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Declaraciones

Declaración europea de la LIT-CI

mayo 29, 2021

Ante la gestión capitalista de la pandemia y la nueva ofensiva del capital, organizar la respuesta a los gobiernos y la UE.

La «cumbre social» de Porto deja al descubierto el verdadero rostro de la UE.

La autodenominada «cumbre social» de Porto (Portugal) el pasado 7 de mayo ha mostrado la extrema hipocresía de la UE y puesto en evidencia su auténtica naturaleza.

La Cumbre tenía por objetivo disfrazar con falsas proclamas sociales la macrooperación de los Fondos de Recuperación, destinados a rescatar a las grandes corporaciones europeas y reforzar el dominio de los oligopolios alemanes y franceses. También querían enmascarar la nueva oleada de «reformas estructurales» y recortes que acompañan a los Fondos.

El comunicado oficial provoca náuseas por su desvergüenza. Dicen que «Europa, más que nunca, debe ser el continente de la cohesión social y la prosperidad». Pero han transcurrido tres años y medio desde la anterior «cumbre social» de Göteborg y no han tomado ni una sola medida contra la extensión de la precariedad y la pobreza. Al contrario, las han promovido en todos los países, al tiempo que aumentaban las diferencias entre los estados miembros y acentuaban la dependencia de la periferia hacia los países centrales más ricos.

Sin embargo, la demagogia que habían programado se ha derrumbado debido a su escandaloso rechazo, liderado por Merkel, a la liberación de las patentes de las vacunas contra el Covid 19. Biden unos días atrás, cambiando la posición de los EEUU, había declarado que estaba a favor de liberar temporalmente las patentes, ante el temor de que la gravísima situación de la pandemia en Latinoamérica, con sus nuevas variantes, echara por tierra los esfuerzos de vacunación en Estados Unidos.

La negativa a liberar las vacunas es un crimen de masas. La UE tiene una responsabilidad directa en la muerte de millones de personas, sacrificadas en el altar de los beneficios de las grandes farmacéuticas norteamericanas y europeas, entra ellas las alemanas. Esto no es más que un elemento de barbarie, consecuencia de la continuidad del capitalismo en Europa y en el mundo.

Una gestión infame de la pandemia por los gobiernos y un silencio cómplice de la burocracia sindical y la izquierda oficial

El conjunto de gobiernos europeos, con la UE al completo, con diferencias relativas entre sí, han aplicado desde el inicio de la pandemia una política dictada por las presiones de los grandes empresas, poniendo la ganancia capitalista por encima de las vidas humanas, que ha tenido ya como consecuencia 1,2 millones de personas fallecidas, según cifras oficiales.

Con restricciones diversas, en un continuo «stop and go», nunca detuvieron la actividad de los sectores productivos no esenciales, no han reforzado una Sanidad pública que severamente golpeada por duros recortes anteriores, los transportes han seguido abarrotados, las familias más pobres no han tenido siquiera condiciones para confinarse mientras los hoteles estaban cerrados y ha habido un gran retraso en la vacunación debido al sometimiento a las grandes farmacéuticas y a los apaños comerciales secretos con ellas.

Han dedicado enormes sumas de dinero público a rescatar las grandes empresas, mientras destinaban las migajas para los trabajadores, que veían sus salarios sustancialmente reducidos con las suspensiones temporales de trabajo y reducciones de jornada (lay-off). Sin contar los sectores más explotados y precarizados, que no han podido acceder a las magras ayudas oficiales y han quedado en total desamparo. Es el caso de las/os  trabajadores/as  inmigrantes y de muchas mujeres y jóvenes. Junto a los lay-off, ha habido un importante aumento del desempleo y del subempleo, que ha afectado masivamente a los servicios, pero también a la industria. Han seguido los desahucios de las viviendas y se han formado «colas del hambre». Al mismo tiempo, los gobiernos han dejado a la intemperie a los pequeños empresarios, muchos de los cuales abocados a la ruina, en particular en los países más dependientes del turismo y los servicios.

