¡Vivan los estudiantes victoriosos de Bangladesh! ¡Adelante la revolución bengalí!
¡Ha caído el régimen bonapartista autocrático de Sheik Hasina! Esto es sin duda una victoria para el movimiento estudiantil. Una victoria conseguida con el martirio de más de 300 estudiantes y trabajadores, víctimas de la agresión policial y paramilitar.
Por: Adhiraj Bose
El régimen de Sheik Hasina llegó al poder en 2008 tras las elecciones de ese año, y obtuvo un segundo mandato al final del mandato de gobierno interino. Desde entonces, ella y su partido, la Liga Awami, han ido afianzando progresivamente su posición en el poder.
Cuando la Liga Awami ganó un cuarto mandato, un récord, en unas elecciones muy amañadas y boicoteadas por los principales partidos de la oposición, su poder se había vuelto casi absoluto. En el papel, Bangladesh era una democracia parlamentaria burguesa normal, pero en la práctica se había convertido en una autocracia de un solo partido, centrada en un líder, Sheik Hasina.
En muchos sentidos, el régimen que hoy vemos derrocado era una resurrección del régimen de BAKSAL creado por el padre de Sheik Hasina y primer ministro de Bangladesh, Sheik Mujibar Rahman. La nueva nación había visto erosionada su incipiente estructura democrática y transformada en un Estado de partido único gobernado por el aparato del partido que comandaba un ejército y un cuerpo paramilitar. El régimen de BAKSAL implosionó bajo la presión de los militares, tras una desastrosa hambruna que mató a cientos de miles de personas. La autocracia del siglo XXI, de Sheik Hasina, se derrumbó ante la movilización masiva de jóvenes y trabajadores.
Cronología de los acontecimientos
Las protestas de los estudiantes comenzaron en 2018, cuando se propuso por primera vez el nuevo sistema de cuotas para la educación y los empleos gubernamentales. El sistema de cuotas ofrece 30% de las plazas en la universidad y una porción aún mayor de los empleos gubernamentales a aquellos que son descendientes de luchadores por la libertad, que lucharon en la guerra de liberación de Bangladesh. En otras palabras, el sistema privilegiaba a los hijos y nietos de aproximadamente 300.000 soldados y activistas del partido que habían luchado activamente en la guerra de liberación de 1971.
Con la Liga Awami en el poder, esto se traduce en una forma indirecta de asegurar la hegemonía sobre el empleo y la educación, ya que la Liga Awami dirigió en gran medida la guerra de independencia y el movimiento independentista. Hay que ver esto en el contexto de la corrupción institucionalizada en Bangladesh, que lo convierte en una herramienta fácil de usar para que la Liga Awami se asegure los mayores privilegios para sus miembros.
Tras las primeras protestas, el gobierno retiró las cuotas, pero estas se restablecieron después de que el gobierno se dirigiera al Tribunal Superior de Dhaka. La decisión se aprobó el 5 de junio de 2024 y desencadenó las protestas estudiantiles.
La última ronda de protestas estudiantiles se produjo en el contexto de un severo declive económico en Bangladesh, debido primero a la pandemia, que afectó la industria textil del país, y después a la guerra de Rusia contra Ucrania, que afectó las importaciones de petróleo y alimentos de Bangladesh. La pérdida de puestos de trabajo por efecto de la pandemia, unida al aumento de la inflación como resultado de la interrupción de las importaciones de petróleo y alimentos, creó una doble presión sobre la juventud y la población trabajadora del país.
La situación llegó a un punto en el que una gran parte de los trabajadores de la confección seguían desempleados y recibían salarios de hambre, mientras que hasta 40% de los jóvenes no tenían oportunidades de educación ni trabajo. En tal situación, la Liga Awami decidió imponer una medida que garantizara que los puestos de trabajo más seguros y remunerados, que existen en el sector público, fueran para sus propios cuadros, que también obtendrían las mejores oportunidades educativas.
Las protestas estudiantiles fueron numerosas y apasionadas, pero no habrían estallado de no ser por la cruel declaración de la propia Sheik Hasina, que llamó a los estudiantes «razakars», comparándolos con los reaccionarios colaboradores del ejército pakistaní durante la guerra de liberación. Los estudiantes (muchos de los cuales pertenecían a la minoritaria comunidad hindú) se sintieron justamente insultados por esto y lucharon con pasión aún mayor.
