Sobre el intento de golpe bolsonarista que planeó la ejecución de Lula, Alckmin y Alexandre de Moraes
Declaración del PSTU – Brasil
El operativo de la Policía Federal (PF) que detuvo el pasado 19 de noviembre a cuatro militares y un policía de la propia corporación expuso detalles sórdidos del intento de Bolsonaro y de su entorno para dar un golpe e instaurar un régimen de excepción en el país. La operación Contragolpe, que arrestó a altos oficiales, como un general y ex ministro de Bolsonaro, un mayor, un comandante de las Fuerzas Especiales (los kids pretos [“niños negros”]), tuvo enorme repercusión, porque muestra un plan para ejecutar a Lula, su vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, además del ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes.
Lejos de ser una acción descabellada, lo que la PF viene revelando es un plan coordinado con agentes entrenados en acciones de guerrilla, terrorismo y sabotaje, bajo la dirección de generales del Ejército. La intentona golpista se daría el 15 de diciembre y recibió el sugestivo nombre de “Puñal Verde y Amarillo”. Según los planes de los golpistas, tras los asesinatos se formaría un “gabinete de crisis” comandado por el general Heleno y Braga Netto, una especie de reedición de la junta militar que se tomó el país tras el golpe de 1964.
La operación de la PF de este martes arroja aún más luz sobre la política golpista del bolsonarismo, con la diferencia de que ahora, además de documentos y minutas, movilizaciones financiadas por la ultraderecha, como campamentos golpistas, cierres de carreteras, amenazas de bombas en aeropuertos y torres de energía, o el propio 8 de enero, aparecen evidencias de un intento de golpe que fue más allá de la mera planificación. Lo que se sabe hasta ahora es que, además de que los objetivos estaban intensamente monitoreados, el ministro Alexandre de Moraes estuvo a punto de ser interceptado, es decir, preso o incluso ejecutado.
Todo el caso adquiere un cariz aún más grave cuando se descubre que al menos dos de los militares presos estaban en el G20 en Río de Janeiro, y uno de ellos, miembro de los “kid pretos”, acompañaba, por petición propia, la GLO (Garantía de Ley y Orden) que el gobierno Lula decretó en la ciudad.
Crecimiento y retroceso de la ultraderecha
La resiliencia de la ultraderecha, incluso con divisiones en sus disputas por protagonismo, muestra que hoy está más consolidada que en 2018, cuando Bolsonaro fue elegido, o incluso inmediatamente después de la derrota del 8 de enero, con una influencia significativa en sectores de masas.
Este proceso prueba que la extrema derecha no será derrotada mientras se mantengan las condiciones que la generan, es decir, mientras se sostenga esta democracia de los ricos, con la implementación del mismo plan social-liberal que promovió la desindustrialización y la decadencia del país, como hicieron los gobiernos del PSDB y del propio PT. Y que, además, el gobierno del PT profundiza ahora, en medio de una crisis importante del sistema capitalista. Por el contrario, en la medida en que los problemas sociales y estructurales del país no se resuelven, sino que se profundizan en medio de la crisis y la decadencia capitalista, la ultraderecha gana cada vez más fuerza.
Gana aún más impulso con las políticas llevadas a cabo por los gobiernos dichos de izquierda que, una vez en el poder, continúan gobernando para el gran capital, atacando a la clase trabajadora y, de esta manera, desmoralizando y perpetuando a la ultraderecha como alternativa. En el Brasil, el gobierno de Lula impuso el marco fiscal, no revirtió la reforma laboral como prometió, sino que, por el contrario, prepara un paquete de ataques para beneficiar a los multimillonarios capitalistas para los que de hecho gobierna.
Los resultados de las elecciones municipales así lo demostraron categóricamente, al igual que la reciente victoria aplastante de Trump en Estados Unidos.
Sin embargo, el desafortunado ataque bolsonarista en el Congreso Nacional y en el STF, y las recientes revelaciones del complot golpista, han puesto, al menos por ahora, a la defensiva a la extrema derecha. El proyecto de amnistía, que iba ganando apoyo y peso, perdió fuerza. Un proyecto que, evidentemente, no pretendía salvar a las pobres almas instrumentalizadas por la extrema derecha en el intento de golpe del 8 de enero, sino rehabilitar a Bolsonaro para 2026. Bolsonaro, sin embargo, está hoy más cerca de la cárcel que de Planalto.
