VAMOS HACIA ENFRENTAMIENTOS MÁS DUROS Y DECISIVOS
El resultado electoral legislativo de octubre da a Milei la posibilidad de reencauzar su gobierno -luego de algunos traspiés- para avanzar en su proyecto de cumplir los mandatos de hace tres décadas del “Consenso de Washington” (sede del FMI, Banco Mundial y Tesoro de Estados Unidos): “reformas” laborales y de todo tipo que -como en Chile o Perú- impongan superexplotación obrera y pérdida de soberanía nacional para el saqueo sin trabas de recursos naturales e industrias vinculadas “competitivas”, sin “proteccionismo”. Lo que no logró completar Estados Unidos con los gobiernos anteriores, lo intenta Trump con su nuevo lacayo Milei -admirador de Menem y Thatcher- en el marco de su ofensiva en toda América Latina y Central, su “patio trasero”, un salto en su injerencia económica, política y militar. Ante la mayor competencia interimperialista luego de la crisis mundial del 2007/08 cuyas consecuencias aún perduran.
Milei es el abanderado de un cambio profundo en la colonización del país -que no será posible sin mayor represión cuando el engaño no alcance-, un modo de acumulación capitalista que como objetivo es compartido por el conjunto de la burguesía y sus partidos, aunque con ritmos y métodos desiguales. Por eso, luego de paros y movilizaciones gremiales y estudiantiles en sus primeros meses de gobierno, esos partidos coincidieron en “dejarlo hacer”. La “Carta a la militancia” de Cristina -presidenta del PJ- fue decisiva para velar por la “gobernabilidad” de LLA y la aplicación de su agenda en todas las provincias.
Con una quita salarial del 25% vía la devaluación inicial -nunca recuperada por los topes en las paritarias- que benefició a las patronales, la “motosierra” contra los trabajadores estatales y obra pública, la reducción de insumos importados y el aumento de las exportaciones agroindustriales, el gobierno logró un precario superávit fiscal -condición para afrontar pagos de la fraudulenta deuda pública al FMI y demás especuladores-. A costa de un “enfriamiento” de la economía, en particular de los sectores que no exportan ni se reconvierten como importadores de productos terminados.
Ante este ataque, sigue la resistencia de la clase trabajadora -aunque aislada por la traición de la dirigencia sindical peronista- con conflictos que pusieron algunos “palos en la rueda”, como en salud y marítimos. Que en la coyuntura electoral repercutieron con la caída en el Congreso de algunos vetos presidenciales.
Y continúa la falta de reservas -que el “swap” (intercambio de pesos por dólares) de Trump solo alivió, para “hacer negocios” con el “carry trade” pero más que nada para que Milei pueda sobreponerse del resultado adverso en las elecciones provinciales previas a las nacionales de octubre.
Entonces el gobierno hace cambios en su gabinete para profundizar el rumbo de su plan de ajuste, saqueo y represión, con sus “reformas de segunda generación” como la laboral, previsional e impositiva. Si bien en una ubicación política más precaria que hace dos años.
Un nuevo momento
La crisis ministerial habla de una opción que Milei debe afrontar. Y ha decidido intensificar profundamente su ataque, intentar completar el proyecto que su “amo” Trump le reclama, y para lo cual lo “ayudó”.
¿Logrará su plan? ¿Podrá derrotar la resistencia obrera y popular a sus planes de hambre, saqueo y represión? La clase trabajadora está confundida, huérfana, sin una dirección. No confía en nada ni nadie. Pero no ha dejado nunca de luchar, y aún con direcciones traidoras ha sabido en distintas épocas encontrar el camino para enfrentar y derrotar proyectos más sólidos y relaciones de fuerza más desfavorables. La tendencia es que la resistencia continúe, y un desafío es pasar de la defensa al ataque, para tirar abajo el plan de Milei y Trump, apoyado por el peronismo.
Esta perspectiva se da en medio de cambios políticos en la clase trabajadora. Milei perdió millones de seguidores que tampoco volvieron al peronismo. Trabajadores que necesitan sumarse a la búsqueda de medios y formas de organización que unifiquen las peleas. Y dotarse de nuevos dirigentes por la derrota de Trump, el FMI, Milei , los gobernadores y sus cómplices. Es un momento de cambios profundos en la
conciencia de nuestra clase obrera. El segundo gran desafío es avanzar en construir herramientas políticas independientes de la patronal y de los viejos partidos, en particular del peronismo.




