Jue Mar 28, 2024
28 marzo, 2024

Venganza terrorista de Putin se descarga sobre el pueblo trabajador

El 7 de octubre fue el 70 cumpleaños de dictador que habita en el Kremlin. Ese día recorrieron el mundo las imágenes del puente de Crimea ardiendo y parcialmente hundido. Es el hundimiento de un “símbolo de la anexión expansionista inapelable”, que pretendió el régimen oligárquico policial de Rusia sobre parte del territorio de Ucrania. Los días que siguieron fueron la preparación silenciosa de una venganza lo más destructiva y dañina posible por parte del Kremlin. No intentamos en esta nota pronosticar la influencia de la venganza asesina del dictador en el curso del conflicto. Aunque el propio Putin sabe que no influirá decisivamente en el desarrollo de la guerra. Sólo vamos a explicitar los efectos del masivo ataque con 83 misiles de largo alcance a casi todo el territorio de Ucrania, incluida su capital, Kiev. Lo que ya es digno de destacar es algo que se puso en total evidencia: la alta moral del pueblo ucraniano que desde los refugios antibombas y las profundidades del metro abarrotado de miles de niños, cantaba el himno nacional.

Pavel Polska

Es prematuro hablar de un saldo de muertos, heridos y destrucción de viviendas, escuelas e infraestructuras civiles. Lo que de inmediato saltó a la vista es la perversa falsificación de Putin cuando habló de “golpes precisos sobre objetivos militares estratégicos”, intentando justificar su barbarie. Pero como siempre, es la población trabajadora la que más ha sufrido con estos masivos bombardeos, que han dejado a grandes ciudades sin energía eléctrica ni agua.

Y en ese sentido queremos resaltar aquí una información recibida –a través de unos de los sitios de internet– desde la ciudad de Kryvyi Rih, una ciudad de 700 mil habitantes, que es uno de los mayores centros minero-metalúrgicos en el Sur de Ucrania.

Allí también, “debido a los ataques con misiles sobre las usinas, la ciudad quedó sin energía y en 4 minas quedaron atrapados 854 obreras y obreros mineros del hierro a más de mil metros de profundidad. En el marco de una gran tensión y zozobra se inició la operación de rescate, que usó generadores y fuerza viva para subirlos a la superficie. Afortunadamente a las 2 de la madrugada, luego de largas horas de trabajo se logró rescatar a todas y todos”.   

Y desde la Jefatura militar del distrito se giró la siguiente instrucción:

“¡Atención! Hoy, de 17:00 a 22:00, es fundamental reducir el consumo eléctrico.

 – Las empresas industriales deben apagar por completo todos los equipos que consumen mucha energía. Bajo la responsabilidad personal del titular de cada empresa. Se recomienda enviar a la gente a casa ahora mismo.

– El alumbrado público de la ciudad se apagará parcialmente.

– Pido a los residentes de la ciudad que no enciendan ningún electrodoméstico que consuma mucha energía.

– El número de transporte eléctrico urbano en las líneas será muy limitado. Por lo tanto, se recomienda a todos que se queden en casa.

– Apaguen cualquier publicidad, incluidos los letreros en las tiendas.

Si esto no se hace, toda la ciudad será desconectada por la fuerza”.

Parecen muy atinadas y coherentes estas instrucciones de “emergencia”. Sin embargo, ante la evidencia que los ataques seguirán y en vistas de lo sucedido con los 854 mineros, la Jefatura militar del distrito no plantea con claridad –y no es casual que lo omita– que todos los trabajos en la producción minera, en los socavones y a cielo abierto, deben quedar suspendidas hasta nuevo aviso, con garantía de pago de los salarios caídos por parte de las empresas –casi todas ellas, propiedad de poderosas corporaciones transnacionales y oligarcas. Exigirlo será una tarea inmediata de los sindicatos del sector y en toda Ucrania. Y es ahí donde se distinguirán los Sindicatos Obreros Independientes de los “sindicatos bananeros”, como allá les llaman a los burocratizados y vendidos.  

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