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Mujeres

Asegurar y expandir los derechos reproductivos de la mujer en EEUU

FILE PHOTO: People gather at the Alabama State Capitol during the March for Reproductive Freedom against the state’s new abortion law, the Alabama Human Life Protection Act, in Montgomery, Alabama, U.S. May 19, 2019. REUTERS/Michael Spooneybarger/File Photo
abril 21, 2021

En EEUU, el derecho al aborto y, más ampliamente, los derechos reproductivos de la mujer están en peligro, han sido erosionados progresivamente en los últimos 30 años. En varios estados, estos derechos ya han sido ampliamente restringidos por los derechos religiosos y las legislaturas estaduales. Ahora, la Suprema Corte tiene un creciente número de casos promovidos por los grupos conservadores religiosos y el Partido Republicano; esto podría socavar e incluso anular la sentencia de 1973 que garantiza el acceso de las mujeres al aborto. Es conocido que la Suprema Corte hoy tiene una amplia mayoría conservadora.

Por Florence Oppen – Workers’ Voice

La administración Biden ha prometido asegurar los derechos de la mujer que hoy están bajo ataque. Si algo nos ha enseñado el “periodo neoliberal” es que los derechos democráticos y sociales que fueron logrados y “asegurados” por el camino de la lucha, pueden fácilmente, si no hay luchas, ser vaciados de contenido o arrebatados. No ha habido un progreso real y durable en asegurar y expandir los derechos reproductivos en el país, incluyendo el del aborto, sin una acción de masas independiente de las mujeres y, especialmente, de la clase trabajadora. Como hemos aprendido, en nuestro país, en la década de 1970 y, nuevamente, en Argentina en el 2020, la acción independiente de las masas es el único camino para ganar derechos, para opinar sobre cómo son hechas las leyes y asegurar que no sean palabras vacías. La acción independiente de las masas incluye continuarla después que se han ganado los derechos de modo que sean provistos los recursos materiales para garantizarlos y su acceso no sea restricto.

Los derechos reproductivos en el país actualmente 

El peligro más grande para el derecho al aborto hoy es la estrategia legal que han ideado las Iglesias evangélicas y el Partido Republicano. Desde 1973, se han aprobado más de 1.900 restricciones al aborto. Cerca de un tercio de ella han sido aprobadas desde 2011. En sí mismo, esto no es nuevo: las prohibiciones estaduales al aborto o “leyes TRAP” (Siglas en inglés de Restricciones Específicas para los Proveedores de Servicios de Aborto) han aumentado en la mitad del país desde 2001.

La sentencia del caso Roe versus Wade, in 1973, fue un gran paso adelante. Fue el resultado de la movilización de masas, aunque se haya expresado indirectamente con una sentencia judicial y no con una ley del Congreso como debería ser en los países más democráticos. Esto significa que ninguno de los dos partidos burgueses, en realidad, tuvo que hacer campaña o incluso comprometerse a defender el aborto y los derechos reproductivos en ningún momento. Dejaron este tema clave en las manos de la institución menos democrática del país, la Corte Suprema. Este hecho ha enmarcado el derecho al aborto y conformado sus limitaciones. También ha llevado a que las direcciones del movimiento de mujeres se hayan enfocado casi exclusivamente en el objetivo de lograr nominaciones “amigables” en la Corte Suprema (y en los miembros del Congreso que las aprueban) y se hayan opuesto a organizar un movimiento independiente de lucha.De hecho, veinte años más tarde, cuando el movimiento de masas había retrocedido, una segunda sentencia clave de la Suprema Corte, Planificación familiar vs Casey, en 1992, argumentó que los estados podrían los estados podrían imponer restricciones al aborto siempre que estas no creen una «carga indebida» sobre el derecho de la mujer al aborto, lo que hizo de la “carga indebida” un tema abierto a la interpretación. Este nuevo criterio debilitó el significado práctico de Roe vs Wade y abrió el camino para más de mil prohibiciones a nivel estadual desde entonces.

Desde 1990, el derecho al aborto en el papel se contrasta con realidades muy diversas. Para muchas mujeres, es imposible realizarlo. La sentencia de 1992 inició una larga y lenta “guerra de desgaste” con el objetivo de poner múltiples obstáculos al acceso al aborto. Desde entonces:

  • 45 estados permitieron a proveedores individuales de servicios de salud a rehusarse a hacer abortos.
  • 42 estados permitieron lo mismo a instituciones de salud.
  • 18 estados obligan a que las mujeres sean sigan una o varias sesiones de “terapia” antes de poder abortar.
  • 27 estados requieren que la mujer que quiere abortar deba esperar un periodo específico de tiempo, usualmente 24 horas, entre el proceso en que recibe “terapia” y cuando el procedimiento es realizado.
  • 14 de estos estados tienen leyes que obligan a la mujer a hacer dos visitas separadas a la clínica para que le realicen el procedimiento.

