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Brasil: la capitulación del MRT al frente popular

abril 1, 2016

El Movimiento Revolucionario de los Trabajadores – MRT viene publicando una serie de artículos en la página www.esquerdadiario.com.br con sus análisis y posiciones sobre la crisis política en Brasil. En ellos realiza fuertes críticas al PSTU por su posición ante esta crisis.

Por: Alejandro Iturbe

Este último hecho no es una novedad: desde que tenía el nombre de Liga Estratégia Revolucionária – LER, esta corriente dedica parte importante de sus materiales a atacar al PSTU. Lo que es nuevo es que antes los ataques eran hechos desde una óptica sectaria y ultraizquierdista y ahora son hechos con argumentos similares a los del PSOL, el Frente do Povo sem Medo (integrado por el PSOL, el MTST y varias organizaciones que forman parte o apoyan el gobierno de Dilma Rousseff como el PCdoB, la CUT, la UNE, etc.) y a los del propio gobierno del PT.

Palabras más o palabras menos, el razonamiento es el siguiente: en Brasil y en Latinoamérica hay un “giro reaccionario” de la situación política porque la ruptura de los trabajadores y las masas con los gobiernos burgueses de frente popular y populistas (como el kirchnerismo en Argentina, el chavismo en Venezuela, el petismo en Brasil) está siendo capitalizada por la derecha. En ese marco, son negativos para las masas los triunfos electorales de Macri en las presidenciales de Argentina y de la oposición burguesa venezolana en las recientes legislativas. Son resultados electorales que determinan cambios en la situación política (el “giro reaccionario”).

En el caso del Brasil, esto se expresa en las grandes movilizaciones de masas convocadas contra el gobierno de Dilma, que hacen avanzar el posible impeachment (juicio político) para destituirla. Según el PT y el Frente do Povo Sem Medo eso significaría “un golpe de estado”. El MRT atenúa un poco esta definición y lo llama “golpe institucional”.

Más allá de este matiz diferenciador, todos coinciden en que entonces lo principal es “defender la democracia frente al golpe” y, por lo tanto, oponerse a la salida de Dilma.

Es cierto que al mismo tiempo llaman a luchar contra el ajuste que aplica el gobierno y a construir una alternativa independiente de los trabajadores pero, dada la inminencia del “golpe institucional” esto queda en los hechos supeditado a la necesidad de “defensa de la democracia”.

La posición del PSTU de llamar a las masas a luchar por el Fuera Todos (tanto el Ejecutivo como el Congreso corrupto y contra todos los representantes de la burguesía que estén en el gobierno o en la oposición, se digan de derecha o de izquierda) es calificada por el MRT como útil o funcional a la derecha porque también llama a derribar el gobierno de Dilma.

¿De qué golpe hablan?

En el artículo “¿La caída de Dilma sería un golpe?”[1], la dirección nacional del PSTU responde a la falsedad de estos análisis y por qué la posición del PSTU representa la única búsqueda de una verdadera alternativa propia de los trabajadores.

Sobre el tema específico del “golpe”, el artículo comienza por la definición de qué debe entenderse cuando usamos esa palabra:

“Para que suceda un golpe de Estado es necesario que el imperialismo y la burguesía, o una buena parte de ella, cuyos intereses estén siendo contrariados por el gobierno en servicio, se propongan deponerlo por la fuerza. Esto contra la voluntad de la clase obrera y de la mayoría de la población. Un golpe significa la supresión de las libertades democráticas y la instauración de otro régimen político. Esto es hecho por encima de la constitución vigente, retrocediendo en las libertades democráticas y, por regla, en la independencia de los tres poderes de la democracia burguesa”.

Es decir, debe haber un cambio reaccionario de régimen (contra el movimiento obrero y de masas) por la vía de la fuerza. Por eso, como elemento esencial: “Un golpe de Estado exigiría, además, que el sector golpista de la burguesía tuviese el apoyo de las Fuerzas Armadas”, ya sea para tomar directamente el poder o para apoyar al sector burgués que lo tome.

Lo que está ocurriendo en Brasil es algo totalmente distinto: “es la lucha entre dos bloques burgueses: el bloque del gobierno del PT y el de la oposición burguesa. Una lucha para decidir quién debe gobernar en este momento de crisis y aplicar con mayor eficiencia el ajuste fiscal de los banqueros”.

