Crisis en el GSI: la relación de capitulación del gobierno Lula a la cúpula militar
El video que circuló en las redes sociales esta semana muestra al jefe del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) del gobierno de Lula, general Gonçalves Dias, caminando tranquilamente entre golpistas en el Palacio del Planalto el 8 de enero. Aunque editado, el video filtrado también muestra a un oficial sirviendo agua a los bolsonaristas que depredaron los tres poderes clamando por una intervención militar.
Por: Mariucha Fontana
El general de confianza de Lula pidió la dimisión después del video.
En este momento, el video filtrado cumple el propósito de manipular información del bolsonarismo que, en vísperas del juicio a sus partidarios y de sus testimonios, intenta pasar la versión de que el intento de golpe del 8J no existió. Según Bolsonaro, lo que sucedió fue que miembros del PT se infiltraron en la manifestación bolsonarista “pacífica” y destrozaron los edificios. El video obliga también la abertura de la CPMI del golpe, que el PT hasta ayer trató de sofocar. Bolsonaro y el bolsonarismo, después de todo, logran guiar a los medios y al Congreso Nacional con una mentira, montando una “verdad paralela”, apoyándose en la capitulación, el servilismo y completa contemporización del gobierno Lula con la cúpula militar y golpistas.
Todo este episodio muestra que el gobierno de Lula blinda a los militares; no combate a los golpistas y al bolsonarismo ni en lo más mínimo a la altura de lo que sería necesario. Y con eso, incluso, abre espacio a las fake news bolsonaristas.
El ministro general “amigo”, que sustituyó al general bolsonarista Heleno (ex ayudante de órdenes del difunto general Sylvio Frota que intentó un golpe dentro del golpe en 1977), dijo que no arrestó a nadie y caminaba tranquilo por el tercer piso del Palacio del Planalto, porque estaba “administrando la crisis”.
Según el gobierno, el general Gonçalves Dias dijo que la cámara que capturó las imágenes del video filtrado no funcionaba. Ricardo Capelli, designado interinamente al frente del GSI, cree que el general es inocente, no fue omiso, sino solo “ingenuo”. El senador Humberto Costa, del PT, también cree que se puede confiar en el general Gonçalves Dias, pero que cometió un error de evaluación política en en términos de ejercer la que era su función. Y en una entrevista con Uol News el pasado 21 de abril agregó que “el general primero dijo que algunas cámaras, que ahora se muestran filmando a personas, no estaban funcionando. Luego dijo también que en aquellas imágenes no había nada relevante, fue su decisión. ¿En qué falló el gobierno? Falló en el sentido de no decir: confiamos en usted, pero queremos tener acceso y queremos divulgarlo’”.
Pero ¿cómo se puede nombrar, en la mejor de las hipótesis, a un general ingenuo, incompetente o torpe para reemplazar al general Heleno en un organismo repleto de bolsonaristas y que cuenta con más de 800 militares? ¿Cómo es que el gobierno de Lula, o el jefe del GSI de su confianza, decreta sigilo de las imágenes tomadas por las cámaras del Planalto por 5 años?
¿Por qué, mientras la base exige “sin amnistía para golpista”, el gobierno de Lula blinda a los militares y limita las investigaciones?
¿Por qué, en cambio, ante el fracaso del 8J, no aprovechó para movilizar a la clase trabajadora y a la población y, como mínimo, imponer un proceso de investigación, castigo ejemplar y prisión para la familia Bolsonaro, militares golpistas (especialmente de la alta cúpula) y financiadores? ¿Por qué el gobierno de Lula, así como el PT y el PSOL, desmovilizan a la clase trabajadora y la dejan en manos del STF y de las instituciones de este Estado capitalista brasileño, del que las Fuerzas Armadas y su cúpula golpista son la columna vertebral, la cuestión de los sectores golpistas?
