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TEORÍA

Sobre las situaciones de la lucha de clases en nivel nacional e internacional

‘Una huelga de obreros en Vizcaya’, pintura de Vicente Cutanda y Toraya de 1892
noviembre 2, 2024

Índice

Presentación

Capítulo 1 – Sobre las etapas y situaciones nacionales de la lucha de clases

I- La discusión sobre las situaciones de la lucha de clases debe partir de los clásicos

II- Moreno y “Revoluciones del Siglo XX”

III- Moreno y las revoluciones de “febrero” y “octubre”

IV- Moreno y la sistematización sobre las situaciones de la lucha de clases

V- Las nuevas situaciones revolucionarias

VI- Volver a los clásicos para una sistematización de las situaciones de la lucha de clases

VII- Sobre la categoría “etapa de la lucha de clases en nivel nacional”

Capítulo 2 – Sobre las etapas y situaciones en nivel internacional

VIII- Partimos de una metodología equivocada de evaluación de las etapas y situaciones en nivel internacional

IX- Sobre las etapas de la situación mundial

X- Sobre la “situación revolucionaria mundial”

XI- Algunos elementos metodológicos de Trotsky, de análisis de la situación mundial

XII- Las relaciones entre las situaciones internacionales y nacionales

XIII- Las curvas del desarrollo capitalista

XIV- La curva descendente del capitalismo actual y sus consecuencias

Capítulo 3 – Una conclusión necesaria

***

Presentación

1- Tenemos la necesidad de buscar una nueva sistematización sobre las situaciones y etapas de la lucha de clases nacionales e internacionales en la LIT. 

2- La última elaboración sobre las situaciones nacionales que tuvimos fue con el documento “Revoluciones del Siglo XX”, de Nahuel Moreno.

Este texto sirvió para encarar algunos de los grandes problemas teóricos presentes en las revoluciones del siglo XX.

No obstante, nos parece que la utilización de las categorías “revolución de febrero” y “revolución de octubre” puede llevarnos a errores tanto de caracterización como programáticos y políticos importantes.

Fue sobre la base de esas categorías que Moreno sistematizó las situaciones de la lucha de clases de manera distinta a Lenin y Trotsky. En nuestra opinión, esta sistematización, como vamos a ver, contiene errores también importantes.

3- Sobre las etapas y situaciones en nivel internacional tenemos un problema semejante.

Moreno tiene una sistematización de las etapas de la situación mundial, que nos parece equivocada.

Nuestra corriente también usó, por décadas, la categoría “situación revolucionaria”, sobe la base de una metodología de análisis objetivista y equivocada.

4- Antes que nada, es importante decir que, cuando criticamos a Moreno, estamos polemizando con nuestro maestro, el fundador y mayor dirigente de la LIT. Moreno imprimió a nuestra corriente las características fundamentales, como la centralidad en el trabajo con la clase obrera, en la construcción de la Internacional, en la organización de partidos revolucionarios con centralismo democrático, que nos distingue hasta hoy como continuadores del leninismo y del trotskismo.

Moreno comienza su texto “Ser trotskista hoy” con esta afirmación: “Ser trotskista hoy en día no significa estar de acuerdo con todo lo que escribió o dijo Trotsky sino saber hacerle críticas y superarlo, igual que a Marx, que a Engels o a Lenin, porque el marxismo pretende ser científico, y la ciencia enseña que no hay verdades absolutas. Esto es lo primero, ser trotskista es ser crítico, incluso del propio trotskismo“.

Como somos morenistas, somos también críticos de algunas elaboraciones de Moreno. Y estamos, fundamentalmente, haciendo una autocrítica que abarca a la vieja guardia de la LIT pos Moreno. Ya pasaron 35 años desde el Congreso de la LIT y 32 desde la muerte de Moreno. Nosotros estuvimos de acuerdo con las resoluciones de ese congreso y hasta hoy, pasados más de 30 años, no habíamos criticado sus resoluciones.

5- Hoy estamos viviendo una nueva situación de la lucha de clases mundial, abierta con la pandemia de Covid y la recesión económica.

Esa realidad actualiza la necesidad de precisar las características de las diversas situaciones, porque vamos hacia un periodo muy convulsivo de la lucha de clases. En el momento en que escribimos este texto, ya existen procesos revolucionarios en los Estados Unidos y en Chile, y vamos a vivirlos en otros países.

La laguna existente en nuestra elaboración en los días de hoy, lleva a que los partidos de la LIT tengan interpretaciones distintas, pro ejemplo, sobre qué son las situaciones prerrevolucionarias y revolucionarias.

Eso ayuda a confundir el debate sobre la caracterización de las situaciones de la lucha de clases entre nosotros. Muchas veces con evaluaciones correctas de la realidad, se utilizan categorías distintas de las utilizadas por otros partidos. Otras veces, la utilización poco cuidadosa de categorías como prerrevolucionaria y revolucionaria, nos lleva a errores políticos y programáticos que podrían ser evitados.

Por otro lado, tenemos ya una polémica abierta en la LIT sobre la caracterización de la situación mundial, que viene desde el último congreso.

Como estamos en plena reelaboración teórico-programática, ahora debemos encarar el desafío de revisar críticamente las elaboraciones anteriores sobre las definiciones de las situaciones de la lucha de clases en nivel nacional e internacional.

6- Como en las otras discusiones teórico-programáticas iniciadas por nosotros desde el penúltimo congreso, proponemos en primero lugar rever lo que decían los clásicos sobre esos temas, en particular Lenin y Trotsky. Son esas nuestras referencias teóricas en la época imperialista de guerras y revoluciones que pueden ayudarnos a retomar con bases sólidas nuestras elaboraciones.

Capítulo 1 – Sobre las situaciones nacionales

I- La discusión sobre las situaciones de la lucha de clases debe partir de los clásicos

1- Comencemos por la definición básica de qué es la revolución. Esa no es una tarea poco importante. Tomemos la interpretación más precisa, que nos parece es la de Trotsky:

“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos (…) en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen (…) La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos” (Historia de la Revolución  Rusa).

Las revoluciones, en la etapa imperialista, pueden darse contra dictaduras o democracias burguesas. Pueden tener como sujeto el proletariado, el campesinado o masas populares. Pueden derrumbar gobiernos, regímenes o Estados, o incluso no derrumbar nada. Pueden ser victoriosas o derrotadas. Pero tienen esa característica básica de la intervención directa y violenta de las masas tomando el destino en sus propias manos.

2- Aunque sea de forma esquemática y breve, debemos encuadrar esta discusión en el marco de la teoría de la revolución permanente que es la baliza fundamental para el entendimiento de los procesos revolucionarios.

Se trata en primer lugar de la comprensión de que “La revolución socialista comienza en el terreno nacional, se desarrolla en la arena internacional y termina en la arena mundial. Por eso mismo, la revolución socialista se convierte en revolución permanente, en el sentido nuevo y más amplio del término: solo termina con el triunfo definitivo de la nueva sociedad en todo nuestro planeta”.

La revolución, en cualquier país del mundo, es una parte de una totalidad mundial, con características desigualmente desarrolladas, como decía Trotsky: “Con la creación del mercado mundial, de la división mundial de trabajo y de las fuerzas productivas mundiales, el capitalismo preparó el conjunto de la economía mundial para la reconstrucción socialista”.

3 – Eso significa que tanto los países imperialistas como los semicoloniales y coloniales al entrar en un proceso revolucionario tendrán que enfrentarse con la dominación capitalista.

La revolución puede comenzar por la lucha contra la miseria de las masas o por una cuestión democrática, pero va a tender a chocarse con la dominación capitalista nacional e imperialista en nivel mundial.

Un país semicolonial o colonial tendrá que encarar tareas de liberación nacional como la ruptura con el imperialismo y democráticas (como la reforma agraria) que deberían haber sido cumplidas por la burguesía. No obstante, las burguesías semicoloniales temen un ascenso revolucionario más que todo, y no están dispuestas a un enfrentamiento con el imperialismo. Ninguno de los gobiernos que expresaban el nacionalismo burgués en el pasado (Nasser en Egipto, Cárdenas en México, Goulart en el Brasil, Perón en la Argentina, y un largo etcétera) optó por romper con el imperialismo, prefiriendo aceptar la derrota que apoyarse en el ascenso de las masas. Desde entonces, las burguesías nacionales se asociaron cada vez más al imperialismo. Hoy, con la globalización, la asociación de las burguesías nacionales de los países semicoloniales con el imperialismo es muy superior. Las tareas de liberación nacional pasaron definitivamente para el proletariado y las masas populares.

4- Al estudiar las definiciones de los clásicos sobre las situaciones revolucionarias, vemos cómo ellos reflejaban la realidad que vivían, sistematizando las experiencias de las revoluciones de la época.

Una primera y clásica referencia es la cita de Lenin de 1915, expresando la experiencia de la revolución de 1905:

“Para un marxista, no hay duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria, pero ni toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, de manera general, los indicios de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no engañarnos si indicamos los tres principales puntos que siguen: 1) imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominación de forma inalterada (…); 2) agravamiento, más allá de lo común, de la miseria y de la angustia de las clases oprimidas; 3) desarrollo acentuado, en virtud de las razones indicadas arriba, de la actividad de las masas (…) para una acción histórica independiente.

Sin esas alteraciones objetivas, independientes no solamente de la voluntad de estos o aquellos grupos y partidos, sino también de estas o de aquellas clases, la revolución es, como regla general, imposible. Es el conjunto de esas alteraciones objetivas que constituye una situación revolucionaria. Se vivió esa situación en 1905 en Rusia y en todas las épocas de revoluciones en el Occidente; pero ella existió también en los años ’60 del siglo pasado [XIX] en Alemania, así como en 1859-1861 y 1879-1880 en Rusia, aunque no haya habido revoluciones en tales momentos. Y, ¿por qué? Porque la revolución no surge en toda situación revolucionaria, sino solamente en los casos en que a todas las alteraciones objetivas arriba enumeradas viene a juntarse una alteración subjetiva, a saber: la capacidad, en lo que respecta a la clase revolucionaria, de conducir acciones revolucionarias de masa suficientemente vigorosas para quebrar completamente (o parcialmente) el antiguo gobierno, que no caerá jamás, incluso en época de crisis, sin ‘ser derribado’. Esa es la concepción marxista de la revolución, (…) confirmada con un particular realce por la experiencia de 1905” (“La bancarrota de la Segunda Internacional”).

Aquí se observa que Lenin enumera las características objetivas de una situación revolucionaria, pero afirma que “ni toda situación revolucionaria conduce a la revolución” y plantea la necesidad de que a eso se junten las condiciones subjetivas, que resume como “la capacidad, en lo que respecta a la clase revolucionaria, de conducir acciones revolucionarias de masas suficientemente vigorosas para quebrar o destruir el antiguo gobierno. Observen que aquí Lenin se refiere a “clase revolucionaria”, sin citar directamente al proletariado.

5- Posteriormente, en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (1920), Lenin afirma:

“La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas las revoluciones, y en particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo siguiente: para la revolución no basta que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de continuar viviendo como viven y exijan cambios; para la revolución es necesario que los explotadores no puedan continuar viviendo y gobernando como viven y gobiernan. Solo cuando ‘los de abajo’ no quieren y ‘los de arriba’ no pueden continuar viviendo como antes, solo entonces puede triunfar la revolución.

Dicho de otra forma, esta verdad se expresa con las siguientes palabras: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores). Por consiguiente, para que estalle la revolución es necesario, en primer lugar, conseguir que la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos y políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases dirigentes sufran una crisis gubernamental que arrastre a la política incluso a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es que se decuplique o hasta se centuplique el número de personas aptas para la lucha política pertenecientes a la masa trabajadora y oprimida antes apática), que reduzca el gobierno a la impotencia y torne posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios”.

6- Trotsky, en 1931, hizo una sistematización que reflejaba la posibilidad de la existencia de situaciones revolucionarias sin direcciones revolucionarias. Llegó a esa definición después de innumerables oportunidades revolucionarias perdidas por la ausencia de direcciones revolucionarias (Alemania 1918-1919 y 1923, China, y varias otras).

“1) Para analizar una situación desde el punto de vista revolucionario, es necesario distinguir entre las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria y la situación revolucionaria misma.

2) Las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria se dan, hablando en general, cuando las fuerzas productivas de un país están en decadencia, cuando disminuye sistemáticamente el peso del país capitalista en el mercado mundial y los rendimientos de las clases también se reducen sistemáticamente; cuando el desempleo ya no es simplemente la consecuencia de una fluctuación coyuntural, sino un mal social permanente con tendencia a aumentar. Estas son las características de la situación de Inglaterra; podemos decir que allí se dan y se profundizan las condiciones económicas y sociales de un situación revolucionaria. Pero no podemos olvidar que la situación revolucionaria la definimos políticamente, no solo sociológicamente, y aquí entra el factor subjetivo. Y este no consiste solamente en el problema del partido del proletariado, sino que es una cuestión de conciencia de todas las clases, por supuesto fundamentalmente del proletariado y su partido.

3) La situación revolucionaria solo se da cuando las condiciones económicas y sociales que permiten la revolución provocan cambios bruscos en la conciencia de la sociedad y de sus diferentes clases. ¿Qué cambios?

a) Para nuestro análisis tenemos que llevar en cuenta las tres clases sociales: la capitalista, la clase media y el proletariado. Son muy diferentes los cambios de mentalidad necesarios en cada una de estas clases.

b) El proletariado británico sabe muy bien, mucho mejor que todos los teóricos, que la situación económica es muy grave. Pero la situación revolucionaria se desarrolla solo cuando el proletariado comienza a buscar una salida, no sobre los caminos de la vieja sociedad sino por el camino de la insurrección revolucionaria contra el orden existente. Esta es la condición subjetiva más importante de una situación revolucionaria. La intensidad de los sentimientos revolucionarios de las masas es uno de los indicios más importantes de la madurez de la situación revolucionaria.

c) Pero la etapa siguiente a la situación revolucionaria es la que permite al proletariado convertirse en la fuerza dominante de la sociedad, y esto depende, hasta cierto punto (aunque menos en Inglaterra que en los otros países) de las ideas y sentimientos políticos de la clase media, de su desconfianza en todos los partidos tradicionales (incluyendo el Partido Laborista, que es reformista, es decir, conservador) y de que deposite sus esperanzas en un cambio radical, revolucionario, de la sociedad (y no en un cambio contrarrevolucionario, o sea, fascista).

d) Los cambios en el estado de ánimo de la clase media y del proletariado corresponden y son paralelas a los cambios en el estado de ánimo de la clase dominante, cuando esta ve que es incapaz de salvar su sistema, pierde confianza en sí misma, comienza a desintegrarse, se divide en facciones y camarillas.

4) No se puede saber de antemano ni indicar con exactitud matemática en qué momento de estos procesos está madura la situación revolucionaria. El partido revolucionario solo puede descubrir esto por medio de la lucha, por el crecimiento de sus fuerzas e influencia sobre las masas, sobre los campesinos y la pequeña burguesía de las ciudades, etc., y por el debilitamiento de la resistencia de las clases dominantes. (…)

9) Las condiciones políticas de una situación revolucionaria se desarrollan simultáneamente y, más o menos, paralelamente, pero esto no significa que maduran todas al mismo tiempo; este es el peligro que las amenaza. De las condiciones políticas en cuestión, la más inmadura es el Partido revolucionario del proletariado. No está excluida la posibilidad de que la transformación revolucionaria del proletariado y de la clase media y la desintegración de la clase dominante, se desarrollen más rápidamente que la madurez del Partido Comunista. Esto significa que podría darse una verdadera situación revolucionaria sin un partido revolucionario adecuado. De cierto modo, se repetiría lo que ocurrió en Alemania en 1923. (…)

(”¿Qué es una situación revolucionaria?”, Escritos, ,Tomo II, vol. 2, p. 510 (14/11131), Ed. Pluma).

7- En 1940, Trotsky retoma esa discusión, ahora enfocada en las “condiciones básicas para el triunfo de la revolución proletaria”.

“La experiencia histórica estableció las condiciones básicas para el triunfo de la revolución proletaria, que fueron aclaradas teóricamente:

(1) El impasse de la burguesía y la consecuente confusión de la clase dominante; (2) La aguda insatisfacción y el ansia de cambios decisivos en las filas de la pequeña burguesía, sin cuyo apoyo la gran burguesía no puede mantenerse; (3) La conciencia de la situación intolerable y la disposición para acciones revolucionarias en las filas del proletariado; (4) Un programa claro y una dirección firme de la vanguardia proletaria.

Estas son las cuatro condiciones para el triunfo de la revolución proletaria. La razón principal de la derrota de muchas revoluciones radica en el hecho de que estas cuatro condiciones raramente alcanzan al mismo tiempo el necesario grado de madurez” (Manifiesto de Emergencia, Escritos, Tomo XI, vol. 2, Ed. Pluma).

Observen que Trotsky habla aquí algo muy parecido con la cita de Lenin de 1920. No están hablando solo de situaciones revolucionarias sino de las “condiciones en que una situación revolucionaria puede triunfar”, lo que incluye “un programa claro y una dirección firme de la vanguardia proletaria”. Trotsky alerta en esa misma cita que la principal razón de la derrota de muchas revoluciones es que esas condiciones no alcancen al mismo tiempo el “necesario grado de madurez”.

Es importante constatar también que Trotsky incorpora como uno de los elementos de una situación revolucionaria la evolución de la pequeño burguesía, que no estaba presente en las formulaciones de Lenin. Eso tiene importancia por reflejar la realidad de los procesos europeos, en los cuales la pequeño burguesía se dividía entre el fascismo y las posiciones revolucionarias.

8- En nuestra corriente, existen algunas interpretaciones equivocadas del pensamiento de Lenin y Trotsky sobre las definiciones [de] situaciones revolucionarias.

La primera es que, según Moreno, Trotsky después de 1917 definía la diferencia de las situaciones prerrevolucionarias y revolucionarias por la presencia o no de un partido revolucionario. O sea, existiría una situación prerrevolucionaria cuando existiesen todas las condiciones objetivas, pero faltase el partido revolucionario. Cuando existiese el partido revolucionario, sería una situación revolucionaria.

No encontramos esa definición en Trotsky. La referencia más próxima que encontramos, existente en el Programa de Transición, dice lo siguiente:

“La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situación prerrevolucionaria de la sociedad. El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación prerrevolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeñoburguesa, y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía”.

Evidentemente, aquí Trotsky está haciendo una referencia general a la época revolucionaria sobre el problema central de la superación de la crisis de dirección revolucionaria, sin ninguna preocupación en la determinación precisa de una situación de la lucha de clases nacional

No encontramos ninguna cita de Trotsky diciendo que lo que diferencia una situación de la lucha de clases nacional de prerrevolucionaria a revolucionaria es la existencia del partido revolucionario. Puede ser que exista y que no la hayamos encontrado.