En respuesta, el gobierno decidió desplegar a sus odiados paramilitares y a su policía fuertemente militarizada. Lo que siguió fue un baño de sangre. Bangladesh cuenta con un paramilitar tristemente célebre por sus tácticas brutales y su alto grado de militarización, el Batallón de Acción Rápida (RAB). La crueldad de las fuerzas de seguridad de Bangladesh quedó demostrada en protestas anteriores, en las que los manifestantes fueron tratados con una violencia que a veces llevó a la muerte.
La represión a la que se enfrentaron los trabajadores de la confección es un claro ejemplo de esta maquinaria represiva del Estado bangladeshí. Lo peor de la represión policial recayó sobre los manifestantes estudiantiles y jóvenes, ya que el gobierno respondió a las protestas pacíficas con violencia. La violencia policial y la violencia defensiva de los manifestantes caracterizaron gran parte de las protestas hasta el lunes. A medida que crecía la represión, también lo hacían las protestas. A lo largo del mes de julio, las protestas siguieron aumentando, y la respuesta del gobierno se hizo cada vez más represiva.
En el apogeo de esto, Bangladesh se vio sometido a toques de queda en todo el país, cortes de Internet y disparos desenfrenados de la policía. Desde entonces han aparecido videos de francotiradores de la policía abriendo fuego indiscriminadamente contra civiles inocentes, sin perdonar ni siquiera a los niños pequeños.
La decisión de la Corte sobre el sistema de cuotas fue impugnada ante el Tribunal Supremo, que reservó su fallo hasta el 21 de julio, cuando la Corte anuló la cuota propuesta y la redujo considerablemente. A pesar de esto, los manifestantes no se calmaron. En el momento de la sentencia habían sido asesinadas 139 personas, según informaron los principales medios de comunicación. La cifra real podría ser mayor.
En ese momento, las protestas habían dejado de ser solo por las cuotas y apuntaban contra el propio régimen de la Liga Awami. El lunes 5 iba a ser el día de la larga marcha de los estudiantes para exigir responsabilidades por la represión y justicia por los asesinados por la policía y los paramilitares. Este fue el punto álgido de las protestas, y probablemente habrían logrado asaltar los centros de poder si Sheik Hasina no hubiera decidido renunciar y huir.
Esto puso fin a 15 años de gobierno de la Liga Awami y de Sheik Hasina, un período marcado por la transformación de Bangladesh en la fábrica de explotación del mundo, gobernada por una jefa autocrática en la figura de Sheik Hasina. La «historia del crecimiento» hizo que sus propios compinches fueran excepcionalmente ricos y poderosos, mientras dejó a la mayoría de la población de Bangladesh en la pobreza.
La partida de Sheik Hasina y la respuesta internacional
Bangladesh había sido un valioso activo para muchas de las potencias mundiales, que buscaban explotar su abundancia de mano de obra barata, recursos agrícolas y recursos naturales. Para todos los que han invertido en la explotación de Bangladesh, la impactante caída del autodenominado aspirante a Lee Kwan Yeu ha sido un auténtico shock.
El país más afectado por esto ha sido la India, que tiene grandes inversiones en el comercio con Bangladesh. Las corporaciones indias han invertido cientos de millones de dólares en energía e infraestructura de Bangladesh, en tanto Bangladesh es uno de los principales destinos de las exportaciones indias. India rodea Bangladesh por tres lados, con excepción de la frontera con Myanmar, y controla prácticamente el golfo de Bengala con su enorme armada. Se trata de una relación desigual, que los sucesivos gobiernos de Bangladesh han intentado mejorar utilizando a China o a Pakistán como contrapesos a la India.
Sin embargo, el gobierno de Hasina afianzó la influencia india y esencialmente vinculó a Bangladesh económica y políticamente a la India. La realidad de su profunda conexión con la India se hizo patente cuando eligió este país como destino preferido para huir. Allí recibió refugio del primer ministro Modi. Al momento de escribir este artículo, Estados Unidos le ha revocado el pasaporte y el Reino Unido (donde vive su hijo) le había negado el asilo.
