En las últimas décadas, se ha intentado representar el mundo del deporte como un terreno en el que las barreras de género, clase y etnia tienden a caer más fácilmente, a través de la promoción de una competencia más justa e inclusiva, aunque con profundas dificultades. Con París 2024, la última edición de los Juegos Olímpicos, la igualdad de género y la inclusión han sido declaradas «objetivos alcanzados», al menos en el deporte, tanto por el Comité Olímpico Internacional (COI) como por diversas organizaciones institucionales involucradas en la defensa de los derechos de las llamadas categorías «vulnerables».
Por: Laura Sguazzabia
No todo lo que brilla es oro
UN Women (organización de las Naciones Unidas para la igualdad de género), al inicio de los trabajos olímpicos declaró triunfalmente: «Por primera vez en la historia, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024 verán competir a un número igual de hombres y mujeres. Esta representación 50:50 de atletas convierte a los Juegos de Verano en los primeros en lograr la igualdad de género. El progreso no termina ahí. Con una audiencia global esperada de tres mil millones de personas, los Juegos de este año se han programado deliberadamente para permitir una cobertura más equilibrada de todos los eventos, poniendo a todos los atletas bajo el foco de atención. Los Juegos también contarán con más eventos femeninos y mixtos». Sin embargo, este entusiasmo por el supuesto progreso de la emancipación femenina no ha encontrado correspondencia en la realidad viva. Las Olimpíadas no fueron inmunes al machismo (así como al racismo y la homofobia) que impregna a toda la sociedad.
En comunicación, por ejemplo, las nuevas directrices lanzadas por los servicios de radiodifusión olímpica no fueron suficientes. Como siempre sucede cuando hablamos de éxitos deportivos femeninos, muchos periódicos y periodistas no han logrado contar las hazañas deportivas de las atletas olímpicas tal como fueron: en algunos casos fueron reportadas con un carácter de excepcionalidad o con la aclaración de que una atleta es también una madre, que quiere subrayar lo que se cree es su «verdadero» papel en la sociedad; en otros casos estaban enriquecidos con detalles, a menudo pertenecientes a la vida privada, definiendo así a los atletas ante todo como deportistas, como novias o esposas de, amigas de, o resaltando algunos rasgos físicos. En particular, la sexualización de los cuerpos femeninos durante los comentarios y los rodajes de las competiciones fue muy fuerte, con particular atención a los aspectos sexuales del gesto atlético, como lo demuestran tanto los chistes sexistas de algunos comentaristas como las numerosas fotografías o imágenes televisivas que han circulado en las redes sociales con imágenes en las que las atletas son inmortalizadas en posiciones absolutamente normales en competiciones deportivas, pero transformadas en guiños eróticos dignos sólo de las peores películas de serie B de los años setenta.
Este interés morboso por el cuerpo de las atletas alcanzó su punto máximo en el asunto que involucró y abrumó a la boxeadora argelina Imane Khelif, cuyo aspecto físico suscitó comentarios e inferencias de diversos grados e intensidades, superando en gran medida los límites del respeto y de la inteligencia. Pensemos solo en las descompuestas reacciones ante la negativa de la atleta a mostrar sus genitales para probar su pertenencia al género femenino, reacciones que ni siquiera consideraron cuánta violencia había en esa petición.
¡Nada de inclusión!