Durante la pandemia, las leyes xenófobas contra la población migrante y la política de cierres de fronteras, violando de manera flagrante las propias leyes de asilo y protección de la UE y sus gobiernos, más la exclusión social de segmentos cada vez mayores de población, están alimentando el racismo y la islamofobia, de los que se beneficia directamente la extrema derecha.

Frontex (o sea, la UE) y los países fronterizos son responsables directos del asesinato en 2020 de 2000 personas arrojadas expresamente en balsas a la deriva en el mar Egeo, en una modalidad criminal de «devolución en caliente», además de los migrantes ahogados en las rutas desde el Norte de África y hacia Canarias. Esto se acompaña de la subcontratación de Erdogan, de la mafia oficial de Libia o del gobierno marroquí para interceptar y retener en condiciones inhumanas a refugiad@s y migrantes. La última «hazaña» europea ha sido la actuación criminal, hipócrita e inhumana en el enclave colonial de Ceuta, con la «devolución en caliente» de miles de migrantes. La UE y los gobiernos, a los migrantes que no pueden expulsar los encierran en campos de refugiados y migrantes en Lesbos, Lampedusa o Canarias, en condiciones de hacinamiento y total desprotección.

Los gobiernos, sin apenas excepciones, han aprovechado también la pandemia para restringir derechos y libertades e intensificar la represión y la impunidad policial. En nombre de la salud pública han decretado estados de emergencia que han utilizado para prohibir el derecho de huelga y manifestación, mientras daban rienda suelta a una represión arbitraria, particularmente en los barrios más pobres y periféricos. En varios países vemos un recurso cada vez más frecuente a los militares, nuevos recortes de derechos democráticos y la concesión de más poderes a la policía, como en la Ley de Seguridad Global en Francia, la Ley de Policía y Delincuencia en el Reino Unido o la Ley Mordaza española, que el gobierno de coalición PSOE-UP iba a derogar para acabar usándola de manera generalizada.

Pero no podemos olvidar que si los gobiernos han podido actuar así es porque en todo momento se han visto sostenidos por las burocracias de las grandes centrales sindicales que, en íntima alianza con las patronales, han sido cómplices necesarios de sus medidas. En el terreno propiamente político, la izquierda oficial también ha apoyado la actuación de los gobiernos, sin criticarla ni presentar alternativa alguna.

El fraude de la «solidaridad europea» y los fondos de recuperación de la UE

La UE se presenta actualmente como una estructura» cohesionada», con su jerarquía y los lazos de dependencia entre los países de momento semiocultos bajo la falacia de la «solidaridad europea», cuyas mayores expresiones son la compra conjunta de las vacunas y los fondos de recuperación.

La compra unificada de las vacunas, tras el escándalo inicial en que Alemania y Francia prohibieron exportar material sanitario a otros países de la UE, era algo obligado: no podían permitir, a riesgo de provocar una crisis de enorme envergadura, que una parte de la UE se quedara sin vacunas (o las comprara a Rusia o China) mientras ellos se aseguraban el abastecimiento. Aunque la desastrosa gestión de la Comisión Europea, ocultando información, sometiéndose a las grandes farmacéuticas e involucrándose en sus disputas comerciales ha agrietado ya esta unanimidad.

La UE y sus gobiernos están ahora en plena campaña de propaganda de los fondos de recuperación («Next Generation»), que presentan como expresión de la solidaridad europea y como panacea para la creación de empleo y la prosperidad general.

Pero estos fondos nada tienen que ver con la solidaridad entre los pueblos europeos. No van a compensar en absoluto la pérdida global de empleo y el que vayan a generar va a ser, ante todo, empleo precario. Son dinero público supeditado a los planes del capitalismo alemán y francés, que van a reforzar la dependencia de la periferia y su lugar subordinado en la división europea del trabajo, con países degradados a un estatuto semicolonial, como Grecia, y otros como los países del Este, que ya ingresaron en la UE como semicolonias económicas de Alemania.

