Por Em Luta – Portugal
Las elecciones europeas tendrán lugar el 9 de junio y el gobierno y los otros partidos están todos en campaña, pero claramente ignorando la realidad política de la UE. Guardan silencio sobre la connivencia de la UE con el genocidio en Gaza, son conniventes con las medidas de persecución a los inmigrantes y olvidan que los mayores problemas del país hoy, como el aumento del costo de vida, la precariedad y los bajos salarios, están directamente relacionados con las medidas de la UE. Por eso, la pregunta sigue siendo: ¿por qué Europa votamos realmente?
La fortaleza de la UE que apoya el genocidio en Gaza
Estamos viendo en vivo en nuestros televisores un genocidio en Gaza. Ante el clamor y la movilización de la opinión pública contra el genocidio del Estado de Israel sobre el pueblo palestino y para ocultar la complicidad y el suministro por décadas de armas a Israel, que lo transformaron en una potencia militar y genocida impune, los jefes de la UE lanzan arena en nuestros ojos, derramando lágrimas de cocodrilo o prometiendo reconocer un Estado palestino que en sus planes reales nunca dejará de ser un Estado sometido a la potencia genocida sionista mientras esta no sea destruida.
También en Ucrania podemos encontrar la hipocresía de la UE, que aparenta defender el derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano, pero está más preocupada con la reconstrucción del país y las puertas económicas y políticas que se abren. No se envían armas de ataque, pero al mismo tiempo continúa la compra de energía rusa. La deuda externa ucraniana no está perdonada, pero al mismo tiempo, tras el suministro insuficiente de armas defensivas y la invasión rusa, se construyen ya argumentos para un nuevo impulso al sector bélico y para el crecimiento de los presupuestos de Estado destinados al ejército.
Esta sigue siendo la Europa fortaleza, cuyas principales potencias construyeron su riqueza a partir del saqueo colonial del mundo entero (incluido Portugal) y que hoy continúa explotando recursos y mano de obra barata, particularmente en África, Medio Oriente y América Latina. Sin embargo, cierra sus fronteras a la entrada de poblaciones que huyen de la guerra y el hambre, tantas veces provocadas por la acción de las potencias imperialistas y su neocolonialismo, como es el caso de la propia UE.
Mientras se habla de la UE como defensora de los derechos humanos, en el seno de la UE se alimenta la islamofobia, que quiere hacernos sentir cercanos a Israel y considerar terroristas a quienes luchan por su autodeterminación, apoyando un genocidio en vivo. Mientras hablamos de derechos humanos, la UE tiene un pacto de inmigración –que claramente llegó a Portugal con las nuevas medidas antiinmigración del gobierno de Montenegro– asentado en el racismo y la xenofobia, negando el mínimo de humanidad a quienes arriesgan su vida para llegar a Europa o arrestándolos en campos de refugiados para impedirles su entrada.
Una expresión de esto es que el nuevo gobierno de Montenegro –otro acólito más sometido a las reglas de la UE– dice que “es injusto afirmar que existe un genocidio en Gaza” o que no hay condiciones para reconocer el Estado de Palestina (que en sí mismo sería meramente simbólico, ya que no existe viabilidad para tal Estado en las condiciones que le son impuestas por Israel). O impone un retroceso fundamental en materia de inmigración, para responder a las directrices de la UE y el creciente discurso xenófobo.
La entrada en la CEE, un proyecto de la burguesía portuguesa
Al mismo tiempo, en el caso portugués, estas elecciones europeas tienen lugar en el año en el que conmemoramos el 50º aniversario del 25 de Abril. Tras la derrota de la revolución, el ingreso a la Comunidad Económica Europea – CEE (hoy Unión Europea) representó un objetivo fundamental de la burguesía portuguesa para estabilizar la democracia de la burguesía, por oposición a la democracia de los trabajadores y sus organizaciones durante el 25 de Abril.
De hecho, esto permitió la llegada de miles de euros en fondos que contribuyeron a modernizar la infraestructura del país y facilitar el acceso al crédito. Pero el dinero de la UE tenía contrapartidas claras: la sujeción a una economía de mercado cada vez más neoliberal, que se imponía contra los derechos conquistados por la clase trabajadora (recordemos a Margaret Thatcher y el brazo de hierro contra la huelga de los mineros). Al mismo tiempo, la apertura internacional y el fin del proteccionismo, en particular con la entrada en el euro, expusieron a Portugal a una competencia internacional desenfrenada, ya sea con las grandes potencias imperialistas o con los países del Este que se fueron integrando. Esta política tuvo un papel completamente destructivo de sectores base del país como la agricultura, la pesca o las industrias, transformando a Portugal en un país de servicios, turismo y alguna industria orientada a la exportación, y todo ello basado en la explotación de mano de obra barata por parte de las grandes multinacionales.
En 2011, debido a las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (déficit máximo de 3% y deuda pública de 60%), Portugal pidió un rescate a la UE e impuso planes de austeridad durísimos, implementados por el gobierno de Passos Coelhos (PSD) y Paulo Portas (CDS): recortes salariales y de subsidios, altos niveles de desempleo, emigración. Pero fue más lejos: Portugal se vio obligado a privatizar todas las grandes empresas de sectores estratégicos, como CTT, TAP y ANA Aeropuertos, EDP y REN, mientras salvaba los bancos. Entrábamos en un nuevo nivel de total sumisión dentro de la UE.