Y si no es posible hacer un balance positivo sobre la igualdad de género, la situación no mejora en el aspecto de la inclusión, palabra utilizada en diversos ámbitos, pero que en el campo social adquiere un significado muy particular: indica la pertenencia a algo y el sentirse bienvenido. Según el COI, los Juegos Olímpicos 2024 deberían haber representado una gran ocasión para aumentar la inclusión porque, como se afirma en el sitio web oficial, «el deporte aumenta la inclusión y la cohesión social, y al mismo tiempo reduce el aislamiento uniendo a personas con diferentes experiencias en torno a una pasión o incluso un simple momento en el campo de juego». Es una pena que la propia Francia, anfitriona de esta última edición olímpica, haya resultado ser la menos inclusiva de todas. Prueba de ello es la prohibición, vigente desde hace tiempo, de llevar cualquier tipo de tocado religioso en diversos deportes, lo que para las mujeres musulmanas se traduce en la exclusión no sólo de la participación, sino también de la oportunidad de entrenamiento y de competición necesarios para llegar al nivel olímpico. Muchas mujeres y jóvenes musulmanas en Francia se han visto obligadas a abandonar los deportes que aman o a buscar oportunidades en otros países. Y el COI, a pesar de las proclamas iniciales y de los llamamientos de diversas ONG en defensa de los derechos de las atletas francesas, no tomó posición.
Además, como siempre ocurre en ocasión de los grandes eventos deportivos internacionales, en París se adoptaron e implementaron políticas de limpieza y exclusión social, desalojos y aumentos de precios inmobiliarios, que tuvieron como resultado la expulsión y la marginación de miles de personas de categorías sociales más frágiles, con el objetivo de mejorar la imagen de la ciudad ante los ojos de las cámaras. Tiendas de campaña, casas ocupadas (edificios abandonados ocupados) y viviendas para estudiantes fueron desalojadas en una demostración de fuerza muy violenta que tuvo como resultado que al menos 10.000 personas fueran puestas en la calle –según estimaciones bajas–, entre ellas muchísimas mujeres (al menos un centenar de ellas embarazadas) y niños.
Además, los trabajos con vistas a los Juegos Olímpicos han causado fuertes incrementos en la banlieue norte [suburbio de carácter periférico, más social que geográfico, de París], donde el mercado inmobiliario entre 2019 y 2023 pasó de 3.780 a 4.616 euros por metro cuadrado, y un aumento del costo de los pasajes de toda la red metropolitana de 2,15 a 4 euros.
Y aunque los comités olímpicos, el internacional y el francés, es decir, los organizadores de París 2024, sigan diciendo que las Olimpíadas son socialmente útiles porque al menos 10% de los apartamentos que se construirán en la Villa Olímpica una vez finalizados los Juegos estarán reservados a viviendas sociales, sabemos que la característica de los grandes eventos deportivos es que provocan una devastación social que afecta a los sectores más débiles de la población sin reparar luego estos daños.
Necesitamos un cambio de sistema
Aunque es importante que el número de atletas femeninas en estos Juegos Olímpicos fuera igual al de los participantes masculinos, como mujeres proletarias no lo consideramos suficiente. Los logros son importantes y por eso luchamos con mucha tenacidad, pero son insuficientes mientras sigamos viviendo en un mundo capitalista. Igualdad de género, inclusión, igualdad de oportunidades son términos que pertenecen a una retórica burguesa que intenta ilusionar sobre la posibilidad de mejorar las condiciones de las mujeres en este sistema, que intenta infundir confianza en los gobiernos y en las instituciones burguesas. Pero son los propios gobiernos y las propias instituciones los que recurren a planes de austeridad, realizan reformas laborales a la baja, no aumentan los presupuestos para la salud y la educación gratuitas, dando prioridad a las ganancias por sobre nuestras vidas y condenándonos a la desocupación, el hambre y la violencia.
Necesitamos una revolución socialista para poner fin a este sistema homicida, que utiliza las opresiones de las mujeres para dividirnos como clase y explotarnos más, para pagarnos salarios más bajos que los de los hombres, para convertirnos en el ejército de mano de obra de reserva necesario para rebajar las conquistas del trabajo de la clase obrera en su conjunto. Para llevar adelante una lucha coherente contra nuestra opresión, como mujeres proletarias queremos y necesitamos el apoyo de los hombres trabajadores, porque el machismo que oprime, humilla y explota a las mujeres sirve tanto para dividir y debilitar a la clase como para aumentar la explotación de todos los trabajadores. La lucha no es separada sino conjunta dentro de nuestra clase.
Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.it, 20/8/2024.-
Traducción: Natalia Estrada.