¿El despertar del proletariado chino?
En vísperas del Congreso del Partido Comunista, en la mañana del 13 de octubre, Peng Zaizhou, cuyo verdadero nombre es Peng Lifa, un trabajador del área de tecnología, colocó dos pancartas con demandas en el puente Sitong en Beijing, que decían:
“¡Queremos comida, no testes PCR! ¡Queremos libertad, no lockdowns! ¡Queremos reforma, no una revolución cultural! ¡Queremos voto, no un líder! ¡Queremos ser ciudadanos, no esclavos! ¡Boicots estudiantiles y huelgas para derrocar al dictador traidor Xi Jinping! 16 de octubre – ¡Día de protesta!”
Unas horas antes de esta protesta, publicó un manifiesto de 23 páginas en un sitio web académico argumentando que China debería ser libre y democrática y que los chinos deberían impedir que Xi Jinping obtenga un tercer mandato. Para ello sería necesaria una revolución colorida pacífica y popular para imponer la democracia dentro del partido comunista, permitiendo la libre elección de sus dirigentes, el sufragio universal en el país, la limitación de poderes gubernamentales, la libertad de organización partidaria, la transparencia de los bienes de los dirigentes y la protección de la economía de mercado. En otras palabras, una combinación de ideales democráticos y liberales pero con un interesante llamado a la movilización obrera y popular para conquistarlos.
Como todos los disidentes, Peng Zaizhou fue arrestado y se desconoce su paradero. Pero su programa democrático y su llamado a la acción de masas tuvieron eco en la clase obrera china, en particular en la juventud, agotada por la dictadura y su política de Covid Cero, y desesperada por la caída del crecimiento económico y la falta de perspectiva de días mejores.
Él se ha ganado el apodo de «hombre puente» y hay una campaña en curso por su liberación.
Incluso antes de la acción del “hombre puente”, el enorme descontento con la dictadura y la situación económica ya se había expresado en la revuelta contra la política de Covid Cero en Haizhou, un distrito industrial en las cercanías de Cantón [Guangzhou], en las redes sociales con casos de niños que murieron impedidos de llegar a un hospital por los “lockdowns”, e incluso por la resistencia pasiva de la juventud frente a las 996 jornadas extenuantes (de 9 a 21 horas, seis días a la semana).(I)
Después del “hombre del puente”, hubo una semana de protestas multifacéticas en varias ciudades, entre el 22 y el 27 de noviembre, consideradas las mayores desde la masacre de la Plaza de Tiananmen [Plaza de la Paz Celestial] de 1989, en algunas de las cuales se coreó “Libertad o Muerte” (consigna de Tiananmen) y en la Universidad Tsinghua, en Beijing, se cantó la Internacional. (II)
La dictadura china siguió el modus operandi tradicional: concesiones a las masas a través de la flexibilización de la política de Covid Cero (III) y represión/arresto de la vanguardia. Esta política desencadenó, la semana siguiente, varias protestas de la diáspora china residente en el extranjero. La más grande fue frente al consulado chino en Nueva York, donde mil personas realizaron una vigilia. También hubo protestas en Londres, Toronto, Tokio, Hong Kong, Taipei y varias universidades, como Yale, Stanford y Oxford. (IV)
El 10 de diciembre hubo nuevas protestas en el exterior, esta vez convocadas por sectores de izquierda contrarios a la dictadura china. Organizaron manifestaciones frente a las tiendas Apple en Nueva York, Seattle, Cupertino, Londres, Nottingham, Sydney y Tokio para protestar por las degradantes condiciones laborales en el complejo industrial FoxConn, en Zhenzhou, China, y contra la dictadura china. (V) Revolucionarios brasileños enviaron fotos en apoyo a las protestas. (VI)
La política Covid Cero
Esta es la principal política del régimen chino para enfrentar la pandemia. Consiste en pruebas en masa repetidas entre la población y, en caso de un test positivo, la imposición de un bloqueo total y el aislamiento de las personas infectadas en centros de detención, sin acceso regular a alimentos y medicamentos. En algunos complejos industriales, la política Covid Zero se expresó a través del “closed-loop” (circuito cerrado) en el que los trabajadores pasaron a vivir en el lugar de trabajo sin ningún contacto físico con el mundo exterior y, si algún trabajador testaba positivo, tanto él como sus colegas eran aislados en condiciones degradantes.
A juzgar por el número de muertes por Covid, apenas 5.000, la política Covid Cero es un éxito. Pero este éxito esconde una serie de fracasos. El primero de ellos tiene que ver con la calidad de las vacunas chinas, cuya efectividad es inferior a la de las vacunas más modernas producidas en el exterior. La única vacuna similar producida en China está íntegramente destinada a la exportación a Indonesia. El segundo es la no obligación de vacunarse. La adhesión entre ancianos es particularmente baja. El tercero es la baja oferta de camas de UTI, alrededor de un tercio del número recomendado por la OMS (10 camas de UTI por cada 100.000 habitantes). El cuarto es la baja inmunidad colectiva ya que gran parte de la población nunca ha tenido contacto con ningún virus Covid. En esta situación, el fin de la política Covid Cero debe estar precedida por la producción en masa de vacunas eficientes, campañas de vacunación obligatoria y triplicación del número de camas de UTI, medidas que podrían implementarse en un corto período si hubiera la inversión pública necesaria.