Para intentar no ser arrollado en el enfrentamiento entre EEUU y China, el capitalismo alemán y francés necesitan de la UE. Los fondos de recuperación deben servir también para cerrar el paso al capital chino de manera que no repita la compra de activos e infraestructuras que llevó a cabo en la anterior crisis, como sucedió particularmente en Portugal (la empresa energética EDP) o en Grecia (puerto de El Pireo).

La UE justifica los fondos como necesarios para acometer la «transición verde y digital». Pero lo que menos les preocupa es el calentamiento global y la emergencia medioambiental, de la que son grandes corresponsables. Su principal inquietud es cómo hacer frente al agotamiento de los combustibles fósiles (y minerales) y continuar al mismo tiempo con sus negocios y sus ganancias oligopolísticas.

No hay ningún plan para cambiar lo lógica del sistema productivo capitalista y el brutal despilfarro que le acompaña, que nos lleva de cabeza al desastre medioambiental y social. Su reducción de emisiones de CO2 se basa más en su «captura» que en su eliminación, en fórmulas como el llamado «hidrógeno verde» (energéticamente ineficiente, con una producción asociada a la destrucción de ecosistemas naturales y agrícolas y afectación a la capa de ozono) y finalmente en una andanada de impuestos «verdes» sobre las espaldas de la gran mayoría trabajadora de la población. La «transición verde» va también de la mano del saqueo, la superexplotación laboral y la destrucción ambiental en los países semicoloniales que concentran los recursos minerales.

El apoyo a la «movilidad eléctrica» es asimismo una financiación pública masiva a la reestructuración de las grandes multinacionales del automóvil alemanas y francesas así como una transferencia de fondos hacia los sectores sociales más acomodados, a quienes se les subvenciona la compra de coches eléctricos de gama alta, los únicos con real salida comercial. La «transición digital» o la llamada «industria 4.0», desarrollada bajo control de los grandes capitalistas y sus gobiernos, en lugar de repercutir en la reducción de la jornada laboral y en una consiguiente mejora de la vida de los trabajadores, viene para ocasionar grandes pérdidas de empleo y una mayor precarización.

Como en la crisis de 2008-2015, quieren imponernos un nuevo retroceso social generalizado

La aprobación y aplicación de los fondos de recuperación está expresamente condicionada al acatamiento de las «recomendaciones» de la Comisión Europea, que debe darles su visto bueno. Esto quiere decir no solo que han de ser invertidos en proyectos acordes con los intereses de la gran industria y las finanzas alemanas y francesas, sino que los gobiernos deberán cumplir estrictamente con las «reformas estructurales» y las medidas de austeridad que les dicte la Comisión Europea.

Se van conociendo a cuentagotas algunas de las medidas concretas de los planes que los gobiernos han pactado con Bruselas y que mantienen en secreto. Figuran en primer plano ataques al sistema público de pensiones y a los derechos laborales (negociación colectiva, estabilidad en el empleo, despidos, prestación de desempleo…) o ajustes en la fiscalidad a costa de la mayoría trabajadora. Los sistemas públicos de Salud y Educación se van a ver gravemente afectados. Los recortes en el gasto social se acelerarán cuando reactiven el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, cosa que prevén hacer en 2022.

Sin esperar al final de la pandemia, estamos sufriendo ya el inicio de la ofensiva de la UE y sus gobiernos, para imponernos un nuevo retroceso laboral y social generalizado, un nuevo patrón de explotación, cuando todavía está caliente la brutal regresión que nos han impuesto estos años pasados. Sólo que ahora gran parte del colchón social del que disponían las familias trabajadoras está consumido y para el nuevo retroceso parten de un escalón social ya muy degradado.

