Jue Abr 18, 2024
18 abril, 2024

Ultraderecha, antifascismo y socialismo

Frente al levante del pueblo negro en los Estados Unidos, Trump intenta buscar un culpable para atacar y criminalizar. El blanco escogido por el reaccionario presidente son organizaciones que se autodenominan antifascistas. En el Brasil, la convocatoria a manifestaciones contra Bolsonaro por parte de alas antifascistas de hinchadas de fútbol, y también con la repercusión de la lucha en los Estados Unidos, popularizó el debate sobre fascismo y antifascismo. Incluso, varios movimientos sociales pasaron a adoptar los símbolos antifascistas.

Por: Júlio Anselmo y Mandi Coelho

Siempre que lo hay, la lucha contra el fascismo es fundamental. Al final, el fascismo es seguramente el peor enemigo de los trabajadores. Y es importante que los trabajadores tengan claro quién y cómo son sus enemigos para poder luchar de forma efectiva contra ellos. La polarización social y política en el mundo, en los últimos tiempos se viene agravando dada la situación calamitosa del capitalismo mundial, lo que ganó contornos aún más profundos con la actual pandemia, mostrando cada vez más la cara cruel de este sistema explotador y opresor, lo que desnuda e irrita todos los embates políticos entre las fracciones de las clases sociales, entre aquellos que defienden los intereses del capital y los de los trabajadores.

¿Qué es el fascismo?

El fascismo se caracteriza como un movimiento de masas, de sectores de la pequeña burguesía y de desclasados. Es la contrarrevolución por excelencia, que utiliza métodos de guerra civil contra el proletariado, teniendo como finalidad imponer una dictadura feroz para destruir las libertades democráticas y las organizaciones de los trabajadores, en nombre de las ganancias de la gran burguesía. Como definía Trotsky, “el fascismo es la forma más salvaje y abominable del imperialismo”.

Hay varias formas de dominación política burguesa. La democracia burguesa es solo una de ellas, así como la dictadura militar, el bonapartismo y hasta incluso las monarquías absolutas. Pero, independientemente, de la forma de dominación su carácter de clase se mantiene burgués y al servicio del capitalismo. La forma utilizada en cada período depende siempre de la lucha de clases, incluyendo las disputas entre las fracciones de la burguesía y la dinámica del propio capitalismo que, para salvar sus lucros, tiene que echar mano de formas cada vez más abiertamente violentas de dominación.

La prueba de que la dominación burguesa es siempre en algún grado violenta es que la propia democracia burguesa reprime constantemente a los trabajadores, por ejemplo. Hace eso en un nivel y en un grado bien diferente de una dictadura o un régimen fascista, pero lo hace. Tampoco la diferencia entre esos regímenes políticos es apenas el grado de represión. Claro que eso es parte de nuestro análisis, mientras tanto, lo que diferencia un régimen de otro es la institución que los sostiene y el proceso de la lucha de clases en que se dio.

En ese sentido, aunque todos repriman, es muy diferente una dictadura militar o fascista que una democracia burguesa. Es diferentes porque las condiciones para luchar contra el capitalismo y contra la burguesía con regímenes cerrados son las peores posibles. En ese sentido, la lucha por libertades democráticas y contra la instauración de dictaduras, sean militares o fascistas, es muy importante porque se trata de las condiciones de lucha del proletariado.

Podríamos debatir que también es verdad que hay un proceso de cada vez menos libertades democráticas en la propia democracia burguesa, pero este es otro tema, que no abordaremos aquí.

Entonces, por fin, ¿toda dictadura o toda reacción burguesa es fascista?

Trotsky nos da una buena explicación sobre eso, diciendo qué es el fascismo basándose en los procesos de ascenso del poder fascista de Mussolini en la Italia de los años ’20 y de la construcción del gobierno nazista de Hitler en la Alemania de los años ’30.