La mayoría de la burguesía está inclinándose por sacar el gobierno del PT y reemplazarlo por otro de diferente base parlamentaria (PMDB-PSDB). Esto, claro, genera una fuerte crisis en las instituciones y en toda la vida política del Brasil. Pero es un cambio dentro del régimen actual y que se produciría sin modificarlo.

Calificar este cambio dentro del régimen como “golpe institucional” es disfrazar la realidad con una definición que acaba siendo un “puente” para unirse a los que dicen que el eje hoy es “defender la democracia” y, por lo tanto es un error llamar a las masas a derribar con su lucha al gobierno de Dilma (y también al Congreso corrupto y a toda la oposición burguesa de derecha).

Podrá argumentarse que si Dilma debe irse y sube el vicepresidente MichelTemer sobre una base parlamentaria PMDB-PSDB se producirá una estafa a la mayoría que votó a Dilma como presidente. En realidad, la primera estafa la produjeron Dilma (y antes Lula) y el propio PT que hicieron sus campañas con muchas promesas de cambio y después gobernaron para y junto con la burguesía y el imperialismo (basta ver a Kátia Abreu, la representante del agronegocio, como ministro de Agricultura). Podemos decir que uno de los objetivos centrales de todo régimen democrático parlamentario burgués es estafar a los trabajadores y las masas. La actual disputa entre el PT y sus aliados y la oposición de derecha es, entonces, una disputa entre “estafadores” pero dentro del régimen actual y sin necesidad ni pretensión de cambiarlo.

¿Hay un “giro reaccionario”?

Otro debate central con el MRT es sobre el “giro reaccionario” que caracterizan al igual que la mayoría de la izquierda.

No coincidimos con esta visión: consideramos que realiza un análisis superficial que lleva a conclusiones equivocadas en su interpretación de la realidad y de los procesos que se están dando en la conciencia de las masas. Es superficial porque sólo toma en cuenta un aspecto superestructural (los resultados electorales) o que un sector de las masas vaya a movilizaciones llamadas por la derecha, sin considerar los procesos más profundos de la lucha de clases.

En la década de 1990 dominaron los gobiernos latinoamericanos llamados “neoliberales”. Aplicaron una política de entrega y privatizaciones de la economía de sus países, y atacaron duramente las condiciones laborales y el salario. A inicios del siglo XXI, la respuesta de lucha de los trabajadores y el pueblo contra ellos se transformó en procesos revolucionarios en varios países y, en muchos casos, se derribaban esos gobiernos: en 2000, en Ecuador; en 2001, en Argentina; en 2003, en Bolivia. En Venezuela, esto ya se había dado en 1989 y la situación se profundizó en 2002-2003, cuando la movilización de los trabajadores y el pueblo derrotó el golpe y el lockout patronal contra el gobierno de Chávez.

Las burguesías nacionales y el imperialismo estaban a la defensiva y, en respuesta a estos procesos revolucionarios en escala continental, aceptaron (y en muchos casos impulsaron) gobiernos de frente popular (de alianza de clases) o populistas: Hugo Chávez, Rafael Correa, Néstor Kirchner y Evo Morales. En el Brasil, de modo preventivo, llegaron al gobierno Lula y el PT.

Estos gobiernos reflejaban una profunda contradicción. Por un lado, eran una expresión distorsionada del ascenso revolucionario y por eso varios de ellos “vistieron de rojo” y de antiimperialismo su discurso, tomaron algunas medidas nacionalistas tibias y parciales y dieron algunas concesiones a las masas. Por el otro, eran burgueses hasta la médula y su objetivo central era frenar las revoluciones y salvar el capitalismo y el régimen burgués. Por eso, jamás sobrepasaron los límites del sistema económico capitalista ni de su Estado. Acá se aplica con todo su rigor una premisa cada vez más actual: quien no rompe con el imperialismo y con el capital financiero acaba, tarde o temprano, siendo su instrumento.

La crisis de estos gobiernos

Durante varios años, tuvieron el “viento de cola” de la situación económica mundial (2002-2011) por los altos precios de las materias primas y los alimentos exportados gracias a la demanda de China.