Caso exista, sería una demostración de una incomprensión enorme de Trotsky sobre la realidad de los procesos revolucionarios. Sería la misma cosa que afirmar que no existen situaciones revolucionarias en el mundo en la medida en que no existen partidos revolucionarios que dirijan al proletariado.

No obstante, las citas que reproducimos arriba –de 1931 y 1940, largamente conocidas– dicen lo opuesto: que puede existir una situación revolucionaria sin partido revolucionario, y que “ese es el peligro que nos amenaza”.

De forma aún más categórico, en Historia de la Revolución Rusa” (1930), Trotsky afirma lo mismo. Después de definir las condiciones objetivas de la revolución afirma:

“El proletariado no puede, para la insurrección, impregnarse de la certeza indispensable de sus propias fuerzas sino en el caso de que frente a él se descubra una clara perspectiva, que si él tiene la posibilidad de verificar activamente las relaciones de fuerzas que cambian en su provecho, si siente por arriba de él una dirección perspicaz, firme y audaz. Esto nos lleva a la condición de la conquista del poder: al partido revolucionario, como vanguardia estrecha[mente] unida y templada de la clase” (El arte de la insurrección, Historia de la Revolución Rusa).

O sea, aquí Trotsky no diferencia una situación prerrevolucionaria de una revolucionaria por la existencia del partido revolucionario, pero plantea el partido revolucionario como la condición para la conquista del poder.

Enseguida después, él afirma:

“Gracias a la combinación favorable de las condiciones históricas, tanto interiores como internacionales, el proletariado ruso encuentra a su cabeza un partido excepcionalmente dotado de claridad política y de un temperamento revolucionario sin ejemplo: es eso solamente que permite a una clase joven o poco numerosa realizar una tarea histórica de envergadura nunca vista. En general, como testigo de la historia –la de la Comuna de París, de las revoluciones alemanas y austriacas de 1918, los soviets de Hungría y de la Baviera, de la revolución italiana de 1919, la crisis alemana de 1923, la revolución china de los años 1925-1927, de la revolución española de 1931– el eslabón más débil de la cadena de las condiciones ha sido hasta el presente el del partido: lo más difícil para la clase obrera es crear una organización revolucionaria que esté a la altura de sus tareas históricas. En los países más viejos y más civilizados, fuerzas considerables trabajan para debilitar y descomponer la vanguardia revolucionaria…

Si numerosas han sido las grandes crisis sociales y políticas, la coincidencia de todas las condiciones indispensables para una insurrección proletaria victoriosa y estable solo está a la vista hasta el presente en la historia una sola vez: en Octubre de 1917, en Rusia.

Una situación revolucionaria no es eterna. De todas las premisas de una insurrección, la menos estable es el estado de espíritu de la pequeña burguesía. En tiempo de crisis nacionales, esta marcha atrás de la clase que, no solamente por la palabra sino por la acción, le inspira confianza.

Capaz de sentimientos impulsivos, incluso de delirios revolucionarios, la pequeña burguesía no tiene resistencia, ella pierde fácilmente el coraje en caso de fracaso, y sus ardientes esperanzas caen en la desilusión. Son precisamente los cambios violentos y rápidos de sus estados de espíritu que dan una tal inestabilidad en cada situación revolucionaria. Si el partido proletario no es suficientemente resuelto para transformar en tiempo útil la espera y las esperanzas de las masas populares en una acción revolucionaria, el flujo es luego sustituido por el reflujo: las camadas intermedias sacan los ojos de la revolución y buscan un salvador en el campo opuesto. Tal como la marea alta, el proletariado arrastra tras de sí a la pequeña burguesía, en el momento de reflujo la pequeña burguesía arrastra a camadas importantes del proletariado. Tal es la dialéctica de las vacantes comunistas y fascistas en la evolución política de Europa de la posguerra”.

En el mismo sentido, Trotsky afirma en Stalin, el gran organizador de derrotas (1930):

“La marcha de los acontecimientos podría haber seguido otro camino durante una serie de años. Durante las revoluciones alemana de 1918 y húngara de 1919, en el movimiento del proletariado italiano de setiembre de 1920, en la huelga general inglesa de 1926, en la insurrección vienesa de 1927, durante la revolución China de 1925-1927, en grados diferentes y bajo formas diversas, se expresa siempre la misma contradicción política: en una situación revolucionaria madura, no solamente por sus bases sociales sino también, frecuentemente, por el estado de ánimo combativo de las masas, falta el factor subjetivo, es decir, un partido revolucionario de masas o, si este existe, carece de una dirección perspicaz y valiente”.

O sea, en estas citas Trotsky afirmó categóricamente –al contrario de lo que se dijo muchas veces en nuestra corriente– que existen situaciones revolucionarias sin partidos revolucionarios. Más aún, afirma que ese fue el motivo de las derrotas ocurridas en las otras revoluciones, a diferencia de la rusa.

9- La segunda interpretación equivocada contrapone las definiciones de Lenin sobre las situaciones revolucionarias (que serán apoyadas en elementos objetivos) y las de Trotsky (que tendrían un peso subjetivo mayor).

Eso es un error. Existe un amplio acuerdo entre esas citas de Trotsky y la de Lenin de 1915. Ambos definen las situaciones revolucionarias como una combinación de:

  • agravamiento de la crisis económica
  • crisis política y división de la burguesía
  • disposición del proletariado para acciones revolucionarias

Tanto Lenin como Trotsky apuntan condiciones objetivas como básicas para la definición de situaciones revolucionarias. Pero incorporan la posibilidad de una evolución desigual de las condiciones objetivas y subjetivas, con la presencia de una situación revolucionaria y al mismo tiempo, citan la necesidad de una dirección revolucionaria de masas, así como la posibilidad de su ausencia.

O sea, tanto uno como el otro definen las situaciones revolucionarias por las condiciones objetivas, pero explicitan que son necesarias condiciones subjetivas para que esas revoluciones sean victoriosas.

Solo para recordar, en las citaciones hechas, Lenin dice en la primera que: “Es el conjunto de esas alteraciones objetivas que constituye una situación revolucionaria”.

Y después afirma:

“Porque la revolución no surge en toda situación revolucionaria, sino solamente en los casos en que a todas las alteraciones objetivas arriba enumeradas se junta una alteración subjetiva, a saber: la capacidad, en lo que respecta a la clase revolucionaria, de conducir acciones revolucionarias de masa suficientemente vigorosas para quebrar completamente (o parcialmente) el antiguo gobierno, que no caerá jamás, incluso en época de crisis, sin ‘ser derrumbado’’”.

Trotsky dice exactamente lo mismo. Habla de las condiciones objetivas que definen una situación revolucionaria y, después, al enumerar las “condiciones básicas para el triunfo de la revolución proletaria” incluye “un programa claro y una dirección firme de la vanguardia proletaria”.

O sea, tanto uno como el otro definen las condiciones objetivas para la revolución como las situaciones revolucionarias y también las subjetivas como una de las condiciones para la victoria de la revolución.

10- La tercera interpretación errada, muy usada en nuestra corriente es una vulgarización de la cita de Lenin, diciendo que existe una situación revolucionaria en función de cualquier combinación de crisis política y ascenso de masas, porque “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”.

No obstante, para Lenin, “los de arriba no pueden” significa que “las clases dirigentes sufran una crisis gubernamental que arrastre a la política incluso a las masas más atrasadas… que reduzca el gobierno a la impotencia y torne posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios”.

Por otro lado, “los de abajo no quieren”, para Lenin significa que “la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos y políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella”.

Así, no se puede banalizar la definición de situación revolucionaria a partir de que “los de abajo no quieren, los de arriba no pueden”. Es necesario verificar si la situación de la lucha de clases corresponde al contenido de la definición leninista, y no solo a una frase que populariza esa categoría.

11- Volver a las definiciones de Lenin y Trotsky, en nuestra opinión, debe ser nuestra más importante baliza para el entendimiento sobre las situaciones revolucionarias. Son las bases para retomar nuestra elaboración sobre el tema.

II – Moreno y “Revoluciones del Siglo XX”

12- Ese texto –Revoluciones del Siglo XX (1984)– explica correctamente las revoluciones de posguerra y la de Vietnam, mostrándolas como revoluciones socialistas victoriosas dirigidas por partidos estalinistas. Ese tema puso en crisis a buena parte del trotskismo, que no conseguía entender que pasó partiendo de las elaboraciones anteriores de Trotsky.

Moreno reivindica la Teoría de la Revolución Permanente, pero también critica parte de las Tesis que la sintetizan.

“Esta segunda formulación de la teoría de la revolución permanente de Trotsky tiene esa extraordinaria virtud: una Teoría de la Revolución Mundial. Tiene la extraordinaria virtud de ver que, toda revolución democrático burguesa, si continúa, se transforma en socialista. Y si no [continua], se transforma en contrarrevolución.

Tiene el grave defecto de girar alrededor de los sujetos. Como dijo muy bien el compañero, en ese único sentido tuvo razón Preobazhensky.

Pero, en general, Trotsky tuvo razón: la revolución se dirigía hacia la revolución socialista. Preobazhensky opinaba que no.

Nosotros creemos que en estos últimos cuarenta años se produjeron fenómenos distintos a los que Trotsky vio, que nos obligan a comenzar a elaborar entre todos– o lo harán algunos de ustedes dentro de algunos años– una nueva formulación, una nueva forma de escribir la teoría de la revolución permanente, tomando todos los problemas. Tenemos que formular que no es obligatoria que sea la clase obrera y un partido marxista revolucionario con influencia de masas quien dirija el proceso de la revolución democrática hacia la revolución socialista. No es obligatorio que sea así. Al contrario: ocurrieron, y no está descartado que ocurran, revoluciones democráticas, que en el terreno económico se transformen en socialistas. Quiere decir, revoluciones que expropien a la burguesía sin tener como eje esencial a la clase obrera –o teniéndola como participante importante–, y no teniendo partidos marxistas revolucionarios y obreros revolucionarios en su frente y sí partidos pequeñoburgueses.

Concretamente, se dio una de las más importantes leyes del desarrollo desigual y combinado, que son esas desigualdades, y lamentablemente Trotsky no la aplicó. Trotsky volvió a equivocarse al poner un signo igual, [diciendo] “Revolución obrera = es hecha por la clase obrera = y por un partido marxista revolucionario”. Nuevamente cometió ese gravísimo error, de lógica formal, creyendo que todo es igual a todo, y no es desigual y combinado” (Crítica a las Tesis de la Revolución Permanente de Trotsky, palestra de Moreno en la Escuela de Cuadros del MAS, 1984).

13- Trotsky, en el Programa de Transición hace una afirmación famosa:

“¿Es posible la creación del gobierno obrero y campesino por las organizaciones obreras tradicionales? La experiencia del pasado demuestra, como ya lo hemos dicho, que esto es por lo menos, poco probable. No obstante no es posible negar categóricamente a priori la posibilidad teórica de que bajo la influencia de una combinación muy excepcional (guerra, derrota, crack financiero, ofensiva revolucionaria de las masas, etc. …) los partidos pequeñoburgueses sin excepción de los estalinistas, pueden llegar más lejos de lo que ellos quisieran en el camino de una ruptura con la burguesía. En cualquier caso, una cosa está fuera de dudas: aún en el caso de que esa variante poco probable llegara a realizarse en alguna parte y un “gobierno obrero y campesino” –en el sentido indicado más arriba– llegara a constituirse, no representaría más que un corto episodio en el camino de la verdadera dictadura del proletariado.”

14- Moreno, sobre esa declaración de Trotsky, dijo lo siguiente en el congreso de fundación de la LIT:

“Nosotros tratamos de acuñar una frase teórica que queremos que nos digan si es correcta o no: la realidad fue más trotskista de lo que los propios trotskistas habíamos pensado, porque el movimiento de masas fue tan poderoso, tan tremendo, tan colosal en el mundo entero que lo que Trotsky había escrito como una hipótesis condicional, excepcionalísima, fue la ley”.

O sea, Moreno opinaba que Trotsky se equivocó y que lo que pasó en la posguerra fue la expresión de una ley.

15- Fue un acierto importante de Moreno constatar que las revoluciones que expropiaron al capitalismo y ganaron nuevos Estados obreros en la posguerra no tenían al proletariado como sujeto social ni partidos revolucionarios como sujetos políticos.

No obstante, nos parece que fue equivocado proyectar la continuidad necesaria de ese proceso para el futuro. Más equivocado aún definir eso como “una ley”. Lo que la evolución posterior demostró fue que no se repitieron revoluciones socialistas victoriosas, dirigidas hasta ahora por partidos reformistas.

16- ¿Por qué había ocurrido en el pasado? Gran parte de esas revoluciones tuvieron origen directo en las condiciones objetivas y subjetivas generadas por la Segunda Guerra Mundial, que causaron desastres económicos y políticos aún mayores que la Primera Guerra.

Se abrieron posibilidades de toma del poder no solo en el Este europeo sino en Francia, Italia y Grecia, con las fuerzas armadas de los Estados burgueses destruidas y sus direcciones burguesas con fuertes crisis. El imperialismo europeo podría haber sido derrotado en países claves, lo que cambiaría el curso de la historia. Como sabemos, eso fue impedido por el estalinismo. Esas condiciones nunca más se repitieron.

Ocurrieron condiciones particulares también en las revoluciones cubana y vietnamita. En la cubana, el imperialismo americano cometió un error grave, como afirma Moreno, de seguir atacando la dirección de Castro luego de la derrota de la dictadura de Batista, obligando a Castro a avanzar en el sentido anticapitalista.

La última revolución socialista victoriosa bajo dirección reformista fue en Vietnam, también en condiciones extremadamente particulares, después de grandes traiciones del PC vietnamita en acuerdo con el imperialismo francés, y con la primera derrota militar del imperialismo yanqui en la historia.

17- Después de eso, existió una política sistemática del imperialismo de buscar integrar las direcciones reformistas en el mercado mundial capitalista (Angola, Mozambique, Nicaragua) y en la democracia burguesa. Eso ya era una práctica común de las burguesías en los procesos revolucionarios con, por ejemplo, la socialdemocracia.

Pero se extendió a otras corrientes reformistas armadas (como las guerrillas) y otros sectores. El imperialismo aprendió de sus derrotas.

Las direcciones reformistas estalinistas y socialdemócratas buscaron de todas las maneras evitar las revoluciones en todo el mundo. Eso se agravó aún más después de la restauración del capitalismo en el Este europeo [y] en China.

El resultado es que hace 45 años no existen más revoluciones socialistas victoriosas, aunque hayan habido revoluciones que llegaron a destruir las fuerzas armadas burguesas, como en Nicaragua, Angola y Mozambique.

18- Nosotros creemos, al contrario de la afirmación de Moreno, que Trotsky acertó. Incluso, como afirma Martín Hernández, Trotsky acertó doblemente: en primer lugar acertó que esa posibilidad podía darse, y en segundo lugar, que era altamente improbable. La demostración de eso es que ocurrió solamente en un periodo de 30 años y nunca más pasó.

Al contrario de lo que decía Moreno, esa no fue una “ley”. No fue una ley siquiera en esos 30 años de posguerra. En ese periodo, la mayoría absoluta de las revoluciones fue derrotada por la traición de las direcciones reformistas, comenzando por Francia e Italia enseguida después de a guerra, que podrían haber cambiado el curso de la historia.

Menos aún se trata de una “ley” con la cual podemos proyectar el futuro. Al contrario, reafirmamos lo que Trotsky decía. La posibilidad de nuevas revoluciones socialistas dirigidas por organizaciones reformistas es altamente improbable.

III – Moreno y las revoluciones de “febrero” y “octubre”

19- La sistematización de Moreno en Revoluciones del Siglo XX de las revoluciones como de “febrero” y “octubre” nos parece equivocada. La primera limitación se revela en la amplitud de la categoría “revoluciones de febrero”. Como solo ocurrió una revolución de octubre, con el proletariado como sujeto social y un partido revolucionario en su dirección (la de 1917 en Rusia), toda las otras revoluciones serían “de febrero”. Una categoría tan amplia, deja de ser una herramienta para el entendimiento de la realidad para transformarse en una fuente de confusiones.

Esa misma categoría incluye los “febreros que expropian” (revoluciones socialistas victoriosas dirigidas por organizaciones reformistas), las revoluciones que se enfrentan con dictaduras, y las revoluciones de “febrero recurrentes”, como las que ocurren contra democracias burguesas. O sea, todas las revoluciones ocurridas en el siglo XX y XXI, menos la de 1917.

¿Cuáles son las características comunes de esas revoluciones? Ninguna, a no ser la de no tener a su frente una dirección revolucionaria.

20- Para que todas cupiesen en esa definición, se consideró esas revoluciones como “inconscientes”. Si la conciencia se materializa en las instituciones que dirigen los procesos revolucionarios, esas revoluciones no tenían nada de inconscientes. ¿Cómo se puede definir así las revoluciones cubana y china que tuvieron direcciones claramente definidas a su frente?

21- La tentativa de crear la categoría “revolución de febrero” incurre en otro error grave. La revolución de febrero de 1917 fue una revolución democrática que tuvo como sujeto social al proletariado y puso en el poder un gobierno burgués. Eso pocas veces ocurrió en la historia posteriormente, con algunos ejemplos como Alemania de 1919 y Bolivia de 1952. No fue semejante a los otros procesos revolucionarios caracterizados por Moreno como “febreros”, que tuvieron al campesinado o a las masas populares urbanas como sujetos sociales.

22- Es preciso clasificar las revoluciones como parte del proceso de la revolución permanente, por sus características específicas, y no encuadrarlas en una única categoría general que no define nada.

Las revoluciones pueden iniciarse por un móvil inmediato contra la miseria de las masas, o por un objetivo democrático. Pueden ocurrir en países semicoloniales, coloniales o imperialistas. Pueden enfrentarse contra dictaduras o democracias burguesas. Pueden derribar regímenes (como las que derrumbaron la dictadura argentina en 1982, o en Túnez en 2011), o no derrumbar nada. Pueden tener como sujeto social al proletariado (como en las revoluciones bolivianas de 1952 y 1985), o al campesinado (como la china de 1949 y la ecuatoriana de 2000), o masas populares urbanas (como la Argentina en 2001, las de la primavera árabe o las actuales). Las revoluciones pueden ser victoriosas o derrotadas.

Todas ellas son parte del proceso de la revolución permanente, en que determinado objetivo inmediato se choca con la dominación capitalista, y puede o no evolucionar directamente hacia la lucha por el poder o ser desviada o derrotada por sus direcciones.