Pero hay otros factores por detrás de la política de Covid Cero. Uno de ellos es que la pandemia ha permitido al régimen chino implementar un sistema de vigilancia y control social sobre toda la población, y el fin de la política de Covid Cero abrirá espacio para protestas contra el mantenimiento de este sistema de control social. También hay sectores de la burguesía comercial que se han beneficiado enormemente del suministro de alimentos básicos a la población confinada.
¿Hacia un nuevo Tiananmen?
Las protestas de la juventud en varias ciudades y universidades chinas, el movimiento del proletariado industrial y las manifestaciones de nacionalidades oprimidas como los Uigures apuntan a un despertar de los explotados y oprimidos chinos, empujados por la desaceleración económica y por las políticas dictatoriales de del régimen chino, entre las que se destaca la del Covid Cero. (VIII)
Este despertar enfrenta un enemigo poderoso: el capitalismo y la dictadura china que actúan para suprimir cualquier forma de disidencia u organización alternativa como ya lo hicieron en Hong Kong.
En Hong Kong hubo un levantamiento de “dos millones de personas por el sufragio universal y la defensa de la autonomía de Hong Kong. La lucha heroica del pueblo de Hong Kong, dirigido por la juventud, ha sido derrotada. Beijing impuso su Ley de Seguridad Nacional, enterró la autonomía y no solo acabó con la oposición liberal, sino con toda la oposición y muchos sindicatos anteriormente fuertes, imponiendo una agenda de censura y control de pensamiento. Para posicionarnos correctamente no solo sobre Hong Kong o Taiwán, sino también sobre la disputa entre Estados Unidos y China, necesitamos discutir la naturaleza del Estado chino: China no solo adopta el capitalismo, sino también un capitalismo Orwelliano, incluso peor que el capitalismo liberal. Como socialistas, elegir el mal menor no es nuestro objetivo programático”. (Au Loong-Yu, marxista chino, en el prefacio de la edición brasileña de Hong Kong em revolta. A batalha nas ruas e o futuro da China).
En el levantamiento democrático de Hong Kong (2019-2021) hubo limitaciones objetivas –la principal reside en la desigual correlación de fuerzas entre una ciudad sublevada y un Estado nacional– y subjetivas: la perspectiva política de los sectores «localistas» impidió la construcción de solidaridad con la clase obrera y la juventud de China continental, aliados necesarios para romper con el aislamiento de Hong Kong. Por otra parte, la hegemonía política de la oposición liberal creó ilusiones en el imperialismo (que habla de democracia pero trabaja por el mantenimiento del statu quo). el statu quo) e impidió una política socialista, lo que alienó a sectores de la clase trabajadora y de los pobres en HK y en toda China.
Para enfrentar la dictadura capitalista china es necesario movilizar a la clase obrera y a los sectores oprimidos dentro de una perspectiva socialista e internacionalista. Para sostener esta movilización de manera coordinada se necesitan organizaciones nacionales y una plataforma que una la lucha contra la dictadura, por las libertades democráticas, con la lucha contra el capitalismo.
Si continúa el despertar del proletariado chino, existe el potencial de levantamientos con una gran participación de la clase obrera en nivel nacional, más parecidos a la segunda revolución china (1925-1927) que a Tiananmen. Un levantamiento de esta calidad social, con una política socialista e internacionalista, podría constituir una cuarta revolución china, con un impacto en todo el mundo. Esto requiere la formación de un partido revolucionario, marxista e internacionalista en toda China.
(I) El rechazo a la competencia desmedida, el trabajo extenuante y la inmovilidad social condujo a la filosofía de vida Tang Ping («Lie flat» en inglés, que significa apegarse a lo básico) y Bai Lan (“Let it rot” o “dejar declinar”) adoptada por una minoría creciente de jóvenes en las universidades y empresas. https://www.channelnewsasia.com/cna-insider/996-bai-lan-china-youths-workers-rot-work-slacker-2917476
(II) https://litci.org/es/protestas-obreras-y-populares-desafian-la-dictadura-en-china/
(III) https://litci.org/es/dictadura-china-da-marcha-atras-en-su-politica-para-combatir-el-covid-19/
(IV) https://www.washingtonpost.com/world/2022/11/28/china-protests-global-solidarity-vigils/
(VII) ¿Adónde va China? – Alejandro Iturbe, en: https://litci.org/es/adonde-va-china/
Traducción: Natalia Estrada.