A partir de 2011-2012, la “bonanza” llegó a su fin y esos gobiernos debieron comenzar a aplicar planes de ajuste cada vez más duros y a atacar las concesiones dadas en salud y educación, condiciones laborales, empleo, etc. Comenzaron a aplicar el programa de la derecha neoliberal y, en muchos casos, a llevar sus representantes al gobierno (como Kátia Abreu, en Brasil). Ahí también comenzó el profundo desgaste de su peso en los trabajadores y las masas. Fueron proyectos “exitosos” para salvar el Estado burgués y el capitalismo. Pero, al mismo tiempo, sembraron las bases de su propia crisis y su decadencia.

Lograron desviar y frenar los procesos revolucionarios pero no los derrotaron en la lucha. Y los trabajadores salen a la lucha (con huelgas y movilizaciones) para enfrentar las medidas del ajuste que aplican estos gobiernos, abriendo así la posibilidad de un nuevo ascenso generalizado.

¿Por qué gana o se fortalece la derecha?

Durante varios años, los trabajadores y las masas vieron a esos gobiernos como “propios”. Pero en la medida en que aplicaban los planes de ajuste, comenzaron a romper con ellos (y a luchar contra ellos). Una ruptura que se ve acentuada porque, al tratarse de sectores burgueses menores o en formación, los niveles de corrupción estatal son en general más visibles que en los gobiernos burgueses “normales” (donde las cosas se dan generalmente “entre bastidores”).

Esto le permite a la derecha camuflar su discurso: no dice “voy a hacer un ajuste feroz” sino “basta de corrupción” y “precisamos un cambio para gente honesta, eficiente y capaz”. De esta forma, al electorado más tradicional y propio de esta derecha, se le suman muchos trabajadores que expresan (a través del “voto castigo” a que lleva la trampa de las elecciones burguesas) su bronca y su frustración con las promesas incumplidas de transformación de la sociedad que hicieron los populistas. En un razonamiento equivocado, la bronca lleva a la conclusión de que “cualquiera es mejor que esta gente”.

En el caso de Brasil, esto permitió una gran elección de Aécio Neves en ciudades y estados de gran peso obrero (como San Pablo). Y ahora busca aparecer como el “cambio” en las movilizaciones que llama contra Dilma.

Los complejos procesos de la conciencia

En última instancia, son los propios gobiernos de frente popular y populistas los responsables del ascenso electoral y los triunfos de la derecha, y del peso de la movilizaciones que esta llama en Brasil. En primer lugar, por haber frustrado las expectativas populares de cambio que decían representar. En segundo lugar, porque ahora son gobiernos “ajustadores puros”. En tercer lugar, porque al presentarse como la “izquierda” y “lo popular” contra “la derecha”, contribuyen a alimentar la falsa polarización en la que solo hay dos alternativas (burguesas).

De parte de estos gobiernos, la definición de que “hay un giro reaccionario” de la situación tiene el objetivo de evitar (o demorar) la ruptura con ellos. Por un lado, para decirle a las  masas que no luchen contra los ajustes que aplican porque “se le hace el juego a la derecha”. Por el otro, en procesos electorales, para ganar el voto ya que “hay que defender lo conquistado” y “los que pueden venir son mucho peores que nosotros”. Si hay derrota electoral, les sirve para “lavarse las manos” y descargar la responsabilidad en las masas que no supieron distinguir lo bueno de lo malo.

Las corrientes de izquierda que apoyan y/o defienden a estos gobiernos (incluso con críticas pero con argumentos de que “no nos da lo mismo” o “hay que defender la democracia”) no hacen más que “embellecerlos” y frenar la lucha contra ellos, y así se hacen sus cómplices o, como mínimo, les capitulan.

La acción y la conciencia de las masas han pasado por procesos altamente contradictorios en estos años. Primero lucharon contra los gobiernos y las políticas neoliberales y, en varios países, los derrotaron. Luego creyeron equivocadamente que los gobiernos de frente popular y populistas podrían ser las herramientas de cambio a que aspiran. Más recientemente, comenzaron a luchar contra los ajustes de estos gobiernos y a romper con ellos.

Esta ruptura es un gran avance en su  conciencia. Pero no es un avance lineal sino altamente contradictorio porque frente a la falsa polarización un sector se detiene a “defender lo conquistado” y otro se confunde con que “cualquiera es mejor” y apoya electoralmente a la derecha (o simpatiza con sus movilizaciones).

