Dom May 12, 2024
12 mayo, 2024

50 años de la Revolución de los Claveles: cuando la clase trabajadora toma la delantera

Por: Joana Salay, de Portugal

El 25 de abril de 1974, a las 00:20 horas, la música “Grândola, Vila Morena” fue transmitida por la radio Renascença como señal de lanzamiento de la operación del golpe militar planeado por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). Esa noche, fuerzas militares ocuparon puntos estratégicos en Lisboa con el objetivo de derrocar el régimen de Marcelo Caetano.

Se transmitieron mensajes por radio para contener a la población, el MFA “pide a la población que mantenga la calma y regrese a sus hogares”. Sin embargo, a las 8.45 horas, el comunicado ya reconocía que “la población civil no está respetando el llamamiento que ya se ha hecho varias veces para que se quede en casa”. Después de años de opresión, el pueblo salió a las calles. Comenzaba la revolución portuguesa, la última en Europa Occidental.

Un país imperialista, pero profundamente atrasado

El régimen fascista instituido por Salazar en 1933 se constituyó la dictadura más larga de Europa, que pasó a ser conocida como Estado Novo. Portugal era un país muy atrasado, pero aún mantenía colonias. Antes de la revolución, 25,7% de la población portuguesa no sabía leer ni escribir, alrededor de 70% nunca había asistido a la escuela, y el hambre y la pobreza estaban generalizadas.

El mantenimiento de las colonias era una cuestión de vida o muerte para el régimen. Y, por eso, ante la lucha anticolonial, iniciada en Guinea-Bissau en 1959 y rápidamente extendida a Angola y Mozambique, el Estado portugués volcó todas sus fuerzas en una guerra colonial que duraría 14 años. Esto aceleró la crisis social y dio comienzo a una crisis política en la metrópoli.

La derrota militar en Guinea-Bissau, que declaró su independencia en 1973, agravó la crisis de las fuerzas armadas, que se expresó en la negativa de miles de soldados a prestar juramento a la bandera y en exigencias que, aunque sectoriales, chocaban con los planes de guerra.

Las masas toman en sus propias manos los rumbos del país

Para resolver el impasse en la guerra colonial, el MFA avanzó hacia el golpe del 25 de abril con el objetivo de derrocar a Marcelo Caetano, pero no pretendía que el proceso llegara más lejos. El plan de una parte de la gran burguesía, representada por el general Spínola, era una salida negociada en las colonias, instituyendo el neocolonialismo, resolviendo la crisis en el ejército y manteniendo sus privilegios. Sin embargo, la revolución puso en jaque todos los planes de la burguesía portuguesa.

La revolución comenzó con exigencias democráticas, como la caída de la dictadura, la convocatoria de una Asamblea Constituyente y el desmantelamiento de las estructuras represivas. En empresas y escuelas, trabajadores y estudiantes persiguieron a sus delatores y verdugos. Los manifestantes acudieron a la prisión de Caxias, en las afueras de Lisboa, para liberar a los presos políticos.

La revolución avanzó rápidamente contra las grandes familias burguesas portuguesas, profundamente vinculadas al Estado Novo, que se beneficiaron de la represión del Estado para incrementar sus ganancias y reprimir las huelgas. El 1 de mayo de 1974 apareció la demanda de aumento salarial y desencadenó una ola de huelgas.

La vanguardia de la revolución (trabajadores, asalariados agrícolas y jóvenes) comenzó a formar sus propias organizaciones, como comités de trabajadores, residentes, campesinos y soldados. Las comisiones decidían el rumbo de la lucha, pero también resolvían problemas del día a día, como construir casas, gestionar empresas, abrir escuelas, guarderías, consultorios médicos, ocupar terrenos, etc.

Mientras las instituciones del antiguo régimen colapsaban, se conformaban nuevas instituciones de la clase trabajadora y del pueblo, que efectivamente constituyeron un doble poder frente a las instituciones democrático-burguesas aún en formación.

El intento de golpe contrarrevolucionario

La burguesía se enfrentaba al desafío de contener el avance de la revolución obrera y socialista, al tiempo que resolvía sus propios conflictos. El ahora presidente de la República, António Spínola, pretendía una salida autoritaria y represiva, para poder mantener relaciones privilegiadas con las colonias.