Tales restricciones han llevado al cierre de muchas clínicas de abortos, en 2014, 90% de los condados del país no tenían ninguna clínica para realizar abortos.[1] Mientras hay entre 2.300 y 3.500 centros de atención prenatal distribuidos por todo Estados Unidos, solo hay 1.800 clínicas para abortos.[2]

Esta dinámica ha conseguido restringir el derecho al aborto: actualmente, 53% viven en un condado donde no hay clínicas para abortar, lo que hace que, para una mayoría de ellas, el derecho al aborto es una mera abstracción. Esta es solo la punta del iceberg de una estrategia mayor. De acuerdo con el Washington Post, en la cola de casos que podría llegar a tratar la Corte Suprema ya “existen al menos 20 casos, en varios estadios de revisión judicial, que podrían ser resueltos de un modo que cambiaría significativamente los derechos dispuestos en [la sentencia] de 1973 Roe v. Wade ruling.[3]  

¿Cómo asegurar nuestros derechos reproductivos? 

Muchas mujeres votaron por Biden confiando en que protegería sus derechos reproductivos, como prometió que iba a hacer, a pesar de que es un católico practicante y de haberse opuesto al aborto la mayoría de su carrera. Recordemos su rol en el caso Anita Hill, en 1991, cuando Hill acusó al juez Clarence Thomas de acoso sexual (tal como más recientemente fue acusado Brett Kavanaugh), y Biden, que era senador se rehusó a creer a Hill y a tomar seriamente sus acusaciones: Thomas fue confirmado en la Suprema Corte. Recordemos también el fuerte apoyo de Biden a la Enmienda Hyde que prohíbe el uso de dinero federal para financiar abortos a través de Medicaid [sistema público de salud] excepto en muy pocos casos (incesto y violación), una medida que él defendió hasta 2019, cuando decidió postularse para la elección presidencial de 2020. En la campaña presidencial de 2020, expresó que “había visto la luz” y que había cambiado su posición sobre esto temas y que ahora era un aliado de los derechos reproductivos de las mujeres.

Para nosotros no se trata de si “creemos” lo que dice Biden o no: los marxistas no nos apoyamos en la fe sino en los hechos. Miramos tanto su historia como lo que el Partido Demócrata ha hecho incluso en años recientes con respecto a los derechos de la mujer: desmovilización y cooptación. Todas recordamos la impresionante e histórica Marcha de las Mujeres del 20 de enero de 2017 después de la elección de Trump. Sin embargo, esta marcha no originó el inicio de un movimiento independiente de mujeres como en Argentina, Chile o España. Fue muy rápidamente cooptado por los cuadros del Partido Demócrata y sus ONG aliadas. Primero, se aseguraron mantener la marcha como una “celebración anual” en vez de transformarlo en un movimiento; se rehusaron a movilizar para el 8 de Marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora), como reclamaban muchos sectores de base; y no convocaron más reuniones para organizar a las participantes y discutir estrategias y demandas. En segundo lugar, canalizaron todas las manifestaciones posteriores, que eran cada vez más chicas hacia una salida electoral: en 2018, su eslogan era “¡Hoy marchamos, mañana votamos!”.  Su objetivo fue transformar una lucha urgente contra un presidente reaccionario y contra dos décadas de ataques al derecho al aborto en una cooptación oportunista con fines electorales.

El Partido Demócrata produce la ilusión de que las aspiraciones de la clase trabajadoras, los negros, los inmigrantes y las mujeres, muchas de ellas reflejadas en la Marcha de las Mujeres, serán cumplidas por el gobierno de Biden sin la necesidad de continuar y acrecentar las acciones de las masas. Y, de hecho, Biden ha prometido proponer un “opción pública a la Affordable Care Act [Ley de Asistencia Factible]” que cubriría los cuidados preventivos, los anticonceptivos y el acceso al aborto, una ley que también anularía la Enmienda Hyde, y finalmente codificar el contenido de la sentencia Roe versus Wade a través de una ley aprobada en el Congreso para anular las leyes TRAP. Pero hasta ahora, no ha hecho nada de esto. 