Pero esa ruptura de los trabajadores y las masas con el kirchnerismo, el chavismo, el PT o Evo es el proceso más importante que se está dando en la conciencia de las masas porque sin él no habría posibilidad de construir una fuerte alternativa obrera, revolucionaria y socialista a la crisis del capitalismo. Esta ruptura política es el proceso que esperamos durante años.

La capitulación al frente popular

Por supuesto, le corresponde a los revolucionarios impulsar la construcción de esta alternativa, esencialmente en las luchas obreras y en la organización de las masas. Una tarea que sólo puede hacerse sobre la base de propuestas con posiciones claras de clase, que no capitulen a los frentes populares, específicamente al gobierno de Dilma y el PT (así sea con el argumento de que “hay que parar el golpe institucional”).

Acá se aplica una imagen usada por Trotsky para analizar el frente popular gobernante en Francia en la década de 1930. Él decía que muchas veces la política se arma como un tren en el que cada vagón se va acoplando, diciendo estar “a la izquierda” del anterior y con críticas hacia este, pero todos acaban yendo en la misma dirección que encabeza la locomotora.

Acá la locomotora del gobierno de frente popular es el PT y el gobierno Dilma. Atrás se acoplan el MTST y el PSOL, que dicen que el gobierno es “malo” pero que hay que “defender la democracia” y “parar el golpe” y, en cualquier caso, esperar a las elecciones de 2018 para cambiar. Y detrás viene el MRT, que nos propone luchar mucho contra el gobierno del PT pero que ahora no haya que derribarlo sino defenderlo contra la derecha.

No es casual que el MRT haya pedido su ingreso al PSOL y haga una de sus campañas centrales alrededor de ese pedido de ingreso. En la práctica, han colocado su vagón detrás del tren que encabezan Dilma y Lula y les capitulan claramente.

La política del MRT va contra el proceso más rico y positivo de la conciencia de los trabajadores y las masas (la ruptura con el PT y el frente popular), base necesaria para construir una alternativa revolucionaria de los trabajadores. En realidad, se parecen a alguien que quiere demorar un proceso de parto que ya ha comenzado porque no se da en “estado puro” sino de modo mucho más confuso. ¿Cómo quieren que el proceso avance y se desarrolle del modo más positivo si dicen que se trata de un “giro reaccionario” y responden capitulándole al PT?

En realidad, de modo indirecto, el MRT también le capitula a la derecha brasileña porque acaba regalándole el espacio de oposición al gobierno en lugar de disputárselo claramente y con una política de clase.

Ahí el MRT entra en una contradicción política sin salida, que lo lleva a no proponer ninguna acción política concreta. Lógicamente, llamó a no ir a las movilizaciones del 13 de marzo convocada por la derecha. Pero, de modo inconsecuente con su análisis, tampoco llamó a participar de los actos del 18 de marzo llamados por el PT y sus aliados, ni a lode del Frente do Povo sem Medo del 31 de marzo, a pesar de que eran “contra el golpe”. Ahora llama a no participar de los actos del 1º de abril convocados por la CSP-Conlutas, el Espacio de Unidad de Acción y el PSTU porque serían “útiles para la derecha”.

En realidad, estos últimos serán los únicos actos con propuestas independientes para que la clase trabajadora construya su propia alternativa en la crisis tanto contra el gobierno como contra la oposición burguesa de derecha.

Una alternativa que comenzó a construirse en la movilización del 18 de setiembre pasado (con 12.000 personas en San Pablo) y también en acciones como el paro y la movilización de los trabajadores del GM de San José dos Campos apoyando la política propuesta por el sindicato, la CSP-Conlutas y el PSTU. Son acciones pequeñas frente a las que serían necesarias para imponer una salida propia de la clase obrera. Pero son un indicativo de lo que propone el PSTU y de cómo comienza a ser tomado por sectores de la clase obrera.

Mientras tanto, el MRT “deshoja su margarita”: Fuera Dilma, no; Fuera todos, tampoco; Fica Dilma, sí (pero queda feo decirlo).

Una gran mentira

Pero cuando decimos esto, los militantes del MRT se enojan y suben su tono. Hasta el punto de intentar “contraatacar” con una gran mentira que llega al nivel de la provocación.