Esas caracterizaciones dan a las revoluciones mucho mayor definición que llamar a todas ellas de “febrero”.

23- Para realzar la importancia de la ausencia de la dirección revolucionaria en una situación revolucionaria no es necesario recurrir a la categoría “revolución de febrero”. Es más claro y preciso retomar las definiciones de Lenin (1915) y Trotsky (1931) discutidas anteriormente en este texto. O sea, discutir las situaciones revolucionarias sin direcciones revolucionarias.

La crisis de dirección revolucionaria refuerza la importancia de que la definición de las situaciones revolucionarias no esté vinculada necesariamente a la existencia o no de direcciones revolucionarias con influencia de masas.

En todas las revoluciones debemos incorporar la expresión precisa de la crisis de dirección revolucionaria, con la caracterización de su dirección reformista, nacionalista burguesa, islamista, centrista (u otras), o aún su carácter espontáneo.

También aquí, en el terreno fundamental de la dirección, no basta llamarlas “de febrero”, es preciso caracterizar qué dirección (o ausencia de dirección) tienen los procesos revolucionarios. Menos aún vale llamar a todas “revoluciones inconscientes”.

24- Las herramientas teóricas nos sirven para entender la realidad y armar nuestro programa. Las revoluciones son muy diferentes unas de otras. Buscar precisar sus características es parte integrante del necesario esfuerzo programático inicial –el entendimiento de las situaciones– para poder avanzar en el entendimiento de las tareas.

¿Cómo armar el mismo tipo de programa para tan diferentes tipos de revoluciones, si las generalizamos como “revoluciones de febrero”?

Las revoluciones que se chocan con dictaduras, por ejemplo, tienen un eje programático alrededor de su derrumbe. Nosotros tenemos un programa de transición para la revolución socialista, con centro estratégico en la dictadura del proletariado, pero armado alrededor del eje concreto de la lucha contra la dictadura burguesa.

Las revoluciones contra las democracias burguesas implican una armazón programática distinta, con un eje programático alrededor de un gobierno de los trabajadores (la forma de popularización de la dictadura del proletariado).

Definir esas revoluciones como “febreros recurrentes” alimenta una confusión que ya existió en sectores de la LIT [sobre] que se debe utilizar el mismo instrumental programático de los “febreros” contra las dictaduras en las revoluciones contra las democracias burguesas por ser “febreros recurrentes”.

Cuando encaramos las revoluciones como partes de la revolución permanente, con características definidas por su móvil concreto democrático (contra dictaduras o la dominación imperialista, por ejemplo) o mínimo, en países imperialistas o semicoloniales, etc., se hace más fácil definir un programa de transición para ellas.

25- Van a continuar ocurriendo revoluciones de todos los tipos. Ahora, con la situación que estamos viviendo en nivel internacional, vamos a tener más revoluciones ocurriendo en América del Norte, Europa, Medio Oriente, Norte de África, América Latina, etc. En muchas de ellas vamos a ver combinaciones inusitadas de elementos desigualmente desarrollados.

Como las revoluciones son muy diferentes unas de otras, es necesario un saludable y necesario estudio sobre cada una de ellas para precisar nuestras caracterizaciones y nuestro programa. La definición simplista de todas ellas como “febrero” más confunde que ayuda a nuestra armazón programática, y puede llevar a errores graves.

26- La generalización de los “febreros” como “febreros recurrentes” muchas veces nos lleva a la vulgarización de la categoría “revolución”. Por ejemplo, algunas veces llegamos a llamar a cualquier caída de un gobierno en el marco de la democracia burguesa por la movilización de masas como “revolución”.

Por ejemplo, en el Brasil, Moreno llamó a la caída de la dictadura militar: “revolución”. En nuestra opinión, no obstante, no hubo revolución, y menos aún una revolución victoriosa como dijo Moreno. Sobre este tema desarrollaremos más en otro texto.

Aquí solo queremos destacar la diferencia entre lo que ocurrió en el Brasil y la caída de la dictadura argentina, en que hubo una revolución victoriosa contra la dictadura. Hubo también revoluciones que sacudieron el Ecuador en 2000, la Argentina en 2001, y Bolivia en 2003, que pusieron a la democracia burguesa en crisis abierta. Juntar todo eso en la misma categoría “revolución” es un equívoco importante.

Exactamente en este momento, en que la situación mundial apunta hacia la posibilidad de nuevas revoluciones contra democracias burguesas, es importante valorizar la definición de “revolución”, para que no la confundamos con cualquier proceso de luchas y la caída de gobiernos.

Para nosotros sigue válida la definición citada en el inicio de este texto, cuando Trotsky habla de las revoluciones como aquellos momentos precisos y raros de la historia en que la consigna establecida se hace insoportable para las masas, y que ellas rompen las barreras que las separan de la política, derriban a sus representantes tradicionales. O sea, el momento de irrupción violenta de las masas en el gobierno de su propio destino.

27- Todo eso no implica negar la contribución de Moreno al marxismo, como es obvio. Ni en términos generales ni en este tema en discusión.

Incluso negando las categorías “febrero” y “octubre” es necesario rescatar las definiciones de Moreno que permanecen actuales:

  • la caracterización de las revoluciones que se chocan con dictaduras como parte de la revolución permanente y su consecuente eje programático contra las dictaduras. Esa elaboración permanece extremadamente válida, como se demuestra en las revoluciones del Norte de África y Medio Oriente. No es necesario llamarlas “revoluciones de febrero” para continuar usando esa base teórica y programática.
  • la comprensión de las revoluciones socialistas victoriosas que ocurrieron en el pasado dirigidas por organizaciones reformistas. Aquí tampoco es necesario llamarlas “febreros que expropian” para mantener ese aporte de Moreno a la comprensión de la revolución mundial.

IV – Las definiciones sobre las situaciones de la lucha de clases de Revoluciones del Siglo XX

28- Apoyado en la comprensión de las revoluciones de posguerra sin la clase obrera como sujeto social ni el partido revolucionario a su frente, Moreno desarrolla en “Revoluciones del Siglo XX” una nueva sistematización de las situaciones de la lucha de clases, distinta de las anteriores hechas por Lenin y Trotsky.

29- Moreno comienza por definir las grandes épocas:

  • revoluciones burguesas, que culmina en las revoluciones norteamericana y francesa en el final del siglo XVIII
  • reforma y reacción, el auge del capitalismo, de 1880 a 1914
  • época de revolución obrera y socialista –comienza con la Primera Guerra Mundial que demostró que el capitalismo –ya en su estadio imperialista– comenzaba a frenar el desarrollo de las fuerzas productivas y sentaba las bases para la revolución socialista. La revolución rusa de 1917 abre espectacularmente esa época mostrando a la clase obrera como la partera de esa nueva época.

30- Después, Moreno sistematiza las etapas de la lucha de clases en nivel mundial. Vamos a tomar este asunto en el segundo capítulo de este texto.

31- A partir de la constatación de los cambios ocurridos en la III etapa, Moreno cuestiona entonces la sistematización anterior de situación revolucionaria adoptada por Trotsky.

“Las revoluciones que se han dado en esta posguerra hasta el presente, no han cumplido con las cuatro condiciones que Trotsky definió para el triunfo revolucionario de octubre:

Las que lograron expropiar a la burguesía y construir un Estado obrero, no tuvieron como clase revolucionaria decisiva y de vanguardia al proletariado urbano o industrial. Fueron revoluciones que se desarrollaron en el campo, movilizando al campesinado y/o al proletariado rural y, después de una larga guerra de guerrillas, conquistaron las ciudades.

A su frente no hubo un partido obrero marxista revolucionario, sino partidos pequeñoburgueses o pequeñoburgueses burocráticos.

Es decir, las dos últimas condiciones definidas por Trotsky, el proletariado con voluntad revolucionaria y su partido marxista revolucionario, estuvieron ausentes en estas revoluciones triunfantes.

En cambio, se desarrollaron enormemente las dos primeras condiciones: la crisis del régimen capitalista, económica y política, y el vuelco a la izquierda, hacia las acciones revolucionarias de lucha contra el régimen, del pueblo en general.

Esto se dio porque en esta época la crisis de la burguesía ya no es aguda sino de corto plazo, como en el pasado. Ahora, la crisis de la burguesía es aguda pero también crónica y sin salida del régimen y el Estado burgués. Y en el terreno económico provoca una catástrofe que se extiende durante años y años, obligando a los explotados en general a luchar desesperadamente si no quieren morir físicamente de hambre.

De allí que estas revoluciones triunfen y lleguen hasta la expropiación de la burguesía, hasta el momento, en los países semicoloniales más débiles, que ya no tienen ninguna salida.

Como ya hemos definido, son revoluciones socialistas inconscientes, de febrero. Entran dentro de la definición leninista, más amplia que la de Trotsky: hay situación revolucionaria cuando los de arriba no pueden seguir gobernando como hasta entonces y los de abajo no quieren que sigan gobernando como hasta entonces.

Estas revoluciones de febrero triunfantes presentan una diferencia importante en relación con el febrero ruso. En este, la revolución de febrero fue encabezada y dirigida por el proletariado, lo que no ocurrió en las que estamos definiendo.

Junto con las dos condiciones ya señaladas, cabría agregar una tercera y cuarta condición para que estas revoluciones triunfen, siempre en el sentido de expropiar a la burguesía.

La tercera conclusión es que las masas populares movilizadas contra el régimen disminuyen, en el curso de esa movilización, a las fuerzas armadas burguesas y, con ellas, al Estado burgués. Si esta condición no se da, no puede haber expropiación de la burguesía.

La cuarta condición es que la situación sin salida se prolongue después del triunfo sobre el viejo régimen. Concretamente, que el imperialismo agreda de nuevo el régimen hasta forzar a la dirección pequeñoburguesa de la revolución a expropiar a la burguesía como medida defensiva para no ser aniquilada”.

32- Moreno constata que en lo que él llamó “III etapa” existieron revoluciones socialistas triunfantes sin que la clase obrera fuese su vanguardia y ni el partido revolucionario. Define esas revoluciones como “revoluciones de febrero que expropian”. Y a partir de ahí sistematiza las condiciones para una situación revolucionaria, como el desarrollo de la crisis del régimen capitalista, económica y política, y el giro a la izquierda del pueblo en general para acciones revolucionarias de lucha contra el régimen.

Moreno agrega dos condiciones para que esas situaciones revolucionarias evolucionen hacia la victoria: que ellas hayan destruido a las FFAA burguesas; y que el imperialismo siga agrediendo la revolución, empujando a la dirección reformista hacia la izquierda para evitar ser aniquilada.

33- A partir de ahí, Moreno comienza una nueva sistematización de las situaciones de la lucha de clases en la posguerra:

“Se han dado también, como hemos visto, situaciones revolucionarias que presentan las tres primeras condiciones definidas por Trotsky, pero no la cuarta. El mejor ejemplo es la revolución boliviana de 1952…

Finalmente, están las revoluciones que derriban un régimen contrarrevolucionario pero sin destruir a las fuerzas armadas ni el Estado burgués, como la argentina, la boliviana, la peruana, o la española de 1931, que se dan con las dos condiciones que son comunes a todas estas revoluciones de febrero: crisis crónica del régimen y la economía burguesa y movilización revolucionaria de las masas populares. Al no haber destruido las fuerzas armadas, estas situaciones revolucionarias no pueden conducir, de ninguna manera, a la expropiación de la burguesía, es decir, al triunfo de la revolución socialista.

Finalmente, cabe señalar que el hecho de que se hayan dado este tipo de situaciones y de revoluciones no niega la definición de Trotsky, la precisa como situación prerrevolucionaria y revolucionaria de octubre. En última instancia, estas nuevas situaciones y revoluciones siguen siendo pasos hacia los octubres que inevitablemente se volverán a dar. Es decir, a las revoluciones hechas por la clase obrera industrial y urbana como caudillo de las masas explotadas, y dirigida por un partido marxista revolucionario internacionalista”.

34- Aquí, Moreno sistematiza más claramente las situaciones revolucionarias y las diferencia entre “revolucionarias de febrero” y “revoluciones de octubre”.

Las de febrero serían las que cumplen las dos condiciones: crisis crónica del régimen y de la economía burguesa y movilización revolucionaria de las masas populares. Las de octubre serían las que tendrían a su frente a la clase obrera y el partido revolucionario.

35- Además, Moreno avanza hacia la definición de las situaciones prerrevolucionarias:

“Estas situaciones revolucionarias de febrero son precedidas por situaciones prerrevolucionarias, que podríamos denominar “prefebrero”. Estas situaciones prerrevolucionarias se dan cuando el régimen burgués entra en crisis y el pueblo rompe con él dejándolo sin ningún apoyo social. Son prerrevolucionarias cuando las masas populares logran unificar su odio al régimen en una gran movilización unificada en escala general, provocando que la crisis del régimen se convierta en total y absoluta”.

36- En la Carta a la dirección de Alicerce, Moreno avanza en su nueva sistematización de las situaciones de la lucha de clases:

“Estos hechos nos vienen llevando, desde hace años, a plantearnos la necesidad de encontrar otras definiciones de las situaciones revolucionarias y prerrevolucionarias. Creemos estar cerca de la solución del problema: las dos primeras condiciones de Trotsky (la crisis burguesa y el vuelco de la pequeña burguesía contra el régimen dominante) algunas veces han sido suficientes para originar situaciones revolucionarias, unas traicionadas por sus direcciones y otras, a pesar de esta, que llevaron al triunfo de la revolución.

S tuviéramos que sintetizar esta nueva definición nos encontraríamos con la vieja fórmula leninista “hay una situación revolucionaria cuando los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”.

Si esta definición es correcta, replantea la necesidad de dar una nueva [definición] de situación prerrevolucionaria, por una razón de peso: las condiciones de la situación revolucionaria tal cual la definimos tiene un condicionamiento menos que la vieja definición de Trotsky de prerrevolucionaria, ya que no ha sido imprescindible que la clase obrera sea la vanguardia y dirección para el triunfo de la revolución. ¿Cómo definir entonces las situaciones prerrevolucionarias que se dieron en esta posguerra, las que antecedieron a las situaciones o a los triunfos revolucionarios?

Un primer elemento para lograr avanzar en la definición es que tiene que ser con menos condicionamientos que los dos que hemos dado para definir la situación revolucionaria. Dicho de otro modo, tiene que ser menos que “una tremenda crisis del régimen y un vuelco masivo de la pequeñoburguesía contra el régimen”. Partiendo de este razonamiento creemos que podemos dar dos definiciones provisorias (insisto en lo de provisoria, porque acá estamos elaborando todos los días): una genética, es el paso intermedio de una situación contrarrevolucionaria o no revolucionaria en revolucionaria; otra estructural, una colosal crisis política, económica, del régimen. Quizás también cabría la de un vuelco masivo a la revolución de la pequeñoburguesía, aunque no haya una colosal crisis del régimen.

Volviendo a Lenin diríamos, es “cuando los de arriba ya no pueden y, si pueden, los de abajo no quieren”.

37- Después, sobre la categoría de crisis revolucionaria, en la carta a la Dirección de Alicerce, Moreno dice:

“Esta diferencia se traslada a la cuestión de la crisis revolucionaria. Para nosotros, cuando “se pierde el control de la situación” no estamos simplemente ante una situación revolucionaria, sino ante una crisis revolucionaria. Y eso es lo que ocurrió desde la manifestación de Rio de Janeiro.

Según la descripción que hacen ustedes, después de la votación en el parlamento, el gobierno salió mucho peor que antes de la votación, y que antes de la movilización. Si fueran consecuentes, deberían escribir que el gobierno “sigue perdiendo el control de la situación”. Pero si a todo el proceso que va desde la manifestación de Río hasta el presente lo definen como “situación revolucionaria”, nunca van a encontrar nada que se pueda definir como crisis revolucionaria. Porque precisamente crisis revolucionaria es cuando se pierde totalmente el control de la situación. Justamente por eso no puede perdurar mucho tiempo, semanas o, a lo sumo, dos o tres meses. Aunque es posible que también tengamos que modificar esta afirmación y que haya crisis revolucionarias muy prolongadas, quizás como lo que está pasando en Bolivia”.

38- Esta sistematización de las situaciones de la lucha de clases nos parece completamente equivocada. Ella lleva a enormes imprecisiones en las caracterizaciones de las situaciones. Y puede incluso inducir a serios errores programáticos, caso las utilicemos.

No es correcto definir las situaciones revolucionarias como “la crisis burguesa y el vuelco de la pequeña burguesía contra el régimen dominante”, o incluso en la popularización de Lenin “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”.

Eso abre una posibilidad de definir las situaciones de la lucha de clases como revolucionarias frente a cualquier crisis política de los gobiernos y ascenso de las masas.

Esa imprecisión se extiende a la definición de las situaciones prerrevolucionarias como: “una colosal crisis política, económica del régimen. Quizás también cabría la de un vuelco masivo a la revolución de la pequeñoburguesía, aunque no haya una colosal crisis del régimen.” O incluso: “cuando los de arriba ya no pueden y, si pueden, los de abajo no quieren.”

Este tipo de sistematización lleva a vulgarizar y tornar imprecisa la popularización de Lenin “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren”, y a partir de ahí ver situaciones prerrevolucionarias y revolucionarias en muchos lugares en que ellas no existen.

39- Nos parece un error también la definición de Moreno de crisis revolucionaria cuando “se pierde el control de la situación”, sin precisar de qué tipo de control se habla ni caracterizar la situación de las FFAA. En verdad, Moreno identifica en varias situaciones una crisis del régimen como una crisis revolucionaria, que es mucho más profunda.

Por ejemplo, durante la crisis política en el Brasil, en la votación de las directas en 1984, la movilización seguía bajo control de las direcciones burguesas y reformistas que la encaminaron hacia el parlamento, y después aceptaron la derrota. Las FFAA no estaban paralizadas como estuvieron en la caída de la dictadura argentina en 1982.

Nos parece que no existió crisis revolucionaria en ese momento, porque no había colapso de las instituciones del Estado burgués, incluyendo la parálisis o la división de las fuerzas armadas que caracteriza las crisis revolucionarias. Moreno confundió una crisis política del régimen con una crisis revolucionaria en que las instituciones del Estado están paralizadas.

Moreno repitió ese error al hablar sobre “crisis revolucionaria muy prolongada” y “crisis revolucionaria crónica” en Bolivia. 

La crisis revolucionaria es un momento en general muy corto de la lucha de clases en que la cuestión de la posibilidad de la lucha por el poder está planteada. No podemos equivocarnos en los criterios para definir ese momento tan especial en el cual se decide la victoria de la revolución o de la contrarrevolución.

