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Breve biografía: A 70 años del asesinato de León Trotsky

agosto 3, 2010

Lev Davidovich Bronstein nació el 26 de octubre de 1879 (el mismo día en que, 38 años después, triunfaba la insurrección de Octubre), en el pueblo ucraniano de  Ianovka, en el entonces Imperio Ruso.

Judío, hijo de campesinos medios, adhirió al marxismo a los 19 años, y comenzó a reunir a los obreros de la región en una organización político-sindical ligada a la socialdemocracia de la época, denominada “Unión Obrera del Sur de Rusia”.

Trotsky (nombre que tomó de uno de sus carceleros, en 1902) pasó por tres largos exilios fuera de Rusia (1902-1905, 1907-1917 y 1927-1940), y también participó de tres revoluciones en Rusia (1905; febrero de 1917 y octubre de 1917). Fue dos veces presidente del Soviet de Petrogrado (1905 y 1917). Trabajó como corresponsal en dos guerras: en los Balcanes, en 1910, y durante la 1ª Guerra Mundial, en 1914. Miembro del Comité Militar Revolucionario durante la insurrección de Octubre de 1917, dirigió los operativos que condujeron a los bolcheviques al poder. Después de la victoria de la insurrección, asumió como Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores y estuvo al frente de las negociaciones para la paz con Alemania, en Brest-Litovsk, en 1918. Formó y dirigió el Ejército Rojo, cuyo contingente llegó a tener cinco millones de hombres y mujeres, en 1920,  que venció a catorce ejércitos extranjeros durante la Guerra Civil que siguió a la revolución. Después de 1921, se dedicó a las cuestiones económicas del joven estado obrero. Inspiró, junto con Lenin, la formación de la III Internacional y redactó sus principales documentos y declaraciones.

Tras la muerte de Lenin, trabó una batalla sin cuartel contra la burocratización del estado soviético y la degeneración del Partido Bolchevique por parte del stalinismo. Expulsado de la URSS, en 1927, por denunciar el curso antiproletario de la burocracia del Kremlin, Trotsky recorrió el mundo durante 10 años, en busca de asilo, hasta que el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas aceptó su pedido, en 1937. Murió asesinado por un agente stalinista, en agosto de 1940.


Trotsky era un hombre de acción, pero no de acción sin teoría. Para él, la actividad práctica revolucionaria era inseparable del estudio y del trabajo intelectual. A los 26 años, basado en la experiencia de la revolución de 1905, formuló la Teoría de la Revolución Permanente, en la que preveía de forma brillante que, en una Rusia atrasada y semifeudal, sólo la clase obrera sería capaz de cumplir las tareas que históricamente habrían cabido a la burguesía. Doce años después sus pronósticos se cumplirían de manera categórica.

Pero su trabajo teórico más importante es, sin la menor sombra de dudas, La Revolución Traicionada, de 1936. En él, Trotsky analiza el proceso de burocratización de la URSS y del Partido Bolchevique y pronostica: o la clase obrera de la URSS, bajo la dirección de un partido revolucionario, hace una revolución política, que limpie de los soviets y del estado obrero a la burocracia parasitaria, o el capitalismo sería restaurado en Rusia. Cincuenta años después, la restauración del capitalismo en absolutamente todos los países de economía planificada confirmó dramáticamente esta previsión de Trotsky.

Trotsky posee una vasta obra sobre una infinidad de temas. Escribió sobre literatura, psicología, opresión de la mujer, moral y muchos otros. Analizó y nos dejó valiosas lecciones sobre cada uno de los procesos revolucionarios que presenció: la revolución alemana de 1923, la revolución china de 1923-1925, la revolución española de 1931-1939 y la II Guerra Mundial. Nos dejó también dos obras bellísimas de inestimable valor histórico y literario: La Historia de la Revolución Rusa y Mi Vida, su autobiografía.

Este hombre, cuyo nombre está grabado para siempre en la historia del siglo XX, veía como su mayor realización no la victoria de la Revolución de Octubre, ni la formación del Ejército Rojo o la construcción de la III Internacional, sino el hecho de haber dado la batalla por la continuidad de la tradición marxista a través de la fundación de la IV Internacional, en 1938. Trotsky decía que si él no estuviera presente en octubre de 1917, en Petrogrado, Lenin, aun así, habría garantizado la victoria de la insurrección. Lo mismo habría ocurrido con la Guerra Civil y la III Internacional. Pero la construcción de la IV Internacional era una tarea que solamente él podría cumplir, ya que Lenin había muerto. Sin la construcción de una nueva Internacional, la tradición marxista y proletaria se perdería para siempre, fruto de la degeneración de la III Internacional. Las duras condiciones en que la IV Internacional se construyó volvían su fundación todavía más necesaria. El stalinismo había triunfado en  la URSS y el nazismo había llegado al poder en  Alemania. Era imperioso formar una Internacional capaz de continuar, cuando las condiciones lo permitiesen, la lucha de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y del propio Trotsky.

Trotsky era de estatura mediana, tenía el pelo negro y ondulado, grandes ojos celestes, voz metálica y habla rápida. Al discursar, gesticulaba rica y elegantemente. Trabajó con Lenin en el equipo de redacción de la Iskra, en Londres en 1902. Después de la escisión entre bolcheviques y mencheviques, en 1903, se separó políticamente de Lenin por varios años. Nunca fue, sin embargo, menchevique. Tenía pocos amigos íntimos dentro del Partido Bolchevique, pero con éstos conservaba estrechos lazos. De la mayoría de los dirigentes, sin embargo, guardaba cierta distancia. Incluso su relación con Lenin nunca fue de proximidad personal. Tuvo cuatro hijos de dos matrimonios. Todos murieron antes que él, dos directamente a manos del stalinismo. Conoció la más absoluta gloria y el más terrible fracaso. Nunca encaró, sin embargo, ni una ni otro desde un punto de vista personal. Para Trotsky, su suerte era la suerte del proletariado en lucha, sus glorias y fracasos eran las glorias y fracasos de la clase obrera mundial y, por lo tanto, de carácter esencialmente político.

Tras el golpe de piolet que Ramón Mercader –agente de la GPU, la policía política stalinista– le asestó en la cabeza, Trotsky luchó contra la muerte durante 22 horas y falleció a las 19:25 del 21 de agosto de 1940. La necropsia reveló un cerebro y un corazón "de dimensiones incomunes", según el relato del médico legista. El 27 de agosto, el cuerpo de Trotsky fue cremado y las cenizas depositadas en una tumba especialmente construida en el fondo de su casa, en Coyoacán, México. "Que el fuego queme todo lo que se decompone", determinó Trotsky antes de morir. Sobre la tumba fue colocada una gran piedra blanca con la hoz y el martillo tallados en bajorrelieve.

En el hospital, antes de perder definitivamente la conciencia, Trotsky pidió a su secretario que registrase su último mensaje: “Estoy cerca de la muerte por los golpes de un asesino político. Me atacó en la habitación, luché con él… entramos… él me atacó… por favor, diles a mis amigos… estoy seguro de la victoria… de la IV Internacional… adelante!”.

A 70 años de su asesinato, las ideas de Trotsky permanecen vivas en la lucha y en la organización de la clase obrera mundial. Trotsky murió. ¡Viva Trotsky!

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