Esta regresión, de alcance general, tiene un impacto especialmente virulento en la periferia de la UE, al igual que sucedió en la crisis de 2008-2014. El enorme endeudamiento con el que ya entraron en la pandemia países como Grecia, Portugal ,el estado español o también Italia, se ha disparado en 2020, continua al alza en 2021 y deja a estos países a expensas del BCE y la Comisión Europea. El gobierno griego, un verdadero heraldo de la UE, ya ha presentado un proyecto de ley para flexibilizar la jornada de trabajo, acabar con las 8 horas y permitir a los empresarios alargar la jornada laboral ordinaria hasta las 10 horas. En Portugal se ha hecho público ¡en plena pandemia! el compromiso del gobierno Costa de recortar los servicios de urgencia hospitalarios.

La otra cara de la precariedad, la pobreza y la desigualdad social es el impulso de la concentración empresarial y la centralización de capitales, alrededor de los más poderosos y a costa de los capitales más débiles. Este movimiento se beneficia del impacto desigual de la pandemia entre los diferentes sectores económicos y se nutre de una liquidez nunca vista, alimentada por la «barra libre» del Banco Central Europeo (BCE), los apoyos financieros de los gobiernos a las grandes empresas y los fondos europeos de recuperación. Una muestra elocuente es el acuerdo de fusión de Peugeot con Fiat-Chrysler (Stellantis) o la actuación carroñera de los fondos de inversión.

Una explosividad latente, mientras los pueblos del Este europeo muestran el camino

Hasta ahora hemos mencionado básicamente Europa occidental, pero no podemos hablar de Europa sin tener en cuenta Belarús (Bielorrusia),Rusia o Ucrania. Lo que allí sucede afecta directamente a los países del Este de la UE, a Alemania y al equilibrio europeo de conjunto.
Es de especial relevancia el alzamiento revolucionario del pueblo de Belarús, iniciado en setiembre del año pasado, con la clase obrera como principal protagonista, con el objetivo de echar a Lukashenko y su régimen burgués corrupto, basado en la policía política (KGB), los antidisturbios (OMON) y los militares. Si el régimen de Lukashenko persiste es, ante todo, por el apoyo de Putin, pero también por la pasividad cómplice, teñida de palabrería, de la UE y por la propia impotencia de la dirección política burguesa de la revuelta. Pero la revolución de Belarús no ha sido derrotada, sigue viva y buscará sus derroteros.

Así también las manifestaciones por la libertad de Navalny y contra la corrupción del régimen bonapartista de Putin. Desafiando una brutal represión, decenas de miles de manifestantes han salido repetidamente a las calles de Moscú y de 140 ciudades más del país, dando un giro a la situación política y apuntando, por primera vez, al inicio de una crisis del régimen de Putin, amigo de la extrema derecha europea y uno de los puntales de la reacción en el continente y en Medio Oriente.
Dentro ya de la UE, es necesario mencionar, debido a su relevancia, las manifestaciones de cientos de miles de personas, principalmente mujeres, que con un apoyo popular masivo tomaron las ciudades de Polonia en octubre del año pasado en defensa del derecho al aborto y contra el régimen seudoparlamentario y clerical de Kaczyński. Estas manifestaciones son continuidad de las que tuvieron lugar en 2016 y en la primavera de 2020,y constituyen la mayor movilización social del país desde el movimiento de Solidarnosc (Solidaridad) en la década de 1980.

Con la huella aún viva del movimiento popular de los Chalecos Amarillos y la lucha contra la reforma de las pensiones, tenemos que señalar las grandes manifestaciones de finales de 2020 en Francia contra la Ley de Seguridad Global de Macron y el cada vez más acentuado bonapartismo del régimen francés. Asimismo, hay que referirse al movimiento de protesta desarrollado en el estado español, con un fuerte protagonismo juvenil, contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél en febrero de este año 2021. Un movimiento que ha dejado en evidencia la pesada herencia franquista del régimen monárquico y la complicidad del gobierno de coalición del PSOE- Unidas Podemos.