Ping pong legislativo versus lucha de clases 

El plan de Biden suena genial, con la pequeña advertencia de que ya hemos escuchado esto antes y nunca sucedió, muy parecido a la promesa de una nueva ley laboral que haga de la negociación colectiva la regla de todos los lugares de trabajo y expanda el poder sindical; o la promesa de dar un camino a la libre ciudadanía a todos los inmigrantes. No serán aprobadas porque para ello es necesario que todas esas reformas sean aprobadas por ambas cámaras y siempre hay algunos Demócratas que se alinean con los Republicanos para bloquearlas en el Senado. Los Demócratas saben esto. Entonces, en primer lugar, ¿por qué presentan proyectos que no serán aprobados? Para seducir y retener su base apoyo dentro de la clase trabajadora y los oprimidos, para prevenir divisiones hacia la izquierda a medida que la gente comprende que las prioridades del Partido Demócrata son las del gran capital, y sobretodo para ser capaces de mantener sus “credenciales liberales” mientras echan la culpa del fracaso de todo a los Republicanos. Los Demócratas son reacios a hacer lo que realmente se necesita para aprobar y hacer efectivos ningunos de sus derechos: convocar a huelgas y movilizaciones de masas.

La situación es similar a la de la Argentina, donde el supuestamente progresivo peronismo había bloqueado en el pasado la ley del derecho al aborto en el Senado. O a la de la propuesta de Ley PRO de Biden, ley que protegería derechos sindicales, y que sabemos que no será aprobadas en el Senado. En Argentina, el Senado tuvo que conceder la ley por una tremenda presión pública. Decenas de miles de mujeres acamparon literalmente fuera del Congreso durante las muchas horas que duró el debate y la votación, después de haber organizado grandes luchas y huelgas masivas que pararon el país. Probablemente habrían irrumpido en el Congreso si la votación hubiera fracasado.

En EEUU, a menos que desarrollemos una presión equivalente no aseguraremos ni tendremos el derecho a un aborto realmente libre y gratuito, a petición de cualquier mujer, sin importar sus ingresos, raza, nacionalidad u otro factor. Obama estuvo en el poder por 8 años y no hizo nada contra la erosión de los derechos reproductivos: se quejó, al igual que muchos otros, que “sus manos estaban atadas” y que carecía de “apoyo bipartidista” para hacer nada sobre eso. Los Demócratas en los estados de derecha han sido realmente cómplices de las leyes TRAP, y el Partido Demócrata tolera en sus filas un caucus que organiza contra el aborto, los Demócratas por la Vida. Este caucus incluye miembros del Congreso, como Dan Lipinski en la Cámara de Diputados, y Joe Donnelly, Joe Manchin, y Bob Casey en el Senado. Actualmente, la Corte Suprema tiene una clara mayoría anti-aborto, lo que significa que cualquier hipotética nueva ley aprobada por el Congreso, podría ser rechazada por la Suprema Corte o restringida de nuevo a nivel estadual.

En otras palabras, asegurar derechos efectivos por el aborto, laborales, democráticos y otros no puede depender de elegir más demócratas “progresivos” al Congreso o a la Casa Blanca, o confiar por jueces “dóciles” en la Corte Suprema: la historia de EEUU nos muestra que todo el régimen, no solo políticos específicos, está profundamente comprometido, antes que nada, a tener un gobierno capitalista indiscutible. De ese modo, al igual que en 1973, cualquier “victoria” legal bajo Biden podría convertirse de nuevo un derecho formal, un derecho en el papel, solo para la minoría de mujeres burguesas y la capa superior de la clase media, pero no un derecho real para las mujeres trabajadoras. Solo a través de una verdadera movilización de masas, con millones de mujeres en las calles, como en Argentina, unida a los sindicatos y otras organizaciones, la clase obrera podrá hacer que sus derechos sean una realidad material: un aborto libre, y derechos reproductivos plenos, ligados a un plan de seguro médico universal.

Los derechos reproductivos y la lucha por el socialismo

El capitalismo se apropió de relaciones patriarcales previas consolidadas en la institución familiar y las transformó en relaciones de clase de propiedad privada burguesas, es decir que utiliza la opresión de las mujeres para extraer plustrabajo de un sector (a través del trabajo doméstico no pago o la brecha salarial de género, por ejemplo) lo que beneficia a la pequeña minoría que posee los medios de producción y la tierra. En nuestras sociedades burguesas, los cuerpos de las mujeres se han transformado en mercancía y devaluados: ellos pueden pertenecer a cualquiera, ser comprados y vendidos, pueden ser usados como objetos publicitarios, pueden ser golpeados, violados e incluso asesinados. La lucha por el aborto libre es también una lucha contra los procesos de dominación y mercantilización de los cuerpos femeninos. No se trata de lucha para “poseer” nuestros cuerpos como propiedad privada, es la lucha para sacar nuestros cuerpos y nuestras relaciones sociales de aquellas relaciones de intercambio y propiedad que nos deshumanizan.