En su página esquerdadiario, el columnista Daniel Matos termina uno de sus artículos con el siguiente párrafo:

“Hay quien dice que la desbandada de militantes, cuadros y dirigentes del PSTU hacia el PSOL en los últimos meses ya es parte de una negociación con el MÊS (Movimento de Esquerda Socialista). Esta podría ser de índole táctica, mirando solo las elecciones de octubre; o incluso tener dimensiones más estratégicas, con la posibilidad de unirse en un mismo partido, en caso de que los más petistas del PSOL se quieran separar de las sensibilidades más flexibles a la derecha”.[2]

Demasiadas barbaridades en un solo párrafo. Despejemos algunas cosas secundarias, como la idea subliminal de que sectores como los encabezados por los diputados Iván Valente y Marcelo Freixo representan la “izquierda” del PSOL o el delirio de que está habiendo una “desbandada de militantes, cuadros y dirigentes del PSTU hacia el PSOL”.

Vayamos a la sustancia de la mentira, escrita de modo alambicado: no existe negociación entre el PSTU y el MÊS sobre ninguna unión actual o futura en un partido común. Las razones son muy claras: ambas corrientes tienen estrategias y programas muy diferentes, a la vez que análisis y políticas muy distintos frente la realidad brasileña y mundial. Sería demasiado largo y tedioso enumerar aquí todas las polémicas que hemos hecho con esta organización en los últimos años sobre muchos temas (Venezuela, Grecia, mundo árabe, Brasil, etc.) Pero si los militantes del MRT no las conocen, podemos enviárselas.

Basta señalar una realidad muy concreta: el PSTU se construye como partido obrero socialista y revolucionario independiente e integra la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI), mientras que el MÊS se construye dentro del PSOL (con la premisa de “revolucionarios y reformistas juntos”). Por nuestra parte, no vemos nada que nos haga cambiar esta clara delimitación.

Pero resulta llamativo que sea el MRT quien lance esta temeraria afirmación. Justamente una organización que se construyó para entrar al PSOL y ordenó su política alrededor de este objetivo. En cualquier caso, sería el MRT el que podría fusionarse con el MES o, por lo menos, si su pedido es aceptado, formar parte del mismo partido. No queremos hacer sicologismo, pero alguien llamaría esto de “proyección”.

Un cambio profundo

Hemos dicho que los ataques al PSTU han sido una constante de la organización que ahora se llama MRT. Sin embargo, cuando era la LER, sus críticas venían desde posiciones sectarias y ultraizquierdistas como considerar “inaceptable” la formación de una lista común entre la juventud del PSTU y la del MÊS-PSOL para disputar el DCE (centro de estudiantes) de la Universidad de San Pablo.

Ahora, esta corriente no sólo se olvidó de lo “inaceptable” sino que pide entrar al PSOL y defiende su política como si ya fuera parte de ese partido. ¿Qué pasó en el medio? ¿Qué transformación se ha dado entre ambas posiciones (opuestas, diríamos)?

Una primera respuesta la encontramos en el texto del “Manifesto do Movimento Revolucionário de Trabalhadores, em campanha pelo #MRTnoPSOL” que lanzó la campãna por su ingreso. En ese material, se afirma:

“El PSOL es un partido que, por encima de todo, en las últimas elecciones, con la candidatura de Luciana Genro y diversos diputados, apareció como una alternativa a la izquierda del PT para un importante auditorio de masas. Luciana tuvo 1,6 millones de votos como una importante expresión del combate a los sectores más conservadores de la política brasileña” (traducción nuestra). Por eso, la propuesta del MRT es “luchar con nuestras ideas revolucionarias dentro del PSOL para construir una fuerte alternativa de los trabajadores”.

Por el contrario, “el PSTU, a pesar de levantar puntos correctos de programa, viene renunciando a presentarse como verdadera alternativa, cada vez más restricto a un sindicalismo que agita en la propaganda la ‘huelga general’, pero no da una respuesta a la crisis del PT ni a la lucha de clases” (traducción nuestra). En otro material, el MRT caracteriza que, por la diferencia en los votos obtenidos por ambos partidos en las elecciones, “lo que debemos tener claro es que la tendencia es la emergencia política del PSOL frente a la crisis del PT y que el PSTU se consolida como una secta grande sindicalista que desaparece del terreno político”, a pesar de reconocer que “en la CSP-Conlutas están los sindicatos antigobiernistas del país”.