En la actualidad hay numerosas luchas obreras, sociales y medioambientales. Hay muchas luchas contra despidos y cierres de empresas. Sin embargo, el enorme freno de las burocracias sindicales y la debilidad del sindicalismo combativo, hacen que se mantengan aisladas y no se unifiquen en una respuesta general que permita modificar la relación de fuerzas y parar los pies a los ataques patronales y gubernamentales.

En este contexto, es preciso resaltar la movilización de las/os  trabajadores/as de Alitalia contra su desmantelamiento y en defensa de una compañía pública, unida y sin despidos. Es el primer gran movimiento de trabajadores contra el nuevo y flamante gobierno Draghi. Su lucha es probablemente la más importante actualmente en Europa. Lo es por su relevancia económica y política, por la masividad y combatividad de su movilización, por el amplio desborde de las burocracias sindicales y la pugna de las/os trabajadores/as por tomar directamente en sus manos el control de la lucha, dando un ejemplo a la clase trabajadora europea.

En los distintos países hay experiencias parciales de ruptura con la burocracia de las grandes centrales sindicales, existiendo sindicatos alternativos en muchos sectores y empresas. Sin embargo, es frecuente la dispersión entre ellos, una parte de los cuales sufre presiones corporativistas y en algunos otros se manifiestan tendencias burocráticas contrarias a dar protagonismo a la base y a avanzar en la unidad de acción. A veces, sobre todo en los sindicatos alternativos de mayor implantación, se hacen notar presiones a favor de la conciliación con las grandes burocracias. Nos queda todavía mucho camino que recorrer hasta levantar alternativas sindicales capaces de desafiar y derrocar las grandes burocracias.

El retraso en la organización del movimiento y en la construcción de una dirección política revolucionaria que permitan dirigir los choques con los gobiernos, apuntan a un escenario de explosiones sociales con gran carga de espontaneidad y con un fuerte protagonismo de la juventud precaria.

Una estabilidad política aparente, con muchas grietas y con la extrema derecha al alza

Tenemos, en particular en la UE, una situación de estabilidad política e institucional que, sin embargo, esconde grandes fragilidades. Este es el caso de Italia, con un gobierno «técnico-político» de «unidad nacional» en torno al «salvador» Draghi, distinguido representante del gran capital italiano y del directorio de la UE, al que apoya un abanico que va desde la extrema derecha de Salvini, al Movimento 5 Estelle, el Partito Democratico y sectores de la «izquierda» (LEU). Es un gobierno formado para prevenir la inestabilidad en Italia y para que ésta no alcance el centro de la UE. Pero paradójicamente, su constitución refleja una gran inestabilidad política e institucional de fondo, que resurgirá con el desarrollo de la crisis y el despliegue de las medidas antisociales.

Los recientes resultados electorales de la comunidad autónoma de Madrid, en el estado español, han dejado al desnudo la enorme debilidad del gobierno de coalición PSOE-UP que, con sus promesas incumplidas y su falso «escudo social» ante la pandemia, ha favorecido el voto a la derecha y el refuerzo de la extrema derecha. Macron, por su parte, con una base social menguante, intenta recuperar terreno por la derecha promoviendo la islamofobia, los ataques a las libertades y relanzando su ofensiva antisocial, ahora contra el subsidio de desempleo y pronto, de nuevo, con la reforma de las pensiones. Esta política, sin embargo, refuerza a la extrema derecha (RN), que aspira a la presidencia, mientras alienta a un nutrido grupo de generales y oficiales en la reserva que llaman a una mayor intervención militar, en una proclama rabiosamente chovinista, racista e islamofóbica.