El gobierno de la Geringonça prometió poner fin a la austeridad, pero sólo cambió cuestiones puntuales: de hecho, continuaron los grandes ataques a las leyes laborales y a los trabajadores, imponiendo un nuevo nivel de explotación. Más recientemente, también hemos visto el aumento de la inflación y las altas tasas de interés implementadas por el Banco Central Europeo, que han obligado a los trabajadores de toda Europa a soportar los altos costos de los precios, particularmente de la vivienda, al tiempo que protegen los grandes bancos y sus ganancias millonarias.
Las reglas del déficit y de la deuda impiden a Portugal realizar los gastos necesarios para invertir en servicios públicos de calidad, como Salud, Educación, etc., presionando constantemente para recortar empleados, salarios y carreras, porque se consideran sólo costos y no inversiones estratégicas en el país. Las reglas de la competencia de la UE impiden al Estado controlar sectores estratégicos de la economía (energía, transporte, comunicaciones, infraestructura, banca, etc.) para garantizar que estén disponibles para el gran capital europeo, como fue el caso de los aeropuertos adquiridos por la empresa Vinci, o la disputa por la TAP por parte de las grandes compañías europeas. Se da toda la libertad al capital para que el más fuerte pueda ganar negocios y explotar mano de obra barata, como es el caso de la Autoeuropa, con el recurso a las arcas públicas que se ve por el reciente layoff.
Hoy, en nuestra canasta básica de alimentos pagamos precios similares a los de los países más ricos de la UE, pero nuestros salarios son mucho más bajos.
La UE habla de transición energética, pero esta está completamente sometida a los intereses de las grandes multinacionales, como en el sector automotriz, de abrir un nuevo mercado e intensificar los ritmos de producción. Además, no escatima medios explotar recursos naturales, como el litio, con elevados costos sociales y medioambientales para las poblaciones, como en la región del Barroso.
La juventud portuguesa ve la emigración como la alternativa, porque apenas puede permitirse pagar por una casa con los salarios que se pagan aquí y no ven otra alternativa en Portugal. Y no serán las políticas para los jóvenes ricos del gobierno de Montenegro las que solucionarán esto, ya que no responden a la realidad de la mayoría de los jóvenes que ganan hasta 1.000 euros.
No es posible un proyecto de país al servicio de los trabajadores y de la solidaridad entre los pueblos dentro de la UE
La mayoría de los candidatos se presentan en estas elecciones de rodillas ante los poderosos imperialistas para pichinchar para pueblo portugués limosnas mayores que dejen todo igual, es decir, salarios y derechos más distantes del “paraíso europeo”. Al mismo tiempo, apuntan la mira hacia la extrema derecha, pero siguen reforzando el proyecto de la Europa fortaleza. En estas elecciones no basta con derrotar a la extrema derecha. La política de la UE en la crisis de 2008 y desde ahí en adelante mostró bien que los trabajadores y los países más pobres pagaron la factura para apoyar los intereses de los bancos y del gran capital, negando cualquier sentido de solidaridad y unidad europea. La clase trabajadora portuguesa y la clase trabajadora europea deben unirse contra estos que nos explotan y roban, así como con los pueblos de la periferia, destruyendo esta UE para construir una verdadera unión de los pueblos. Por eso, exigimos un salario mínimo europeo, para poner fin al uso de las diferencias salariales entre países para explotar aún más al conjunto de la clase trabajadora en toda la UE.
En estas elecciones europeas debemos denunciar la hipocresía de la UE en materia de derechos humanos y de paz, denunciar un proyecto europeo imperialista y sujeto a los intereses del capital en la región de Medio Oriente. Señalar con el dedo a sus representantes al frente de los gobiernos nacionales, como la AD de Montenegro. Al mismo tiempo que se iza bien alto la bandera de una Palestina única, laica, democrática y soberana y que se exige a los Estados europeos que rompan relaciones con el Estado genocida de Israel. En estas elecciones europeas debemos disputar una alternativa a quienes proponen la paz de la ocupación, sin oír al pueblo que resiste en Ucrania. ¡Es necesario acabar con la Europa fortaleza, revocar el pacto migratorio, garantizar la nacionalidad a los nacidos en la UE, y criminalizar el racismo y la xenofobia! Es necesario exigir una transición energética para los servicios de la clase trabajadora y de las poblaciones, lo que implica la nacionalización de sectores estratégicos, bajo control de los trabajadores para pensar planes ecológica y socialmente sostenibles que la UE impide.
Las reglas de la UE son un corsé para que los trabajadores puedan discutir un verdadero proyecto de país. Por eso, gira el disco del gobierno, pero la política de cuentas ciertas permanece. Dentro de la UE, la austeridad será constante, ya que es el euro el que más ordena. Por eso, para nosotros no hay salida para un proyecto de los trabajadores y solidario entre los pueblos dentro de la Unión Europea. En el 50 aniversario del 25 de Abril, es necesario hacer una nueva revolución para que los trabajadores sean quienes gobiernen. Pero no queremos volver al orgullosamente solos. Queremos que esta revolución sea internacional y ponga en el orden del día la construcción de una Europa de los Trabajadores y de los Pueblos, para que sean los trabajadores y los sectores más oprimidos y explotados quienes más ordenen. Sólo así podremos sentar las bases de una verdadera unidad y solidaridad entre países de la UE y con los pueblos del mundo.
Publicado originalmente el 7 de junio de 2024
Traducción: Natalia Estrada.