¿Es este un mero “error” o “ingenuidad” del gobierno Lula-Alckmin? En nuestra opinión, no. Pues, esa es la misma política que guió la elección del ministro de Defensa, José Múcio, quien, al igual que la cúpula de las Fuerzas Armadas, defendió y protegió a los manifestantes golpistas acampados frente al Ejército, que estuvieron a la cabeza del 8J.
Esta política del gobierno de Lula es expresión del carácter burgués, capitalista, de los gobiernos de colaboración de clases, de frente de los trabajadores con la burguesía, como el actual gobierno. Es teipico de la naturaleza de gobiernos de este tipo desmovilizar a la clase trabajadora, por un lado, y defender el Estado burgués, y especialmente su columna vertebral: la jerarquía reaccionaria de las Fuerzas Armadas, por el otro lado. Un ejemplo muy ilustrativo de esto que estamos diciendo ocurrió en Chile. Siempre es bueno recordar que Pinochet, por ejemplo, era ministro de Allende.
En el Brasil, hay incluso un factor agravante. Aquí nunca se enfrentó la tradición históricamente golpista de las Fuerzas Armadas brasileñas. Al final de la dictadura, golpistas y torturadores no sólo no fueron castigados, sino que se mantuvo un resto autoritario en la Constitución. Los gobiernos del PT incluso adoptaron vergonzosamente las Garantías de Ley y Orden (GLO), para intervención y represión interna.
Para enfrentar a golpistas y a la extrema derecha, la clase trabajadora debe confiar en sus propias fuerzas
Sabemos que hay ilusiones y expectativas en el gobierno de Lula, y de que su gobierno sea capaz de enfrentar y derrotar a la extrema derecha y su proyecto autoritario.
Pero seguimos alertando que la derrota definitiva de la extrema derecha exige cambiar las bases sociales que permitieron su surgimiento y fortalecimiento. Es decir, con la larga decadencia, el proceso de recolonización imperialista y de reprimarización que el capitalismo brasileño ha vivido y vive todos estos años. Es decir, exige enfrentar a los capitalistas multimillonarios que controlan la economía del país, ya sean de EE.UU., Europa, China, o los capitalistas brasileños que venden el país y se asocian con su saqueo.
Y el gobierno de Lula no tiene ese proyecto. Por el contrario, se propone gobernar con y para la burguesía, dentro de los límites del orden vigente, de la democracia de los ricos, del sistema capitalista y de forma subordinada a las multinacionales y bancos de Estados Unidos, la Unión Europea y China.
Por eso, no consigue ser consecuente ni siquiera con la defensa de medidas democráticas mínimas, como sería defender y actuar para que no haya amnistía para los golpistas, en lugar de contemporizar y volver a blindar a la cúpula militar.
La clase trabajadora debe confiar en sus propias fuerzas, en su movilización, defender y exigir efectivamente que no haya ninguna amnistía para golpistas. Esto significa investigación y prisión de los altos mandos generales de las Fuerzas Armadas que colaboraron con el intento de golpe, así como castigo ejemplar y encarcelamiento de Bolsonaro y familia. Así como la democratización de las Fuerzas Armadas y la desmilitarización de las policías, con derecho de organización sindical y política de la tropa y de suboficiales. Revocación del artículo 142, ese resto autoritario de la Constitución.
Y debemos debatir y organizar la autodefensa en las organizaciones obreras y populares: sindicatos, movimientos populares, indígenas, campesinos, estudiantes, negros y negras, mujeres, LGBTI, etc. La clase trabajadora y la juventud no deben confiar en el gobierno Lula ni en el STF ni en esta democracia de ricos para derrotar a la extrema derecha, sino en su movilización y organización.
Y en esa lucha, para cambiar efectivamente el país y las condiciones sociales que dan base a la existencia y el fortalecimiento de la extrema derecha, es necesario defender un proyecto socialista y enfrentar el proyecto económico y político del gobierno Lula.
Artículo publicado en www.pstu.org.br, 22/4/2023.-
Traducción: Natalia Estrada.