40- Los procesos revolucionarios de la lucha de clases son grandes confrontaciones entre la revolución y la contrarrevolución, con resultado en general en abierto. No podemos encuadrar un proceso como “prefebrero” o “preoctubre” en sus inicios.

En realidad, tenemos que prepararnos siempre para revoluciones socialistas, con sus distintas características generales (móvil inmediato, país semicolonial o imperialista, sujeto social, burguesía, dirección del movimiento, etc.), así como sus diferentes coyunturas y situaciones.

Nosotros luchamos para que todas las revoluciones caminen en dirección a revoluciones socialistas. Eso significa que nuestra estrategia de construcción del proletariado como sujeto social y de un partido revolucionario deben estar presentes en todos los procesos, y eso queda sin ninguna centralidad al asumirse esa categoría de revoluciones “de febrero”.

En este sentido, la utilización de categorías, como “situación revolucionaria prefebrero”, podría inducirnos a graves errores programáticos, al dejar de lado la centralidad [y] el desarrollo de los sujetos social y político de la revolución que, en general, son los más atrasados en esos procesos.

41- Nos parece que es necesario constatar de este estudio sobre Revoluciones del Siglo XX que es un error definir las revoluciones a partir de las categorías de “febrero” y “octubre”. Es necesario retomar las caracterizaciones precisas de cada una de las revoluciones, como parte del proceso de la revolución permanente.

La sistematización de las situaciones de la lucha de clases contenida en Revoluciones del Siglo XX a partir de esas revoluciones “de febrero” y “octubre” también es incorrecta y nos lleva a errores en las caracterizaciones de los procesos revolucionarios.

A partir de esas constataciones, es necesario retomar los clásicos y actualizarlos para volver a tener una sistematización de las distintas situaciones de la lucha de clases.

VIII – Sobre los nuevos procesos revolucionarios

42- En la introducción de nuestro Programa de Emergencia, decíamos:

“Nosotros, trabajadores, estamos sufriendo los mayores ataques en un siglo. Los efectos sociales son semejantes a los de un gran terremoto y un tsunami al mismo tiempo…

Ni la pandemia ni la crisis económica son productos del acaso. Es el capitalismo que mata, a través del Covid. Es el capitalismo que trae desempleo y hambre, a través de sus crisis.

El capitalismo está llevando al mundo de regreso a la barbarie. La miseria actual es el capitalismo con barbarie del futuro: desempleo masivo, salarios miserables, sin ningún vínculo laboral…

Antes de la pandemia, ya existían varios focos de ascensos de la lucha de clases y procesos revolucionarios en el mundo, desde Chile, Colombia, Hong Kong, Irak y el Líbano.

En medio de la pandemia, una revuelta explotó en los Estados Unidos, tornándose el centro de las atenciones de todo el mundo. Ese es el símbolo de la bancarrota del capitalismo. Los Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, sacudido por un ascenso contra el racismo y la violencia policial, fuertemente radicalizado por más de 40 millones de desempleados por la recesión económica y más de tres millones de infectados por el Covid.

El capitalismo, que se presentaba al mundo como única salida para la humanidad, muestra su verdadera cara. La grande burguesía imperialista no consigue asegurar la mantención de la vida en su vidriera mundial. La dominación del capital fue cuestionada por un ascenso no visto hace décadas y décadas, con las masas norteamericanas en las calles exigiendo cambios radicales en sus vidas. Eso desmoraliza política e ideológicamente al capitalismo e impulsa las luchas de las masas en todo el mundo.

Es probable que estemos entrando en una nueva situación mundial, con fuerte polarización de la lucha de clases, que puede llevar a revoluciones y contrarrevoluciones. Pueden ocurrir golpes militares, como el que ocurrió en Bolivia. Hablamos de cambios bruscos de situaciones políticas, caídas de gobiernos y regímenes.

Pueden también ocurrir guerras entre países en función de las divisiones interburguesas. No es probable una nueva guerra mundial, por la brutal superioridad militar norteamericana. Pero pueden ocurrir nuevas guerras regionales.

La disyuntiva socialismo o barbarie vuelve a estar planteada con mucha fuerza”.

43- Aún en el Programa de Emergencia decíamos sobre las luchas contra las opresiones:

“Las luchas contra las opresiones son parte fundamental de los procesos revolucionarios en el mundo. No por acaso la revuelta contra el racismo en los Estados Unidos son un símbolo de las luchas en este momento.

La pandemia y la recesión afectan cualitativamente más a los trabajadores y los pobres. Y, entre ellos, aún más a los sectores oprimidos.

Los gobiernos estimulan el racismo, la xenofobia, el machismo, la LGBTfobia para dividir a los trabajadores y trabajadoras, para arrojar nativos contra inmigrantes, hombres contra mujeres, blancos contra negros.

Es preciso unir a los trabajadores en las luchas contra todo tipo de opresión. No se puede avanzar en la unidad de los trabajadores si no se lucha contra las opresiones que dividen a los trabajadores…”.

“Ya existían señales en los últimos años y un gran ascenso de las luchas de las mujeres, con movilizaciones gigantescas contra la violencia machista y por el derecho al aborto. En los procesos revolucionarios, la participación de las mujeres en la vanguardia es grande, por veces mayoritaria”.

44- en el Programa de Emergencia destacamos también el desastre causado por el capitalismo en el medio ambiente:

“El capitalismo destruye a los trabajadores y también la naturaleza. La producción capitalista movida por las ganancias consume muchos más recursos de la naturaleza que los que se pueden reponer, desde hace por lo menos medio siglo. Por eso tenemos el calentamiento global, la contaminación de los ríos y de la atmósfera, la reducción de las especies vivas.

El desmonte desenfrenado causa una destrucción de los equilibrios ecológicos y posibilita la mutación descontrolada de virus que antes estaban confinados en animales silvestres. Esa agresión contra la naturaleza es responsable por la aparición de las recientes epidemias como el ébola, el SARS, el MERS, y ahora el Covid-19.

El planeta camina hacia un colapso ecológico irreversible caso el capitalismo se mantenga. Nuevas epidemias surgirán después de la actual”.

45- Los procesos revolucionarios tanto del siglo XX como XXI se ha dado con los más distintos sujetos sociales y no necesariamente el proletariado. Eso ocurre y tiende a continuar ocurriendo en el siglo XXI, la mayor parte de las veces fueron las masas populares urbanas (en las revoluciones del Este europeo contra las dictaduras estalinistas, en el Norte del África y Medio Oriente en 2011, en la Argentina en 1982 y 2001) o el campesinado (en el Ecuador y Bolivia en 2003), para citar algunos ejemplos.

46- En la propuesta de documento político mundial para el congreso de la LIT, decíamos sobre los nuevos procesos revolucionarios en curso:

“Existe una tendencia a la polarización de la lucha de clases que, en sus extremos, provoca nuevos procesos revolucionarios en el mundo. La polarización de la lucha de clases genera inestabilidad política, lo que es lo opuesto de un periodo de calma en la lucha de clases, que lleva a estabilidad política. La polarización incluye momentos en que la burguesía está en la ofensiva y el movimiento de masas en la defensiva.

En otros momentos, el movimiento de masas está a la ofensiva y la burguesía a la defensiva. Existen también periodos en que los golpes de la revolución y contrarrevolución se chocan en grandes ascensos revolucionarios.

Estamos en un periodo excepcional de la lucha de clases, en que en algunos países del mundo semicolonial esa polarización condujo a nuevas situaciones revolucionarias.

47- Esos procesos han tomado, mayoritariamente, la forma de movilizaciones populares callejeras, combinadas muchas veces con enfrentamientos directos con la policía o las fuerzas armadas. En general, la clase obrera participa directamente de las movilizaciones, pero disuelta en el pueblo en general.

Mirando para atrás se puede constatar que esta también fue la forma mayoritaria que tomó el ascenso revolucionario iniciado en 2011, conocido como “primavera árabe”, así como las grandes movilizaciones que derrumbaron la dictaduras estalinistas en la década del ’90 del siglo pasado.

Fueron también las formas que tomaron los ascensos revolucionarios derrotados, contra la dictadura de Ortega en Nicaragua y contra el fraude electoral de JOH en Honduras.

48- Existen varios motivos para que esa sea la forma mayoritaria en que esos procesos revolucionarios se expresan. Existen modificaciones sociales causadas por la evolución del capitalismo en las últimas décadas, con un fuerte proceso de urbanización y avance de las grandes empresas en el sector agrícola. Eso llevó a una reducción del peso del campesinado en el campo y en el conjunto de la sociedad, con la proletarización de los trabajadores rurales. Además, se gestaron megalópolis en muchos países del mundo, con periferias miserables y explosivas.

49- El proletariado sufre duramente los efectos objetivos de los planes neoliberales con una fragmentación por la tercerización, precarización de los vínculos del trabajo.

La división es también provocada conscientemente por la burguesía estimulando la xenofobia, el machismo, la LGBTfobia.

Junto con eso, la acción de las burocracias sindicales y partidos reformistas provocan una desorganización real del proletariado y un retroceso incluso en su conciencia como clase en sí.

Eso se manifiesta también en la ausencia del proletariado como clase de vanguardia de los procesos revolucionarios.

50- Es importante marcar la durísima limitación de la crisis de dirección revolucionaria en todo ese proceso que se abre. La caída del aparato estalinista no fue seguida por el avance en la construcción de direcciones revolucionarias.

El espacio dejado por el estalinismo fue llenado por otras direcciones reformistas (como la socialdemocracia, direcciones feministas y de otros movimientos contra las opresiones), burguesas (islámicas, católicas, ultraderecha), anarquistas y horizontalistas.

Estas direcciones reformistas, muchas veces apoyadas en aristocracias obreras o sectores acomodados de la pequeña burguesía, ayudan a dividir a los trabajadores y derrotar sus luchas.

La ofensiva ideológica reaccionaria de la década del ’90 contra el socialismo (contra la revolución socialista, partido revolucionario, centralismo democrático) no fue superada hasta hoy.

Todo eso lleva a que en general primen los elementos iniciales de reorganización, con crisis de los viejos y nuevos aparatos, pero sin la gestación del nuevo, de la creación de nuevas direcciones revolucionarias.

Eso marca los déficits de los sujetos sociales y políticos de los procesos revolucionarios que continúan siendo el principal límite histórico de ese proceso.

51- Existen muchos motivos sociales, económicos y políticos para que los procesos revolucionarios exploten de la manera como está ocurriendo. Pero, a nuestro ver, la causa más importante es la crisis de dirección revolucionaria.

Existe un gran peso de espontaneidad en esas movilizaciones, que rompen los diques de las direcciones reformistas y su adaptación a los gobiernos de turno, pero al mismo tiempo sufren las consecuencias de la crisis de dirección revolucionaria.

Se demuestra a un tiempo la crisis de los regímenes ([de] las democracias burguesas como Chile, Ecuador, así como [de] los regímenes bonapartistas como Haití, Hong Kong, Líbano, Irak) y de las direcciones reformistas.

52- En nuestra opinión, como ya discutimos antes, sigue válida la afirmación de Trotsky en el Programa de Transición de que es altamente improbable la existencia de revoluciones socialistas victoriosas sin la clase obrera como sujeto social y partidos revolucionarios en sus direcciones.

Eso significa que esa realidad que constatamos de los procesos revolucionarios actuales, con masas populares en la vanguardia –y no el proletariado–, y sin dirección revolucionaria, apuntan a nuevas derrotas, caso no sean cambiadas esas características.

Nuestra estrategia sigue siendo la de tornar al proletariado el sujeto de esos procesos revolucionarios, buscando en cada momento la forma en que eso pueda concretarse.

No tenemos la estrategia guerrillera apoyada en el campesinado o en otros sectores sociales.

No pensamos que se pueda avanzar hacia la revolución socialista solo con movilización callejera, aunque ellas sean importantes y parte de las tácticas necesarias.

Nuestro proyecto puede resumirse sumariamente a la búsqueda de que el proletariado asuma el protagonismo de las luchas y acaudille a las masas explotadas, e imponga su dinámica de huelgas que caminen hacia una huelga general que cuestione el poder; de la construcción del doble poder, con organismos semejantes a los soviets; de la insurrección para la lucha por el poder.

Para eso es fundamental llevar al proletariado a sus luchas mínimas en defensa de sus condiciones de vida, asociadas a las luchas políticas contra las opresiones para unir a los[las] trabajadores, y la lucha política en general para poder acaudillar a los otros sectores explotados y oprimidos.

De la misma forma, nuestra estrategia permanente debe ser construir el partido revolucionario que dirija al proletariado en ese proceso. Para eso, además de luchas por la dirección de las luchas y en disputa de la conciencia del proletariado, llevar una batalla política, programática e ideológica contra las corrientes burguesas, reformistas y centristas.

O sea, reafirmamos nuestra estrategia de que sea el proletariado el sujeto social y el partido revolucionario el sujeto político de los procesos revolucionarios.

V – Volver a los clásicos para una sistematización de las situaciones de la lucha de clases

53- Antes de buscar esa sistematización, es importante recordar el alerta de Trotsky para la existencia de situaciones transitorias, cuya identificación puede tener gran importancia política:

“En el proceso revolucionario existen situaciones estables absolutamente no revolucionarias. Existen incluso situaciones notoriamente revolucionarias. Hay también situaciones revolucionarias (¡es preciso no olvidarlo!). Pero lo que existe sobre todo en nuestra época de capitalismo en descomposición son situaciones intermedias, transitorias: entre una situación no revolucionaria y una situación prerrevolucionaria, entre una situación prerrevolucionaria y una situación revolucionaria… o contrarrevolucionaria son precisamente estos estados transitorios que tienen una importancia decisiva desde el punto de vista de la estrategia política” (Adónde va Francia).

54- Además, es preciso recordar que las situaciones tienen una evolución desigual y combinada en sus características. Muchas veces no incluyen todos los elementos. Por ejemplo, la situación prerrevolucionaria en el Brasil determinada por las movilizaciones de junio de 2013, no incluía una fuerte crisis económica.

55- Las situaciones incluyen distintas coyunturas. Por ejemplo, en las situaciones revolucionarias existen coyunturas diferentes, con momentos de ofensivas de las masas y de retroceso. También en las situaciones no revolucionarias existen ascensos de las masas, pero que no cuestionan la estabilidad general.

56- Es fundamental, al definir las situaciones, precisar los momentos en que ellas cambian. Muchas veces, mantenemos por inercia la definición de las situaciones, cuando ellas ya cambiaron.

Las situaciones prerrevolucionarias pueden cambiar a no revolucionarias por la acción de las burguesías y de los aparatos reformistas, así como pueden evolucionar a revolucionarias. Las no revolucionarias pueden retroceder a reaccionarias o evolucionar a prerrevolucionarias. Pueden haber cambios bruscos, sin orden lineal, como retroceder de una situación revolucionaria a contrarrevolucionaria por un golpe militar. O pasar de una situación contrarrevolucionaria a una revolucionaria.

Esos cambios tienen consecuencias en las definiciones de las tareas, del programa y de la política concreta de los partidos.

57- Teniendo en cuenta esos alertas, veamos una propuesta de sistematización de las distintas situaciones de la lucha de clases, una a una.

58- Situación revolucionaria

Retomando las definiciones de situación revolucionaria elaboradas por Lenin en 1915 y Trotsky en 1931, eso significa:

  • crisis económica que agrave, más allá de lo común, la miseria de las masas y las lleve a la acción.
  • crisis política y división de la clase dominante, que lleva a una parálisis de su proyecto.
  • izquierdización de las clases medias que lleve a depositar esperanzas en un cambio radical, revolucionario.
  • la entrada en escena de las masas, incluyendo el despertar de los sectores antes inactivos para la lucha política contra el gobierno.

El proletariado –o la “clase revolucionaria”, como decía Lenin en 2015, que se plantea concretamente como sujeto de la revolución– busca la salida, no por los caminos de la vieja sociedad sino por el camino de las acciones por fuera del régimen, en dirección a la insurrección revolucionaria contra el orden existente.

Ese sujeto social de la revolución puede variar, como ha ocurrido en los últimos procesos revolucionarios, para masas populares en acciones callejeras.

Es el momento de las huelgas de ocupación, de las insurrecciones populares, de los enfrentamientos de masas en las calles con la policía y/o las fuerzas armadas.

Esa es la condición subjetiva más importante de una situación revolucionaria.

Esas condiciones objetivas pueden evolucionar en ritmo distinto de las subjetivas, o sea, de la formación de una dirección revolucionaria. De la misma forma, el sujeto social puede no evolucionar hacia el proletariado. Caso ese sujeto social no evolucione hacia el proletariado, así como en caso de que no se construya una dirección revolucionaria, no se darán, en los criterios de Lenin y Trotsky “las condiciones subjetivas para que la revolución sea victoriosa”. Eso significa que puede existir una situación revolucionaria sin la presencia de una dirección revolucionaria con influencia de masas. Esa fue la raíz principal de las derrotas de las revoluciones en el siglo XX, y ya está ocurriendo en el siglo XXI.

En esencia, podemos decir que en una situación revolucionaria puede estar puesto en cuestión el poder de la burguesía. Si la clase obrera –u otro sujeto social– podrá o no tomar el poder dependerá en mucho de la existencia o no de una dirección revolucionaria con influencia de masas.

Es fundamental que haya seriedad en el análisis de los elementos que componen esa caracterización, superando el objetivismo y la superficialidad de ver situaciones revolucionarias en cualquier combinación de ascenso de las masas y crisis política.

59- Dentro de una situación revolucionaria puede existir –o no– una crisis revolucionaria. Se trata de periodos excepcionales, en general cortos, en que las instituciones del Estado burgués entran en colapso. El conjunto de las instituciones –incluyendo el gobierno y las fuerzas armadas– está paralizado, y puede existir un doble poder.

Una crisis revolucionaria, por lo tanto, es cualitativamente diferente de una crisis política en el gobierno, o incluso en el régimen, aunque incluya tanto una como la otra. Se trata de una crisis del Estado con las instituciones del régimen paralizadas y las FFAA divididas.

Puede o no surgir el doble poder, la alternativa de poder de los trabajadores enfrentándose con el poder burgués. El ejemplo clásico es el periodo entre febrero y octubre en Rusia, con el doble poder expresado en los soviets.

Es en ese momento en que puede ser organizada una insurrección, dentro de lo que Trotsky describía como el “arte de la insurrección”.

Existieron otros momentos de crisis revolucionarias en las revoluciones en otros países. En Bolivia, por ejemplo, ocurrieron crisis revolucionarias en 1952, en 1985 y en 2003. En el Ecuador, ocurrió una crisis revolucionaria en 2003, cuando la movilización de masas derrocó el gobierno, dividió las FFAA y ocupó el congreso. Fuera de la revolución rusa, esas otras terminaron con derrotas cuando las direcciones del movimiento se negaron a tomar el poder.