El caso más reciente es Portugal, donde por primera vez desde la revolución de Abril de 1974, un partido de extrema derecha, «Chega», ha irrumpido en la escena política obteniendo el 12% de la votación en las elecciones presidenciales del pasado 24 de enero. En lugares como Bélgica, en particular en la región de Flandes, los partidos de extrema derecha han llegado a ser mayoritarios y en una ciudad francófona como Lieja, la extrema derecha se atrevió a lanzar el 1 de Mayo la provocación de llamar a sus seguidores a «limpiar» la ciudad de inmigrantes.

La actuación de los gobiernos, tanto los de la derecha tradicional como los de la «izquierda», provoca desencanto en los trabajadores, desesperación en los sectores sociales más precarizados y sin cobertura social oficial, y empobrecimiento y ruina en amplios sectores de pequeños empresarios y profesionales. La izquierda oficial y la burocracia sindical no sólo no ofrecen alternativa alguna sino que ahogan la combatividad de los trabajadores con su política de conciliación con los grandes capitalistas. Con ello, abren espacio a la extrema derecha para fingir que tiene alternativas, cuando su proyecto es aumentar la explotación a niveles aún más bárbaros y echar la culpa a los sectores más explotados y oprimidos.

La izquierda reformista en bancarrota. Hay que construir partidos revolucionarios

Actualmente ya no nos hallamos en las mismas condiciones que cuando estalló la crisis anterior, donde partidos como Syriza en Grecia, Podemos en el estado español o el Bloco de Esquerda en Portugal, aparecían ante amplios sectores del activismo y de la población trabajadora como una verdadera alternativa de izquierda frente a los viejos partidos socialistas, convertidos hace ya muchos años en gestores del capital, alternancia de los partidos de la derecha.

Syriza llegó al gobierno en enero de 2015 como la gran esperanza y en sólo seis meses traicionó al pueblo griego (que había votado masivamente contra el memorándum de la UE) para convertirse en el nuevo sicario de la troika en Grecia. Fue Tsipras quien aplicó los planes de saqueo del país y los ataques más brutales a los derechos y condiciones de vida del pueblo griego. Al cabo de un tiempo, acabó integrándose oficiosamente en la cúpula de los partidos «socialistas» europeos.

El español Podemos, cabalgando el movimiento de los indignados del 15M lo esterilizó metiéndolo en los carriles del régimen monárquico. Salvó al PSOE de la bancarrota y ha acabado convertido en una fuerza subalterna del gobierno Sánchez, al que ha legitimado y a quien acompaña en su descrédito.

Tras la traición de Syriza, Podemos se convirtió en el gran referente internacional de la nueva izquierda. Sin embargo, en un tiempo record ha entrado en barrena. Las recientes elecciones de Madrid simbolizan su fracaso, que incluye el abandono de su caudillo Pablo Iglesias, ahora ya sin coleta. La sucesora que ha designado, la ministra Yolanda Díaz (PCE), no ha tardado en declarar que la misión de Podemos-UP es «generar sosiego y tranquilidad» y que de lo que se trata es de dialogar e ir de la mano con Biden, la UE, la OIT… «porque ha cambiado el sentido común de la época» (sic). Tampoco han abierto la boca ante el drama humano de Ceuta.

El Bloco de Esquerda, que junto con el PCP fue decisivo para salvar al PS portugués a través de la Geringonça, es ya un partido institucionalizado e integrado en el régimen portugués, con presencia incluida en el Consejo de Estado. Los corbynistas británicos, que no pudieron ni quisieron enfrentarse al aparato burgués del Labour Party, han quedado reducidos a un inofensivo grupo de presión dentro del Labour, con el que son incapaces de romper.

El NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), aunque ya hace años que perdió su relevancia, fue durante un tiempo una referencia importante de la «extrema izquierda» francesa y europea. Actualmente vive una aguda crisis de descomposición. Fue fundado hace 12 años por la LCR (sección francesa del Secretariado Unificado), que luego se disolvió en él. Decían que habíamos entrado en una «nueva época» en la que la revolución socialista había desaparecido del horizonte; que correspondía un» nuevo programa, en el que la lucha por la toma del poder por la clase trabajadora desaparecía en favor de «radicalizar la democracia»; donde el partido leninista dejaba de tener sentido y debía ser sustituido por un partido de nuevo tipo, que agrupara a los «anticapitalistas», como el NPA.

