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TEORÍA

“El gran sueño”

octubre 19, 2015

Por: León Trotsky

Febrero de 1917. Comienza la revolución más violenta de todos los tiempos. En una semana, la sociedad se deshace de todos sus mandatarios: el monarca y sus hombres de la ley, la policía y los sacerdotes; los propietarios y los gerentes, los oficiales y los amos. No hay ciudadano que no se sienta libre para decidir en cada momento su conducta y su porvenir. Surge, entonces, de las profundidades de Rusia, un inmenso grito de esperanza.

En esa voz se mezcla la voz de todos los desesperados, humillados y desamparados. En Moscú, los trabajadores obligan a sus patrones a aprender las bases del nuevo derecho obrero. En Odessa, los estudiantes dictan a su profesor un nuevo programa de historia de las civilizaciones; en el ejército, los soldados dejan de obedecer a sus superiores. Nadie jamás había soñado con una revolución así. Ahora, ese sueño circula por las venas de todas las almas desesperadas y desamparadas de este planeta.

El gran sueño. La gran debilidad de muchos “revolucionarios” consiste en su absoluta incapacidad de entusiasmarse, de elevarse sobre el nivel rutinario de las trivialidades, de hacer surgir un vínculo vital entre ellos y los que los rodean. Aquel que no puede incendiarse, no puede incendiar su vida ni la de los demás. La fría malevolencia no es lo bastante para apoderarse del alma de las masas. Muchos revolucionarios contemplaron la revolución con un envidioso espanto. Es que la vida personal de los revolucionarios dificulta su percepción de los grandes acontecimientos de los cuales participan. Pero las tragedias de las pasiones individuales exclusivas son demasiado insípidas para nuestro tiempo. Porque vivimos en una época de pasiones sociales.

La gran tragedia de nuestra época consiste en el choque de la personalidad individual con la comunidad. Para alcanzar el nivel de heroísmo y recorrer el terreno de los grandes sentimientos que la vida nos da, es necesario que la conciencia se sienta ganada por grandes objetivos. Toda catástrofe individual o colectiva es siempre una piedra de toque, pues desnuda las verdaderas relaciones personales y sociales. Hoy en día es necesario probar este mundo. El poeta, por ejemplo, se sintió independiente del burgués y hasta se enfrentó con él. Pero cuando el asunto fue la revolución, se mostró un parásito hasta la médula de los huesos. La psicología del individuo así mantenido y dedicado a ser un sanguijuela humano no tiene rastros de bondad de carácter, respeto o devoción. Hoy en día, los “jovencitos” estudian aún en libros los costos del sacrificio de los explotados, se ejercitan en periódicos y crean “nuevas tendencias”. Pero cuando una revuelta ocurre seriamente, en seguida descubren que el arte se encuentra en las cabañas, en los agujeros más recónditos, donde hacen nido las termitas.

Es preciso derribar a la burguesía, porque es ella quien cierra el camino a la cultura. El nuevo arte no solo mudará la vida, sino que le arrancará la piel. Amar la vida con el afecto superficial del diletante no es un gran mérito. Amar la vida con los ojos abiertos, con un sentido crítico cabal, sin ilusiones, tal como ella se nos aparece, con lo que nos ofrece, esa es la proeza. Nuestra proeza es realizar un esfuerzo apasionado para sacudir a aquellos que están entorpecidos por la rutina; hacer que abran los ojos y vean aquello que se aproxima”.

Artículo escrito por León Trotsky sobre la revolución en 1917, y dedicado por el Coletivo de Artistas Socialistas (CAS) de la CSP-Conlutas, Brasil, a Cecília Toledo, con motivo de su fallecimiento, toda vez que fue este uno de los últimos textos que ella envió para su publicación en portugués, en el sitio del CAS.

Vea este y otros artículos relacionados en: http://artistassocialistas.blog.com/

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