiento a una u otra potencia imperialista: no cabe esperar ninguna autonomía ni libertad mientras Georgia y sus regiones estén dirigidas por partidos burgueses que intentan ganarse a duras penas los favores del imperialismo.
La UE no defiende la democracia y Rusia no defiende la seguridad


Las acciones de la UE no han ayudado a la causa de la democracia en Georgia, sino que la han dañado al subordinar la cuestión de la democracia en Georgia a la adhesión a la UE. La integración en la UE significará una mayor dominación de la vida política y económica georgiana por dueños imperialistas que gobiernan con impunidad, como ha ocurrido con Grecia, Portugal y las otras pequeñas economías de la eurozona. La UE no puede pretender ser un observador neutral en la política mundial. Pero el rechazo total de las peticiones de transparencia por parte del gobierno georgiano es igualmente una admisión de culpabilidad; está claro que los georgianos ya viven en un sistema político en cual no tienen voz, donde las decisiones las toman tecnócratas sin considerar el pueblo.
La situación en Georgia es de aguda crisis política para su clase dominante: la facción pro-UE y pro-EEUU de la burguesía ha decidido que prefiere arriesgarse a una crisis constitucional, a una interrupción de la economía capitalista y a una posible intervención extranjera, antes que permitir que su facción rival, relativamente pro-rusa y pro-china, consolide el poder. Esa otra facción ha decidido igualmente que prefiere arriesgarse a la misma crisis antes que aflojar su control sobre el poder político. En una situación así, los sindicatos, los movimientos sociales y los socialistas no pueden quedarse al margen y dejar que los capitalistas decidan el destino del país. Todos los que están del lado de la verdadera democracia, el poder de la clase obrera y la liberación deben apoyar las protestas masivas y articular consignas que exijan no sólo la democracia, sino también independencia internacional y alivio económico para el pueblo.
Tales movimientos no son extraños ni se han extinguido en Georgia. Recientes protestas han desafiado la devastación causada por Georgian Manganese, de propiedad estadounidense, y miles de personas se movilizaron en 2021 para detener la construcción de la central hidroeléctrica de Namakhvani, respaldada por Noruega y Turquía, que habría tenido circunstancias medioambientales devastadoras para vender energía a precios humillantes. Los trabajadores en huelga han luchado por su dignidad contra los designios de las empresas europeas, mientras que los organizadores antidesahuciosluchan contra el Banco de Georgia, de propiedad británica. Movilizar y organizar estas fuerzas en una lucha única, por la democracia y contra la austeridad ofrece la mejor oportunidad en más de una década de desafiar el sistema capitalista en Georgia. Los capitalistas se han peleado entre sí y han puesto en tela de juicio la legitimidad del orden existente, ahora es el momento para pasar adelante.

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