Pero la barbarie social, ecológica y sanitaria a la que el sistema imperialista nos arrastra y la exacerbación de la lucha de clases que le acompaña y se va a agudizar, ponen a la orden del día con extrema urgencia la necesidad de avanzar, en el curso de las luchas actuales y explosiones por venir, en la construcción de partidos revolucionarios y de una internacional revolucionaria. Unos partidos y una internacional sustentados en la tradición marxista y apoyados en un programa que haga un puente entre las reivindicaciones más urgentes del momento y la lucha para derrocar el capitalismo y abrir la vía revolucionaria al socialismo. Esta es la tarea en la que estamos comprometidos los partidos de la Liga Internacional de Trabajadores (LIT-CI).

Por un programa de rescate de los trabajadores y los pueblos, prepararnos para las explosiones que vienen

Los gobiernos europeos se aprestan a anunciar el fin próximo de la pandemia. Lo hacen cuando la situación en Asia y en América Latina se halla bien lejos de estar controlada y nadie puede asegurar que la expansión de nuevas variantes del virus en estas regiones a las que se les niega la vacuna vayan a provocar el retorno de la pandemia. La liberación inmediata de las patentes de las vacunas, su comercialización a precio de coste y la vacunación masiva gratuita de la población es una exigencia elemental frente al crimen de masas de las grandes farmacéuticas y los gobiernos imperialistas. Es igualmente esencial el refuerzo de la sanidad pública, algo que choca de frente con las normas constitutivas de la UE, defensoras de la privatización y el sometimiento de los servicios públicos a la lógica mercantil.

El período en el que hemos entrado está marcado por despidos y cierres de empresas, paro estructural, bajada de los salarios, nuevos ataques a las pensiones, la sanidad y la educación públicas y nuevos récords en la precariedad laboral, la pobreza, los desahucios y la degradación medioambiental. Esta ofensiva se ceba especialmente en la periferia y en los sectores más explotados de nuestra clase: los inmigrantes, las mujeres y los jóvenes y está íntimamente ligada con la exacerbación de la xenofobia, el racismo y el machismo, así como con los ataques a las libertades.

Todo esto pone en primer plano la lucha por el rechazo de los tratados de la UE, del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y las reformas y recortes asociados a los fondos de recuperación. Vuelve a dar toda su importancia a la batalla por el no pago de la deuda pública de los países; contra la precariedad y la discriminación, los despidos y los cierres de empresas; por el reparto del trabajo sin reducción salarial y por una reestructuración general de la industria y la economía al servicio de las necesidades populares, el pleno empleo y un programa real de sostenibilidad ambiental.

Un programa que nada tiene que ver con el fraude del «capitalismo verde» de la UE y su Green New Deal. Esto exige la expropiación de las grandes empresas energéticas, los bancos y los sectores y empresas estratégicas, su control democrático por los trabajadores y el pueblo. Exige expropiar las viviendas vacías en manos de bancos, de fondos de inversión y grandes propietarios y levantar con ellas un gran parque de vivienda pública de alquiler social. Nada de esto será posible sin romper con la UE, la gran máquina de guerra del capital europeo contra los servicios públicos, los derechos laborales y los derechos sociales.

La ofensiva del capital incluye una nueva ronda de ataques a las libertades democráticas, el reforzamiento de la legislación represiva y de la impunidad policial y, más en general, el fortalecimiento de las tendencias autoritarias de los Estados. Por eso hay que luchar para derogar las leyes represivas, castigar ejemplarmente los abusos policiales, disolver los cuerpos especiales de represión y eliminar los ejércitos profesionales. Frente a estos debemos oponer ejércitos basados en el principio democrático del pueblo en armas, ejércitos de milicias voluntarias e instrucción militar universal.