Pasemos en limpio el razonamiento del MRT: lo importante para tener peso político y “ser alternativa” es obtener muchos votos y diputados. Por el contrario, si se tiene peso de dirección en la central en la que se agrupan los sindicatos que luchan contra el gobierno del PT (es decir, peso estructural y organizativo en la clase trabajadora), pero se sacan pocos votos, un partido se convierte en una “secta sindicalista grande” sin futuro político.

La enfermedad que afecta al MRT y que lo ha transformado tiene un nombre claro: oportunismo electoralista, un mal que ya ha “mutado” a gran parte de la izquierda brasileña y mundial y, por lo visto, no deja inmunes a los que se consideran “súper revolucionarios”.

Es la acción corrosiva de la política del imperialismo y la burguesía que hemos denominado “reacción democrática”. Por un lado, está destinada a evitar o desviar las luchas y revoluciones llevándolas a la vía muerta de la democracia electoral y parlamentaria burguesa. Por el otro, corroe y coopta a organizaciones revolucionarias que creen poder “hacerle trampa a la historia” recorriendo un camino que parece más fácil (votos y diputados) pero que las lleva a transformarse en otra cosa y a perder su carácter revolucionario. Ahora parece que la vida pasa por las elecciones y el parlamento, y todo se ordena alrededor de eso, aunque se siga llamando “a la lucha”.

Para evitar falsas discusiones: no tenemos ningún “cretinismo” antielectoral o antiparlamentario. Tal como defendían Lenin, Trotsky y la III Internacional, estamos a favor de participar de las elecciones con nuestros candidatos para difundir y popularizar el programa revolucionario entre las masas. En el marco de esa actividad, queremos obtener el mayor número de votos para ese programa y, si es posible, elegir diputados o parlamentarios para que sean tribunos de la clase obrera en una institución enemiga y ayuden a desgastarla y destruirla. De lo que estamos totalmente en contra es de transformar esta en la actividad central y en el eje de un partido revolucionario (es decir, en mucho más que “un punto de apoyo secundario”, como decía Lenin). O de medir los avances y el peso de un partido solo (o esencialmente) por los votos que obtiene y no por su construcción estructural y su peso en las organizaciones de la clase obrera.

En realidad, no ha sido solo el MRT quien contrajo esta enfermedad. Esta organización expresa el contagio del principal partido de su organización internacional (la Fracción Trotskista): el Partido de los Trabajadores Socialistas – PTS de Argentina.

Esta organización, que ha comenzado a “disfrutar las mieles” del éxito electoral, como parte del FIT, hace varios años que viene actuando como una organización electoralista y parlamentarista, desde la adaptación de su lenguaje (diciendo como el Podemos español que el combate es “contra la casta política”) hasta la transformación de sus diputados (Nicolás del Caño y Myriam Bregman) en las principales figuras y en el eje de la acción política del partido, en detrimento de sus dirigentes y cuadros obreros. Pasando por las tácticas parlamentarias de apoyar propuestas de los diputados kirchneristas (ahora en la oposición). Así ocurrió con el apoyo a una postura muy limitada en el debate del pago a los buitres (sin ninguna referencia al resto de la deuda externa ilegítima), sin siquiera la justificación de que sus votos habrían permitido parar ese pago.

La FT-PTS-MRT proviene de una corriente que rompió con la LIT-CI y el morenismo (a finales de la década de 1980) acusándola de capitularle a la llamada “teoría de los campos burgueses progresivos y reaccionarios” y de ser “electoralistas”. Hoy “leen” la realidad y elaboran sus posiciones sobre la base del más puro electoralismo (con desprecio total por el trabajo y el peso en las organizaciones de la clase obrera), y terminan capitulándole (con un poco de vergüenza, claro) ¡al campo burgués que encabeza el PT o la oposición burguesa del kirchenrismo! No queda sino repetir nuevamente la frase del Quijote a su fiel escudero: “Cosas vederes Sancho que non crederes”.

[1] http://litci.org/es/lit-ci-y-partidos/partidos/pstu-brasil/la-caida-de-dilma-seria-un-golpe/

[2] http://www.esquerdadiario.com.br/PSTU-e-Luciana-Genro-se-unirao-num-mesmo-partido# (traducción nuestra).

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