“El régimen fascista vio llegar su vez cuando los medios ‘normales’, militares y policiales de la dictadura burguesa, con su cobertura parlamentaria, no bastan para mantener la sociedad en equilibrio. A través de los agentes del fascismo, el capital mete en acción a las masas de la pequeña burguesía furiosa, las bandas de lumpen-proletariado descalificados y desmoralizados, todos esos numerosos seres humanos que el propio capital financiero hundió en la rabia y en la desesperación. La burguesía exige del fascismo un trabajo acabado: dado que ella admitió los métodos de guerra civil, quiere tener la tranquilidad por muchos años. Y los agentes del fascismo, utilizando a la pequeña burguesía como ariete, destruido todos los obstáculos en su camino, llevarán el trabajo hasta el fin. La victoria del fascismo hace de modo que el capital financiero atrape directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instituciones de dominación, de dirección y de educación: el aparato de Estado con el ejército, las municipalidades, las universidades, las escuelas, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas. La fascistización del Estado no implica solamente la ‘mussolinización’ de las formas y métodos de gobierno –en ese dominio los cambios juegan al fin un papel secundario– sino, antes que todo y sobre todo, la destrucción de las organizaciones obreras: es preciso reducir al proletariado a un estado de apatía completa y crear una red de instituciones penetrando profundamente las masas, para evitar toda cristalización independiente del proletariado. Es precisamente en eso que reside la esencia del régimen fascista”.

Trotsky lucha contra aquellos que en el movimiento obrero defendían una concepción de que toda forma de reacción burguesa o todo régimen reaccionario era fascista.

Estalinistas, reformistas y una serie de grupos llamaban a cualquier gobierno o régimen de fascista, sin criterio ninguno. Esto generó consecuencias graves en la lucha contra el fascismo. Por ejemplo, en Alemania los estalinistas defendían que la socialdemocracia era en realidad “socialfascismo”, que la dictadura bonapartista de Bruning-Schleicher ya era fascista, todo eso desarmando la lucha contra Hitler; y podríamos dar muchos otros ejemplos.

Por lo tanto, Trotsky diferenciaba las dictaduras militares, bonapartismo y otras formas de reacción burguesa del fascismo. Y la diferencia era fundamentalmente el hecho de ser un movimiento de masas y la utilización abierta de métodos de guerra civil. Claro que hay una relación también entre fascismo y bonapartismo. O, por ejemplo, la relación del fascismo con el militarismo, etc. Pero aun cuando se relacionen todos esos elementos es importante saber la diferencia, pues eso ayuda a la hora de combatir cada uno de esos enemigos de los trabajadores.

Ultraderecha y fascismo hoy

Es parte de la realidad el crecimiento de la ultraderecha en varios países. Principalmente en el terreno electoral tuvieron victorias importantes como la de Trump en los Estados Unidos, Bolsonaro en el Brasil, Orbán en Hungría, y otros. Vale destacar que no son una corriente política homogénea y los propios gobiernos citados aquí tienen grandes diferencias entre sí. Pero son fruto del mismo fenómeno. Hay incluso una tentativa de homogeneización política a nivel internacional, con participación del reaccionario Steve Bannon.

Junto con este fenómeno, y tomando este por la base, existe la aparición mayor de grupos abiertamente fascistas o protofascistas en varias partes del mundo. En general, son grupos aún bastante pequeños y sin expresión de masas. Sacando tal vez a Grecia, donde los fascistas de la Aurora Dorada contaron con considerable peso en los últimos años, aunque hayan sufrido una derrota importante, viendo su peso reducirse bastante durante el último período, dando espacio incluso a otros grupos fascistas.

En el Brasil, Bolsonaro defiende un proyecto de dictadura militar. Incluso, es el gobierno con más militares desde la dictadura de 1964. Miembros del gobierno, el propio Bolsonaro y sus hijos, no se cansan de alardear la posibilidad del autogolpe. En los últimos tiempos hubo una cierta escalada autoritaria del gobierno. Ese sector viene intentando organizar un grupo político suyo alrededor del apartido Aliança, lanzado por el presidente. Hoy, Bolsonaro es una amenaza a las libertades democráticas, es un gobierno reaccionario, y defiende una dictadura, pero no se caracteriza como fascista.

¿Hay grupos protofascistas en el Brasil que se apoyan en el “bolsonarismo”? Claro, los 300 de Brasilia tal vez sean la mayor expresión hoy, en el submundo de la política brasileña, y debe incluso haber otros. Pero son pequeños grupitos que se apoyan en la popularidad del gobierno. Bolsonaro tiene un programa de dictadura apoyado en las Fuerzas Armadas.