60- Situación prerrevolucionaria

Es la situación menos sistematizada de todas. El elemento básico es que se trata de una transición entre una etapa no revolucionaria y otra revolucionaria. Pero eso aún es poco para una definición. Arriesgamos un esbozo, alrededor de las siguientes características:

  • crisis económica o una alteración de la economía que lleve a una penuria mayor para las masas y división de la burguesía.
  • Ascenso importante de las masas, acompañado de una  ruptura política con el gobierno el ascenso, no obstante, aun no incluye la disposición para acciones revolucionarias de las masas. Ese ascenso puede ser base para una caída de gobierno, y puede ser o no canalizado por la democracia burguesa. Caso sea canalizado, puede ser evitada una situación revolucionaria.
  • Crisis y división de la burguesía, pero sin parálisis del régimen democrático burgués o bonapartista.

O sea, podemos decir que en una situación prerrevolucionaria no está puesto en cuestión el poder de la burguesía, pero están madurando los elementos que van en ese sentido.

61- Situación no revolucionaria

La elaboración de Moreno, en nuestra opinión, sigue válida en este caso. Según él:

“Situación no revolucionaria es, pues, cuando las clases sociales no están enfrentadas en una lucha a muerte. Es una situación estable, de equilibrio. Solo se puede dar en forma prolongada si hay una buena situación económica que permite hacer concesiones a las masas. Por eso el régimen burgués clásico de estas situaciones es la democracia burguesa, donde los conflictos se dirimen pacíficamente en el parlamento”.

62- Situaciones reaccionarias

Son situaciones de estabilidad burguesa, en que la burguesía con métodos de democracia o bonapartistas consigue derrotar o anular al movimiento obrero y de masas.

63- Situaciones contrarrevolucionarias

La elaboración de Moreno sigue válida. Se trata de una situación de retroceso, con la clase obrera derrotada. La burguesía está unificada, y utiliza un régimen bonapartista con métodos de guerra civil, de terror de Estado contra la clase obrera, con represión directa contra sus organismos y su vanguardia. La pequeña burguesía apoya activa o pasivamente la dictadura.

64- Queremos alertar una vez más sobre la necesidad imprescindible del análisis y caracterización de las situaciones concretas vividas en cada país. La sistematización propuesta arriba es solo una referencia para entender las diferentes situaciones. Pero es necesario, antes que nada, evaluar la realidad concreta, que seguramente será mucho más rica e incluirá elementos nuevos y distintos de la sistematización propuesta.

VII – Sobre las etapas de la lucha de clases en nivel nacional

65- No existe en la tradición marxista la caracterización de etapas de la lucha de clases, ni en nivel internacional ni en nivel nacional. Se trata de una elaboración de Moreno. Antes de la década de 1980, Moreno usaba indistintamente las categorías etapa y situación de la lucha de clases en nivel nacional.

En Revoluciones del Siglo XX, él dice:

“Por ejemplo, en esta etapa de revolución inminente que vivimos en nivel mundial desde 1943, muchos países atravesaron o atraviesan etapas contrarrevolucionarias en nivel nacional (Indonesia, o el Cono Sur latinoamericano, la URSS, etc.). Otros países se mantuvieron en etapas de poca lucha de clases, de equilibrio en la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía, quiere decir, etapas no revolucionarias (casi todos los países imperialistas y muchos semicoloniales). Y otros que ya mencionamos, finalmente, que son los que marcan la dinámica, el signo de la etapa revolucionaria, atravesaron etapas revolucionarias que llevaron al triunfo de la revolución que fue abortada o congelada, o que fue derrotada.

De la misma forma, dentro de una etapa podemos encontrar diferentes tipos de situaciones. Una etapa revolucionaria no puede dejar de serlo si la burguesía no derrota duramente, en la lucha, en las calles, el movimiento obrero. Sin embargo, la burguesía, si tiene margen, puede maniobrar, puede convencer al movimiento obrero de que deje de luchar. Así se abriría una situación no revolucionaria, sin embargo la etapa continuaría siendo revolucionaria, porque el movimiento obrero no fue derrotado”.

66- Ya tocaremos la sistematización de etapas y situaciones en nivel internacional en el próximo capítulo.

Sobre el tema de las etapas nacionales, nos parece que es equivocado trabajar con esas categorías.

66- En primer lugar, nos llama la atención su inexistencia en la tradición marxista. No encontramos ningún ejemplo de su utilización por Lenin y Trotsky. Nuestros maestros utilizaron las tres categorías que, en nuestra opinión, son suficientes para entender los distintos momentos de la lucha de clases:

  • la época imperialista, de guerras y revoluciones. Tal vez sea mejor caracterizar como guerras, revoluciones y contrarrevoluciones.
  • Las distintas situaciones de la lucha de clases, que expresan una determinada relación de fuerzas
  • Las coyunturas, dentro de las situaciones.

68- En segundo lugar, la “etapa” es una categoría bastante imprecisa.

Cuando Moreno la justifica se refiere a que las etapas expresan relaciones de fuerzas entre las clases que se mantienen por tiempos mayores que las situaciones y, de cierta manera, las condicionan.

Pero, ¿cómo medir esa relación de fuerzas si no fuera con el mismo criterio con el cual medimos las situaciones (la economía, la evolución de la burguesía, de las clases medias, del proletariado)?

Si es con el mismo criterio, ¿no estaremos evaluando las situaciones y no las etapas? Si no es con el mismo criterio, ¿cuál es entonces la forma de evaluar la relación de fuerzas “que se mantiene por más tiempo”? En realidad, la evaluación de la relación de fuerzas entre las clases, que determina la caracterización de las situaciones, es la única que es posible medir a través de las luchas, de las crisis, de los procesos objetivos y subjetivos.

Nos parece que usar esa categoría “etapa” nos lleva inevitablemente a una imprecisión y enorme subjetividad en la definición de sus criterios. Las “etapas” fluctúan por arriba de las situaciones de manera imprecisa, llevando a evaluaciones subjetivas e imprecisas, que no ayudan a entender la realidad y armar nuestros programas.

Por veces, esa categoría fue usada con un esquema, como una “etapa revolucionaria” que se mantiene por 15, 20 años, generando una expectativa permanente de que la situación no revolucionaria existente rápidamente va a tornarse en revolucionaria. Y eso puede llevar muchos años para ocurrir. Pueden pasar situaciones no revolucionarias e incluso reaccionarias por décadas, que queden mal caracterizadas porque están subordinadas a una misteriosa “etapa revolucionaria”.

69- Esa categoría puede ser confundida con situaciones de lucha de clases que se extienden por mucho tiempo (a veces por décadas), como en situaciones no revolucionarias en algunos países imperialistas.

Pero para responder a esa realidad no es necesario crear unas nuevas categorías que tienen tanto grado de imprecisión.

70- O, incluso, la “etapa” puede ser confundida con características particulares de algunas situaciones de la lucha de clases, que alcanzan o no conquistas determinadas.

El impacto, positivo o negativo, de las diversas situaciones en la conciencia de las clases sociales y en los avances y retrocesos en las superestructuras (por ejemplo, en las libertades democráticas), afectan por veces las situaciones que vienen a seguir.

Por ejemplo podemos diferenciar las situaciones de la lucha de clases en el Brasil y la Argentina para explicar lo que queremos decir.

En la Argentina, la dictadura militar fue derrocada por una revolución que puso en fuerte crisis a las FFAA en 1982. Además, existió en la Argentina una revolución que se enfrentó con las instituciones de la democracia burguesa en 2001.

En el Brasil, no hubo una revolución política victoriosa que derrocara a la dictadura. Hubo una gran crisis política, grandes movilizaciones que fueron canalizadas por la oposición burguesa hacia el parlamento. Pero no hubo una revolución victoriosa que haya derrocado la dictadura (al contrario de la evaluación hecha en aquel momento por Moreno). Eso ayudó a preservar las FFAA en el Brasil, y esa es una de las explicaciones de la victoria electoral de Bolsonaro, un militar defensor de las torturas en el Brasil, lo que sería imposible en la Argentina.

Además, existió en Argentina una revolución contra la democracia burguesa en 2001, lo que tampoco ocurrió en el Brasil.

Esa es una explicación de las diferencias específicas entre las situaciones de la lucha de clases en la Argentina y en el Brasil que no necesita de una misteriosa “etapa revolucionaria” desde 2001 hasta los días de hoy que señale las distintas situaciones de la lucha de clases en la Argentina en estos casi veinte años.

71- Existe una relación entre las diversas situaciones internacionales y nacionales, que abordaremos en un capítulo posterior, que también influyen sobre la permanencia o no de características de las situaciones nacionales.

Por ejemplo, un período de ascenso de la economía capitalista mundial –como en el período inicial de la globalización– afecta directamente la situación internacional y las distintas situaciones nacionales. De la misma forma, ocurre con un período de crisis económica internacional.

72- Las caracterizaciones sirven para armar nuestras tareas y, si erramos en una tendemos a errar en la otra. Nos parece que la categoría de las etapas, en luchar de ser una herramienta útil en el entendimiento de la realidad, se transformó en un esquema que no ayuda en la formulación de nuestro programa y de nuestras tareas.

Por eso, decimos que nos parece más adecuado usar las categorías tradicionales del marxismo sobre época, situaciones y coyunturas. Y, más que las categorías, usar el necesario análisis y caracterización criteriosa de la realidad.

Capítulo 2 – Sobre las etapas y situaciones internacionales

VII – Tenemos una tradición errada de evaluaciones sobre la situación internacional

73- Estamos en la época de la decadencia del capitalismo, de guerras y revoluciones y contrarrevoluciones. Esa caracterización, que es patrimonio del marxismo, sigue siendo absolutamente válida. 

74- No existe una sistematización por Lenin y Trotsky de las distintas situaciones de la lucha de clases en nivel internacional como existe para las situaciones nacionales. Incluso sin tener definiciones acabadas del conjunto de las diferentes situaciones, las definiciones sobre las situaciones revolucionarias de Lenin y Trotsky ayudan a señalar las características de las otras situaciones. Pero eso no existe con ese grado de precisión en relación con las situaciones internacionales de la lucha de clases.

75- La lógica de las revoluciones, a pesar de ser parte de un proceso internacional, es la de chocarse contra un Estado nacional cuando se plantea el problema del poder. Es fundamental la definición de las situaciones de la lucha de clases en nivel nacional porque de ella se derivan las tareas, programa y política de los partidos revolucionarios que luchan por el poder en escala de un país concreto.

Esa misma lógica no se aplica, con la misma dimensión, para la definición de las situaciones de la lucha de clases en nivel internacional. Es fundamental entender la realidad mundial para la elaboración sobre las situaciones de cada país. Pero no existe un Estado a nivel internacional. No existe la misma lógica de definición de las tareas a partir de la situación mundial como de las nacionales. Por ejemplo, cuando definimos una situación en nivel nacional como prerrevolucionaria, de eso se originan tareas, como el desarrollo de organismos de doble poder. No existe esa misma lógica con la definición de las situaciones de la lucha de clases en nivel internacional.

Lo que es fundamental extraer del análisis de la situación mundial son las tendencias generales de la economía, de las relaciones entre los Estados, de la lucha de clases, que condicionan las situaciones nacionales. Son esas tendencias que van a reflejarse de manera desigual en cada país, con combinaciones particulares y muchas veces contradictorias.

Por eso, la herramienta esencial en el entendimiento de la situación mundial es definir esas tendencias. No es llegar a una categoría mágica que apunte a un “signo” que nos exima de la necesidad de analizar tanto la situación mundial como sus reflejos contradictorios en cada país.

76- Eso coloca un problema complejo a ser resuelto, que es cómo entender las distintas realidades que ocurren en nivel mundial, dentro de la época definida como de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones desde el inicio del siglo XX.

77- Moreno buscó resolver ese problema haciendo una sistematización de esas etapas de la lucha de clases en nivel mundial. Moreno define las etapas mundiales de la lucha de clases dentro de esa época:

  • la primera etapa de ofensiva revolucionaria de la clase obrera –1917-1923– que se inicia con la revolución rusa y sigue con otras en Alemania, Hungría, China, etc.
  • la segunda etapa de la contrarrevolución burguesa –de 1923 a 1943–, con el triunfo del fascismo en Italia y el nazismo en Alemania, la derrota de la revolución española y la victoria del estalinismo en la URSS.
  • La tercera etapa, iniciada en 1943 con la derrota del nazismo en Stalingrado, siguiendo con las revoluciones victoriosas en el Este europeo, China, Cuba y Vietnam.

En 1981, Moreno abrió la hipótesis de que se estuviese abriendo una nueva etapa, que sería la cuarta. Esa sería la etapa del trotskismo, de la superación de la crisis de dirección revolucionaria y de nuevas revoluciones de octubre. En la tesis VIII de Actualización del Programa de Transición (¿Se abre la etapa del trotskismo?), Moreno después de describir los procesos revolucionarios en curso y la posibilidad de entrada en escena de los proletariados norteamericano y soviético, plantea esa duda:

“Si estas tendencias se confirman, fundamentalmente la crisis crónica y acelerada de los Estados obreros burocratizados y del estalinismo, junto con una intensificación del ascenso revolucionario, se habrá abierto la época del trotskismo, de la superación de la crisis de dirección del proletariado, por nuestra transformación en partidos con influencia de masas. Se abriría así, por lo tanto, la época de las nuevas revoluciones de octubre triunfantes”.

78- Dentro de esas etapas, Moreno definió situaciones de la lucha de clases. La más usada por nuestra corriente fue la de “situación revolucionaria”.

79- Nos parece que esas sistematizaciones sobre la realidad mundial, tanto sobre etapas como sobre situaciones –en particular la famosa “situación revolucionaria”– están equivocadas.

Vamos a desarrollar aquí una evaluación crítica de esas sistematizaciones y, con la misma metodología con que encaramos la discusión sobre las situaciones nacionales vamos a buscar discutir las distintas realidades mundiales. O sea, recurriendo al cúmulo de las resoluciones de la III Internacional en sus cuatro primeros congresos, así como a las elaboraciones de Lenin y, en particular, a las de Trotsky.

IX – Sobre las etapas de la lucha de clases en nivel mundial

80- Reivindicamos el texto de Fel., JR. y Caps (“Sobre las etapas”) que se contrapone a la sistematización de Moreno sobre las etapas. Ellos demuestran que dentro de cada una de esas etapas definidas por Moreno existieron grandes periodos de la lucha de clases con señales opuestas, que no podrían ser englobadas en la misma definición de relación de fuerzas mundial.

Reivindicamos también el cuestionamiento hecho por los compañeros sobre la definición del “signo” de la etapa, que predeterminaba un determinado resultado de la lucha entre revolución y contrarrevolución.

Eso directamente se contrapone al marxismo. La lucha de clases no tiene un resultado predefinido y, por lo tanto, no existen los “signos” de la etapa.

La gran confusión en que nos metimos por años para definir el “signo de la IV etapa” muestra eso.

Hasta puede ser que podamos usar evaluaciones de períodos más largos de la lucha de clases mundial. Pero eso tendría que ser con una metodología de análisis y caracterizaciones rigurosos. Y, además, con una visión más histórica, mirando hacia atrás, y no como un instrumento de caracterización actual y apuntando perspectivas.

No vamos a extendernos en este tema por concordar con el texto de Fel. y JR.

X – Sobre las situaciones de la lucha de clases en nivel internacional

81- ¿Cómo, entonces, se puede apuntar las tendencias de la lucha de clases predominantes en diferentes periodos de la lucha de clases en el siglo XX y en ese inicio del siglo XXI?

Partimos de la negación de lo que utilizamos en nuestra corriente por décadas, la famosa “situación revolucionaria”. En primer lugar por la metodología objetivista y superficial con la cual construimos los elementos de análisis de la realidad que sostuvieron muchas veces esa caracterización. En segundo lugar, por el error de sustituir el análisis criterioso de la realidad por esquemas, y a partir de ahí buscar encajar la realidad. Vamos a discutir el tema extensamente más adelante.

82- Queremos detenernos en el congreso de 1985, de fundación de la LIT, en el cual esa categoría “situación revolucionaria mundial” tuvo mucho peso y fue tema de polémicas importantes.

83- El Manifiesto de la LIT, votado en ese congreso tiene una estrategia global correcta de construcción de una internacional revolucionaria apoyada en las luchas del proletariado, enfrentándose con las direcciones reformistas. Hace una caracterización de la miseria de las masas absolutamente correcta y actual. Además, denuncia a las direcciones reformistas del “Frente por la Paz Social y la Democracia”, expresado con fuerza en aquel momento en el acuerdo de Contadora, que nos diferenció categóricamente de la mayoría absoluta de la izquierda mundial reformista y centrista.

84- No obstante, el Manifiesto tiene errores graves, materializados centralmente alrededor de esa caracterización de “situación revolucionaria mundial”.

Moreno, en su informe sobre las Tesis en el congreso de fundación de la LIT, en 1985, dijo:

“Y hoy nosotros decimos que la situación revolucionaria actual es más grande que la definía Lenin en 1915, infinitamente más grande”.

Veamos punto por punto lo que consideramos errores graves del Manifiesto.

85- En primer lugar, las Tesis del Congreso se basaban en una equivocada caracterización de la economía mundial.

El Manifiesto hace una evaluación correcta del pasado:

“Desde 1968 hemos sufrido tres crisis, cada una más fuerte y generalizada que la anterior. En la primera de ellas hubo seis millones de desocupados en los países adelantados. En la segunda, en 1974, quince millones, y en la tercera, que dura hasta hoy, hay treinta y cinco millones sin trabajo, solo en los países más industrializados.

Los periodos de recuperación económica entre una y otra crisis fueron cada vez más breves, mientras los periodos de depresión y recesión se hicieron más largos y profundos”.

A partir de ahí, el Manifiesto hace esta caracterización:

“La crisis económica se ha hecho crónica, permanente, y sus efectos son y serán cada vez peores”.

En realidad, la evaluación desde el final de la década del ’60 descrita en el Manifiesto, correspondía a la onda decreciente de la economía mundial pos final del boom de posguerra. No obstante, exactamente en la década del ’80 cuando se escribió el Manifiesto, estaban siendo aplicados los planes neoliberales que abren la fase ascendente de la economía mundial llamada “globalización”. Eso es ignorado, no solo en su sentido más general como también en la subestimación de los elementos ya presentes en la realidad, como la recuperación de la economía de los EEUU y la aplicación de los planes neoliberales ya en curso.

Todo el final de la década del ’80 luego del congreso, así como la década siguiente en los años ’90 serán marcados por una fase ascendente de la economía imperialista, a contrario de lo previsto en el Manifiesto.