Spínola convocó a una manifestación el 28 de setiembre de 1974, defendiendo una elección presidencial autoritaria, en oposición a la Asamblea Constituyente. Las masas reaccionaron y Spínola fue derrocado. Destituido de la presidencia, buscó organizar fuerzas contrarrevolucionarias. El 11 de marzo de 1975 su intento de golpe contrarrevolucionario fracasó debido a las barricadas levantadas. Spínola huyó, llevándose consigo a la gran burguesía que conspiraba contra la revolución.

La derrota del intento de golpe contrarrevolucionario fortaleció aún más a la clase trabajadora, que avanzó hacia la nacionalización de sectores estratégicos, las ocupaciones, el fortalecimiento de los comités de trabajadores y el control obrero de la producción. El horizonte de la revolución en ese momento era la construcción del socialismo y de una sociedad sin explotación ni opresión.

Los gobiernos provisorios y el frente popular como traba a la revolución

Durante el proceso revolucionario, hubo varios gobiernos provisorios, liderados por la burguesía, integrados por el MFA y los partidos obreros reformistas (PS y PCP). En su libro Revolución y Contrarrevolución en Portugal, escrito en julio de 1975, Nahuel Moreno analiza el gobierno del MFA-PS-PCP como un gobierno de frente popular. Era síntoma de la profundidad de la revolución, pero también del proyecto de conciliación de clases.

Si el PS, con influencia entre las capas populares y sectores de la burguesía, intervino en los Gobiernos Provisorios representando a la socialdemocracia europea y sus gobiernos imperialistas, el PCP, con mayor inserción entre la clase trabajadora, militó por contener la revolución, respondiendo a las intereses mundiales de la burocracia soviética.

En los diferentes gobiernos provisorios, PS y PCP, aunque representando diferentes proyectos para desviar la revolución, aprobarán varias medidas represivas y de control del movimiento obrero, como la ley de huelga, la ley de requisición civil, la batalla por la producción, entre otras. Era necesario derrotar el poder dual para avanzar en la consolidación de la democracia burguesa.

El 25 de noviembre, el golpe en el doble poder de las Fuerzas Armadas

El 25 de noviembre (1975) fue un intento de levantamiento de unidades militares como reacción a la política de saneamiento y represión en las Fuerzas Armadas. La burguesía aprovechó este momento para reprimir y acabar con el doble poder en el ejército, el PCP llamó a sus militantes, que iban a las sedes a pedir armas, a no resistir el golpe, y la jerarquía de comando en el ejército fue restablecida.

Aunque marcó el fin de uno de los elementos más radicales de la revolución –el poder dual en las Fuerzas Armadas– no acabó inmediatamente con los demás elementos del poder dual en el país. Las ocupaciones en el campo y el control obrero todavía mantenían una dinámica fundamental. Se produce una primera victoria de la burguesía y, en consecuencia, se impone una nueva relación de fuerzas. Sin embargo, la revolución no estaba derrotada.

Para la derrota final, se firmó un nuevo pacto entre PCP y PS para la consolidación de la democracia burguesa en Portugal. En 1976 se aprobó la nueva Constitución y se realizaron las primeras elecciones para la Asamblea de la República.

Las conquistas de la revolución

La Constitución de 1976 consagrará varias victorias del movimiento de masas durante el período revolucionario. Ejemplos de ello son el derecho a la salud y a la educación universal, públicas y gratuitas; el mantenimiento de las nacionalizaciones realizadas en el período revolucionario, como en el caso de los bancos y otros sectores estratégicos; el derecho de huelga; la consagración institucional de los Comités de Trabajadores y Residentes; las libertades políticas, mucho más amplias en comparación con otros países.

Algunos de estos derechos democráticos se mantienen hasta hoy. Legalizar un partido político es mucho más sencillo y menos burocrático que en el Brasil. En las elecciones, todos los candidatos, independientemente de su peso parlamentario, tienen el mismo tiempo de televisión. Durante todo el año, los partidos pueden tener publicidad política en las calles, con outdoors y carteles.