En la base de apoyo de Bolsonaro, sus electores, por ejemplo, hay de todo. Hay sectores que defienden la implantación de una dictadura militar, hay sectores liberaloides, y hay también sectores fascistas. Pero no son todos los electores ni es toda su base la que defiende el fascismo, incluso los que defienden dictadura son bastante minoritarios, aunque vengan haciendo ruido hace algún tiempo.

¿Eso puede cambiar? O sea, ¿puede surgir o ser de masas un ala fascista de la base de apoyo de Bolsonaro? O incluso, ¿Bolsonaro puede construir un movimiento fascista en el Brasil? Eso no lo sabe nadie. La lucha de clases responderá. Pero debemos acompañar, defender las libertades democráticas, combatir los brotes de fascismo y, principalmente, el gobierno Bolsonaro y su proyecto de dictadura militar.

El combate al fascismo y el gobierno Bolsonaro

En la Alemania o en la Italia fascistas de los años ’30, el movimiento obrero utilizó la táctica de frente único obrero para combatir el fascismo. Eso significaba la movilización de masas, la autodefensa de las organizaciones obreras, huelgas, con la unidad de acción de todas las organizaciones obreras que tenían un objetivo en común: derrotar el fascismo.

No existe otro método de lucha que no sea la lucha de masas. Las acciones individuales, actos de heroísmo aislados, vanguardismo o ultraizquierdismo, no ayudan y no pueden salvar a la clase trabajadora y a la juventud de sus enemigos. Por el contrario, ayudan a la reacción. Solo con la lucha de millones fue posible derrotar el fascismo en la historia. La línea de no luchar para no provocar al enemigo, tampoco ayuda. El único camino es la lucha.

En el Brasil, aunque no tengamos grupos significativos de fascistas, tenemos que utilizar esta táctica contra el gobierno Bolsonaro que defiende un proyecto de dictadura militar. Es derrocando el gobierno, impidiendo cualquier retroceso en las libertades democráticas, disputando a millones de trabajadores para el significado de este gobierno, y derrotando cualquier aventura golpista dictatorial de Bolsonaro o de los militares que podemos dar un basta a la proliferación de esos grupos protofascistas que vienen apareciendo en la realidad.

Los límites del antifascismo

El antifascismo es un concepto vacío de significado. Es mucha cosa y nada al mismo tiempo. Por ejemplo, ¿cuál es el proyecto o la estrategia antifascista? ¿Democracia burguesa, bonapartismo, democracia obrera, socialismo? No es posible saber eso, no hay corte de clase o de estrategia política. Este es el problema, pues acaba siendo utilizado por sectores burgueses o reformistas para, en nombre del antifascismo, frenar la lucha de los trabajadores y arrojarla a los brazos del orden capitalista.

Si sabemos que el fascismo es la cara más cruel de la dominación capitalista, y que frente a la crisis económica y política la burguesía tiene que utilizar y echar mano de dictaduras, sean militares o fascistas, la única forma de derrotar de una vez por todas la reacción y la contrarrevolución burguesas e impedir el surgimiento del fascismo es la derrota del capitalismo. La única forma de que la lucha antifascista sea coherente es que sea una lucha contra el capitalismo y por el socialismo.

En ese sentido, se vuelve más nefasta aún la utilización que varias organizaciones reformistas que se dicen de izquierda hacen de este término, para, en nombre de un supuesto “antifascismo”, defender alianzas espurias con sectores burgueses para gobernar, para hacer un frente amplio en las elecciones. Como si eso fuese a resolver el problemas de los trabajadores o a derrotar a nuestros enemigos. Por el contrario, es el descrédito y la traición de organizaciones que se dicen de los trabajadores, como el PT, que al gobernar hizo lo mismo que los gobiernos tradicionales de la derecha, lo que arrojó a los brazos de Bolsonaro a una gran parte de la población descreída de los rumbos del país. Por dentro del capitalismo no hay solución. Bolsonaro es la cara que tiene un proyecto dictatorial de capitalismo. El PT es la cara democrática, pero aún capitalista, o sea, que sostiene la explotación de los trabajadores. Es preciso unidad en la lucha, en las calles, con el PT y con todos los que quieran derrotar a Bolsonaro. Pero, a partir de esa lucha, es preciso fortalecer una alternativa revolucionaria y socialista.

Artículo publicado en www.pstu.org.br

Traducción: Natalia Estrada.

 

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