Esa caracterización de “crisis económica” se extendió por años y años en la LIT, llevando a que dejásemos de ver no solo la onda larga ascendente sino también los ciclos cortos de la economía capitalista, en sus fases de ascenso y decadencia. Estaba “todo explicado” con la “crisis crónica”. Más una categoría equivocada, en nuestra opinión.

86- En segundo lugar el Manifiesto ignora el proceso de restauración capitalista comenzado en los años ’70 en China, con Deng Xiao Ping. Exactamente en el año en que ocurrió el congreso, en 1985, llegaba al poder Gorbachov en la Unión Soviética. Después de muchos años, vinimos a caracterizar ese año como el de cambio en el carácter de Estado de la URSS, y de inicio de la restauración del capitalismo en el país.

No teníamos cómo, en aquel momento, evaluar el proceso de restauración capitalista en la URSS, pero el de China podía ser caracterizado y [haber] alertado sobre lo que podía ocurrir en la URSS. Pero eso fue simplemente ignorado en el Manifiesto.

87- En tercer lugar, el Manifiesto sobreestima el ascenso en todo el mundo, a comenzar por la definición con que empieza: “Una insurrección de masas conmueve el mundo”.

Existe una sistemática sobreevaluación de los ascensos y una subevaluación de las derrotas.

Por ejemplo, ya había ocurrido la derrota de la huelga de 16 meses de los mineros en Inglaterra, que inaugura la serie de derrotas que posibilitan la implementación de los planes neoliberales en Europa. Ese episodio es evaluado así en el Manifiesto:

“Decenas de miles de mineros británicos, organizados en piquetes que hicieron retroceder a la policía, con sus mujeres en primera fila de la lucha, acosaron a la Thatcher durante un año de huelga. Lo trabajadores y sectores de la clase media británica se solidarizaron con ellos, ferroviarios y portuarios los apoyaron combativamente. Solo la traición de la burocracia de la central sindical TUC y del Partido Laborista impidieron que la Thatcher cayera, pero los traidores quedaron muy golpeados. La huelga minera fue el más duro ataque de clase que haya sufrido gobierno imperialista alguno desde la revolución portuguesa de 1974. La Thatcher no cayó pero ha quedado herida de muerte”.

88- El acuerdo de Contadora, amplia y correctamente denunciado en el Manifiesto, llevó a la derrota del proceso revolucionario en América Central, encaminando todo el proceso hacia la democracia burguesa. No obstante, el Manifiesto hace la siguiente evaluación:

“El criminal objetivo del “Frente por la paz social y la democracia” no logra imponerse, a pesar de que la mayoría de los partidos y dirigentes reconocidos por las masas son sus mejores propagandistas y ejecutores. Contadora fracasa. La revolución sigue en ascenso. Reagan no ha podido someter al pueblo nicaragüense. La guerrilla golpea duro en El Salvador”.

89- En el Manifiesto se expresa uno de los mayores equívocos en la elaboración de Moreno, la famosa “ley del bombero loco”:

“El imperialismo fracasó en su intento de contener la revolución mundial. Mantiene su contraofensiva, pero ella ha producido un efecto opuesto al que esperaba. La situación revolucionaria no retrocede: se hace más violenta, explosiva, y se extiende. Las tensiones sociales y políticas aumentan a niveles nunca vistos. Se cumple la “ley del bombero loco”, que trata de apagar el fuego con gasolina. Cada incendio revolucionario que el imperialismo intentó aplacar produjo el estallido de otro mucho más intenso, por empuje de las masas movilizadas”.

Esa “ley” no existe. Cada una de las ofensivas del imperialismo precia ser evaluada en toda su importancia. Eso es lo opuesto de lo que recomendaba Lenin sobre la necesidad de evaluación precisa de las fuerzas del enemigo. Esa “ley” llevó a graves errores de pronósticos, como los que citamos sobre Inglaterra y América Central.

90- El Manifiesto incluye otro error, de la misma gravedad o peor aún. Existe una subestimación del papel de las direcciones traidoras, de la crisis de dirección revolucionaria, con la caracterización de la existencia de un “vacío de dirección”.

“La crisis de las viejas direcciones traidoras deja un enorme vacío. Millones de explotados que luchan buscan en todas direcciones cómo organizarse y detrás de qué programa marchar; y no encuentran nada”.

Ese “vacío” sería ocupado por nuevas direcciones, que rápidamente se desgastan:

“El vacío de dirección sigue existiendo, no hay una dirección obrera internacionalista reconocida por las masas en lucha a nivel mundial. Pero es llenado, parcial y transitoriamente, en algunos países o regiones, por esas nuevas direcciones de los nuevos procesos revolucionarios. Sin embargo, la crisis de dirección no se soluciona. Rápidamente esas nuevas direcciones defeccionan, los luchadores revolucionarios se apartan de ellas y nuevamente se produce el vacío de dirección.”

Esa es una caracterización equivocada. No existen los “vacíos”. La crisis de las direcciones reformistas es ocupada por corrientes burguesas o por nuevos sectores reformistas o centristas, que pueden ser más frágiles que las direcciones anteriores pero son mucho más fuertes que las direcciones revolucionarias.

La subestimación del papel de las direcciones contrarrevolucionarias tuvo como consecuencia un error objetivista, claramente presente en el Manifiesto, que llevó al siguiente pronóstico:

“Las nuevas direcciones no proletarias que coyuntural y parcialmente intentan llenar el vacío de dirección seguirán rápidamente el camino del maoísmo y el guevarismo. Los honestos luchadores y revolucionarios que hoy confían en ellas y las masas explotadas que las siguen, las abandonarán en pocos años. Sus defecciones y capitulaciones se harán cada día más evidentes. La crisis del mundo capitalista imperialista y la avalancha imparable de nuevas insurrecciones las desenmascaran cada día que pasa.

Estas nuevas direcciones apuestan su gran prestigio a frenar y desviar la revolución mundial. Pero esta les empieza a pasar por encima. Amplios sectores del movimiento de masas ya han comenzado a desobedecer su disciplina, porque ven que se le puede ganar al imperialismo, que se le está ganando, y quieren seguir hasta el final, hasta derrotarlo en todo el mundo.”

Esa evaluación objetivista llevó a errores serios en los pronósticos sobre la lucha de clases, como en el de Contadora. Además, abrió espacio a la expectativa de una rápida superación de la crisis de dirección revolucionaria y masificación de los partidos revolucionarios. Eso está presente en el propio informe de Moreno en el congreso, en el que hace un enorme elogio a los representantes de las corrientes guerrilleras de Colombia, presentes en el congreso. Una corriente del reformismo armado, como el propio Moreno definiría después, estuvo presente en el congreso de la LIT [y] fue reivindicada por Moreno.

91- Fue esa combinación de graves errores de análisis y caracterización, como la dinámica de la economía mundial, una sobreestimación del ascenso de las masas, subestimación de la crisis de dirección revolucionaria, subestimación de la contraofensiva imperialista que dio base a la comprensión de la “situación revolucionaria mundial” definida en el congreso de 1985.

Basta mirar críticamente los documentos de ese congreso y comparar con la realidad de las décadas del ’80 y el ’90 para concluir que se trataba de una caracterización globalmente equivocada.

Más aún, encontramos allí un error metodológico para la evaluación de las situaciones de la lucha de clases. Fue incorporada una metodología objetivista, con esa característica de sobreestimar los avances de las luchas y subestimar el peso de las direcciones. Eso se repetirá de forma aún más grave después de la muerte de Moreno, como en las “tesis del ’90”.

92- Existe un cita de Lenin en que se caracteriza la situación europea como revolucionaria:

“En una palabra, una situación revolucionaria es un hecho en la mayor parte de los países avanzados y de las grandes potencias de Europa. En este sentido, los pronósticos del Manifiesto de Basilea han sido plenamente confirmados. Negar esta verdad directa o indirectamente, o ignorarla, como han hecho Cunow, Plejánov, Kautsky y Cía., es faltar gravemente a la verdad, es engañar a la clase obrera y servir a la burguesía. En Sotsial-Demokrat (núms. 34, 40 y 41) citamos hechos que muestran que la gente que teme la revolución, los curas cristianos pequeñoburgueses, los Estados Mayores y los periódicos de los millonarios, se ven obligados a reconocer que hay síntomas de una situación revolucionaria en Europa. ¿Se prolongará mucho tiempo esta situación? ¿Hasta qué punto seguirá agravándose? ¿Terminará en una revolución? No lo sabemos, nadie puede saberlo. La respuesta solo podría ser dada por la experiencia del desarrollo del sentimiento revolucionario y de su transición a las acciones revolucionarias de la clase de avanzada, del proletariado”.

Lenin hace esa caracterización, correctamente, en polémica con los reformistas que no sacaron conclusiones sobre las consecuencias del Primera Guerra Mundial.

No obstante, es importante constatar dos cuestiones. La primera es localizar que Lenin no estaba caracterizando el mundo todo, sino la situación de Europa.

En segundo lugar, estaba hablando de las consecuencias de una guerra mundial, una gigantesca catástrofe que sacudía violentamente el continente.

Es necesario observar el peso cualitativo de las guerras mundiales como gestación de situaciones y crisis revolucionarias. No es por acaso que la época imperialista es definida como de guerras y revoluciones. Las guerras mundiales generaron las condiciones objetivas para los mayores ascensos revolucionarios de la época imperialista.

Fue así con la Primera Guerra, que posibilitó la revolución rusa y el gran ascenso revolucionario en muchos países de Europa.

Fue así, aún en mayor escala, después de la Segunda Guerra Mundial, que generó un ascenso y la toma del poder en distintos países del Este europeo y podría haber llevado a la revolución socialista en Francia, Italia y Grecia, si no fuese la traición abierta del estalinismo.

Esos dos periodos posguerra no tienen paralelo con otros momentos históricos en la época imperialista.

Nos da la impresión de que Moreno no tenía esa evaluación sobre las guerras mundiales. Por eso, toma esa rara cita de Lenin sobre situación revolucionaria y generaliza la utilización de la categoría “situación” en nivel internacional.

93- Algunos camaradas podrían responder que aquella caracterización de la situación revolucionaria en 1985 estaba equivocada, pero eso no cuestiona la utilización de la categoría “situación de la lucha de clases internacional” en los años siguientes.

No nos parece que sea así. Existe en el Manifiesto una combinación de superficialidad con caracterizaciones equivocadas y una categoría errada, que interactúan entre sí. La categoría “situación revolucionaria mundial” permitía usar esas caracterizaciones de forma más fácil. Las caracterizaciones erradas justificaban la categoría “situación revolucionaria mundial”. Significa que debemos analizar la realidad de la lucha de clases con toda su complejidad y no reducirla superficialmente a una categoría equivocada.

94- Usamos esa misma metodología en las décadas siguientes reafirmando la “situación revolucionaria”, incluso cuando la realidad lo negaba.

Seguimos caracterizando la situación internacional como “revolucionaria” durante toda la década de 1990. Solo fuimos a cambiar cuando los años ’90 habían terminado. Ahí miramos para atrás, y vimos que, en realidad, habíamos vivido una situación reaccionaria en la década de 1990, con la restauración del capitalismo en el Este, implementación de los planes neoliberales e innumerables derrotas del movimiento de masas.

95- Pero, en el inicio del siglo XXI –justo cuando reconocíamos que la década del ’90 había sido reaccionaria– caracterizamos nuevamente el inicio de una nueva “situación revolucionaria mundial”. Un error más. Incluso antes de la gran crisis de 2007-2009, ya teníamos una nueva situación revolucionaria mundial.

¿Cómo explicar que existía una situación revolucionaria mundial cuando ni los Estados Unidos ni Rusia ni China ni Europa estaban en una situación revolucionaria?

El utilizar esa categoría en aquellos años, en lugar de ayudarnos a entender la realidad mundial, éramos obligados a explicar, a la defensiva, que no estábamos diciendo que existía una situación revolucionaria en la mayoría de los países, o en los países imperialistas. En lugar de ser una herramienta para explicar la realidad, teníamos que explicar la herramienta, lo que queríamos decir con situación revolucionaria.

96- Si estamos ciertos en esta crítica, por casi cuarenta años con esa categoría caracterizamos equivocadamente la situación mundial. Tal vez nunca la hayamos usado de manera cierta.

La primera conclusión más importante de esa evaluación crítica es que nada sustituye el análisis y caracterización criteriosa de la realidad. La metodología objetivista debe ser suprimida de nuestra tradición. La realidad de la lucha de clases debe ser evaluada fríamente, con precisión. Es así que se puede definir nuestro programa, nuestra política, nuestras tareas.

Para entender las consecuencias de este tipo de metodología, basta imaginar la cantidad de errores en las definiciones de nuestras tareas que debemos haber cometido en la década del ’90, en que en muchos lugares primaba el reflujo y la ofensiva burguesa, mientras nosotros caracterizábamos la situación mundial como “revolucionaria”.

La segunda conclusión es que debemos centrar nuestra preocupación en entender la realidad como ella es, sin buscar encajarla de manera forzada en un esquema. Las categorías deben ser un instrumento para ayudar a entender la realidad, y no un esquema que sustituye la evaluación de las tendencias de la economía, de la lucha de clases, de las relaciones entre los Estados.

XI –  Algunos elementos metodológicos de Trotsky en la evaluación de la situación mundial

97- Es necesario estudiar la metodología usada por Trotsky en la evaluación de la situación internacional en distintos textos, en las décadas del ’20 y el ’30 del siglo pasado y en los debates de los congresos de la III Internacional, en particular del segundo y tercer congresos.

Ya utilizamos algunos de estos documentos que vamos a citar al discutir las curvas del desarrollo capitalista, y de ellos sacamos las conclusiones enfocadas en la economía. Ahora se trata de ampliar el horizonte para el entendimiento de la evolución de la lucha de clases en nivel internacional.

98- Trotsky propone una metodología de investigación y análisis de las situaciones mundiales de la lucha de clases combinando el análisis riguroso de los hechos con esa relación con las curvas del desarrollo económico:

“Observamos en la historia que los ciclos homogéneos están agrupados en series. Épocas enteras de desarrollo capitalista existen cuando un cierto número de ciclos están caracterizados por auges agudamente delineados y crisis débiles y de corta vida. Como resultado, obtenemos un agudo movimiento ascendente de la curva básica del desarrollo capitalista. Obtenemos épocas de estancamiento cuando esta curva, aunque pasando a través de parciales oscilaciones cíclicas, permanece aproximadamente en el mismo nivel durante décadas. Y finalmente, durante ciertos períodos históricos, la curva básica, aunque pasando como siempre a través de oscilaciones cíclicas, se inclina hacia abajo en su conjunto, señalando la declinación de las fuerzas productivas. Es ahora posible postular a priori que las épocas de enérgico desarrollo capitalista deben poseer formas -en política, en leyes, en filosofía, en poesía– agudamente diferentes de aquellas que corresponden a la época de estancamiento o de declinación económica…”

“Aún más, una transición de una época de esta clase a otra diferente debe producir necesariamente las más grandes convulsiones en las relaciones entre clases y entre Estados. En el III Congreso Mundial de la Comintern nosotros hemos insistido sobre este punto en la lucha contra la concepción puramente mecanicista de la actual desintegración capitalista. Si el reemplazo periódico de auges «normales» por crisis «normales» encuentra su proyección en todas las esferas de la vida social, entonces una transición de toda una época entera de ascenso a otra de declinación, o viceversa, engendra los más grandes disturbios históricos, y no es difícil demostrar que en muchos casos las revoluciones y guerras se esparcen entre la línea de demarcación de dos épocas diferentes de desarrollo económico, por ejemplo la unión de dos segmentos diferentes de la curva capitalista. Analizar toda la historia moderna desde este punto de vista es realmente una de las tareas más gratificantes del materialismo dialéctico” (“La curva del desarrollo capitalista”, 1923).

99- A partir de ahí, Trotsky polemiza con Kondratieff:

“Dando continuidad al III Congreso Mundial, el profesor Kondratieff abordó este problema –como es usual, evadiendo dolorosamente la formulación de la cuestión como fuera adoptada por el propio Congreso– intentando agregar al «ciclo menor», cubriendo un período de diez años, el concepto de un «ciclo mayor», abrazando aproximadamente cincuenta años. De acuerdo con esta construcción simétricamente estilizada, un ciclo económico mayor consiste de unos cinco ciclos menores, y además, la mitad de ellos tienen el carácter de ascendentes, mientras la otra mitad son de crisis, con todas las etapas necesarias de transición. La determinación estadística de los ciclos mayores compilada por Kondratieff deberá ser sujeta a una cuidadosa y nada crédula verificación, tanto respecto de los países individualmente como del mercado mundial como un todo. Es ahora posible refutar por adelantado el intento del profesor Kondratieff a investigar las épocas rotuladas por él como ciclos mayores con el mismo «ritmo rígidamente legítimo» que es observable en los ciclos menores; esto es obviamente una falsa generalización de una analogía formal. La recurrencia periódica de ciclos menores está condicionada por la dinámica interna de las fuerzas capitalistas, y se manifiesta por sí misma siempre y en todas partes una vez que el mercado ha surgido a la existencia. 

Por lo que se refiere a las fases largas (de cincuenta años) de la tendencia de la evolución capitalista, para las cuales el profesor Kondratieff sugiere, infundadamente, el uso del término «ciclos», debemos destacar que el carácter y duración están determinados, no por la dinámica interna de la economía capitalista sino por las condiciones externas que constituyen la estructura de la evolución capitalista. La adquisición para el capitalismo de nuevos países y continentes, el descubrimiento de nuevos recursos naturales y, en el despertar de estos, hechos mayores de orden «superestructural» tales como guerras y revoluciones, determinan el carácter y el reemplazo de las épocas ascendentes estancadas o declinantes del desarrollo capitalista” (“La curva del desarrollo capitalista”, 1923).

100- Trotsky hace una definición muy importante sobre la noción de “equilibrio” y “ruptura del equilibrio” en la evolución del capitalismo.

«El equilibrio capitalista es un fenómeno complicado; el régimen capitalista construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo rompe otra vez, ensanchando, de paso, los límites de su dominio. 

En la esfera económica, estas constantes rupturas y restauraciones del equilibrio toman la forma de crisis y booms. 

En la esfera de las relaciones entre clases, la ruptura del equilibrio consiste en huelgas, en lockouts, en lucha revolucionaria. 

En la esfera de las relaciones entre Estados, la ruptura del equilibrio es la guerra, o bien, más solapadamente, la guerra de las tarifas aduaneras, la guerra económica o bloqueo. El capitalismo posee entonces un equilibrio dinámico, el cual está siempre en proceso de ruptura o restauración. Al mismo tiempo, semejante equilibrio posee gran fuerza de resistencia; la prueba mejor que tenemos de ella es que aún existe el mundo capitalista” (“La situación mundial”, 1921).