Al Jazeera, portavoz del gobierno qatarí, que por lo general tiende a inclinarse a favor de los gobiernos islamistas, ha acogido con satisfacción el derrocamiento de Sheik Hasina, y se centra en gran medida en las celebraciones que siguieron a su derrocamiento, ignorando el descenso de la violencia contra las minorías hindúes. Este es un marcado contraste con los canales de los medios de comunicación indios, que se centran singularmente en la violencia contra los hindúes, mientras ignoran o minimizan en gran medida la victoria de la agitación estudiantil y la propia represión del gobierno contra las masas.
La secuencia de acontecimientos sugiere que las agencias indias habían estado trabajando entre bastidores o en coordinación con el ejército de Bangladesh para asegurar la vida de Sheik Hasina. Así, ella y su hijo podrían convertirse en un activo futuro con el que la India reafirmaría su influencia, haciendo caso omiso del odio del pueblo bangladeshí hacia ella. Una reciente revelación ha demostrado que la India estaba preparada y dispuesta a intervenir militarmente contra Bangladesh durante el motín de los Fusileros de Bangladesh de 2009, que en última instancia aseguró el gobierno de Sheik Hasina y le dio la confianza para atrincherarse y construir un gobierno dictatorial en Bangladesh.
Una maniobra de este tipo tampoco puede descartarse en esta ocasión. Sin embargo, la defensa del capital es de supremo interés, y con Hasina afuera, la siguiente mejor alternativa para garantizar que Bangladesh siga siendo una fábrica de explotación del mundo, que confecciona moda rápida para las marcas más importantes del globo, sería cualquiera de los líderes burgueses, ya sea Khaleda Zia del BNP o Mohammad Yunus.
Las maniobras del ejército
El ejército de Bangladesh intervino en la fase decisiva de las protestas y, al parecer, dio a Sheik Hasina un ultimato de 45 horas para que se dimitiera. La decisión fue fruto de la desesperación y el miedo, ya que las protestas se extendían y crecían en intensidad. Incluso antes de que comenzara la larga marcha, se pudo ver a Sheik Hasina huyendo de la residencia del Primer Ministro en un helicóptero militar. El gobierno indio le dio permiso aéreo, tras lo cual aterrizó en la capital de la India, marcando el final de su reinado y el comienzo de otro gobierno militar.
El jefe del ejército, Waker Uz Zaman, anunció la dimisión del Primer Ministro y la toma de posesión del gobierno por el ejército. A partir de hoy, 6 de agosto, el presidente disolvió el parlamento. El ejército maniobró para aprovechar la ira de las masas, y pidió conversaciones con todos los partidos políticos y los organismos estudiantiles, como informó la prensa oficial. Ahora se ha formado un gobierno provisional, con Mohammad Yunus, famoso por su trabajo en el banco Grameen, como asesor principal.
Con la dimisión de Sheik Hasina y la disolución del parlamento, la policía y los paramilitares aparentemente han desaparecido de la escena. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno militar fue liberar a los presos políticos, entre ellos a la líder del BNL, Khaleda Zia, y el Jamaat-e-Islami.
Estos partidos de derecha surgen de un contexto propakistaní, y el Jamaat está formado por colaboradores pakistaníes. Son un partido islamista reaccionario, tristemente célebre por sus métodos lúmpenes y su recurso a la violencia.
Poco después se produjeron ataques a las cárceles y parece reinar una situación general de anarquía en el país. Surgieron informes sobre que los cuadros de la Liga Awami y de la Liga Chattra (el ala sindical estudiantil de la Liga Awami) llevaban a cabo ataques contra las minorías hindúes y sus lugares de culto, como medio de avivar el odio comunitario y desacreditar el movimiento. En oposición a esto, los sindicatos estudiantiles y los voluntarios cívicos se han reunido para proteger a las minorías y los lugares de culto.
El panorama que se presenta deja claro que se está desarrollando una estrategia concertada para dividir y gobernar. Restaurar los partidos burgueses de derecha y a sus aliados reaccionarios e invitar a un banquero desacreditado y defensor del neoliberalismo para dirigir el gobierno, es parte de la estrategia del ejército. El objetivo es sembrar suficiente caos y desorden para justificar finalmente el mantenimiento del control militar y garantizar que el statu quo capitalista permanezca inalterado tras la marcha de Sheik Hasina.
