¡No a la nueva ocupación militar de Haití!
El pasado 2 de octubre, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envío de un nuevo contingente militar multinacional a Haití. La medida ocurre seis años después del fin de la denominada Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), una ocupación extranjera en toda la regla, entonces liderada por el Ejército brasileño, que dejó un saldo de incontables crímenes y humillaciones de todo tipo contra la población local.
Por Daniel Sugasti
La justificación, ahora, consiste en la supuesta necesidad de fortalecer la policía del país caribeño en el combate a las bandas armadas que proliferan en un contexto de miseria y colapso económico.
El impopular primer ministro haitiano, Ariel Henry, hace tiempo exige una nueva intervención internacional. La resolución fue presentada por EEUU y obtuvo el apoyo de 12 países, entre ellos Brasil, que ocupa la presidencia del Consejo durante el mes de octubre. El gobierno de Lula, una vez más, se apresta a intervenir en Haití, en un primer momento entrenando a los policías haitianos en técnicas más eficaces de represión.
Haití, el país más pobre de las Américas, estuvo bajo ocupación militar entre 2004 y 2017. La MINUSTAH fue liderada por fuerzas brasileñas, impulsada por los gobiernos de Lula y continuada por Dilma y Temer. De la ocupación participaron, además, una serie de gobiernos dichos “progresistas” (Néstor Kirchner, Evo Morales, Fernando Lugo, entre otros), que no titubearon en colaborar con una tarea de corte colonialista al servicio de Washington.
La presencia de los cascos azules no se trató, como argumentaron sus defensores, de ninguna misión humanitaria o con el propósito de “restablecer la paz y la seguridad internacional”. El objetivo fue reprimir las protestas del pueblo haitiano, sostener a los sucesivos gobiernos corruptos y dar una mano al propio imperialismo estadounidense en el control de esa región, puesto que, en 2004, Bush estaba empantanado en Irak y Afganistán.
La MINUSTAH dejó un saldo de horribles crímenes contra el pueblo haitiano, incluyendo violaciones sexuales de mujeres haitianas por parte de soldados –se estiman más de 2.000 casos, de los cuales 300 niños y niñas– y la aparición de una epidemia de cólera, traída por medio de las fuerzas extranjeras, que mató más de 10.000 personas.
En el caso brasileño, además, la ocupación haitiana fue conducida por muchos altos mandos militares que, años más tarde, ocuparían cargos importantes en el gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro: Augusto Heleno, Carlos Alberto dos Santos Cruz, Fernando Azevedo e Silva, Tarcísio Gomes de Freitas, entre otros. No tardarían en “perfeccionar” las técnicas de represión por medio de una retroalimentación de las experiencias en Haití y en las favelas de Rio de Janeiro. Entonces, todos ellos respondían a las órdenes de Lula. Una prueba más de que los gobiernos del PT prepararon el terreno para el crecimiento de la extrema derecha local.
Diecinueve años después, Lula y el PT brasileño aprueban una nueva agresión y se disponen a participar. La izquierda brasileña y latinoamericana no puede ser cómplice de esta atrocidad.
Necesitamos una amplia campaña impulsada por todas las izquierdas y organizaciones sociales, de derechos humanos, etc., para articular acciones de repudio a la nueva ocupación militar de Haití. Desde la LIT-CI, tenemos orgullo de habernos opuesto categóricamente, desde el comienzo, a la ocupación militar de Haití, incluso en momentos en que la amplia mayoría de la izquierda adoptó una postura de silencio cómplice o incluso la justificó, obnubilada con los llamados “gobiernos progresistas”. Durante la ocupación, una delegación de la CSP-Conlutas y del PSTU brasileño visitó Haití y luchó, junto con Batay Ouvriye y otras organizaciones locales, contra la MINUSTAH.
Al mismo tiempo, debemos solidarizarnos con las luchas de los haitianos contra el gobierno y la burguesía local que, en comunión con el imperialismo, son las responsables del descalabro económico y la miseria generalizada, que a su vez es el motor de la proliferación de las bandas armadas y la violencia urbana.
Es necesario, por otra parte, promover acciones de solidaridad y autoorganizar la ayuda humanitaria para el pueblo haitiano, que sobrevive en condiciones terribles y ahora enfrentará una nueva intervención extranjera. Sin embargo, confiamos plenamente en la fuerza social de la clase obrera y el pueblo haitianos, herederos de un pasado heroico de luchas.
¡No a la nueva ocupación militar de Haiti!
¡Todo el apoyo a las luchas del pueblo haitiano!