Derrotar de verdad a la extrema derecha
En verdad, lo que vimos con esta investigación de la PF fue que las instituciones de la democracia burguesa, que son bastante ágiles cuando se trata de quitar los derechos de los trabajadores y de la clase media en favor de los multimillonarios capitalistas, no son capaces de enfrentar hasta que fin a la extrema derecha. Si fuera por estas instituciones, Alexandre de Moraes estaría hablando ahora con su colega Teori Zavascki. El gobierno de Lula tampoco consigue, ni quiere, enfrentar a la ultraderecha de manera consecuente y hasta el final. Al contrario, adhiere a la política de conciliación, incluso con la derecha.
El ascenso de la extrema derecha es un fenómeno internacional, fomentado e impulsado por la crisis capitalista y por el proceso de desagregación social que produce. Las instituciones y los gobiernos, ya sean capitalistas de izquierda, progresistas o democrático-liberales, no pueden o no quieren derrotarla definitivamente, porque administran el mismo capitalismo en crisis que produce la ultraderecha, a menudo incluso en alianza con ella.
Luego, la única manera de derrotar definitivamente a la ultraderecha es acabar con las condiciones socioeconómicas que la hacen florecer, como hongos en el estiércol. En otras palabras, es necesario enfrentar el capitalismo. Y esto no es posible por la vía electoral ni por la vía de la conciliación de clases ni, mucho menos, con un proyecto social-liberal como el de Lula en el Brasil. Esto sólo garantiza su perpetuación y más tracción para la ultraderecha en el futuro.
El marco fiscal de Lula-Haddad, el paquete contra los derechos históricos que el gobierno está a punto de anunciar e incluso políticas históricas y caras al PT, como la cuestión indígena y la negligencia, por no decir connivencia pura y simple, con el agro contra los pueblos originarios, son medidas que muestran que este gobierno actúa para y con los multimillonarios capitalistas, el grand agronegocio, las grandes empresas y el imperialismo. Por eso, es necesario denunciar también que el gobierno de Lula continúa aplicando políticas neoliberales, capitalistas, de ataques contra los trabajadores para garantizar las ganancias de las grandes corporaciones multimillonarias.
Esta política de conciliación se extiende a los militares golpistas y a la falta de empeño en prohibir a este personal, alterando por completo la estructura de las Fuerzas Armadas e incluso cambiando la doctrina militar, la enseñanza en escuelas y academias, poniendo fin a todos los resquicios de la dictadura. Si existe la oportunidad de hacerlo es ahora, pero lamentablemente el gobierno no lo hará.
Los trabajadores no pueden quedar rehenes de la justicia de los ricos y de las instituciones del régimen actual, pues estas son incapaces de enfrentar las amenazas bolsonaristas, que incluso son usadas contra los propios trabajadores.
Es necesario exigir ninguna amnistía a golpistas, prisión ya para quienes intentaron imponer una dictadura, empezando por Bolsonaro, Braga Netto y todos los del alto mando de las Fuerzas Armadas involucrados en este ardid, especialmente los de cuatro estrellas.
Para enfrentar a la ultraderecha es necesario enfrentar al capitalismo
Sólo la clase trabajadora, de forma independiente, con un proyecto propio, puede realmente combatir y derrotar definitivamente a la extrema derecha y el golpismo. Pero esto exige organización, independencia de clase y lucha, incluso contra los ataques y las condiciones de vida en que perece la mayoría de la clase trabajadora. Esto implica enfrentar el marco fiscal, la escala 6×1 y los paquetes de recortes de derechos que se avecinan. En otras palabras, es necesario enfrentar el gobierno de Lula, a Lira, el Congreso Nacional y la ultraderecha. Si son diferentes desde el punto de vista político y de proyecto, cuando se trata de descargar los efectos de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores en favor de los multimillonarios capitalistas están juntos. La diferencia, cuando existe, es de grado, en muchas medidas.
Finalmente, la extrema derecha sólo será verdaderamente derrotada cuando acabemos con este sistema capitalista. Y la única clase que puede hacerlo es la clase trabajadora con su propia lucha, con un programa socialista y revolucionario. Un proyecto que apunte a otro tipo de sociedad, contra la esclavitud moderna del capitalismo o la profundización de la barbarie que desea la ultraderecha. Es necesario construir una oposición de izquierda socialista al gobierno de Lula, una alternativa que apunte a una sociedad socialista, donde gobierne la clase trabajadora y las riquezas sean compartidas por quienes de hecho las producen. Esta es la única manera de que la clase trabajadora tenga una vida digna.
Traducción: Natalia Estrada.