A largo plazo, puede que incluso haya un esfuerzo liderado por la India para rehabilitar la Liga Awami y devolver las cosas a como han sido, deshaciendo el duro trabajo y el sacrificio de los estudiantes y los jóvenes.
La situación actual y el camino a seguir
La calma vuelve lentamente a la capital, Dacca, pero las escenas de violencia y anarquía en otras partes de Bangladesh siguen siendo habituales. Están aflorando los ataques a las minorías por parte de lúmpenes de derecha y de personas vinculadas con grupos pro-Jamaat. Estudiantes y miembros de la sociedad civil han formado comités de defensa de los templos y los hogares hindúes para frustrar los ataques contra las minorías. Los medios de comunicación indios se centran sobre todo en este asunto, mientras que el derechista BJP y sus trolls a sueldo en internet difunden noticias falsas para influir en la opinión pública india contra Bangladesh. En India se están creando las condiciones para justificar la intervención, o para utilizar este asunto y difundir el odio contra los musulmanes indios.
La situación de anarquía en el país es un resultado directo de la táctica del ejército y la Liga Awami, junto con sus patrocinadores internacionales. Sin embargo, es poco probable que esto dure mucho tiempo. El ejército está ayudando a restablecer algo parecido al orden por su propio interés, mientras los estudiantes que protestan han asumido la responsabilidad de mantener el orden en las calles y de protegerlas contra el vandalismo. El esfuerzo por mantener la unidad comuntaria es uno de los puntos fuertes de las actuales protestas; si no hubiera sido por la unidad de hindúes y musulmanes en Bangladesh, las protestas no habrían conseguido derrocar el régimen de la Liga Awami. Los estudiantes han demostrado cierta perspicacia política al intervenir de este modo y frustrar la estrategia del “divide y reinarás”. Incluso el Jamaat-e-Islami, conocido por su odio a las minorías no musulmanas y la violencia, ha hecho un llamado a la calma y a defender los templos hindúes. Esto no muestra ningún cambio en su carácter básico, sino la influencia de los estudiantes que protestan y la presión para mantener la unidad intercomunitaria.
El pueblo de Bangladesh ha demostrado que no se conformaría con el estado de cosas que existía a principios de la década de 1990 o en 2001, cuando el BNP gobernaba el país. Tampoco aceptaría que continuara el régimen militar; el ejército lo sabe, por lo que ha cedido ante los estudiantes y ha evitado cualquier tipo de represión.
Tal y como están las cosas ahora, la situación es agudamente prerrevolucionaria. El poder de las masas prevalece sobre el Estado, pero no hay ningún órgano visible de poder dual en las calles. La protesta surgió como una protesta estudiantil, con el apoyo de la clase obrera, y se convirtió en un movimiento popular de masas contra un régimen autocrático, pero no fue dirigida por organizaciones de la clase obrera. Los estudiantes proporcionaron una dirección política, pero al carecer de una perspectiva revolucionaria o de una dirección organizada, no han podido evitar la anarquía que surgió de la liberación de prisioneros y dirigentes políticos de derecha.
En el centro de las protestas en Bangladesh está la necesidad de unidad entre la clase obrera, la juventud y el campesinado, bajo un programa revolucionario. En el contexto de Bangladesh, esto significa, en primer lugar, el control de los puntos de mando de la economía, la nacionalización total del sector textil, el repudio a la deuda externa, reformas agrarias integrales, y la construcción de un Estado laico que pueda garantizar la seguridad de la vida y la integridad física de todos.
En Bangladesh se ha conseguido una importante victoria democrática contra el gobierno autocrático de Sheik Hasina y las fuerzas del capital indio. La próxima victoria debe ser contra el ejército y los reaccionarios islamistas, para asegurar esta revolución. El pueblo de Bangladesh debe aprender del proceso revolucionario de Sri Lanka, que fracasó porque no tuvo la valentía suficiente para tomar el poder y carecía de un programa más allá de los objetivos políticos inmediatos. ¡Esto no debe repetirse en Bangladesh!
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