Hay que asegurar el respeto a derechos democráticos básicos como el de la autodeterminación nacional de los pueblos, algo básico en estados como el español. ¡Ninguna unión a la fuerza!

La batalla contra la extrema derecha juega cada vez más un papel fundamental. La reciente respuesta del barrio obrero de Vallecas (Madrid) es un magnífico ejemplo a seguir. La ultraderecha de Vox quiso iniciar su campaña electoral madrileña convocando un acto en el principal barrio obrero y de izquierda de Madrid, una provocación en toda regla. La izquierda gubernamental del PSOE y Podemos llamaron a «ignorarlos», es decir, a no hacer nada, dejarles el campo libre y permitir que su provocación quedara impune. Para ellos, la respuesta se reducía a pedir el voto para sus candidatos. Sin embargo, cientos de activistas y jóvenes del barrio, lejos de seguir sus consejos, resistiendo a la policía y enfrentando una fuerte represión, impidieron la realización del acto. Al poco se celebró el 1 de Mayo y la manifestación unitaria del sindicalismo alternativo organizó en Madrid un dispositivo de autodefensa en colaboración con los jóvenes antifascistas, para prevenir y enfrentar cualquier provocación de la ultraderecha. Este es el camino a recorrer y profundizar, el de la organización de la autodefensa obrera y popular.

La UE que cierra sus puertas a los que vienen de fuera es la misma cuyas multinacionales expolian los recursos de sus países y sobreexplotan a sus gentes; la misma cuya población, cuando las grandes guerras, emigró en masa al mundo entero. Debemos oponernos de frente a las políticas de la UE y sus gobiernos que, primero, condenan a millones a la miseria y luego levantan fronteras y leyes condenándoles, bien sea a morir en el Mediterráneo cuando intentan huir del hambre, o bien a vivir hacinados en campos de refugiados que reproducen los guettos de otros tiempos. Es necesaria la derogación de las leyes de extranjería y la legalización de las personas inmigrantes; el cierre de los campamentos y de los Centros de Internamiento; el reconocimiento de los derechos de nacionalidad a los nacidos en suelo europeo y del derecho al refugio a los que huyen de las guerras y la muerte y la disolución de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) . ¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!

La UE es instrumento de las grandes potencias europeas para defender sus intereses económicos y geopolíticos en el mundo. Por eso, exigimos la retirada de todos los destacamentos militares europeos de África, Líbano o Asia, la disolución de la OTAN y el desmantelamiento de las bases americanas en Europa.

La agudización de la crisis va a volver a colocar en los próximos tiempos, con especial fuerza en la periferia, la necesidad de la ruptura con la UE y el euro. La batalla para derrotar los planes del capital es una lucha conjunta contra los gobiernos propios y contra la UE porque ambos forman un pack inseparable, imperialista, antiobrero y antipopular.
La batalla por las reivindicaciones, contra los gobiernos y la UE, exige abrir la perspectiva estratégica de lucha por levantar gobiernos de los trabajadores/as apoyados en organismos de base, democráticos y de lucha. Gobiernos que serán el primer acto de la batalla por una Europa de los trabajadores y los pueblos, por una unión libre y voluntaria en unos Estados unidos socialistas de Europa. Este sigue siendo el eje estratégico de todo programa revolucionario en cada uno de los países de la UE y más allá, de Belarús, Ucrania y Rusia.

¡Organicémonos para luchar por una salida obrera y democrática a la degeneración capitalista!

¡Por una Europa socialista de las/os trabajadores/as y los pueblos!

Mayo 2021

Organizaciones europeas de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI)

Pd’AC (Partito di Alternativa Comunista), Italia
Corriente Roja, Estado español
Em Luta, Portugal
ISL (International Socialist League), Reino Unido
LCT/CWB (Liga Comunista de los Trabajadores), Bélgica
POI (Partido Obrero Internacionalista), Rusia

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