O sea, Trotsky habla sobre el “equilibrio’ y la ruptura del equilibrio en la situación general del capitalismo, y avanza en explicar eso a partir de las relaciones entre:

a- evolución de la economía

b- la lucha de clases

c- la relación entre los Estados

101- Él utiliza esa metodología asociada a una rígida investigación de la realidad, sin dejar de criticar a quien sustituye el análisis criterioso por generalizaciones superficiales:

“El paralelismo de los sucesos políticos y los cambios económicos es sin duda muy relativo. Como regla general, la «superestructura» registra y refleja nuevas formaciones en la esfera económica solo después de considerable retraso. Pero esta ley debe apoyarse en una concreta investigación de aquellas complejas interrelaciones. 

Pero ningún intento de esta clase puede asemejarse a una incauta anticipación de aquellos resultados que fluyen de una completa y dolorosa investigación que aún no se ha realizado. En la actualidad resulta aún imposible prever hasta que grado y qué secciones del campo de la historia serán iluminadas, ni cuánta luz será arrojada por una investigación materialista que procediera a un estudio más concreto de la curva capitalista y de la interrelación entre la última y todos los aspectos de la vida social. Las conquistas que pueden obtenerse por este camino serán determinadas por el resultado de la investigación misma, la cual debe ser más sistemática, más ordenada, que aquellas excursiones histórico-materialistas emprendidas hasta ahora. En cualquier aproximación a la historia moderna enriquecer la teoría del materialismo histórico con conquistas mucho más preciosas que extremadamente dudosos malabarismos especulativos, con los conceptos y términos del método materialista que, bajo la pluma de algunos de nuestros marxistas, trasplantaron el método formalista al dominio del materialismo dialéctico; que ha llevado a reducir la tarea a confección de clasificaciones y definiciones precisas y a dividir vacías abstracciones en cuatro partes igualmente vacías; en resumen, han adulterado el marxismo con las maneras elegantemente indecentes de los epígonos de Kant”. 

«Con este esquema como punto de partida, debemos sincronizarnos luego con los sucesos políticos (en el más amplio sentido del término), y entonces podemos buscar no solo su correspondencia, o para decirlo más cautamente, la interrelación entre las épocas definitivamente delineadas de la vida social y los segmentos agudamente expresados de la curva del desarrollo capitalista, sino también por aquellos impulsos subterráneos directos que unen los sucesos. A lo largo de este camino, naturalmente, no es difícil caer en la más vulgar esquematización; y, sobre todo, ignorar la tenacidad de los acontecimientos internos y la sucesión de los procesos ideológicos, y llegar a olvidar que la economía solo es decisiva en último análisis. 

¡No han faltado conclusiones caricaturescas dibujadas a partir del método marxista! Pero renunciar por esta causa a la formulación de la cuestión como se indicara antes (´su aroma de economicismo´) es demostrar una completa incapacidad para entender la esencia del marxismo que busca las causas de los cambios de la superestructura social en los cambios del fundamento económico y en ningún otro lado» (“La curva del desarrollo capitalista”, 1923).

102- Es a partir de esa metodología que Trotsky encarará la polémica en el III Congreso sobre la evolución de la situación internacional después que la ofensiva revolucionaria de las masas en 1919, en Europa, fue derrotada.

En aquel momento histórico, el III Congreso repudió una visión catastrófica de crisis continuada del capitalismo con conclusiones ultraizquierdistas que ignoraban la necesidad de ganar a las masas con tácticas como las de frente único.

Pero esa comprensión de la realidad llevó a que fuese negada una visión de que esa recuperación económica posibilitaría una nueva onda ascendente capitalista.

Trotsky fue fundamental como dirección del congreso en esa evaluaciones y sus contribuciones exceden el resultado inmediato, apuntando esa metodología de interpretación de la situación internacional que estamos reivindicando.

“Cuando, durante el primer período inmediato a la guerra, observamos el crecimiento del movimiento revolucionario, algunos de nosotros pudimos creer –asesorados por razones históricas– que tal movimiento, cada día más fuerte y extendido, debía conducir inevitablemente al poder a la clase obrera. No obstante, ya han transcurrido casi tres años desde la guerra europea. En el mundo entero, salvo en Rusia, el poder continúa en manos de la burguesía”.

He aquí que una pregunta nace con enorme amplitud: la evolución que en este momento se realiza, ¿tiende realmente a la revolución, o habrá que admitir que el capitalismo ha vencido los obstáculos creados por la guerra y que, si aún no se ha restablecido el equilibrio capitalista, está en vías de restablecerse sobre nuevas bases después de la guerra?” 

“Pero, en general, la economía mundial se funda sobre el hecho de que la producción del mundo se reparta, en mayor o menor proporción, entre diferentes países. Semejante división del trabajo universal, conmovida hasta la raíz por la guerra, ¿se ha reconstruido o no? He ahí uno de los aspectos del asunto…

 “Hay que considerar, además, el equilibrio de las clases basado sobre el de la economía nacional. En el período anterior a la guerra, existía una paz armada, no solamente en lo que se refiere a las relaciones internacionales sino –en gran escala– en cuanto se refería a la burguesía y al proletariado, gracias a un sistema de acuerdos colectivos referente a los salarios; sistema llevado a cabo por los sindicatos centralizados y el capital industrial, a su vez centralizándose más y más. Tal equilibrio se rompió con la guerra, lo que ha provocado un movimiento formidable de huelgas en el mundo entero. El equilibrio relativo de las clases en la sociedad burguesa, equilibrio sin el cual toda producción se hace imposible, ¿se ha restablecido o no? Y si es así, ¿sobre qué bases? 

El equilibrio entre las clases está estrechamente ligado al equilibrio político. La burguesía, antes y durante la guerra, sostenía su mecanismo interior con la ayuda de los socialdemócratas, de los socialpatriotas, que eran sus principales agentes y mantenían la clase obrera en el marco de un equilibrio burgués” (“La curva del desarrollo capitalista”, 1923).

103- En las discusiones do III Congreso, Trotsky no evalúa solo la evolución de la economía o de la lucha de clases. Da peso e importancia a las relaciones entre los Estados. Ese es el sentido de su polémica con Varga:

“Me parece que el defecto principal del informe del camarada Varga es la naturaleza abstracta, no solo de la exposición, sino también de su contenido. El planteó esta cuestión: están desarrollándose o no las fuerzas productivas del capitalismo; y tomó en consideración la producción mundial de los años 1900, 1913 y 1924 calculada para Norteamérica, Europa, Asia y Australia. Sin embargo, esto no es relevante para resolver la cuestión de la estabilización del capitalismo. No se puede medir la situación revolucionaria en esta forma. Se puede medir la producción mundial, pero no la situación revolucionaria, porque la situación revolucionaria en Europa, en las condiciones históricas actuales, está determinada en un grado importante por los antagonismos entre Europa y Estados Unidos, y dentro de Europa misma –interrelaciones entre la producción alemana y la inglesa, la competencia entre Francia e Inglaterra, etc.–.  Como mínimo, las bases económicas de estos antagonismos determinan la situación revolucionaria en una forma inmediata” (“Sobre la cuestión de la ‘estabilización’ de la economía mundial”, 1925).

104- En todos los momentos, Trotsky encara la proyección de la realidad como un juego de tendencias y contratendencias, cuya resultante estará abierta porque se trata de luchas entre las clases en las cuales el factor dirección revolucionaria tiene una enorme incidencia:

«Un sofista podría plantear la objeción de que si nosotros creemos que la reanimación industrial ulterior no necesariamente nos llevará directamente a la victoria, entonces comenzará obviamente un nuevo ciclo industrial, lo cual significa otro paso hacia la restauración del equilibrio capitalista. En ese caso, ¿no se estaría realmente ante el peligro del resurgimiento de una nueva época de recuperación capitalista? 

A esto se podría contestar así: si el Partido Comunista no crece; si el proletariado no adquiere experiencia; si el proletariado no resiste en una forma revolucionaria más audaz e irreconciliable; si no consigue pasar en la primera oportunidad favorable de la defensiva a la ofensiva; entonces la mecánica del desarrollo capitalista, con el complemento de las maniobras del Estado burgués, sin duda lograría cumplir su trabajo en el largo plazo. Países enteros serán arrojados violentamente a la barbarie económica; decenas de millones de seres humanos perecerían de hambre, con desesperación en sus corazones, y sobre sus huesos sería restaurado algún nuevo tipo de equilibrio del mundo capitalista. Pero tal perspectiva es pura abstracción. En el camino especulativo hacia este equilibrio capitalista, hay muchos obstáculos gigantescos: el caos del mercado mundial, el desbaratamiento de los sistemas monetarios, el dominio del militarismo, la amenaza de guerra, la falta de confianza en el futuro. Las fuerzas elementales del capitalismo están buscando vías de escape entre pilas de obstáculos. Pero estas mismas fuerzas elementales fustigan a la clase trabajadora y la impulsan hacia adelante» (“La coyuntura económica y el movimiento obrero mundial”, 1921).

105- Las resoluciones del III Congreso se revelaron correctas. Pero, es importante rescatar también la metodología de Trotsky de análisis de la situación mundial usada en esos debates: la evolución de las curvas largas del capitalismo, su influencia en las tendencias de la lucha de clases, las relaciones entre los Estados.

Es esa referencia que nos parece útil para la evaluación de las distintas realidades mundiales.

XII – Las relaciones entre las distintas situaciones internacionales y nacionales

106- Existe, como sabemos, una relación, que no es mecánica, entre las distintas situaciones internacionales y nacionales.

Como dijimos anteriormente, por ejemplo un período de ascenso de la economía mundial o de crisis influencian directamente las distintas situaciones nacionales. La localización de los países en la división mundial del trabajo obviamente amplía o disminuye esa influencia. De la misma forma, existen períodos de mayor o menor ascenso regional o mundial que también influencian las realidades nacionales.

Eso no significa que todas las realidades nacionales caminen en el mismo sentido de la realidad mundial. Existen contradicciones tanto en el sentido económico como en la relación entre los Estados y en la situación concreta de la lucha de clases internacional y las distintas realidades nacionales, que llevan a inevitables desigualdades.

107- El factor central está en el argumento de Trotsky de que todo desequilibrio en la esfera económica internacional (y nacional) exige un nuevo equilibrio entre las clases, exigido por esa nueva realidad (la cual él analiza en la forma de curva del desarrollo capitalista).

El desequilibrio, iniciado en la esfera económica no coloca inmediatamente a la clase en movimiento (dependerá de muchos factores), pero lo fundamental es que mientras la burguesía no sea capaz de abrir un nuevo nivel en la esfera de explotación, para reequilibrar la economía, ese fenómeno resultará en distintas situaciones y relaciones de fuerzas. Ese factor puede ser utilizado tanto en el ámbito internacional como en los países.

Ese desequilibrio puede expresarse en una tendencia a la polarización de la lucha de clases.

108- En el ámbito internacional, ya nos referimos a los criterios de Trotsky: sentido de la curva económica; relación entre los Estados; lucha entre las clases.

O sea, existen elementos que a medio plazo mantienen la crisis abierta sin solución, pero no determinan automáticamente una relación de fuerzas.

Pero el propio Trotsky, en la citas que reproduzco abajo del artículo, relaciona ese proceso con las situaciones a nivel de los países:

“La pregunta que se hacían los delegados era si la nueva situación respondía a las relaciones de fuerza profundas entre las clases y si la burguesía estaba en condiciones de restablecer el equilibrio y dar paso a un nuevo período prolongado de crecimiento, como el que tuvo lugar los 20 años anteriores a la I Guerra Mundial. Es a esto que responde Trotsky en su informe, señalando los factores estructurales necesarios para restablecer un nuevo equilibrio capitalista:

«El equilibrio de clases se apoya en el equilibrio económico […] Ese equilibrio fue igualmente roto por la guerra y fue eso que llevó al colosal movimiento huelguístico por todo el mundo.

«¿Una nueva división mundial del trabajo fue establecida?

«El equilibrio de clases está estrechamente vinculado al equilibrio político. Durante la guerra, e incluso antes de ella, la burguesía mantenía su mecanismo en equilibrio –aunque no lo percibiéramos en su momento– por medio de los socialdemócratas, los social-patriotas, que eran la agencia más importante de la burguesía y que mantenía a la clase obrera dentro de los límites del equilibrio burgués […] ¿En qué medida los socialdemócratas conservan o dilapidaron su influencia sobre las masas y por cuánto tiempo más pueden jugar su papel como guardianes de la burguesía?…

Me parece que lo que afirma Trotsky es que el equilibrio inestable que consigue la burguesía en el interior de los países, solamente fue posible por el papel de la SD, que consigue controlar la ola revolucionaria. Esta ola termina, pero ella no estabiliza la situación; en otras palabras, pese al hecho de que la situación revolucionaria en Europa se cierra, según Trotsky, la contradicción que la generó no fue resuelta:

«Luego viene la cuestión de equilibrio internacional, es decir, la coexistencia mundial de Estados capitalistas separados […] ¿El equilibrio en esta esfera se ha logrado o no?” (León Trotsky. La situación mundial, junio 1921).

En otras palabras, el equilibrio inestable del sistema de Estados surgido luego de la Primera Guerra Mundial era un obstáculo para establecer una nueva división mundial del trabajo, condición necesaria para invetir el sentido de la curva.

109- Trotsky sigue dando vueltas sobre el tema en su informe y en el debate, para afirmar que ese proceso puede abrir[se] sin nuevas situaciones revolucionarias a nivel de los países:

«…el problema de saber si el capitalismo puede regenerarse se convierte en un problema de lucha entre fuerzas vivas: las de las clases y las de los partidos. Si de las dos clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, una de ellas, la última, renunciara a la lucha revolucionaria, la otra, la burguesía, lograría indudablemente un nuevo equilibrio capitalista –equilibrio de descomposición material y moral– en medio de nuevas crisis, de nuevas guerras, del empobrecimiento de países enteros y de la muerte de decenas de millones de trabajadores».[2]

110- Sintetizando, ese nuevo equilibrio entre las clases fue imposible de ser establecido, incluso con la colaboración de la SD, él fue posible en escala de los países y por un tiempo. ¿Por qué? Las contradicciones en nivel internacional eran tan profundas, que incluso con la situación revolucionaria, en Alemania/Italia/España, con el nazifascismo, exigió la Segunda Guerra Mundial.

Porque él también tenía que ser resuelto no solamente en escala de unos cuantos países aumentando la explotación de su proletariado, exigía [además] una nueva división mundial del trabajo para la cual Inglaterra era un obstáculo absoluto. Por eso, la relación entre los Estados entra con la importancia que tiene.

Y, por eso, la situación en los países variaba:

“El desarrollo político tiene también sus ciclos, sus alzas y sus bajas. El enemigo no es pasivo sino que también combate. Si el ataque del proletariado no es coronado por el éxito, la burguesía pasa en la primera ocasión al contraataque.”.

Y añadían: “La pérdida por parte del proletariado de algunas posiciones conquistadas provoca una cierta decepción en sus filas. Pero sigue siendo incuestionable que en el período actual la curva de desarrollo del capitalismo es, de manera general, descendente con movimientos pasajeros de alza, y la curva de la revolución es ascendente con algunos repliegues».

111- Concluyendo:

a) Las contradicciones de largo plazo, las que localizamos como estructurales, las que marcan las tendencias, son en primer lugar las internacionales, porque el capitalismo es un sistema mundial, no solo económico sino también político.

b) Estas contradicciones nunca son resueltas en el corto plazo. Mientras dure, ella marca las tendencias internacionales que condicionan pero no determinan la lucha de clases en los países.

c) Dependiendo de la localización de cada país en el concierto imperialista, estas tendencias los afecta de forma absoluta o relativa. Por eso, al marcar las tendencias internacionales, nada sustituye el análisis del país en cuestión, como un todo, y de sus claes en particular.

d) Los fenómenos que ocurren en escala de los países pueden o no estar marcados por estas tendencias, sea com consecuecia de ellas o como excepción, es decir, en la forma de equilibrio o desequilibrio en la economía, que exige un nuevo equilibrio entre las clases. Estos procesos en nivel de los países pueden existir acompañando las tendencias internacionales y[/o] contrarios a ella.

e) Son estos procesos que en escala de los países abren las contradicciones de largo plazo, y que si no son resueltas de [alguna] forma generan distintas relaciones de fuerzas hasta que tengan un desenlace a favor o contra la revolución.

XIII – Las curvas de desarrollo capitalista y sus consecuencias en la lucha de clases

112- No tenemos ninguna pretensión en este texto de hacer una evaluación global de la evolución de la lucha de clases en estos siglos. Nuestro objetivo es buscar relacionar las curvas de desarrollo capitalista, en sus fases ascendentes y descendentes con los grandes procesos de la lucha de clases y en las relaciones entre los Estados.

O sea, utilizar la metodología usada por Trotsky en los años ’20 y ’30 del siglo pasado, para ver la evolución de los grandes procesos de la lucha de clases posteriores, sus puntos de equilibrio y rupturas del equilibrio.

Seguramente, si asumimos esa metodología, estudios posteriores nos apuntarán resultados más precisos.

113- Podemos identificar en la economía capitalista cinco grandes curvas, con sus periodos ascendentes y descendentes.

114- El primero va del fin del siglo XVIII hasta la crisis de 1847, con una primera parte ascendente hasta 1823 y otra descendente de 1823 a 1847.

En las palabras de Trotsky:

“Entonces, la curva del desarrollo económico es un compuesto de dos movimientos: uno, primario, que expresa el crecimiento ascendente del capitalismo; y otro, secundario, que corresponde a las oscilaciones periódicas constantes, relativas a los dieciséis ciclos de un período de ciento treinta y ocho años. En ese tiempo, el capitalismo ha vivido aspirando y expirando de manera diferente, según las épocas. Desde el punto de vista del movimiento de base, es decir, desde el punto de vista del progreso y decadencia del capitalismo, la época de 138 años puede dividirse en cinco períodos: de 1781 a 1851, el capitalismo se desarrolla lentamente, la curva sube penosamente; después de la revolución de 1848, que ensancha los límites del mercado europeo, asistimos a un punto de ruptura”.

115- El segundo comprende el período entre la crisis de 1847 y 1893 con la parte expansiva de 1847 a 1873 y la decadencia de 1873 a 1893.

Aún en las palabras de Trotsky:

“Entre 1851 y 1873, la curva sube de golpe. En 1873, las fuerzas productivas desarrolladas chocan con los límites del mercado. Se produce un pánico financiero. Enseguida, comienza un período de depresión que se prolonga hasta 1894. Las fluctuaciones cíclicas tienen lugar durante este tiempo; pero la curva básica queda en el mismo nivel, aproximadamente”.