La construcción del estado de bienestar social, con salud y educación universales, aseguró que la tasa de analfabetismo sea ahora de 3,1%, que la tasa de mortalidad infantil sea una de las más bajas del mundo, y permitió una respuesta centralizada a la pandemia, mucho más eficiente que las de los países imperialistas centrales. Los precios de los alquileres estuvieron congelados durante décadas.

Lo que dejó de conquistar

La misma constitución que consagra las conquistas de la revolución y que afirmaba que “Portugal es una República soberana (…) comprometida con su transformación en una sociedad sin clases” atravesando un proceso de “transición al socialismo”, afirmaba también que “todos tienen garantizado el derecho a la propiedad privada y su transmisión en vida o por muerte”.

Así, a pesar de la palabrería revolucionaria, la constitución estaba al servicio de la defensa de las relaciones sociales capitalistas. Su esencia era garantizar las instituciones de la democracia burguesa, el gran proyecto de derrota de la revolución. Al no avanzar hacia la construcción de un Estado obrero, la revolución socialista fue derrotada.

Durante los 18 meses del proceso revolucionario, Portugal fue una gran amenaza para el imperialismo, porque si la clase obrera salía victoriosa del proceso, cambiaría la correlación de fuerzas a nivel europeo y pondría la revolución en primer plano, reavivando las llamas encendidas en mayo de 1968. No es sorprendente que el imperialismo norteamericano actuara para contener el proceso revolucionario y que el embajador estadounidense, Frank Carlucci, se reuniera regularmente con Mário Soares, el líder del PS. Tras el fracaso de la política de apoyo a los intentos contrarrevolucionarios de Spínola, Estados Unidos y la burguesía imperialista internacional decidieron optar por el camino de la “democracia” para derrotar la revolución.

Todo lo que no avanza, retrocede

El pacto reaccionario entre el PS y el PCP sirvió para desviar la revolución y consolidar la democracia burguesa en Portugal, pero la estabilización aún llevaría tiempo. Sólo después de 15 años comenzaron a revertirse las conquistas arrancadas en el período revolucionario. Entre 1976 y 1986, el país tuvo 10 gobiernos. Las huelgas y los conflictos, producto del proceso revolucionario, continuaron; sólo después de la entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986 se produjo una caída drástica del número de huelgas.

La entrada en la Unión Europea (UE) significó la aplicación de los planes neoliberales en Portugal, donde los sucesivos gobiernos, con la complicidad del PCP, que dirigía los principales sindicatos, impusieron varios quites de derechos y privatizaciones de empresas.

La crisis económica de 2008 y las actuaciones de la Troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea) en Portugal fueron un salto adelante en el quite de conquistas y en la relación de Portugal con otros países europeos. Se completó la privatización de sectores estratégicos de la economía, que pasaron al capital extranjero, se acabó el último gran banco con capital portugués, se dio un salto en la desinversión en los servicios públicos, se acabó el congelamiento de los alquileres, se sacaron varios derechos de la clase trabajadora, y se tornó una regla la intervención directa de la UE en los rumbos de la economía portuguesa. El país vive actualmente una fuerte crisis social, provocada por los bajos salarios y el alto costo de vida, y también una grave crisis política, de inestabilidad gubernamental.

Incluso el combate contra las fuerzas reaccionarias comienza a retroceder. En las últimas elecciones nacionales, la extrema derecha, que utiliza el mismo lema de Salazar “Dios, Patria y Familia”, obtuvo 18% de los votos. En 2023, el actual presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, condecoró a António Spínola, mostrando la íntima relación del actual régimen con las fuerzas contrarrevolucionarias del pasado.

En este contexto, lejos de situar como horizonte la defensa de las instituciones de la democracia burguesa y del proyecto europeo, como hacen los partidos reformistas en Portugal (BE y PCP), es necesario retomar las lecciones de la Revolución de los Claveles, confiar en la fuerza de la clase trabajadora y afirmar que no hay salida dentro del capitalismo.

Para saber más

Revolución y contrarrevolución en Portugal, de Nahuel Moreno, Editora Sundermann.

Documental “Portugal 74-75 – El retrato del 25 de abril”

Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 19/4/2024.-

Traducción: Natalia Estrada.

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