Mié Oct 16, 2024
16 octubre, 2024

¿Echar abajo una parte o todo el “legado” de Fujimori?

La muerte del dictador Fujimori -libre e impune- trajo consigo un coro de elogios y agradecimientos, de parte de la patronal, sus partidos y representantes, con el gobierno asesino de Boluarte a la cabeza, por los servicios prestados a sus intereses.

Por Víctor Montes

Nada de esto sorprende. Sin embargo, que la izquierda se haya dedicado a denunciar los crímenes de la dictadura, dejando prácticamente intacto el modelo económico neoliberal impuesto bajo sus botas, y consagrado en la Constitución, sí es para llamar la atención.

La denuncia democrática quedó en palabras

Correctamente, la “izquierda” y los sectores llamados “democráticos”, incluidas diversas ONG’s, han denunciado la impunidad con la que murió el dictador Fujimori, a diferencia de la muerte del también genocida y dictador Rafael Videla, muerto en la cárcel de Marcos Paz, Provincia de Buenos Aires, en 2013.

Liberado por el Tribunal Constitucional al amparo del gobierno asesino de Boluarte, sin pagar un Sol de la reparación civil impuesta por la justicia burguesa, sin rendir cuentas por tantos otros crímenes cometidos durante la dictadura… su muerte en libertad es una ofensa para las familias afectadas por los asesinatos perpetrados bajo sus órdenes por el Destacamento Colina. También para las mujeres esterilizadas sin su consentimiento, entre otras muchas víctimas de la dictadura.

Dina Boluarte en el velatorio del dictador Fujimori.

En todo esto, así como en la denuncia de la concentración del poder en manos de Fujimori y las Fuerzas Armadas, que permitió la persecución de sus opositores políticos, así como de las organizaciones sindicales, con campañas dirigidas desde las oficinas del Servicio Nacional de Inteligencia (SIN) de Montesinos, la denuncia es correcta. Por eso, la vanguardia conciente de la clase obrera sabe que esas banderas son también sus banderas, y que están inscritas en su propia lucha por justicia, incluso ahora que el dictador Fujimori está muerto.

El problema es que la izquierda, y las organizaciones “democráticas”, se limitaron a declarar en medios y por redes sociales, solo para renunciar a encabezar movilización que, sea para festejar o para protestar por su impunidad, tomara las calles, tal como sucedió en Chile tras la muerte del dictador y genocida Pinochet, mientras el gobierno, de manera escandalosa, declaraba ”duelo nacional”.

Al modelo, con el pétalo de una rosa

Pero llama mucho más la atención aquello sobre lo que calla -o de lo que habla bajito- la “izquierda”: el modelo neoliberal.

Desde el “fujishock” en adelante, la dictadura impuso una feroz contrarrevolución económica, que inició con la violenta devaluación de la moneda, empujando a millones a la pobreza. Luego vinieron las privatizaciones y la “liberalización del mercado”, que provocó la quiebra de la industria nacional, y por tanto, la desnacionalización de la economía, que además de profundizar su carácter primario exportador, se hizo completamente adicta al capital extranjero.

Por su parte, el campesinado y las naciones originarias presenciaron la entrega de los recursos naturales que se encontraban en sus territorios ancestrales a la voracidad de las transnacionales mineras y petroleras, mientras el narcotráfico, que en los hechos era la única fuente sostenida de dólares para el mercado nacional durante los primeros años de la dictadura, se usaba como excusa para profundizar la represión.

Pero nada de esto está en el centro de las declaraciones de esa “izquierda”. Consultados por el legado del modelo económico impuesto por la dictadura, Pedro Francke, ex ministro de economía, y José de Echave, ex viceministro de gestión ambiental en el MINAM del gobierno de Pedro Castillo, declararon al diario La República (13.9.24) que el problema de dicho modelo es que “…las empresas transnacionales no pagan impuestos justos y obtienen sobreganancias…”. O que los beneficios tributarios creados por los “contratos de estabilidad jurídica” estipulados en la Constitución de la dictadura, “a comienzos de los 90 podrían tener fundamento”, pero no es correcto que se sigan utilizando más allá de esos primeros años.

Resulta aceptable, entonces, para estos supuestos izquierdistas, que esa inversión extranjera, principalmente española, inglesa y estadounidense, tomara control de las viejas empresas estatales, primero, y luego se hiciera con el gran negocio de los minerales y los recursos petroleros.

No debe extrañar, pues, que esos mismos representantes de la “izquierda” tiraran por la ventana -junto a su presidente- la consigna de “nacionalización de las mineras” que levantaba Castillo durante su campaña.

La responsabilidad de esa izquierda reformista

En realidad, lo que la izquierda reformista no dice -y no puede decir- tiene una explicación de fondo: que fue ella misma la que pactó con los partidos patronales el “retorno a la democracia” sin derribar la Constitución de 1993, capitulando ante el modelo económico neoliberal, que apenas han querido maquillar, con políticas públicas que lo hagan “más democrático” y “humano”.

Son esas mismas organizaciones y personajes “de izquierda” los que nos trajeron hasta el momento actual, abandonando una y otra vez, incluso sus limitadas promesas de campaña, para terminar arrodillados ante la democracia pactada con la dictadura, bajo la égida de su Constitución.

Echar abajo todo el “legado” del dictador Fujimori

Para nosotros, en cambio, hablar del legado de Fujimori es justamente hablar de la miseria, la entrega de la economía del país, de nuestros recursos, y el sometimiento de la clase obrera al despotismo de la patronal, sobre la base de un inmenso desempleo escondido bajo la máscara del emprendedurismo, con una tasa de informalidad laboral que bordea al 80% de la clase trabajadora, objetivamente imposibilitada de imponer ninguna condición de negociación a la patronal.

Echar abajo ese tinglado construido por el modelo económico neoliberal de la dictadura, mantenido por todos los gobiernos “democráticos” que le siguieron, de 2001 hasta la actualidad, implica llevar adelante una implacable lucha revolucionaria, tomando las calles, paralizando la producción y enfrentando la represión con nuestra autodefensa, para detener los despidos, recuperar nuestros recursos nacionalizando las minas, el gas y los pozos petroleros, y garantizando, tanto en el campo como en la ciudad, educación y salud gratuitas y de calidad, trabajo estable para todos y salarios que permitan vivir con tranquilidad.

Y será esa misma lucha la que conquiste justicia para las víctimas de la represión de la dictadura, y de los gobiernos  de belaúnde y García, así como a quienes cayeron por las balas de Toledo, otra vez García, Humala, PPK, Vizcarra, Sagasti, Castillo  y Boluarte. Todo esto, por supuesto, no será obra de una elección, sino una conquista de la lucha directa del pueblo trabajador. Y es eso, lo que esa izquierda, no está dispuesta a admitir.

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