116- La tercera curva viene desde 1893 hasta la Segunda Guerra Mundial, en la cual surge el imperialismo y se aplica generalizadamente los motores eléctricos en la producción industrial. Esa fase inició un período ascendente entre 1894 y 1914, y descendente de 1914 a 1939.

Trotsky describe:

“A partir de 1894 empieza un nuevo boom capitalista hasta la guerra, casi, la curva sube con vertiginosa rapidez. Al fin, el fracaso de la economía capitalista en el curso del quinto período tiene efecto a partir de 1914. 

“Luego, de 1896 a 1913, la curva asciende violentamente casi hasta vísperas de la última guerra. Además, esta curva vibra de forma ascendente y de forma descendente todo el tiempo, como una cuerda estrechamente tensada. Estas son las ondas periódicas en cada década”.

117- Es en esa curva descendente de la economía capitalista, a partir del punto de ruptura expresado con la Primera Guerra Mundial, que ocurren la victoria de la revolución rusa, después las revoluciones derrotadas en Alemania (1919, 1921, 1923), así como en Hungría y después en China. Viene después la depresión de 1929 (la mayor de la historia capitalista).

En ese período ocurrieron grandes convulsiones que terminaron en grandes derrotas del proletariado, con el ascenso del fascismo en Italia, nazismo en Alemania, y del estalinismo en la Unión Soviética. Además de eso, ocurrieron también las derrotas de las revoluciones en España y Francia, que podrían también haber cambiado el rumbo de la realidad europea.

Ocurrieron innumerables grandes procesos en la lucha de clases en todo el mundo imperialista y semicolonia. Como ejemplo podemos ver en los EEUU las huelgas de Minneapolis (1931) que cambiaron e movimiento sindical y llevaron a la formación de la AFL-CIO.

Es importante resaltar algunos elementos fundamentales en relación con ese periodo. Uno de ellos es la importancia de la Primera Guerra Mundial como punto de ruptura del equilibrio internacional, con todas las consecuencias económicas y sociales de una guerra.

En la relación entre los Estados, marca la decadencia del imperialismo inglés y el ascenso y hegemonía del imperialismo norteamericano.

Vamos a ver después cómo esa relación de las partes descendentes de las curvas de desarrollo capitalista con los procesos revolucionarios se repiten en la historia.

118- La Segunda Guerra Mundial marca un nuevo momento histórico de ruptura de equilibrio en la situación mundial, con consecuencias económicas y sociales aún mayores que [las de] la Primera.

El proceso revolucionario desencadenado a partir de la guerra podría haber llevado a victorias de la revolución socialista en países imperialistas y semicoloniales. Eso solo no ocurrió en función del acuerdo de Yalta y Potsdam de imperialismo con la burocracia estalinista. Así se evitaron las victorias de las revoluciones en Italia, Francia y Grecia, incluso después de la destrucción de las FFAA burguesas en la guerra.

Ese acuerdo, que salvó el capitalismo en parte fundamental de Europa occidental, incluyó la ocupación por el Ejército Rojo, que llevó a la formación de nuevos Estados obreros burocratizados en Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Rumanía, que se transformaron en semicolonias de la URSS y ayudaron a reforzar el peso contrarrevolucionario del aparato estalinista (ver libro Los Estados Obreros del Glacis, de Jan Talpe).

La dimensión de los ascensos y de las crisis, no obstante impuso victorias a pesar de la actuación de la burocracia soviética, como la de la revolución china en 1949.

119- Hubo un cambio muy importante en la lucha de clases entre el periodo de la inmediata posguerra y el momento posterior. Concordamos con la afirmación del documento de JR., Fel. y Caps:

“Sin embargo, la traición del estalinismo ahogó el proceso revolucionario en Europa occidental y abrió paso al boom económico de posguerra que se puso en marcha con el Plan Marshall. De esta manera, a partir de 1950, no sólo EEUU y la URSS sino también toda la Europa occidental capitalista quedaba marginada del proceso revolucionario mundial. La revolución dejó de estar planteada en cualquier parte del globo y el ascenso quedó limitado y concentrado en la revolución colonial”. 

“Es un error considerar simplemente como una diferencia de cantidad el paso a la nueva situación que se abrió a partir de 1950. Entre 1943-49 hubo una estrecha combinación entre la revolución en las metrópolis y en las colonias. La traición estalinista provocó una ruptura entre ambas que, si bien no detuvo la revolución colonial, dio la estabilidad interna al imperialismo para enfrentarla la rebelión en condiciones cualitativamente mejores” (“Sobre as etapas”).

120- El capitalismo solo consiguió recomponer un equilibrio después de la Segunda Guerra Mundial por un factor político: el pacto de Yalta y Potsdam. Esa recomposición del equilibrio posibilita una nueva curva ascendente que se va a expresar en el boom de posguerra, con gran peso en los países imperialistas.

Ese boom fue la primera parte ascendente de una nueva curva larga. Ese nuevo punto de equilibrio se expresará entonces en la relación entre los Estados en la reafirmación de la hegemonía del imperialismo norteamericano y en el pacto de Yalta-Potsdam.

121- El fin del boom de posguerra marcó el inicio de una curva larga descendente. Hubo una caída en el ritmo de acumulación en el final de los años sesenta. La crisis de 1974-1975 fue la primera recesión generalizada de los países imperialistas. Fue seguida por una recuperación frágil, sin que el ritmo de acumulación retomase el nivel de la fase anterior.

Los reflejos en la lucha de clases fueron importantísimos, con una nueva ola de procesos revolucionarios en los países imperialistas y semicoloniales. En Europa, los ascensos más importantes fueron el mayo de 1968 en Francia, la revolución portuguesa de 1974-1975. En los EEUU, el gran movimiento contra la guerra de Vietnam. En los Estados obreros burocratizados ocurrieron los grandes ascensos en Polonia y Checoslovaquia, destruidos por las tropas rusas. En los países semicoloniales ocurrieron innumerables procesos revolucionarios, siendo el más importante la victoria de la revolución vietnamita en 1974.

122- En los años ’80, con una combinación de factores económicos y extraeconómicos, comienza una nueva curva ascendente del capitalismo.

Si consideramos los criterios de Trotsky a partir de factores extraeconómicos, es posible identificar en lo que fue llamado “globalización” una nueva curva ascendente. El capitalismo consiguió imponer derrotas importantes al movimiento obrero; una expansión considerable con la restauración del capitalismo en los antiguos Estados obreros; dos avances en la producción con una evolución tecnológica de gran impacto con la informatización y la reestructuración productiva.

En relación con la lucha de clases, con la gran ayuda de la burocracia estalinista, todos los procesos revolucionarios que pasaron con el fin del boom de posguerra fueron derrotados, a excepción de Vietnam.

El contrapunto de ese proceso fueron las grandes revoluciones que derribaron el aparato estalinista mundial. Eso tuvo un significado profundo, al acabar con el mayor aparato contrarrevolucionario con profundas raíces en el movimiento de masas. No obstante, esas revoluciones –por la crisis de dirección revolucionaria– fueron dirigidas por sectores burgueses oriundos de las viejas burocracias. Eso permitió que esos procesos fuesen conducidos hacia democracias burguesas o nuevos regímenes bonapartistas burgueses.

La combinación entre “globalización” de la economía y restauración del capitalismo en el Este fueron dos grandes victorias del capital. Posibilitaron la extensión de la dominación directa del capitalismo a nuevos mercados y un gran aumento en la tasa de explotación de los trabajadores. Hacia finales de los años ’70, la burocracia china inició el giro restauracionista. En 1985, Gorbachov asumió el comando del Estado soviético e inició la restauración del capitalismo.

La restauración del capitalismo en la URSS, China y el Este europeo fue uno de los factores más importantes para la definición de esa curva ascendente del imperialismo por varios motivos. En primer lugar significó una expansión considerable de los territorios y mercados bajo su control directo. En segundo lugar, posibilitó una nueva división mundial del trabajo, con la localización de parte de las fábricas del mundo en China (y otros países), valiéndose de mano de obra barata. En tercer lugar, por crear un paradigma salarial rebajado que se tornó una referencia mundial para el capital. Por último, pero no menos importante, fue utilizado para una enorme ofensiva ideológica, por la “derrota del socialismo”.

La nueva división mundial del trabajo incluyó la abertura de las fronteras nacionales para la producción en cadenas de valor en varios países del mundo por las multinacionales, así como la mundialización financiera. Los tratados de libre comercio impusieron un avance mundial de la centralización de la economía por los monopolios sin precedentes. Los planes neoliberales impusieron retrocesos brutales en el nivel de vida del proletariado, quitando conquistas del siglo XIX, como vacaciones, aguinaldo, jubilaciones.

En términos políticos, la ofensiva imperialista de la década de 1990  impuso la democracia burguesa como una referencia mundial, como “alternativa” a las dictaduras estalinistas. En términos militares, los EEUU (como la OTAN) se transformaron en potencia militar única, prácticamente sin competencia.

Un nuevo orden mundial fue estructurado, sucediendo a Yalta y Potsdam (el orden vigente desde la Segunda Guerra Mundial de “coexistencia pacífica” entre el imperialismo y la burocracia soviética). Los EEUU ya eran el imperialismo hegemónico, y con este nuevo orden pasaron a ser los amos del mundo, sin competencia. A eso fue asociada la gigantesca campaña de propaganda ideológica de “muerte del socialismo”, apoyada en las burocracia reformistas del movimiento.

La situación reaccionaria de la década de 1990 tuvo así un fuerte base material con el auge del neoliberalismo y la restauración del capitalismo, así como una base política e ideológica muy importante. Los planes neoliberales tenían apoyo de masas (incluso en las privatizaciones) y la confusión ideológica reinaba en la vanguardia.

El ciclo de crecimiento de 1982 hasta 1999 fue uno de los más largos de la posguerra. Según los datos de Michael Roberts, la tasa de ganancias en los EEUU, en la década de 1960, era de 15-20% de las ventas antes de los impuestos. La crisis que siguió al boom de posguerra bajó esa tasa a 8-9% en la década de 1970.

Con los planes neoliberales, la tasa volvió a ampliarse, llegando a 10% en 1989, y a 13% en 1997. La tasa se elevó 1,2% al año durante la década de 1980, recuperando 7% de su caída anterior (datos de Shaikh para los EEUU). Perry Anderson apunta datos semejantes, afirmando que la tasa de ganancia cayó 4,7% en la década de 1970 y volvió a aumentar 4,4% en los años ’80.

123- Esa curva ascendente del capitalismo comenzó a expresar sus límites hacia finales de los años ’90. En 2000-2001 hubo una recesión mundial corta, que inició una fase de transición hasta la abertura de nueva curva descendente en la crisis de 2007-2009.

Las movilizaciones antiglobalización, la eclosión de insurrecciones como en el Ecuador (2000) y la segunda Intifada en Palestina (2000) marcaron el fin de la situación reaccionaria de la década de 1990.

El imperialismo norteamericano dio una respuesta global para la crisis económica, con un fuerte componente político-militar, que incluyó las invasiones a Afganistán (2001) e Irak (2003), así como la tentativa de golpe militar en Venezuela (2002). Junto con eso, vino la ofensiva económica y política para imponer el ALCA en América Latina. El plano político-militar del imperialismo implicaba imponer derrotas al movimiento de masas y retomar la relación de fuerzas de la década de 1990, para garantizar una salida duradera para la crisis, manteniendo la fase ascendente de la globalización. La contraofensiva de Bush consiguió victorias momentáneas, pero acabó seriamente derrotada.

El gobierno Bush consiguió una salida para la crisis económica de los EEUU de 2000-2001 con relativa rapidez. La recesión duró menos de un año.

Pero la crisis económica de 2000-2001 tuvo consecuencias mucho más violentas en los países semicoloniales. Llevó a la explosión de la economía argentina y a la revolución de 2001, así como a las insurrecciones en Bolivia en 2003 y 2005. La crisis del imperialismo y las movilizaciones acabaron por impedir la implementación del ALCA en América Latina, como quería Bush, aunque la presión recolonizadora se mantuviese.

Por otro lado, las invasiones y golpes militares terminaron en derrotas que se volvieron contra el capitalismo. El golpe en Venezuela fue derrotado por una insurrección de masas.

XIV – La curva descendente del capitalismo actual y sus consecuencias

124- La crisis cíclica iniciada a finales de 2007 y comienzos de 2008 marca el inicio de una onda larga descendente, en la cual estamos hasta los días de hoy.

125- Esa síntesis de las curvas largas del capitalismo nos permiten demostrar la importancia de los puntos de ruptura del equilibrio mundial que se expresan esencialmente después de la Primera y Segunda Guerras Mundiales y en las fases descendentes de las curvas (1913-1940, fin del boom de posguerra, pos crisis de 2007-2009).

En todos esos momentos vivimos una combinación de los tres elementos que componen la ruptura del equilibrio mundial en la evolución de la economía, en la lucha de clases y en la relación entre los Estados.

126- La nueva curva descendente de la economía capitalista llevó a un nuevo período de inestabilidad y polarización de la lucha de clases en todo el mundo. O sea, el desequilibrio se va a expresar en una nueva tendencia a la polarización de la lucha de clases. Eso llevó al surgimiento de procesos revolucionarios en algunos países semicoloniales, como Chile Colombia, Irak, Hong Kong.

Las relaciones entre los Estados que vivieron un punto de equilibrio en el periodo de la curva ascendente, cambiaron bruscamente en la descendente. Los problemas y conflictos crecieron, teniendo un marco en la guerra comercial EEUU-China. China, entra en la división mundial del trabajo con la restauración del capitalismo en la onda ascendente, como la “fábrica del mundo”. No obstante, la nueva dictadura burguesa, en un país continental, con una acumulación capitalista muy superior a la media de los países imperialistas, pasó a ocupar un espacio en el mundo, superior a la antigua localización de fábrica del mundo.

Hoy China es la segunda economía del mundo, la mayor exportadora de capitales para los países semicoloniales, posee empresas gigantescas que disputan el mercado mundial. El conflicto EEUU-China es la mayor expresión del desequilibrio, en la relación entre los Estados, de la curva descendente.

127- En 2020, ya en plena curva descendente, se da la brutal combinación entre la mayor pandemia desde la gripe española de 1918 y una nueva recesión mundial.

Una nueva situación mundial comienza a surgir a partir de esa realidad, incluyendo procesos revolucionarios no solo en los países semicoloniales sino también en países imperialistas. El gran ascenso pos muerte de George Floyd puso a los Estados Unidos en el centro de la lucha de clases en nivel mundial.

O sea, una vez más, vemos la combinación entre una curva descendente de la economía mundial, conflictos entre Estados (como el conflicto entre EEUU y China) y la existencia de procesos revolucionarios en los países semicoloniales y países imperialistas.

La aplicación de la metodología defendida por Trotsky nos permite identificar un período histórico con una nueva ruptura del equilibrio, a semejanza de las curvas descendentes anteriores, entre los años ’20-’40 del siglo pasado, el período inmediato después de la Segunda Guerra Mundial, y el fin del boom de posguerra hacia finales de los años sesenta y los años setenta.

Se trata, por lo tanto, de un período en que se exacerban las características de la época, como de revoluciones, contrarrevoluciones y guerras. Es una señal de las perspectivas que se abren.

128- Esa nueva curva descendente expresa la gravedad para la humanidad de la sobrevivencia del capitalismo.

En este período ya vivimos dos grandes recesiones mundiales (2007-2009 y la actual), que traen elementos de barbarie crecientes para las condiciones de vida de los trabajadores.

Estamos frente a una brutal crisis sanitaria, con la pandemia más grave de la historia desde la gripe española de 1918. Y sobrevuela la amenaza de nuevas pandemias por delante, con la continuidad del capitalismo.

Por otro lado, la destrucción de la naturaleza con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, en combinación con el progresivo agotamiento de combustibles fósiles (que suponen hoy en día 80% de la energía usada), muestra que el mundo camina hacia un colapso ecológico irreversible, caso el capitalismo siga dominando. Este colapso no será un evento puntual e instantáneo. Nos referimos a un proceso extendido en el tiempo, salpicado de erupciones violentas entre las que podemos ubicar la pandemia actual, que tiene origen en la destrucción de los equilibrios ecológicos por la acción del capital.

La disyuntiva “socialismo o barbarie” vuelve a estar planteada con toda su fuerza en la historia.

129- No vamos a entrar, en este texto, en la discusión sobre la caracterización actual internacional de la lucha de clases. Ni vamos a volver a la discusión que tuvimos en el último congreso sobre el tema.

Nos parece que ese tema debe ser parte de la elaboración del próximo documento político mundial del congreso de la LIT.

Lo que queremos apuntar, como conclusión de esta discusión es que la revalorización de las contribuciones de Trotsky a partir de las curvas del desarrollo capitalista, nos permite apuntar una metodología correcta para el entendimiento de la realidad mundial. La combinación de los tres elementos citados por Trotsky (la evolución de la economía mundial, de la relación entre los Estados y de la lucha de clases), nos permite sistematizar una comprensión rica y dialéctica de la realidad mundial.

Esa comprensión nos va a permitir apuntar las tendencias de los procesos internacionales, que deben ser analizados rigurosamente en sus múltiples conexiones. De la misma forma, combinadas con las evoluciones de los países con sus innumerables desigualdades.

Pero, al llegar a la definición de categorías –e incluso de las situaciones– apuntar esas tendencias tiene una enorme importancia para la evaluación de la situación mundial de la lucha de clases.

Capítulo 3- Algunas conclusiones necesarias

130- Nos parece que debemos centrar nuestro esfuerzo de elaboración más en el entendimiento de los procesos de la realidad y menos en las categorías.

Y, en relación con las categorías, volver a utilizar lo elaborado por Lenin y Trotsky, con el acúmulo de los debates de los primeros cuatro congresos de la III Internacional.

131- Las categorías discutidas en este texto –época, etapas, situaciones, coyunturas– son herramientas para entender la realidad y ayudar a formular nuestras tareas, nuestro programa, nuestra política. Su utilidad se comprueba o no durante los años de práctica revolucionaria. Ninguna de ella sustituye el necesario análisis y caracterización rigurosos de la realidad.

Al evaluar críticamente algunas de esas categorías, buscamos explicitar que, en lugar de ayudar, algunas pueden trabarnos en ese entendimiento de la realidad. No se puede enyesar y sustituir la propia realidad con esquemas. A nuestro ver, negar esos esquemas solo torna más rico y necesario el insustituible esfuerzo de análisis y caracterización de la realidad.

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