La lucha por plenos derechos reproductivos, incluyendo el aborto y servicios socializados de salud, abarca de hecho un problema mucho más grande de la economía política capitalista: la reproducción de la fuerza de trabajo, es decir la reproducción de la clase trabajadora. El capitalismo necesita trabajadores para producir todas las mercaderías y obtener ganancias, y ha socializado la mayor parte del trabajo humano a través del sistema del salario para asegurar que sea explotado de modo correspondiente. Sin embargo, solo ha socializado muy parcialmente la gran cantidad de trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo. En función de reproducir la fuerza de trabajo apela a la institución de la familia y a los roles de género, y, por encima de todo, a el trabajo no pagado de las mujeres de la clase trabajadora: el trabajo de reproducción biológica y el de reproducción social, usado en el cuidado de los hijos, los enfermos, los ancianos, y las tareas domésticas tales como las compras, cocinar y limpiar.

La lucha por el derecho al aborto es, de hecho, una lucha sobre quién controla la fuerza reproductiva de la clase trabajadora: la clase dominante o las mujeres de la clase obrera y las familias de nuestra clase. El sistema capitalista busca siempre salirse con la: quiere mujeres que tengan hijos para reproducir la fuerza de trabajo (por lo que regula en gran medida los derechos reproductivos) pero no quiere pagar completamente por el costo de la reproducción social de la fuerza laboral. Como dicen la declaración de nuestros camaradas de Socialist Ressurgence, el capitalista “en su búsqueda de ganancias, trabaja para erosionar o negar las prestaciones sociales como la licencia paga de maternidad, guarderías gratuitas, atención médica socializada y otros beneficios sociales de los que carece EEUU, pero alienta y apoya la reproducción. Esto crea la contradicción donde el nacimiento es obligatorio, pero no es apoyado.”[4]

Los socialistas vemos la lucha por el derecho al aborto libre y gratuito como una lucha doble: es tanto la afirmación de la mujer como un sujeto político autónomo e independiente que puede y debe decidir por sí misma si tener o no un bebé, como una lucha de la clase trabajadora, de las familias de clase trabajadora, (y hay muchos modelos de familia que nuestra clase ha desarrollado) que necesitan cuidados socializados de salud reproductiva libres de explotación. Esta lucha por derechos reproductivos está conectada a la lucha por una medicina socializada y un sistema socializado de salud pública. Solo podrá ser resuelto en una nueva economía que reorganice tanto el trabajo productivo como el reproductivo, libre de explotación y opresión, una economía socialista con democracia obrera, e igual participación y derechos para hombres, mujeres y personas no binarias.

No creemos que las mujeres de la clase trabajadora y nuestra clase en su conjunto puedan ganar este tipo de libertad, el más alto nivel de libertad material y política, confiando en que el Partido Demócrata quizás apruebe algunas reformas diluidas. El único camino para obtenerlas es ganarlas en las calles, no solo las mujeres y las personas LGBTQI sino la clase trabajadora en su conjunto. Los derechos reproductivos de la mujer son también el derecho de las familias de la clase trabajadora para planificar su maternidad y paternidad, su salud y su educación. Esta lucha precisa ser tomada también por todas las organizaciones sociales y sindicales, y por la juventud y necesitada ligarse a otras luchas existentes, integrando claramente las exigencias antirracistas y ecológicas.

Las mujeres han marchado en gran número en los últimos años. Los pasados años en España y Argentina, organizaron y dirigieron dos de las más grandes luchas de la historia, uniendo trabajadores asalariados y desempleados, personas trabajadoras de todos los géneros, y presionaron desde abajo a los sindicatos para hagan paros por las demandas políticas de igualdad y libertad. En Argentina, se logró una histórica victoria con la legalización del aborto, aunque la movilización debe continuar para asegurar su implementación y su defensa. Esta nueva oleada de huelgas y luchas de nuestra clase nos está mostrando el camino para defender nuestros derechos. Ahora es el momento de seguir a nuestras hermanas de Latinoamérica y Europa, e impulsar marchas y organizar huelgas de masas por los derechos de la mujer. ¡Solo entonces tendremos la fuerza para ganar!

Notas:

[1] https://khn.org/news/what-the-end-of-abortions-in-missouri-means-for-neighboring-states/

[2] https://socialistresurgence.org/2019/11/19/the-ongoing-struggle-for-abortion-rights/

[3] https://www.washingtonpost.com/health/2019/02/15/least-abortion-cases-are-steps-us-supreme-court-any-one-could-gut-roe-v-wade/?utm_term=.e080f518610b 

[4] https://socialistresurgence.org/2019/11/19/the-ongoing-struggle-for-abortion-rights/

 

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